SOBRE LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES Y TODO LO QUE VENDRÁ.

 

Tanto las autoridades como la sociedad están intentando adaptarse a la situación actual producida por la guerra. Quizás lo más significativo de todo lo que ha sucedido es que Occidente ha terminado por excluirnos y nosotros hemos hecho lo mismo. Sin embargo, hemos pasado por esta misma situación muchas veces, aunque eso no niega el hecho de que nuestra forma de vida actual se vea sometida a muchos cambios.

Lo primero que se nos ocurre es que debemos sustituir las importaciones que recibíamos de Occidente con las de otros países que nos sean aliados. El problema de esto último radica en que nos llegarán de contrabando y de tercera mano todo el veneno occidental con el subsiguiente riesgo de que terminemos reproduciendo sus patrones de comportamiento. También existe el problema de creer que este enfrentamiento con Occidente es solo temporal y que finalmente todo se resolverá, pero eso es no tener en cuenta que la actual ruptura se está volviendo cada vez más y más irreversible y que es imposible volver a como todo era antes de la guerra: al menos de que Occidente o Rusia cambien por completo es imposible que se lleve a cabo una reconciliación. De todas maneras, debemos superar la brecha creada por este problema y enfrentar la realidad.

La disyuntiva que enfrentamos es la siguiente: o sustituir de forma indefinida lo que recibíamos de Occidente recurriendo a otros actores o crear un modelo diferente. Estas opciones sin duda tendrán un impacto importante en nuestras vidas y asumir cualquiera de ellas será difícil.

Lo mejor sería sustituir de forma permanente cualquier cosa que venga desde Occidente, pues es obvio que para bien o para mal seguirá siendo un faro y punto de referencia para muchos. Occidente tarde o temprano se le ocurrirá como meter su mercancía de contrabando, por lo que no es una tarea sencilla llevar a cabo la sustitución. En caso de que tengan éxito en esto último terminaremos dependiendo una vez más de Occidente, aunque de una forma nueva. Cuando nos demos cuenta de lo que ha sucedido tal vez sea demasiado tarde.

En caso de que vayamos a sustituir por completo las importaciones, tendremos que crear un plan estratégico que nos permita crear nuevos modelos y formas alternativas de desarrollo. Nuestra sociedad está acostumbrada a convertir estos modelos teóricos en realidad. Siempre nos hemos adaptado perfectamente a las condiciones adversas que nos han impuesto y estoy seguro que lo lograremos nuevamente. Claro, algunas veces hemos fallado y sufrido por ello, pero nunca hemos claudicado.

Seguir el camino de la autonomía implica grandes retos: lo primero es decidir qué y cómo debemos hacer las cosas. En caso de que tomemos este camino Rusia tendrá que crear un mundo y una realidad que siga sus propias leyes e ideas. No contaremos con escenarios o libros para usar de modelos, aunque podremos recurrir a la historia y los ejemplos de los países no occidentales (que en algunos casos han logrado transformaciones impresionantes). Sin embargo, todo esto requerirá de crear, recrear o inventar de la nada muchas cosas.

Por supuesto, Occidente intentará por todos los medios evitar que hagamos eso. Incluso ahora la ruptura de Occidente con Rusia y el apoyo incondicional que brindan al régimen de Kiev ha comenzado a afectar la política y la economía de los países occidentales hasta el punto de que varios de sus líderes se han visto obligados a renunciar, han estallado protestas masivas e incluso se han desatado crisis políticas. Occidente ha sido incapaz de detener a Rusia y hemos cruzado todas las líneas rojas que nos han impuesto. Esto deja claro que gracias a la guerra que han desatado, entre otros factores, es muy posible que Occidente o, más bien, la demente élite globalista que hoy lo gobierna, terminará colapsando. De todos modos, no podemos contar con que ese colapso se produzca pronto y Rusia carece de los recursos para asestar el golpe mortal necesario: existe una manera de hacerlo, pero en caso de que la usáramos nadie sobreviviría. Este último escenario también deberá ser sopesado, aunque para evitarlo.

La omnipotencia de Occidente terminará tarde o temprano, con o sin nuestra ayuda. Eso no significa que el mundo cambiará de un momento a otro. No obstante, es obvio que Occidente, por inercia, seguirá dominando el mundo por mucho tiempo.

Ahora bien, tomando en cuenta todo lo anterior nuestro primer objetivo será: sustituir a corto plazo todos las importaciones occidentales, este es un imperativo necesario. A largo plazo debemos eliminar la posibilidad de crear un «simulacro de Occidente» en nuestro propio país. China ha comenzado a hacer esto, pero no ha roto de forma tan brusca con Occidente como lo hemos hecho nosotros: en caso de que Taiwán se convierta en un problema les sucederá lo mismo que a nosotros —hasta ahora los chinos simplemente se dedican a observarnos y sacar conclusiones de lo que nos ocurre—. Finalmente, podemos comenzar a pensar y construir de forma voluntaria un modelo sociopolítico y económico alternativo e independiente para Rusia, aunque quizás este termine por imponerse por la fuerza de las circunstancias cuando todos los demás caminos se hayan cerrado. Quizás pasemos por estos tres procesos de forma simultánea, pero en teoría es posible que se produzca algo diferente.

En la medida en que aceptemos que nuestra lucha contra Occidente es un hecho irremediable y que no hay «marcha atrás», entonces seremos capaces de pensar en las alternativas. Por supuesto, ya algunos de nuestros lideres están diciendo esto y creo que no se equivocan —aunque puede tratarse de una estrategia retórica para encubrir la sustitución de importaciones, especialmente porque nuestra clase dirigente solo sabe vivir el momento y no tienen consciencia a futuro—. Grandes cambios políticos y económicos están sucediendo. Ahora bien, lo más estúpido que podemos hacer es seguir creyendo que todo volverá a ser como antes del 24 de febrero de 2022. Esa posibilidad se esfumo hace mucho tiempo y solo dándonos cuenta de que es imposible seremos capaces de enfrentar la realidad.

RUSIA ANTE EL FUTURO DE LA GUERRA

 

A veces nos resulta incomprensible la razón por la cual inició la operación militar especial el 24 de febrero del 2022. No obstante, todo iba encaminado a que tal operación sucediera tarde o temprano debido a la llegada al poder de Vladimir Vladimirovich Putin en 1999. Ahora hemos llegado a la guerra y muchos se niegan todavía a creer lo que sucede ante sus ojos: Rusia por fin ha decidido dejar de lado sus ilusiones de integrarse al sistema mundial, es decir, a Occidente, en favor de defender su soberanía. Como ambas opciones son mutuamente excluyentes, tarde o temprano esto tenía que pasar.

Mientras Donald Trump fue el presidente de los Estados Unidos su administración se dedicó sobre todo a poner en orden los asuntos internos de su país y luchar contra las élites globalistas. Trump parecía dar a entender que Occidente aceptaría de forma pacífica la instauración de un mundo multipolar, especialmente porque no se dedicó a atacar a Rusia de forma directa y aceptó razonablemente bien la defensa que hacíamos de nuestra soberanía. Sin embargo, la llegada de Biden y la vuelta de los globalistas al poder cambiaron todo esto, pues el viejo y demente Joe hizo saltar por los aires cualquier acuerdo de paz. Es por eso que Occidente nos ha impuesto el camino de la guerra como muy bien ha dicho el presidente Putin en su discurso ante la Duma Estatal hace poco. Eso significa que cualquier posibilidad de cooperación entre Rusia y Occidente se ha desvanecido de ahora en adelante, aunque quizás en un futuro lejano esto pueda cambiar. Pero la confrontación entre nuestros países es tan alta que ni siquiera el regreso de Donald Trump al poder cambiaría algo, especialmente si tenemos en cuenta que durante su primer mandato ya los globalistas lo acusaban de no luchar abiertamente contra Rusia. Trump volvería a tener las manos atadas caso de volver al poder, posibilidad cada vez más real si tenemos en cuenta que tanto Biden como el Partido Demócrata están cada vez más y más en crisis, porque son incapaces de hacer nada bien.

