ALTERNATIVAS EN LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA


En 1976 el destino de España se jugó, sin que casi nadie lo percibiera claramente, en torno al paso de las vías franquista y antifranquista a la democracia. La primera consideraba legítima e históricamente necesaria la «era de Franco», por cuanto había salvado al país de la disgregación y la sovietización, y había creado una sociedad moderada y próspera, ajena a los odios y la miseria que destruyeron la república. Pero para esas fechas el franquismo estaba en descomposición, de modo que podría decirse que «moría de éxito». Fue un año de amplias libertades políticas prácticas y de masivas movilizaciones de la izquierda en demanda de «libertad», amnistía y autonomías.

La vía antifranquista se articulaba en torno a dos organismos: la Junta llamada «democrática», articulada en torno al Partido Comunista, la más totalitaria organización política de la historia de España, aunque apostase a una provisional «democracia burguesa»; y la Plataforma también «democrática», en torno al PSOE, probablemente el partido más corrupto de nuestra  historia y que, al contrario que los comunistas, ni siquiera había hecho oposición reseñable al franquismo…, pero que enarbolaban un antifranquismo y anticapitalismo más extremos que los del PCE. Se asociaban a ambos partidos «demócratas», diversos grupúsculos y personajes irrelevantes dispuestos a hacer carrera política en las nuevas condiciones. Y presionaban también grupos separatistas cuya debilidad les hacía presentarse como meramente autonomistas.

Todos ellos negaban legitimidad al franquismo y se la adjudicaban, por el contrario, a los derrotados en la guerra civil, es decir, al Frente Popular. El cual había destruido la república pero era presentado como «el bando republicano y democrático», en flagrante usurpación o falsificación histórica. Aceptada también por sus contrarios (¡hasta hoy!). Por lo tanto, la democracia debía «romper» con el franquismo y partir del Frente Popular, habiendo sido este, precisamente, una alianza entre sovietizantes (PSOE y PCE principalmente) y separatistas catalanes y vascos. Alianza que por sí misma explica el sentido de la guerra civil..., pero a ella correspondería la legitimidad.

En contra de unos y de otros había grupos decrecientes que creían poder mantener el franquismo, y terroristas de izquierda (ETA, GRAPO, FRAP y otros) que tachaban al PCE y al PSOE de traidores a los principios revolucionarios y al propio Frente Popular, por aceptar una democracia «burguesa»,  aunque fuera provisionalmente Estos grupos recurrieron al terrorismo y causarían al nuevo régimen daños graves, pero no decisivos.

La vía franquista constó de dos fases: la autodisolución de sus Cortes en noviembre, y, en diciembre, un referéndum que reconociera el paso a la democracia «de la ley a la ley», es decir, desde la legitimidad del franquismo. La oposición, unida en la llamada «Platajunta», se  volcó contra esa vía mediante una huelga general, que fracasó por completo, seguida de una campaña de boicot al referéndum, que repitió el fracaso. Y el GRAPO propinó al proceso el golpe más fuerte y violento, prolongado durante dos meses. Nada de ello impidió que la vía franquista a la democracia fuese votada por la  inmensa mayoría de la población, ante todo porque esa mayoría estimaba positiva o muy positivamente tanto al franquismo como a la figura de su Caudillo. Lo habían vivido y ninguna «memoria histórica» podía entonces confundirlos.

Esta vía fue diseñada por Torcuato Fernández Miranda, ex secretario general del Movimiento, el teórico —pero no real— partido único del franquismo. Y fue seguida (y pronto desvirtuada parcialmente)  por Suárez, también ex secretario del Movimiento y hombre de escasa enjundia intelectual y política. Y  por Juan Carlos, designado rey directamente por Franco. Y respaldada o aceptada por la gran mayoría de políticos y militares  del régimen. Cuando hablamos de la transición, hablamos de dicha vía franquista, triunfante entonces sobre la opuesta.

Entender lo que ocurría en 1976 permite entender la evolución posterior, que puede resumirse así: Pese a que su derrota obligó a los antifranquistas a adaptarse a los hechos, nunca dejaron de basar su estrategia en negar el franquismo y legitimar al Frente Popular (al que confundían intencionadamente con la República). Acometieron, pues, una intensa labor de falsificación histórica, que en sí misma socavaba la democracia surgida evidentemente del franquismo. Labor posibilitada por dos factores: el fracaso, ya muy anterior, del franquismo en la universidad, en la que se habían impuesto en gran medida los comunistas, muchos de ellos pasados oportunamente a socialistas; y por la presión ideológica de algunos países europeos que habían apoyado al terrorismo en España y a los que el franquismo había desafiado con éxito  durante casi cuarenta años.

A estos dos factores, universidad y presión exterior, se unió en la propia derecha ex-franquista el dominante sector democristiano, ansioso de distanciarse del anterior régimen y de hacer olvidar su pasado (que le recordaban con fruición sus contrarios). Y ello pese a que aquella tenaz falsificación de la historia corroía la legitimidad y las bases mismas de la transición. Bases, no obstante, lo bastante fuertes para resistir largo tiempo, debido a la inercia de la nueva sociedad creada por el franquismo. La derecha fabricó una versión paralela, igualmente falsaria, según la cual la transición, la democracia y la monarquía nada debían al franquismo, siendo producto de una concordia entre demócratas ex-franquistas (democristianos salidos del Concilio Vaticano II) con los demócratas de la Platajunta.

El proceso llegó a un momento crucial en 2002, cuando el PP condenó el 18 de julio, es decir, el franquismo. Con ello negaba el referéndum de diciembre de 1976, otorgando implícitamente la legitimidad al Frente Popular, quitándosela por tanto a la transición y poniendo en cuestión desde la monarquía hasta la unidad de España. Lo que ha ocurrido después (rescate de la ETA, gran impulso a los separatismos, leyes de memoria o de género contra la democracia, etc., hasta el golpismo actual), viene a ser la consecuencia lógica de aquella condena. Consecuencia a su vez de la inanidad intelectual del PP combinada con el oportunismo democristiano (recuérdese, también eran democristianos los separatistas vascos y catalanes).

Incidentalmente: solo unos pocos francotiradores nos opusimos a aquellas derivas. Que mucha gente sentía o sospechaba la falsedad de la historia impuesta por la izquierda y aceptada o complicada por la derecha, quedó de relieve con el éxito de mi libro Los mitos de la guerra civil, que realmente asustó a unos y a otros y ha conducido al intento de imponer las versiones chequistas del pasado por ley totalitaria y creciente silenciamiento de los disidentes. Algo que muchos ven como hechos secundarios y casi anecdóticos, con escasa influencia actual y real, cuando condensan todo un programa político golpista contra la unidad de España y la democracia, como corresponde a los herederos del Frente Popular. Y  complicado ahora con la llamada agenda 2030. El pueblo debe saberlo y reaccionar.  

¿SERÁ EL NUEVO FRENTE DE GUERRA EL DEFINITIVO?

 

El nuevo frente de guerra que se ha abierto entre Israel y Palestina podría ser el último, el definitivo que podría conducir inesperadamente al mundo hacia una 3GM.

No está claro cómo la inteligencia israelí pudo ser tomada por sorpresa por el ataque de Hamás y otros grupos palestinos desde Gaza. No es explicable que la inteligencia israelí (la que conoce hasta las guaridas más recónditas de los dirigentes de la organización terrorista) ignorara que en Gaza se estaban almacenando armas estadounidenses y occidentales procedentes de Ucrania y Afganistán, incluidos misiles antitanque y cohetes, aviones no tripulados y radares portátiles.

Por otro lado, es bastante concebible que, en la acción emprendida por la resistencia palestina, esté la mano de actores externos, que pueden ser: Irán y, de forma directa, Rusia, que tienen cuentas pendientes con el gobierno de Tel Aviv.

Irán debe vengarse por todos los ataques aéreos llevados a cabo por Israel contra las fuerzas iraníes en Siria durante los dos últimos años, así como por el asesinato de científicos iraníes y del general Soleimani (asesinado por Estados Unidos a instancias de Israel). Por ello, Irán ha proporcionado armas, entrenamiento y tecnología avanzada a grupos palestinos.

