LA TRISTEZA DEL PROGRE

Varias noticias ocurridas en el mismo día me plantean la pregunta de ¿por qué los progres se ríen tan poco? O lo que es peor ¿por qué se ríen cuando tocaría llorar y, sin embargo, desconocen lo que es la alegría de vivir? Y es que el «progre» es un completo desubicado cuya personalidad es llevada y traída por el viento de la corrección político y, por tanto, debe estar atento a lo que hace o deja de hacer, porque lo que generaba risas ayer, mañana puede sufrir el interdicto y, sin embargo, tendrá que reír cuando lo normal sería abochornarse o, simplemente, mirar al suelo avergonzado. Los ejemplos son muchos, variados y suceden de continuo.


GRETA, LA NIÑA QUE NO DEBERÍA ESTAR AHÍ
Fijaron, sin ir más lejos, en Greta Thunberg, niña enferma convertida en espectáculo mediático. Triste, a ratos patética. De infancia obsesivo-compulsiva que dice que se la han robado. Habitualmente, debería echar la culpa a papá y mamá, actores ambos, que deberían haberle enseñado a no sobreactuar. El «progre» ha convertido lo que es la felicidad propia de la infancia en algo condenable: «¿Cómo va a estar feliz Greta si el planeta muere?» Claro, es dramático. Y, por eso, en lugar de preocuparse de aquello que está al alcance de su mano, (ayudar a sus padres, aprender, formarse y combatir sus minusvalías psíquicas) Greta prefiere pontificar sobre lo que ignora y sobre un terreno en el que solamente la ciencia tiene la última palabra: ¡a ver si vamos a creer que reciclando basura o reutilizando bolsas de plástico vamos a salvar el planeta! Pero Greta, esa obsesiva «activista del planeta», vive rodeada de plásticos, come comida basura (las fotos que se han publicado sobre ella indican estas inconsecuencias) y la única diferencia con cualquier otro adolescente es que, a ella, sus padres —actores mediocres— la han vendido al peso a iniciativas mediático-progres, sacrificando su infancia, a cambio de un futuro seguro subsidiado por ONGs. Papá y mamá y el apoyo mediático progre han convertido en «salvadora del planeta» a una pobre niña con una larga lista de discapacidades mentales. En lugar de eso, deberían haberle enseñado a reír.

Esta campaña mediática para «salvar al planeta» incluye un nuevo elemento. Ser vegano. Si eres carnívoro estás por el genocidio. Fijo. Eres un asesino de seres vivos. El grupo de amigotes que brindaban con tintorro en torno a un estofado de buey o a unas costillas de cabrito, es, desde ahora, sospechoso. Sus risas ofenden la vida de los animales sacrificados. Pero, eso sí, no les toquen a los moros y a su «fiesta del cordero» porque degollar pertenece a su tradición ancestral. Lo vegano aplatana y hoy hacen falta seres aplatanados que no respondan a las crisis ni a esa marcha decidida y firme hacia el precipicio. Yo tuve mi experiencia —breve— vegetariana y todo el personal que acudía a ese tipo de restaurantes pertenecía al mismo modelo: circunspectos, blancuzcos, aspecto enfermizo, como si les faltara vitalidad. ¿Reír? Los he visto, aliñar una ensañada con la gravedad con la que se arrojan una paletada de tierra sobre un cadáver.

VEGANOS, SALVADORES DE POLLOS Y GILIPOLLOS
En realidad, si hubieran consultado a un nutricionista no vegetariano, les había explicado que acumulaban déficits vitamínicos. No me extraña que tengan la misma seriedad que Adán el día del padre. Sin olvidar que, a la vista de cómo se producen alimentos, especialmente vegetales (regados con verdaderos caldos de abonos químicos, vermicidas, fungicidas, herbicidas e insecticidas), comer compulsivamente vegetales supone atizarse una sobredosis de venenos químicos. La «prudencia alimentaria» recomienda comer productos variados para evitar precisamente el absorber determinados agentes químicos entre otras cosas.

Existe un caso extremo del que se ha hablado mucho en los últimos tiempos: esos progres veganos que consideran que su gran misión en la vida es asaltar gallineros y denunciar las condiciones de vida de los cerdos o de las vacas. Se nota que lo ignoran todo sobre los animales. Cuando se les oye decir seriamente que quieren evitar las violaciones de las gallinas o que nadie toque las tetas a las vacas sin su permiso, uno no puede por menos que pensar que nuestra civilización está pero que muy mal. Son progres, son así.

Lo mismo puede decirse de un gobierno que en dos años ha conseguido, como única realización, una sentencia favorable al traslado de un cadáver fallecido hace casi medio siglo. Como para estar orgulloso. Se frotan las manos y ríen: «Lo hemos logrado»… Para alguien normal, remover un cadáver de su tumba sería algo terrible, una odiosa profanación. Para los progres es su gran logro. Deberían de imitar a los independentistas catalanes y retorcer la historia como han hecho ellos: a fin de cuentas, si han tomado el 11 de septiembre de 1714 como el día en que se cercenaron las libertades de Cataluña en una guerra que fue de «sucesión a la corona de España» y no de «secesión de España», bien podría establecerse una nueva Ley de Memoria Histórica en la que resulte prohibido afirmar que los franquistas ganaran en la guerra civil. «La verdad es la mentira y la mentira la verdad», escribió Orwell como lema de su «Ministerio de la Verdad» en 1984.

El programa del PSOE y, no digamos, el de Podemos, está plagado de reivindicaciones dramáticas que encubren ese mal estado espiritual interior propio del progre, alejado de la alegría y de la vida. Se sabe que, en los hospitales, desde hace mucho, los médicos practican eutanasia a determinados pacientes aquejados de cáncer terminal y con permiso de pacientes o familiares. No es un plato de gusto, desde luego, para los que hemos pasado por esos trances. Pero el PSOE quiere legislar incluso el dolor como ha legislado los piropos.

LA TRISTEZA SEXUAL DEL PROGRE
Hete aquí otra prueba de que el progre no sabe reír. El piropo. Insultante… especialmente para el que no lo recibe. «¿Crees en el amor a primera vista o tengo que pasar otra vez delante de ti?», «camina por la sombra, no te vayas a derretir, bombón», «¿Desde cuándo las estrellas bajaron a la tierra?», «quien fuera gato para pasar siete vidas contigo»… ¿Algo de todo esto puede considerarse ofensivo, discriminatorio o sexista?

Y, es curioso, porque en el sexo es en donde la izquierda progre pone más el énfasis. El «progre» convierte el placer y la sexualidad en angustia y conflicto. Si por los progres fuera, la heterosexualidad estaría en entredicho y habría que rellenar un cuestionario para garantizar la corrección política del cada coito. Se desconfía del amor y se acepta el sexo sin ninguna restricción… sin embargo, en ningún momento de la historia como en este, esta receta ha generado un número tan elevado de disfunciones sexuales, parafilias, inhibidos y frustrados sexuales que hacen las delicias de la industria psiquiátrica.

Para el progre de estricta observancia, incluso la belleza es sospechosa. Es una exaltación sexista y machista. Mejor ser fea y descuidada, para evitar que te valoren por tu físico y no por tus cualidades (para eso ya está la política de cuotas que algunos proponen que se imponga en todos los puestos de trabajo). El «mens sana in corpore sano», es sexismo puro. La belleza, dicen los progres, puede encubrir bajeza moral. Y es más importante la altura ética (es decir, el progresismo) antes que la belleza siempre engañosa. El ideal femenino progresista es un cuerpo con sobrepeso, descuidado, con más pelo que una orgía de wookies, aspecto iracundo y, eso sí, liberada de cualquier servidumbre sexual…

«El ideal de belleza del progre»

En una vieja canción de montaña se decía: «Sólo palabras limpias, sólo verdades recias…». Todo eso causa rechazo en el progre que preferiría cantar: «Sólo onomatopeyas, sólo corrección política». Y así hemos llegado a donde estamos.

El valor de la risa es curativo. En los 90 hice un reportaje sobre «terapias de la risa». Pero la risa parece prohibida en la casa del progre: ni chistes de gays, ni de gangosos, ni de tartamudos, ni que contengan arquetipos sociales. Si por los animalistas fuera, se prohibirían incluso los chistes de peces («Que le dice un pez a otro… Nada»). Hay que ir con mucho cuidado, de lo que uno se ríe. La sociedad progre libertaria es la más tiránica y restrictiva que se ha conocido desde el ocaso de los dinosaurios. Durante unos años de mi vida, me relacioné con anarquistas: creedme, no hay nada más autoritario que un anarquista, perpetuamente preocupado de ser víctima de las pulsiones autoritarias reflejas y que impone ese criterio a los que están cerca suyo.

—PAPÁ, PAPÁ, YO NO SE REÍR. 
—PUES HAZTE TERRORISTA, IDIOTA...
Si se hubiera realizado un estudio taxonómico sobre el terrorismo político, hubiera resultado, sin duda, que la cara de todos ellos era el reflejo de su alma. No he visto rostros de personas más amargadas y con mayor intensidad de amargura y hundimiento interior, que el de algunos terroristas vascos, cuya opción era simplemente una forma de huir de su triste cotidianeidad y canalizar sus pulsiones de matarifes. Josu Ternera, sin ir más lejos, era el arquetipo del hombre que se olvidó de reír. Y no digamos algunos de los rostros más habituales del independentismo catalán de nuestros días.

Los «indepes», progres entre los progres, son seguramente el fenómeno político que más carcajadas ha generado en los últimos tiempos. Su exigencia de «democracia» y «libertad» cuando ellos mismos quieren imponer a más de la mitad del electorado, la voluntad de menos de la mitad del electorado, su negativa a reconocer que el «procés» ha concluido hace tiempo y nunca tuvo la más mínima posibilidad de prosperar, su defensa de la «identidad catalana» en unos momentos en los que ellos mismos la han desfigurado impulsando el proceso de islamización de Cataluña y esa interpretación de la historia de la que el Institut Nova Història es la quintaesencia, acumulan más carcajadas que las que pueda generar la colección completa de clips de Leo Harlem, Ernesto Sevilla o Faemino y Cansado…

De acuerdo con el autor Miquel Izquierdo i Perán del Institut Nova Història, el El caballero de la mano en el pecho de El Greco sería un retrato de Joan Miquel Servent, es decir, de Cervantes y Shakespeare a la vez, nada más y nada menos.

Entiendo perfectamente que los progres sean los principales defensores del «cigarrillo de la risa». Usted y yo, seguramente, encontramos cada día miles de motivos para estallar en carcajadas (sólo con ver los informativos). Pero cuando se ha convertido la vida en un drama y se han asumido prejuicios y actitudes excéntricas, hace falta un estímulo para reír. De ahí que los progres desde hace 50 años hayan reivindicado el porro como tabla de salvación. Reír a cambio de un número en el sorteo de la esquizofrenia. Buena opción.

SEMBRAR TRISTEZA, EL GRAN LOGRO DEL PROGRESISMO
Los que somos padres, sabemos la satisfacción que produce en la pareja, la gestación y el nacimiento de un hijo. Educarlo siempre es un reto. Hoy, una de las pocas tareas heroicas que se pueden asumir es la de ser padres. Y digo «padres»: es decir, padre y madre. Pero esta fuente de satisfacción es rechazada por el progre, en beneficio de aquella mucho más triste y dramática que es la lucha por el aborto. Quizás este caso sea el más claro en el que el progre opta por la tristeza y lo negativo, antes que por la felicidad y la dicha de ser padres. Por eso, cuando alguien pone ante cualquier otro valor, la discusión sobre el aborto, sospecho de él y de las coordenadas mentales en las que se sitúa: es un progre, es decir, un tipo tristón.

El progre vive y proclama todo lo que ha sido considerado durante 3.000 años de historia de Europa como superfluo, estúpido o, simplemente, aberrante. El progre vive de todo lo que ha sido desechado. No es raro: en tiempo de telebasura, de comida-basura, de cultura-basura, de política-basura, de información-basura, los valores que comparte deben ser, necesariamente, basura. Se alimentan hoy de lo que nadie ha querido consumir ayer. Que les aproveche.