Por otro lado, Boris Johnson, uno de los líderes occidentales más antirrusos, se ha visto obligado a abandonar su puesto hace poco, aunque la causa de su renuncia no tiene nada que ver con su rusofobia, sino con su ineptitud e idiotez que ha terminado por hartar a los británicos. Por eso surge la pregunta: ¿por qué el pueblo británico ha elegido a este loco? Podríamos preguntarnos lo mismo con respecto a Ucrania, gobernada por un comediante, o Estados Unidos, gobernado por un viejo degenerado, Francia, gobernada por un narcisista, e Italia, gobernada por un estafador y mafioso. El hecho de que estos líderes sean depuestos no significa que sus sustitutos sean mejores, ya que ahora se perfilan como gobernantes mujeres incompetentes que han hecho sus carreras gracias a las becas Erasmus y que son defensoras de un paradigma feminista y de género que quieren imponer sobre el resto del mundo. Todo esto deja claro que tanto las élites políticas occidentales actuales como las que los sustituirán serán enemigas de Rusia tanto al corto como al mediano y largo plazo. Puede que en algún momento la intensidad de este enfrentamiento disminuya, pero sin duda no cambiará en lo más mínimo, ya que las causas seguirán siendo las mismas. 

Ha llegado la hora de centrarnos en nosotros mismos y cooperar con todos aquellos que no tengan nada que ver con Europa. Considero que esto implica una defensa de nuestra soberanía y un cambio estructural de nuestro sistema estatal. Antes de que se produjera nuestra ruptura con Occidente se buscaban dos cosas:
  • Integración de nuestra economía en el sistema económico mundial, lo cual implicaba la aceptación de las instituciones globales controladas por Occidente;
  • Y el fortalecimiento de nuestra soberanía, especialmente política y militar.
Ahora bien, el primer vector ha terminado por ser abandonado y solo nos queda el segundo, ¡el segundo, ya que el primero ha dejado de ser operativo! ¿Qué hará de ahora en adelante la parte de nuestra élite que defendía el primer vector? Es una pregunta bastante difícil y no quiero regodearme al respecto, pero creo que las cosas serán bastante negras para ellos en un futuro cercano: los que ayer se sentían orgullosos de ser los defensores de estas ideas hoy tendrán que rendir cuentas. Algunos de estos personajes se han acobardo, otros no entienden lo que está sucediendo y unos cuantos han decidido esperar por lo que sucederá en un futuro creyendo ingenuamente que todo volverá a ser como antes. No obstante, Putin ha dejado claro que no será así y que este es solo el principio, por lo que los occidentalistas y los liberales deberán hacerse a la idea de lo que vendrá… Esto también se aplica a los funcionarios profesionales, aunque ellos se encuentran en una mejor posición que las élites liberales. Sin embargo, también se verán afectados, pues el cómodo equilibrio en que se encontraban, debido a la imposibilidad de defender la soberanía e integrarnos al sistema económico mundial al mismo tiempo, ha desaparecido gracias al inicio de la operación militar especial. Eso implica que se han acabado las excusas que antiguamente esgrimían y tendrán que buscar la forma de crear las condiciones para la defensa de nuestra soberanía. Si no son capaces de llevar a cabo esta tarea, entonces tendrán que enfrentar las consecuencias de su propia incompetencia.

Quienes se encuentran en una mejor posición son los militares, las fuerzas de seguridad y, en parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores. Estos sectores siempre han defendido nuestra soberanía y han permanecido al margen de los problemas que afectan a los demás. De todos modos, también han tenido bastantes problemas y de ahora en adelante deberán promocionar de forma eficaz la defensa de nuestra soberanía. Estamos ante un choque de civilizaciones y semejante estado de excepción, que puede conducir a que nuestros enemigos ataquen nuestro territorio, deberá llevar a que nosotros despleguemos cualidades extraordinarias como el valor, el ingenio, la audacia, el coraje e incluso el heroísmo. Este escenario se encuentra a las antípodas de una confrontación pacifica, pues al parecer la guerra se ha convertido en una realidad.

Todo lo que hemos expuesto hasta ahora nos lleva a decir que la defensa de nuestra soberanía afectará todos los ámbitos del Estado, empezando por la administración pública, el comportamiento de nuestras élites actuales, la política, la necesidad de reformar nuestras instituciones y muchos otros problemas que tendremos que solucionar. No se trata de que todo lo expuesto hasta ahora sea imposible de cambiar, pero de ahora en adelante se requerirá una nueva forma de seleccionar a nuestro liderazgo…

MEMORIA CHEQUISTA Y ERROR DE VOX

 


Intervención de Francisco Contreras, por VOX, contra la memoria chequista: todo lo que dice es cierto, pero se va por las ramas. Creo que el argumento debe ser  este:

Ustedes tienen una versión de la guerra civil y del franquismo. Otros muchos ciudadanos tienen otra versión, distinta o contraria, con el mismo derecho democrático que ustedes a exponerla y defenderla. Pero ustedes quieren imponer su versión por ley, como en los países totalitarios, atacando las libertades básicas de los ciudadanos. Pretensión que les define a ustedes como enemigos de la libertad de los españoles.

En democracia, estas cuestiones son objeto de un libre debate intelectual. Pero ustedes quieren sustituirlo por la imposición de una ley tiránica. ¿A qué se debe esa pretensión? Solo hay una respuesta posible: ustedes sienten y saben que su versión es falsa y que, por tanto, no podría sostenerse  en un debate abierto. Y quieren hacer tragar a los españoles esa versión porque en ella se apoyan para promover una serie de políticas actuales en la misma dirección liberticida y promotora de los odios entre los españoles

Ustedes están utilizando ilegítimamente las fórmulas democráticas para atacar la democracia, como  hicieron los nazis. Pero no conseguirán ustedes su objetivo. Esta ley, que les retrata, no puede ni debe ser obedecida, debe rechazarse desde el principio como lo que es: una grave amenaza a la convivencia en paz y libertad de los españoles

Creo que este debe ser el  argumento, y no retórica vana sobre si en la transición se abrazaron o no los españoles, dando por sentado que el franquismo fue ilegal y cometió crímenes igual que los otros. En ese discurso, la ETA, el PSOE y los separatistas son consecuentes: si el franquismo fue ilegal y condenable, la transición, la democracia y la monarquía son igualmente ilegales y condenables, puesto que evidentísimamente proceden de aquel. El problema de fondo es: ¿vamos a aceptar que unas bandas de mafiosos totalitarios nos dicten a los españoles lo que debemos creer o descreer sobre nuestra historia? Todo lo demás es hojarasca.

Dicho de otro modo: La cuestión tiene dos vertientes: la política y la intelectual. La primera consiste en el intento de imponer tiránicamente una versión de la historia a toda la sociedad, y debe combatirse como tal en las Cortes y en todos los foros políticos. La intelectual debe abordarse mediante el debate libre en todos los ámbitos intelectuales. No deben confundirse las dos cosas. En las Cortes no puede debatirse sobre el valor de tales o cuales versiones de la historia, solo puede denunciarse el carácter tiránico y antidemocrático de esa ley política.


HACIA LA CREACIÓN DE UNA SOBERANÍA INTEGRAL

 

Rusia se encuentra hoy en una situación intermedia: el mundo antiguo no acaba de morir y el nuevo aun no ha nacido o, mejor dicho, ha comenzado a nacer pero no ha asumido su forma final. Este problema es sin duda fundamental, pues de ello depende el rumbo que Rusia siga en un futuro con respecto a los procesos que están sucediendo en todo el mundo y la actitud que debemos asumir frente a Occidente.

El colapso de la URSS fue vivido por los rusos de dos formas distintas:
1) Durante la década de 1990 intentamos integrarnos incondicionalmente dentro de Occidente aceptando el control de nuestro país por potencias extranjeras, lo cual terminó en un fracaso total; 
2) Putin llegó al poder a principios del año 2000 diciendo que Rusia continuaría integrándose dentro de Occidente, pero conservando su soberanía. Nunca conseguimos integrarnos en Occidente y el deseo de fortalecer nuestra soberanía nos llevó a la operación militar especial el 24 de febrero del 2022.

