Al contrario de Netanyahu, la gran mayoría de los israelíes sí quieren negociar con el Hamas.

La huelga general en Israel es mucho más que una muestra de oposición a la retórica de quienes sostienen que no se puede negociar con Jamás (en árabeحماس‎, ‘entusiasmo’ o ‘fervor’, y acrónimo de Harakat al-Muqáwama al-Islamiya, en árabeحركة المقاومة الإسلامية‎, Movimiento de Resistencia Islámica) y que el ejército israelí va a liberar a los rehenes en Gaza. La huelga general marca el inicio de una toma de conciencia sobre el hecho que el primer ministro, Benyamin Netanyahu, no defiende a los judíos.

También es cierto que los israelíes judíos todavía no aceptan que hay una operación de limpieza étnica en Gaza, pero ya perciben la realidad de los pogromos antiárabes en Cisjordania. Poco a poco, muchos israelíes comienzan a reconocer que sus enemigos no son sus vecinos palestinos sino los sionistas revisionistas.

El secretario general de la Histradut, Arnon Bar-David, proclamó la huelga general para forzar el gobierno a negociar con Jamás.

La opinión pública israelí está cambiando. Después de haber dado la espalda al primer ministro Benyamin Netanyahu, por su comprobada ineficacia ante los hechos del 7 de octubre, algunos israelíes se volvieron nuevamente hacia él, a raíz de la respuesta militar de Irán que marcó el 11 de abril. Se estima que alrededor de una tercera parte de los israelíes apoyan en este momento a Netanyahu. Se trata de los colonos, que viven en los asentamientos ilegales de Israel en Cisjordania, y de ciudadanos que consideran enemigos a los árabes, los turcos y los persas.

Las otras dos terceras partes están abriendo los ojos. La ejecución, el 31 de agosto, de 6 rehenes ante la proximidad de las «Fuerzas de Defensa de Israel» (FDI) que supuestamente iban a liberarlos, ha demostrado a esa gran mayoría que, lejos de representar una esperanza, la presencia de las tropas israelíes en la franja de Gaza constituye un peligro mortal para los rehenes. Esa gran mayoría ahora se percata de la obstinación de Netanyahu —quien ya no sólo invade Gaza, sino que también apunta hacia Cisjordania, igualmente en detrimento de las vidas de los rehenes— y la ve como la demostración de que el primer ministro no está al servicio de todos sus compatriotas sino sólo al servicio de los colonos. Pero esa gran mayoría no percibe aún el sufrimiento de los israelíes árabes, ni la crueldad de los pogromos antiárabes y todavía menos la limpieza étnica desatada contra los palestinos de la franja de Gaza.

En ese contexto, la Histadrut, la organización sindical histórica de Israel, que entre las dos guerras mundiales fue la organización más importante de los judíos que vivían en Palestina, convocó la huelga general. Al igual que los sindicatos occidentales, la Histadrut ya no es tan importante como lo fue en el pasado, cuando surgió como una emanación del movimiento de los judíos que formaban los kibutz. Hoy sólo cuenta con unos 400.000 miembros, pero, como organización, la Histadrut sigue disponiendo de gran autoridad moral. Al hacer uso de la palabra en el mitin donde convocó la huelga general, su principal dirigente, Arnon Bar-David, declaró:
«Estoy aquí para luchar, para que nadie quede olvidado. Los judíos no abandonan a los judíos. ¿Quién no sabe eso? No es posible que nuestros hijos mueran en los túneles por causa de consideraciones políticas».

Alegando que, en vez de defender a los trabajadores, la Histadrut estaba «haciendo política», el gobierno de Netanyahu logró que el Tribunal Nacional del Trabajo ilegalizara la huelga, mientras que el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, impartía instrucciones para que los funcionarios públicos que se unieran a la huelga no recibieran sus salarios. A pesar de esas medidas, fueron muy numerosos los huelguistas, muestra de que son muy numerosos los israelíes que han llegado a la conclusión de que el primer ministro Netanyahu no defiende a los judíos.

