LA ADMINISTRACIÓN TRUMP E IRÁN

Al igual que el presidente Reagan, el presidente Trump parece anti-iraní. Pero es posible que sólo sea una cuestión de apariencia. Reagan llegó a establecer una alianza secreta con el imán Jomeini. Trump podría actuar de la misma manera con los partidarios del ex-presidente iraní Ahmadineyad. Al menos, esa es la sorprendente hipótesis de Thierry Meyssan.

El secretario de Estado Mike Pompeo anuncia la creación del «Grupo de Acción para Irán»


El secretario de Estado Mike Pompeo anunció, el 16 de agosto de 2018, la creación de un «Grupo de Acción para Irán» (Iran Action Group) encargado de coordinar la política de Estados Unidos después de la salida estadounidense del acuerdo conocido como 5+1 (JCPOA) sobre la cuestión nuclear iraní.

Este anuncio tiene lugar en momentos en que, por su parte, el presidente Trump ha decidido posponer sine die la aplicación de su plan para el Medio Oriente (The Deal of the Century). Y nada puede cambiar en Palestina sin apoyo de Irán.

Hay que recordar, por otro lado, que el JCPOA de Barack Obama no está concebido únicamente para garantizar que Irán no fabrique la bomba atómica. Eso es sólo el pretexto. El verdadero objetivo del JCPOA es impedir que Irán disponga de científicos de alto nivel y que pueda llegar a concebir técnicas de vanguardia. En efecto, el JCPOA obligó Irán a cerrar varias facultades universitarias.

Según la oposición demócrata estadounidense, la administración Trump estaría volviendo a la política de cambio de régimen de los neoconservadores. Prueba de ello sería la fecha escogida para hacer el anuncio: el 65º aniversario del golpe de Estado anglo-estadounidense contra el primer ministro iraní Mohammad Mosaddeq. Sin embargo, lo cierto es que aunque el derrocamiento de Mosaddeq realmente sirvió de inspiración a los neoconservadores, ese hecho —identificado como «Operación Ajax»— no tuvo nada que ver con ellos. Además, los neoconservadores han estado tanto al servicio del Partido Republicano como de los demócratas.

Mohammad Mosaddeq fue un primer ministro elegido democráticamente en Irán y que gobernó entre 1951 y 1953. El 20 de marzo de 1951 nacionalizó el petróleo.​ Tras bloquear a Irán y ejercer otro tipo de presiones, Estados Unidos y Reino Unido financiaron un golpe de Estado organizado por la CIA​ y alentado por el MI6,​ en 1953, que derrocó a Mosaddeq y estableció una dictadura monárquica en cabeza del sha Mohammad Reza Pahlavi.​

Durante su campaña electoral y sus primeros días en la Casa Blanca, Donald Trump criticó constantemente el pensamiento globalista de los neoconservadores y declaró repetidamente que su administración no trataría de cambiar regímenes por la fuerza en otros países. El secretario de Estado Mike Pompeo asegura por su parte que la coincidencia de fechas es puramente fortuita.

Se ha dado en llamar «neoconservadores» a un grupo de intelectuales trotskistas —o sea, contrarios al concepto de Estado-nación—, militantes del Social Democrats USA que se acercaron a la CIA y al MI6 para luchar contra la Unión Soviética. Ronald Reagan los asoció al poder estadounidense y a partir de entonces estuvieron presentes en todas las administraciones, tanto republicanas como demócratas, manteniéndose en el poder junto a Bush padre, Bill Clinton, Bush hijo y Barack Obama. Actualmente conservan el control de los llamados «Cinco Ojos» —la alianza de agencias de inteligencia de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos—, la National Endowment for Democracy (o sea la tristemente célebre NED). Estos partidarios de la «revolución mundial» popularizaron la idea de «democratizar» países mediante «revoluciones de colores» o recurriendo directamente a la guerra.

En 2006, los neoconservadores crearon en la administración de Bush hijo, el Irán Syria Policy and Operations Group, encabezado por Elizabeth Cheney, la hija del entonces vicepresidente Dick Cheney. Ese grupo, que trabajó inicialmente en la sede de la secretaría de Defensa y se trasladó después a las oficinas del vicepresidente Cheney, se componía de 5 secciones que se encargaban respectivamente de garantizar: 
—el traslado de armas a Irán y Siria desde Baréin, los Emiratos Árabes Unidos y Omán; 
—el apoyo a los trotskistas y aliados en Irán (los Muyahidines del Pueblo) y en Siria (Riad al-Turk, Georges Sabra y Michel Kilo);
—la vigilancia sobre las redes bancarias iraníes y sirias; 
—la infiltración de agentes en grupos proiraníes y prosirios en el «Medio Oriente ampliado», también llamado «Gran Medio Oriente»; 
—la penetración y control de los medios de difusión de la región para utilizarlos en la difusión de la propaganda estadounidense.

Ese Grupo fue disuelto, oficialmente, en 2007. En realidad, sólo pasó a ser parte de una estructura aún más secreta encargada de la estrategia para la «democracia global» (Global Democracy Strategy). Esa estructura, bajo la autoridad del neoconservador Elliott Abrams (el mismo personaje del escándalo Irán-Contras) y de James Jeffrey, extendió ese tipo de trabajo a otras regiones del mundo.

Fue ese Grupo el que supervisó la planificación de la guerra contra Siria.

La prensa estadounidense, violentamente anti-Trump, presentó a Elliott Abrams como posible primer secretario de Estado de la administración Trump cuando el nuevo presidente lo recibió en la Casa Blanca. El encuentro fue largo pero no pasó de ahí.

Lo que hace más creíble la acusación de que la administración Trump quiere resucitar la estrategia anteriormente descrita es el hecho que el embajador James Jeffrey, acaba de ser nombrado representante especial para Siria.

El representante especial de Estados Unidos para Siria, James Jeffrey, presta juramento ante el secretario de Estado Mike Pompeo.

James Jeffrey es un «diplomático» de carrera. Se encargó de la aplicación de los Acuerdos de Dayton en Bosnia-Herzegovina. Estaba en Kuwait en el momento de la invasión iraquí. En 2004 supervisó —bajo las órdenes de John Negroponte— la transición entre la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) (que en realidad era una empresa privada) y el gobierno iraquí instaurado después del derrocamiento de Sadam Husein. Luego entró en el equipo de Condoleezza Rice en Washington y participó en el ya mencionado Irán Syria Policy and Operations Group. Fue uno de los teóricos del redespliegue militar estadounidense en Iraq (The Surge), de cuya aplicación se encargó el general Petraeus. James Jeffrey trabajó también como adjunto del consejero de seguridad nacional en la administración de Bush hijo, Stephen Hadley, durante la guerra en Georgia y fue embajador en Turquía, también durante la administración de Bush Jr., y en Iraq, bajo la administración Obama.

Si se analiza con un poco de atención, puede verse que, desde la disolución de la URSS, toda la carrera de James Jeffrey se ha desarrollado alrededor de Irán, pero no necesariamente contra el gobierno iraní. Por ejemplo, Irán participó en la guerra de Bosnia-Herzegovina, junto a Arabia Saudita y bajo las órdenes de Estados Unidos. Sin embargo, en Iraq, Jeffrey se opuso a la influencia de Teherán. Pero cuando Georgia atacó Osetia del Sur y Abjasia, Jeffrey no defendió al presidente georgiano Saakachvili, quien había alquilado a Israel dos aeropuertos para que Tel Aviv pudiera atacar Irán desde Georgia.

Mike Pompeo nombró a Brian Hook a la cabeza del Grupo de Acción para Irán. Brian Hook es un intervencionista que fue asistente de Condoleezza Rice, a cargo de las organizaciones internacionales. Hasta ahora se ocupaba de elaborar las estrategias del Departamento de Estado.

Según Pompeo, el objetivo del nuevo Grupo de Acción para Irán no es cambiar el régimen sino obligar Irán a cambiar de política. Esa estrategia aparece en momentos en que la República Islámica atraviesa una importante crisis económica y política. Mientras la clase clerical —doblemente representada por el presidente-jeque Jasán Rojaní y el ayatolá Alí Jamenei como Guía de la Revolución— se aferra al poder, las manifestaciones populares contra esa clase sacuden el país. Al contrario de la imagen existente en Occidente, la revolución del imán Jomeini no era clerical sino antiimperialista. Las protestas pueden por tanto llevar tanto a un cambio de régimen como a la continuación de la Revolución iraní… pero sin la clase clerical. Esa es la segunda opción, representada por el ex-presidente Mahmud Ahmadineyad —actualmente bajo detención domiciliaria— y su ex-vicepresidente Hamid Baghaei condenado a 15 años de cárcel y mantenido bajo régimen de incomunicación.

El 21 de mayo pasado, Mike Pompeo presentaba ante la Heritage Foundation sus 12 objetivos para Irán. A primera vista, era una larga lista de exigencias imposibles de aceptar. Sin embargo, vistos más detenidamente, los puntos del 1 al 3, sobre el tema nuclear, van menos lejos que el JCPOA. El punto 4, sobre los misiles balísticos, es inaceptable, y los puntos del 5 al 12 apuntan a convencer a Irán de que renuncie a exportar su revolución por el camino de las armas.

El 15 de agosto, o sea la víspera del anuncio de Pompeo, el Guía de la Revolución, ayatolá Alí Jamenei, reconoció haberse equivocado cuando autorizó el equipo del jeque Rojaní a negociar el JCPOA con la administración Obama. Es importante precisar que, cuando el Guía autorizó esas negociaciones, Rojaní ni siquiera había sido electo presidente y que su elección —así como la exclusión de los partidarios de Ahmadineyad, cuyo candidato fue excluido del proceso electoral— fue parte de la negociación con los estadounidenses.

El ex-presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, quien ve una diferencia entre las políticas de la administración Obama y la del presidente Trump, escribió a este último cuando resultó electo. En su carta Ahmadineyad mostraba que compartía el análisis de Donald Trump sobre el sistema de globalización del dúo Obama-Clinton y su certeza de que tendría graves consecuencias tanto para el mundo como para el pueblo estadounidense.