Termino con una imagen espeluznante. Esa analfabeta estructural, verdadera tonta del bote, que ejerce como alcaldesa de Barcelona, ofreció en las fiestas de la Merced un espectáculo absurdo: un estriptís gay para niños. Claro está que la mente de alguien que ya colocó como «asesora de prensa» a una individua cuyo único mérito había sido orinar ante la Puerta de Brandenburgo, o colocar hace unos meses un tobogán, también para niños, en forma de vagina en la Festa de la Terra, demuestra que su cerebro no da más de sí. Es la alcaldesa bajo cuyo mandato Barcelona se ha convertido en capital mundial de la delincuencia. Entiendo perfectamente que cada vez menos barceloneses rían… Sembrar la tristeza, finalmente, es el único logro, el gran logro del progresismo. Yo creo, incluso, que es su única intención.

Fuente: Ernesto Milá

LA REPRESIÓN EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

«En ocasiones veo muertos…». Yo, no. Yo, todavía, no. El que los ve es Haley Joel Osment, el niño de la película titulada El sexto sentido, que hasta llegó a estar nominado para un Óscar por su actuación. Pero tan cierto como que yo no los he visto, es que hace años sí que tuve una cierta relación con los difuntos y, por lo tanto, parafraseando al niño actor puedo afirmar con toda propiedad:

«¡En ocasiones he contado muertos!»

Osment dio vida a Cole Sear con 11 años y popularizó aquella frase que ha quedado para los anales del cine: «En ocasiones veo muertos...».

Fuera miedos, que lo mío no es de suspense. Se lo cuento. Hace ya muchos años, muchos más de los que a mí me gustaría reconocer, andaba yo por tierras del norte ocupándome en escribir mi tesis doctoral, a la vez que me ganaba la vida dando clases de Historia Contemporánea en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Navarra.

Y resultó que uno de los días nublados de Pamplona, que son unos cuantos al año, apareció por aquella ciudad Ramón Salas Larrazábal. A Don Ramón —como naturalmente yo le llamaba— le sorprendió la Guerra Civil siendo estudiante de Ciencias y se alistó en El Requeté. Terminada la contienda ingresó en el Ejército del Aire, formó parte de la Escuadrilla Azul en la guerra contra Rusia y como militar hizo una brillantísima carrera.

Escudo del Requeté

Pero Ramón Salas Larrazábal, además de militar, buena persona y gran conversador, era un historiador como la Plaza del Castillo que, si no es la más grande, desde luego es la más famosa de las plazas de Pamplona. Por entonces, preparaba su libro sobre las cifras de la Guerra Civil. Así es que a mí, que era un niñato que estaba empezando, todo esto me animaba a saludar a un historiador consagrado.

Nunca había coincidido personalmente con Salas Larrazábal, pero me di maña para llegar hasta él y presentarme. Y nos caímos tan bien desde el primer momento que los dos días que Don Ramón permaneció en Pamplona, le acompañé a todos los lados. Bueno, a decir verdad, realmente todos los sitios por los que anduvimos se redujeron a dos, porque no fuimos a ningún otro. Solo estuve con él en el hotel donde se alojaba y en el Registro Civil.

Don Ramón, por aquellas fechas, había visitado ya la casi totalidad de los Registros Civiles de España, contando, uno a uno, los muertos de la Guerra Civil de los dos bandos y los fusilados de la posguerra. Me pidió que le ayudará, lo que fue todo un honor para mí durante los dos días que estuvimos trabajando juntos.

Él me explicó que en el Registro Civil no se puede hacer constar los motivos infamantes de la muerte de los reos, de manera que Don Ramón ya me advirtió que nunca me encontraría un registro que dijera que una determinada persona había sido fusilada. Pero tampoco era difícil descubrirlo, porque los que nosotros teníamos que contar no se morían ni de cáncer, ni de pulmonía con los fríos de Pamplona, sino que fallecían de hemorragia en las tapias de la Vuelta del Castillo (no es coña). Y no hace falta haber vivido en la capital de Navarra para saber que ese no es el nombre de ningún hospital.

Don Ramón me contagió su paciencia benedictina, lo que me permitió aguantar sin desfallecer y llevar a cabo aquella tarea tan rutinaria y tan pesada. Y nos dimos una soberana paliza a trabajar, hasta que revisamos todos los tomos de defunciones del Registro Civil. Por lo tanto, no miento: «Yo, en ocasiones, he contado muertos».

Así es el trabajo del historiador: silencioso, humilde, minucioso y muy largo, y todo para, al final, obtener un dato o una cifra exacta. Todo lo contrario del método del toca-memorias Pedro Sánchez, al que después de pasarme más de cuarenta años desatando el balduque de los legajos en archivos no puedo menos que decirle, para mi desahogo, lo mismo que le soltó el labriego al vecino inoportuno: «no me toques las memorias…, que vengo de vendimiar». Aunque ahora que lo pienso, ya no recuerdo si el aldeano dijo exactamente eso, o dijo otra cosa.

Me llevan los señoritos cuando oigo las cifras que se están dando sobre los represaliados por Franco, las llamadas por el toca-memorias «víctimas del franquismo». No pocos políticos, periodistas y contertulios repiten los tópicos y las mentiras de siempre, sin documentarse, sin haber leído nada, despreciando a Ramón Salas Larrazábal y a otros tantos que, como él, se dejaron la vida en la recolección de la uva histórica.

Pues bien, veamos, en esta ocasión, la mentira y la verdad sobre el número de los fusilados después de la Guerra Civil, que de los penados con cárcel me ocuparé en otra ocasión, en algún próximo domingo.

Conviene aclarar que todo lo de la Guerra Civil y sus secuelas es deseable que no hubiera pasado pero, puesto que pasó, contémoslo como fue. Los condenados a muerte después de la guerra lo fueron por sentencia de un tribunal y en todos los casos fueron condenados a la pena capital por haber cometido delitos de sangre, nunca por disidencia política, porque en ese caso, les caían penas de prisión.

Es decir que, en principio, estos condenados tuvieron más garantías que las dispensadas por los socialistas que asesinaron a Calvo Sotelo, y, desde luego, mayor culpa que la del jefe de la oposición de la derecha durante la 2Re.

Además, es de justicia reconocer que no es lo mismo juzgar y fusilar a un asesino, que matar y violar a monjas y laicas católicas como hicieron los socialistas y sus aliados del Frente Popular. Sin duda, y a pesar de todos los defectos que se quiera, tuvieron muchas más garantías los tribunales militares de la posguerra, que las actuaciones de los matones de las checas, regentadas por socialistas, comunistas y anarquistas.

Además, cuando se habla de los fusilados de la posguerra por cometer delitos de sangre, conviene recordar que, por entonces, la pena de muerte estaba vigente en muchos países con regímenes democráticos. Sin ir más lejos, nuestros vecinos, los franceses, abolieron la pena de muerte en 1975.

La primera cifra de los fusilados la proporcionó Heriberto Quiñones, un comunista que fue detenido en 1941, cuando intentaba reorganizar el partido, al que se le incautó un informe en el que afirmaba que, desde abril de 1939 hasta 1941, se había asesinado a medio millón de personas en paseos y ejecuciones.

Y esa fue la cifra oficial para la izquierda durante un tiempo, hasta que Gabriel Jackson, en 1967, la rebajó a 200.000. Ocurrió que Jackson había visto una estadística que hablaba de 213.843 muertes violentas. Él redondeo hasta los doscientos mil, pero su sectarismo le impidió ver que esa violencia de la estadística se refería a muertes que incluían homicidios, envenenamientos, incendios, epidemias, hambre, frío, etc… Y lo increíble es que todavía algunos siguen a cuestas con la cifra de los 200.000 fusilados.

En mis años de estudiante, Ramón Tamames nos comía el coco a los que cursábamos la carrera de Historia en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y nos daba la cifra de 105.000 fusilados. Eran otros tiempos para el comunista Tamames de entonces, aunque las malas lenguas ya decían que le seducía el capitalismo, porque le gustaba el dinero más que comer con los dedos y que cobraba hasta por dar los buenos días.

Escudo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

A día de hoy, la cifra más creíble es la que proporciona Carlos Fernández Santander, que da un total de 22.642 fusilados en doce años, de 1939 a 1950. Cifra a la que si se quiere se puede añadir las 1.362 muertes violentas por causas desconocidas del año 1939 y las 1.474 muertes del año siguiente, lo que sumaría un total 25.477, un total bien alejado de los que han dado los autores citados anteriormente.

Y sin el propósito ni de entrar en una guerra de cifras ni de justificar lo injustificable, pero por situarnos en las coordenadas de aquel tiempo, debo decir, que los ejecutados por el Frente Popular en los tres años de Guerra fueron 70.000, y que después de la 2GM las represalias en Italia provocaron 67.000 ejecutados. En Francia todavía fueron muchos más, casi el cuádruple que en España: nuestros vecinos fusilaron a 85.000 franceses.

Fuente: HISPANIDAD

DISCÍPULOS Y TESTIGOS DE JESÚS EN LA SOCIEDAD ACTUAL

En esta ocasión vengo con una cierta prevención y, hasta si quieren, con un cierto temor, porque, a diferencia de otras veces, no se trata de un tema específicamente bíblico, sino que requiere una reflexión sobre la situación actual, sobre la sociedad, y supone emitir algún punto de vista o juicio sobre la coyuntura histórica, lo cual siempre es discutible. Por tanto, voy a hablar con modestia, sabiendo que es un terreno movedizo, precisamente por la razón que acabo de dar: se trata de algo especialmente opinable.

Por otra parte, dada la confianza que ya tenemos después de tantos años, tengo que decirles que me hubiese gustado tener más tiempo para preparar esta conferencia y reflexionar sobre ella, incluso para articularla formalmente de una manera más adecuada, más bella, si quieren.

1. LOS DOS POLOS DE LA FIDELIDAD CRISTIANA: LA VINCULACIÓN A LOS ORÍGENES Y LA RELEVANCIA EN EL PRESENTE
El título de la conferencia plantea dos puntos clave de la fe cristiana. La fe cristiana nos remite a unos hechos del pasado, la vida muerte y resurrección de Jesús, que tuvieron lugar de una vez para siempre, como repite muchas veces la Carta a los Hebreos. El cristianismo no se reinventa en cada generación, sino que tiene unos puntos de referencia claros y es esencial mantener la vinculación con los orígenes.

La Iglesia es una comunidad de tradición en el sentido hondo, profundo, de esta palabra; pero la vinculación con los orígenes no quiere decir que haya que repetir fórmulas acuñadas en el pasado y que hoy pueden resultar ininteligibles; de la misma manera que el seguimiento de Jesús no es mera imitación, las circunstancias son hoy totalmente diferentes, cambiables. No hay que desvirtuar el pasado, sino que hay que hacerlo significativo y relevante en el presente, y esto exige creatividad y libertad.

Se puede atentar contra la fidelidad porque, en el afán por encarnar la fe, rompemos con el origen; pero también se puede atentar contra la fidelidad porque fosilizamos el pasado, repitiendo fórmulas que hoy no dicen nada, o manteniendo instituciones anacrónicas.

En mi opinión, creo que en nuestra Iglesia hay más infidelidad por mera repetición del pasado, irrelevante y cómoda, que por temerarias formulaciones novedosas. Se sospecha con rapidez de quienes se esfuerzan por abrir caminos nuevos al evangelio en el presente; mientras no es raro que se considere fidelidad lo que no es sino adocenamiento, comodidad y nostalgia del pasado. 

El título de la conferencia suscita otro punto clave, preliminar, precisamente por su referencia a Jesús y a la sociedad actual. Nos plantea una tensión constitutiva de la fe cristiana que tiene dos vertientes: 

Evidentemente, la fe no es un análisis sociológico sobre la cultura en que vivimos; pero tampoco es una elucubración teológica sobre Dios en sí mismo, al margen de los avatares de la historia. La fe cristiana engloba en una visión simultánea toda la creación, la realidad de Dios y la realidad de los seres humanos. En la fe cristiana, a Dios sólo le conocemos en cuanto amor que se desborda y se comunica a la humanidad, y de ésta hablamos como creación de Dios, alentada por el Espíritu, y llamada a fundirse con el Dios amor.

2. RASGOS DE LOS DISCÍPULOS DE JESÚS SEGÚN LOS EVANGELIOS
En los evangelios queda muy claro que Jesús reunió en su entorno a un grupo de discípulos; en principio es algo similar a lo que hacían los maestros de Israel, que también tenían sus escuelas con sus propios discípulos. Sin embargo, la relación de Jesús con sus discípulos tiene rasgos peculiares:

En este caso, no son los alumnos los que van a «apuntarse», sino que la iniciativa es de Jesús, que es quien les llama, y lo hace, además, con una autoridad insólita, porque no puede alegar títulos académicos, no ha sido discípulo de otro gran maestro… La autoridad de Jesús procede de su honda experiencia de Dios.