Simultáneamente, uno de los 32 miembros del gobierno Netanyahu, el general Yoav Gallant, ministro de Defensa, declaró en pleno consejo de ministros que el nuevo objetivo planteado por el primer ministro —mantener en manos del ejército israelí el control del «Corredor Filadelfia»— es una violación de los Acuerdos de Camp David, y precisó además que su control no aporta nada a la seguridad de Israel. El desacuerdo entre Netanyahu y su ministro de Defensa se convirtió en un enfrentamiento verbal, que el general llevó a la palestra pública.

El sitio web informativo Ynet, propiedad del grupo que publica el diario israelí Yediot Ahronoth, que tiene la reputación de ser centrista, señala que en mayo parecía que las partes estaban a punto de alcanzar un acuerdo, pero que todo cambió cuando la parte israelí dio a conocer su documento de «aclaraciones», el 27 de julio. En ese nuevo texto, según reseña Ynet, la parte israelí planteó nuevas exigencias que hacen imposible la conclusión de un acuerdo. Fue precisamente en ese documento donde la parte israelí planteó, por vez primera, la exigencia de una presencia militar de Israel en el Corredor Filadelfia.

Toda persona que se mantenga al tanto de la política israelí es capaz de comprender por qué la huelga general de Histadrut y la airada protesta del ministro de Defensa tuvieron lugar en el mismo momento. Esa simultaneidad nos permite además entender lo sucedido el año pasado.

El nombre del general Yoav Gallant, ex jefe del estado mayor israelí y hoy ministro de Defensa, ha sido mencionado en relación con varios casos de corrupción. Hace varios meses, Gallant calificó a los miembros de la resistencia palestina de «animales». Pero sus indudables defectos no le han impedido entender quién es Benyamin Netanyahu y tomar posición contra él.

Durante la primavera de 2023, los partidos democráticos hicieron presión para que la Histadrut organizara una huelga general contra el proyecto gubernamental de reforma de las leyes fundamentales israelíes [el Estado hebreo carece de una Constitución propiamente dicha, sólo dispone de esas llamadas «leyes fundamentales»], o sea contra el golpe de Estado que los sionistas revisionistas han puesto en marcha desde que llegaron al poder… de la mano de Benyamin Netanyahu. Pero la Histradut, notoriamente de izquierda, en vez de concentrarse en la defensa de la democracia, también apoyó al general Gallant, a quien Netanyahu acababa de destituir súbitamente del ministerio de Defensa. La presión de la Histadrut fue tan fuerte que Netanyahu tuvo que anular la destitución de Gallant.

En aquel momento nadie entendía qué razones habían tenido los sindicalistas de izquierda para apoyar al derechista Gallant. Sólo después se supo que Netanyahu había destituido a Gallant porque el general había estallado en pleno consejo de ministros y exigido explicaciones sobre la pasividad del propio Netanyahu ante los informes del Shin Beit (el contraespionaje israelí) y del ejército sobre los indicios que mostraban que Jamás estaba preparando una acción de gran envergadura. En efecto, cuatro meses antes de la acción del 7 de octubre, todos los servicios de inteligencia de Israel redactaban informe tras informe anunciando en todos la «Tormenta Perfecta», el nombre en clave que habían dado a la Operación Diluvio de Al-Aqsa, que la resistencia estaba preparando y que finalmente se concretó el 7 de octubre. En aquel momento, Netanyahu ignoró olímpicamente los informes, actitud que mantuvo ante el reclamo del general Gallant en pleno consejo de ministros. En otras palabras, Netanyahu optó por no defender a sus compatriotas ante los avisos sobre la acción palestina del 7 octubre… pero la utilizó para desatar la operación israelí de limpieza étnica en Gaza y dejó que proliferaran los pogromos antiárabes en Cisjordania.

En este momento, la pregunta que hemos venido planteado en este sitio web desde mediados de noviembre pasado[1] comienza a imponerse también entre los israelíes: ¿Será que Netanyahu no era tan incompetente, sino que más bien prefirió permitir que se concretara la acción palestina?