Rusia tiene una cuenta pendiente con Israel por su ayuda a Ucrania, por sus incursiones en Siria contra objetivos rusos y sirios, por el papel de Israel en el apoyo a Azerbaiyán, enviando armas e información de inteligencia en la guerra contra Armenia y facilitando la toma de Nagorno-Karabaj.

Por todas estas situaciones, podemos imaginar que Israel (por orden de Netanyahu) dejó una abertura sin vigilancia para permitir el ataque de Hamás, aunque no previó la magnitud de la matanza de soldados y civiles israelíes que siguió (unos mil muertos y miles de heridos). 

A su vez, el frente norte del Líbano también está en peligro de estallar, donde Hezbolá ha neutralizado las bases de radar de la frontera y está preparando sus fuerzas de misiles para atacar territorio israelí. Esto mientras Israel ya ha empezado a bombardear la zona fronteriza del Líbano.

Lo que ha ocurrido es que el gobierno de Netanyahu ha decretado el estado de guerra y se prepara para arrasar Gaza y, con la ayuda de EE.UU., dirigir una represalia contra Irán.

Los portaaviones y el grupo de ataque naval estadounidenses no se desplazan al Mediterráneo para atacar a Hamás sino para golpear a Irán, probablemente los yacimientos petrolíferos e industriales de ese país. Netanyahu lleva mucho tiempo intentando convencer a Washington de que ataque a Irán, ahora tiene la oportunidad y el pretexto.

A su vez, Israel está dispuesto a utilizar sus armas nucleares contra Irán. Netanyahu ha pedido a Biden y a Blinken que le den vía libre sobre Irán y le proporcionen ayuda.

Fuentes confidenciales han informado de que el embajador israelí en Moscú ha advertido al gobierno ruso de que, dado que Israel considera a Irán el principal culpable del actual ataque, Teherán sería golpeado con «bombas nucleares estratégicas».

Se desconoce cuál será la respuesta rusa, que debe considerar la defensa de su aliado y de sus intereses en Oriente Próximo.

Fuerzas ucranianas bajo ataque ruso
Mientras tanto, el desenlace de la guerra en Ucrania parece sellarse con la derrota de las fuerzas ucranianas y de la OTAN.

La persistencia de EE.UU. y sus satélites europeos en librar una guerra por poderes contra Rusia ha brindado una oportunidad a la resistencia palestina. En un momento en que Washington está atrapado en un conflicto por poderes que ha orquestado sin medir las consecuencias, la inesperada ofensiva de la resistencia en territorio israelí pone de relieve la fragilidad del Estado colono y desestabiliza el eje imperialista.

En el próximo episodio que se avecina asistiremos al abandono estadounidense de Ucrania y al probable estallido de las hostilidades con Irán, hecho que afectará a otros países árabes e islámicos que se movilizarán en defensa de Jerusalén y Palestina. Erdogan ya ha comenzado a agitar y exige el retorno de Israel a las fronteras de 1967.
Veremos si estas predicciones son acertadas, pero las consecuencias serán sin duda muy negativas para Europa, que pagará el precio de su ignominia con los efectos de las guerras de las que ha sido cómplice, cuando los precios del petróleo, el gas y las materias primas se disparen.

EVALUACIÓN PRELIMINAR DEL ATAQUE AL HOSPITAL AL-AHLI EN GAZA

 

El resumen para los que no quieran leerlo todo es: Israel llevó a cabo un ataque aéreo con un JDAM (probablemente MK-84, con espoleta de proximidad) contra la entrada del Hospital Anglicano de Gaza, también llamado «Hospital Árabe al-Ahli», y el número de víctimas fue un poco inflado por Hamás.

En cuanto al ataque en sí, en primer lugar, no sería el primer hospital atacado por Israel en este conflicto. Hasta ayer, por lo que pude ver, Israel había atacado diez hospitales palestinos (en otras palabras, no sería algo sin precedentes por parte de Israel en los últimos diez días), matando a docenas de personas en total en estos ataques.

Los hospitales atacados (o cuyas operaciones fueron afectadas por bombardeos cercanos) fueron: el Hospital Infantil Al-Durrah, el Hospital de Campaña Jordano, Hospital Mohammed Yousef El Najar, el Hospital Al-Quds, el Hospital Al-Awdah, el Hospital Al-Shifa, el Hospital al-Wafa, el Hospital Al-Rantisi, el Hospital Beit Hanoun y el Hospital Árabe al-Ahli (sí, es el mismo hospital de ayer, que ya había sido atacado el 14 de octubre, cuando 5 personas resultaron heridas).

Nota importante: Israel no ha negado ninguno de estos ataques. Todos fueron «justificados». El hospital Hospital Mohammed Yousef El Najar ha quedado inutilizado.

Además, Israel ha ordenado la evacuación de otros hospitales, con advertencias de que serán atacados: Hospital Kamal Adwan, Hospital de Kuwait.

En otras palabras, el acto en sí no tiene nada de nuevo. Israel ha atacado hospitales y no niega que haya atacado hospitales. El propio Hospital Árabe al-Ahli fue atacado anteriormente y estaba bajo aviso de evacuación.

En cuanto a si había o no demasiada gente en él: los 22 hospitales (bueno, creo que ahora son 20…) de Gaza, están por encima de su capacidad, y no sólo porque haya demasiados heridos, sino porque en una ciudad bombardeada la gente alberga la ilusión de que los hospitales sean espacios seguros (deberían serlo, talvez) y se refugia allí.

Por ello, el Hospital Árabe al-Ahli estaba abarrotado, no sólo en sus habitaciones, sino también en los pasillos, sobre todo en el pasillo de entrada y en la propia entrada del hospital, junto al aparcamiento.

Un dato importante es que «The Guardian» informa de que el hospital se incendió tras el bombardeo, por lo que, de nuevo, no veo muchos motivos de sorpresa en lo que se refiere al elevado número de víctimas. Era un hospital abarrotado, lleno de gente a la entrada, y se incendió.

Según uno de los médicos, el techo de uno de los quirófanos se derrumbó. Así que el hospital sigue en pie, pero ha sufrido daños estructurales y cierto grado de colapso interno parcial. Para quien pueda dudar de la información, el hospital está dirigido por la Iglesia Anglicana (antes se divulgó como Bautista, pero pasó de bautistas a anglicanos a finales de los 80), así que la Iglesia Anglicana está sobre el caso y ellos confirmarán el estado concreto del hospital.

Sin embargo, por lo que se refiere a las imágenes de los cuerpos ya recogidos ayer, es posible contar alrededor de 150 personas sólo por las fotos. A ellas hay que añadir los cadáveres que aún se encuentran en el interior del hospital (¿enterrados?), así como los muertos y heridos terminales trasladados al hospital Al-Shifa.

Supongo que la cifra rondará los 400-500 muertos, pero muchas de estas muertes se deberán también al hecho de que hay pocas condiciones para recibir y tratar los heridos, incluso en los hospitales que siguen funcionando.

En este sentido, no creo que haya habido 1.000 muertos como informan algunas fuentes de Hamas. Pero todo sigue siendo confuso. La cifra de aproximadamente 500 se acerca a los primeros números, incluso los ofrecidos por la defensa civil de Gaza.

Pero, ¿hubo realmente un ataque israelí? ¿Y qué hay de las pruebas que lo confirman (¿o refutan?)

En cuanto a las pruebas, repasémoslas una a una:

En primer lugar, como es habitual, incluso en otros ataques israelíes contra hospitales, el ataque contra el hospital al-Ahli fue confirmado por el portavoz oficial del gobierno israelí, Hananya Naftali, que celebró el ataque, justificándolo como necesario porque albergaba a combatientes de Hamás.

La publicación en las redes sociales fue borrada posteriormente.

Otros funcionarios del gobierno israelí también celebraron el ataque, y poco después borraron sus publicaciones en las redes sociales.

Es importante señalar que Hananya Naftali no es una mera «influencer virtual», como afirman algunos difusores de noticias falsas. El Primer Ministro Benjamín Netanyahu estuvo en su boda e incluso comentó en su momento que Naftali trabajaba con él.

En este sentido, parece que el portavoz trató el ataque como un ataque israelí «estándar» contra hospitales palestinos y emitió el discurso estándar de disculpa. Hasta que se hizo público que el número de víctimas era mucho mayor de lo habitual, momento en el que comenzó una operación híbrida de control de daños y desinformación.