Los discípulos de Jesús tampoco aspiran a convertirse en maestros del mismo rango que Jesús: Vosotros no tenéis más maestro que el Cristo, dice el evangelio de Mateo.

Hay también diferentes tipos de discípulos según las versiones del evangelio:

Un grupo de doce, especialmente ligados a él. Un grupo itinerante, compuesto de hombres y mujeres, que van con él, le acompañan… Otro grupo de discípulos a los que se suele denominar «sedentarios»; son los que no han abandonado sus casas sino que acogen al grupo de los itinerantes con Jesús a la cabeza, cuando pasan por aquel lugar. Y finalmente, vemos con frecuencia que la gente acude a él porque en lo que dice y en lo que hace aquel hombre, descubren que hay algo significativo; a este grupo, por tanto, no lo llamaríamos discípulos, sino «simpatizantes».

El discípulo aprende la enseñanza del maestro, Jesús en este caso, pero se vincula de una forma especial con su persona. Estos discípulos siguen a Jesús, de alguna manera adoptan su estilo de vida peculiar, pero, como él mismo dice, si al maestro le han llamado Belcebú, a sus discípulos les va a pasar lo mismo. Algo muy importante es ver que el seguimiento de Jesús no termina en su propia persona, sino que le siguen por la causa del Reino de Dios.

En el evangelio de Marcos (1,15) Jesús dice: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia.

A continuación, pasa junto al lago de Galilea y llama, primero a Pedro y Andrés,que dejan todo y le siguen y luego a los hijos del Zebedeo, que también lo dejan todo y van tras él…

Santiago Zebedeo: entre la historia y la leyenda

Esto quiere decir que Jesús, en primer lugar, anuncia el Reino de Dios, e inmediatamente después empieza a congregar una comunidad de discípulos que aceptan ese Reino, están llamados a visibilizar sus valores y que, a su vez, van a ser enviados para proclamarlo posteriormente. 

En el evangelio de Marcos, el más antiguo, vemos que los discípulos están continuamente con Jesús pero –paradoja– ¡no le entienden nada! Si seguimos leyendo observaremos, además, que no hay ningún proceso de mejora activa, pues le siguen sin entender. Incluso al final (14,50) cuando van a detener a Jesús dice: Todos lo abandonaron y huyeron.

El evangelio de Mateo, que es posterior, mejora algo la presentación de los discípulos diciendo, con un término típico suyo, que son hombres de poca fe. Es decir, tienen fe, pero poca; por eso, cuando llega la dificultad, se tambalean y le abandonan.

Hay otros dos textos en el evangelio de Mateo que quiero comentar ahora.

El primero: Al final del evangelio (28,19) Jesús dice solemnemente a sus discípulos: Id y haced discípulos de todas las gentes. Esto implica universalismo; y, si tenemos en cuenta que la comunidad de Mateo es judeo-cristiana, procedente del judaísmo, veremos que anunciar este universalismo a una comunidad de estas características, es algo muy original e, insisto, sumamente importante.

El segundo texto es el Sermón del Monte: Después de las bienaventuranzas Jesús les dice a sus discípulos: Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra. No se puede ocultar una ciudad puesta en la cima de un monte. Que brille vuestra luz delante de los hombres para que, viendo, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5,13-16). Aquí Jesús no les envía fuera, a otro lugar, sino que les dice que den testimonio, de forma que su vida se convierta en algo atrayente. Es decir, el misionero, tiene que comenzar por ser un testimonio, por incorporar los valores de Jesús, que después
va a proclamar.

Ambos textos se complementan. Insisto, el misionero tiene que dar testimonio de lo que anuncia con su vida. Juan Pablo II dice en su encíclica Redemptoris missio: El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión.
El envío «hasta los confines de la tierra»
Redemptoris Missio 23

Además, los discípulos siempre actúan como miembros de una comunidad y como enviados por ella. Por tanto, no se es discípulo de Jesús por libre, sino que implica formar parte de una comunidad, la Iglesia. El discípulo debe preocuparse por edificar la Iglesia —término que aparece continuamente en el NT—, por construir una comunidad de seguidores de Jesús que le sean fieles, que visibilicen sus valores, su estilo de vida. Y la Iglesia, a su vez, alimenta y sostiene la fe de los discípulos y se convierte en punto de referencia, a los ojos del mundo, de lo que éstos hacen y dicen.

3. TESTIGOS DE JESÚS
Al final del Evangelio de Lucas, y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, Jesús dice a sus discípulos: Permaneced en la ciudad; recibiréis el Espíritu y seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra.

El testimonio tiene un carácter público. En un juicio, la persona que da testimonio se auto implica en la verdad y fiabilidad de lo que dice. El testimonio es el único medio de expresión de los contenidos últimos de la existencia humana. Es decir, hay valores como la esperanza, la fe y el amor, que no se demuestran teóricamente, sino que hunden sus raíces en lo más hondo de la persona, que empeñan toda la vida, transforman y se traslucen. Es claro que estos valores no se extienden con publicidad convencional, con campañas de propaganda, sino que se contagian, se transmiten, por contacto personal y porque allí se capta su valor humanizante, las posibilidades insospechadas que ofrecen.

Ante todo, Jesús da testimonio de Dios a través de su libertad insobornable, de su aguda percepción de la realidad, de su voluntad o de su valentía para denunciar la hipocresía y la injusticia; y sobre todo a través de su misericordia, da testimonio de una profunda experiencia del Dios cercano, del Dios Padre, del Dios Amor. Yo para esto he venido, para dar testimonio de la verdad, dice Jesús a Pilatos, quien a su vez le pregunta: ¿Y qué es la verdad? Jesús no está pensando con las categorías de la filosofía griega; la verdad para Jesús es Dios y su amor.

«Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad. Afuera están los perros, los hechiceros, los inmorales, los asesinos, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana». (Apocalipsis 22,13-16)

Dice San Juan: A Dios nadie le ha visto nunca. El hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es el único que da testimonio de lo que sabe, de lo que ha visto. El cristiano da testimonio de Jesucristo, y la forma máxima de ese testimonio, del amor a la persona, o de la adhesión a una causa, es dar la vida por ella. Por eso, el martirio es la forma máxima de testimonio; mártir es una palabra griega que quiere decir testigo.

El Apocalipsis de San Juan subraya mucho que ser discípulo de Jesús es ser testigo de Jesucristo; repite la expresión multitud de veces. En este libro se expresa una comunidad que se enfrenta al endiosamiento del Imperio romano y que no rinde culto al emperador. La comunidad del Apocalipsis no está dispuesta a confesar al César como Señor porque, para ella, Jesús es el único Señor.

El testimonio se expresa como resistencia contra el poder despótico de Roma, como esperanza en que Dios hace justicia, en que el futuro definitivo no pertenece a la bestia tan imponente, sino que, en la Jerusalén definitiva, se sentarán en los tronos los que dieron testimonio de Jesús y no adoraron a la bestia ni a su imagen, y no aceptaron su sello ni en la frente ni en los labios (Ap 20,4).

Las palabras solas no bastan; hay situaciones límite en las que sólo cabe el testimonio de que nuestra vida está anclada en una esperanza, que atraviesa la historia, de que al final prevalecerá la justicia y la no violencia, y que la palabra última será el amor. En la Escritura se llama a Jesús el testigo fiel y veraz, y la carta a los Hebreos nos invita a que tengamos puestos siempre los ojos fijos en él, en Jesús, el testigo fiel y veraz (Hb 12,2).

4. «ESTAR EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO» 
Jesús dice a los apóstoles Vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo. En el judaísmo había movimientos de renovación que rompían con su sociedad; por ejemplo, los esenios de Qumrán —que, por otra parte, no eran el único caso del judaísmo de su tiempo— pensaban que todo estaba corrompido y que ellos eran los únicos puros, por lo cual se separaban de todas las instituciones, se iban al desierto y allí esperaban la venida del Mesías.

Localización de Qumrán en la región occidental del mar Muerto


Sin embargo, los discípulos de Jesús no adoptan esa postura, sino que permanecen en medio del pueblo; más aún, se acercan de una forma especial a los considerados impuros, marginados, porque también a ellos, y quizás a ellos más que a nadie, hay que anunciarles el amor de Dios.

Lógicamente, los discípulos de Jesús están en el mundo pero no son de este mundo, porque quieren que este mundo cambie, sea distinto, quieren que incorpore los valores del Reino de Dios.

El cristianismo como «marginalidad»
Yo creo que esta categoría sociológica se puede aplicar a todas las comunidades del NT y puede resultar especialmente útil en nuestra reflexión. Los discípulos de Jesús forman comunidades «marginales», que no es lo mismo que «marginadas». «Marginales» quiere decir que están en el mundo pero que no aceptan los valores convencionalmente establecidos, los valores hegemónicos de la sociedad en la que se encuentran. Están en los márgenes, en la frontera; es una situación ambigua, difícil de sostener, que puede incluso tener derivas negativas pero que también puede tener aspectos muy positivos porque pueden dar mucha lucidez; pueden proporcionar la capacidad de descubrir aspectos de la realidad que normalmente pasan desapercibidos. 

Así entendida, la «marginalidad» puede ser también un lugar donde se incuban actitudes morales y culturales de superior calidad. Están en el Imperio, no huyen, pero no aceptan los valores dominantes. Aquí habría que entrar en una diferenciación: las diversas comunidades del NT «gestionan» la marginalidad de una forma diferente.

En nuestras sociedades, la Iglesia está dejando de tener la centralidad social que tenía en épocas aún bien recientes. Esto que está ocurriendo se puede vivir como un desgarro, como un despojo injusto —no entro en ello—, pero también como un signo del Espíritu; se podría ver incluso en el sentido de que la crisis puede abrir posibilidades positivas. A la Iglesia le cuesta aprender a vivir en la marginalidad; la tentación puede ser reaccionar a la defensiva, convertirse en un baluarte inexpugnable, «bunkerizarse» incomunicarse, frente a una sociedad a la que considera hostil y presidida por el mal. En mi opinión, el reto es recuperar la originalidad del valor evangélico y proponerlo de forma positiva, como instancia crítica y humanizadora al mismo tiempo.

Voy a decirlo con otras palabras, entrando en un debate muy actual en el que intervinieron Ratzinger, antes de ser Papa, y Habermas, probablemente el filósofo más importante en la Alemania de nuestros días.

Joseph Aloisius Ratzinger comenzó a ser conocido en su competencia intelectual al participar en el Concilio Vaticano II como asesor teológico del cardenal Josef Frings. Posteriormente fue nombrado arzobispo de Múnich y Frisinga y luego cardenal por el papa Pablo VI en 1977. En 1981 fue llamado a Roma para ser prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por el papa Juan Pablo II, quien años más tarde lo nombró decano del Colegio cardenalicio y, como tal, cardenal-obispo de Ostia en 2002.

Entre «la reserva metafísica de la humanidad» y la propuesta de un horizonte inesperadamente humanizador
A veces, me parece que la Iglesia está demasiado preocupada por ser, lo que yo llamaría «la reserva metafísica de la humanidad»: Ante el pluralismo de las democracias se dice que sólo la aceptación de unos valores enraizados en la naturaleza humana, y previos a toda discusión, se puede evitar la caída en un relativismo de fatales consecuencias. En la Iglesia actual, este planteamiento dirige toda su presencia pública en los diversos campos.

Pero esta defensa de un derecho natural —que además se entiende de una forma muy comprensiva y que se impondría racionalmente— hace que la Iglesia vuelque en ello todas sus fuerzas. Además, puede oscurecer la propuesta de los valores más específicamente evangélicos —que no se imponen racionalmente, pero que sí son razonables— que abren un horizonte insospechado de plenitud al ser humano, que suscitan posibilidades inéditas.

Naturalmente, doy por supuesto que hablo de sociedades en que se da un consenso moral básico —lo que se llama una moral cívica, identificada con los DDHH— y que, sobre esta base compartida por todos, existe un pluralismo de éticas y cosmovisiones. La laicidad consiste en respetar estas cosmovisiones, estas religiones, sin favorecer a ninguna, pero reconociendo su dimensión pública. Actualmente, en la laica Francia, se habla de laicidad positiva, entendiendo por tal una laicidad que, no sólo no aspira a extirpar ninguna fe religiosa, sino que debe crear un ambiente favorable para el desarrollo de los movimientos espirituales y religiosos, porque enriquecen, cultural y moralmente a la sociedad.

