LA REBELIÓN DE EVGUENI PRIGOZHIN

A pesar de los innumerables comentarios de la prensa occidental en ese sentido, Evgueni Prigozhin nunca quiso dar un golpe de Estado contra el presidente ruso Vladimir Putin. Quizás quiso, eso sí, chantajearlo para conservar los privilegios que él mismo ha acumulado desde que creó su firma de seguridad privada. Pero acabó volviendo a la razón y reincorporándose a su función.


¿Pudiera el intento de «golpe de Estado» de Evgueni Prigozhin llegar a modificar el panorama militar en Ucrania? Ese es ciertamente el anhelo de la OTAN, que inmediatamente puso sus esperanzas en la rebelión de Prigozhin, llegando incluso a movilizar sus agentes «durmientes» en Rusia. Washington y Londres esperaban concretar por fin el proyecto de dividir Rusia que no lograron llevar hasta el final en 1991[1].

La creación de firmas militares privadas, como el grupo Wagner, fue una idea a la que el presidente Vladimir Putin dio luz verde como medio de poner a prueba nuevas formas de mando antes de proceder a seleccionar las mejores para aplicarlas en las fuerzas armadas rusas. En varios años, en efecto, esas firmas militares privadas han ensayado muchos métodos de mando diferentes, demostrando a menudo su eficacia.

Ahora, había llegado el momento de completar la reestructuración de las fuerzas armadas rusas y de disolver esas firmas privadas, integrando sus hombres a las tropas regulares[2]. El presidente Putin había fijado una fecha límite para hacerlo: el 1º de julio. El mes pasado, el ministerio de Defensa envió cuestionarios a las diferentes firmas militares privadas para planificar su incorporación al ejército. Pero el grupo Wagner se negó a responder y Prigozhin intensificó sus insultos contra el ministro de Defensa y contra el jefe de Estado Mayor.

Es importante tener una clara comprensión de lo que sucede. La creación de firmas militares privadas en Rusia es un proceso equivalente al que se inició en Estados Unidos, con Donald Rumsfeld como secretario de Defensa, cuando Washington comenzó a recurrir cada vez con más frecuencia al uso de «contratistas» militares privados, al margen del Pentágono. Al principio, aquello funcionó, pero los «contratistas» militares privados comenzaron a trabajar también para la CIA y aquella mezcolanza dio lugar a una sucesión de catástrofes. Cuando aquellas firmas privadas militares estadounidenses trabajaban sólo para el Pentágono, sus jefes hacían declaraciones públicas, como Erik Prince, el fundador de Blackwater. Pero los jefes de las empresas militares privadas estadounidenses nunca emitieron críticas ni hicieron declaraciones contra el secretario de Defensa o contra el jefe del Estado Mayor Conjunto.

Dicho sea de paso, ni los elementos estadounidenses de Blackwater ni los rusos de Wagner pueden ser considerados mercenarios. Son individuos que luchan por su país y a quienes se paga por asumir riesgos que los jefes militares no pueden imponer a los soldados regulares. «Mercenarios» son aquellos que luchan, por dinero, bajo las órdenes de una potencia extranjera, o de cualquiera que les pague.

Ningún Estado del mundo habría tolerado que el jefe de una firma militar privada publicara diariamente ¡durante dos meses! videos y críticas incendiarias contra los jefes de las tropas regulares, incluso en medio de una operación militar de gran envergadura. Pero eso era lo que hacía Evgueni Prigozhin… ¡en Rusia! Los corresponsales que nosotros pudimos interrogar durante los dos últimos meses pensaban todos que el Kremlin permitía las vociferaciones cotidianas de Prigozhin como un medio de desviar la atención de las potencias occidentales y de camuflar la reorganización de sus fuerzas armadas. Algunos levantaron los ojos al cielo en marzo, cuando se habló de una hipotética candidatura de Prigozhin para convertirse en presidente de Ucrania.

Los servicios secretos occidentales se concentraron en este personaje desde el inicio de la operación rusa en Ucrania. El 18 de marzo, los servicios secretos de Occidente revelaron un millar de documentos sobre las actividades de Prigozhin[3]. Esos servicios de inteligencia querían dar a conocer la red de empresas y firmas que Prigozhin había creado. Las agencias occidentales querían así utilizar el comportamiento de Prigozhin para desacreditar el anticolonialismo que predica el Kremlin. ¿Cómo podría Rusia ser una potencia anticolonialista si Prigozhin saqueaba África a través de Wagner? Sin embargo, los documentos revelados demuestran que Prigozhin es un delincuente, pero no demuestran que robara en los países donde trabaja.

Evgueni Prigozhin participaba en la eliminación de la corrupción dentro de las fuerzas armadas, lo cual no le impedía participar en la corrupción fuera del ejército. Es posible que, al investigar sobre Prigozhin, los occidentales hayan encontrado una manera de manipularlo. Prigozhin es a la vez un patriota y un notorio estafador, condenado por la justicia en la Unión Soviética. Pero eso no lo sabemos aún y probablemente no se sabrá hasta que termine todo este asunto.

En todo caso, Evgueni Prigozhin se lanzó en una aventura digna de los oligarcas de la época de Boris Yeltsin. Prigozhin afirma que el ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigú, viajó a Rostov del Don para supervisar el bombardeo contra los hombres de Wagner. Prigozhin incluso acusa a Shoigú de haber asesinado así a miles de hombres de Wagner. Y, finalmente, el propio Prigozhin abandona el frente ucraniano para presentarse en Rostov del Don y tomar posesión del cuartel general del ejército en esa ciudad. Luego anuncia que marchará sobre Moscú con 25.000 hombres de Wagner para ajustarles cuentas al ministro de Defensa y al jefe del estado mayor ruso.

En su último video, Prigozhin declara: «Estábamos dispuestos a hacer concesiones al ministerio de Defensa, a entregar nuestras armas, a encontrar una solución sobre la manera de que continuáramos defendiendo el país. (…) Hoy, ellos atacaron con cohetes nuestros campamentos. Numerosos soldados han muerto. Vamos a decidir de qué manera reaccionaremos ante esta atrocidad. Ahora es nuestro turno de hacer nuestra jugada. Este monstruo [el ministro de Defensa Shoigú] será arrestado».

Es cierto que Wagner cuenta con 25.000 hombres, pero no están todos en el frente ucraniano. Muchos están cumpliendo misiones en Asia y en África. Además, Wagner tiene aeronaves, pero no dispone de una fuerza aérea capaz de enfrentarse a la aviación regular rusa, lo cual le impide atacar una ciudad como Moscú. Su columna sería bombardeada sin tener posibilidades de protegerse.

En menos de un día, todas las autoridades de la Federación Rusa reiteraron su fidelidad al Kremlin. El presidente Vladimir Putin habló a sus compatriotas por televisión. Recordó el precedente de 1917, cuando Lenin sacó a Rusia de la 1GM en momentos en que la victoria estaba cerca, y llamó a cada cual a asumir sus responsabilidades y a ponerse al servicio de la Patria, en vez de embarcarse en una aventura personal.

En ese discurso, Vladimir Putin rindió homenaje al coraje de los soldados de Wagner, recalcando que muchos dieron sus vidas por la Patria. No los consideró responsables de la situación, pero los exhortó a no seguir a su jefe en contra del Estado y, por consiguiente, en contra del pueblo.

Al final de su corta alocución a la Nación, el presidente Vladimir Putin concluyó:
«Salvaremos lo que es precioso y sagrado para nosotros. Venceremos todas las pruebas, nos haremos todavía más fuertes».

Esta intervención del presidente Putin se difundió repetidamente a través de todos los canales de la televisión rusa, lo cual agregó una buena dosis de dramatismo a la situación.

El Fiscal Général de la Federación Rusa abrió una investigación contra Prigozhin por «organización de una rebelión armada».

A través de las redes sociales, Kiev lanzó un llamado a la oposición bielorrusa para que, aprovechando el desorden ruso, se sublevara y eliminara al presidente Lukashenko[4].

Los servicios de seguridad rusos, que desde el principio observaban a todos los protagonistas desde la sombra, detuvieron in fraganti a todos los traidores que empezaron a moverse, tanto en Rusia como en Bielorrusia.

En lo que quedaba del día, el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, ya alertado por el presidente Putin, se puso en contacto con Prigozhin, al parecer lo convenció de renunciar a sus planes y de revocar las órdenes que había dado a sus hombres. El presidente Putin se comprometió a respetar el acuerdo aceptado por el «rebelde» Prigozhin y este último anunció que renunciaba a su proyecto de «detener» al ministro de Defensa Shoigú y al jefe del Estado Mayor Guerasimov.

Y ahí terminó la historia.

Primera observación: Nunca hubo un intento de «golpe de Estado». Wagner simplemente no contaba con los medios necesarios para «tomar» Moscú y Prigozhin nunca atacó verbalmente al presidente Putin. El propio Putin nunca denunció un intento de golpe de Estado sino «una puñalada por la espalda» a las fuerzas rusas mientras éstas luchan en Ucrania.

Segunda observación: Tampoco hubo «motín». Wagner no depende del ministro de Defensa sino directamente de la presidencia. La única exigencia de Prigozhin era seguir siendo independiente de las fuerzas armadas regulares. Si bien está dispuesto a renunciar a sus actividades en el campo militar, Prigozhin se aferra a los negocios conexos que ha desarrollado en los teatros de operaciones donde ha estado presente. Como dijimos antes, Prigozhin es simultáneamente un patriota y un estafador.