Gali Baharav Miara, la primera mujer que ocupa el cargo de fiscal general de Israel, propone la creación de una comisión investigadora estatal, que se encargaría de aclarar todo lo vinculado a los hechos del 7 de octubre. Netanyahu, por el contrario, ha impuesto una estricta censura sobre numerosos aspectos inexplicados de la preparación, la ejecución de la acción palestina y la lenta, extraña e ineficaz reacción de los cuerpos de seguridad israelíes aquel día. Por ahora, los israelíes sólo conocen la versión oficial de lo sucedido.

Eje de la normalización: Los árabes y turcos que sostienen la economía de guerra de Israel.

 

 Mohamad Hasan Sweidan

Mientras el Eje de Resistencia de Asia Occidental trata de debilitar el ejército, la economía y la seguridad de Israel, un puñado de Estados árabes y Turquía se esfuerzan en secreto por reforzar a Israel y abastecer su guerra contra Gaza. Este es el nuevo «Eje de la Normalización» de la región.

Yemen es uno de los pocos Estados árabes que trabajan para ejercer presión económica sobre el Estado de ocupación bloqueando el tránsito de mercancías israelíes por el Mar Rojo y otras vías fluviales de la región.

Sin embargo, mientras Yemen avanza en sus bloqueos marítimos, otros Estados árabes siguen proporcionando un salvavidas a la economía israelí impulsada por la guerra. Los datos de este año muestran que los países que se han normalizado con Tel Aviv, como EAU, Bahréin, Jordania, Egipto y Marruecos, están ayudando a Israel a superar el bloqueo, proporcionando rutas comerciales críticas que sortean los esfuerzos yemeníes.

Mientras tanto, Turquía, cuyo presidente ha intensificado su retórica antiisraelí en público, ha adoptado un enfoque más engañoso, desviando las mercancías a través de las aduanas palestinas —y de Grecia— para ocultar el alcance de su comercio directo con Israel.

Relaciones comerciales árabes con Israel
The Cradle ha informado anteriormente sobre las relaciones comerciales entre los países árabes e Israel y cómo son cómplices de la financiación del genocidio. A pesar de las expectativas de que estos Estados romperían lazos tras la guerra de exterminio de Israel en Gaza, la realidad cuenta una historia diferente.

Mientras que Yemen, bajo el gobierno de Sanaa alineado con Ansarallah, ha impuesto un bloqueo naval a los puertos israelíes, muchos gobiernos árabes no han tomado medidas similares. En su lugar, estos países participan en un doble juego, condenando públicamente a Israel mientras mantienen discretamente lazos económicos, de forma muy similar a Colombia, que cortó formalmente los lazos con Tel Aviv pero continuó cooperando discretamente entre bastidores.
Las cifras comerciales de 2024 revelan un cambio significativo, especialmente en las relaciones entre Bahréin e Israel. Las importaciones israelíes procedentes de Bahréin aumentaron un asombroso 1161,8% entre enero y julio de 2024 en comparación con el mismo periodo de 2023, a pesar de que el parlamento de Bahréin emitió declaraciones condenando a Israel. En público, los dos Estados jugaron un partido muy diferente: El embajador de Israel abandonó Bahréin, y Manama retiró a su enviado a Tel Aviv y suspendió las relaciones económicas.
Estas acciones fueron en gran medida simbólicas, destinadas a apaciguar a un público bahreiní que se opone mayoritariamente a la normalización con Israel, en lugar de reflejar verdaderos cambios políticos.

EAU y Egipto: Pilares de apoyo económico
Los EAU, un actor clave en los Acuerdos de Abraham de 2020 con la mediación de Estados Unidos, vieron aumentar sus importaciones israelíes en un 14,2% en 2024. Como punta de lanza de la región para la normalización con Tel Aviv, Abu Dhabi sigue desempeñando un papel estratégico en los planes estadounidense-israelíes para Gaza en la posguerra.