Para los discípulos de Jesús la laicidad es una situación muy positiva, porque permite la convivencia respetuosa de la pluralidad. El discípulo de Jesús se encuentra cómodo en una sociedad laica, en la que hace la oferta del evangelio de una forma libre, responsable, positiva, humanizadora y crítica, como ya veremos. El discípulo de Jesús debe distinguirse por su libertad y por su espíritu crítico.

Vivimos en una sociedad en la que Dios es cada vez más irrelevante, en la que la dimensión espiritual profunda está muy sofocada, en la que no se lleva comprometer la vida en serio para nada, y en la que la máxima aspiración es el bienestar material. En esta situación, el evangelio es, ante todo, una invitación al ser humano para que se abra a la trascendencia, que reconozca que su captación de la realidad es muy limitada, que no se cierra, por tanto, a dimensiones que superan su experiencia, que no ahogue las preguntas que surgen por el sentido de la vida y de la historia, que no deje de preguntar por el hecho de que no encuentre respuestas claras y rápidas. Hay dimensiones espirituales del ser humano que están maltratadas en nuestra civilización técnica y economicista. Y estas dimensiones maltratadas se toman la revancha y, a veces, brotan de forma irracional, como fundamentalismos.

En la sociedad actual, el discípulo de Jesús es un testigo de la trascendencia y de la dimensión espiritual del hombre y de la vida, y considera que así reivindica la raíz última de la dignidad humana.

5. LA LÓGICA DEL DON Y DE LA GRATUIDAD
El discípulo de Jesús se esfuerza por introducir en las relaciones personales, y también en las sociales, la lógica del don y de la gratuidad. Esto nace de la misma entraña de su experiencia de Dios, en la que se descubre amado y perdonado por Dios, llamado a recibir gratuitamente un don que supera todas sus posibilidades.

La lógica del don, del amor gratuito y desinteresado, es una auténtica novedad en una sociedad como la nuestra, tan marcada por las relaciones mercantiles e interesadas, algunas de las cuales han colonizado absolutamente toda la vida social.

Cuando nos encontramos con un destello, un amor desinteresado, ahí podemos descubrir un signo del Reino de Dios, ver que es posible vivir de otra manera, un signo radicalmente novedoso y, a la vez, de lo más altamente humanizador. Es, por otra parte, la máxima expresión de la libertad humana, que puede ir más allá de las respuestas determinadas por estímulos proporcionados.

En medio de nuestra sociedad, el discípulo de Jesús es testigo de que es posible el amor gratuito y desinteresado. De esto habla la última encíclica de Benedicto XVI, Caritas in Veritate en la cual, lo más valioso en mi opinión, es la antropología, la visión que propone del ser humano y que hace especial hincapié en la lógica del don. Pensemos que las cosas más valiosas no se compran con dinero, no son respuestas a nuestros méritos, sino que son dones, regalos tales como la vida y el amor verdadero, que nos superan. Dios nos sale al paso con un amor gratuito, un amor que no busca nada para sí, un amor desbordante; Dios, simplemente, nos invita a participar en su Vida. El ser humano está hecho para el don, para dar, en función de la necesidad del otro y no en función del beneficio propio; debe introducirse incluso en la vida económica y en las relaciones internacionales.

«La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas» (Benedicto XVI).

En esta encíclica hay muchos textos que, en mi opinión, son bellísimos. Por ejemplo estos dos:
La lógica del don no excluye la justicia, ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento; y el desarrollo económico social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad
En las relaciones mercantiles, el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden, y deben, tener espacio en la actividad económica ordinaria.
Como ven, el Papa deja bien claro que la lógica del don y del amor gratuito supone, obviamente, la justicia, pero implica ir más allá de lo que se entiende como tal.

6. LA ÉTICA SAMARITANA
A Jesús le pregunta un día un escriba: «¿Quién es mi prójimo?»
Todos conocemos la parábola del buen samaritano, con la cual Jesús responde a esta pregunta. Después de que el sacerdote y el levita dieran un rodeo y pasaran de largo… dice el texto que el samaritano tuvo misericordia. Esta misericordia desencadena una serie de acciones que se describen minuciosamente: El samaritano ve, se detiene, se baja de su cabalgadura, se la juega… porque en aquel terreno pendiente y abrupto los bandidos pueden estar escondidos y asaltarle también a él; venda las heridas de aquella persona echando en ellas aceite y vino; le monta en su propia cabalgadura, le lleva a una posada y cuida de él… Y no termina ahí todo, sino que, cuando se tiene que ir, le da unos dineros al posadero diciéndole que si los gastos superan aquella cantidad, a su vuelta le pagará todo. Es decir, se responsabiliza hasta el final con aquel herido al que había recogido. Jesús finaliza diciendo al escriba: Vete y haz tú lo mismo.

La ética samaritana implica, ante todo, ver la realidad de los pobres, de las víctimas, de los necesitados; implica solidarizarnos con ellos, buscando los medios más eficaces para cambiar su situación.

Kant, el filósofo, habló del despertar del sueño dogmático, para indicar que había llegado el momento en que la humanidad usase la razón de forma autónoma y fuese libre. Y Jon Sobrino, parafraseando a Kant, suele hablar del despertar del sueño de inhumanidad en que vivimos los países desarrollados. Despertar para ver las víctimas, consecuencia del tipo de progreso del que nosotros somos beneficiarios; para ver los millones de personas que pasan hambre, tantos y tantos que, como decía Bartolomé de las Casas, mueren antes de tiempo. La verdadera universalidad, la que no se deja a nadie por el camino, tiene como punto de partida la parcialidad de poder valorar y transformar la realidad de los serviciales, de los últimos y de los que menos cuentan.

Jon Sobrino en 2013 en el Centro Monseñor Romero de la UCA, El Salvador

No me corresponde a mí sacar las consecuencias pero creo que, la ética samaritana de Jesús es operativa socio políticamente y, desde luego, muy interpelante desde el punto de vista personal. Es una idea que me ronda muchas veces por la cabeza; los cristianos tenemos que entender que los valores evangélicos, ciertamente van más allá de lo racionalmente compartido, pero que se presentan como algo positivo, razonable, hondamente transformadores de las personas y de las estructuras, como los valores más humanizadores y positivos.

Tenemos que mostrar lo humano de lo cristiano para que Dios pueda divinizarlo. Creo que los seres humanos debemos humanizar y, en un momento de secularización galopante, nuestro gran reto es elevar sustancialmente la calidad de nuestro cristianismo.

7. LA CRÍTICA ANTI-IDOLÁTRICA Y LA LAICIDAD
El discípulo de Jesús resucitado proclama que Él es el único Señor, y así se inserta en la crítica anti-idolátrica que recorre toda la Biblia, en la cual también se encuentra Jesús. En nuestra sociedad actual, normalmente no somos tentados de adorar a un fetiche de madera, como en las religiones antiguas pero, como alguien ha dicho, los ídolos hoy van vestidos de paisano; por eso son especialmente peligrosos.

Los ídolos pueden ser cosas o ideologías que se absolutizan y pretenden ocupar en el corazón humano un lugar que sólo a Dios le corresponde. El dinero se absolutiza con especial facilidad, y se convierte en ídolo que denigra al ser humano. No podéis servir a Dios y al dinero, dice Jesús, advirtiendo así contra el poner toda la confianza en el dinero. La carta a los Colosenses y la Carta a los Efesios tienen una frase genial: La avaricia es una idolatría. En nuestra sociedad, probablemente más que en ninguna otra, el dinero es el dios principal de su panteón.

Si paseamos por el casco antiguo de una de nuestras ciudades, encontraremos siempre la catedral en un lugar preeminente, cerca de la plaza mayor, de las calles más visitadas de ese casco antiguo… Sin embargo, en el centro de las ciudades modernas, encontraremos siempre los grandes edificios financieros, los grandes Bancos… Esto es muy significativo; demuestra cómo han cambiado los valores y los dioses en nuestras ciudades.

Además, no sólo aceptamos la esclavitud del dinero con gusto, sino que la buscamos porque creemos que da seguridad y prestigio. Liberarse de esta opresión es tan difícil como urgente para cualquier cristiano que quiera adquirir el carácter del Maestro.

El discípulo tiene que estar vigilante para que ninguna ideología se convierta en un ídolo. En nuestra sociedad hay ideologías políticas que se absolutizan, que obnubilan la mente y endurecen el corazón de tal manera que en su nombre se atropella e incluso se mata al prójimo, se realizan los peores crímenes y los mayores desmanes… Son casos extremos pero, como bien sabemos, desgraciadamente existen. 

Sin llegar a tanto, es bien frecuente que la ideología se convierta en prejuicio; se estereotipa al prójimo por sus supuestas formas de pensar, y no somos capaces de escucharle, de descubrir su verdadera personalidad. El discípulo de Jesús es libre y con capacidad de discernimiento ante toda ideología, con lo cual, por supuesto, no quiero decir que el discípulo de Jesús no tenga convicciones; debe tenerlas, incluso bien fecundas.

Evangelio es una palabra técnica que tenía un sentido religioso relacionado con el culto al emperador. Para las gentes del imperio, «evangelio» era buena noticia, porque expresaba una nueva era de paz y bienestar a causa de la nueva política que iba a llevar a cabo el emperador aunque, como bien sabemos, en aquella política prosperaban las clases dirigentes mientras que los pobres y marginados tenían que contentarse con su miseria.

Por tanto, entendida en su contexto, la proclamación cristiana del «evangelio de Jesucristo» tenía, necesariamente, unas resonancias de crítica al culto imperial, de deslegitimación del emperador, de decir que por encima del emperador y su poder está Dios y su ley del amor. En la cultura actual, hay una corriente que cuestiona el monoteísmo como fuente de intransigencia y fanatismo; algo de esto se refleja en la famosa película Ágora que muchos de vosotros habréis visto.

Como todo lo humano, el monoteísmo tiene una función social antigua.

El monoteísmo de Jesús relativiza todos los poderes y todas las ideologías; Dios es el único Señor de los seres humanos, Dios es trascendente, y no se le identifica con nuestras causas históricas. No tenemos siquiera imágenes suyas; Dios es amor, que jamás se impone por la fuerza. La fe, en la soberanía, en el reinado de este Dios, es una fuente de libertad.

En nuestra sociedad, el evangelio tiene que ser anunciado como un mensaje de libertad y el discípulo de Jesús debe vivirlo como una fuente de libertad. En la Iglesia católica es necesario recuperar, con más fuerza, lo que podríamos llamar «el componente paulino del cristianismo». Sabéis que el apóstol proclama que donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad, y en la Carta a los Gálatas dice que Cristo ha venido para que seamos libres.

8. EL DISCIPULADO COMO TRANSFORMACIÓN PERSONAL
Es sabido que, en los Hechos de los Apóstoles, se dice que el cristianismo es el camino; los discípulos siguen el camino… evidentemente, se trata del camino de Jesús, y me parece muy pertinente presentar, en la sociedad actual, el cristianismo como un camino, como un proceso de transformación personal.

En mi opinión, hay entre nosotros un discurso de reivindicación de derechos que no va acompañado en paralelo con otro sobre la asunción de deberes. Es el mito de la permanente inocencia personal; nos sacudimos las responsabilidades, siempre están en «otra parte», en las estructuras, en el carácter, en los genes, en la tradición, en otras personas… siempre encontramos un chivo expiatorio que nos libra de nuestras propias responsabilidades.

Dejamos bien clara la dimensión estructural de los valores evangélicos, pero hoy se hace urgente decir que el cambio de las estructuras y de las personas deben ir al unísono; ser discípulo de Jesús es embarcarse en un proceso de profunda transformación personal que dura toda la vida. Ser cristiano implica un esfuerzo constante por llegar a serlo. La identificación con la imagen del Hijo, el hacer nuestras las actitudes de Cristo, que diría San Pablo, debe aumentar cada día.

He hablado antes de una moral cívica entendida como una moral de mínimos, consensuada por todos, que hace posible la convivencia de una sociedad democrática y plural; pero nadie vive sólo esto. El discípulo de Jesús sabe que hay que ir más al fondo, a la limpieza de corazón, porque no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre (Marcos 7,15).