¿Cuál ha sido la razón de todo esto? En primer lugar, está el hecho de que cuando Donald Trump fue presidente de Estados Unidos le importaba muy poco el fortalecimiento de la soberanía rusa ya que nuestro país no desempeñaba un papel relevante en la economía mundial, a diferencia de China que era considerada un rival mucho más serio. A Trump tampoco le importaba Crimea y pensaba en comenzar una guerra económica con China. En cambio, la actual presidencia de Joe Biden esta dominada por globalistas y atlantistas que temen la expansión de la influencia rusa, especialmente porque estos últimos son defensores a ultranza de la unipolaridad y la hegemonía estadounidense. Los globalistas han decidido dejar a un lado el islamismo como su rival a batir y consideran que Rusia y China son las principales amenazas para el orden internacional.

Estados Unidos y la OTAN comenzaron a preparar una operación militar contra Dombás y Crimea desde el verano del 2021, queriendo convertir esto en una especie de plataforma para agredir militarmente en el futuro a Rusia. Estos preparativos incluyeron el asesoramiento militar de las tropas ucranianas y la contratación de muchos mercenarios. Putin decidió atacar antes que los atlantistas y lanzar una operación preventiva que finalmente jugo a nuestro favor. No obstante, y alejándonos un poco del aspecto marcial de la operación militar especial, podemos decir que este acontecimiento marca el fin de la segunda etapa de las relaciones entre Rusia y Occidente después de la caída de la URSS. La idea de integrarnos a Occidente ha sido sepultada definitivamente por razones objetivas, por lo que a Rusia solo le queda la preservación, protección y fortalecimiento de su soberanía: algo incompatible con los proyectos occidentales.

Rusia ha roto de forma total con Occidente, pero la élite rusa no lo comprende. La segunda etapa del período postsoviético ruso ha concluido y la tercera etapa no ha iniciado aún. Así que podemos preguntarnos: ¿en qué consiste esta tercera etapa de nuestra historia que la élite rusa no quiere aceptar? Antes que nada, se trata de un proceso de aislamiento y presión constante por parte de Occidente para someternos a su poder. Ahora bien, solo aceptando que Occidente no tiene nada que ofrecernos seremos capaces de crear algo distinto, empezando por nuestro deseo de avanzar hacia el futuro. Así como la antigua élite soviética no pudo aceptar el colapso tanto de la URSS como del comunismo los liberales que llegaron al poder en la década de 1990 son incapaces de aceptar que el rumbo que marcó Putin en política internacional será nuestro futuro, resistiéndose a creer que es un proceso irreversible y que solo se trata de algo temporal. A la gente siempre le cuesta aceptar la llegada del futuro…

Nuestra ruptura diplomática y confrontación militar con Occidente implica antes que nada la adopción de una idea rusa y eurasiática real. Ninguna de estas dos perspectivas se contradice la una con la otra y no es necesario elegir entre ellas, aunque ambas tienen prioridades distintas.

La adopción de una idea rusa significa un fortalecimiento rápido y drástico de nuestra soberanía, asegurándola por todos los medios necesarios. Sin embargo, cuando nos referimos a un fortalecimiento de esta última nos referimos a una realidad integral que permita que nuestro Estado sea independiente en todos los aspectos: civilizacionales, culturales, educativos, científicos, económicos, financieros, morales, identitarios, políticos y, sobre todo, ideológicos. Solo la esfera política y militar rusa es independiente, el resto dependen parcial o totalmente de Occidente. Tampoco poseemos una ideología soberana y esto impide que nuestro país sea capaz de asumir una verdadera forma de soberanía que transforme todas las esferas de nuestra sociedad y de ese modo liberarnos por completo de los tentáculos liberales y globalistas que controlan gran parte del Estado. Conseguir nuestra independencia del globalismo requerirá la institucionalización de la política exterior de Putin y no solo la lealtad personal hacia él. Eso significa que es necesario instaurar una ideología «putinista» que proclame una soberanía nacional integral y que pueda de esa manera reformar tanto la política como la administración pública.

La instauración de una ideología oficial en Rusia será una realidad, pues de lo contrario seremos incapaces de enfrentarnos directamente a Occidente: se trata de un hecho consumado nos guste o no. El proceso de ideologización del Estado ruso sucederá tarde o temprano y para esto debemos no solo fortalecer nuestra identidad sino también comprender cuales son nuestras diferencias con Occidente. El hecho de que Putin eligiera defender nuestra soberanía hace 22 años nos ha llevado hasta la actual confrontación que hoy estamos viviendo, pero ha llegado la hora de ir un paso más allá y no seguir vacilando como lo hemos hecho hasta ahora entre la defensa de nuestra soberanía o nuestro deseo de integrarnos a Occidente.

Por supuesto, esta ideología no implica que Rusia se aislé del mundo —Occidente no es el mundo entero a pesar de sus pretensiones hegemónicas y universalistas—, sino que asumamos un rumbo político eurasiático y contemplemos la posibilidad de aproximarnos al mundo oriental en busca de nuevos amigos y socios. Esta aproximación hacia otras civilizaciones nos permitirá entrar en contacto con los pueblos de China, la India, el mundo islámico, Latinoamérica y África. Todos ellos muy diferentes entre sí y con ideas muy distintas. Hubo un tiempo donde Rusia estudió mucho el mundo oriental e incluso el gran poeta ruso Nikolái Gumiliov llegó a componer himnos en honor de África. Sin embargo, Occidente logró dominar nuestras mentes e intoxicó nuestra psicología. Un famoso filósofo iraní, el heideggeriano Ahmad Fardid, llamó a esto el proceso de gharbzadegi u occidentalolatría.

Los eurasianos rusos fueron los primeros que se revelaron en contra de este proceso de occidentalización de la cultura rusa y exigieron, al igual que los eslavófilos antes que ellos, defender nuestra identidad particular y la de otras civilizaciones o culturas no occidentales. Considero que este es el único camino que puede seguir Rusia: recurrir a grupos como la Organización de Cooperación de Shanghái o los BRICS, además de otros polos y civilizaciones que han comenzado a despertar o que habían sido ignorados hasta ahora.

Occidente no representa a toda la humanidad ni es la culminación de la misma. Es necesario plantearnos un nuevo comienzo, pues el lugar de Rusia se encuentra en Eurasia y no en Occidente. Antes se trataba de una elección, pero al día de hoy se ha convertido en un imperativo: las relaciones que construyamos de ahora en adelante con China, India, Turquía, Irán, los países árabes, África o América Latina serán decisivas ya que en estos polos nacientes se encuentra el futuro del mundo. Sin embargo, la élite rusa se niega a aceptarlo. No obstante, ya no nos queda otra opción. Ni siquiera la traición a Putin —que es poco probable— podrá detener este proceso y solo arrojaría una vez más a Rusia hacia el caos. De todos modos, la traición ya no es una opción pues la limpieza y destrucción de los liberales dentro de Rusia ha comenzado. Esta purga no solo es necesaria, sino que también es inevitable. La élite rusa es incapaz de darse cuenta que las dimisiones y detenciones que hoy se hacen no son más que el principio: la elección a favor de la soberanía y el eurasianismo ya está hecha y quien no la acepte desaparecerá, no hay vuelta atrás.

La cuestión que ahora debemos plantearnos es otra: ¿cómo exactamente vamos a defender y promover la soberanía rusa en esta nueva fase? Lo que debemos hacer nos lo exige la realidad, pero el cómo, dónde y qué priorizar son cuestiones que permanecen abiertas y resultan mucho más complicadas. Mi propuesta es empezar por crear una ideología, el resto es secundario. Los que dominan nuestro país saben esto y son conscientes del destino de nuestro pueblo, ellos saben muy bien todo esto.