Las «reuniones secretas» celebradas en julio entre funcionarios de Israel, Estados Unidos y los Emiratos Árabes Unidos, destinadas a sofocar cualquier resistencia dentro de Gaza, ponen de relieve el papel fundamental de Abu Dhabi en el apoyo a los futuros proyectos políticos de Israel.

Es importante señalar que el aumento de las importaciones procedentes de Bahréin y los EAU se debe principalmente a la creciente dependencia de Israel de sus puertos para transportar mercancías desde Asia Occidental por tierra, a través de Arabia Saudí y Jordania, como medio de eludir los ataques yemeníes en el Mar Rojo. Estas partes niegan la existencia de esta ruta terrestre que «The Cradle» y otros medios de comunicación llevan tiempo exponiendo.

Informes anteriores indican que la adopción de este corredor terrestre ha permitido a Israel aumentar las exportaciones de bienes de consumo, que antes resultaban costosos de transportar por aire o por mar.

Del mismo modo, Egipto, el primer Estado árabe que normalizó sus relaciones con Tel Aviv en los Acuerdos de Camp David de 1978, se ha vuelto cada vez más crítico para el comercio israelí, con un aumento de las importaciones del 16% y de las exportaciones de casi el 130%. Seis puertos egipcios del Mediterráneo se han convertido en centros de tránsito clave para las mercancías que entran y salen de Israel: Port Said, Al-Arish, Abu Qir, Alejandría, Dekheila y Damietta.

Los informes de agosto, basados en el seguimiento de 19 buques durante los tres meses anteriores utilizando datos marítimos de fuentes abiertas, revelaron que estos buques se dedicaban exclusivamente a viajes de ida y vuelta entre puertos israelíes y egipcios.

En particular, seis buques se han dedicado al transporte continuo de cemento entre estos puertos, en apoyo de proyectos de construcción. Esta actividad ha contribuido al notable aumento de las importaciones israelíes de productos de inversión.

Los puertos egipcios sirven de centros vitales para el comercio israelí debido a su proximidad, sobre todo al puerto de Ashdod, a sólo 29 kilómetros de Gaza, y al estratégico puerto de Haifa. Esta ventaja geográfica abarata los costes de transporte, reduciendo así los precios de las mercancías transportadas por mar.

Además, las exportaciones israelíes a Marruecos han seguido creciendo, sin verse afectadas por la guerra de Gaza. El comercio entre ambos países ha aumentado un 81,42% en 2024 en comparación con el año anterior, continuando un patrón que comenzó antes del conflicto.

Tácticas comerciales engañosas de Turquía
El caso de Turquía es más complejo. Tras interrumpir el comercio directo con Israel en mayo, las exportaciones turcas a Israel cayeron en picado. Sin embargo, Ankara ha encontrado formas de eludir su embargo canalizando las mercancías a través de las aduanas palestinas, dando la apariencia de que se han roto los lazos mientras el comercio continúa entre bastidores.
La Asociación de Exportadores Turcos informó de un aumento del 423% en las exportaciones a los territorios palestinos ocupados en los primeros ocho meses de 2024, pasando de 77 millones de dólares en el mismo período del año pasado a 403 millones de dólares este año. En particular, las exportaciones turcas a Palestina aumentaron un 1156% sólo en agosto, pasando de 10 millones de dólares en 2023 a 127 millones en 2024.
Lo más irritante de la afirmación de Ankara de haber aumentado las exportaciones a Palestina es que el gobierno israelí ha dejado de entregar fondos a las autoridades de Cisjordania ocupada: Los palestinos simplemente no tienen los medios financieros para aumentar sus importaciones.

Esto demuestra no sólo la duplicidad de las autoridades turcas, sino también las nuevas traiciones de la Autoridad Palestina (AP) contra su pueblo en Gaza. Además, informes anteriores han sugerido que el comercio entre Ankara y Tel Aviv continúa a través de terceros países como Grecia.