En el Sermón del monte, Jesús eleva el horizonte de la moral y, a la vez, lo interioriza; el respeto a la persona del otro nace ya en la consideración interna que tenemos ante él. Ante el prójimo, o ante Dios, se pone en juego, no sólo la acción, sino también el corazón, el alma y la mente. Esto es tomarse en serio la subjetividad del ser humano y todas las dimensiones de su libertad. Las actitudes que Jesús inculca tienen un carácter dialéctico que hay que saber articular. Ante todo, el prójimo; la misericordia, como la primera y radical toma de contacto con la realidad; ver el sufrimiento del prójimo, no pasar de largo, cargar con él… Un amor solidario y eficaz; la ética samaritana de la que he hablado.

El Reino de Dios implica la transformación de la realidad, pero también la admiración ante el milagro de la vida y de la creación, ante los lirios del campo y las aves del cielo; la capacidad de contemplar con sosiego, de vivir comprometidos pero no crispados, responsabilizados pero tomando distancias.

Hay sabidurías orientales que enseñan a fundir el yo con el todo. Jesús nos enseña a no buscarnos a nosotros mismos porque, paradójicamente, el yo se realiza en la medida en que se olvida de sí mismo y se entrega en el servicio de los demás. En una sociedad exacerbadamente competitiva, en que se aspira a ganar más, a prevalecer sobre los demás, el discípulo de Jesús aprende de su Maestro que su aspiración no es ser servido, sino servir, y que el más pequeño, el servidor de todos, resulta que es el más grande de todos. En una sociedad como la nuestra, tan obsesionada por ganar más dinero, cosas, seguridades… el discípulo de Jesús considera que es más sabio compartir, el que tenga dos túnicas que dé una… La más segura inversión se hace dando el dinero a los pobres porque entonces tendréis un tesoro en el cielo…

Las mismas palabras de Jesús, hay más felicidad en dar que en recibir, expresan la dinámica del don y de la gratuidad; son una vieja sabiduría, muy ajena a la sociedad actual, muy contractual pero, precisamente por eso, muy necesaria. Es una dimensión esencial del evangelio, incluso diría que es una dimensión sapiencial del evangelio demasiado desconocida, hasta el punto de que algunos hacen largos viajes a Oriente buscando lo que podrían encontrar mucho más cerca.

Cuando pasan los años y se han sufrido desengaños, se tienen muchas cicatrices en el alma y queda lejos la ingenuidad primera, mantener o reconquistar la limpieza de corazón es un componente esencial de la sabiduría evangélica del discípulo de Jesús. Esencial, sobre todo, para constituirse en testigo de Jesús en la sociedad actual, tan competitiva, interesada y compleja.

9. UNA CIVILIZACIÓN DE LA AUSTERIDAD
A la luz de estos principios podemos preguntarnos si el verdadero progreso consiste en poseer cada vez más cosas materiales, porque hay toda una dinámica que va en esa dirección. Ayer escuché en una conferencia a quien ha sido durante 15 años gerente del FMI, una personalidad de gran proyección pública, reconocida internacionalmente; decía que, para que todos los habitantes del planeta pudieran tener el tipo de desarrollo de que gozamos en Occidente, harían falta dos planetas y medio más. Pero, naturalmente, sólo contamos con uno, lo cual quiere decir que tenemos que repartir muchísimo más, porque este tipo de desarrollo que nosotros tenemos no es universalizable.

Por tanto, es un tipo de progreso injusto que, con frecuencia arrastra culturas ancestrales, embota las relaciones humanas y, sobre todo, sofoca la dimensión espiritual. Además de superficial, este concepto de progreso es elitista, va en función de una minoría privilegiada de la humanidad, como acabo de señalar.

El Papa, en su encíclica, se lamenta de que los países superdesarrollados han exportado a los países pobres su subdesarrollo moral. Yo creo que es una afirmación verdaderamente muy dura y audaz.

En su libro sobre Jesús tiene palabras durísimas sobre el tipo de ayudas técnico-materiales que los países occidentales han dado al Tercer mundo, y afirma: Creían poder transformar las piedras en panes y han dado piedras en vez de panes. 

Permítanme que cite a Ignacio Ellacuría, de cuyo asesinato, junto con sus compañeros en el Salvador, se han cumplido 20 años en noviembre pasado. Él centra su teología en el Reino de Dios, lo cual le hace muy crítico con el tipo de progreso del Primer mundo y dice lo siguiente: El estilo de vida propuesto, en y por la mecánica de su desarrollo, no humaniza, no plenifica, ni hace feliz, como demuestra, entre otros índices, el creciente consumo de drogas, constituido en uno de los principales problemas del mundo desarrollado. Este estilo de vida está movido por el miedo y la inseguridad, por la vaciedad interior, por la necesidad de dominar para no ser dominado, por la urgencia de exhibir lo que se tiene ya que no se puede comunicar lo que se es. 

Ignacio Ellacuría Beascoechea S.J. (Portugalete, 9 de noviembre de 1930-San Salvador, 16 de noviembre de 1989) fue un filósofo, escritor y teólogo español, naturalizado salvadoreño, asesinado por militares salvadoreños durante la guerra civil de aquel país.

Ellacuría propugna un tipo de vida más austero, que no deprede la naturaleza, capaz de contemplarla y reconocer a su creador, un estilo de vida en que la colaboración y la solidaridad prevalezcan sobre la competitividad descarnada, en la que nos conformemos con menos, para que las cosas lleguen a todos. Ellacuría veía este estilo de vida, más entre los pobres del tercer mundo que en las sociedades desarrolladas.

10. EL DISCIPULADO Y LOS RECURSOS MORALES PARA LA SOLIDARIDAD EN UN MUNDO GLOBALIZADO
En la sociedad actual hay dos fenómenos relacionados entre sí: la globalización y la limitación de la política.

Benedicto XVI afirma que, desde la publicación de la Populorum Progressio, de Pablo VI, en 1967, la novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, comúnmente llamado globalización. No hace falta explicar el fenómeno; si queremos, estamos informados al minuto de lo que sucede en cualquier rincón del planeta; los inversores en la Bolsa de Fráncfort  están con un ojo en la Bolsa de Nueva York y, al mismo tiempo, con otro en la Bolsa de Tokio. La economía, las inmigraciones, la multiculturalidad, la pluralidad de identidades están interrelacionadas… Tenemos conciencia de que formamos parte de una única humanidad, y esto tiene unas consecuencias morales que aún estamos muy lejos de sacar. Las mentalidades suelen ir por detrás de las exigencias de los hechos. La conciencia moral suele ir por detrás de los requisitos que va planteando la realidad.

Pensemos en el fracaso de la reciente Cumbre para combatir el hambre en el mundo o, todavía más reciente, el fracaso de Copenhague sobre el cambio climático. Aquí interviene el segundo fenómeno antes enunciado: la política choca con un muro, se hacen reuniones internacionales que se cargan de retórica, porque hay una serie de intereses económicos, nacionalistas, lobbies poderosos… que se acaban imponiendo. Además de otras, creo que la razón principal, probablemente la más importante, del indudable desprestigio de la política, es que no puede dar lo que se le pide; es una palanca muy débil para la solidaridad que se requiere en un mundo globalizado.

En efecto, hoy es necesaria una solidaridad que afecte negativamente los intereses materiales inmediatos de los países y de los sectores más ricos. Y para esto hacen falta muchas energías morales y culturales en el cuerpo social. Hoy por hoy, esto parece imposible de conseguir por la vía del conocimiento o por la vía de la ingeniería política.

Es posible que los grandes cambios se incuben en lo pre-político, en el tejido cultural. Es más lento, pero es lo que va más al fondo, a la raíz. Y para eso es necesaria la contribución de fuerzas morales y espirituales que cambien y enriquezcan los hábitos, las mentalidades, las culturas de la gente y de los grupos sociales. Este espacio de lo pre-político es el más propio de la actuación de los valores específicamente evangélicos, y aquí es donde debería volcarse el trabajo de los discípulos de Jesús en la Iglesia, lo cual no quiere decir, en absoluto, que haya que desaparecer del escenario propiamente político.

11. DISCÍPULOS Y TESTIGOS EN Y CON LA IGLESIA
Hago una mera declaración programática, porque esto daría para otra conferencia y para muchas reflexiones, pero tengo que terminar.

La referencia a la Iglesia ha acompañado toda mi exposición. En la sociedad actual, la Iglesia plantea problemas muy serios, acuciantes y en los que tampoco es posible entrar ahora. En general, la persona de Jesús es tenida en alta estima en nuestra sociedad; sin embargo, todas las encuestas sociológicas dicen que la Iglesia es una de las Instituciones más desprestigiadas; no podemos ponernos una venda ante los ojos. Al menos, así sucede en España, al contrario de lo que pasa en otros países, por ejemplo en América Latina, donde las encuestas dejan claro que la Iglesia goza de mucho prestigio.

La Iglesia tiene un lugar especial en el proyecto de Jesús. Ser sus discípulos requiere la adhesión fiel y madura a la Iglesia; saber diferenciar lo que es la verdadera tradición de las tradiciones humanas que se han acumulado a lo largo de la historia. El discípulo necesita una fe bien formada, que esté culturalmente a la altura de los tiempos. La adhesión a la Iglesia no se contrapone, más bien al contrario, con una actitud crítica, pero sí implica una preocupación y un compromiso por lo que el NT llamaba la edificación de la Iglesia, a la que me refería al inicio.

El discípulo de Jesús no se refugia en las sacristías, sino que vive en el mundo, que es donde tiene que testimoniar los valores evangélicos, pero participa activamente en la vida de la Iglesia. Su eventual incomodidad y discrepancia con algunas estructuras eclesiales, y quizás también con algunas orientaciones pastorales no le llevan ni a la inhibición ni al despecho; debe buscar el modo de manifestar su opinión de forma constructiva. Tiene que descubrir siempre todo lo que ha recibido de la Iglesia y agradecerlo; y también lo mucho de bueno, normalmente oculto, abnegado, que hay en ella. Las eventuales discrepancias del discípulo con las estructuras eclesiásticas no se pueden limitar a una crítica ideológica.

La renovación de la Iglesia depende, fundamentalmente, de la autenticidad y profundidad de la experiencia cristiana, y la edificación de la Iglesia se produce en la construcción de comunidades concretas y fraternas en las que cada uno tiene un rostro y un nombre para los demás, que alimenten el discipulado y el testimonio de Jesús de cada uno de sus miembros.

La Iglesia católica tiene el peligro de que su enorme carcasa institucional no esté sostenida por una suficiente vitalidad comunitaria en su interior. Pero, lo que Jesús quiso de sus discípulos no fue una Institución poderosa, preocupada, como le pasa a todas las Instituciones, por su reproducción social. Jesús quiso, más bien, unidades vivas que estuviesen al servicio del Reino de Dios, en las que se viviesen los valores alternativos del evangelio y fuesen levadura, sal y luz del mundo.

Nada más, muchas gracias. 


BHAVAGAD GITA

Para adentrarnos en el estudio del Bhagavad Gita hemos de hacer referencia primero al Libro dentro del cual se halla incluido, el Mahabharata. Éste es un extenso poema hindú que al parecer fue escrito hace cinco mil años (3000 a.C.), si bien hay cierto desacuerdo sobre su datación. La tradición atribuye su redacción a Vyasa, aunque alcanzaría su forma definitiva varios siglos después, bajo el reinado de Gupta.

Vyasa literalmente significa «el que desarrolla o amplía». Se refiere a un revelador porque lo que interpreta y amplía es un misterio para el profano. Este término fue aplicado en antiguos tiempos a los más elevados Gurús en la India.

El Mahabharata consta de más de ciento siete mil pares de versos. Su extensión es siete veces superior a las obras de la Ilíada y la Odisea juntas. Parece tener un fuerte fundamento histórico, ya que en los Vedas hay referencia a personajes del Mahabharata, que supuestamente intervendrían en una guerra intertribal, ocurrida en el segundo milenio antes de Cristo.

Este antiguo poema narra en lengua sánscrita la epopeya de las reyertas entre los Kurus y los Pándavas, clanes tribales que tenían como predecesor común a Bharata, hijo de Shakuntalá. La guerra entre las dos tribus herma­nas había sido iniciada a consecuencia de que Pandú, el hijo menor del rey de Jastinápura, había ascendido al trono debido a que su hermano mayor, Dhritarashtra, era cie­go.