Cuando comenzaron las manifestaciones en Irán, en diciembre de 2017, el gobierno de Rojaní acusó a Ahmadineyad de ser el responsable de las protestas. En marzo de 2018, Ahmadineyad consumó su ruptura con el Guía al revelar que la oficina del ayatolá Jamenei había desviado 80.000 millones de rials de instituciones caritativas y religiosas. Dos semanas antes del anuncio de Pompeo, Ahmadineyad, a pesar de hallarse bajo detención domiciliaria, llamó al presidente Rojaní a dimitir.

Todo hace pensar que, si la administración Obama apoyaba a Rojaní, la administración Trump respalda a los partidarios de Ahmadineyad. Algo parecido ya sucedió antes cuando el presidente Carter y su consejero de seguridad nacional Brzezinski emprendían la «Operación Eagle Claw» contra la Revolución iraní mientras que Ronald Reagan se asociaba al imán Jomeini en la llamada «Sorpresa de Octubre» (October surprise).

En otras palabras, la Casa Blanca pudiera conformarse con un regreso al poder de los partidarios de Ahmadineyad, a condición de que se comprometan a que la exportación de la Revolución continúe solamente a través del debate de ideas.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article202514.html

El resentimiento de los hijos de papá


Este macabro episodio del traslado de los restos de Francisco Franco merece recordarse como una de las expresiones más repulsivas del resentimiento patrio. Sobre Francisco Franco se pueden hacer, desde luego, muchos juicios ideológicos e históricos. Nadie podrá negar, sin embargo, que se mantuvo en el poder durante casi cuarenta años sin tener que enfrentarse a ninguna oposición reseñable, ni interior ni exterior. Mientras Franco gobernaba pacíficamente en España, entre aclamaciones y muestras de afecto colectivo, fueron muchas las dictaduras coetáneas derrocadas: podemos recordar, por ejemplo, lo ocurrido en Cuba con Batista; podemos recordar lo ocurrido con Somoza en Nicaragua; podemos recordar la portuguesa Revolución de los Claveles. Y, desde luego, podemos recordar lo ocurrido en países de la órbita comunista como Hungría, Checoslovaquia o Polonia. En todos estos lugares, la insatisfacción popular hizo saltar en mil añicos el poder dictatorial. Entretanto, en España, la mayoría de los españoles estaban encantadísimos con su Caudillo; y la oposición comunista languidecía sin apoyos entre la población, como antes le había sucedido al maquis. Alguien podría aducir aquí que en muchos de los países mencionados hubo revueltas populares porque las potencias extranjeras las alimentaron desde fuera. ¡Y tendría razón, en efecto! En cambio, las grandes democracias occidentales no tardaron en «bendecir» a Franco; y aunque siguieron cultivando una retórica antifranquista para consumo de exaltados e ilusos, se apresuraron a entablar relaciones diplomáticas y a sellar tratos comerciales con el régimen franquista. La España de Franco fue pronto aceptada en todos los organismos internacionales; y mantuvo una relación especialmente privilegiada con Estados Unidos.

Políticamente, a medida que la guerra quedaba atrás, el régimen de Franco fue adquiriendo contornos cada vez más democristianos. En el ámbito laboral, sin embargo, mantuvo una legislación protectora del obrero que luego ha sido minuciosamente desmantelada por los sucesivos gobiernos de la etapa democrática. Fue tanta la falta de respuesta política a su régimen, que Franco pudo dedicar especial atención al bienestar material de sus gobernados. Así se explica, por ejemplo, que desde 1960 a 1970, la renta per cápita de los españoles pasase de 290 a 900 dólares, y que la economía nacional creciese a una media del 8 por ciento anual, hasta convertir a España en la novena potencia industrial del mundo. A la muerte de Franco, la distribución de la población activa era la propia de una economía sana y pujante (mucho más sana y pujante que la actual): un tercio dedicado a la agricultura y ganadería, un tercio a la industria y un tercio a los servicios.

Franco logró la formación de unas nuevas clases medias con trabajos estables y bien remunerados. Y pensó que este «franquismo sociológico» sería su mejor aval ante la Historia. Si se hubiese preocupado de estudiar un poco de psicología de masas, habría advertido que siempre los beneficiados acaban desarrollando resentimiento contra su benefactor. Aquellas generaciones del franquismo sociológico quisieron seguir medrando con la democracia; y, como no soportaban reconocer su adhesión servil a Franco, como no soportaban reconocer que sus patrimonios habían sido asegurados y acrecentados por Franco, se inventaron una mitología antifranquista, que sus hijos mamaron desde la cuna, hasta desarrollar ese resentimiento baboso y nauseabundo, tan peculiar de los hijos de papá que no quieren que se sepa cómo sus familias salieron del agujero. Porque no es el resentimiento de los perdedores el que desentierra los huesos de Franco; es el resentimiento de los hijos de papá del franquismo sociológico.

Fuente: Juan Manuel de Prada

¿INTERVENIR TRANSNACIONALES PARA RECONSTRUIR SIRIA?

Aunque muchos se nieguen a verlo así, lo que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca fue su promesa de derrocar el capitalismo financiero y restaurar el capitalismo productivo. Siguiendo esa lógica, Trump considera que no deben ser los estadounidenses quienes paguen por los daños de la guerra sino las transnacionales que la promovieron. ¿Es conveniente, y posible, esa revolución en materia de relaciones internacionales?

Henry Kravis en el Foro de Davos. Estrechamente vinculado al senador John McCain, este hombre de negocios estadounidense es el fundador del fondo de inversiones KKR y miembro del Council of Foreign Relations (CFR) y del Grupo de Bilderberg, su esposa es administradora de este último. Tiene como empleado en KKR al general David Petraeus (ex-director de la CIA), con quien organizó el envío de fondos y armamento al Emirato Islámico (Daesh). Es amigo personal del presidente francés Emmanuel Macron y participó en el financiamiento de su campaña electoral.

En los «Amigos de Siria» llegaron a contarse 114 Estados que financiaron la destrucción de ese país a través de los yijadistas. Pero ahora, después del fracaso, ninguno de esos países quiere pagar la reconstrucción de la República Árabe Siria. En cambio, no tienen objeciones cuando se trata de apoyar a los Estados que acogen a los refugiados sirios. ¿Por qué? Porque esto último no es un gesto humanitario sino una manera de privar a Siria de sus recursos humanos.

Eso sí, todos esperan enriquecerse escondiendo su crimen y obteniendo la mayor cantidad posible de contratos cuando comience la necesaria reconstrucción.

Los días 7 y 8 de agosto de 2018, la Comisión Económica de la ONU para el Oeste de Asia (ESCWA), reunida en Beirut, estimó el costo mínimo de la reconstrucción en 388.000 millones de dólares. La ESCWA debe presentar un informe detallado sobre ese tema en septiembre. Pero, consciente de que lo que Siria ha vivido no tiene absolutamente nada que ver con una «guerra civil», esa comisión de la ONU ya anunció el título de ese informe: Syria, 7 years at war. O sea, no será «Siria, 7 años de guerra» sino «Siria, 7 años en guerra».

A modo de comparación, en abril, Líbano, país con 3 veces menos habitantes que Siria, obtuvo sólo 11.000 millones de dólares en ayuda internacional en la conferencia CEDAR.

Estados Unidos, país que planificó la guerra contra Siria desde el año 2004, no quiere aportar ni un centavo. Según la administración Trump, la guerra contra Siria fue concebida por la administración de Bush hijo y dirigida por la administración de Barack Obama. Trump estima además que esas dos administraciones no servían así los intereses del pueblo estadounidense sino los intereses de una clase financiera internacional. Al hacerlo destruyeron Siria, y también destruyeron la economía estadounidense. Por consiguiente, quien tiene que pagar no es Washington sino esa gente y las transnacionales directamente implicadas en la guerra.

Ejemplo de ello es el fondo estadounidense de inversiones KKR —perteneciente a Henry Kravis y rival del Carlyle Group. KKR, cuyo valor bursátil se eleva a 150.000 millones de dólares, cuenta entre sus empleados al general David Petraeus ex-director de la CIA profundamente implicado en la guerra contra Siria— y participó en el envío de fondos y armamento a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh).

Otro ejemplo es la firma automovilística japonesa Toyota (valor bursátil, 170.000 millones de dólares), que proporcionó los vehículos nuevos de Daesh.

También lo es el fabricante estadounidense de maquinaria para la construcción Caterpillar (valor bursátil, 76.000 millones de dólares), que vendió a los yijadistas las máquinas necesarias para la construcción de sus célebres redes de túneles.

Y para qué hablar del líder mundial franco-suizo del cemento Lafarge-Holcim (valor bursátil 40.000 millones de dólares), que produjo 6 millones de toneladas de cemento utilizadas en la construcción de los búnkeres de los yijadistas, etc.

Esas transnacionales participaron activamente en la aplicación del plan concebido por el almirante estadounidense Arthur Cebrowski para destruir los Estados y sociedades en los países del Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente). Y lo hicieron porque estaban probablemente convencidas de que así obtendrían, bajo la protección de los ejércitos occidentales, acceso a los recursos naturales de esa región.

Obligar esas transnacionales a pagar no excluye las indemnizaciones que también tendrían que aportar ciertos Estados, como Arabia Saudita, Kuwait, Qatar y Turquía, que también financiaron a los yijadistas o permitieron que algunos de sus ciudadanos lo hicieran públicamente.

Si la República Árabe Siria logra reunir las pruebas que demuestran el papel de esas transnacionales en la agresión externa, estará en todo su derecho de reclamar que sean confiscadas ante los tribunales de los países donde tienen sus sedes. Y si utiliza los argumentos del presidente Trump, debería incluso contar con respaldo de su administración.