EL TRIBUNAL SUPREMO DE ESTADOS UNIDOS SE OPONE AL GLOBALISMO

 

La noticia más importante de hoy, sorprendentemente, no es la operación militar especial de Rusia en Ucrania o el inminente colapso de la economía occidental, sino el hecho de que el Tribunal Supremo de EE.UU. acaba de revocar la decisión de Roe vs. Wade aprobada en 1973, anulando con ello el derecho constitucional al aborto. De ahora en adelante serán los Estados Federales quienes decidan sobre el aborto. El fiscal general de Missouri, Eric Schmitt, anunció su decisión de prohibir el aborto en su Estado causando el estallido de protestas en varias ciudades. Los globalistas estadounidenses decidieron lanzarse a las calles vociferando maldiciones, quemando coches y saqueando las tiendas. Creo que esto último resulta muy grave, especialmente si tenemos en cuenta que la única rama del gobierno de los Estados Unidos que nunca ha dejado de ser transparente eran los tribunales, por lo que su autoridad resultaba indiscutible para todo el espectro político, especialmente porque eran un sector que hasta ahora no había sido usurpado por una ideología política abierta. No obstante, los jueces nombrados por Trump hicieron su jugada y esto ha causado que se produzca un punto de inflexión.

Una vez más queda claro que Estados Unidos se encuentra dividido y que existen dos países en su interior. Ya no se trata de una lucha entre republicanos y demócratas, cuyo conflicto siempre ha sido muy relevante, sino de una división que fractura a la sociedad estadounidense. Tradicionalmente, la sociedad estadounidense siempre ha sido pragmatista y se ha guiado por el principio funciona/no funciona, esa es su esencia. En Estados Unidos no existe un dogma acerca de lo que es el sujeto o el objeto: uno puede considerarse Elvis Presley o Papá Noel y mientras nadie te objete lo contrario poco importa. Lo mismo sucede con respecto al mundo: no existen leyes inviolables y uno puede hacer lo que uno quiera, y si en consecuencia el mundo te hace pedazos ese es tu problema. No existen los entes, sino las interacciones; podríamos decir que esa es la forma de pensar del estadounidense promedio. Lo mismo sucede con la forma en que se entiende el liberalismo: libertad para pensar lo que quieras, creer lo que quieras y comportarte como quieras. Claro, la libertar individual siempre choca con la libertad de los demás, pero nunca conocerás los limites de ambas mientras no pongas en práctica tus ideas. Es por eso que siempre debes poner las cosas a prueba. Esta es más o menos la forma de pensar de los estadounidenses con respecto al aborto, el cambio de sexo, los desfiles de homosexuales o neonazis y cualquier otra cosa que se pueda poner a prueba. La última instancia que resolvía las discrepancias sociales en todas sus manifestaciones —basándose en muchos criterios y consideraciones— eran los tribunales. Esta forma de ser de los estadounidenses resulta completamente ajena a los europeos y sin duda ha sido una de las claves de su éxito: no existen los limites y puedes ir a donde quieras mientras nadie te detenga. Así es como funciona Estados Unidos.

Esta forma de pensar fue rechazada por la élite estadounidense —formada por individuos de muy distintas procedencias, pero especialmente europeos procedentes de Rusia y en su mayor parte étnicamente judíos— decidieron adoptar los códigos culturales eurocéntricos o ruso-soviéticos de sus ancestros. Estos inmigrantes trajeron a los Estados Unidos una forma de pensar distinta que era incompatible con el pragmatismo estadounidense y se aprovecharon del mismo con tal de imponer sus ideas. Después de todo, en los Estados Unidos se comprende la libertad de una forma muy distinta al totalitarismo europeo. Han sido estas élites extranjeras y europeas las que han secuestrado la democracia estadounidense por medio de la implantación de estructuras globalistas que poco a poco se han ido haciendo con el poder.

Las élites estadounidenses actuales son en su mayoría liberales de izquierda, muchas veces trotskistas, que impusieron al resto de la sociedad algo que les es totalmente ajeno: la idea del progreso lineal. La idea del progreso es incompatible con el pragmatismo, pues para el pragmatismo las cosas solo funcionan o no funcionan. Si algo funciona y te ayuda a progresar, entonces está bien. Pero si no, entonces lo abandonas. La forma antigua de pensar de los estadounidenses incluso ve con buenos ojos restaurar algo que antes existía mientras sea funcional, algo que los emigrantes del Viejo Mundo por supuesto rechazan porque para ellos el progreso es un dogma y un proceso continuo de emancipación, mejoramiento, desarrollo y acumulación de conocimientos. El progreso es para ellos una filosofía y una religión que implica un aumento continuo de las libertades individuales, el desarrollo técnico, la abolición de la tradición o los tabúes sociales y cosas por el estilo. No importa lo que funciona o lo que no, solamente importa el progreso.

No obstante, esta interpretación del liberalismo resultaba totalmente ajena al liberalismo estadounidense donde nadie puede imponerle a nadie sus ideas. El liberalismo de las nuevas élites estadounidenses intentó erradicar esta forma de pensar imponiendo la cultura de la cancelación, las humillaciones públicas, la eliminación de las viejas costumbres, la normalización de las cirugías de cambio de sexo, la aniquilación de los fetos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres y la teoría crítica de la raza. Los viejos liberales sostenían que «mientras algo funcione está bien, si no, entonces cámbialo». Pero los nuevos liberales dicen: «nadie tiene el derecho a no ser liberal, si uno no es progresista entonces es de ultra-derecha y debe ser eliminado en nombre de la libertad, los LGBT+, los transexuales y la Inteligencia Artificial».

El conflicto entre estas dos interpretaciones del liberalismo —una pragmática y libertaria contra otra neoliberal y progresista— se ha vuelto cada vez más y más intensa en las últimas décadas conduciendo, finalmente, al triunfo de Donald Trump. Trump fue el representante del Estados Unidos profundo, mientras que los demócratas abrazaron las banderas del globalismo. Esta guerra entre dos sociedades con filosofías distintas ha llegado a su punto culminante ahora que se intenta definir cuál es la interpretación real de la libertad para ambos. Los estadounidenses viejos se aferran a su interpretación de la libertad individual que excluye por completo cualquier prescripción externa de la misma, argumentando que se puede defender el aborto y la homosexualidad, pero no persiguiendo a todo el que se le oponga. En cambio, los estadounidenses nuevos defienden el uso de la violencia contra todos aquellos que no comprendan la libertad y eso implica la formulación de un código de comportamiento que defina qué es o no es la libertad. Mientras que el viejo liberalismo no es normativo, el nuevo liberalismo es abiertamente totalitario.

Solo comprendiendo todo lo anterior podemos entender porque la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos con respecto al caso Roe vs. Wade de 1973 ha causado tanto revuelo. El viejo liberalismo, que es ante todo pragmático, no se dedica a prohibir el aborto, sino a defender que no puede convertirse en una ley impuesta desde arriba, por lo que cada Estado Federal puede buscar la solución que prefiera. Además, tal decisión también demuestra que el tiempo es reversible y que no existe una línea recta hacia el progreso, pues siempre podemos ir en otra dirección. No se trata tanto de la cuestión del aborto, como de la naturaleza misma del tiempo. Es este problema filosófico el que hoy está dividiendo a la sociedad estadounidense hasta el punto de que se ha declarado una guerra civil abierta.

El Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha decidido declararle la guerra a las élites globalistas y neoliberales quienes, al igual que los bolcheviques rusos, desean sacrificar el presente en nombre del progreso, pues este último justifica todo. Hasta ahora, en Estados Unidos todo iba en línea recta para imponer el individualismo, el egocentrismo y el hedonismo. Pero, de repente, el Tribunal Supremo dio un fuerte paso hacia atrás. ¿Por qué ha hecho tal cosa? Los viejos estadounidenses se regocijan ante tal logro porque quieren recuperar la libertad que les fue arrebatada por los progresistas y los tecnócratas que sostenían que el tiempo iba en una sola dirección. Ahora el fiscal general de Missouri ha demostrado que esto se puede hacer. ¡Una jugada excelente! Se trata de una revolución pragmática, una especie de revolución conservadora estadounidense.

Esto ha causado que la podredumbre globalista se revuelque, pues ha acontecido algo muy similar a la elección de Donald Trump: los estadounidenses viejos vencen a los estadounidenses nuevos. Como dice Mateo 12,25: «Todo reino en sí dividido será desolado, y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá». Esta profecía se cumplirá tarde o temprano…

VLADIMIR PUTIN Y EL FIN DEL MUNDO AUTOCRÁTICO

Vladimir Putin esbozó su visión del futuro de Rusia y del mundo en un discurso en el Foro Económico de San Petersburgo, declarando el fin del «mundo único» centrado en Estados Unidos.