Pandú mata al sabio Kindama al confundirlo con un venado

El Bhagavad Gita, cuyo título completo es Srimadbhagavad Gita Upanishad («Enseñanzas impartidas en el Canto Supremo del Señor») se encuentra en el libro VI, Bhishma Parva, sección 6 del Mahabharata, abarcando los cantos 25 al 42. Consta de setecientas estrofas, la mayoría de las cuales se componen de dos versos y unas pocas llegan a cuatro, seis u ocho. El conjunto se divide en dieciocho discursos y cada uno de ellos se refiere a una rama determinada del Yoga. Yoga es la ciencia que trata de la Unión consciente con Dios, a través de la purificación de los vehículos inferiores y del cultivo de las virtu­des y la sabiduría.

El Bhagavad Gita es un Upanishad («Enseñanza a los pies del Maestro»). Es decir, es una revelación espiritual de una enseñanza secreta impartida por Krishna. Algunos afirman que, originalmente, no formaba parte de la gran epopeya india, sino que fue añadido posteriormente. El Gita versa sobre el diálogo que mantuvieron Krishna y Arjuna ante el desfallecimiento de éste, breves instantes antes de la batalla final, que decidiría la victoria de uno de los dos bandos.

Esta obra junto con el Srimad Bhágavatam, constituye la piedra angular de todas las religiones y sectas religiosas hindúes de tendencia Bakt o devocional, centrándose el objeto de adoración en la personalidad divina de Krishna, aceptado como un Maestro Perfecto, una encarnación del Poder Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente de Dios.

El Gita es la escritura sagrada más leída en la India, y la más conocida en occidente, por la belleza de su contenido y la universalidad de su mensaje. Los niños de las altas castas lo aprendían de memoria desde muy pequeños. Tiene muchísimos puntos comunes con el mensaje esencial contenido en escritos sagrados procedentes de otras latitudes, transmitidos en distintas épocas y que recogen las enseñanzas de otros Maestros.

El Gita, dentro de las revelaciones divinas de la India, juega el mismo papel que los Evangelios dentro del Antiguo y Nuevo Testamento. Resume la esencia de los Vedas (el canon sagrado hindú), aunque no forma parte de los mismos y la Eterna Doctrina contenida en todas las Escrituras Sagradas. Pero al igual que a los Evangelios le siguieron explicaciones, al Gita le siguieron obras menores que trataban de profundizar en la Revelación del Conocimiento de Dios, llegando con el transcurso del tiem­po a un punto en que el Señor se hubo de manifestar públicamente de nuevo, a través de Gautama Buda (500 a.C.) para revelar este conocimiento eterno a los hombres.

Estupa Dhamek en Sarnath, India, sede de la primera enseñanza del Buda en la que enseñó las Cuatro nobles verdades a sus primeros cinco discípulos.

Las Escrituras tan sólo cumplen el papel de señales indicatorias. Todas apuntan a una misma dirección: «Busca al Maestro Perfecto vivo y entrégale tu vida cuando Le encuentres, pídele que te revele el conocimiento de Dios y refúgiate en Su Gracia.» Este es el mensaje capital del Gita. Algunos dicen que por primera vez se insistía en que la salvación está al alcance de todos, con independencia de casta o sexo.

Subba Row describe el estilo retórico del Bhagavad Gita como de variada forma: unas veces de sublime sencillez, otra de enérgica elocuencia, algunas de opulenta grandeza, no pocas de patética emoción, pero siempre vivo, elevado, cautivante, atractivo, sin que en pasaje alguno descienda a los planos de la vulgaridad.

Según William Q. Judge, el Bhagavad Gita puede interpretarse con siete claves distintas por lo menos, pu­diendo referirse a la evolución del hombre, del Universo, del Mundo Astral, a las Jerarquías de la Naturaleza, al carácter moral, etc.

William Quan Judge nació en Dublín, el 13 de abril de 1851. Sus padres fueron Frederick H. Judge y Alice Merry Quan. Desembarcó en New York el 14 de julio de 1864. Abogado irlandés (1851-1896) fue uno de los tres principales fundadores de la Sociedad Teosófica. Entusiasmado con el estudio del ocultismo y el espiritismo, Judge viajó a Estados Unidos, donde conoció a su gran amiga y Maestra Helena Blavatsky y a Henry Olcott. En 1875 participó en la fundación de la Sociedad Teosófica en Nueva York y fue su presidente de la sección nacional desde 1886 hasta su muerte. Tras la muerte de Helena Blavatsky fue duramente atacado por permanecer fiel a las enseñanzas de los Mahatmas y enfrentarse a la autoproclamada nueva líder de la Sociedad Teosófica Annie Besant, quién ya se había hecho ganar la simpatía de los brahmanes teósofos de Adyar y del mismo Coronel Olcott. En 1895 la Convención Anual de la Sociedad Teosófica apoyó su causa y se le autorizó la fundación de una sección independiente en Norteamérica, de la que se convirtió en presidente. Durante esos años y hasta su muerte, Judge continuó escribiendo las instrucciones que seguía recibiendo de los Mahatmas, escritos que él mismo firmó bajo el seudónimo de David Lloyd y que serían utilizados años más tarde por Guy Ballard para la creación del Movimiento de la «Actividad Yo Soy» Después de la muerte de Blavatsky en 1891 Judge entró en disputas con Olcott y Besant, a quienes él consideraba que se habían desviado de las enseñanzas originales de los Mahatmas. Como resultado él finalizó su asociación con Olcott y Besant durante 1895 y se separó junto con la mayor parte de la Sección Americana de la Sociedad Teosófica. A pesar de ser atacado por los seguidores de Besant, pudo dirigir la nueva organización hasta su muerte, que ocurrió un año después en Nueva York, haciéndose cargo entonces Katherine Tingley. Esta Sociedad Teosófica estableció su Sede Internacional en Pasadena, California.

Interpretando el poema con referencia a la evolución cósmica, según Tallapragada Subba Row (sabio Brahmán), en el Gita se simbolizan los seres, fuerzas, planos y planetas del Universo con los más elevados principios que solidariamente actúan en el Sistema Solar. Así, cada carro, cada jefe, cada guerrero, arcos, flechas e instrumentos bélicos tienen un significado simbólico, cuya acertada interpretación requiere profundísimos estudios.

Todos los problemas filosóficos, religiosos, científicos y sociales que torturan al pensamiento humano están expuestos y resueltos sintéticamente en el poema, explicando el origen, evolución y término del Universo y del Hombre.

La interpretación generalmente admitida desde el pun­to de vista de la evolución individual es que el rey Dhritarashtra simboliza el cuerpo humano, en que para proseguir su evolución reencarna el espíritu estimulado por el deseo de vida y compelido por la ley kármica. La ceguera nativa del rey da a entender que el cuerpo sin espíritu vivificador es materia insensible, y por lo tanto incapaz de gobernar.

Los Kuravas simbolizan el yo inferior, los elementos pasionales y tenebrosos del individuo; el aspecto material de nuestro ser, con sus vicios, pasiones y malas tendencias. Los Kuravas, el yo inferior, personificado en Duryodhana, prevalecen temporalmente en la soberanía del reino, entretanto quedan en apartamiento y destierro los Pándavas, esto es, los elementos espirituales del hom­bre.

Duryodhana presentado en el yakshagana (teatro popular de Karnataka).

Los pándavas, sintetizados en Arjuna, simbolizan el Yo Superior, los elementos armónicos y puramente espirituales del individuo. Un pándava es un descendiente de Pandú. Con este nombre patronímico se designan los cinco príncipes rivales de los Kuravas. Estos príncipes, cuyos nombres son: Yudhishthira, Bhima, Arjuna, Nakula y Sajádeva, representan la Naturaleza Superior del hom­bre, con sus tendencias y aspiraciones más nobles y eleva­das.

Arjuna es un héroe semidivino del Mahabharata, príncipe pándava, hijo de Indra y Kuntí; tercero de los cinco hermanos pándavas, o sea el celebrado hijo de Indra (esotéricamente lo mismo que Orfeo). Es la figura principal del Bhagavad Gita. Arjuna, literalmente significa «el blanco», o sea, el manifiesto.

Subba Row, entiende que Arjuna simboliza la Monada humana, el hombre en su más elevada realidad. Según Blavatsky, representa al hombre (como lo prueba el significado mismo de la voz Nara «hombre», que es uno de los nombres que se le da a dicho príncipe), o mejor dicho, la Monada humana en evolución, así como Krishna era representación del Espíritu que le guía e ilumina. Arjuna se casa con Subhadrá, la hermana de Krishna, simbolizando la unión entre la Luz del Logos y la Monada humana.

Krishna, «el negro» (o sea, el inmanifiesto), representa en la Trimurti hindú —Brahma, Visnú, Shiva—, a la segunda persona —el Hijo en la Trinidad Cristiana—, o sea, al Cristo. Krishna es el Octavo y máximo avatar de Vishnú, a través del cual Éste lleva a los hombres el mensaje de la liberación, y de la que los hindúes refieren muchas fábulas maravillosas. Los hindúes le adoran con entusiasmo religioso y creen que es el mismo Vishnú bajo figura humana, al igual que los cristianos creen que Jesús es Dios (Vishnú puede considerarse un aspecto de Dios) en figura humana.

Lo representan con guirnaldas de flores silvestres que le bajan hasta el tobillo y adornado de perlas; su tez es de color azulado oscuro, un poco negruzco, significado de la palabra Krishna, por cuyo motivo se le ha consagrado la abeja de este color, a la cual pintan revoloteando con frecuencia alrededor de su cabeza, tal como hacen los discípulos espirituales que revolotean alrededor de las flores de la enseñanza que transporta el Maestro de Sabiduría. Son varios los nombres que tiene Krishna: Vasudeva, Govinda, Pastor (como también llamaban a Jesús), Vanamali, Adornado de Flores, Cesava, de los Hermosos Cabellos.

Radha y Govinda charlando, mientras una gopi los atiende

Krishna, según la leyenda, fue un príncipe hindú, que salvado del furor de su tío Kamsa, creció oculto en el bosque Brindaban. Adolescente, se convirtió en el favorito de las gopis (pastoras), representándosele como un pastor que deleitaba a sus compañeros con la música de su flauta. Krishna, así, representa al alma, la cual, a través de la flauta de la meditación guía a los pensamientos extraviados, conduciéndoles de regreso al dominio del Yo Superior. Es importante también el hecho de que al contactar con las pastoras, Krishna rompe con la tradición según la cual las mujeres y castas inferiores no pueden acceder al Conocimiento Superior (fácilmente podemos encontrar referencias similares en la vida de Jesucristo). Una vez hombre, se unió a su hermano y después de matar a Kamsa, reinó en su lugar. Una sutil enseñanza se esconde en este hecho: el hombre ha de unirse a su cristo para volver a reinar en el país de su espíritu.

Antes de comenzar a describir cada estancia del Gita, es importante saber que Visnú, el Cristo Cósmico, del que Krishna es una encarnación, actuó también a través, entre otros Grandes Seres, de Maitreya, el anterior Cris­to planetario y actual Buda. Maitreya, a su vez actuó con y a través del Maestro Jesús, encarnación del Cristo para los Cristianos. Por lo tanto, no hemos de sorprendernos, aunque sí maravillarnos, de la gran similitud entre los mensajes de Jesús y Krishna e incluso de la «coincidencia» manifestada en muchas de sus sentencias.

A continuación, paso a describir brevemente, las enseñanzas relatadas en cada estancia.

1ª El desaliento de Arjuna
La epopeya comienza con la petición por parte de Dhritarashtra, el rey ciego, símbolo del mundo ilusorio, a su ministro y cochero Sanjaya, que tiene poderes de clarividencia y clariaudiencia, que le narre lo que pasa en Kurukshetra, que significa, campo de batalla de Kuru (antepasado común a las dos familias). El rey ciego, debido a que vive en el mundo de la ilusión, necesita ayuda para saber lo que sucede en el Reino del Espíritu.

La batalla entre Kurus y Pándavas se lleva a cabo en el Campo de Kuru, que representa la conciencia humana en un aspecto, y todo el Universo en el otro. Duryodhana, ante la vista de los ejércitos situados para el combate, se dirige a su maestro Drona, para expresarle sus temores. Drona, en su aspecto inferior, es el maestro que enseñó a guerrear a los Kurus y Pándavas, pero en su concepción superior representa al Maestro que enseña el verdadero Sendero.

Duryodhana mostrando su ejército a Dronacharya (izquierda)

Duryodhana nombra primero a los más destacados combatientes entre los Pándavas, con respeto ante su­ magnificencia y energía. Luego, reconoce los valores de los guerreros Kuravas, aunque le parecen menos y más débiles. Esto se debe a que la Ley, la Verdad, aunque sean perseguidas, no dejan de cegar con su pura luz.