Aún sin lograr hacer pagar a los Estados, es por tanto posible cubrir los 388.000 millones de dólares que menciona el estimado de la ESCWA.

Todos los conflictos que dieron lugar al pago de reparaciones de guerra incluyeron la confiscación de empresas nacionales implicadas. La novedad sería seguir ahora la lógica de la globalización económica y confiscar transnacionales.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article202411.html

LA GRAN SUSTITUCIÓN

La disolución de Europa en una sociedad multicultural, sin identidades nacionales, islamizada y con unos índices crecientes de pobreza y subempleo, es el objetivo a medio plazo de la Unión Europea y de la plutocracia mundialista.

Un grupo de musulmanes reza en la mezquita de Regent's Park en Londres

Todavía a estas horas la policía británica se resiste a informarnos sobre la ideología de Salih Khater, el conductor que embistió contra peatones y ciclistas en Westminster. Uno de los servicios de información más eficaces del mundo ha tardado más de veinticuatro horas en especificar que el ciudadano británico que provocó semejante caos era de origen sudanés y, tal y como parece reflejar su nombre, todo hace suponer que de religión musulmana. El escamoteo de lo obvio por parte de los voceros de las plutocracias europeas no sólo es ineficaz, sino que además resulta ridículo y casi cómico. Basta con que suceda un atentado y con que las autoridades no digan nada sobre su autor para que ya sepamos que es obra de musulmanes wahabíes, con o sin pasaporte europeo. El silencio de políticos, policías y periodistas es la mejor confirmación. Baste como muestra el caso de Rotherham, en el norte de Inglaterra, donde una red paquistaní de violadores abusó de unas dos mil menores inglesas nativas entre 1997 y 2013 con el silencio cómplice de policías y políticos, que temían ser políticamente incorrectos. Sobre Rotherham no habrá películas, ni programas prime time en la televisión, ni lazos morados, ni Me Toos, ni feminismo militante del que toma las calles con La Manada.  

El sudanés que atacó Westminster era de Darfur y disfrutaba de asilo político

Que el alud de inmigrantes islámicos es algo querido, fomentado y privilegiado por el establishment salta a la vista. Los millones de africanos a quienes los gobiernos y las ONGs animan a saltar las fronteras e instalarse en Europa proveen a la oligarquía dominante de una mano de obra muy barata, que sustituirá a los carísimos trabajadores nativos, a los que ya se empieza a diezmar con una legislación que premia la nula fecundidad, la disolución de la familia, la promiscuidad y el hedonismo vulgar. La disminución de la población originaria se verá compensada con la llegada de los muy baratos y fértiles reemplazos africanos, que formarán una casta inferior de subempleados, mientras lo que quede de los europeos será destinado a nutrir los cada vez más escasos cuadros medios, cuando no a descender directamente al nivel de la white trash americana.

Es decir, de aquí a dos generaciones, Europa Occidental habrá dejado de ser Europa. Su composición étnica habrá cambiado de tal forma que el islam será la religión dominante en el corazón de la difunta cristiandad. Realmente, el terrorismo wahabí no es necesario, basta con esperar poco menos de un siglo para que Francia o Inglaterra sean Dar al Islam.

¿Cómo se ha llegado a esto? Desde 1945 se ha combatido abiertamente la identidad de los pueblos de Europa mediante la represión del sentimiento nacional, el complejo de culpa —fomentado por las élites académicas—, la extensión del individualismo extremo y, sobre todo, una visión estrechamente economicista del mundo, que valora las políticas esenciales de los Estados en términos de beneficios y pérdidas.

La industria de la culpa, que achaca todos los males del mundo a la acción de los europeos, es la justificación moral de la intencionada desidia de las autoridades a la hora de frenar este rumbo suicida de nuestra civilización. En el pasado mes de julio, por ejemplo, se produjo un asalto violento a la frontera española en Ceuta; veinte agentes de la Guardia Civil fueron heridos por seiscientos asaltantes, los cuales emplearon métodos que implicaban una organización paramilitar. En cualquier nación dispuesta a defenderse, estos individuos habrían sido devueltos en caliente a su país de origen o encarcelados con graves cargos en su contra. Sin embargo, pese su evidente delito, se les acoge como refugiados y se les permitirá el tránsito a la península. Por lo visto, actuar de manera contraria sería racismo. ¿Se imagina el lector qué hubiera pasado si en una manifestación de españoles se agrediese de manera semejante a los agentes de la autoridad? ¿Por qué se pueden emplear medios de defensa contundentes contra los nativos que pagan sus impuestos, y no se hace nada contra unos extranjeros indocumentados que asaltan nuestras fronteras? Buena parte de la respuesta está en la industria de la culpa, producto básico de las élites intelectuales en los últimos cincuenta años y esencial a la hora de explicar la inhibición psicológica de las autoridades. No nos queremos defender porque se nos ha educado en el auto-odio, que ha conseguido el prodigio de que nos sintamos culpables hasta de la violencia que se ejerce contra nosotros. Recuerde el lector el aquelarre que se montó el año pasado por los bonzos de la izquierda catalana en Ripoll y Barcelona, tras los atentados de la Ramblas, donde a los asesinos islamistas se les consideró unos buenos muchachos, tanto que la culpa del atentado no era suya, sino de la sociedad occidental, es decir: nuestra.

La disolución de Europa en una sociedad multicultural, sin identidades nacionales, islamizada y con unos índices crecientes de pobreza y subempleo, es el objetivo a medio plazo de la Unión Europea y de la plutocracia mundialista que la controla. Sin naciones soberanas, divididas sus grandes ciudades en guetos, sólo imperarán en el gigantesco mercado persa que nos espera el capitalismo salvaje y su administración oligárquica con sede en Bruselas. Las naciones soberanas tienen la «desventaja» de que sus gobiernos todavía responden ante el pueblo y son relativamente controlables por sus instituciones políticas, cosa que no pasa en las grandes organizaciones transnacionales, coto privado de financieros y burócratas. De ahí la campaña de extinción de las naciones europeas por parte de estos poderes, su cruzada contra los Estados y su coerción migratoria salvaje, que sirve para disolver las culturas originarias con la deportación-importación de millones de «nuevos europeos»

La lucha contra el caos migratorio y la islamización forzada de Europa no sólo pasa por medidas políticas (que no se toman) ni por sobornos a los países emisores. Tiene también la necesidad de un rearme cultural: un cambio de valores que sirva para poner fin al envenenamiento de nuestra civilización mediante los complejos de culpa y para acabar también con la apología de unas conductas que incitan al suicidio demográfico y que pisotean la tradición europea, que es el mejor remedio contra la peste de la corrección política. Y, sobre todo, el problema empezará a resolverse cuando los cálculos económicos se sometan a la soberanía e identidad de los pueblos.

Mientras no se actúe de esa manera, seguiremos esquivando coches sin frenos.



De cómo Putin y Trump están poniendo fin a la guerra contra Siria.

La prensa occidental sigue apoyando a las élites financieras transnacionales y tratando de desacreditar al presidente estadounidense Donald Trump. Esa actitud obstaculiza la comprensión de los progresos a favor de la paz en Siria. Thierry Meyssan pasa revista a los acuerdos concluidos en los últimos 5 meses y los rápidos avances logrados en el terreno.


Con prudencia y determinación, la Federación Rusa y el presidente estadounidense Donald Trump están poniendo fin a la dominación del mundo por parte de los intereses transnacionales.

Convencido de que el equilibrio entre potencias no depende de las capacidades económicas de estas sino de sus capacidades militares, el presidente ruso Vladimir Putin ha logrado ciertamente restaurar el nivel de vida de sus conciudadanos pero ha tenido que desarrollar el Ejército Rojo antes de comenzar a enriquecerlos. El 1º de marzo de 2018, Putin revelaba al mundo las principales armas del nuevo arsenal ruso e iniciaba su programa de desarrollo económico.

En los días subsiguientes, la guerra en Siria se concentró en la Guta Oriental, o sea la parte este del cinturón verde de la capital siria. El general Valeri Guerásimov, jefe del estado mayor ruso, se comunicó telefónicamente con su homólogo estadounidense, el general Joseph Dunford, y le anunció que en caso de interferencia militar de Estados Unidos, los 53 navíos estadounidenses desplegados en el Mediterráneo y en el Golfo Pérsico, incluyendo 3 portaviones nucleares, serían blanco de la respuesta rusa. Lo más importante es que el jefe del estado mayor ruso invitó encarecidamente al jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos a que informara al presidente Trump sobre las nuevas capacidades militares de la Federación Rusa.

En definitiva, Estados Unidos se abstuvo de interferir en la limpieza de la Guta Oriental, lo cual permitió que el Ejército Árabe Sirio y algunas unidades rusas de infantería completaran la liberación de los alrededores de la capital siria expulsando de allí a los yijadistas que ocupaban varias localidades.

Sólo el Reino Unido trató de anticiparse a los acontecimientos, organizando el llamado «caso Skripal». Según la «lógica» de Londres, si se derrumba el orden mundial imperante hay que reinstaurar la retórica de la guerra fría, estimulando el enfrentamiento entre los «buenos» (los cowboys) y los «malos» (el oso ruso).

En junio, cuando el Ejército Árabe Sirio, con apoyo aéreo ruso, comenzó su avance en el sur de Siria, la embajada de Estados Unidos en Jordania anunció a los yijadistas que, en lo adelante, tendrían que pelear solos, sin ayuda ni apoyo del Pentágono y la CIA.

El 16 de julio, en Helsinki, los presidentes Putin y Trump fueron aún más lejos. Abordaron el tema de la reconstrucción, o sea de los daños de la guerra. Como ya hemos explicado repetidamente desde la Red Voltaire, Donald Trump es contrario a la ideología puritana, al capitalismo financiero y al imperialismo resultante de los dos anteriores. Trump estima que su país no tiene porqué cargar con las consecuencias de los crímenes cometidos por los anteriores inquilinos de la Casa Blanca, crímenes de los que también fue víctima el pueblo estadounidense. Trump sostiene que esos crímenes fueron perpetrados por instigación —y en beneficio— de las élites financieras transnacionales y que son por consiguiente esas élites quienes tienen que pagar por ellos, aunque nadie sepa aún cómo forzarlas a ello.