Un vídeo muestra que ayer, hacia las 20:00 hora de Jerusalén, mientras Hamás realizaba un ataque de artillería contra Israel, un avión israelí sobrevolaba la zona y supuestamente disparó un artefacto que impactó en la entrada del hospital, provocando dos explosiones.

El mismo hospital, repito, había sido atacado antes.

Los otros vídeos, presentados por Israel, son de 2022, uno es de la hora equivocada y otro está editado para no mostrar el avión israelí y mostrar sólo el ataque de Hamás.

En cuanto al audio capturado, lo siento, pero la fuente original es la misma que la de los 40 bebés decapitados, información bastante dudosa que aún no se comprobó. Además, uno de los «terroristas» de Hamás habla un árabe terrible y parece estar leyendo un texto. Las señales de sus voces también están separados a izquierda y derecha, lo que sólo es posible en estéreo, mientras que la conversación grabada sólo podía ser en mono por el tipo de captura.

Los «militantes de Hamás» afirman también que el misil procedía del cementerio próximo al hospital, pero esta afirmación no concuerda con los otros vídeos aportados por Israel, la distancia, la trayectoria, etc.

Esa es, francamente, la prueba más débil.

Las afirmaciones sobre el «pequeño cráter», «cómo murió tanta gente si la bomba cayó en el aparcamiento», etc., imagino que ya las he resuelto en los comentarios anteriores: había una gran cantidad de gente en la región de entrada del hospital, como refugiados de los ataques.

La cuestión del arma utilizada es posible de desarrollar un poco: el JDAM, ya apuntado, es un tipo de dispositivo que permite transformar bombas ordinarias en municiones inteligentes y guiadas. La principal candidata para haber recibido este dispositivo es la bomba MK-84 de la época de la guerra de Vietnam, que tiene un alto poder de desplazamiento del aire, así como un elevado aumento de la temperatura en la zona de detonación. El cráter sería pequeño porque la bomba habría detonado en el aire, a causa de la espoleta de proximidad.

El tipo de bomba coincide con la descripción de la escena (presentada como prueba de que no fue Israel): Pequeño cráter, muchos coches calcinados, edificio con daños típicos de un incendio, ventanas rotas.

En resumen, fue un ataque atroz, que golpeó un hospital de refugiados de guerra, lleno hasta el techo, que ya estaba dañado (el ataque anterior de hace 4 días habría destruido al menos una planta del hospital) y que se incendió a causa del ataque, y cuyas víctimas fueron por cierto, capitalizadas por Hamás y otros portavoces con fines de propaganda de guerra, lo que sencillamente es común en ese contexto.

No es el primer hospital atacado por Israel, e imagino, no será el último.

CANADÁ, EL PARQUE TEMÁTICO WOKE

 

En nuestra infancia, Canadá era la inmensa tierra nevada de las aventuras de Colmillo Blanco, el perro lobo de Jack London, el hogar de los casacas rojas, la policía colonial, o la alegre cancioncilla de la «casita de Canadá».

Hoy, el inmenso país al norte de Estados Unidos se ha convertido en un parque temático de la ideología «woke», la cultura del borrado de los «despiertos», basada en el género, el homosexualismo, el lenguaje inclusivo, la arrogancia de las minorías, la represión criminal de los que no encajan. El caso más llamativo es el del profesor Jordan Peterson, psicólogo de fama mundial, a quien se impuso una «reeducación» —al estilo soviético— por sus ideas sobre las teorías de género. Pero también hay que recordar el trato impuesto a los camioneros canadienses del 'convoy de la libertad' que, en plena huelga y rebelión social, protestaban contra el gobierno del liberal Justin Trudeau. Sus cuentas corrientes y tarjetas de crédito fueron bloqueadas, excluyéndoles de la vida económica. ¿Qué conveniente, la moneda electrónica? Un bloqueo similar afectó a las copiosas donaciones de muchos partidarios de su causa. En otros tiempos, la gente habría gritado escándalo, política antipopular, comportamiento antisindical. Nada: la violencia gubernamental vino del campo progresista y los camioneros fueron retratados como fanáticos reaccionarios.

Un parque temático es un conjunto de atracciones organizadas en torno a un argumento. Bajo Trudeau, Canadá se ha convertido en un parque temático de ideología woke, una truculenta fotografía a tamaño real de cómo será el mundo si prevalece un furibundo progresismo nihilista. Últimamente, sin embargo, los signos de impaciencia se están extendiendo en el país de la hoja de arce, y las manifestaciones anti-woke están reuniendo a miles de canadienses.

Justin Trudeau, el creador del «Woke Park», es un icono del progresismo global, superficial, cínico, arrogante, obsesionado con actitudes farisaicas, el príncipe azul de la distopía benéfica desde que se convirtió en primer ministro en 2015. El culto a la personalidad que le rodea ha sido organizado por él mismo en las redes sociales, con la complacencia de los medios de comunicación mundiales que ven al joven político como el vehículo ideal para propagar la agenda progresista radical. Hijo de un antiguo político, se presentó a sí mismo como el primer presidente «posnacional» de Canadá. No está claro lo que esto significaba, pero nadie rompió el hechizo: el parque temático acababa de abrir sus puertas y todo era una brillante ensoñación.

Por supuesto, un parque temático «woke» tiene que inventarse una narrativa victimista. No hay wokismo sin opresión. Agravios eternos, ineludibles, aunque no quede nadie a quien culpar o victimizar de los hechos. La ideología presupone la transmigración de la culpa a grupos sociales o comunidades a las que culpar sin haber cometido delito alguno. Trudeau ha hecho suya la narrativa «indigenista» haciendo a Canadá culpable de «genocidio» por las actividades de las escuelas creadas en la época colonial —con métodos inaceptables hoy en día— para integrar a los pueblos originarios. En 2021, el país se vio sacudido por la noticia del descubrimiento de una fosa con más de doscientos cadáveres de «nativos canadienses» en los terrenos de una antigua escuela religiosa. Esto desencadenó violentas protestas, la quema de treinta iglesias y una especie de condena eterna de la maldita cultura occidental. El parlamento votó por unanimidad una moción que describía las escuelas como un lugar de genocidio. Jorge Mario Bergoglio se unió a la ola de indignación contra la Iglesia católica, que, por otra parte, sólo controlaba una parte de esas instituciones. Llegó incluso a cancelar la celebración de la fiesta nacional. Justin Trudeau se arrodilló ante las cámaras sosteniendo un fetiche indígena mientras la nación entraba en un morboso trance de autoflagelación colectiva. Se gastaron millones en identificar los cadáveres, en medio de titulares sobre el «aterrador descubrimiento».

Después de dos años, no se encontró ni una sola tumba, ni cadáveres ni restos humanos, en los terrenos de la escuela tras minuciosas búsquedas con radar de penetración terrestre. No había cuerpos ni restos humanos visibles, sólo datos que indicaban movimientos de tierra. No obstante, el Ministro de Justicia propuso sanciones penales para quienes nieguen la narrativa oficial sobre el supuesto genocidio. Calificar de genocidio la narrativa ideológica de cualquier «víctima» es una de las claves de la cultura de la cancelación. Trivializa los genocidios auténticos, lleva al paroxismo el deseo de venganza transversal y refuerza las pretensiones de privilegio. Sobre todo, es el pretexto para controlar la libertad de expresión. En 2015, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá concluyó que, durante más de un siglo, el objetivo del Gobierno era que los pueblos aborígenes dejaran de existir, lo que puede calificarse de «genocidio cultural». Ni siquiera esto fue suficiente y Trudeau eliminó el adjetivo «cultural».

Hoy es un delito rebatir la afirmación de que en Canadá tuvo lugar un genocidio como el Holocausto o el Holodomor ucraniano, mientras que el activismo woke afirma que incluso discutir el término genocidio es una «herramienta de genocidio». Un parque temático woke no sería nada si no fuera profundamente maltusiano. Actualmente, en Canadá, las autoridades ofrecen el suicidio asistido a personas discapacitadas, deprimidas o vulnerables. El número anual de muertes por eutanasia estatal aumenta rápidamente y se calcula que el año pasado fue la causa de la muerte de unas quince mil personas. Muchos afirman que la permisiva ley canadiense carece de protecciones esenciales para los pacientes médicos. El director del Instituto Canadiense para la Inclusión y la Ciudadanía afirma que la eutanasia canadiense es «probablemente la mayor amenaza existencial para las personas discapacitadas desde el programa nazi en la Alemania de los años treinta».