No hay vuelta atrás para Rusia, así que Putin puede al menos exponer los hechos con frialdad. Para algunos, la «revolución contra la dictadura global de Occidente» ha comenzado. Putin no está solo, China ya está detrás de él y muchos otros países le seguirán pronto. A menos que su país de suma cero cambie sus costumbres, quedará como una isla remota fuera del nuevo orden.

«Cuando Estados Unidos declaró la victoria en la Guerra Fría, los estadounidenses se autodenominaron 'representantes de Dios en la tierra', sin obligaciones, sólo con intereses sagrados declarados», criticó Putin a la élite de Washington. Desde entonces, dijo, «han surgido nuevos centros de poder que tienen derecho a proteger sus propios sistemas, modelos económicos y soberanía».

Estos «cambios verdaderamente revolucionarios y tectónicos en la geopolítica, la economía mundial, la tecnología y todo el sistema de relaciones internacionales» son «fundamentales, revolucionarios e inexorables», argumentó Putin.

Sería un error pensar que tras un periodo de cambios tumultuosos, las cosas volverán a ser como antes. «Esto no ocurrirá», aseguró el líder ruso.

Cuando Estados Unidos y sus aliados lanzaron una campaña para aislar a Rusia por el conflicto de Ucrania, esperaban hacer caer la economía y la sociedad rusa en su conjunto. En cambio, las sanciones han sido una derrota para quienes las impusieron, exacerbando los problemas sociales y económicos, aumentando los precios de los alimentos, la electricidad y el combustible y socavando la calidad de vida en todo Occidente, pero especialmente en Europa.

Putin considera que la élite de poder occidental «vive en un pasado ilusorio». «Se niegan a ver lo evidente y se aferran obstinadamente a las sombras del pasado. Parecen creer, por ejemplo, que el dominio occidental de la política y la economía mundiales es un valor inmutable y eterno. Nada dura para siempre».

Las potencias occidentales todavía están influenciadas por las percepciones osificadas de los que están en el poder: ven a otros países como «atrasados o de patio trasero». «Siguen tratándolas como colonias y a la gente que vive allí como ciudadanos de segunda clase», dijo Putin.

Putin también tenía una visión clara de la UE: «La Unión Europea ha perdido por completo su soberanía política y su élite burocrática baila al son de otros, aceptando todo lo que se les dice desde arriba, en detrimento de su propia población y economía».

Añadió que los ciudadanos del euro pagarán un alto precio por «decisiones alejadas de la realidad y contrarias al sentido común», ya que la UE podría perder «más de 400.000 millones de dólares al año» en pérdidas directas sólo por las sanciones.

Culpar a Rusia de los altos precios de la energía y de la inflación es una «tontería», en opinión de Putin, ya que Rusia no es un manipulador tan destacado de la economía mundial. Occidente sólo tiene que culparse a sí mismo por el estado de las cosas; en su opinión, los llamados países del G7 han «conducido sistemáticamente al mundo a una enorme crisis global».

Según el dirigente ruso, la «fe ciega de la UE en las fuentes de energía renovables» y el abandono de los acuerdos de gas natural a largo plazo con Rusia provocaron un aumento de los precios de la energía el año pasado. Al mismo tiempo, tanto Estados Unidos como la UE continuaron con su impresión sin sentido de dólares y euros.

Según Putin, las políticas aplicadas por los dirigentes de la UE y de EE.UU. «agravan las desigualdades y la polarización de las sociedades, no sólo en términos de prosperidad, sino también en cuanto a los valores y la orientación de los diferentes grupos».

«Esta desconexión de la realidad y de las demandas de la sociedad conducirá inevitablemente al aumento del populismo y al crecimiento del extremismo, a graves cambios sociales y económicos, a la decadencia y al cambio de élites en Europa», dijo el líder ruso en su visión del futuro del continente.

Putin señaló que las sanciones de EE.UU. y la UE contra Rusia —especialmente sobre las exportaciones de fertilizantes y cereales— son una de las causas de la creciente inseguridad alimentaria en el mundo. Si los países más pobres del mundo se enfrentan pronto a la hambruna, «será totalmente culpa de la administración estadounidense y de la burocracia europea».

Los problemas de seguridad alimentaria han surgido en los últimos años —no en los últimos meses— debido a «las acciones miopes de quienes están acostumbrados a resolver sus propios problemas a costa de los demás» y a distorsionar los flujos comerciales imprimiendo dinero en una especie de «política colonial depredadora», concluyó Putin.

Al concluir su discurso de 73 minutos, Putin dijo que era «obvio» que los «estados fuertes y soberanos» establecerán las reglas para un «nuevo orden global». Esto refleja la idea de que se está formando un mundo de bloques, dominado por diferentes potencias y sus intereses.

Aunque Putin, Xi de China y algunos otros parecen ser los líderes más populares de los capitalistas monopolistas de Occidente, ¿qué tal si hago de abogado del diablo y hago algunas preguntas incómodas al final?

¿Qué significa realmente el «fin del mundo monolítico» si todas las potencias, grandes y pequeñas, siguen sin embargo el manuscrito de la crisis que conduce a la tecnocracia distópica, distribuyen vacunas experimentales contra la pandemia e impulsan el paso a la moneda digital, la robótica y la tecnología de la IA?

¿Viviremos en el futuro —según los peores escenarios— en pequeñas cámaras en ciudades inteligentes, comiendo bichos, sin poseer nada, o podríamos entrar en un mundo post escasez de «comunismo de lujo totalmente automatizado»?

No soy un gran creyente en las utopías, ya que la actual élite del poder parece no querer compartir nada en absoluto, sino limitarse a repetir la jerga de la ONU sobre la reducción de la «huella de carbono» (o, en última instancia, del número de personas). ¿Tendrá la redistribución del poder mundial algún impacto en esta cuestión, o continuará la «nueva normalidad» de los últimos años en un mundo aparentemente multipolar?

ESCUELA DE CALOR

La bisabuela inglesa de mi mujer era una señora elegante y espartana, y cuando sus hijas pequeñas se quejaban de la temperatura, contestaba impertérrita: «Nenitas, nenitas, en invierno hace frío y en verano hace calor».

Pues bien, cuando los propagandistas del cambio climático aprovechan una simple ola de calor para repetir sus cansinas letanías catastrofistas sobre el apocalipsis que nunca llega me entran ganas de repetirles: «Nenitas, nenitas, en invierno hace frío y en verano hace calor». En efecto, lo que hemos vivido es una ola de calor veraniega como ha habido tantas y seguirá habiendo tantas. ¿Recuerdan el tórrido mes de agosto del 2003? Pues eso. La diferencia radica que en aquellos días más felices Al Gore aún no había rodado su documental UNA MENTIRA CONVENIENTE (¿o era al revés?) y el cambio-climatismo aún no se había convertido en la religión global de creencia obligada impuesta por el nuevo orden y sus obedientes medios de comunicación.

Una ola de calor normal y corriente
Se considera que existe una ola de calor cuando más del 10% de las estaciones de la AEMET registran temperaturas máximas por encima del percentil 95 de la serie histórica de temperaturas durante más de tres días seguidos. Desde 1975 se han producido en España unas 70 olas de calor veraniegas, con lo que son fenómenos normales y recurrentes. En el cuadro siguiente podemos ver las temperaturas máximas registradas en las estaciones afectadas por las distintas olas de calor en España desde 1975 según la AEMET[1]:


Para que vean cómo estos fenómenos meteorológicos son locales y nada tienen que ver con el cambio climático, en el siguiente cuadro pueden ver la misma tabla, pero correspondiente a Canarias, territorio español situado en latitudes muy inferiores a las peninsulares pero perteneciente, hasta donde yo sé, al mismo planeta sujeto al mismo clima planetario. Como podrán observar la serie no tiene nada que ver: en años donde en la Península había ola de calor en Canarias no las había (y viceversa) y en ningún caso se observa ninguna tendencia preocupante:


Los fenómenos meteorológicos no son el clima
Conviene reiterar que los fenómenos meteorológicos locales jamás pueden ser síntomas de ninguna variación climática, pues la unidad de medida temporal del clima es el siglo o más bien el milenio y porque los fenómenos locales, como su propio nombre indica, son locales, y pueden producirse de forma simultánea fenómenos de naturaleza completamente opuesta en otras regiones del mundo. Así, durante este mes de mayo se registraron unas de las temperaturas más bajas de la historia en el noroeste de EEUU y en British Columbia (al Oeste de Canadá), y mientras en España nos achicharrábamos la semana pasada, en Australia el invierno austral registraba las temperaturas más bajas de los últimos setenta años. ¿Enfriamiento global? No, simple meteorología.