El presidente ruso y su homólogo estadounidense también decidieron facilitar el regreso de los refugiados sirios. Al aprobar el regreso de los refugiados sirios, Donald Trump invirtió la lógica de su predecesor, quien afirmaba que los refugiados huían de «la represión y la dictadura», cuando en realidad huían de la invasión yijadista.

En el sur de Siria, los yijadistas ahora huían de las fuerzas sirias y rusas, pero —ya completamente desesperados— algunos remanentes del Emirato Islámico (Daesh) perpetraban atrocidades inimaginables en esa región en momentos en que el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, y el general Guerásimov, iniciaban una serie de visitas en Europa y el Medio Oriente.

En los predios de la Unión Europea, ambos responsables rusos eran recibidos con la mayor discreción posible ya que, según la retórica occidental, el general Guerásimov es una especie de conquistador que invadió y anexó Crimea… y la Unión Europea, defensora autoproclamada del «estado de derecho», prohibió en su momento que este militar ruso pisara suelo europeo. Ahora, como no había tiempo para retirar su nombre de la lista de responsables rusos sancionados, la Unión Europea no tuvo más remedio que tragarse sus sanciones mientras este héroe de la reunificación entre Crimea y Rusia se hallaba en suelo europeo. La vergüenza de los dirigentes europeos ante su propia hipocresía explica la ausencia total de imágenes oficiales de los encuentros entre los dos altos responsables rusos y los dirigentes que los recibieron en varias capitales europeas.

Guerásimov junto al «santo» de todas las Rusias

El ministro de Exteriores y el jefe del estado mayor ruso resumieron a cada uno de sus interlocutores algunas de las decisiones adoptadas en la cumbre de Helsinki. Muy sabiamente, se abstuvieron de pedir cuentas sobre el papel de cada Estado en la guerra contra Siria y prefirieron exhortar a sus interlocutores a ayudar a poner fin al conflicto retirando sus fuerzas especiales, cesando la guerra secreta, cancelando toda ayuda a los yijadistas, contribuyendo al regreso de los refugiados y reabriendo sus embajadas en la capital siria. Los dos responsables rusos subrayaron además que todos podrían participar en la reconstrucción.

Inmediatamente después de la partida de la delegación rusa, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron interrogaron ingenuamente al Pentágono para saber si era cierto que el presidente Donald Trump tenía intenciones de forzar ciertas transnacionales —el fondo de inversiones KKR, Lafarge, etc.— a pagar, pero el único objetivo de esa averiguación era sembrar el caos del otro lado del Atlántico. En el caso del presidente francés Macron, ex-cuadro bancario, se trata de una actitud particularmente deplorable en la medida en que antes había pretendido dar una muestra de buena fe con el envío de 44 toneladas de ayuda humanitaria a la población siria, ayuda distribuida por el ejército ruso.

En el Medio Oriente se dio mejor cobertura mediática al viaje de la delegación rusa. El ministro Lavrov y el general Guerásimov anunciaron allí la creación de 5 comisiones encargadas de facilitar el regreso de los refugiados sirios desde Egipto, Líbano, Turquía, Iraq y Jordania, donde cada una de esas comisiones incluye representantes del país donde se hallan los refugiados así como delegados rusos y sirios. Nadie quiso plantear la pregunta incómoda: ¿Por qué la Unión Europea no participa en esas comisiones?

En cuanto a la reapertura de las embajadas en Siria, los Emiratos Árabes Unidos se adelantaron a los occidentales y a sus aliados regionales negociando de inmediato la reapertura de su misión diplomática en Damasco.

Quedaba pendiente la preocupación de los israelíes por obtener la retirada de los consejeros militares iraníes y de las milicias proiraníes que llegaron a Siria para luchar contra la agresión exterior. El primer ministro israelí Benyamin Netanyahu viajó varias veces a Moscú y Sochi para tratar de alcanzar ese objetivo. El general Guerásimov incluso llegó a utilizar la ironía al referirse a la pretensión de los vencidos israelíes de exigir la retirada de los vencedores iraníes. Por su parte, el diplomático Serguei Lavrov se atrincheró en el principio ruso que consiste en no inmiscuirse en las cuestiones vinculadas a la soberanía de Siria.

Rusia resolvió el problema de otra manera. La policía militar rusa reinstaló a los cascos azules de la ONU a lo largo de la línea de demarcación que separa a la República Árabe Siria del Golán ocupado por Israel, en las posiciones de donde los soldados de las Naciones Unidas habían sido expulsados por los yijadistas de al-Qaeda, cuando esos terroristas contaban con el apoyo de las fuerzas armadas de Israel. La policía militar rusa instaló además, del lado sirio, 8 puestos militares de observación. De esa manera, Moscú logra garantizar —a Siria y a la ONU— que los yijadistas no volverán a esa zona y al mismo tiempo garantiza a Israel que Irán no atacará desde Siria.

Israel, que antes apostaba por la derrota de la República Árabe Siria y calificaba al presidente Asad de «carnicero», acaba de reconocer súbitamente, por boca de su ministro de Defensa Avigdor Liberman, que Siria sale vencedora del conflicto y que el presidente Asad es su líder legítimo. Como muestra de buena voluntad, Liberman incluso ordenó un bombardeo contra un grupo del Emirato Islámico (Daesh) al que hasta ahora Israel había respaldado de múltiples maneras.

Poco a poco, la Federación Rusa y la Casa Blanca —no Estados Unidos— están poniendo orden en las relaciones internacionales y convenciendo a diversos protagonistas de que se retiren de la guerra, exhortándolos incluso a que se propongan como participantes en la reconstrucción.

Por su parte, el Ejército Árabe Sirio prosigue su campaña de liberación del territorio nacional.

Queda pendiente, por parte del presidente Trump, implementar la retirada de los militares estadounidenses presentes en el sur de Siria —en la región de Al-Tanf— y en el norte del país —concretamente al este del Éufrates— mientras que el presidente turco Erdoğan tendrá que acabar abandonando a su suerte a los yijadistas refugiados en el noroeste en la región de Idlib.

EL OCASO DE LA GUERRA

Si en vez de ver la guerra en Siria como un acontecimiento en sí mismo la consideramos el clímax de un conflicto mundial de más de un cuarto de siglo, tenemos que interrogarnos sobre las consecuencias del final, ya próximo, de las hostilidades. Su fin no marca la derrota de una ideología sino el fracaso de la globalización y del capitalismo financiero. Los pueblos que no han entendido eso, fundamentalmente en Europa occidental, se ponen al margen del resto del mundo.

Los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin en la cumbre bilateral de Helsinki, el 16 de julio de 2018

Las guerras mundiales no terminan simplemente con un vencedor y un vencido. Su final traza los contornos de un nuevo mundo.

La 1GM concluyó con las derrotas del imperio alemán, del imperio ruso, del imperio austro-húngaro y del imperio otomano. El fin de las hostilidades se vio marcado por la creación de una organización internacional, la Sociedad de las Naciones (SDN), encargada de abolir la diplomacia secreta y de resolver los conflictos entre los Estados-miembros a través de la negociación.

La 2GM concluyó con la victoria de la Unión Soviética sobre el Reich nazi y el imperio nipón del Hakkō ichiu, seguida de una carrera entre los Aliados por ocupar los despojos de la coalición derrotada. De ese conflicto nació una nueva estructura —la Organización de las Naciones Unidas (ONU)— encargada de prevenir nuevas guerras mediante el establecimiento del Derecho Internacional alrededor de una doble legitimidad: 
—la Asamblea General, donde cada Estado dispone de un voto, independientemente de su tamaño; 
—y un directorio donde figuran los 5 principales vencedores del conflicto, o sea el Consejo de Seguridad.

La guerra fría no es la 3GM. Tampoco terminó con la derrota de la Unión Soviética sino con su derrumbe sobre sí misma. El fin de la guerra fría no dio paso a la creación de nuevas estructuras sino a la integración de los Estados ex-soviéticos a organizaciones ya existentes.

La 3GM comenzó en Yugoslavia, continuó en Afganistán, Iraq, Georgia, Libia y Yemen para terminar en Siria. Su campo de batalla se circunscribió a los Balcanes, el Cáucaso y lo que ahora se designa como el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente». Sin desbordar demasiado hacia el mundo occidental, ha tenido sin embargo un gran costo en vidas para innumerables poblaciones musulmanas o cristianas ortodoxas. Y está concluyéndose desde que Putin y Trump realizaron su encuentro cumbre en Helsinki.

Las profundas transformaciones que han modificado el mundo durante los 26 últimos años han transferido parte del poder de los gobiernos a otras entidades, ya sea administrativas o privadas, así como a la inversa. Por ejemplo, hemos visto un ejército privado —el llamado Emirato Islámico (Daesh)— auto-proclamarse Estado soberano. También hemos visto al general estadounidense David Petraeus organizar el mayor tráfico de armas de toda la Historia desde su cargo de director de la CIA y, luego de ser obligado a dimitir, lo hemos visto proseguir ese tráfico desde una firma privada, el fondo especulativo KKR.

La situación actual puede describirse como un enfrentamiento entre, de un lado, una clase dirigente transnacional y, por el otro lado, varios gobiernos responsables ante sus pueblos respectivos.

Las alegaciones de la propaganda atribuyen las causas de las guerras a circunstancias inmediatas pero esas causas se hallan, por el contrario, en rivalidades y ambiciones profundas y antiguas. Los países demoran años en levantarse unos contra otros. A menudo, sólo el tiempo nos permite comprender los conflictos que devoran nuestras vidas.