Resulta chocante que se ofrezca la eutanasia como solución a los ciudadanos pobres o sin hogar. Ningún intento de resolver el problema, en el más repugnante darwinismo social. No hay punto de la agenda bioética radical del que Trudeau no sea un ardiente partidario. Por supuesto, el parque temático canadiense ofrece múltiples atracciones en el ámbito de la ideología de género. Toda la parafernalia subcultural sobre la autopercepción y la consiguiente imposición social del sexo/género encuentra su paraíso en Canadá. Los casos serían incluso hilarantes, si no fuera porque se están imponiendo locuras a toda una nación. Van desde hombres que se perciben a sí mismos como mujeres que denuncian a los ginecólogos porque no realizan exámenes médicos de los órganos femeninos (que no tienen) hasta padres condenados a penas de prisión por oponerse a los tratamientos hormonales para el cambio de sexo de sus hijos. La sexualización de los niños es casi un dogma y los símbolos ligados a las «preferencias» sexuales prevalecen sobre los del país, como la bandera. La normativa es opresiva, divisiva, orientada a la denuncia y al enfrentamiento cívico. Una nueva ley castiga a quienes llamen «hijo» a un niño varón que haya cambiado de sexo. Varios grupos religiosos y comunidades étnicas se han opuesto a las leyes de Trudeau: musulmanes e hindúes han protestado abiertamente contra la deriva ideológica, desafiando a Trudeau por la colisión «interseccional» entre dos áreas sensibles del pensamiento woke: el género frente al multiculturalismo. Pero nada es imposible en Woke Park: Trudeau ha culpado a la derecha estadounidense de la oposición musulmana e hindú a los preceptos LGBT, amenazando con retirar la custodia a los padres que se opongan a ellos. En Canadá puede considerarse «maltrato infantil» que los padres cuestionen la identidad de género (¡autopercibida!) de los niños.

El conocido psicólogo Jordan Peterson está siendo perseguido por oponerse a la deriva en su país. «Si cree que tiene derecho a la libertad de expresión en Canadá, está delirando", declaró tras ser condenado a someterse a un curso de reeducación por sus posiciones. Peterson afirma que el gobierno de Canadá está llenando sus instituciones de censores: «Los jueces son progresistas nombrados por Justin Trudeau y todos los profesionales de Canadá están tan aterrorizados por sus colegios profesionales que optan por el silencio. E incluso aquellos que no se dejan intimidar no pueden permitirse una lucha extremadamente costosa e interminable». En el parque temático de Trudeau, Justin es el amo y señor de las opiniones y propiedades de los canadienses. Durante las protestas de los camioneros, el impulso dictatorial y libertario fue muy claro, con la exhumación de la ley de emergencia promulgada para tiempos de guerra. Cientos de camioneros fueron detenidos y juzgados, con represalias contra sus familias, amigos y empleadores. En el parque temático no puede faltar una zona dedicada a la ideología climática.

Trudeau es un fanático de la narrativa Net Zero (la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero lo más cerca posible de cero), dispuesto a imponer sacrificios que personalmente no está dispuesto a hacer. La hipocresía brilla con cada palabra. En el año en curso, Canadá ha sufrido los peores incendios de la historia: ha ardido cerca del 4% de todos los bosques. Un desastre cuyo humo tóxico provocó nubes hasta Europa. Trudeau culpó al cambio climático, pero los incendios fueron causados por su negligencia. Ignoró las advertencias sobre la mala gestión forestal negándose a asignar los recursos necesarios. Aboga por un impuesto sobre el carbono y ha anunciado planes que hundirán la industria energética. Impone severas restricciones a la agricultura y pone trabas a la industria forestal. Las inmensas sumas gastadas en «energías alternativas» han tenido un impacto insignificante en el suministro energético y han empeorado la vida de los canadienses.

Una de las atracciones del parque canadiense eran los esfuerzos antirracistas pagados por los contribuyentes. El dinero solía fluir principalmente hacia el Community Media Advocacy Centre para combatir el racismo en los medios de comunicación, luego el flujo se detuvo debido a la militancia propalestina de un ejecutivo, lo que se consideró una prueba de antisemitismo. La realidad, sin embargo, no está del lado de Trudeau y del Canadá «despierto». Está en marcha una profunda crisis de la vivienda, el coste de la vida aumenta considerablemente y una inseguridad inusitada se extiende por el país. El gobierno no sabe más que culpar a los empresarios de la inflación. Distribuye las culpas sin reconocer las suyas. Un escándalo insinúa la injerencia china en la vida del país. Una organización benéfica que recibe millones de fondos públicos alberga dos comisarías secretas de la policía china, a través de las cuales se espía e intimida supuestamente a los residentes chinos en Canadá. Los servicios de seguridad son eficaces en la persecución ideológica de los ciudadanos, pero permanecen inertes ante los peligros reales. El propio Trudeau es una atracción, la más conspicua, en el parque de atracciones. Su comportamiento y sus posturas muestran un modelo de progreso enloquecido que se está apoderando de las instituciones de las democracias liberales, corrompiéndolas hasta la médula. Incapaz de tolerar la disidencia, divide al país, actúa excluyendo y borrando a quienes no siguen la narrativa impuesta, con un amplio uso de los insultos habituales; fascistas, racistas, enemigos de la democracia, el variopinto menú de insultos progresistas a los que es «discurso del odio».

Mientras el parque temático del woke florece, el Canadá real, antaño ejemplo de concordia y prosperidad, se estanca y sufre. El país se enfrenta a una economía amenazada por leyes diseñadas para causar parálisis en una sociedad polarizada, humillada e intimidada. Canadá se ha convertido en una triste lección, una advertencia de lo que ocurre cuando se permite a los ingenieros sociales, ebrios de poder, moldear la vida de las personas según una ideología narcisista y nihilista. Una advertencia para todos: la ideología «woke» daña la economía al menos tanto como rompe comunidades, marchita corazones y suprime libertades. Uno se estremece ante la reeducación totalitaria a la que quieren obligar a un intelectual como Jordan Peterson. ¿Qué son capaces de hacer con personas indefensas, desconocidas, privadas de derechos? Censura, encarcelamiento, quizá la propuesta extrema, la muerte de Estado.

Fuente: Roberto Pecchioli

GEOPOLÍTICA DEL CÁUCASO

 