Tercera observación: El presidente Putin calificó lo sucedido de «rebelión armada» y de «abandono del puesto». Wagner abandonó el frente, pero los ucranianos no se atrevieron o no pudieron atacar el sector del frente abandonado por Wagner. A pesar de todo, para los rusos no hay acto más despreciable que el de un defensor que abandona su puesto. Es por eso que Prigozhin había divulgado el día anterior un video donde aseguraba que Kiev no había bombardeado Dombás durante los 8 años anteriores, contradiciendo así descaradamente las observaciones de la OSCE y del Consejo de Seguridad de la ONU. Por desgracia para Prigozhin, los rusos tampoco toleran que alguien cuestione injustificadamente la buena fe de su país y de sus representantes.

Llegados a este punto, se impone que hagamos otras importantísimas observaciones.

Nadie murió en medio de la «revuelta» de Prigozhin. Sus hombres entraron en Rostov del Don sin encontrar resistencia. Las tropas regulares no atacaron la sede de Wagner en San Petersburgo. Y, al final, los hombres de Prigozhin… no marcharon sobre Moscú. El ministerio de Defensa nunca lanzó misiles sobre los miembros de Wagner, nadie ha demostrado que tal cosa haya sucedido. El Procurador General cerró el caso de rebelión. Los miembros de Wagner que no participaron en la rebelión han sido integrados a las fuerzas regulares rusas. Tres unidades de Wagner han regresado al frente. Los casos de los que participaron efectivamente en la rebelión serán tratados individualmente.

En definitiva, el Estado no se ha debilitado. La Federación Rusa y Bielorrusia han salido ganando.

Los rusos estiman que todo este asunto era mayormente un gran montaje: se vio una revuelta amenazante pero inmediatamente disipada. Lo único que queda de todo este incidente es el cuestionamiento sobre la calidad del mando militar, una idea persistente a pesar de la gran confianza de la población en el espíritu de sacrificio de sus soldados.

Al final de este extraño asunto, el presidente Putin volvió a dirigirse al país a través de la televisión. Nuevamente elogió a los combatientes de Wagner y los llamó a integrarse a las fuerzas armadas regulares o a otras fuerzas de seguridad. Y les dio también la posibilidad de regresar a sus lugares de origen en Rusia o de irse con Prigozhin a Bielorrusia.

Todo tipo de hipótesis circulan ahora por las redes sociales rusas. La más sorprendente señala que Wagner no podía marchar sobre la capital sin el aprovisionamiento en combustible que le garantiza… el ministerio de Defensa.

En las próximas semanas veremos completarse la última fase de la reorganización de las fuerzas armadas. Nada garantiza que las fuerzas que al parecer se enfrentaron ayer sean verdaderamente adversarias.

HASTA EL ÚLTIMO UCRANIANO: LA DOCTRINA DE BIDEN Y EL FUTURO DE UCRANIA.

 

«Joe Biden creó para Estados Unidos una guerra como nunca se había visto antes: una guerra en la que otros mueren y Estados Unidos se limita a sentarse y pagar una factura enorme», escribe Peter Van Buren.

Los estadounidenses ni siquiera intentan intervenir en la guerra mediante la diplomacia, mientras que las propuestas de paz de otros, como los chinos, son desestimadas y tachadas de intentos de aumentar su propia influencia.

En opinión de Van Buren, la administración Biden ha aprendido las lecciones de la Guerra Fría y compara la «Doctrina Biden» con la idea de «una guerra interminable, interminable, interminable que nunca se pretende ganar» de la novela distópica 1984 de Orwell.

Después de más de un año de una nueva fase caliente en el conflicto ucraniano, la estrategia de Biden ha quedado bastante clara: en quince meses, la «ayuda» enviada a Ucrania ha saltado de cascos y uniformes a cazas F-16 y otro armamento, sin que se vislumbre el final de esta exportación de armas.

Por supuesto, las armas estadounidenses nunca son suficientes para ganar, pero siempre son «lo justo» para mantener la lucha hasta el siguiente asalto. «Si los ucranianos creen que cuentan con el apoyo de EE.UU. por las armas, más les valdría comprobar quién está pagando realmente todo con su sangre», sugiere Van Buren.

En cierto modo, Putin está jugando él mismo a este juego, con cuidado de no desplegar nada demasiado potente, como bombarderos estratégicos, y alterar así el equilibrio que daría a Biden una excusa para intervenir directamente en la guerra.

La ventaja añadida de la ayuda armamentística a Ucrania es, por supuesto, que tras el envío de equipos obsoletos, el Pentágono puede utilizar los fondos aprobados por el Congreso para reponer su agotado arsenal comprando de nuevo nuevas armas a las empresas de defensa.

«La estrategia estadounidense parece basarse en crear una especie de empate terrorífico, con dos bandos alineados en lados opuestos del campo disparándose mutuamente hasta que uno de ellos abandone por hoy», valora Van Buren.

Una estrategia similar se utilizó en la Guerra Civil estadounidense, así como en la 1GM, pero en Ucrania los ejércitos se enfrentan con lanzacohetes del siglo XXI, ametralladoras y otras armas letales mucho más eficaces que el mosquete o la ametralladora Gatling.

A la pregunta de cuántos ucranianos más tendrán que morir, Biden ya ha respondido claramente: «posiblemente todos», afirma Van Buren. «Cualquier otra cosa requiere creer cínicamente que Biden piensa que simplemente puede comprar la victoria».

Desde que Rusia comenzó su operación especial en Ucrania, Estados Unidos ha enviado más de 40.000 millones de dólares en ayuda militar a Kiev, la mayor transferencia de armas de la historia de Estados Unidos. ¿Debe destruirse toda la región en este juego de grandes potencias?

Una profunda tragedia humana es inevitablemente también una enorme oportunidad económica para ciertas partes. Ya se habla de Ucrania como «la mayor obra de construcción del mundo». El New York Times ha repetido la predicción de que la reconstrucción costará 750.000 millones de dólares, lo que creará una «nueva fiebre del oro».

Teniendo esto en cuenta, más de 300 empresas de 22 países se inscribieron en la exposición y conferencia Rebuild Ukraine en Varsovia. En Davos, la reunión del Foro Económico Mundial también debatió las «oportunidades de inversión» que se abrirán más adelante en Ucrania.

«Está claro que las empresas estadounidenses pueden convertirse en el motor que impulse de nuevo el crecimiento económico mundial», declaró Zelenski a principios de febrero, elogiando a BlackRock, JP Morgan, Goldman Sachs y otros «angelicos inversores» con los que ya se ha firmado un «memorando de entendimiento» para reconstruir Ucrania, tras la supuesta derrota de Rusia.

La potencial fiebre del oro para la reconstrucción es un añadido interesante a la estrategia de Biden, que parece ignorar el coste humano. Cuantas más infraestructuras se destruyan en la guerra, más habrá que reconstruir, lo que reportará más ingresos a las grandes empresas estadounidenses. ¿Es esto lo que pretendía el eslogan de campaña de Biden, «Reconstruir mejor»?

La «doctrina Biden» es cínicamente simple. EE.UU. evita implicarse directamente en los combates, pero incita a otros. Se envían enormes cantidades de armas al régimen títere creado en Ucrania para mantener la lucha hasta que muera el último ucraniano. En la fase de reconstrucción, se espera que las empresas estadounidenses obtengan enormes beneficios, lo que a su vez ayudará a la economía estadounidense y al dólar.

«Washington cuenta con que, a largo plazo, nos conformaremos con un resultado que devuelva la situación a algo parecido a su nivel anterior a 2022», argumenta Van Buren. Hasta entonces, se supone que la administración Biden «desangrará a los rusos, como una repetición de la guerra afgana de los años ochenta».

El Kremlin conoce sin duda el plan estadounidense, pero ¿cuál es el propio plan de los rusos? ¿Agotar los arsenales de los países occidentales de la OTAN? ¿Qué le ocurrirá al régimen títere de Zelensky si fracasa el «contraataque» previamente exagerado y se despeja la niebla de la guerra informativa?

Fuente: Markku Siira

«A DIFERENCIA DE EUROPA, TURQUÍA NO RECIBIÓ INSTRUCCIONES DE EE.UU.»

 

Nos reunimos con Denis Pushilin, Presidente de la República Popular de Donetsk (RPD), en una universidad de Donetsk. A pesar de la situación de guerra, nuestra solicitud transmitida al secretario de prensa fue respondida positivamente en el plazo de un día. Le preguntamos por la situación actual en la región, las perspectivas de la guerra y su opinión sobre Turquía.

«Dombás es nuestro hogar»
El líder de la RPD, Denis Pushilin, explicó por qué los habitantes de Donetsk decidieron no marcharse de aquí a pesar de la guerra, y cómo tienen tanta capacidad de resistencia. Haciendo hincapié en la frase «Dombás es nuestro hogar», Pushilin declaró: «La gente de aquí está profundamente conectada entre sí. Esta es la base de nuestra lucha». El líder de la RPD señaló que Ucrania había ejercido presión sobre los rusos que vivían en Dombás durante años y dijo: «Queremos preservar nuestra propia identidad y hablar nuestra lengua, el ruso. Nadie ha podido arrebatarnos este derecho hasta ahora, ni podrá hacerlo nadie en el futuro. Como resultado de nuestra lucha, logramos nuestro sueño en 2014 y nos unimos a Rusia».