Por ejemplo, muy pocos lograron comprender lo que estaba sucediendo cuando los japoneses invadieron Manchuria —en 1938— y hubo que esperar a que Alemania invadiera Checoslovaquia —en 1938— para entender que las ideologías racistas estaban desatando la 2GM. Asimismo, también fueron pocos los que lograron entender, desde el momento de la guerra en Bosnia-Herzegovina —en 1992—, que la alianza entre la OTAN y el islam político abría el camino a la destrucción del mundo musulmán.

Límites históricos de Manchuria, destacando la actual Manchuria china en color más oscuro y la parte clara la anexionada por Rusia.

A pesar de los trabajos que han publicado periodistas e historiadores, son aún numerosos los que siguen sin ver la enorme manipulación de la que todos hemos sido víctimas. Quienes no ven eso se niegan a admitir que la OTAN coordinaba en aquella época todos los elementos sauditas e iraníes en Europa, a pesar de ser esto un hecho innegable.

También se niegan a reconocer que al-Qaeda, grupo terrorista al que Estados Unidos atribuye los atentados del 11 de septiembre de 2001, combatió en Libia y en Siria bajo las órdenes de la OTAN, lo cual es también innegable.

El plan inicial que preveía azuzar al mundo musulmán contra el mundo ortodoxo se transformó durante su aplicación. No hubo «guerra de civilizaciones». El Irán chiita se volvió en contra de la OTAN, bajo cuyas órdenes había luchado en Yugoslavia, y se alió con la Rusia ortodoxa para salvar la Siria multiconfesional.

Tenemos que abrir los ojos ante lo que la Historia nos enseña y prepararnos para el surgimiento de un nuevo sistema mundial, donde algunos de nuestros amigos de ayer se han convertido en enemigos y viceversa.

En Helsinki, no fue Estados Unidos quien concluyó un acuerdo con la Federación Rusa. Fue sólo la Casa Blanca porque el enemigo común es un grupo transnacional que goza de autoridad en Estados Unidos. Esa clase o grupo se considera el verdadero representante de Estados Unidos, aunque ese papel supuestamente pertenece al presidente, y no ha vacilado en acusar al presidente Trump de traición.

Ese grupo transnacional ha logrado hacernos creer que ya no hay ideologías y que estamos ante el fin de la Historia. Ha presentado la globalización —que en realidad es la dominación anglosajona mediante la imposición de la lengua y del modo de vida estadounidense— como una consecuencia del desarrollo de las técnicas del transporte y las comunicaciones. Nos ha asegurado que un sistema político único —la democracia, presentada como el «gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo»— es lo ideal para todos los humanos y que es posible imponer ese sistema mediante el uso de la fuerza. Para terminar, ese grupo transnacional ha presentado la libre circulación de personas y capitales como la solución de todos los problemas de escasez de fuerza de trabajo y de inversiones.

Pero esas «verdades» que aceptamos en nuestra vida cotidiana no resisten al empuje de la reflexión.

Utilizando esas mentiras, ese grupo transnacional ha venido corroyendo sistemáticamente el poder de los Estados y acumulando enormes fortunas.

El bando que sale vencedor de esta larga guerra defiende, por el contrario, la idea de que para escoger su destino los hombres deben organizarse en Naciones definidas, ya sea a partir de un territorio, de una historia o de un proyecto común. Por consiguiente, ese bando apoya las economías nacionales contra la finanza internacional.

Acabamos de ver la Copa Mundial de Fútbol. Si la ideología de la globalización hubiese triunfado, tendríamos que respaldar no sólo la selección de nuestro país sino también las de los demás países, en función de la pertenencia de esos países a estructuras supranacionales comunes. Por ejemplo, belgas y franceses deberían haberse apoyado mutuamente… agitando juntos banderas de la Unión Europea. Pero ningún aficionado se comportó así, lo cual nos permite comprobar el abismo que existe entre la propaganda que nos remachan constantemente —y que nosotros mismos repetimos— y nuestro comportamiento espontáneo. A pesar de las apariencias, la victoria superficial del globalismo no ha modificado lo que en realidad seguimos siendo.

Por supuesto, no es casualidad que sea Siria, la tierra donde nació y tomó forma la idea de lo que hoy llamamos «Estado», el lugar donde ahora termina esta guerra. Porque tenían y tienen un Estado verdadero, que nunca dejó de funcionar, Siria, su pueblo, su ejército y su presidente lograron resistir el embate de la mayor coalición que se ha visto en la Historia, en la que se reunieron 114 países miembros de la ONU.

El Nacimiento y la Infancia de Jesús

SERÍA casi imposible explicar plenamente las muchas razones que llevaron a la selección de Palestina como el país del autootorgamiento de Micael y especialmente el por qué se escogió la familia de José y María como el marco inmediato para la aparición de este Hijo de Dios en Urantia (la Tierra).

Después de estudiar un informe especial sobre el estado de los mundos segregados, preparado por los Melquisedeq, con el asesoramiento de Gabriel, Micael finalmente seleccionó a Urantia como el planeta en donde ejecutaría su último autootorgamiento. Posteriormente a esta decisión Gabriel visitó personalmente a Urantia y como resultado de su estudio de los grupos humanos y de realizar una encuesta sobre las características espirituales, intelectuales, raciales y geográficas del mundo y de sus gentes, decidió que los hebreos reunían aquellas relativas ventajas que justificaban la selección de esta raza como la raza del autootorgamiento. Cuando Micael aprobó esta decisión, Gabriel nombró y envió a Urantia la Comisión de Familia de los Doce —seleccionada entre las órdenes más altas de las personalidades del universo— con el encargo específico de investigar la vida familiar judía. Al finalizar esta comisión su tarea, Gabriel se encontraba en Urantia y recibió el informe nominando a tres posibles parejas, que en la opinión de la comisión, eran igualmente favorables como familias del autootorgamiento para la proyectada encarnación de Micael.

De las tres parejas nominadas, Gabriel personalmente seleccionó entre ellas a José y María. Posteriormente compareció ante María, dándole la grata nueva de que ella había sido seleccionada para ser la madre terrenal del niño autootorgador.

Estudios de las escrituras de Urantia

1. José y María
José, el padre humano de Jesús (Josué ben José) era un hebreo entre los hebreos, aunque llevara muchos rasgos raciales no judíos que habían sido agregados a su árbol genealógico de vez en cuando por las líneas femeninas de sus progenitores. Las raíces del padre de Jesús se remontaban a los días de Abraham, y por intermedio de ese venerable patriarca, a los sumerios y noditas y, a través de las tribus sureñas del antiguo hombre azul, hasta Andón y Fonta. David y Salomón no se encontraban en la línea directa de descendencia de José, ni tampoco se remontaba el origen de José directamente a Adán. Los antepasados inmediatos de José eran obreros: constructores, carpinteros, albañiles y herreros. José mismo era carpintero, y posteriormente contratista. Su familia pertenecía a una larga e ilustre nobleza de la gente común, apareciendo de cuando en cuando personalidades destacadas, cuya actuación se había distinguido durante la evolución de la religión en Urantia.

Pintura de Fernand-Anne Piestre Cormon titulada «Caín huyendo ante la maldición de Jehová», c. 1880, Musée d'Orsay, París.

María, la madre terrenal de Jesús, descendía de una larga línea de inimitables antepasados que comprendía muchas de las mujeres más notables de la historia racial de Urantia. Aunque María era una mujer promedio de su tiempo y generación, con un temperamento relativamente normal, contaba entre sus antepasados a mujeres muy bien conocidas tales como Annón, Támar, Ruth, Betsabé, Ansie, Cloa, Eva, Enta y Ratta. No había en aquel tiempo otra mujer judía con una genealogía más ilustre de progenitores comunes y corrientes, o una que se remontara a los más auspiciosos comienzos. Tanto los antepasados de María como los de José habían sido de temperamento fuerte pero común dando de vez en cuando numerosas personalidades destacadas en la marcha de la civilización y la evolución progresiva de la religión. Desde un punto de vista racial, no es plenamente apropiado considerar a María como judía. Era judía por cultura y creencias, pero en dote hereditaria era más bien una combinación de razas, a saber: siria, hitita, fenicia, griega y egipcia, o sea que su herencia racial era más heterogénea que la de José.

De todas las parejas que vivían en Palestina en el tiempo del proyectado autootorgamiento de Micael, José y María poseían la combinación más ideal de vastos vínculos raciales y promedio elevado de dotes de personalidad. Era el plan de Micael aparecer en la tierra como un hombre común, para que las gentes comunes pudieran comprenderlo y recibirlo; por esto Gabriel seleccionó a personas tales como José y María para ser los padres de autootorgamiento.

2. Gabriel se aparece ante Isabel
En verdad el trabajo de Jesús en Urantia fue comenzado por Juan Bautista. Zacarías, el padre de Juan, era un sacerdote judío, y su madre Isabel pertenecía a la rama más próspera del mismo amplio grupo familiar de María, la madre de Jesús. Zacarías e Isabel, aunque casados por muchos años, no tenían hijos.

A fines del mes de junio del año 8, unos tres meses después de los esponsales de José y María, Gabriel apareció al mediodía ante Isabel, tal como más tarde se presentaría ante María, y dijo Gabriel:

«Mientras tu marido Zacarías oficia ante el altar en Jerusalén, y mientras el pueblo reunido ora por la llegada del liberador, yo, Gabriel, he venido para anunciarte que pronto tendrás un hijo, quien será el precursor del maestro divino, y que tú lo llamarás Juan. Crecerá dedicado al Señor tu Dios, y cuando llegue a la madurez, alegrará tu corazón porque llevará muchas almas a Dios, y también proclamará el advenimiento del sanador de almas de tu pueblo, y el libertador del espíritu de la humanidad entera. Tu parienta María será la madre de este hijo de promesa, y yo también me apareceré ante ella».

Esta visión aterrorizó a Isabel. Después de la partida de Gabriel, le dio vueltas y más vueltas a esta experiencia en su cabeza, reflexionando detenidamente sobre las palabras de este majestuoso visitante. Pero no mencionó nada a nadie, sino a su marido, hasta principios de febrero del año siguiente, fecha en que visitó a María.