El Cáucaso Sur es un dolor de cabeza para Rusia, al igual que el resto de relaciones con todos nuestros vecinos, exceptuando a Bielorrusia. Únicamente Minsk es confiable, el resto es problemático. Esto es producto de una falta de estrategia clara en los últimos treinta años, pues durante todo este tiempo Rusia ha intentado asumir tres posiciones mutuamente excluyentes:
  • Integrarnos a la globalización dirigida por Occidente, primero bajo sus condiciones y luego, durante el gobierno de Putin, manteniendo nuestra independencia.
  • Reforzar nuestra soberanía tanto frente a Occidente como frente a nuestros vecinos.
  • Desempeñar un papel de liderazgo (imperial) en el espacio postsoviético y facilitar parcialmente, aunque de forma aleatoria, fragmentaria e incoherente, la integración eurasiática.
Nuestro país ha seguido en política exterior tres caminos diferentes que no tienen nada que ver entre sí, lo que nos llevó, con el inicio de la Operación Militar Especial, a una confrontación directa con Occidente por el control del espacio postsoviético. El problema subyace en que todavía somos incapaces de declarar abiertamente nuestros objetivos geopolíticos, aunque es necesario admitir con calma y frialdad que lucharemos hasta la completa rendición del régimen nazi de Kiev y el establecimiento de nuestro control político-militar directo (siendo este el verdadero significado de la desmilitarización y desnazificación) del antiguo territorio de Ucrania. Tal objetivo de por sí afectará nuestras relaciones con todos nuestros vecinos, pues significaría que Rusia no aceptará en sus fronteras Estados y tendencias que promuevan la rusofobia bajo ninguna circunstancia. La geopolítica ha terminado por imponerse a pesar de toda la incoherencia y desorientación en nuestra política exterior. La integridad de cualquier Estado postsoviético solo puede garantizarse en la medida en que se adopte una actitud positiva o neutral frente a Rusia, pues todo intento de ponerse del lado del bando enemigo —y geopolíticamente hablando Occidente es nuestro enemigo axiomático, cualquiera que ignore esto o es un ignorante o un agente encubierto— pondrá en peligro la integridad territorial de su país. Este proceso comenzó en la década de 1990 en Transnistria, Nagorno-Karabaj (en ese entonces Azerbaiyán era dirigido por el gobierno globalista y rusofóbico del Frente Popular), Osetia del Sur y Abjasia. En Transnistria, tal proceso está congelado hasta el día de hoy. Georgia, después de la agresión de Saakashvili, alentada por Soros y las fuerzas globalistas de Bernard-Henri Lévy, conoció la separación de facto de Osetia del Sur y Abjasia. Ahora Armenia, bajo el liderazgo de Pashinián, decidió desafiar a Rusia, mientras que Azerbaiyán prefirió tener una aproximación amistosa. El resultado ha sido la desaparición de Nagorno-Karabaj, que ha dejado de estar bajo el control armenio y ahora está bajo jurisdicción azerí. Kiev en un principio adoptó una posición multilateral, pero el separatismo en Crimea, Dombás, Jersón y Zaporiyia terminó por imponerse. Una por una, todas estas regiones abandonaron Ucrania después de que sus gobiernos adoptaran una política rusofóbica y una guerra abierta en contra del mundo ruso. De ahora en adelante es probable que ya no vaya a existir Ucrania en absoluto.

Occidente es incapaz de garantizar la integridad territorial de ningún país eurasiático, pues todas sus promesas son fuegos fatuos. Claro, Occidente es capaz de infligirnos graves daños, incluso destruir países enteros, como Ucrania, pero no tiene el deseo de construir, proteger, preservar, crear y organizar nada en tales territorios. Esto mismo se aplica a la región del Cáucaso Sur. Si queremos la integración real del espacio eurasiático primero debemos tener un plan coherente y no únicamente medidas represivas que pueden ser más o menos eficaces. Rusia debe ser proactiva pues, como se ha demostrado en repetidas ocasiones, Occidente no cumple las promesas que hace a los países que adoptan una política rusofóbica directa en contra de Moscú. Occidente busca activamente iniciar conflictos donde no le importa que sus aliados sean desgarrados o destruidos, pues tales vicisitudes le son indiferentes. Rusia, en cambio, tiene mucho que perder, pues sin la amistad entre los pueblos adyacentes a nuestras fronteras es imposible construir algo positivo en las tierras en las que vivimos. Todos los pueblos a nuestro alrededor comparten nuestro destino histórico y las élites traidoras, sobornadas por Occidente, no dejan de actuar contrariamente a nuestros intereses. Si el objetivo de Occidente es abrir un segundo frente en el Cáucaso meridional, especialmente debido al fracaso de la contraofensiva ucraniana, entonces la tiene bastante difícil. Armenia, que hasta hace poco era un aliado ruso, ahora es dirigida por un Pashinyan que esta al servicio de Occidente y que incluso estuvo dispuesto a entregar a Nagorno-Karabaj a sus enemigos sin mover un dedo para proteger a sus compatriotas. El actual liderazgo armenio a llevado a su país a la ruina mientras que Occidente colaboró en ello todo lo que pudo. De todas maneras, gente como Pashinyan vienen y van, pero su pueblo permanecerá. ¿Acaso los rusos aceptaremos que Armenia siga el mismo camino sangriento que siguieron Libia, Irak, Siria y Ucrania? Es totalmente improductivo quedarnos parados esperando a que los armenios despierten y se den cuenta del desastre al que los ha llevado su gobierno. Ellos no van a despertar nunca y solo se dedicarán a gritar consignas preparadas por Soros mientras queman sus pasaportes frente a las embajadas rusas. Esta es solo la demostración más evidente del incendio que se avecina en el Cáucaso.

Ahora bien, muchos temen que Turquía, la cual se considera a sí misma como la mayor beneficiaria de la victoria de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj, comience a llevar a cabo una política cada vez menos amistosa en contra de Rusia en el Cáucaso Sur. Tales preocupaciones son exageradas, pues Turquía esta interesada en estos momentos en reforzar y conservar su soberanía en el Mediterráneo Oriental, que era la zona controlada por el Imperio Otomano. Ankara únicamente mira hacia el Cáucaso y el mundo turco eurasiático cuando Estados Unidos y la OTAN la presionan para hacerlo. Turquía no es un antagonista directo de Rusia en el Cáucaso Meridional, pero en caso de que estalle una guerra abierta se salvará el que pueda. Como sea, es obvio que nos encontramos en una situación delicada y Occidente hace todo lo posible para abrir un segundo frente. Si este escenario se hace realidad, debemos estar preparados para reaccionar: muchas veces lo hacemos bien y los cálculos de nuestros enemigos terminan por derrumbarse o tener los efectos contrarios. Pasa muy a menudo, pero no siempre. Es por esa razón que no debemos perder tiempo y empezar a planificar estrategias coherentes y agresivas: ¿qué queremos en el Cáucaso Sur y qué estamos dispuestos a hacer para implementar nuestros planes? Esto último implica que debemos tomar una decisión sobre el espacio postsoviético: si queremos que sea un lugar amistoso y fraterno o incluso neutral, tenemos que hacer lo posible para que se cumplan nuestros objetivos, porque de lo contrario no llegaremos a nada. Ha llegado la hora de que Rusia pase a la ofensiva no solo en Ucrania o el Cáucaso Sur, sino en toda Eurasia. Para ello necesitamos pensar en un realismo ofensivo con planes, análisis y acciones sobrias que tomen en cuenta nuestros intereses.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

LAUDATE DEUM O EL NUEVO DOGMA CLIMÁTICO

 

Tras quince años estudiando y escribiendo sobre el cambio climático (antes, calentamiento global), he llegado a varias conclusiones. Primero, la ciencia actual no es aún capaz de comprender los entresijos del clima, un sistema multifactorial, no lineal, complejo y caótico, por lo que la demonización del CO2 y las afirmaciones y atribuciones rotundas no son más que propaganda pseudocientífica. Segundo, económicamente estamos ante la mayor estafa de la Historia y, políticamente, ante un intento de subvertir el orden político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados. Tercero, más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti humanista y ferozmente anticristiana. De ahí mi pesar al leer la exhortación apostólica Laudate Deum del papa Francisco sobre una «crisis climática» completamente inexistente donde se asegura que «ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático» (n.11). ¿Qué es este documento magisterial de la Iglesia Católica, a la que pertenezco?

Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si', publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y sacerdotes[1]. En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias, no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien, si Laudato Si' me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.
[1] Loado Seas, mi Señor, BAC 2015, cap. XIII.

La exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia. Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de Magisterio precedente.

Finalmente, se trata de un texto repleto de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de consideraciones.

Cuestionables afirmaciones científicas
Laudato Si afirmaba que «sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva» (LS 61) ni «definir las cuestiones científicas» (LS 188). En efecto, la Revelación divina «no implica en sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones relativas a la constitución física de la realidad»[2]. Por eso, «la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas»[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que «ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático». (n.11)?
[2] San Juan Pablo II, Discurso con Ocasión del 350º Aniversario de la Publicación de Galileo, 9 mayo 1983.
[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (68)

En efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que «sabemos» que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.

Además, la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, «una de las mayores fuentes de desinformación» de la «pseudociencia» del cambio climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4]. Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.

Laudate Deum trata de la «crisis climática» dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del clima[5] a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.

Por otro lado, al contrastar una «abrumadora mayoría» de científicos con el «ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia» (¿desde cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación toma partido despreciando a los que cuestionan «la evidencia» (n.13). Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6] a pesar de que la propia encíclica defendía que «la Iglesia debe escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones». (LS 61). No lo ha hecho. Claro está, la propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que «niegan el problema» (LS 14).