Apoyo de toda Rusia
Pushilin también nos habló de la situación de los soldados en el frente. El líder de la RPD hizo hincapié en que los soldados y la población civil están entrelazados, afirmando: «Hay muy pocas personas y familias que no se hayan visto afectadas por la guerra. Esta guerra dura desde 2014. No es nada nuevo. De un modo u otro, te ves involucrado y afectado por la guerra a través de conocidos o familiares». Pushilin destacó el importante apoyo de la población: «La población envía continuamente suministros necesarios a los soldados en el frente. Se recogen dinero y materiales no sólo de Donetsk, sino también de toda Rusia. Incluso envían vehículos aéreos no tripulados (UAV). Son para aliviar la carga de nuestros soldados y proteger nuestros territorios. La gente de aquí entiende todo el proceso».

La preocupación por la seguridad es un obstáculo para la educación
Paseando por las calles de Donetsk, se observa que la vida sigue en cierto modo su curso normal. Pushilin mencionó que se esfuerzan por recuperar por completo la normalidad de la vida cotidiana. Pero, por ejemplo, las escuelas están implementando la educación en línea debido a los riesgos de seguridad, ya que las de la ciudad siguen siendo blanco de misiles o proyectiles de artillería. El líder de la RPD dijo: «Si las escuelas están cerca de la línea del frente, hacemos educación en línea. La educación a distancia tiene sus pros y sus contras. Naturalmente, tanto los padres como nosotros queremos volver a la educación normal. Como el ejército ucraniano ataca zonas civiles en sus ataques, la seguridad de nuestro pueblo sigue teniendo prioridad. Tenemos previsto abrir muchas escuelas antes del 1 de septiembre».

«Ucrania golpeó nuestro canal de agua»
En la tercera parte de mi serie de entrevistas, mencioné que en Donetsk sólo se suministra agua a los hogares durante unas horas cada tres días. Pregunté a Pushilin por las dificultades a las que se enfrenta la población para satisfacer sus necesidades básicas. El líder de la RPD declaró que no tienen problemas con el suministro de alimentos, ya que su capacidad de producción es suficiente. También dijo que podían obtener fácilmente productos alimenticios de otras regiones de Rusia. En cuanto a la electricidad, cuando el ejército ucraniano ataca las centrales eléctricas, a veces los hogares se quedan sin electricidad, pero los trabajadores la reparan inmediatamente, dijo.

El líder de la RPD declaró que el problema más difícil es el suministro de agua: «Desde que comenzó la operación, Ucrania empezó a cerrar nuestros canales de agua. Severodonetsk era el único canal que suministraba agua a Dombás. Ucrania atacó y minó el canal. Desde febrero de 2022, no podemos suministrar agua desde allí. Sin embargo, el Presidente ruso Vladimir Putin resolvió esta crisis, y actualmente se está construyendo un canal de agua. Aunque nuestras necesidades no están totalmente cubiertas, se está suministrando el nivel necesario de agua a los hogares desde el río Don. Este canal de agua se construyó en poco tiempo. No prevemos ninguna otra crisis al respecto. Tenemos normas estrictas sobre el uso del agua. Suministramos agua a los hogares durante unas horas cada tres días. A partir de junio será cada dos días a horas concretas. A finales de junio volveremos a suministrar agua todos los días a horas concretas. Por ahora, este canal de agua nos basta. Ucrania está haciendo todo lo posible para dificultar la vida de los habitantes de Donetsk. Sin embargo, desde 2014 ya hemos aprendido a arreglárnoslas sin el Estado ucraniano».

Crímenes de guerra del régimen de Kiev
Pushilin afirmó que Ucrania cometió muchos crímenes de guerra: «Como saben, los crímenes de guerra no prescriben. Todos los crímenes se denuncian. De ello se encargan las fiscalías de Rusia». Pushilin dijo que formaron una comisión para identificar los crímenes de guerra antes del inicio de la operación militar especial, subrayando que no sólo se está identificando a los que cometieron los crímenes, sino también a los que dieron las órdenes para estas acciones. El líder de la RPD explicó que han creado una base de datos muy amplia para estos crímenes.

«Turquía defiende sus propios intereses»
Uno de los temas más importantes que tratamos con Denis Pushilin fue su opinión sobre Turquía. Pero antes de entrar en este tema, me gustaría resumir mi observación sobre la opinión de los rusos sobre Turquía en mi gira de 20 días por Rusia.
En general, los rusos están muy satisfechos de que Turquía no forme parte de las sanciones impuestas a Rusia. La cuestión de las «sanciones» es decisiva para la actitud de los rusos y por eso describen a Turquía como un «país amigo». En general, los rusos consideran a Turquía más independiente que los países europeos.

Pushilin también comparte la opinión común de los rusos. Señalando que las sanciones de los países europeos a Rusia están relacionadas con Estados Unidos, el líder de la RPD afirmó:

«Los Estados fuertes son los que actúan con independencia en interés de sus ciudadanos. No se puede ser un Estado independiente mientras se reciben instrucciones de Washington y Londres. No es un secreto para nadie que las sanciones tienen un impacto negativo en los propios países. Me refiero a países europeos como Alemania, Francia e Italia. Estamos viendo cómo las sanciones, especialmente en materia de energía, están afectando a sus economías. Todos estos países siguen las instrucciones de Estados Unidos. Al seguir a Estados Unidos han perjudicado los intereses de sus propios pueblos.

Turquía se encuentra en una posición diferente a la de Europa. Para nosotros, sin duda, no todas las decisiones de los dirigentes turcos son positivas. Por ejemplo, la venta de aviones no tripulados Bayraktar a Ucrania. Sin embargo, Turquía sólo debe defender los intereses de su propio pueblo, no los de Ucrania o Rusia. Turquía está adoptando una posición equilibrada. El hecho de que puedan tomar tales decisiones a pesar de ser miembro de la OTAN nos inspira un gran respeto».

«Occidente arrastrará a Kiev a una contraofensiva»

También abordamos la contraofensiva planeada por Ucrania, que lleva meses en conversaciones.

Pushilin dijo que Occidente arrastraría a Kiev a un ataque, tanto si Ucrania quiere como si no. El líder de la RPD explicó esta idea de la siguiente manera: «El gobierno de Kiev tiene que encontrar una justificación para su propio pueblo y convencer a los ucranianos que se preguntan adónde van a parar los miles de millones de dólares. Por eso Ucrania intentará una contraofensiva».

Pushilin afirmó que han tomado todas las precauciones contra el ataque ucraniano: «El Ministerio de Defensa se está preparando. Nuestro objetivo no es sólo impedir que el enemigo logre sus objetivos, sino también liberar todas las regiones federales como parte de Rusia. Otro objetivo es alejar al enemigo de nuestras fronteras porque nuestro territorio no debe estar al alcance de sus armas. Ucrania dispone de misiles de largo alcance suministrados por británicos y franceses. Repito: habrá una contraofensiva, pero es difícil predecir el momento».

Fuente: Özgür Altınbaş

CONTRAOFENSIVA FALSA Y RECHAZO A LAS MISIONES DE BUENOS OFICIOS.

Kiev dice haber emprendido una «contraofensiva» desde hace 2 semanas. Pero no es eso lo que se ve en el terreno. También dice haber recibido con esperanzas las dos misiones de buenos oficios iniciadas por China y por la Unión Africana. Pero el presidente ucraniano interrumpió las negociaciones que había abierto con Moscú al inicio del conflicto y ha promulgado una ley que prohíbe reanudarlas.

La prensa occidental ha optado por no hablar sobre lo que está sucediendo en el campo batalla mientras que el Kremlin da pruebas de transparencia. Del lado ruso, los cronistas especializados están autorizados a circular por el frente y publican lo que piensan, aun cuando critican el funcionamiento de las fuerzas armadas rusas y sus resultados. El propio presidente Putin los recibió y respondió personalmente a todas sus preguntas, incluyendo las más duras, en vivo y ante las cámaras de televisión.

Las autoridades de Kiev afirman que el ejército ucraniano inició, desde el 8 de junio, «una vasta contraofensiva contra el agresor ruso».

UNA CONTRAOFENSIVA INEXISTENTE
En la literatura militar se prefiere hablar de «contrataque» y no de «contraofensiva». El contrataque consiste en aprovechar debilidades momentáneas del enemigo para lanzarse al asalto. Un ejemplo clásico es la batalla de Austerlitz, donde Napoleón ordenó la retirada a una parte de sus tropas e hizo caer así las fuerzas enemigas en una trampa que le dio la victoria.

El término «contraofensiva» no fue seleccionado al azar. Es un truco de comunicación tendiente a sembrar en las mentes del público la idea de que Moscú emprendió una «ofensiva» para apoderarse de Ucrania. Por cierto, no está de más recordar que los rusos llegaron a tomar el aeropuerto del norte de Kiev, de donde finalmente se retiraron por propia voluntad.

La realidad es que los rusos nunca trataron de «tomar» Kiev y que nunca pretendieron «invadir» Ucrania. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo dijo claramente desde la primera semana de la «operación especial» rusa. Al tomar un aeropuerto militar, por demás situado al norte Kiev, las fuerzas rusas no tenían otra intención que garantizar su propia superioridad aérea desde el primer momento, sin que eso indicara que pretendían tomar la capital.

Del lado ruso, tampoco es casual el uso de la expresión «operación especial». Moscú subraya que no se trata de una guerra de invasión sino que está haciendo uso de su «responsabilidad de proteger» a los civiles de las repúblicas de Donetsk y de Lugansk, que estaban siendo oficialmente objeto de una operación punitiva emprendida por Kiev, desde 2014.