La guerra en Gaza no ha hecho sino ahondar la división económica entre los Estados árabes. Mientras Yemen intenta ejercer presión económica sobre Israel, países como Egipto, los EAU y Bahréin refuerzan las rutas comerciales israelíes y ayudan a apuntalar la economía del Estado de ocupación. La duplicidad de Turquía y la complicidad de la AP también sirven para reforzar los intereses de Israel.
A medida que se desarrolla la historia, es poco probable que se olviden las acciones —o más bien las inacciones— de estos Estados vendidos. Sus papeles de apoyo u oposición a la guerra quedarán grabados en la memoria colectiva del mundo árabe y musulmán, trazando una clara línea divisoria entre quienes defendieron Gaza y quienes respaldaron el genocidio de decenas de miles de civiles en tan sólo 360 kilómetros cuadrados.
La división entre el Eje de Resistencia de Asia Occidental y su Eje de Normalización nunca ha sido tan pronunciada.

Ignorancia, manipulación y el nivel de los mares.

 

Como colofón de la habitual campaña veraniega de alarmismo climático, a mediados de agosto el telediario de la televisión pública andaluza anunció que, según «las predicciones científicas» de un estudio de Greenpeace, el nivel del mar subiría un metro en los próximos seis años, lo que supondría «la desaparición de 200 playas en nuestro país»[1], particularmente en el Golfo de Cádiz. Dado que la tendencia a largo plazo (1880-2009) del aumento del nivel del mar en Cádiz es de 1mm al año[2], esta noticia no sólo contradecía el sentido común, sino otros pronósticos (también alarmistas, pero no tan ridículos) publicitados por la misma cadena tan sólo cuatro semanas antes[3].

El disparate podría ser sólo un ejemplo más de la ausencia de rigor y nulo amor a la verdad del periodismo actual, pero, siendo la fuente una televisión pública controlada por el PP, también sirve como ejemplo del unipartidismo que gobierna España cuando se trata de defender las consignas del globalismo.

Calma: los mares no nos engullirán
En realidad, el «estudio» de Greenpeace[4], de carácter más propagandístico que científico (como casi todo lo que publica la organización), no pronosticaba que el nivel del mar en Cádiz subiría 1 metro en seis años, sino 12 milímetros, pero estimaba que, con esos 12 milímetros de subida del mar, la anchura de las playas podría reducirse en 1 metro. Es decir, que los intrépidos periodistas confundieron anchura (de la playa) con altura (del mar), algo que no hace ni un alumno de Primaria ni un seguidor de Barrio Sésamo, poniendo de manifiesto, una vez más, la descomunal ignorancia y falta de integridad del gremio. Así, de cumplirse el pronóstico del referido «estudio», la magnífica playa gaditana de Camposoto a la que los reporteros fueron a amargar a los bañistas con la noticia, no desaparecería, como ellos afirmaban, sino que su anchura en bajamar pasaría de forma imperceptible de 300m a 299m. Sin embargo, la realidad probablemente no sea siquiera esa.

En efecto, la trigonometría más básica nos indica que la relación entre el aumento del nivel del mar y la reducción de la anchura de las playas depende fundamentalmente de la pendiente de la costa (la tangente): por ejemplo, playas con muy poca pendiente ven su anchura muy afectada por los cambios de marea mientras que playas con mucha pendiente apenas notan cambios. Algo tan sencillo recibe desde 1962 el nombre de regla de Bruun, que estima que la reducción de la anchura de la playa (el retroceso de la línea de costa) será de entre 10 y 50 veces el aumento del nivel del mar, según algunos estudios[5], o entre 50 y 100 veces, según otros[6]. Sin embargo, esta regla está basada en un ceteris paribus demasiado simplista y debe tomarse con cautela, pues existen variables que afectan a la relación entre el aumento del nivel del mar y el retranqueo del perfil de la playa, como el movimiento vertical del terreno, la sedimentación y la erosión, o el traslado de la arena de un lugar a otro por causa de temporales, corrientes o cambios artificiales producidos por la construcción de espigones o puertos.

Los periodistas también parecen ignorar que, desde el origen de los tiempos, dos veces al día, 365 días al año, el mar sube y baja en Cádiz con carreras de marea (diferencia entre pleamar y bajamar) de hasta 3,5m en mareas vivas[7], lo que hace que la mencionada playa de Camposoto, por ejemplo, tenga una anchura que varía entre los 300m en marea baja y los 150m en marea alta[8]. Que dentro de unos años esas mediciones quizá sean 299,5m y 149,5m, respectivamente, no es noticia.