Laudate Deum utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así, afirma que el mundo «se va desmoronando y quizá acercándose a un punto de quiebre» (n.2) y que «la posibilidad de llegar a un punto crítico es real (…). De allí no se regresa» (n.17). Sin embargo, incluso científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto de no retorno es especulativo o no existe[7]. En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho, dicho punto «de no retorno» se va retrasando conforme las fechas pasan y el apocalipsis no llega.

La exhortación afirma que «los signos de cambio climático están ahí» y que «nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos» (n. 5). Sin embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que afirme que «basta una sola generación» (n.6) para constatar dichos cambios o considere «períodos largos» a «décadas» (n.8).

Así, Laudate Deum defiende que el aumento del nivel del mar «puede ser fácilmente percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares» (n.6). En realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3mm al año (según los satélites)[8]. En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento «más incierto» para después[9], cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares «en los próximos años». Baste recordar que la primera predicción de que los mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de 30 años para su desaparición bajo las aguas[10]. El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han adquirido mansiones al borde mismo del mar.
[10] Threat to Islands, Canberra Times, Monday 26th September 1988

En segundo lugar, tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que «no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo, (…) ni evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel global, (…) ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX»[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12]. En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo, pero sigue manteniendo, por ejemplo, su «baja confianza» en la atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las regiones del globo citando estudios que «muestran su desacuerdo con la atribución antrópica» de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.
[11] IPCC Assessment Report 5, WG 1, Chapter 2.6, p. 214-220.
[13] IPCC Assessment Report 6, WG 1, Chapter 11.6.4

Esta exhortación menciona el típico alarmismo del «derretimiento de los polos» (n.16) aludiendo a un posible escenario de «total» derretimiento del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este escenario una «evidencia limitada» (el grado más bajo de evidencia), dato que la exhortación omite. En realidad, el hielo de Groenlandia (10% del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18]. La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19] con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en los últimos 70 años[20] dudo que tengamos que preocuparnos. Finalmente, el hielo del Ártico supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota, por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares (principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del planeta.

La exigencia de rigor del Magisterio
El rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso de Laudate Deum cuando defiende que «millones de personas pierden su empleo debido al cambio climático» y que «el aumento del nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha gente a la deriva» (n.10). En sentido opuesto, y sin aportar ningún dato, el documento defiende que la transición hacia formas renovables de energía es capaz de generar «innumerables puestos de trabajo». Más bien ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes, caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y no luce el sol.

Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum, la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones, probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP 28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015.

Por ejemplo, Laudate Deum afirma que «la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm» (n.11). No se trata de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de agua). En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta 1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de 400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20 veces superior al nivel de hoy[21]. Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década (¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que «a este ritmo» en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más (n.12). Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un enfriamiento de la atmósfera[22] como lo es la acientífica alusión a «poblaciones arrasadas por maremotos» también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).

Finalmente, la exhortación también alerta sobre «la deforestación en las selvas tropicales» (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo. La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40 años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9). El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, «un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia».[24] En cuanto a los bosques «tropicales», la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.
[24] R. M. Carter, Climate: the Counter Consensus, Stacey International 2010.

El paradigma tecnocrático y la política en Laudate Deum
Tras los primeros 19 puntos realizando alarmistas afirmaciones que se limitan a hacer eco de la agenda climática de la ONU, la mayor parte de Laudate Deum (n.20–60) habla de política en dos partes diferentes.

La primera (n.20–33) menciona lo que la exhortación, en línea con Laudato Si, denomina «paradigma tecnocrático», y previene acertadamente del peligro de un ser humano convertido en dios y ensoberbecido por su poder. Esta necesaria llamada de atención, sin embargo, queda eclipsada por su dificultad para comprender que precisamente el mayor exponente del paradigma tecnocrático lo tenemos en el IPCC de la ONU, en la Agenda 2030 y en las ateas élites globalistas de Davos. Cabe preguntarse a quién se refiere la exhortación cuando habla de «grandes poderes económicos» o de las «élites del poder», si no son ésas.

En este sentido, creo que debería ser objeto de reflexión el paralelismo de ciertas posturas con la de personajes como Alexander King, fundador del Club de Roma y gran antinatalista del s.XX, cuando escribía que «el enemigo común de la humanidad es el hombre», añadiendo: «Al buscar un nuevo enemigo que nos una hemos encontrado que la idea de la amenaza del calentamiento global (…) encajaría perfectamente»[26]. Lo mismo podría decirse de Maurice Strong, millonario canadiense y secretario general de la Conferencia de la ONU para el Medioambiente y Desarrollo en 1991, cuando afirmaba que «los actuales estilos de vida y los modelos de consumo de la clase media —incluyendo el elevado consumo de carne, el uso de combustibles fósiles, etc.— no son sostenibles». Según James Delingpole, lo que más interesaba a Strong era «la idea de un gobierno mundial dirigido por una élite autonombrada», y muy pronto detectó que la mejor manera de lograrlo era «manipulando y explotando la preocupación internacional sobre el medio ambiente»[27]. Los intereses económicos de la agenda verde nunca se mencionan, al contrario que los de la industria de combustibles fósiles. Sin embargo, sólo en los primeros seis meses de 2023 se han superado los 360.000 millones de dólares en inversiones en energías renovables que dependen del mantenimiento del alarmismo climático.
[26] Alexander King, The First Global Revolution, Club of Rome Report, 1993.
[27] James Delingpole, Watermelons, 2011

La segunda parte (n. 34-60) se subdivide a su vez en tres epígrafes: unas reflexiones sobre política internacional, una somera historia de las cumbres del clima y unas propuestas para la cumbre del clima COP28 que se celebrará dentro de un mes en Dubai y que, como hemos comentado, parece ser el motivo principal de esta exhortación. En este largo apartado, perteneciente al ámbito de la política y extraño al contenido de un documento magisterial, destacan tres puntos controvertidos. El primero es la sorprendente justificación de los grupos ecologistas «radicalizados» (n.58). El segundo es la insistencia en la creación de «organizaciones mundiales más eficaces (…) dotadas de autoridad real» (n. 35), lo que supondría la génesis de un gobierno mundial no muy distinto del promovido por las “élites del poder” de la ONU y Davos. El tercero es la propuesta de que la cumbre del clima COP28 «sea histórica» con «formas vinculantes de transición energética que sean eficientes, obligatorias y se puedan monitorear», de modo que el proceso que se inicie sea «drástico e intenso» (n. 59). Primero, las energías renovables jamás podrán ser eficientes, por las leyes inexorables de la Física. Segundo, su obligatoriedad y su recomendado carácter drástico garantizan una pérdida de libertad y un desastre económico posiblemente sin precedentes.

El inquietante trasfondo antropológico
El brevísimo contenido espiritual de Laudate Deum ocupa sólo 5 puntos de los 73 de la exhortación (n.61-65) y se limita fundamentalmente a extensas citas de Laudato Si con escaso texto nuevo, lo que refuerza la teoría de una exhortación escrita a toda prisa. Finalmente, los últimos puntos (66-73) son una breve mención a diversas cuestiones unida a una llamada a la cooperación internacional.

Lo más preocupante de Laudate Deum es que subyace una opinión negativa del ser humano, algo que aplaude el ecologismo radical. Por ejemplo, Leonardo Boff, sacerdote secularizado que defiende la «eco-teología de la liberación», denomina la especie humana «un parásito, un cáncer de la Tierra», acusando a las religiones «abrahámicas» de ser «las más violentas» hacia la «Madre Tierra»[28]. Pues bien, si Laudato Si denunciaba «los constantes desastres que el ser humano ocasiona» (LS 34), Laudate Deum va más allá al describir a los seres humanos como «seres altamente peligrosos» (n.28).
[28] Citado en Juan Carlos Sanahuja, Poder global y Religión Universal, 2016

Pero el hombre no es una criatura más, sino la «única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo» (GS 24), por lo que resulta desconcertante que la exhortación pueda generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. «Las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas» (n. 15). En efecto, a algunas nos las comemos, como ellas se comen entre sí, y a otras las evitamos, como ellas se evitan entre sí, pero cuesta comprender que sean «compañeros de camino» del hombre hacia la vida eterna. La misma tónica tiene la afirmación sobre la «estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes» que, según Laudate Deum, ha constatado la pandemia (n.19).