La cantinela cambio-climatista aprovecha los fenómenos meteorológicos naturales asociados al calor para ligarlos al calentamiento global. Por ejemplo, ahora que se acerca la época de huracanes e incendios forestales las plantillas estivales de los medios repetirán los titulares de todos los años como en el Día de la Marmota. Quienes les ordenan hacerlo saben que el relato es completamente falso, pura propaganda, pero la mentira ya forma parte intrínseca de un movimiento que no trata de ciencia, sino de ideología, poder y dinero. La realidad es que los huracanes están disminuyendo en número e intensidad al menos desde 1990 y que la superficie total quemada por incendios a nivel global ha descendido un 25% en las últimas dos décadas. Incluso el IPCC de la ONU, algo así como el Vaticano de la religión climática, se vio obligado a reconocer que «no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), sigue sin haber evidencia respecto al signo de la tendencia en la magnitud y frecuencia de las inundaciones a nivel global (…) y no existe suficiente evidencia en la actualidad respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX» (IPCC, AR5, WG I, capítulo 2.6, p. 214-217).

Los mismos que ligan cualquier elemento que tenga que ver con el calor al cambio climático callan cualquier relación con el clima cuando se trata de frío. Así, la prensa local canadiense, norteamericana o australiana no ha advertido de un «enfriamiento global» por las olas de frío antes mencionadas como tampoco lo hizo la prensa española con el inhabitual frío de mayo de 2013 (el más frío desde 1985), o con Filomena, hace año y medio, o el pasado mes de marzo, el más nublado de los últimos 39 años, el sexto más lluvioso desde 1961 y el octavo más frío del siglo, según la AEMET.

Los medios tampoco han publicitado en exceso que en 2021 la Antártida vivió los seis meses más fríos jamás registrados. Probablemente, los chamanes climáticos temían que la población se diera cuenta de que la «amenaza» del derretimiento de los hielos antárticos y el consiguiente aumento del nivel de los mares era un cuento chino para asustarnos. De hecho, la Antártida se ha enfriado ligeramente desde 1979, lo que quizá explique que, según un estudio de la NASA, esté ganando hielo, no perdiéndolo. Dado que la Antártida tiene un volumen de hielo 1.250 veces superior al del Ártico, no es el hielo ártico el que debería preocuparnos, sino el antártico. De hecho, dado que el hielo ártico flota y ocupa ya un volumen, su derretimiento no aumentaría el nivel del mar, como descubrió Arquímedes antes del nacimiento del periodismo. Para mayor tranquilidad, sepan que la superficie del Ártico está revirtiendo su anterior tendencia y lleva varios años creciendo, hasta el extremo de que 2021 marcó el segundo año con más hielo desde 2003. Apuesto a que no lo han leído en ningún medio.

Midiendo el calentamiento global
¿Existe calentamiento global en las últimas décadas? Sí, un poquito, pero contrariamente a la consigna repetida ad nauseam, no hay «consenso científico» (un oxímoron) sobre su causa, sino imposición y censura totalitarias, negando el debate, cerrando el acceso a publicaciones especializadas a los científicos que no comparten la consigna oficial y negándoles financiación para sus investigaciones. El fanatismo de los chamanes climáticos es proporcional a los enormes intereses políticos y económicos creados. La realidad es que aún no somos capaces de saber cómo funciona un sistema complejo, no lineal y caótico como es el clima, donde intervienen multitud de factores con retroalimentaciones de distinto signo, como los océanos, las nubes, la rotación de la Tierra, la actividad solar, el vapor de agua (causante de la inmensa mayoría del efecto invernadero) y otros gases menores como el CO2, etc. Si no somos capaces de predecir la meteorología a una semana vista, ¿cómo vamos a ser capaces de predecir el clima de dentro de un siglo?

Desde que tenemos satélites midiendo la temperatura global, nuestro planeta ha sufrido un ligero calentamiento de 0,14°C por década, y en los últimos 20 años apenas ha habido calentamiento, como muestra el siguiente gráfico elaborado con datos de satélites NOAA por el conocido experto Dr. Roy Spencer:


Estos datos son refrendados por un reciente estudio procedente de mediciones de globos meteorológicos aerostáticos. Tanto en el hemisferio Norte como en los trópicos, desde 1998 apenas ha habido calentamiento:


La cultura del miedo
Tras su apariencia filantrópica, la religión del cambio climático esconde un odio al ser humano, considerado un virus perjudicial para la Madre Tierra, y una ambición de dominio y poder totalitarios centrados en combatir el virus, esto es, en reducir la población mundial. Pero sobre todo se engloba en la opresiva y desesperanzadora cultura del miedo en que estamos inmersos en Occidente, en la que los poderes mantienen a la población en un constante estado de temor señalándole aquello que debe temer (un peligro exagerado o inventado) y proponiéndose a sí mismos como salvadores, prometiéndonos seguridad a cambio de nuestra libertad.

La secta del cambio climático utiliza el temor a la muerte bajo la amenaza de un Apocalipsis que, como Godot, siempre se pospone y nunca llega. En los países desarrollados sus chamanes se ofrecen a salvarnos si aceptamos empobrecernos a través del encarecimiento disparatado de las fuentes de energía. A los países pobres, que no pueden permitirse por sí mismos el capricho de rico que son las energías «renovables», se les ofrece a cambio subsidios que se les concederá o no dependiendo fundamentalmente de que controlen su crecimiento demográfico (el quid de la cuestión), condenándoles a una dependencia crónica.

Los efectos perniciosos de la religión climática ya se están viendo. La causa estructural del aumento del coste de la electricidad y de la gasolina, más allá de la coyuntura bélica y de las autolesivas sanciones de Occidente, es la irracional persecución de los combustibles fósiles (baratos, eficientes y fiables) a los que tanto debe la Humanidad y la imposición de energías caras, intermitentes e ineficientes que benefician a unos pocos y perjudican a la mayoría. Así, el problema con las futuras olas de calor no serán las temperaturas alcanzadas, sino que no tendremos dinero para poder encender el aire acondicionado. La amenaza real no es el clima, sino la pérdida de libertad y la pobreza.


EL CÓDIGO RUSO

 

Rusia lanzó la operación militar especial en Ucrania con la intención de defender su soberanía. Mientras tanto, Occidente ha decidido usar a la nación ucraniana —sí es que puede ser llamada así— como un proxy para detener a los rusos. El predominio militar, económico y formal de Occidente es algo obvio. Sin embargo, Occidente no es solo una estructura política, económica y militar, sino una civilización que tiene un código de programación particular. Este código es el que se convierte posteriormente en armas militares o sistemas económicos, políticos, culturales, educativos, comunicativos, etc… El problema actual subyace en que Rusia debe luchar en contra de este código que da vida a Occidente.

Lamentablemente, las autoridades rusas no comprenden esto y creen que solo es necesario combatir a nivel estratégico militar, político diplomático o publicitario. No obstante, creemos que tarde o temprano tanto las autoridades rusas como la sociedad terminaran dándose cuenta que es necesario ir mucho más allá si se quiere defender la soberanía de nuestra civilización. Este paso se puede posponer todo lo que se quiera en el tiempo, pero es inevitable que se de en algún momento.

La soberanía nacional hace parte de los conceptos fundamentales del sistema westfaliano de Relaciones Internacionales (RI) y del realismo. El realismo defiende que todo Estado-nación soberano (reconocido por otros) no puede, por definición, aceptar la existencia de ninguna autoridad superior a la suya. La soberanía parte del principio de que todo Estado-nación puede hacer cualquier cosa que sea capaz de hacer incluso aunque eso no le guste a otros Estados nacionales. Finalmente, la guerra es la que decide todo cuando los demás medios fallan. A grandes rasgos, esta es la teoría del realismo. 