Poner en tela de juicio las razones de Moscú para iniciar su «operación especial» sería como cuestionar la operación del ejército de Francia que debía poner fin a las masacres en Ruanda. Por cierto, ambas operaciones especiales contaron con el aval de sendas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU (la resolución 929 del 22 de junio de 1994, en el caso de Ruanda, y la resolución 2202 del 17 de febrero de 2015, en el caso de Ucrania). La única diferencia es que la resolución que Moscú invoca no se adoptó en medio de una situación de urgencia. En la resolución sobre Ucrania, el Consejo de Seguridad daba su aval a los Acuerdos de Minsk y otorgaba a Alemania, a Francia y a Rusia la posibilidad de intervenir para imponer su aplicación.

En el plano de la comunicación, el término «contraofensiva» tiene la ventaja de hacer olvidar que, durante ocho largos años, Kiev desató una guerra atroz contra sus conciudadanos de cultura rusa, una guerra en la que murieron entre 14000 y 22000 miembros de esas poblaciones.

Durante meses, Kiev pidió y obtuvo el envío de grandes volúmenes de armamento occidental. Occidente también se encargó de garantizar formación militar a miles de soldados ucranianos mientras que Rusia retiraba sus fuerzas hasta las posiciones aceptadas en las negociaciones que había iniciado con Ucrania, desarrolladas inicialmente en Bielorrusia y posteriormente en Turquía, negociaciones que acabaron siendo denunciadas por el parlamento ucraniano. Es importante saber que Washington instaló en la sede del parlamento de Kiev una oficina permanente de «consejeros» del Departamento de Estado y de la USAID.

Moscú hizo incluso más de lo previsto en las negociaciones ya que, en Jersón, las fuerzas rusas se retiraron de una parte de la ciudad, convirtiendo así el río Dniéper en la frontera natural entre Ucrania y Novorrusia. Visto el hecho que la población de esa región había decidido, por vía de referéndum, unirse a la Federación Rusa, Moscú construyó allí dos líneas defensivas que van desde la desembocadura del Dniéper hasta Dombás. Esas dos líneas defensivas incluyen los llamados «dientes de dragón» (estructuras piramidales de concreto que dificultan el paso de los blindados) y kilómetros de trincheras.

La OTAN, que además de aportar armas y entrenamiento también pone «ideas», ordenó emprender la «contraofensiva» a pesar de que Kiev no dispone de una cobertura aérea apropiada y cuenta con pocas municiones. Durante el año anterior, el ejército ucraniano todavía podía recurrir al uso de drones para vigilar los movimientos del adversario. Actualmente, ya no puede hacerlo porque las fuerzas rusas interfieren prácticamente todas las señales radioeléctricas en el territorio que controlan. Teóricamente, Kiev dispone de un enorme volumen de armamento. Pero en la práctica, gran parte del armamento enviado por Occidente ha sido desviado hacia otras latitudes, con o sin el consentimiento de los «generosos» donantes. En cuanto a las municiones, se ha hecho imposible almacenarlas en Ucrania sin que sean destruidas por los misiles hipersónicos rusos. Así que las municiones se almacenan en Polonia y Moldavia y sólo pasan la frontera ucraniana para ser enviadas directamente al frente.

Hace dos semanas que las fuerzas de Kiev tratan de romper las líneas defensivas rusas, sin lograrlo. Los atacantes y sus medios blindados se agolpan inútilmente ante las defensas rusas, donde se convierten en blanco fácil de la artillería rusa, y cuando se deciden a emprender la retirada, los rusos envían drones que siembran de minas su camino de regreso.

Lo único que han logrado las fuerzas de Kiev ha sido «tomar» poblados desiertos situados a algunos kilómetros de las líneas rusas. Mientras tanto, la aviación rusa bombardea sus arsenales, a menudo en la profundidad del territorio bajo control ucraniano. Los sistemas antiaéreos que la OTAN consideraba más sofisticados, los Patriot de fabricación estadounidense, han sido destruidos en cuanto fueron instalados. Ucrania ya no tiene gran cosa como defensa antiaérea, sólo con que derribar algunos viejos misiles. El estado mayor ucraniano dice haber derribado seis misiles hipersónicos Kinzhal, lo cual es simplemente imposible ya que esos misiles vuelan a Mach 10 (10 veces la velocidad del sonido). En un esfuerzo por sostener esas afirmaciones, el alcalde de Kiev, el ex-boxeador Vitali Klitschko, ha divulgado fotos donde posa ante pedazos de algo que él identifica como restos de un Kinzhal, pero que no corresponden para nada con las dimensiones de ese misil ruso.

La moral de las tropas ucranianas está por el suelo. Desde Kiev, el ministerio de Defensa asegura que todavía hay muchos hombres en la retaguardia, pero la región de Ivano-Frankivsk ha decidido movilizar a todos los hombres de entre 18 y 60 años, lo cual parece indicar que ya no hay muchos dispuestos a ir al frente.

Por su parte, la OTAN ha desplegado todos sus aviones AWACS para tratar de saber lo que realmente sucede en el campo de batalla. A estas alturas, es imposible que la OTAN ignore la envergadura de la derrota… pero sigue empujando los ucranianos a continuar la guerra, o más bien sigue empujándolos a la muerte.

En Kiev, la misión de paz de la Unión Africana fue recibida cortésmente. Pero el gobierno ucraniano no está interesado en sus buenos oficios y se limitó a tratar de poner a los africanos de su parte.

KIEV NO ESTÁ INTERESADO EN MISIONES DE BUENOS OFICIOS
En Washington todavía parecen abrigar la esperanza de que Kiev logre de alguna manera vencer a Moscú, ofreciendo así al presidente estadounidense Joe Biden una esplendorosa reelección. Algunos responsables estadounidenses, más realistas, podrían decidir dar marcha atrás y apoyarse en las misiones de buenos oficios enviadas por China y por la Unión Africana. Pero, hasta ahora, incitado por Washington, el parlamento ucraniano ha prohibido toda forma de negociación con el «invasor».

China ha publicado un documento donde expone doce principios que, según su visión, deberían servir de base a todo acuerdo de paz. El enviado especial de Pekín, Li Hui, no tiene intenciones de conversar sobre la aplicación de esos principios hasta que ambas partes los hayan aceptado. Pero las potencias occidentales saben perfectamente que para fingir que comparten ésos principios tendrían que seguir profiriendo las mismas mentiras que han venido repitiendo durante los últimos treinta años. Y, de no hacerlo, estarían reconociendo que la posición rusa es correcta y tendrían que apostar por la derrota de Kiev.

Desde África, la Unión Africana y la Fundación Brazzaville han enviado cuatro jefes de Estado: el presidente de la Unión de las Comoras, Azali Assoumani, presidente en funciones de la Unión Africana; el presidente de Senegal, Macky Sall; el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y el presidente de Zambia, Hakainde Hichilema. Todos los demás prefirieron enviar a alguien en su lugar: el presidente de Egipto, Abdelfatah al–Sisi, envió a su primer ministro, Mostafá Madbuli; el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, contagiado de Covid-19, delegó en un ex-ministro de Exteriores, Ruhakana Rugunda, y el presidente de la República del Congo, Denis Sassou-Nguesso, envió al ministro de Estado de la presidencia, Florent Ntsiba.

En cuanto llegó a Kiev, toda la delegación de la Unión Africana fue invitada a visitar la localidad de Bucha, donde les hablaron de las atrocidades supuestamente cometidas allí por los ocupantes rusos. Pero los africanos no pudieron reunirse con los investigadores internacionales que demostraron, al contrario, que las «víctimas de los rusos» murieron al ser alcanzadas por un tipo de munición antipersonal que fue muy utilizado en la 1GM y que no existe en los arsenales rusos. Tampoco les dijeron a los africanos lo más importante: los rusos se retiraron de Bucha el 30 de marzo de 2022, sin que el alcalde de la localidad encontrara nada anormal. Al día siguiente, entraron en Bucha los nacionalistas integristas del batallón Azov… y los cuerpos aparecieron el 4 de abril. Es evidente que los nacionalistas integristas del batallón Azov procedieron a la ejecución de personas que según ellos habían colaborado con los rusos y utilizaron los cadáveres para montar el escenario de la «masacre rusa». Pero, no debemos olvidar que los africanos conocen de sobra ese tipo de situaciones y que no es fácil engañarlos.

Cuando la delegación africana llegó a Kiev, las sirenas comenzaron a sonar, anunciando un ataque aéreo. Pero los africanos no se dejaron impresionar y rápidamente comprobaron que la capital no fue bombardeada. Los misiles rusos golpearon exclusivamente varios objetivos militares.

En el encuentro de la delegación africana con la prensa, al final de la visita, el presidente de las Comoras, Azali Assoumani, declaró:
«La vía de la paz debe pasar por el respeto de la Carta de las Naciones Unidas y África está dispuesta a seguir trabajando con ustedes en la búsqueda de una paz duradera (…) Aunque el camino hacia la paz puede ser largo, la esperanza está presente porque existe la posibilidad de conversar».

¿Cuál fue la respuesta del presidente ucraniano Volodimir Zelenski?
«Hoy he dicho claramente durante nuestro encuentro que permitir cualquier negociación con Rusia ahora, cuando el ocupante está en nuestra tierra, significa congelar la guerra, congelar el dolor y el sufrimiento».

Después de haber oído la respuesta del presidente ucraniano, la delegación africana viajó a San Petersburgo para reunirse con el presidente ruso… quien se mostró mucho más abierto. Lo más importante, es que el presidente ruso expuso ante la delegación africana un argumento aplastante. Putin presentó a la delegación africana de buenos oficios los textos del proyecto de tratado de paz y del addendum que los ucranianos negociaron con los rusos en marzo de 2022… textos que portan la firma del jefe de los negociadores ucranianos.