Isabel no reveló este secreto a su marido inmediatamente, sino tan sólo cinco meses más tarde. Cuando le contó la historia de la visita de Gabriel, Zacarías la consideró con escepticismo, dudando de toda la experiencia por varias semanas; solamente comenzó a medio creer, aunque sin demasiado entusiasmo, en la visita de Gabriel a su esposa cuando ya no pudo dudar de que ella estaba encinta. Zacarías estaba grandemente perplejo y confundido por el embarazo de Isabel, aunque, a pesar de su propia edad avanzada, no dudaba de la virtud de su esposa. Unas seis semanas antes del nacimiento de Juan, Zacarías tuvo un sueño muy notable y entonces pudo convencerse de que Isabel daría a luz un hijo de destino, el que prepararía el camino para la llegada del Mesías.

Gabriel hizo su aparición ante María a mediados de noviembre del año –8, mientras ella estaba en Nazaret. Más adelante, cuando María supo sin lugar a dudas que iba a ser madre, persuadió a José que le permitiera viajar a Judá, más de seis kilómetros al oeste de Jerusalén, para visitar a Isabel. Gabriel había informado a cada una de estas futuras madres de su aparición ante la otra. Naturalmente deseaban encontrarse, comparar sus experiencias y hablar del futuro de sus hijos. María permaneció con ésta, su prima lejana por tres semanas. Mucho hizo Isabel para fortalecer la fe de María en la visión de Gabriel, de modo que ésta regresó al hogar más plenamente dedicada a su misión futura de madre del hijo de destino, a quien muy pronto daría a luz, presentándole al mundo un bebé indefenso, como cualquier otro, común y normal del reino.

Juan nació en Judá el 25 de marzo del año –7. Zacarías e Isabel tuvieron un gran regocijo con la llegada del hijo tal como Gabriel había prometido. Al octavo día, cuando presentaron al niño para la circuncisión, lo llamaron formalmente Juan así como se les había mandado. Un sobrino de Zacarías ya había partido para Nazaret, para entregar a María el recado de Isabel, la buena nueva del nacimiento de un hijo cuyo nombre sería Juan.

Los padres aleccionaron a Juan desde su más tierna infancia para que supiera que su destino consistía en ser un dirigente espiritual y un maestro religioso. Y el terreno de su corazón siempre respondió a la semilla de esta idea. Aun cuando niño, se le encontraba frecuentemente en el templo durante los oficios de su padre, y profundamente le impresionó la significación de todo lo que veía.

María visita a su prima Isabel


3. La Anunciación de Gabriel a María
Cierta tarde al ponerse el sol, antes de que José hubiera regresado al hogar, Gabriel apareció ante María junto a una mesa baja de piedra y, una vez que ella recobró su compostura, díjole: «Vengo a instancias de mi Maestro, a quien tu amarás y nutrirás. A ti María, te traigo gratas nuevas al anunciarte que la concepción dentro de ti es mandato del cielo, y en el momento propicio serás la madre de un hijo; lo llamarás Josué, y él inaugurará el reino del cielo en la tierra y entre los hombres. No menciones esto a nadie excepto a José y a Isabel, tu parienta, ante quien también he aparecido, y quien pronto dará a luz un hijo cuyo nombre será Juan, y quien preparará el camino para el mensaje de liberación que tu hijo sabrá proclamar con gran fuerza y profunda convicción a todos los hombres. Y no dudéis de mi palabra María, pues éste es el hogar que se escogió como morada mortal del hijo de destino. Mi bendición te acompaña, el poder de los Altísimos te fortalecerá y el Señor de toda la tierra te cobijará.

Durante muchas semanas María guardó el secreto en su corazón, reflexionando a solas sobre esta visitación; hasta que estuvo segura de que estaba encinta. Sólo entonces se atrevió a revelar estos acontecimientos inusitados a su marido. Al escuchar José este relato, aunque confiaba plenamente en María, quedó muy preocupado y perdió el sueño durante muchas noches. Primero dudaba la visitación de Gabriel. Eventualmente, cuando se persuadió casi totalmente de que María había realmente oído la voz y contemplado la forma del mensajero divino, su mente se vio convulsionada al reflexionar sobre cómo podían ocurrir tales cosas. ¿Cómo era posible que un hijo de seres humanos fuera un hijo de destino divino? José no podía reconciliar estas ideas contradictorias hasta que, después de varias semanas de reflexión, tanto él como María llegaron a la conclusión de que habían sido elegidos como padres del Mesías, aunque el concepto judío no presuponía que el liberador esperado fuera de naturaleza divina. Al llegar a esta conclusión importantísima, María se apresuró a ir a visitar a Isabel.

En el viaje de vuelta, María visitó a sus padres, Joaquín y Ana. Sus dos hermanos, sus dos hermanas y sus padres consideraban con escepticismo la misión divina de Jesús, aunque por supuesto en ese entonces nada sabían de la visitación de Gabriel. Pero María sí le confió a su hermana Salomé que creía que su hijo estaba destinado a ser un gran maestro.

La anunciación de Gabriel a María ocurrió al día siguiente de la concepción de Jesús y constituyó el único acontecimiento de naturaleza supernatural del embarazo y alumbramiento del hijo prometido.

María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada


4. El Sueño de José
José no acababa de aceptar la idea de que María daría a luz un hijo extraordinario, hasta que cierta noche tuvo un sueño extraordinario. En el sueño se le apareció un resplandeciente mensajero celestial que le dijo entre otras cosas: «José, por mandato de Aquel que reina en las alturas, aparezco ante ti para hablarte del hijo que aguarda María, y quien llegará a ser una gran luz en el mundo. En él habrá vida y su vida será la luz de la humanidad. Primero vendrá a tu pueblo, pero ellos casi no lo recibirán; pero a todos cuantos sepan recibirlo, a todos ellos revelará que son hijos de Dios». Después de esta experiencia José no volvió a dudar jamás del relato de María sobre la visitación de Gabriel ni de que su futuro hijo estaba destinado a ser un mensajero de Dios para el mundo.

En todas estas visitaciones no hubo mención alguna de la casa de David. Nada se dijo que indicara que Jesús estaba destinado a ser el «liberador de los judíos», ni tampoco que sería el ansiado Mesías. Jesús no era el Mesías como lo habían anticipado los judíos, sino el libertador del mundo. Su misión era para con todas las razas y los pueblos, no para un solo grupo.

José no provenía del linaje del rey David. María tenía más descendencia davídica que José. Es verdad que José tuvo que ir a Belén, la ciudad de David, para registrarse en el censo romano, pero eso se debía al hecho de que, seis generaciones antes, el antepasado paterno de esa generación de José, siendo un huérfano, había sido adoptado por Sadoc, un descendiente directo de David; de allí que José también fuera considerado como formando parte de la «casa de David».

Se intentó atribuir a Jesús muchas de las así llamadas profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, mucho tiempo después de su vida mortal en la tierra. Durante siglos los profetas hebreos habían proclamado la llegada de un liberador, y esas pro-mesas se habían interpretado por generaciones sucesivas como refiriéndose a un nuevo gobernante judío que ocuparía el trono de David, y que usando los mismos métodos milagrosos de Moisés establecería a los judíos en Palestina como una nación poderosa, libre de toda dominación extranjera. También, muchos pasajes figurados encontrados en las escrituras hebreas posteriormente se aplicaron erróneamente a la misión de la vida de Jesús. Las escrituras del Antiguo Testamento fueron en varios casos modificadas y distorsionadas para aparecer que se conformaban con uno u otro episodio de la vida terrestre del Maestro. Jesús mismo negó cierta vez públicamente toda conexión con la casa real de David. Aun el pasaje que decía «una joven dará a luz un hijo», se cambió a «una virgen dará a luz un hijo». Lo mismo ocurrió con los muchos escritos que se refieren al árbol genealógico de José y María, originados después de la carrera terrestre de Micael. Muchos de estas cepas contienen bastante del linaje del Maestro, pero en general no son genuinos y no es posible confiar en ellos como ciertos. Los primeros discípulos de Jesús sucumbieron más de una vez a la tentación de modificar las antiguas profecías para conformarlas con la vida de su Señor y Maestro.

José se encontraba ante una encrucijada. Su mujer María estaba encinta y el niño no era suyo. Según la Ley de Moisés, por tal afrenta la mujer tenía que ser apedreada hasta la muerte. Ese día, José cerro más pronto de lo habitual su taller de carpintería... Fue en su paseo vespertino cuando se le ocurrió la idea de repudiar a su mujer en secreto y así salvar la vida tanto de ella como la del niño que llevaba en sus entrañas...

5. Los Padres Terrenales de Jesús
José era hombre de temperamento dulce, extremadamente escrupuloso, y en todos los aspectos fiel a las convenciones y prácticas religiosas de su pueblo. Hablaba poco pero pensaba mucho. La dura condición del pueblo judío apenaba a José. En su juventud, conviviendo con sus ocho hermanos y hermanas, había sido de carácter más alegre, pero durante los primeros años de su vida matrimonial (durante la niñez de Jesús) sufrió períodos de leve desaliento espiritual. Estas manifestaciones temperamentales se habían mejorado considerablemente poco antes de su muerte prematura; y después de que la situación económica de su familia había mejorado por su progreso de carpintero a próspero contratista.

El temperamento de María era casi opuesto al de su marido. Usualmente alegre, siempre de buen talante y dispuesta, raramente se dejaba dominar por la depresión. María expresaba libre y frecuentemente sus sentimientos emocionales y no se la vio nunca triste hasta después de la muerte súbita de José. Apenas si se había recuperado de este golpe cuando hubo de enfrentar las ansiedades y dudas que surgían de la extraordinaria carrera de su hijo mayor, quien tan rápidamente se estaba desarrollando ante sus ojos asombrados. Pero durante toda esta experiencia inusitada, María se mantuvo serena y animosamente demostró buen tino en sus relaciones con su hijo mayor, que era extraño y difícil de comprender, así como también con sus hermanos y hermanas sobrevivientes.