No obstante, el liberalismo en las Relaciones Internacionales se opone al realismo diciendo que es necesario limitar la soberanía de los Estados nacionales, que esta es relativa y que es necesario suprimir la autonomía de todos los países con tal de que se instaure un Gobierno Mundial. Para el liberalismo la soberanía no es un valor que deba ser defendido y los Estados nacionales no son sino pasos previos para que la humanidad finalmente cree un Gobierno Mundial.

Putin es un defensor del realismo en las RI y por eso lanzó la operación militar especial sobre Ucrania. Sin embargo, el liberalismo en las RI sigue dominando en la educación superior como sucede en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, así como entre los profesores universitarios, por lo que no sorprende que muchos de ellos se opongan a Putin. Se trata de una anomalía que demuestra lo mucho que ha penetrado el código civilizatorio de Occidente dentro del sistema educativo ruso y nuestros intelectuales.

Por supuesto, Putin entiende la soberanía en términos realistas: primero como un elemento estratégico militar, segundo como un problema político y tercero como una realidad económica. Es por esa razón que considera que Rusia debe impedir la ampliación de la OTAN, los intentos de injerencia extranjera en la política interna (como las operaciones de cambio de régimen que Occidente realiza patrocinando a la oposición radical al gobierno) y, en menor medida, la dependencia directa de nuestra economía de las instituciones globales y los monopolios occidentales. El realismo en las RI se reduce simplemente a estas consideraciones y deja de lado problemas como la ciencia, la cultura, la tecnología, la educación, los medios de comunicación de masas, el arte, el comportamiento cotidiano y la psicología de los pueblos. El realismo en las RI no cree que estos elementos tengan nada que ver con la soberanía y la autonomía de las naciones. No obstante, esta actitud del realismo hacia la cultura solo es válida si defendemos las ideas, referencias y valores de la civilización occidental, es decir, las normativas y leyes que definen el código de su civilización. Después de todo, el realismo en las RI nació en Occidente y es allí donde ejerce su mayor influencia (y eso a pesar de que en los últimos 40 años el liberalismo en las RI se ha convertido en el paradigma dominante). Esto nos lleva a la conclusión de que el realismo del que hace gala Putin sigue atado a los parámetros occidentales: Rusia sigue atrapada en el código operativo occidental, aunque luche desesperadamente por defender su soberanía y encontrar su lugar bajo la luz proyectada por el moribundo sol occidental.

Esto por fin nos hace llegar al meollo del asunto: la operación militar especial que Rusia lanzó sobre Ucrania es en realidad un ataque en contra del código creado por la civilización Occidental. Resulta interesante que poco después de que estallara este conflicto Francis Fukuyama escribiera un artículo titulado «La guerra de Putin contra el orden mundial liberal» en donde habla de cómo Rusia no solo esta desafiando el liberalismo y el globalismo impulsados por Occidente según el paradigma realista (tal y como lo interpretan Mearsheimer, Kissinger o Bannon), sino que está cuestionando de forma decisiva el mismo orden mundial actual que hasta hace poco era controlado por Occidente. No por nada la operación militar especial ha llevado a muchos a decir que estamos pasando de la unipolaridad a la multipolaridad, pues el código creado por la civilización Occidental no es universal, sino que se trata de una forma muy provincial y hasta local de interpretar el mundo y que el resto de los pueblos no necesitan para existir. Fukuyama sostiene que las acciones de Moscú afectan a todo el mundo y que esto significa el comienzo de un choque de civilizaciones tal y como era defendido por su principal contradictor: Samuel Huntington. Podemos concluir con todo eso que el actual conflicto no es una lucha entre naciones, sino entre diferentes civilizaciones: la actual guerra de Rusia contra Occidente es un choque entre códigos de civilizaciones diferentes y no una lucha entre países o naciones individuales.

Todo esto explica en gran parte las acciones que Occidente ha realizado con tal de aislar a Rusia, como, por ejemplo, cortar todos los lazos económicos y tecnológicos, expulsarnos de todas las estructuras globales (Occidente domina casi todas ellas), buscar que las naciones no occidentales rompan cualquier lazo con Rusia y usar las redes globalistas prooccidentales dentro de nuestro país para detener la ofensiva rusa o incluso derrocar a Putin. Occidente quiere demostrar con todo esto que sin su apoyo, es decir, sin el código cultural creado por ellos, Rusia terminará pereciendo tarde o temprano. Si Moscú continúa lanzando su ofensiva en nombre de defender su soberanía —la cual entiende de una forma muy limitada— Occidente buscará por todos los medios destruirla —entendiendo por soberanía no algo limitado, sino el código civilizacional que ellos han creado (que no se limita a unos intereses nacionales bastante estrechos) y del cual nos estamos apartando—. El hecho de que nuestras autoridades no se hayan hecho todavía conscientes de esto lleva a que seamos incapaces de formular una ideología clara o que carezcamos de una estrategia que garantice nuestra soberanía en todos los aspectos de nuestra vida.

Los rusos aún no se han dado cuenta de la importancia que tiene la operación militar especial desde un punto de vista civilizatorio, simplemente hemos iniciado una serie de acontecimientos cuyo significado no comprendemos. Solo ahora nos estamos dando cuenta de lo mucho que ha penetrado el código occidental dentro de nuestro país: la cantidad de oligarcas desertores, traidores y rusófobos no hace sino aumentar como si fuera el comienzo de una avalancha, siendo los primeros síntomas de una enfermedad mucho más profunda y que requerirá de un gran esfuerzo —nacional y popular— para defender nuestra soberanía. Si queremos sobrevivir debemos no solo recordar sino también reformular nuestro propio código civilizatorio y realizar cambios significativos en áreas que al gobierno no le interesan como la filosofía, la ciencia, la cultura, la educación, el arte, la conciencia social, la psicología e incluso la moda y los estilos de vida. Podemos llamar a esto una «ideología», solo que no tiene nada que ver con las ideologías occidentales (liberalismo, socialismo, nacionalismo) sino de una forma propiamente rusa de pensar. A esta forma de pensar la hemos llamado «Cuarta Teoría Política», en oposición al liberalismo, el comunismo y el fascismo.

Hemos entrado en una nueva fase de conflicto donde es necesario definir el código de la civilización rusa y esta fase no depende para nada de la velocidad o triunfo de la operación militar especial. Hemos sido excomulgados por Occidente, pues este ya ha pronunciado su sentencia en nuestra contra: es imposible volver a la situación previa del 24-02-2022. De ahora en adelante tendremos que lidiar con las consecuencias de este desafío que hemos lanzado contra Occidente.

Fuente: Alexander Dugin

KLESHAS: LAS 5 CAUSAS FUNDAMENTALES DEL SUFRIMIENTO


En el Yogasutra, Patañjali se refiere a los kleshas como las cinco causas fundamentales del sufrimiento humano. Los identifica como:
  1. La avidya, la ignorancia.
  2. La asmita, la «egoidad», la limitación de la conciencia del ego o el sentido del ego.
  3. El raga, el apego.
  4. El dvesha, la aversión.
  5. El abhinivesha, el miedo a la muerte o el instinto de protección del cuerpo físico.
La avidya: la ignorancia
El término avidya significa «nesciencia» o «ignorancia» y es un sinónimo de ajñana, es decir, ignorancia espiritual. Según el Yogasutra, es el primero y el más importante de los cinco kleshas (las causas de sufrimiento que atan a los seres humanos al ciclo de renacimiento). De hecho, constituye la causa principal de los otros cuatro kleshas. En el Yogasutra (2.5), Patañjali afirma los siguiente: «La ignorancia (la avidya) es ver [lo que es] eterno, puro, gozoso y [perteneciente al] Ser como efímero, impuro, doloroso y [perteneciente a] el no ser (el anatman)».