Putin explicó seguidamente que, en aplicación de ese proyecto, las tropas rusas se retiraron de las regiones de Kiev y de Chernihiv (o Chernigov), pero que Kiev no sólo se negó después a ratificar los textos ya firmados sino que además adoptó una ley que prohíbe toda negociación de paz.

La próxima cumbre África-Rusia, que tendrá lugar del 26 al 29 de julio, permitirá saber cuál de los dos presidentes pareció realmente sincero a la delegación de buenos oficios de la Unión Africana. Pero ya está claro que el interés de Kiev por las misiones de buenos oficios es tan falso como su contraofensiva.

EL DERRUMBE DE KIEV

Las armas han hablado. También ha hablado el momento de la verdad. La contraofensiva de Kiev ha fracasado de manera lamentable. Los enormes volúmenes de armamento enviados por los miembros de la OTAN han resultado inútiles. El campo de batalla se ha cubierto de cadáveres de soldados ucranianos enviados a morir inútilmente. Los territorios cuyas poblaciones decidieron por vía de referéndum unirse a la Federación Rusa seguirán siendo rusos. Este «jaque mate» no sólo marca el fin de la Ucrania que alguna vez conocimos. También significa el fin de la dominación occidental, de un Occidente que apostó por la mentira. El nacimiento del mundo multipolar puede llegar a concretarse durante este verano, en el marco de varias cumbres internacionales. Se impone una manera de pensar que no reconoce la fuerza como fuente del derecho.


En 6 días, del 4 al 10 de junio de 2023, la contraofensiva del ejército de Kiev se ha convertido en una terrible derrota.

Las fuerzas rusas habían construido dos líneas defensivas en la parte de la Novorrusia ya liberada. Los blindados occidentales de Kiev se estrellaron contra la primera línea.

Las tropas de Kiev arremetieron contra una docena de puntos con la esperanza de recuperar el territorio «ocupado». Sus blindados no lograron atravesar la primera línea defensiva rusa, se amontonaron frente a ella y allí fueron destruidos uno por uno por la artillería y los drones rusos.

Antes del inicio de la contraofensiva de Kiev, el ejército ruso había destruido centros de mando y arsenales de las fuerzas armadas ucranianas mediante ataques con misiles. Gran parte de la defensa antiaérea recién instalada había sido igualmente destruida con misiles hipersónicos. Al carecer de los medios antiaéreos destruidos, las fuerzas ucranianas no pudieron llevar a cabo las acciones que la OTAN había planificado.

Exceptuando su sistema de neutralización electrónica de los medios de control del armamento de la OTAN y algunos de sus misiles hipersónicos, Rusia no recurrió a sus nuevas armas.

La frontera se ha convertido en un extenso cementerio de hombres y blindados. Los aeródromos ucranianos están plagados de restos humeantes de aviones MiG-29 y F-16.

Los estados mayores de Estados Unidos, de la OTAN y de Ucrania se acusan entre sí de este histórico desastre. Nadie quiere cargar con la responsabilidad de la derrota. Varios miles de militares ucranianos han muerto inútilmente y 500 000 millones de dólares se han perdido en un gasto igualmente inútil. Las armas occidentales que hacían temblar el mundo en los años 1990 no han servido de nada ante el arsenal ruso de hoy. La fuerza ha cambiado de bando.

En este momento, ya se imponen dos conclusiones:

No debemos confundir el ejército ucraniano con los «nacionalistas integristas».

Ya no existe un ejército ucraniano capaz de librar una guerra de alta intensidad, pero Kiev todavía cuenta con las fuerzas integradas por los «nacionalistas integristas» —a veces denominadas «banderistas» o «ukronazis». Sin embargo, esas fuerzas no cuentan con la preparación necesaria para asumir un conflicto de alta intensidad —su experiencia se limita a la participación en enfrentamientos de baja intensidad. Sus cabecillas lucharon en Chechenia a finales de los años 1990s bajo las órdenes de la CIA estadounidense y de los servicios secretos de la OTAN, y a veces en Siria en los años 2020s. Están entrenados para cometer asesinatos selectivos, realizar acciones de sabotaje y perpetrar masacres contra civiles. La guerra de alta intensidad está por encima de sus «capacidades».

Esos elementos han logrado:
  • sabotear los gasoductos ruso-germano-franco-neerlandeses Nord Stream y Nord Stream 2, el 26 de septiembre de 2022, para sumir a Alemania, y la Unión Europea en general, en la recesión;
  • sabotear el puente que atraviesa el estrecho de Kerch, conocido como «el Puente de Crimea», el 8 de octubre de 2022;
  • atacar con drones el Kremlin, el 3 de mayo de 2023;
  • atacar con drones el barco ruso Ivan Kurs, que defendía el gasoducto Turkish Stream en el Mar Negro, el 26 de mayo de 2023;
  • sabotear la represa de Kajovka, para dividir en dos a Novorrusia, el 6 de junio de 2023;
  • volar la tubería destinada al transporte de amoníaco entre Togliatti y Odesa, el 7 de junio de 2023, para sabotear la producción rusa de fertilizantes.
Como en las dos Guerras Mundiales y durante la guerra fría, los «nacionalistas integristas» ucranianos han demostrado sus «habilidades» en materia de terrorismo, pero no han tenido ningún papel decisivo en el campo de batalla.

En este momento es más importante que nunca percibir la diferencia entre los ucranianos, los militares, que creían defender a su pueblo, y los «nacionalistas integristas», indiferentes estos últimos a la protección de sus compatriotas y que a lo largo de todo un siglo han demostrado tener como único objetivo la erradicación de los rusos y de la cultura rusa.

La Ucrania que alguna vez conocimos ya no existe
Lo que hoy queda de Ucrania es sobre todo un poder de comunicación. Kiev ha logrado hacer creer que el golpe de Estado de 2014, el derrocamiento de un presidente democráticamente electo para poner en el poder a los «nacionalistas integristas», fue una «revolución». También ha logrado disimular el hecho que el régimen nacido de aquel golpe de Estado reprimió a los ucranianos de Dombás, les negó el acceso a los servicios públicos, negó el pago de los salarios a los funcionarios en aquella región, negó el pago de las jubilaciones y acabo bombardeando las ciudades de Dombás. Y también ha logrado hacer creer en Occidente que Ucrania era un país homogéneo donde un solo grupo poblacional siempre vivió una historia común.

Como en la mayoría de las guerras, existe en Ucrania el factor «guerra civil». Todos pueden comprobar ahora que —a pesar de todo lo que se ha hecho para tratar de negarlo— el análisis que Vladimir Putin publicó en su momento no es una «reconstrucción» de la historia sino una verdad acorde con los hechos. El pueblo del Dombás es profundamente ruso. El pueblo de Novorrusia, aunque su historia es algo distinta a la de Rusia (nunca existió en Novorrusia el sistema de explotación de los siervos), también es de cultura rusa. A lo largo de la historia, Ucrania sólo existió como Estado independiente durante un decenio —durante los agitados periodos de 1917-1922 y 1941-1945—, al que se agregó después el periodo iniciado, a raíz de la disolución de la URSS.

Durante esos breves periodos, Kiev emprendió limpiezas étnicas y masacró a los propios ucranianos. Primero, cuando los nacionalistas integristas estuvieron en el poder: en 1917-1922, con el régimen de Petliura, y en 1941-1945, con el colaborador de los nazis Stepan Bandera. En 2014-2022, volvió a suceder lo mismo bajo los presidentes Petro Poroshenko y Volodimir Zelenski. O sea, en un siglo, los «nacionalistas integristas» ucranianos —así se designan ellos mismos— han asesinado a más de 3 millones de sus compatriotas.

Durante la 1GM, la población de la Novorrusia se sublevó contra Kiev, con el anarquista Néstor Majnó. Durante la 2GM, la población de Dombás y la población de la Novorrusia se sublevaron, como pueblos soviéticos, contra el régimen impuesto en Kiev por los ocupantes nazis y sus colaboradores ucranianos. Esas poblaciones luchan hoy, junto a las fuerzas rusas, contra los «nacionalistas integristas» de Kiev.

La única manera de evitar nuevas masacres es separar a los «nacionalistas integristas» de las poblaciones de cultura rusa que estos se empeñan en tratar de aniquilar.

Dado el hecho que la OTAN organizó un golpe de Estado en 2014, puso a los «nacionalistas integristas» en el poder y emprendió una verdadera guerra contra las poblaciones de las regiones de cultura rusa, es evidente que el país ya está dividido y que la única solución para el actual conflicto es dejar a esos elementos en el poder… en Kiev. Tocará a los ucranianos —y sólo a ellos— la tarea de sacarlos definitivamente del poder.

El conflicto actual ha iniciado el proceso. En las regiones liberadas por las fuerzas rusas los pobladores decidieron, mediante referéndums populares, unirse a la Federación Rusa. El presidente Vladimir Putin, interrumpió el avance inicial del año pasado para dejar espacio a las negociaciones con Ucrania, realizadas primero en Bielorrusia y posteriormente en Turquía. La región de Odesa es ucraniana, de jure, pero es culturalmente rusa. De jure, Transnitria sigue siendo moldava pero también es culturalmente rusa.

Técnicamente, la guerra puede considerarse terminada. Ninguna ofensiva de Kiev podrá modificar las nuevas fronteras surgidas del conflicto. Es cierto que los combates pueden prolongarse por mucho tiempo y que las partes están lejos de concluir un tratado de paz.