Jesús había heredado de su padre su dulzura extraordinaria y su maravillosa comprensión de la naturaleza humana; y de su madre sus grandes dones didácticos y su extraordinaria capacidad de indignación frente a las injusticias. Emotivamente Jesús reaccionaba a veces al medio ambiente de su vida adulta como su padre, mostrándose meditabundo y adorador y a veces parecía triste; pero más a menudo actuaba de la manera optimista y decidida de su madre. En general el temperamento de María trató de dominar la carrera del Hijo divino durante su crecimiento y sus pasos importantísimos hacia la edad adulta. En ciertos aspectos Jesús combinaba los rasgos de sus padres; en otros, los rasgos de uno de ellos predominaban sobre los del otro.

De José derivó Jesús su conocimiento estricto sobre el uso de las ceremonias judías y su conocimiento poco común de las escrituras hebreas; de María derivó un punto de vista más amplio de la vida religiosa y un concepto más liberal de la libertad espiritual personal.

Las familias de José y de María eran muy instruidas para su tiempo. José y María poseían instrucción muy por encima del promedio para su tiempo y posición social. Él era un pensador; ella sabía planear, era experta en adaptarse y práctica en la ejecución inmediata. José era trigueño de ojos negros; María, rubia oscura de ojos pardos.

Si José hubiera vivido lo suficiente, sin lugar a dudas hubiera llegado a ser un firme creyente en la misión divina de su hijo mayor. María alternaba entre la fe y la duda, influida grandemente por las opiniones expresadas de sus otros hijos, de sus amigos y parientes, pero en último término su fe se veía constantemente fortalecida por el recuerdo de la aparición de Gabriel inmediatamente después de la concepción de su hijo.

María era una tejedora experta y en casi todas las artes hogareñas, más hábil que el promedio de su época; era una excelente ama de casa. Tanto José como María eran buenos maestros, y se aseguraron de que sus hijos e hijas fueran bien instruidos en las enseñanzas de esos tiempos.

Cuando José era joven, fue contratado por el padre de María, para construir una adición a la casa. Allí se conocieron José y María, cuando ésta le llevó una taza de agua para el almuerzo; allí comenzó la relación de esta pareja que estaba destinada a ser los padres de Jesús.

José y María se casaron de acuerdo con las costumbres judías, en la casa de María en las afueras de Nazaret, cuando José contaba veintiún años de edad. Esta boda fue la culminación de un noviazgo normal de casi dos años. Poco tiempo después se mudaron a su nueva casa en Nazaret, que había sido construida por José con la ayuda de dos de sus hermanos. La casa estaba ubicada al pie de una elevación que dominaba un bello paisaje. La joven pareja se preparaba para recibir en esta casa, alistada con tanto amor, al hijo prometido, sin saber que este acontecimiento de gran importancia para un universo ocurriría lejos de su hogar, en Belén de Judea.

La mayor parte de la familia de José se convirtieron en creyentes de las enseñanzas de Jesús, pero muy pocos de los parientes de María creyeron en él hasta después de su partida de este mundo. José se inclinaba más hacia el concepto espiritual del Mesías esperado, mientras que María y su familia, en particular su padre, mantenían la idea de un Mesías como el liberador temporal y gobernante político. Los antepasados de María se habían identificado notoriamente con las actividades de los Macabeos de ese entonces, de los tiempos recientes.

José sostenía preceptos de la tendencia oriental o de Babilonia dentro de la religión judía; María por otra parte tenía una visión más liberal y amplia, occidental o helenística de la ley y de los profetas.

6. La Casa en Nazaret
La casa de Jesús no estaba lejos de la elevada colina situada en la parte norte de Nazaret, a cierta distancia de la fuente de la aldea, que estaba en la sección oriental de la ciudad. La familia de Jesús vivía en las afueras de la ciudad, lo cual posteriormente le permitió a Jesús disfrutar de frecuentes caminatas en el campo y subir a la cumbre de la elevación cercana, que constituía la colina más alta del sur de Galilea, a excepción del Monte Tabor al este que tenía aproximadamente la misma altura. Su casa estaba ubicada hacia el sur y el este del promontorio sur de esta colina y aproximadamente a mitad de distancia entre la base de esta elevación y el camino que conducía de Nazaret a Caná. A Jesús le encantaba subir a la colina; otra de sus caminatas favoritas era un angosto sendero que rodeaba la base de la colina en dirección noreste hasta el punto en donde se unía al camino a Séforis.

La casa de José y María era una estructura de piedra de una habitación con techo plano y un edificio adyacente para los animales. Los muebles consistían en una mesa baja de piedra, vasijas de barro, platos y ollas de piedra, un telar, una lámpara, varios bancos pequeños y alfombras para dormir sobre el piso de piedra. Detrás de la casa, cerca de la construcción para los animales, había un tejado que protegía el horno y el molino para moler trigo. Se necesitaban dos personas para utilizar este tipo de molino, uno para moler y otro para echar el grano. Cuando niño, Jesús frecuentemente echaba grano en este molino mientras que su madre lo hacía girar.

En el transcurso de los años, a medida que crecía la familia, todos ellos se sentaban en el piso alrededor de la mesa agrandada de piedra para disfrutar de sus comidas, sirviéndose de un plato u olla común. Durante el invierno la cena estaba iluminada por una pequeña lámpara chata de arcilla, colocada sobre la mesa, con aceite de oliva como combustible. Después del nacimiento de Marta, José construyó un agregado a esta casa, una habitación amplia, que se utilizaba como taller de carpintería de día y como dormitorio de noche.

7. El Viaje a Belén
En el mes de marzo del –8 (el mes en que José y María se casaron) César Augusto decretó que todos los habitantes del Imperio Romano debían ser contados, que se realizaría un censo para mejorar el sistema de impuestos. Los judíos siempre estuvieron en contra de los intentos de «contar a la gente»; este hecho sumado a las graves dificultades internas del gobierno de Herodes, rey de Judea, había conspirado para ocasionar el aplazamiento del censo en el reino judío por un año. En todo el Imperio Romano este censo se realizó en el –8, pero en el reino palestino de Herodes ocurrió un año más tarde, el –7.

No era necesario que María fuera a Belén para registrarse, pues José tenía autorización para registrar a toda su familia, pero María, siendo una persona enérgica y que amaba la aventura, insistió en acompañarle. Temía quedarse sola por si el niño nacía durante la ausencia de José, y puesto que Belén no estaba lejos de la Ciudad de Judá, María anticipaba una posible visita agradable a su parienta Isabel.

José prácticamente prohibió a María que lo acompañara, pero no sirvió de nada; María preparó alimentos para los dos, suficientes para tres o cuatro días, aprontándose para el viaje. Pero antes de partir ya José se había reconciliado con la idea de que María lo acompañara, y al alba partieron alegremente de Nazaret.

María y José eran pobres, y puesto que tenían un solo animal de carga, María, que estaba encinta, cabalgaba el animal con las provisiones mientras que José caminaba conduciendo a la bestia. El construir y amueblar la casa había sido un gasto grande para José quien también tenía que contribuir para mantener a sus padres, puesto que su padre había sido incapacitado poco tiempo antes. Así partió esta pareja judía de su humilde hogar una mañana temprana, el 18 de agosto de –7 en dirección a Belén.

El primer día de viaje los llevó al pie del Monte Gilboa, donde acamparon durante la noche junto al río Jordán, conversando largamente de qué clase de hijo les nacería; José lo veía como maestro espiritual y María como un Mesías judío, un liberador de la nación hebrea.


Bien temprano a la mañana siguiente del 19 de agosto, José y María reanudaron su viaje. Tomaron su almuerzo al pie del Monte Sartaba que domina el valle jordano, y prosiguieron su viaje, llegando por la noche a Jericó, donde se alojaron en una posada del camino en las afueras de la ciudad. Después de la cena y las conversaciones sobre la opresión practicada por el gobierno romano, Herodes, el censo, y la influencia comparativa de Jerusalén y Alejandría como centros de conocimiento y cultura judíos, los viajeros nazarenos se retiraron para descansar. Muy temprano por la mañana del 20 de agosto reanudaron su viaje, llegando a Jerusalén antes del medio día; allí visitaron el templo y luego siguieron camino hacia su destino, llegando a Belén a media tarde.


La posada estaba repleta, y José buscó alojarse con parientes lejanos, pero todos los cuartos en Belén estaban totalmente ocupados a capacidad. Al volver al patio de la posada, le informaron que los establos para las caravanas, labrados en los lados de la roca y situados justo por debajo de la hostería, habían sido vaciados y limpiados para alojar viajeros. Habiendo dejado el burro en el patio, José cargó con las bolsas de indumentos y provisiones y descendió con María los escalones de piedra hasta su alojamiento. Se encontraron ubicados en lo que había sido un cuarto para almacenar granos frente a los establos y a los pesebres de los animales. Habían colgado cortinas de lona, y ellos se consideraron afortunados de haber conseguido un alojamiento tan cómodo.

José había pensado salir inmediatamente para registrarse, pero María estaba cansada; se sentía mal y le rogó que permaneciera a su lado, a lo cual él accedió.

8. El Nacimiento de Jesús
Durante toda esa noche María estaba inquieta, de manera que ninguno de los dos durmió mucho. Al alba los dolores de parto ya se habían evidenciado, y al mediodía del 21 de agosto del año –7, con la ayuda tierna de otras viajeras, María dio a luz un niño varón. Jesús de Nazaret había nacido en el mundo, se le envolvió en ropas que María había traído por precaución, y se le puso en el pesebre cercano.

Así nació el niño prometido; es decir, de misma manera que todos los niños que antes y desde entonces han llegado al mundo. Y al octavo día de su nacimiento y de acuerdo con la práctica judía, fue circuncidado y se le llamó formalmente Josué (Jesús).