La arrogante pretensión de precisión
Pretender que podemos medir al milímetro o incluso a la décima de milímetro algo tan difícil de medir como es el nivel de los océanos no deja de ser un ejemplo más del cientificismo hoy imperante, que asigna a la Ciencia (con mayúscula, pues se trata de una divinidad) los atributos divinos de la omnipotencia y la omnisciencia. Así, el crédulo ciudadano actual, consumidor compulsivo de noticias, tiende a creer a pie juntillas las afirmaciones catalogadas como «científicas» aunque se trate de aserciones absurdas que nuestros mayores, que confiaban más en su sentido común, se habrían tomado con escepticismo e incluso con humor.

Muchos datos de la cuestión climática pretenden rodearse de un aura de exactitud y seguridad inexistentes, como es el caso de la medición de temperaturas de volúmenes gigantescos como la atmósfera o el océano: los datos mínimamente fiables son muy recientes y los históricos no dejan de ser estimaciones. Con la variación en el nivel de los mares ocurre lo mismo. Piensen lo difícil que es medir el nivel de una superficie tan enorme como el océano, superficie que no está nivelada (por ejemplo, en EEUU el mar tiene mayor elevación absoluta en la costa del Pacífico que en la del Atlántico) y que está afectada por ondulaciones que se producen cada pocos segundos (las olas), por la rotación de la Tierra (Coriolis), por corrientes y vientos y, sobre todo, por variaciones diarias y estacionales de origen gravitatorio, las mareas, que llegan a alcanzar en algunas zonas más de 14 metros de diferencia entre pleamar y bajamar.

Intentado medir el nivel de los mares
Existen dos fuentes de medición del nivel del mar: los satélites (sólo desde 1992, apenas tres décadas) y los mareógrafos. Los primeros miden la variación absoluta del nivel de los mares, pero sus lecturas están sujetas a ajustes orbitales que no dejan de ser intervenciones más o menos arbitrarias. De sus resultados se desprende que los mares están subiendo a un ritmo de 3,4 mm al año desde 1992 (¡vaya precisión!). Sin embargo, los mareógrafos, de los que existen muy pocos con lecturas fiables a largo plazo, sólo aprecian una subida de 1-2 mm al año en el mismo período[9], ritmo al que los mares tardarían entre 250 y 500 años en subir 50 cm (medio metro). Dado que sabemos que el nivel de los mares ha aumentado unos 120 m desde la última glaciación hace unos 12.000 años, esta ligera subida no parece una emergencia, sino que puede entrar dentro de la variabilidad natural propia del período interglaciar en el que afortunadamente vivimos.

La diferencia de medición entre satélites y mareógrafos resulta controvertida. Cierto es que los mareógrafos miden la variación del nivel del mar relativa a la costa, cuyo terreno sube y baja a lo largo del tiempo debido al movimiento de placas tectónicas, a cambios en la capa freática o a otras causas. Ése es el motivo de que algunas ciudades que eran famosos puertos de mar en la Antigüedad se encuentren hoy tierra adentro (como Éfeso) mientras otras se encuentran sumergidas cerca de la costa (como Heraklion).

El aumento del nivel de los océanos, como el del agua contenida en un recipiente blando o de geometría variable, puede tener su origen en cambios en el continente (la corteza terrestre) o en el contenido (el agua), sea por el derretimiento del hielo del planeta o por la expansión térmica del agua al calentarse. Sin embargo, ligar a la actividad humana el ligerísimo aumento de los mares, que aparentan seguir su trayectoria natural desde la última glaciación, resulta temerario, no en balde el propio IPCC estima, con los escasos registros antiguos, que la tasa de subida comenzó a registrar un incremento «significativo» entre finales del s.XVIII y mediados del s.XIX[10]mucho antes de que el planeta se industrializara y mucho antes de que comenzara a aumentar el CO2.
[10] IPCC AR5, Working Group I, 3.7.4.