Pero también es cierto que las armas han hablado y que la suerte está echada. Y que también queda un problema en Ucrania, así como en Moldavia: la región de Odesa y la de Transnitria todavía no han pasado a ser rusas.

Lo más importante, sin embargo, es que aún subsiste un problema de fondo. En violación de sus compromisos orales y escritos, las potencias de la OTAN han acumulado enormes volúmenes de armamento estadounidense junto a la frontera de Rusia, cuya seguridad sigue estando en peligro.

EUROPA: MUERTOS O ENTREGADOS


El hombre, al menos en Occidente, decae. Y con él, declina la moral y la belleza. El hombre es una delicada y frágil criatura. Dios la hizo por debajo del ángel, aunque con un alma inmortal. Esa inmortalidad, y todo cuanto se despliega por ella y hacia ella, consiste en su misma fuerza y dignidad. En cambio, su voluntad, es quebradiza y mutable. Con su nostalgia de la bestialidad, la recaída del hombre europeo en ser (mera) cosa, le pone en peligro cada día.

Hoy, el hombre europeo, y quien de forma cultural se ha criado como europeo en cualquier rincón del planeta, ya no se reconoce a sí mismo. Se apaga en él la llama de la moral y de la belleza. Desconoce lo que es el Bien, olvidó su resplandor que —una vez cegados por él— nos invita constantemente a su divina prosecución. El hombre de Europa lleva siglos de oscurecimiento, y no va tras el Bien. Es esta un alma sometida a tormento y encierro, pues los más infernales poderes la gobiernan.

Los poderes de la Modernidad son los poderes del dinero. Nos llenan el paisaje con mezquitas, y sustituyen a Bach con el tam-tam de la selva, pero todo esto es fruto podrido del poder del dinero. El alma colectiva de un pueblo y de una civilización suele corromperse con el dinero, justo como acontece con el alma individual. Desde el momento en que a la persona se le enseña a ser menos de lo que realmente es, se la reduce a carne, materia, estofa de la más baja, apta para ser vendida en el mercado y consumida por el «mejor» postor. Entonces, esa alma se tritura, se angosta y con la fractura también se rompe la voluntad de ser fiel a sí misma.

Todo se compró y se vendió con el auge del modo de producción capitalista. La Tierra y el Trabajo. La primera, dejó de ser el hogar y la madre nutricia del hombre. El segundo, dejó de ser servicio y prestación. Todo, absolutamente todo, devino Mercancía.

El hombre como mercancía llegó a ser el hombre europeo a partir de finales del medioevo, llegó a serlo sin perjuicio de explotar y colonizar a los hombres de otras culturas. Anteriormente, sólo una parte de la humanidad había caído en la condición de «cosa», y como cosa, mercancía. El modo de producción esclavista (antiguo) se caracterizaba por una coexistencia de esclavos, campesinos y artesanos «libres», y señores parasitarios. Pero el modo de producción capitalista es una generalización de la cosificación. Todo deviene cosa, incluso el propio cuerpo y los órganos inclusos en él. Nadie se escapa, hasta la élite burguesa y la super élite globalista sabe que, en el fondo, ella también tiene un precio. Por una determinada cantidad, alta o baja, todos se venden y el sistema entero se transforma en un inmenso entramado de Prostitución.

Cuando todo se enlodaza, el Bien, la Belleza y la Verdad también. No se mancillan ellos mismos en cuanto trascendentales, claro está, pero sí se revuelcan en el fango la percepción (otrora sana y clara) que el buen europeo tenía de ellos. Se destruye la vigencia social de sus resplandores. Una civilización enlodazada, vista como espectáculo triste, joya echada a perder por la religión de la Mercancía, se parece mucho a esa lucha pornográfica de combatientes en el lodo que sirve de espectáculo a los rijosos. El resto del mundo nos contempla desnudos y en el lodo.

El hombre europeo ha olvidado su misión. La civilización que, según Spengler, tomó lo mejor del catolicismo romano-germánico y, como un disparo, se lanzó hacia los inmensos espacios para abarcarlos, circundarlos, abrazarlos posesivamente, es hoy una entidad cadavérica. Las civilizaciones se parecen a organismos y todas ellas están condenadas a perder su lozanía, y tras esa merma, todas están llamadas a la rigidez y a la falsedad. Abandonan los últimos restos de su existencia como culturas, se despojan de la vitalidad y consienten en ser penetradas por todas las corrientes vitales ajenas. Ajenas sí, pero vitales.

El conservador europeo se concibe a sí mismo como muro de contención y como custodio de unas esencias puras, ignorando tal vez que él mismo ya es una sombra fantasmal, y un pobre enfermo que no accede a los manantiales puros que una vez el asfalto enterró. Los manantiales ya han sido envenenados por un enemigo interior, Satán o Sauron que recorre todo el solar de nuestros padres del uno al otro confín. El conservador europeo ha vivido durante décadas bajo el engaño de una protección inexistente.

Los hobbits de la Comarca, en la inmortal obra de J.R.R. Tolkien, vivieron durante generaciones ajenos a las crueldades del Gran Mundo, y como pueblo sano y alegre desconocía que su paz venía garantizada por otros «mayores» que, en silencio, guardaban las fronteras y acechaban al enemigo. La ingenuidad del conservador europeo es creerse protegido por esa falsa armadura de hierro sin alma, llamada «Occidente» y que no es otra cosa que la Anglosfera, hoy comandada por los Estados Unidos.

Debemos dejar de ser hobbits ingenuos. No hay armas para defendernos. Y la Anglosfera/Anglonia (Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Reino Unido) armada con venenos y cabezas nucleares no es nuestra civilización. Tampoco debemos seguir con la ingenuidad de los cínicos (¡sí, el cinismo puede ser una tremenda ingenuidad y un error fatal!): nadie «protege» a este continente, y si alguien guardara nuestras fronteras, que se sepa esto: nadie lo hace a cambio de nada. Europa no va a dejar de ser rígida civilización cadavérica, penetrada de americanismo, islamismo y africanidad, si no deja de ser un protectorado. La palabra es exacta: no somos simplemente una colonia. En un protectorado hay protectores y protegidos. Y quien renuncia a su propia defensa (no me refiero solamente a la defensa militar, sino a la defensa de sus valores) está muerto, entregado.

LA LENTA DERROTA DE UCRANIA

 

En la guerra de Ucrania la clase política y periodística occidental continúa enredándose en una ficción que cada vez se aleja más de la realidad. Sin embargo, hasta la mentira burda propia de la propaganda bélica debería tener sus límites, porque llegará un momento en que caerá el telón y la farsa quedará al descubierto. Veritas filia temporis.

La inevitable caída de Bajmut, que adelanté hace unos meses, es un ejemplo de ello. Los medios occidentales han procurado minimizar la relevancia del hecho argumentando que la ciudad carecía de importancia estratégica y distrayendo al público con la incursión de un pequeño grupo enviado a la muerte al otro lado de la frontera rusa para lograr un titular de un día. Sin embargo, Bajmut es un relevante nudo de carreteras y vías de ferrocarril cuya defensa tenía una «importancia estratégica capital», pues era «clave para la estabilidad de todo el frente», según el comandante en jefe del ejército ucraniano, el competente general Zaluzhny, del que, por cierto, no se tienen señales de vida creíbles desde hace semanas (de estar fuera de combate, el bando ucraniano habría sufrido un serio golpe en un momento crucial).

Por otro lado, Zelensky y sus publicistas hicieron de Bajmut un icono de la defensa ucraniana hasta el extremo de que, cuando Zelensky visitó EE.UU. en diciembre y habló ante el Congreso norteamericano, entregó teatralmente una bandera firmada «por los defensores de la ciudad» y mencionó «Bajmut» nada menos que ocho veces en su discurso. Esto explica que insistiera en defenderla a toda costa entre aparentes discrepancias con su Estado Mayor, que consideraba la defensa desproporcionadamente costosa en vidas humanas. Está claro que enviar a soldados a la muerte desde la seguridad de un búnker en Kiev o mientras se está de tournée por ciudades occidentales es más fácil que ir en persona a primera línea con un fusil de asalto.

Bajmut ha sido tomada exactamente un año después de la toma de Mariúpol, una fecha simbólica para los rusos. La probabilidad de que esto sea una coincidencia es muy baja, lo que hace creer que Rusia podía haber tomado la ciudad mucho antes, pero prefirió dejar un corredor abierto para que Ucrania sacrificara más hombres. La imagen mediática que se ha querido trasladar de oleadas de soldados rusos suicidas chocándose con las defensas ucranianas en ataques frontales es absurda. Los rusos han aprendido de sus errores iniciales y se mueven ahora de forma metódica, sin prisa, siguiendo criterios militares y no políticos, al contrario que Ucrania. Así, el papel de la infantería del grupo mercenario Wagner ha sido más bien identificar dónde se encontraban las fuerzas ucranianas para que la artillería del ejército regular ruso machacara su posición antes de avanzar. Ése es el motivo de que en Bajmut no haya quedado piedra sobre piedra y de que la ratio de bajas del atacante frente al defensor haya sido la inversa a lo habitual.

Según algunas fuentes, al atraer y lograr concentrar e inmovilizar tantas tropas ucranianas en un área tan pequeña, Rusia habría logrado aniquilar el equivalente a cuatro divisiones del ejército ucraniano (unos 60.000 hombres) gracias a su vasta superioridad en artillería, cuyo volumen de fuego es diez veces superior a la de Ucrania, como reconocen fuentes occidentales. No olviden que entre el 65% y el 75% de las bajas en un conflicto de estas características están causadas por la artillería.