La ignorancia se define como la confusión que nos hace ver lo eterno (el Ser) como transitorio y limitado. Según otro gran sabio, Shankaracharya, la avidya también podría ser: «ver lo que es transitorio y limitado como eterno (el Ser)». Este estado de confusión está determinado por la identificación y fijación habituales en las cosas placenteras que, al ser transitorias, no pueden provocar felicidad duradera. Un ejemplo sería considerar y tratar cosas efímeras como el cuerpo físico o las pertenencias personales como eternas y esperar que sean fuentes de felicidad eterna. Por tanto, la ignorancia supone esta falta de discernimiento entre lo inmutable y eterno (Uno Mismo, el Ser) y lo que es efímero, transitorio e impermanente.

La avidya es la principal causa de sufrimiento porque la ignorancia nos hace buscar la felicidad eterna fuera de nuestro Ser real, en el mundo fenoménico. Al ser impermanentes, los diferentes aspectos del mundo no pueden brindarnos la felicidad eterna. Al contrario, nos provocan ilusión, apego, sufrimiento y dolor. Por lo tanto, en el contexto yóguico, la ignorancia (la nesciencia) no es una ausencia de conocimiento, sino un concepto erróneo sobre la realidad. Por ejemplo, no saber geografía, matemáticas o física no es ignorancia en el sentido metafísico.

La asmita: la conciencia del ego
El término asmita, «la egoidad», representa el sentimiento de ser o existir como una entidad personal. Constituye el sentido del ego. Este es el segundo de los kleshas y se trata de la limitación de la conciencia «egoica».

De esta manera lo afirmó Patañjali en el Yogasutra (2:6): «La ‘egoidad’ (la asmita) es la aparente identificación de los poderes de la visión [es decir, los instrumentos del conocimiento (los órganos de los sentidos y la mente)] con el Vidente [es decir, el Ser Supremo, la Conciencia Testigo]».

Por lo tanto, el sentido de individualidad que crea la personalidad se debe a la identificación del Conocedor (es decir, la Conciencia Testigo) con los instrumentos del conocimiento. Al identificarnos con los instrumentos del conocimiento (es decir, la mente y los órganos de los sentidos) tenemos la ilusión de que somos una entidad que habita en un cuerpo y tiene toda una historia personal con dramas, apegos, etc. Esto genera una sensación de separación, división y dualidad: yo y los demás, de esta forma se abre la puerta al sufrimiento.

Sri Ramakrishna describe esta identificación con una comparación muy simple pero elocuente: «Mientras Dios mantenga la conciencia del ‘yo’ en nosotros, los objetos de los sentidos existen; y no podemos hablar muy bien del mundo como un sueño. Hay fuego en el hogar; por tanto, el arroz, las legumbres, las papas y las demás verduras se agitan en la olla. Saltan como diciendo: '¡Estamos aquí! ¡Estamos saltando!'» Este cuerpo es la olla. La mente y la inteligencia son el agua. Los objetos de los sentidos son el arroz, las papas y las verduras. La ‘conciencia del yo’ identificada con los sentidos dice: ‘Estoy saltando’. Y Satchitananda (el Absoluto) es el fuego».

El raga: el apego
El término raga significa «apego» o «pasión». El tercer klesha, «Raga (apego) [es lo que] se basa en [experiencias] agradables» (El Yogasutra, 2:7). Por lo tanto, raga se define como la atracción que sentimos hacia cualquier persona u objeto cuando cualquier tipo de placer o felicidad se deriva de esa persona u objeto. Es natural que disfrutemos de las cosas que nos brindan diferentes formas de placer, ya sea físico, emocional o mental. Este disfrute no se convertirá en un obstáculo si somos conscientes de nuestra Verdadera Naturaleza. Pero, mientras la avidya (la ignorancia como la raíz principal del sufrimiento) nos una, la atracción nos llevará a pensar en lo placentero, nos aferramos a ello, creyendo erróneamente que la felicidad ordinaria y efímera es eterna. La atracción nos hace andar a tientas en busca del ananda (la dicha eterna) en el mundo exterior, que es engañoso y conduce al sufrimiento.

El dvesha: la aversión
El término dvesha, el cuarto klesha, significa «aversión», «odio» o «repulsión». En el Yogasutra (2:8), Patañjali lo define de esta manera: «La aversión (el dvesha) [es aquello que] se basa en [experiencias] dolorosas». El dvesha supone la repulsión que se siente hacia cualquier persona u objeto que sea una fuente de dolor o infelicidad para nosotros. La repulsión y la atracción son dos caras de la misma moneda. Buscar el placer y evitar el dolor nunca ha sido un camino espiritual válido. Ambos mantienen al ser humano al nivel de la mente, aferrándose a lo que es placentero y rechazando lo que no es placentero. Ambos dirigen el ser en el mundo exterior, manteniendo la ilusión de que podemos alcanzar la felicidad al rechazar lo que produce sufrimiento y al abrazar lo que da placer. El dvesha es solo raga (apego) en negativo. De hecho, esta pareja gobierna la mayor parte de nuestras vidas, condicionándonos consciente o inconscientemente, y es el caldo de cultivo de nuestros deseos mundanos.

Nisargadatta Maharaj expresó bellamente la misma idea: «Siempre buscas el placer, evitas el dolor, siempre buscas la felicidad y la paz. ¿No ves que es tu búsqueda de la felicidad lo que te hace sentir miserable? Inténtalo al revés: sé indiferente al dolor y al placer, sin pedir ni rechazar nada, presta toda tu atención al nivel en el que “yo soy” está presente de forma intemporal. Pronto te darás cuenta de que la paz y la felicidad están en tu propia naturaleza y solo es cuestión de buscarlas a través de algunos canales particulares que te perturban. Evita la perturbación, eso es todo».

Nisargadatta Maharaj (1897-1981) fue un gran maestro espiritual de la corriente Advaita. Su enseñanza es admirada por ser directa, provocativa y radical. Considerado por muchos como un iluminado, su obra más conocida es I am that (Yo soy eso).

La repulsión nos ata tanto como la atracción porque es la expresión de una fuerza (la fuerza repulsiva) que conecta dos elementos que se repelen. Por ejemplo, estamos más atados a la persona que odiamos que a la persona a la que somos indiferentes.

Por otro lado, la atracción y la repulsión pueden sublimarse. Si el aspirante espiritual las dirige consciente y sabiamente, sus energías pueden usarse para el progreso espiritual. Esta idea se expresa en la Uddhava Gita (4:22): «En lo que sea que el individuo concentre la mente completa e inteligentemente, ya sea a través del apego o incluso a través del odio, con eso se vuelve coesencial».

Ramakrishna también nos aconseja cómo usar la atracción de una manera espiritual: «Ten fe en las formas de Dios. Medita en aquella forma de Dios que le atraiga a tu mente».

Existe una historia que puede parecernos paradójica. Se refiere al poder alquímico de la repulsión. En la historia, Shishupala, el rey de Chedi, fue liberado de su adherencia al mundo por «virtud» de su odio permanente por el dios Visnú durante un período de tres vidas. En realidad, su capacidad para enfocar su mente en Visnú lo liberaba constantemente.

El abhinivesha: el miedo a la muerte
El quinto klesha, el abhinivesha, consiste en el «miedo a la muerte» o en el instinto de proteger el cuerpo físico. Según el Yogasutra (2:9): «El abhinivesha se sustenta en sus propias experiencias empíricas; afecta incluso a los eruditos». Patañjali afirmó que este klesha se encuentra presente incluso en las personas instruidas, lo que significa que no puede trascenderse mediante la mera comprensión intelectual o el conocimiento derivado del estudio de las Escrituras o por comparar puntos de vista doctrinales.

Únicamente hasta que el árbol de los kleshas sea destruido, raíces y ramas por igual, por una práctica perseverante de disciplina yóguica y meditación, el miedo a la muerte continuará en mayor o menor grado. El abhinivesha es simplemente el fruto o la expresión final de la cadena de causas y efectos puesto en movimiento con el nacimiento de la avidya (ignorancia). También puede verse como resultado de la combinación de los otros kleshas: la avidya junto con la asmita (el sentido del ego) nos hace creer que la vida en este cuerpo es eterna. Por lo tanto, generamos el raga (la atracción), deseando fuertemente vivir eternamente en esta forma, y el ​​dvesha (la aversión), rechazando poderosamente la idea de dejar este cuerpo. Por esta razón, aferrarse a la vida a menudo se asocia con el miedo a la muerte.