Más preocupante es su afirmación de que «la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano (…), pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un antropocentrismo situado» (n.67). ¿Cosmovisión o Revelación? Y ese «pero hoy», ¿qué significa exactamente? Finalmente, al afirmar que «Dios nos ha unido a todas sus criaturas» y que todo el mundo es una «zona de contacto» (n.66), cita un libro de Donna Haraway, autora que en esas mismas páginas se burla del Génesis, habla sin respeto de Dios y critica la «excepcionalidad humana» propuesta por el «monoteísmo judío y cristiano»[29].
[29] Donna Haraway, When Species Meet, 2008, p. 205-249.

Laudate Deum no contribuirá precisamente al prestigio del Magisterio de la Iglesia. Plagada de desiderata de carácter político y cuestionables afirmaciones científicas, defiende a las mismas «elites de poder» que denuncia y convierte a la Santa Sede en mero portavoz y propagandista de los intereses políticos de la ONU. Asimismo, en un mundo carente de Dios y saturado de propaganda climática, esta exhortación apenas habla de Dios y no para de repetir consignas climáticas. Entonces, ¿qué palabra da la Iglesia distinta a la del mundo? Aunque esto sea desafortunado, lo más preocupante es que plantea una opinión negativa del hombre y una falta de claridad sobre su papel superior en la Creación. Tampoco hay una sola referencia a la confianza en la Divina Providencia, o a Dios como Señor de la Historia, ni ofrece una luz de esperanza a un mundo cada vez más cubierto por las tinieblas.

Rezo para que la Iglesia descubra que detrás del resplandeciente y seductor manto de bondad con que se viste la desesperanzadora ideología ecologista climática se oculta una gran mentira, base de esa religión global que las élites del poder quieren introducir como un caballo de Troya en la Iglesia Católica[30].


ASIA CENTRAL EN EL PUNTO DE MIRA DE LOS INTERESES DE EE.UU.

 

Durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, Joe Biden mantuvo una conversación con los jefes de los países de Asia Central, en honor a las repúblicas postsoviéticas —Turkmenistán, Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán— denominadas en Estados Unidos el «C5».

La Casa Blanca indicó que «el presidente estadounidense discutió con sus interlocutores la importancia de crear un entorno empresarial más favorable para el comercio con empresas estadounidenses y la inversión del sector privado mediante la creación de una plataforma empresarial del sector privado que complemente la plataforma diplomática del C5+1.» (...) Estados Unidos ha propuesto lanzar el Diálogo sobre Minerales Críticos del C5+1 para desarrollar la vasta riqueza mineral de Asia Central y mejorar la seguridad de los minerales críticos. Este esfuerzo forma parte del trabajo en curso de Estados Unidos para apoyar la inversión y el desarrollo de la Ruta de Transporte Transcaspiana (el llamado «Corredor Medio») mediante asociaciones para infraestructuras e inversiones globales.

En este comentario, todo es bastante inequívoco: EE.UU. quiere acceder a los recursos naturales y establecer el control de las comunicaciones en la región.

La reunión de los dirigentes centroasiáticos era esperada y estaba bastante programada en la agenda del Departamento de Estado estadounidense. A principios de este año, Frederick Starr, un destacado académico estadounidense especializado en Asia Central y vinculado al establishment de EE.UU., publicó un informe basado en investigaciones de campo en la región sobre las percepciones de las acciones de EE.UU. El informe concluye que últimamente se percibe a EE.UU. de forma bastante crítica en los países de Asia Central, aunque existe una cierta red de occidentales que confían en las subvenciones de Washington y por ello hablan de la creciente influencia de Rusia y China. Las recomendaciones incluyen la necesidad de que el presidente estadounidense se reúna con los jefes de estas repúblicas. También se mencionó la importancia de diversos instrumentos económicos que refuercen la influencia estadounidense en la región. Se sugirió incluir a EEUU y Azerbaiyán en la agenda regional común, lo que convertiría el concepto «C5+1» en «C6+1».

La progresiva implicación económica de Occidente en los asuntos de los países de Asia Central puede acabar cambiando la atmósfera política. Para ello pueden utilizarse diversos pretextos. Por ejemplo, Uzbekistán puede convertirse en un centro energético, y no se trata sólo de corredores de transporte para el gas, sino también para tipos alternativos de energía.

El New York Times escribe que «los Emiratos quieren ser vistos como una superpotencia respetuosa con el clima en energías renovables, invirtiendo miles de millones en energía eólica y solar en lugares como Uzbekistán, incluso mientras ayudan a los mismos países en desarrollo a producir combustibles fósiles durante décadas con sus otras inversiones». Es probable que la UE y EE.UU. también aprovechen la actual apertura de la economía uzbeka.

Los medios de comunicación afirman que Pekín podría abandonar el tránsito ruso para evitar las sanciones occidentales y utilizar una nueva ruta a través de Kirguistán.

La aparición de una línea ferroviaria de este tipo reduciría considerablemente el tiempo de viaje y supondría una alternativa a la actual ruta Kazajstán-Rusia. Desde Uzbekistán, el ferrocarril podría conectar con el ferrocarril Uzbekistán-Turkmenistán hasta el puerto de Turkmenbashi en el mar Caspio o hasta el puerto de Bakú en Azerbaiyán, y acceder a los mercados de Georgia, Turquía e incluso países del mar Negro como Bulgaria.

Turkmenbashi (anteriormente llamada en ruso Krasnovodsk (Красноводск), es una ciudad portuaria de Turkmenistán, ubicada en la costa del mar Caspio.

Kirguistán tiene su propio interés en ello, ya que, al igual que Uzbekistán, el país no tiene salida al mar.

Desde un punto de vista geopolítico, el ferrocarril está en consonancia con los objetivos más amplios de la política exterior china en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que pretenden reforzar la conectividad del transporte y la cooperación económica en toda Eurasia.

La Corporación RAND también está preocupada por los intereses estadounidenses en Asia Central. El analista Hunter Stoll sugiere renovar la inversión económica en los países de la región. El secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken visitó Kazajstán y Uzbekistán este año, la primera visita personal de un secretario de Estado estadounidense en ejercicio en más de tres años. Allí se reunió con representantes de cinco países de Asia Central. Blinken anunció que la administración Biden aportará 20 millones de dólares para financiar la Iniciativa de Resiliencia Económica en Asia Central (ERICEN), con lo que la financiación total ascenderá a 50 millones de dólares. ERICEN tiene tres pilares principales: la ampliación de las rutas comerciales, el fortalecimiento del sector privado y la inversión en las personas a través de la formación y la educación.

Esto puede clasificarse como el llamado poder blando. Stoll sugiere utilizar una herramienta de poder duro: la presencia militar estadounidense en Asia Central. Para ello es necesario crear una tapadera adecuada: la lucha contra el terrorismo.

Para no irritar a Rusia ni a China, la presencia debe ser mínima y los beneficios máximos.

El Programa de Asociación Estatal fomenta las relaciones entre las unidades de la Guardia Nacional de los Estados Unidos y los países de Asia Central. Desde 2002, la Guardia Nacional de Virginia se ha asociado con Tayikistán; desde la década de 1990, las Guardias Nacionales de Arizona y Montana se han asociado con Kazajstán y Kirguistán, respectivamente; la Guardia Nacional de Misisipi y Uzbekistán se han asociado desde 2012; y hasta 2011, la Guardia Nacional de Nevada se asoció con Turkmenistán.

Además, desde 2002, las fuerzas estadounidenses han llevado a cabo repetidamente el Ejercicio Águila de la Estepa, un ejercicio de entrenamiento multinacional en el que participan tropas estadounidenses, británicas, kazajas, kirguisas, uzbekas y tayikas.

Stoll habla de la importancia de las funciones reales sobre el terreno de las fuerzas especiales del Mando Central de los Estados Unidos, cuya área de responsabilidad es Asia Central.

Sin duda, dada la actividad de Rusia en dirección a Ucrania, EE.UU. y la UE intentarán sacar partido de esta situación. Y en el contexto de los informes regulares de rusofobia en Kazajstán o de los intentos de intensificar las relaciones entre Kirguistán y Tayikistán, cualquier señal de una mayor presencia occidental en Asia Central debería causar alarma.