Dado que gran parte de las fuerzas entrenadas por países de la OTAN han sido reservadas para una eventual ofensiva, muchos defensores ucranianos enviados a la ciudad eran reclutas novatos, adolescentes, mayores de 50 o pobres de zonas rurales lanzados a la muerte sin ningún entrenamiento previo, como denunció el Wall Street Journal la semana pasada. En la misma línea, hace un par de meses el Washington Post entrevistó a un teniente coronel ucraniano que describió la falta de munición y de experiencia de combate de las tropas y confesó el sombrío estado de ánimo en el frente. Su batallón de 500 hombres había sufrido un 100% de bajas (100 muertos y 400 heridos), y los nuevos soldados novatos que le enviaban «tiraban sus armas y echaban a correr» al primer sonido de disparos. El teniente coronel «confiaba en un milagro» en la cacareada ofensiva ucraniana, que daba por hecho que se realizaría, aunque acabara «en una masacre».

No podemos perder de vista que los tercos números siempre han apuntado a una inevitable victoria rusa, más aún en una guerra de desgaste. Ambos contendientes han demostrado probado valor y espíritu de lucha, pero los rusos gozan de una vasta superioridad militar y de enormes reservas, con una ventaja demográfica de 5 a 1, una ventaja en artillería de 10 a 1, clarísima superioridad aérea y electrónica y un sorprendente arsenal de misiles de precisión.

La guerra siempre es un horror. Aunque las siguientes cifras deban tomarse con cautela, fuentes solventes estiman que los ucranianos han podido sufrir alrededor de 180.000-220.000 muertos y los rusos entre 30.000 y 40.000, proporción inversa a lo que cuentan los medios, pero congruente con la diferencia de volumen de fuego. De ser ciertos estos datos, Ucrania habría perdido tres cuerpos de ejército en un año y le quedaría un último cartucho, una fuerza «ofensiva» constituida por los pocos carros de combate occidentales (de muy distinto estado operativo) y las divisiones recompuestas por hombres entrenados por la OTAN en estos meses, pero sigue careciendo de apoyo aéreo y artillero digno de tal nombre.

«Si tus enemigos son más poderosos y fuertes que tú, no los atacarás, sino que evitarás con sumo cuidado toda posibilidad de enfrentamiento directo». La advertencia de Sun-Tzu no parece haber sido escuchada por los titiriteros de Zelensky, que parecen creer que una ofensiva, por pírrica que sea, puede convertirse en un éxito propagandístico y desequilibrar a Rusia. Quizá tengan razón, pero creo que en el mejor de los casos será como la fallida ofensiva alemana de las Ardenas de 1944 y, en el peor, como la suicida Carga de la Brigada Ligera británica en la guerra de Crimea (1854).

Napoleón decía que la clave «de las grandes batallas» se resumía en saber esperar, trasladarse con rapidez y concentrarse oportunamente. Con un frente de 1.500 kilómetros en el que los defensores rusos se encuentran dispersos, el contendiente ucraniano, aun siendo más débil, puede abrir una brecha en un golpe de audacia si cuenta con el efecto sorpresa y concentra adecuadamente sus fuerzas. Sin embargo, el necesario secreto dificulta la preparación, la habitual maniobra de distracción diluye la potencia del ataque y la imprescindible rapidez de avance puede verse comprometida de modo impredecible. Además, si Rusia detectara una concentración de fuerzas en retaguardia éstas serían diezmadas antes de entrar en combate, como quizá esté ocurriendo ya.

Según fuentes rusas ayer se produjo un primer ataque ucraniano que fue repelido con grandes bajas entre los atacantes, incluyendo 1/3 de los carros de combate utilizados. Este ataque puede haber sido el comienzo de la ofensiva o la típica maniobra de distracción. En cualquier caso, si la ofensiva finalmente se produce y es inicialmente exitosa, los medios occidentales lo publicitarán como un éxito rotundo, pero sería ésta una conclusión precipitada: antes o después dicha ofensiva perderá fuelle y será detenida en seco. Con su frialdad característica, Rusia absorberá, detendrá, contraatacará y arrollará. Lejos de defender territorio a toda costa (salvo en ciudades estratégicas), realizará retiradas tácticas y se centrará en destruir metódicamente la capacidad militar ucraniana, que es su verdadero objetivo.

Ante el horror de esta guerra hay que denunciar una y otra vez que el provocador de este conflicto ha sido el gobierno de EE.UU., que despreció los intentos por parte de Rusia de alcanzar un acuerdo de seguridad mutua ante una amenaza que consideraba existencial. En palabras de alguien tan poco sospechoso como el norteamericano John Mearsheimer, graduado en West Point y conocido teórico en relaciones internacionales, «Putin estaba profundamente comprometido a lograr un acuerdo negociado e hizo todo lo posible durante años para explicar a EE.UU. por qué [una Ucrania hostil] no era aceptable para Rusia».

Los argumentos esgrimidos sobre un supuesto expansionismo ruso nostálgico de la extinta URSS son construcciones realizadas a posteriori con fines propagandísticos. ¿Dónde está la evidencia del expansionismo de Rusia en los 22 años que llevaba el autócrata Putin en el poder antes de la invasión? ¿En qué documentos de seguridad y estrategia occidentales –España incluida– se mencionaba el expansionismo ruso como la gran amenaza para Europa antes de febrero del 2022? Déjenme que les responda: en ninguno. Rusia ha sido un enemigo artificialmente creado, y su pasado reciente como miembro del G8 parece querer olvidarse:


Los norteamericanos contaban con que las sanciones económicas iban a dañar seriamente a Rusia, pero éstas han fracasado (al menos a corto plazo), pues su PIB apenas descendió un 2% en 2022 y se espera que crezca muy ligeramente en 2023. Por su lado, las sanciones autoimpuestas por la sumisa UE, gobernada por una burocracia inepta que vive en su torre de marfil, han golpeado a los ciudadanos europeos con una gran inflación y una inestabilidad energética estructural, de modo que la recíproca dependencia de Rusia ha sido sustituida por una asimétrica y mucho más cara dependencia de EE.UU. Las sanciones también han dañado a las empresas europeas, que se han visto obligadas a malvender sus activos en Rusia a toda prisa y a precio de saldo a compradores rusos. Pero si en Bruselas no están sobrados de inteligencia, en Berlín no le andan a la zaga: tras torpedear su propia economía, el gobierno alemán ha aceptado la humillación de mirar hacia otro lado mientras EE.UU. o sus «socios» presuntamente le saboteaban su más importante infraestructura energética, el gaseoducto Nord Stream 2.

Los amagos occidentales sobre la potencial incorporación de Ucrania a la OTAN, desde que en la Cumbre del 2008 ésta acordara —a iniciativa de EEUU— que Ucrania y Georgia se incorporaran a la organización, sólo pueden calificarse de peligrosa provocación. EE.UU. siempre ha sabido que la pertenencia de Ucrania a la OTAN era «la más roja de las líneas rojas para la élite rusa y no sólo para Putin», como escribió el actual director de la CIA y ex-embajador en Moscú, William Burns, en sus memorias (publicadas en 2019), en las que añadía: «En más de dos años y medio de conversaciones con personajes clave de Rusia, desde los más cavernícolas del Kremlin hasta los liberales más críticos con Putin, aún no me he encontrado con nadie que no viera la entrada de Ucrania en la OTAN como una desafío directo a los intereses de Rusia» ¿Qué hacía la «defensiva» OTAN entrenando y armando desde el 2014 a Ucrania, un país no miembro con una política agresiva hacia una potencia nuclear?

Asimismo, hay que denunciar que esta guerra pudo haber acabado en pocas semanas, pero EE.UU. y Reino Unido (Anglonia) decidieron alargarla y boicotearon las negociaciones entre las partes que tuvieron lugar en marzo del 2022 en Turquía. En efecto, Occidente intervino para «bloquear» cualquier acuerdo y levantar a Ucrania de la mesa, en palabras del ex-primer ministro de Israel, corroboradas por el ministro de Asuntos Exteriores turco. Hasta entonces el conflicto apenas había causado muertos, pero para algunos debilitar a Rusia bien valía sacrificar un país pobre y lejano del que nadie se acordará cuando todo haya acabado y la vida de centenares de miles de personas. Naturalmente, nada de esto podría haber ocurrido sin la inmoral complicidad del corrupto gobierno ucraniano, que traicionó sus promesas electorales de distensión con Rusia y arrojó a su propio pueblo al precipicio ante un adversario implacable que no podía perder.

En resumen, caben pocas dudas de que EE.UU. provocó el conflicto y alargó innecesariamente la guerra. Por eso, no debe sorprendernos que el 85% del planeta que no es Norteamérica o sus colonias europeas contemple estupefacto la hipocresía anglosajona. ¿Éstos son «los valores» de los que presume Occidente y afirma defender la OTAN?

El conflicto entre EE.UU. y Rusia que se desarrolla sobre suelo ucraniano no sólo ha puesto de manifiesto el frío horror de la guerra o la impasibilidad de los psicópatas del poder de ambos bandos frente a la pérdida de vidas humanas, sino el estado de mentira permanente que ha alcanzado nuestra sociedad y la inmoralidad de un Occidente que ha perdido el juicio.

UCRANIA, EL MOMENTO DE LA VERDAD II: LOS OCCIDENTALES RECHAZAN LA PAZ EN UCRANIA.