La medición de temperatura de la atmósfera y los océanos
En la medición de temperaturas de la atmósfera o, más bien, de la troposfera, ocurre algo parecido. Sólo tenemos mediciones mínimamente científicas desde finales del s.XIX, pero éstas provienen de una escasa red de termómetros concentrada en países industrializados del hemisferio norte y en tierra firme, lo que supone un pequeño problema cuando los océanos ocupan el 70% de la superficie terrestre. Además, los termómetros tienen que estar bien calibrados, pues miden la temperatura indirectamente a través del aumento del volumen del mercurio o de las variaciones en la tensión eléctrica (los digitales) y tienen que estar protegidos del sol o de fuentes de calor externas y atendidos por personal que realice las mediciones sistemáticamente todos los días a las mismas horas, para que sean homogéneas y comparables.

Para más inri, el llamado efecto de isla de calor urbano (que analizamos en el artículo precedente[11]) distorsiona las comparaciones históricas, pues termómetros que en tiempos pasados se encontraban en mitad de un prado hoy están situados en plena ciudad. Por lo tanto, hasta que empezamos a disponer de satélites en 1979 ―hace sólo un instante, en términos geológicos―, las mediciones de temperatura eran bastante deficientes.

¿Y en el pasado remoto? Para medir la evolución paleoclimática de las temperaturas también se utilizan mediciones indirectas inferidas de la anchura de los anillos de los árboles y, sobre todo, de las variaciones isotópicas de catas de hielo concentradas en muy pocos puntos del planeta, sobre todo en la Antártida, donde existen las capas de hielo más profundas (p.ej., Vostok). Que estas medidas no sean demasiado precisas no significa que no sean enormemente útiles para hacernos una idea aproximada de grandes variaciones de temperatura ocurridas en el pasado. Asimismo, contamos con la geología, con los fósiles o con evidencias anecdóticas, como pueden ser testimonios o cuadros de ríos helados o cosechas de determinados frutos. Gracias a todo ello hemos conocido la existencia de las glaciaciones, del Período Cálido Romano, del Período Cálido Medieval (en ambos casos con temperaturas similares a las de hoy) o de la Pequeña Edad de Hielo (1300-1850, aproximadamente), período que la ideología climática procura ocultar a toda costa, pues desbarata su relato.

Con la medición de la temperatura de los océanos ocurre algo parecido. Hasta hace 20 años los datos eran esporádicos y se basaban en termómetros de dudosa fiabilidad instalados en la obra viva de buques que navegaban por los mares. Hace 20 años esto cambió con el programa Argo, que desplegó una flota de boyas que flotan libremente en todos los océanos y miden la temperatura y la salinidad hasta los 2000 m de profundidad. Aunque sólo cubren el 30% del volumen de agua de los océanos, nunca habíamos dispuesto de una información tan fiable, pero el calentamiento de los mares es tan inapreciable que su medición entra dentro del grado de error instrumental: desde el 2004, los océanos se habrían calentado 0,04ºC (cuatro centésimas de grado)[12]

Conclusión
La medición fiable de magnitudes clave para construir series históricas e intentar comprender un campo del saber que se encuentra en la infancia, como es el clima, entraña una gran dificultad. Sin embargo, la propaganda del cambio climático finge tener una seguridad en sus afirmaciones que no tiene en absoluto, y exalta el término «científico» aplicándolo abusivamente a aserciones muy dudosas para intimidar al incauto.

La ciencia actual, lejos de ser omnisciente, tiene enormes limitaciones, pero al hombre moderno esta realidad le molesta, pues anda fascinado consigo mismo. El problema es que, para avanzar en el conocimiento, primero hay que reconocer que hay cosas que no sabemos, e incluso cosas que ni siquiera sabemos que ignoramos, y esto el hombre convertido en dios no puede admitirlo bajo ningún concepto. ¿Sólo sé que no sé nada? Sócrates sería hoy linchado por blasfemo.