Fuente: Leonid Savin

LA TECNOCRACIA COMO OBSTÁCULO A SUPERAR PARA EL ASCENSO DE UN ORDEN MUNDIAL MULTIPOLAR.

 

Artículo de opinión de Catarina Leiroz sobre los planes occidentales de implantar la tecnocracia global y cómo esta agenda podría afectar al ascenso de un mundo multipolar.

La Antigüedad clásica nos dejó una lección muy importante que simplemente ha sido olvidada por la modernidad desde al menos la Ilustración: la democracia —una parte ya decadente del ciclo del desarrollo político, según Platón— precede a la tiranía.

La implantación y expansión de la democracia liberal, la propaganda masiva del progreso tecnológico universal y unilateral a través de las películas de Hollywood, junto con los delirios transhumanistas de las élites globalistas occidentales, llevaban mucho tiempo preparando el terreno para el anuncio de un objetivo claro: el «reseteo» del orden mundial para la implantación de la tiranía y la tecnocracia «verdes» como una especie de «globalismo 2.0».

La «guerra contra el terrorismo» implementada por Estados Unidos tras el 11 de septiembre, junto con su deseo megalómano de ser la policía del mundo, parece haber sido el punto en el que la «democracia» se convirtió en nada más que un eslogan propagandístico sin ningún contenido real. Las constantes invasiones estadounidenses de los países que conforman el Rimland (las fronteras del Heartland de Mackinder, según Spykman) con esta falsa «justificación democrática» así lo demuestran.

La pandemia del Covid-19, por otra parte, fue más significativa para justificar la aplicación de un «Gran Reset» de facto. Klaus Schwab la utilizó como justificación en la 50ª reunión anual del Foro Económico Mundial con el objetivo de reconfigurar la sociedad y la economía para que fueran más «sostenibles». Plandemias como el Covid-19 ya han sido predichas por multimillonarios como Bill Gates, junto con la defensa de la tiranía sanitaria como solución. «Solución» siempre acompañada, por supuesto, de datos de alta tecnología. Sin embargo, las élites occidentales no previeron el inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, que sin duda afectó y retrasó sus proyectos.

Como es bien sabido, la conquista del Heartland (que es el centro de la «Isla Mundial» en la teoría de Mackinder) es sin duda uno de los principales objetivos geopolíticos de Occidente. Con esta conquista en mente, Occidente se esforzó por difundir la mentalidad rusófoba y neonazi entre los vecinos de Rusia, creando hostilidades, conflictos y desestabilización. Con ello, las élites y los estrategas occidentales esperaban impedir el ascenso de Rusia como potencia regional en el espacio postsoviético de Eurasia.

Incluso hay razones fundadas para creer que Occidente planeaba impulsar esos planes geopolíticos antirrusos mediante la guerra biológica. No es casualidad que Washington mantuviera sus biolaboratorios militares en Ucrania durante mucho tiempo antes de que Rusia interviniera. Según las conclusiones del Comité de Investigación ruso, el plan de EE.UU. con los biolaboratorios consistía en crear una especie de «arma biológica universal», desarrollando patógenos capaces de afectar a personas, animales y cultivos agrícolas en territorio y fronteras rusas. Con ello, los estrategas occidentales esperaban, al parecer, neutralizar a Rusia como Estado y avanzar en sus planes globalistas y tecnocráticos.

Sin embargo, Rusia reaccionó militarmente, y ahora Occidente parece contar con la derrota de Moscú para que el globalismo 2.0 pueda lograrse finalmente, sólo que esta vez por medios militares. Por eso la OTAN envía sistemáticamente armas a Ucrania y fomenta conflictos en otras regiones de influencia rusa, además de intentar iniciar un conflicto en Asia-Pacífico con China, el principal aliado de Rusia.

Desde el punto de vista occidental, derrotar a Rusia es una necesidad para el éxito de la agenda globalista. Sin embargo, si Rusia vence, estos planes fracasarán y la consecuencia inmediata será el establecimiento de un orden mundial multipolar, lo que el filósofo ruso Alexander Dugin denominó el «Gran despertar» en contraposición al «Gran reinicio».

Sin embargo, mientras Occidente tiene problemas para «neutralizar» a Rusia, derrotar la hegemonía occidental tampoco es tarea fácil para Moscú y las potencias multipolares. Las dificultades son muchas, más aún teniendo en cuenta la existencia de tecnologías de vigilancia y datos en manos de empresas prooccidentales como Google, Apple, Microsoft, Meta, Amazon. El complejo Big Tech es un importante activo estadounidense y actualmente trabaja al servicio de la agenda del Gran Reinicio.

Además del probable espionaje global que llevan a cabo estas empresas (con la recogida de diversos datos, incluidos audio y vídeo de usuarios sin consentimiento), su capacidad para la propaganda, la guerra de la información y la influencia sobre las masas es absolutamente innegable. Por tanto, sería analíticamente ingenuo hablar del auge de la multipolaridad sin mencionar estos poderosos obstáculos que hay que superar.

La solución, sin embargo, no debe residir en la competencia tecnocrática. No se puede jugar el juego del enemigo para evitar caer en el mismo paradigma occidental. El eje no occidental no debe tragarse la idea de la digitalización total de la sociedad. Rusia, China y otras potencias multipolares deben oponerse firmemente a la implantación de dinero y documentos exclusivamente electrónicos (como proponen algunos), así como evitar sumarse a cualquier pacto global establecido en la línea de la agenda del Gran Reinicio y la profecía de Klaus Schwab sobre «no tener nada y ser feliz». Precisamente con la decisión soberana de decir «no» a las pretensiones occidentales será posible alcanzar plenamente la multipolaridad.

En verdad, se trata de pasos difíciles de dar. Existe un riesgo, sobre todo para los países en desarrollo que dependen exclusiva o casi exclusivamente de la tecnología estadounidense y occidental. Sin embargo, mi objetivo no es proponer la utopía de un mundo anterior a la alta tecnología, ya que obviamente no es algo que pueda llevarse a la práctica. La tecnología ha alcanzado un nivel tan alto que no puede —ni debe— ser ignorada. Por lo tanto, debe ser tratada con absoluta responsabilidad por los distintos pueblos del mundo. La propuesta de «soberanía tecnológica», puesta en práctica de forma bien planificada y responsable, es un paso interesante hacia la independencia de las redes tecnológicas bajo control occidental.

Ya tenemos algunos casos de países importantes que han optado por seguir el camino de la soberanía tecnológica, siendo los principales Rusia, China e India. Por ejemplo, la gran mayoría de los países del mundo dependen exclusiva o parcialmente del GPS estadounidense. Pero Rusia y China son ejemplos de soberanía en este sentido, ya que ambos disponen de sistemas de posicionamiento, navegación y geolocalización por satélite totalmente nacionales (GLONASS y Beidou, respectivamente). En la misma línea, India se encuentra en un proceso muy avanzado de obtención de sistemas independientes de alta tecnología, dependiendo cada vez menos del GPS estadounidense. Además, estos tres países también son entusiastas en otras áreas, como el desarrollo aeroespacial, invirtiendo en alta tecnología con claros fines soberanos.

Como puede ver, esta vía parece la más realista en la coyuntura actual. Mientras se trabaje sin pretensiones ni agendas ideológicas universales, sino al servicio de cada pueblo dentro de los límites impuestos por su propia cosmovisión cultural, religiosa e histórico-civilizatoria, la tecnología recuperará el estatus de herramienta subordinada al hombre, y no al revés.

Para que esto ocurra, sin embargo, es muy necesaria la cooperación entre los países que quieran formar parte de los futuros polos del mundo multipolar. Ejemplos de ello son —una vez más— Rusia y China, que han mostrado esta voluntad de solidaridad, especialmente con los países africanos, proporcionándoles ayuda técnica, financiera y militar para que puedan alcanzar una verdadera soberanía. En otras palabras, es necesario impulsar la cooperación internacional para que los países alcancen un desarrollo tecnológico suficiente para lograr sus objetivos nacionales, rechazando cualquier tipo de agenda global.

Por lo tanto, es imperativo que los países busquen la independencia y la soberanía y no teman asumir riesgos. De lo contrario, seguirán estando a merced de lo que dicten las élites comprometidas con la tiránica agenda tecnocrática occidental.

Fuente: Catarina Leiroz