La batalla de Kurukshetra simboliza el porfiado combatir entre las potencias que nos llevan a esclavizarnos en la materia y las que nos impelen al logro de la iluminación espiritual, simbolizada en el trono de Jastinápura, Ciudad de los Elefantes o Ciudad de la Sabiduría. Es decir, la batalla que va a dar comienzo en el Gita, es realmente la lucha interior en el campo de la conciencia de aquel que desea conquistar la Sabiduría Divina.

Para incitar a la lucha, los kurus hacen resonar su concha marina. Los pándavas responden soplando sus conchas, símbolos sagrados de altas cualidades, y provocan un estruendo que llega a atemorizar al bando contrario. Cuando la batalla ya va a dar comienzo, Arjuna le pide a Krishna que coloque su carro de caballos blancos entre ambas tribus, para observarlas. El carro representa el vehículo del que se vale el hombre, sea o no físico (o sea, cualquiera de los cuerpos del cuaternario inferior), pero en el carro también va Krishna, la Voz que guía los pasos del hombre, o sea, el Cristo Interno que habita en los cuerpos inferiores. Colocar el carro entre ambos bandos equivale al despertar de la conciencia que reconoce dónde está, y quiere ver qué debe hacer. El ser que comienza la lucha sufre, y esa es la mejor señal de que la lucha es real y positiva. Comienza a ejercitar la cualidad divina llamada Discernimiento.

Arjuna desfallece cuando ve que sus contendientes son sus familiares. Simboliza el disgusto que el hombre siente al disponerse a luchar contra las pasiones y vicios que son parte de su naturaleza, aunque en inferior e innoble aspecto. Y la batalla será aún más dura porque los errores (Kurus) están ansiosos también de guerra, ansiosos por seguir gobernando allí donde no les corresponde. Arjuna teme ante lo nuevo, es el temor a romper con nuestras viejas costumbres, aunque malas, e imaginar que destruido eso, ya nada mejor sobrevendrá. También da a entender que cuando el hombre se halla en el dintel del conocimiento espiritual, es precisamente cuando desfallece, con riesgo de que le venzan sus implacables enemigos, y que en semejantes circunstancias la victoria o la derrota dependen del efecto producido por las exhortaciones del Logos, que en nuestro interior deja oír el elocuente silencio de su voz.

2ª Yoga mediante el Samkhya
La palabra Samkhya significa Visión de lo Eterno. El objeto de la evolución es el verdadero conocimiento de la Realidad Suprema, la cualidad absoluta del Yo Espiritual.

En esta estancia, Arjuna deja las armas y decide no luchar, pero acude a Krishna buscando consuelo y luz para su confusión. Krishna le introduce en el conocimiento de lo Eterno: la Vida y la muerte no son diferentes. El alma perdura. Está por encima de las sensaciones transitorias. El hombre no es afectado por los sentidos, ni por el placer, ni por el dolor, sino que es merecedor de vida eterna.

El Espíritu es indestructible e imperecedero. No nace ni muere, es eterno. El alma ni puede matar, ni puede ser muerta.

No hay mayor honor para un guerrero que participar en una lucha por el restablecimiento de la virtud, de la justicia.

A través de este capítulo se observa que Krishna cumple una misión parecida a la de Jesús, que vino a renovar las Escrituras, con respecto a los Vedas, ya que enseña a Arjuna que cuando las escrituras son contradictorias, debemos concentramos en la contemplación y la disciplina para alcanzar la paz.

3ª Yoga de la Acción
O también Karma Yoga. El Gita es la historia de una batalla, representación de la acción espiritual. La principal enseñanza de esta estancia afirma que el desapego en la acción no se alcanza por la inactividad. A través del control de los sentidos y libre de apego, se entrega al Karma Yoga de la acción sin apego. La acción es superior a la inacción, La acción sagrada se ofrece a lo eterno, a Brahma —Dios.


Pero el hombre que encuentra en el Espíritu su satisfacción y su paz, está más allá de las leyes de la acción, más allá de lo que se ha de hacer y de lo que no se ha hacer.

En este mundo temporal, todas las acciones suceden por la intervención de los tres gunas (o tres estados de la energía: equilibrio, movimiento e inercia), fuerzas de la naturaleza. Pero el hombre, engañado por la ilusión del yo, piensa «yo soy el hacedor». Los que viven sometidos a la ilusión de los tres gunas se ven afectados por sus influencias.

La ansiedad y la ira, que surgen de la pasión, son la fuente de la maldad y el foco de la destrucción, enemigas del alma. El deseo lo oscurece todo. Encuentra cobijo en los sentidos y la mente del hombre, enturbiando la sabiduría y produciendo ceguera del alma. Krishna alienta a Arjuna: «Sé un auténtico guerrero y mata al deseo».

4ª Yoga de la Sabiduría
O también Gñana Yoga. Krishna revela que el hombre nace múltiples veces y que Él viene al mundo manifiesto en forma humana cada vez que el bien decae, extinguiéndose poco a poco. Aquél que Lo reconoce como Dios y Le adora con sus obras se libera del ciclo de nacimientos y muertes. Krishna le revela: «Todos los Senderos llegan a Mí.» Recuerda aquello que el Maestro Jesús le dijera a sus discípulos: «Todos los Caminos llegan a Mí.» También le dice: «La Verdad te hará libre. La liberación es Paz en la Sabiduría. Quien ve a Dios en todo lo que hace, llega a Dios.»

También le instruye acerca del sacrificio, el cual es una acción santa a través de cuyo conocimiento puedes ser libre. El sacrificio del Conocimiento es el más alto de todos los sacrificios materiales. El hombre que vive en armonía interior, realiza la Verdad dentro de él. Sólo el hombre de fe es el que alcanza el Conocimiento, pues vive en armonía y su fe es su Vida. Recordemos que Conny Méndez decía que el mayor sacrificio es el realizado por la transmisión del Conocimiento.

5ª Yoga de la Renuncia de la Acción
Arjuna pregunta qué camino es el mejor: el de la renuncia a la acción o el de la acción desinteresada.

Krishna le responde: «Ambos llevan a la Dicha Suprema, pero el mejor es el de la acción con desapego. El sabio sabe que la renuncia a la acción y la adoración mediante las obras puras no son cosas distintas. Sin embargo, sin practicar el yoga de la acción pura, es muy difícil hacer vida de renuncia». Acción y no acción son en realidad lo mismo si hay desapego, porque en tal caso es Dios quien actúa.

El sabio sabe que cuando ve, huele, oye, come, duerme, anda..., son tan sólo los sirvientes de su Alma que, siguiendo sus órdenes, ejecutan acciones.

Las acciones de un yogui buscan solamente la purificación de su Alma; él aparta de sí todo deseo egoísta. Tan sólo es su cuerpo o sus sentidos o su mente, o su razón, lo que ejecuta las acciones.

La sabiduría del Espíritu Interior puede correr el velo de la ignorancia de los hombres. Krishna le revela que concentrando sus pensamientos en Él y haciéndose uno con Él, encontrará su morada en Él, es decir, en el Cristo Interno de cada quién. Será el final de su viaje. Una vez revelada la Luz Interior, su alegría y su dicha provienen de su interior.

6ª Yoga de la Subyugación
El que realiza sus deberes sin apego al fruto, es un renunciante y un auténtico sirviente a la vez. El resultado está en el futuro y quien no vive en el presente no está en Dios. Es necesario practicar la meditación para la purificación del alma, uniendo la mente con la fuerza vital que habita en el cuerpo hasta poner su mente en paz. En este silencio el alma se encuentra en presencia del Uno. El que mantiene su mente bajo control, dueño de su inteligencia y constantemente unido a su Yo Superior, obtiene la paz del Supremo Nirvana que reside en Krishna. Cada vez que la mente en su continua divagación se aparte del Espíritu, una y otra vez debemos traer­la de vuelta y reposarla sobre el Espíritu.

Arjuna, entonces, duda de poder controlar su mente inagotable, Krishna le dice: «La mente es inagotable y difícil de contener. Pero mediante la práctica constante te puedes liberar de las pasiones, después de lo cual la mente puede ser controlada. El más grande es aquél que tiene una fe total e incondicional y que con toda su alma Me ama a Mí». Es decir, aquél que ama y se une a su Cristo Interno.

7ª Yoga del Discernimiento
O también Vivekayoga. Krishna, como encarnación de Dios (recordemos que Cristo es también considerado la encar­nación de Dios), se revela como el Principio y el Fin de todo lo que existe, como el soporte de todos los mundos. Dice: «Yo Soy el Santo Nombre (OM), el sonido del silencio, la fortaleza de los hombres, la inteligencia del inteligente, lo bello de la belleza». De Krishna proceden los tres gunas o estados del alma: Sattva, Rajas y Tamas. Ellos están en Krishna. Provienen de Dios y viven en Dios.

Los distintos estados que producen estas cualidades confunden al mundo entero, sumergiéndolo en el mundo de la ilusión. Sólo los que buscan refugio en Krishna, o sea, en su propio Ser Interno, se liberan de esa ilusión.

Hay cuatro clases de hombres que actúan con justicia y los cuatro en verdad aman a Krishna: el afligido, el que busca algo a lo que se entrega con sinceridad, el auténtico buscador del conocimiento y el hombre iluminado dotado de visión. De estos cuatro, el último es superior a todos, pues vive en la unidad y siempre ama al Uno.

Krishna se revela a sí mismo diciéndole: «El ignorante piensa que Yo Soy esta forma de naturaleza inferior que adopto, y que ellos pueden ver con sus ojos mortales. Ellos no conocen Mi Naturaleza Superior. Ésta es imperecedera y suprema. Engañados por Mi apariencia, la gente no Me reconoce. Aquellos que concentran su mente en Mí, Me conocen en la tierra y en el cielo como el Supremo Ser». Así, igualmente nos revela que si no vemos el Ser Divino en todo y en todos, estamos engañados por las apariencias del mundo físico y material. El que se identifica con su Cristo Interno, reconoce a su Verdadero Ser. También Jesús nos planteó este discernimiento cuando preguntó: «¿Quién creen ustedes que Soy Yo?»

8ª Yoga de la Divinidad Suprema e Indestructible
Brahman es el Principio Indestructible, lo Supremo y lo Eterno, el Absoluto, el Yo Soy Universal. Atma es el Espíritu en el hombre. Karma, como acción, es la fuerza de la creación a partir de la cual toma vida todo lo que existe, porque es el que impele a aprender y evolucionar. Karma, generado por nuestras acciones, es el motivo por el que todo nace y renace. Dios mismo se impelió a la acción y generó el Universo. Dios engendró el Universo y el Karma, o sea, generó una ilusión de actividad, cuando todo, realmente, es completa quietud y equilibrio, en donde se desarrollarían las Chispas Divinas, mediante la comparación de la ilusión con la realidad (Verdad). El hombre, cuando descubre su Cristo, comienza a reconocer la Verdad y comienza a salir de la Ilusión, aunque siga existiendo para otros.

El Espíritu es el Reino de la Luz, energía que da la vida a todo cuerpo. «Aquél que al morir abandona su cuerpo pensando en Mí viene a Mí y se hace Uno en Mí». O sea, se Une a su Presencia Yo Soy. Son palabras, nuevamente, tanto de Krishna como de Jesucristo.

Todos los mundos están sujetos al cambio, pues son transitorios, ya que tienen un principio y un fin. Pero aquellos que llegan a Krishna se liberan del continuo ciclo de nacimientos y muertes.

Por encima de esta creación visible e invisible, hay un Principio Inmanifiesto, Superior y Eterno. A esta esencia inmanifiesta se le llama «El Imperecedero». Es lo más alto, el Fin Supremo. Krishna sigue revelando a Arjuna: «Esta es Mi Suprema Morada, aquellos que llegan a Ella nunca regresan. Este Espíritu sólo es alcanzable mediante el Amor. En Él todas las cosas tienen vida, pues Él ha creado todas las cosas».

Krishna plantea a Arjuna una elección: existen pues dos caminos; el de la oscuridad te obliga a regresar a esta existencia de tristezas y sufrimientos (samsara); el de la Luz te conduce a un lugar glorioso de donde no regresas.

