La huelga general en Israel es mucho más que una muestra de oposición a la retórica de quienes sostienen que no se puede negociar con Jamás (en árabe: حماس, ‘entusiasmo’ o ‘fervor’, y acrónimo de Harakat al-Muqáwama al-Islamiya, en árabe: حركة المقاومة الإسلامية, Movimiento de Resistencia Islámica) y que el ejército israelí va a liberar a los rehenes en Gaza. La huelga general marca el inicio de una toma de conciencia sobre el hecho que el primer ministro, Benyamin Netanyahu, no defiende a los judíos.
También es cierto que los israelíes judíos todavía no aceptan que hay una operación de limpieza étnica en Gaza, pero ya perciben la realidad de los pogromos antiárabes en Cisjordania. Poco a poco, muchos israelíes comienzan a reconocer que sus enemigos no son sus vecinos palestinos sino los sionistas revisionistas.
La opinión pública israelí está cambiando. Después de haber dado la espalda al primer ministro Benyamin Netanyahu, por su comprobada ineficacia ante los hechos del 7 de octubre, algunos israelíes se volvieron nuevamente hacia él, a raíz de la respuesta militar de Irán que marcó el 11 de abril. Se estima que alrededor de una tercera parte de los israelíes apoyan en este momento a Netanyahu. Se trata de los colonos, que viven en los asentamientos ilegales de Israel en Cisjordania, y de ciudadanos que consideran enemigos a los árabes, los turcos y los persas.
Las otras dos terceras partes están abriendo los ojos. La ejecución, el 31 de agosto, de 6 rehenes ante la proximidad de las «Fuerzas de Defensa de Israel» (FDI) que supuestamente iban a liberarlos, ha demostrado a esa gran mayoría que, lejos de representar una esperanza, la presencia de las tropas israelíes en la franja de Gaza constituye un peligro mortal para los rehenes. Esa gran mayoría ahora se percata de la obstinación de Netanyahu —quien ya no sólo invade Gaza, sino que también apunta hacia Cisjordania, igualmente en detrimento de las vidas de los rehenes— y la ve como la demostración de que el primer ministro no está al servicio de todos sus compatriotas sino sólo al servicio de los colonos. Pero esa gran mayoría no percibe aún el sufrimiento de los israelíes árabes, ni la crueldad de los pogromos antiárabes y todavía menos la limpieza étnica desatada contra los palestinos de la franja de Gaza.
Alegando que, en vez de defender a los trabajadores, la Histadrut estaba «haciendo política», el gobierno de Netanyahu logró que el Tribunal Nacional del Trabajo ilegalizara la huelga, mientras que el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, impartía instrucciones para que los funcionarios públicos que se unieran a la huelga no recibieran sus salarios. A pesar de esas medidas, fueron muy numerosos los huelguistas, muestra de que son muy numerosos los israelíes que han llegado a la conclusión de que el primer ministro Netanyahu no defiende a los judíos.
Simultáneamente, uno de los 32 miembros del gobierno Netanyahu, el general Yoav Gallant, ministro de Defensa, declaró en pleno consejo de ministros que el nuevo objetivo planteado por el primer ministro —mantener en manos del ejército israelí el control del «Corredor Filadelfia»— es una violación de los Acuerdos de Camp David, y precisó además que su control no aporta nada a la seguridad de Israel. El desacuerdo entre Netanyahu y su ministro de Defensa se convirtió en un enfrentamiento verbal, que el general llevó a la palestra pública.
El sitio web informativo Ynet, propiedad del grupo que publica el diario israelí Yediot Ahronoth, que tiene la reputación de ser centrista, señala que en mayo parecía que las partes estaban a punto de alcanzar un acuerdo, pero que todo cambió cuando la parte israelí dio a conocer su documento de «aclaraciones», el 27 de julio. En ese nuevo texto, según reseña Ynet, la parte israelí planteó nuevas exigencias que hacen imposible la conclusión de un acuerdo. Fue precisamente en ese documento donde la parte israelí planteó, por vez primera, la exigencia de una presencia militar de Israel en el Corredor Filadelfia.
Toda persona que se mantenga al tanto de la política israelí es capaz de comprender por qué la huelga general de Histadrut y la airada protesta del ministro de Defensa tuvieron lugar en el mismo momento. Esa simultaneidad nos permite además entender lo sucedido el año pasado.
Durante la primavera de 2023, los partidos democráticos hicieron presión para que la Histadrut organizara una huelga general contra el proyecto gubernamental de reforma de las leyes fundamentales israelíes [el Estado hebreo carece de una Constitución propiamente dicha, sólo dispone de esas llamadas «leyes fundamentales»], o sea contra el golpe de Estado que los sionistas revisionistas han puesto en marcha desde que llegaron al poder… de la mano de Benyamin Netanyahu. Pero la Histradut, notoriamente de izquierda, en vez de concentrarse en la defensa de la democracia, también apoyó al general Gallant, a quien Netanyahu acababa de destituir súbitamente del ministerio de Defensa. La presión de la Histadrut fue tan fuerte que Netanyahu tuvo que anular la destitución de Gallant.
En aquel momento nadie entendía qué razones habían tenido los sindicalistas de izquierda para apoyar al derechista Gallant. Sólo después se supo que Netanyahu había destituido a Gallant porque el general había estallado en pleno consejo de ministros y exigido explicaciones sobre la pasividad del propio Netanyahu ante los informes del Shin Beit (el contraespionaje israelí) y del ejército sobre los indicios que mostraban que Jamás estaba preparando una acción de gran envergadura. En efecto, cuatro meses antes de la acción del 7 de octubre, todos los servicios de inteligencia de Israel redactaban informe tras informe anunciando en todos la «Tormenta Perfecta», el nombre en clave que habían dado a la Operación Diluvio de Al-Aqsa, que la resistencia estaba preparando y que finalmente se concretó el 7 de octubre. En aquel momento, Netanyahu ignoró olímpicamente los informes, actitud que mantuvo ante el reclamo del general Gallant en pleno consejo de ministros. En otras palabras, Netanyahu optó por no defender a sus compatriotas ante los avisos sobre la acción palestina del 7 octubre… pero la utilizó para desatar la operación israelí de limpieza étnica en Gaza y dejó que proliferaran los pogromos antiárabes en Cisjordania.
En este momento, la pregunta que hemos venido planteado en este sitio web desde mediados de noviembre pasado[1] comienza a imponerse también entre los israelíes: ¿Será que Netanyahu no era tan incompetente, sino que más bien prefirió permitir que se concretara la acción palestina?