En nombre de China, Li Hui vino a proponer a las potencias occidentales restaurar la paz y que reconociesen sus errores. El análisis de Li Hui es preciso y estrictamente basado en hechos. Pero los occidentales optaron por no escucharlo. Prefieren aferrarse al discurso que han venido elaborando y repitiendo desde el inicio de la guerra fría: las potencias occidentales son democráticas mientras que los demás países —todos los demás países— no lo son. Así que mantendrán su apoyo a Kiev… que ya perdió en el campo de batalla y ni siquiera tiene soldados.

Este rostro es probablemente desconocido para la mayoría de ustedes. Pero Li Hui es uno de los más importantes diplomáticos chinos. Vino a proponer a Occidente una paz en Ucrania. Fue recibido con amabilidad pero sin que nadie lo escuchase.

La semana pasada recordaba yo, desde este mismo sitio web, que a la luz del derecho internacional quien vende armas se hace responsable del uso que se les da.

Por consiguiente, si las potencias occidentales arman a Kiev están obligadas a garantizar que esas armas se utilicen sólo en la defensa de Ucrania y no para atacar el territorio ruso, dentro de las fronteras de 2014. De no existir esa garantía, las potencias implicadas en el envío de armas a Kiev se convierten en beligerantes contra Rusia.

Esas potencias tratan de no ser consideradas cobeligerantes. Por ejemplo, inicialmente retiraron ciertos sistemas de armas de los aviones que prometieron a Kiev para que esas aeronaves no puedan lanzar desde Ucrania misiles de ataque terrestre contra objetivos situados en la profundidad del territorio ruso. Claro, eso no impide que, con el tiempo, Kiev llegue a conseguir lo necesario para reequipar esos aviones.

El «jueguito» consistente en armar a Kiev sin darle oficialmente los medios para atacar el territorio ruso está siendo objeto de denuncia por parte de la diplomacia china. El Wall Street Journal ha relatado algunos aspectos de esos contactos, aunque disimula la esencia de la posición china.
El enviado chino Li Hui, quien acaba de visitar Kiev, Varsovia, París y Bruselas, puso el dedo en la llaga. Basándose en la «Iniciativa de Seguridad Global» y en el «Plan en 12 puntos para la paz en Ucrania», publicados hace meses por el ministerio de Exteriores de la República Popular China, Li Hui hizo notar a aquellos de sus interlocutores que ya habían aceptado esos documentos que:
  • A la luz del derecho internacional, Rusia tiene razón en haber iniciado su operación militar especial contra los extremistas ucranianos —la acción de Rusia no contradice la Carta de las Naciones Unidos y es incluso un caso legítimo de aplicación de su «responsabilidad de proteger» (la famosa R2P tan mencionada en otros momentos por Estados Unidos y sus aliados) a las poblaciones rusoparlantes;
  • Crimea, la región de Dombás y el este de Novorrusia decidieron legítimamente, por vía de referéndum, incorporarse a la Federación Rusa. Los «ucranianos» que pueblan esas regiones son desde hace siglos un pueblo muy diferente de los demás ucranianos.
El diplomático chino subrayó, en cambio, que:
  • Rusia debe respetar la decisión anunciada el 16 de marzo de 2022 por la Corte Internacional de Justicia (CIJ, el tribunal interno de la ONU) que le ordenó «suspender» sus operaciones militares en Ucrania, decisión que Rusia tardó en aplicar pero que ahora respeta.
Li Hui también explicó pacientemente a sus interlocutores que las potencias occidentales han cometido grandes faltas:
  • Instalaron depósitos de armas y bases militares de la OTAN en el este de Europa, en violación de la Declaración de Estambul, documento que habían firmado en 2013 como miembros de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE);
  • Organizaron y apoyaron (en 2014) un golpe de Estado contra las autoridades legítimas de Ucrania;
  • No hicieron nada para lograr que Kiev aplicara los Acuerdos de Minsk, acuerdos que Alemania y Francia firmaron como potencias garantes de su aplicación y que fueron ratificados por el Consejo de Seguridad de la ONU;
  • Adoptaron medidas coercitivas unilaterales contra Rusia, en violación de la Carta de las Naciones Unidas.
Al subrayar todo lo anterior, el diplomático chino no sólo echó por tierra toda la narrativa occidental sobre el conflicto ucraniano sino que también cuestionó la perspectiva de sus interlocutores occidentales sobre el diferendo de fondo.

Les hizo notar, además, que, al contrario de lo que ellos afirman, Estados Unidos no desea la victoria de Ucrania. ¿Por qué? Porque eso significaría que Ucrania es capaz de vencer a Rusia mientras que Estados Unidos no se atreve a enfrentarla. De hecho, eso sería para Washington la peor de las humillaciones.

Por demás, ya está claro para los observadores exteriores que el objetivo del envío de armas de segunda mano a Kiev no es vencer a Rusia sino sólo provocarla para que muestre su nuevo armamento. Demasiado ocupadas en su empresa de destrucción del Estado sirio mediante el uso de yihadistas traídos del mundo entero, las potencias occidentales no observaron seriamente al ejército ruso en Siria. En 2018, cuando el presidente Vladimir Putin anunció que su país disponía de misiles hipersónicos, armas láser y de misiles propulsados por energía nuclear, en Occidente se dijo que nada de aquello era cierto. Las potencias occidentales saben ahora que Putin no mentía… pero no conocen realmente las características de ese armamento y ni siquiera saben si de verdad tienen con qué enfrentarlo.

Por su parte, Moscú sigue dando grandes muestras de paciencia en Ucrania. Incluso prefiere demorar más en alcanzar sus objetivos antes que mostrar todas sus cartas. El único armamento nuevo que ha utilizado son los medios que permiten a las fuerzas rusas inutilizar los sistemas de mando de la OTAN —de hecho, ya los había puesto a prueba hace tiempo en el Mar Negro, en Kaliningrado, frente a la Península de Corea y en el Medio Oriente— y los misiles hipersónicos Kinzhal utilizados en combate real en Ucrania desde marzo de 2022. Kiev dice haber derribado algunos de esos misiles pero es evidente que esa afirmación es sólo propaganda. El hecho es que los misiles hipersónicos Kinzhal son por ahora invencibles —el 9 de marzo destruyeron uno o más búnkeres subterráneos y el 16 de mayo liquidaron un sistema antiaéreo Patriot estadounidense— y que Rusia ya los produce en serie.

Nadie sabe a ciencia cierta qué nuevas armas tiene Rusia actualmente. Pero todos tienen conciencia de que se ha convertido en un país militarmente mucho más poderoso que Estados Unidos, cuyo arsenal sigue siendo fundamentalmente el mismo desde la disolución de la URSS.

Desde el primer envío de armamento occidental a Kiev, Rusia ha venido señalando que esos medios no aportan cambios significativos en el terreno y que sólo incrementan la cantidad de víctimas y la destrucción. Pero los occidentales hacen oídos sordos y consideran que todo lo que viene de Rusia es simple propaganda. Si trataran de entender, se darían cuenta de que lo que están haciendo no tiene nada que ver con las justificaciones que esgrimen.

Volvamos a la misión china de buenos oficios. Al parecer, Li Hui no ha mencionado al presidente ucraniano Volodimir Zelenski, personaje que los gobiernos occidentales han elevado al rango de «héroe». Mientras que la narrativa occidental siempre personaliza a los actores, los chinos rechazan esa manera de ver los conflictos y eso les permite conservar una visión mucho más clara de las fuerzas en pugna.

Li Hui también hizo notar a sus interlocutores que nada los obliga a alinearse tras la posición de Estados Unidos y que más bien deberían dar pruebas de autonomía. En 2007, el presidente Vladimir Putin ya les hacía esa observación, en la Conferencia de Seguridad de Múnich. El diplomático chino incluso les hizo saber claramente que siempre podrían volverse hacia Pekín si se viesen obligados a separarse de Washington en el plano económico.

Para los europeos, ese discurso razonable es psicológicamente inaudible. Los europeos no han reconocido los crímenes que Estados Unidos ha cometido durante el último cuarto de siglo, incluso se empeñan en negarlos. En realidad, los europeos no son especialmente dependientes de Washington, pero se hallan en un estado de franca sumisión intelectual frente al amo estadounidense.

En definitiva, los interlocutores europeos no respondieron a los argumentos de China. Se limitaron a ratificar por enésima vez su alineamiento tras las posiciones de Estados Unidos, a repetir que exigen —antes del inicio de cualquier negociación— que las tropas rusas se retiren de Ucrania y que cuentan con China para evitar que el conflicto se convierta en guerra nuclear.

Esta última cantinela demuestra que los europeos siguen sin entender la posición de los rusos… ni la de los chinos.

El presidente Putin ha explicado en numerosas ocasiones que Rusia no será la primera en recurrir al armamento nuclear estratégico, o sea que el peligro de guerra nuclear no viene de Rusia.

En cuanto a la posición de Pekín, China se considera aliada militar de Rusia en caso de enfrentamiento mundial. Pero eso no tiene nada que ver con los conflictos que no conciernen a China, como el conflicto ucraniano. De hecho, China no envía armas a ninguno de los beligerantes en Ucrania. Esta importante diferencia entre la posición de aliado estratégico y la de aliado táctico es una característica del mundo multipolar que Moscú y Pekín tratan de construir.

Por cierto, Rusia no ha tratado de crear una «coalición» internacional contra Ucrania. Como dice la sabiduría popular: «No hay peor ciego que el que no quiere ver».