Al día siguiente del nacimiento de Jesús, José fue a registrarse. Se encontró con un hombre con el que ellos habían conversado dos noches antes en Jericó, y éste lo llevó a ver a un amigo rico de él, y éste tenía una habitación en la posada, y dijo que con placer intercambiaría las habitaciones con la pareja de Nazaret. Esa misma tarde se mudaron a la posada, donde permanecieron casi tres semanas hasta que consiguieron hospedaje en la casa de un pariente lejano de José.

El segundo día después del nacimiento de Jesús, María envió un mensaje a Isabel diciéndole que había llegado su hijo; Isabel respondió invitando a José a ir a Jerusalén para hablar de todos sus asuntos con Zacarías. A la semana siguiente José fue a Jerusalén para encontrarse con Zacarías. Tanto Zacarías como Isabel estaban sinceramente convencidos de que Jesús estaba destinado a ser el liberador judío, el Mesías, y que el hijo de ellos, Juan, sería con el tiempo el jefe de sus ayudantes, el hombre de destino y su brazo derecho. Como María compartía esas opiniones, no fue difícil convencer a José de que se quedaran en Belén, la Ciudad de David, para que Jesús eventualmente pudiera llegar a ocupar el trono de Israel como sucesor de David. Por consiguiente, permanecieron más de un año en Belén, dedicándose José a su oficio de carpintero.

Ese mediodía en que naciera Jesús, los serafines de Urantia, reunidos bajo sus directores, verdaderamente cantaron himnos de gloria sobre el pesebre de Belén, pero estos cantos de gloria no fueron detectados por oídos humanos. No hubo pastores ni otras criaturas mortales que vinieran a rendir homenaje al niño de Belén hasta el día de la llegada de ciertos sacerdotes de Ur, que habían sido enviados desde Jerusalén por Zacarías.


A estos sacerdotes provenientes de la Mesopotamia, se les fue contado tiempo atrás por un extraño maestro religioso de su país, que él había tenido un sueño en el cual se le informaba que la «luz de la vida» estaba a punto de aparecer sobre la tierra en forma de niño, en el pueblo judío. Los tres sacerdotes partieron pues en búsqueda de esta «luz de la vida». Después de muchas semanas de búsqueda infructuosa en Jerusalén, estaban por volverse a Ur, cuando conocieron a Zacarías, quien les trasmitió su creencia de que Jesús era el objeto de su búsqueda y los envió a Belén, donde encontraron al niño y dejaron ofrendas junto a María, su madre terrenal. El niño tenía casi tres semanas al tiempo de esta visita.

Ninguna estrella guió a estos hombres sabios a Belén. La hermosa leyenda de la estrella de Belén se originó de esta manera: Jesús nació al mediodía del 21 de agosto del año –7. El 29 de mayo de ese año –7, hubo una extraordinaria conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Y es un hecho astronómico notable el que conjunciones similares ocurrieran el 29 de septiembre y el 5 de diciembre del mismo año. Sobre la base de estos acontecimientos extraordinarios, pero totalmente naturales, los creyentes bien intencionados de las generaciones sucesivas construyeron la atractiva leyenda de la estrella de Belén y de los Reyes Magos adoradores conducidos por la estrella al pesebre para contemplar y adorar al recién nacido. La mente oriental y del cercano Oriente se deleita en las fábulas, e inventa constantemente bellos mitos sobre la vida de sus dirigentes religiosos y de sus héroes políticos. En la ausencia de la imprenta, cuando la mayor parte del conocimiento humano se trasmitía oralmente de una generación a la otra, era muy fácil que los mitos se tornaran tradiciones y que las tradiciones finalmente se aceptaran como hechos.

9. La Presentación en el Templo
Moisés había enseñado a los judíos que todos los hijos primogénitos pertenecían al Señor, y que, en lugar de su sacrificio tal cual se acostumbraba entre las naciones paganas, ese hijo primogénito podría vivir, siempre y cuando sus padres lo redimieran mediante el pago de cinco siclos a un sacerdote autorizado. También existía una reglamentación mosaica que mandaba que la madre, después de cierto período de tiempo, se presentara (o que alguien hiciera el sacrificio correspondiente en su nombre) en el templo para purificarse. Era costumbre efectuar ambas ceremonias al mismo tiempo. Por consiguiente, José y María fueron al templo de Jerusalén en persona para presentar a Jesús a los sacerdotes para su redención y hacer a la vez el sacrificio apropiado para asegurar la purificación ceremonial de María de la supuesta suciedad del alumbramiento.

En las cortes del templo se encontraban con frecuencia dos personajes notables: Simeón el cantor, y Ana, una poetisa. Simeón era de Judea, pero Ana, de Galilea. Casi siempre estaban juntos, y ambos eran íntimos amigos del sacerdote Zacarías, quien les había confiado el secreto de Juan y de Jesús. Tanto Simeón como Ana anhelaban presenciar la llegada del Mesías, y su confianza en Zacarías los llevó a creer que Jesús fuese el esperado liberador de los judíos.

Zacarías sabía qué día vendrían José y María al templo con Jesús, y había prometido indicar a Simeón y Ana, mediante un gesto especial de saludo con la mano, en la procesión de niños primogénitos, cuál era Jesús.

Para esta ocasión Ana había escrito un poema que Simeón cantó, para sorpresa de José, de María y de todos los que se encontraban reunidos en los patios del templo. Éste fue su himno de redención del hijo primogénito:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel

Porque nos ha visitado y ha traído redención a su pueblo;

Arrojando un ancla de salvación para todos

En la casa de su siervo David.

Así como habló por boca de sus santos profetas—

Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos odian;

Para mostrar su misericordia a nuestros progenitores y recordar el santo pacto—

Juramento que hizo a Abraham nuestro padre

Otorgándonos la dádiva de la liberación de nuestros enemigos para que podamos

Servirle sin temores,

En santidad y rectitud delante de él, todos nuestros días.

Y tú, niño prometido, te llamarás el Profeta del Altísimo.

Porque irás delante de la presencia del Señor para establecer su reino

Para dar conocimiento de salvación a su pueblo

En la remisión de sus pecados.

Regocijáos en la tierna misericordia de nuestro Dios porque nos visitó desde lo alto la aurora

Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte

Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

Dejad, oh Señor, que éste tu siervo se aleje en paz, de acuerdo con tus palabras,

Porque mis ojos han contemplado la salvación

Que tú has preparado delante del rostro de todos los pueblos.

Luz resplandeciente para esclarecimiento aun de gentiles

Y para la gloria de tu pueblo de Israel.

Camino de vuelta a Belén, José y María permanecieron silenciosos —confundidos y sin alientos. María estaba turbada por las palabras de despedida de Ana, la anciana poetisa, José no aprobaba este esfuerzo prematuro por hacer de Jesús el Mesías ansiado del pueblo judío.

10. Herodes Actúa
Pero los espías de Herodes no estaban ociosos. Cuando le informaron acerca de la visita a Belén de los sacerdotes de Ur, Herodes mandó que estos caldeos aparecieran ante su presencia. Los interrogó diligentemente a estos hombres sabios acerca del nuevo «rey de los judíos», pero le proporcionaron muy poca satisfacción, explicando que el niño había nacido de una mujer venida a Belén con su marido para registrarse en el censo. Herodes, insatisfecho con esta respuesta, les despidió con una bolsa de dinero mandándoles que encontraran al niño, para que Herodes también pudiera adorarle, puesto que habían dicho que su reino sería espiritual y no temporal. Pero como estos hombres sabios no regresaron, Herodes entró en sospecha. Mientras pensaba en estos hechos, volvieron sus espías y le dieron un informe completo sobre los recientes acontecimientos en el templo, trayéndole una copia de parte de la canción que Simeón había cantado en las ceremonias de redención de Jesús. Pero no se les había ocurrido seguir a José y María. Herodes se enfadó con ellos cuando le dijeron que no sabían a dónde se había dirigido la pareja con el niño. Mandó que partieran espías para ubicar a José y María. Habiéndose enterado Zacarías e Isabel de que Herodes había mandado buscar a la familia de Nazaret, permanecieron alejados de Belén. Al mismo tiempo se ocultó al niño varón en la casa de unos parientes de José.

José tenía miedo de buscar trabajo, y sus pocos ahorros estaban desapareciendo rápidamente. Aun durante el tiempo de las ceremonias de la purificación en el templo, José se consideraba lo suficientemente pobre como para justificar su oferta de dos palomas jóvenes para la purificación de María, tal como Moisés había mandado para la purificación de las madres pobres.

Como después de más de un año de búsqueda, los espías de Herodes aún no habían ubicado a Jesús; y puesto que se sospechaba que el niño todavía estaba oculto en Belén, Herodes ordenó una búsqueda sistemática en todas las casas de Belén, y el asesinato de todos los niños varones de menos de dos años de edad. Así Herodes pensaba asegurar la destrucción del que sería al crecer el «rey de los judíos». Así perecieron en un día dieciséis niños varones en Belén de Judea. La intriga y el asesinato eran acontecimientos comunes en la corte de Herodes, aun dentro de su familia inmediata.

La matanza de estos infantes ocurrió a mediados de octubre del año –6, cuando Jesús tenía poco más de un año de edad. Pero había creyentes en la venida del Mesías aun entre los miembros de la corte de Herodes, y uno de ellos, al enterarse de la matanza de los niños de Belén, se puso en contacto con Zacarías quien a su vez despachó un mensajero a José; la noche antes de la masacre José y María salieron con el niño de Belén, camino a Alejandría en Egipto. Para evitar atraer la atención, viajaron solos a Egipto con Jesús. Zacarías les dio el dinero necesario para ir a Alejandría, donde José trabajó de carpintero, María y Jesús se alojaron con parientes de la familia de José en buena situación económica. Así vivieron en Alejandría por dos años enteros, regresando a Belén tan sólo después de la muerte de Herodes.

Fuente: https://www.urantia.org/es/el-libro-urantia/documento-122-el-nacimiento-y-la-infancia-de-jesus