Pintura tradicional tibetana que muestra la rueda de la vida y los rayos del samsara


9ª Yoga de la Sublime Ciencia y del Soberano Secreto
Metafísicamente consiste en el reconocimiento del Cristo Interno. El Conocimiento y la visión espiritual interior liberan al alma del pecado. El Misterio de la condición sublime de Krishna, como encarnación de Vishnú, es que Es la Fuente de todos los seres vivos, el soporte de todos ellos, y más aún, no depende de ellos.

«Cuando el día de Brahma llega a su fin, todo lo creado es reabsorbido en Mi naturaleza inmanifiesta. Mas cuando, una vez transcurrida la Noche, el nuevo Día alborea, de Mí emanan otra vez. Este ciclo se repite una y otra vez, siguiendo los círculos del tiempo. No obstante, Mi naturaleza no sufre alteración ni se ve atada por el vastísimo desenvolvimiento de la Creación. Yo Soy el que Yo Soy, tan sólo observo el drama de todo el proceso».

Krishna dice: «Yo Soy el Camino y el Maestro que en silencio observa —en el corazón—. Yo Soy el medio y el fin de todas las cosas que existen, el Supremo Tesoro. Soy lo que es y lo que no es».

Sólo a aquéllos cuyas almas están siempre en unidad con la Armonía Interior, se les incrementa lo que tengan y se les da lo que aun no tienen. Aquellos que adoran a otras cosas que no sea su Presencia Yo Soy, a esas cosas van, pero aquellos que La adoran, se unen a ella con seguridad. Su significado se asemeja a aquellas palabras del Maestro Jesús que dicen: «A aquellos que tengan se les dará, y a los que tienen poco, se les quitará hasta lo poco que tienen».

Krishna le dice que cualquier tipo de sufrimiento que venga a su vida, se lo ofrezca a Él. De este modo se habrá desligado de las ataduras de su Karma: «Uniendo tu alma a Mí como meta suprema, en verdad vendrás a Mí». Nos recuerda aquello que Conny Méndez nos aconseja: «Pon tu mundo en manos de tu Cristo para que toda manifestación en él sea perfecta».

10ª Yoga de la Excelencia Divina
Dice Krishna: «Aquél que sabe que no tuve principio, que soy “el no-nacido”, el Señor de todos los mundos, este mortal está libre de la confusión, y a salvo de toda ignorancia».

«Por misericordia infinita Yo habito dentro de sus corazones y mediante la Luz del Conocimiento disipo la oscuridad de la ignorancia que mantiene a su alma presa a la ilusión de este mundo». Recordemos cuál es el asiento del Cristo Interno: el corazón de cada ser humano.

Arjuna alaba la Gloria de Krishna y Éste le revela algunas de sus manifestaciones: «Yo Soy el Espíritu, principio eterno que mora en el corazón de todas las cosas. Entre los hijos de la Luz, Yo Soy Vishnú (la Madre de los Hijos de la Luz o Aditiás, es Áditi, el espacio celeste). Yo Soy Márichi, el Señor de los vientos y las tempestades. Por encima de los sentidos de los hombres, Yo Soy la Mente, Yo Soy la Luz de la conciencia. Entre los poderes que amedrentan al hombre, Yo Soy el Único que conduce a la Verdad».

Los Aditiás eran considerados dentro de las religiones de la India, como un grupo de dioses de origen solar. En total eran doce deidades tomadas como astros que representaban cada uno un mes del año.

Resume diciendo, al igual que Jesucristo dijo: «En realidad, Yo Soy».

11ª Yoga de la Visión de la Forma Universal
Arjuna, maravillado, pide a Krishna que se le revele en su Visión Divina y Krishna se le manifiesta en su Suprema Forma Divina. Arjuna contempla como su Señor toma incontables formas de impresionante aspecto. Ve en Krishna al Todo, y en esta visión Arjuna le adora y le alaba: «Llenos están el cielo y la tierra de tu Espíritu».

Pero Arjuna tiene miedo porque entre las muchas formas de Krishna ve una aterradora en la que los hijos de Dhritarashtra, Bhisma, Drona, Karna y sus legiones son devorados, manifestando el único posible fin en el que el Espíritu vence a la materia. El mal será vencido.

Krishna ordena a Arjuna que se levante, venza a sus enemigos y conquiste su gloria. Es el Karma de ellos lo que les condena, Arjuna es el instrumento para que Krishna realice su trabajo. De igual manera, la personalidad es el instrumento que la Divinidad, representada en el hombre por su Cristo Interno, utiliza para trabajar en el mundo.

Arjuna se disculpa por no haber reconocido antes la grandeza de Krishna y por haberlo considerado un igual, irrespetuosamente o con irreverencia, y le pide que vuelva a su forma humana.

Krishna le revela que ni los Vedas, ni las ofrendas, ni los sacrificios, ni el estudio de escrituras, ni las obras de caridad, ni los ritos.., pueden revelarle la Visión Suprema de Su Espíritu que en Él mora. Sólo cada uno de nosotros podemos alcanzar la unión con nuestra Presencia Yo Soy. Krishna le alienta: «Libérate de todo temor». Y Arjuna se tranquiliza.

«Sólo por Amor pueden los hombres recibir Mi Conocimiento. Yo sólo me revelo a los que vienen a Mí con humildad y con amor en sus corazones, deseando sinceramente conocer la Verdad». ¡Acudamos, pues, con humildad y devoción a nuestro Cristo Interno y pongámonos en marcha por la conquista de la virtud!

12ª Yoga de la Devoción
O también Baktiyoga. Los mejores devotos son aquellos que entregan las riendas de su vida a su Cristo Interno, y a través de Él, a Dios, adorándole continuamente con su amor, con una fe inamovible. Aquellos que llevan una vida de armonía, con su mente controlada, amando a todos por igual, también alcanzan su Conciencia Crística.

Mi Maestro Jesús

Pero ardua es la tarea de aquellos cuya meta es alcanzar la Forma Inmanifiesta de Visnú. Mas aquellos que, con puro amor, meditan en Dios y le adoran, muy pronto quedan libres de las influencias de Maya —la ilusión.

La concentración es mejor que el mero esfuerzo, y aún mejor es la meditación, pero aún por encima está la entrega por amor, en servicio desinteresado, porque las consecuencias de la entrega es Paz. Pero aún mucho más avanzados son aquellos que teniendo Fe y Amor consideran la Unión con Dios su fin último.

13ª Yoga de la Distinción entre el Campo y el Conocedor del Campo
A la manifestación se le llama el Campo y aquél que lo conoce es el Conocedor. Krishna manifiesta a Arjuna: «Yo Soy el Conocedor de todos los campos de Mi Creación, pues de la conciencia que puede ver el Campo y el Conocedor del Campo, es de donde se origina el verdadero Conocimiento». Conocimiento es Poder, aquél que conoce algo, se hace dueño de ello. Metafísicamente, ver lo positivo en lo que aparenta ser negativo es ver al Conocedor en lugar de Ver al Campo. Esta estancia hace referencia a la necesidad de discernir entre el objeto y lo que conocemos del objeto.

El Campo lo componen los cinco elementos, el sentido del Yo individual, la consciencia, el subconsciente, los cinco órganos de los sentidos y los otros cinco de la acción y por encima de ellos (en un grado superior de percepción), la mente y los cinco campos de percepción sensible: deseo o placer, sufrimiento, capacidad de asociación, inteligencia y búsqueda. Las modificaciones del Campo son: sinceridad, humildad, mansedumbre, benevolencia, rectitud, devoción al Maestro, firmeza y autocontrol.

Tanto Prakriti, la Naturaleza (como sustancia material sujeta a cambios), como Purusha, el Espíritu (como sustancia espiritual que no está sujeta a cambios porque no tiene gunas), carecen de principio y todas las modificaciones, las distintas condiciones de los gunas, nacen de Prakriti. De la naturaleza surgen todas las cosas materiales: es la hacedora, los instrumentos y las cosas hechas. Del Espíritu surge la conciencia que es capaz de sentir placer y dolor. Cuando el Espíritu se reviste con esta naturaleza mortal se ve afectado por los continuos cambios de estado de la naturaleza, velándose gran parte de su Divinidad, y cuando cae bajo la atadura de los apegos a las cosas cambiantes, se condena a padecer el ciclo de reencarnaciones, de acuerdo a su karma. Pero el Ego Supremo del hombre permanece intacto más allá de su sino, es un mero observador, todo lo percibe, todo lo padece, da inspiración, ésa es la Mónada, la Presencia Yo Soy.

Algunos logran ver su propio Espíritu mediante la práctica de la meditación, otros a través del servicio y otros a través del Satsang (frecuentar regularmente la compañía de los Santos).

Quien reconoce como idénticos al Dios existente en sí mismo y al Dios que late en todo lo creado, no hiere a otros, convirtiéndose en un sannyasi, porque en ellos se ve a sí mismo y de este modo, con seguridad, alcanza la Meta Suprema, hacerse uno con Brahman.

Aquellos que dotados del ojo interior de la Visión Espiritual, logran distinguir entre el Campo y el Conocedor del Campo, viendo por tanto cómo el Espíritu está desvinculado de la materia, en verdad, llegan a la Morada Suprema. Si trasladamos nuestra conciencia al conocedor de todo, Krishna o nuestro Cristo Interno, conocemos el Campo donde vive el Conocedor y donde el Conocedor ha creado todos los Campos.

14ª Yoga de la Liberación de las Tres Cualidades o Gunas
Sattva, Rajas y Tamas, son las tres fuerzas de la Naturaleza: luz, fuego y oscuridad. Su poder es el de limitar en cuerpos finitos, la infinita libertad del Espíritu Infinito.



Sattva o equilibrio, debido a su pureza, da inteligen­cia y conduce a la vida pulcra, apegando al hombre al bienestar material y al conocimiento intelectual. Nos apega a la felicidad y a la comodidad. Es el mejor guna, pero no deja de ser un guna.

Rajas o movimiento, cuya naturaleza es la pasión, produce en el hombre la ansiedad, la persecución de logros y los apegos. Empuja al hombre a la acción, apegándolo a sus resultados. Nos apega a la acción.

Tamas o inercia, nacido de la ignorancia, debilita al alma, sumergiéndola en la oscuridad de la confusión. Produce apatía y abulia e incluso negligencia. Nos apega a la vagancia y la pereza.

En cada persona y situación prevalecerá una sobre las demás. Cuando el hombre comprende que los actores de este inmenso drama son únicamente los tres poderes de la naturaleza, entonces, concentrando su mente en Aquello que está más allá de estos tres poderes, con seguridad alcanzará su fin, disolviéndose en el Todo.

15ª Yoga del Logro del Supremo Espíritu
Aquellos que viven en la confusión, engañados por la ilusión del mundo, no pueden ver que es el Señor quien mora en el cuerpo y que mediante los poderes de su naturaleza goza de esta vida hasta que por fin se va. Aquellos que practican la meditación y se esfuerzan con determinación, ven como Él mora en su interior. Mas aquellos que no son puros de corazón y carecen de conocimiento, aunque se esfuercen, nunca logran verlo.

«Aquel que habiendo conocido la Verdad, Me ve a través de su ojo espiritual como el Espíritu Supremo, ya ha conoci­do todo lo que hay que conocer y por esto Me adora y Me ama con toda su alma». Todo lo demás deja de tener interés para él.

16ª Yoga de la División entre lo Divino y lo demoníaco
Valentía, pureza de corazón, constancia en la meditación, generosidad, rectitud, austeridad, mansedumbre, sinceridad, renuncia, serenidad, humildad, fortaleza..: éstas son las cualidades de aquel que ya ha nacido al camino espiritual y por él ya anda.

Hipocresía, insolencia, presunción, ira, despotismo e ignorancia... Éstas son las cualidades del hombre que vive en el infierno.

A la liberación conducen las virtudes espirituales. El hombre de naturaleza demoníaca careciendo de principios, ignora qué es lo que se debe hacer y qué es lo que no se debe hacer; su corazón es impuro, su conducta irreverente y miente sin reparo. El temor y la preocupación le acosan durante toda su vida. Su única meta es gozar de los placeres sensuales. Acosado por pensamientos impuros, se esclaviza en las redes de la ilusión. Tres son las puertas que conducen a este infierno: la lujuria, la ira y la codicia.

17ª Yoga de la Distinción entre los Tres Linajes de Fe
Hay tres clases de fe: de luz (sátvica), de fuego (rajásica) y de oscuridad (tamásica). La fe que tiene cada persona va de acuerdo con su propia naturaleza. Esta fe es lo que configura a cada hombre: según su fe, así es el hombre. Esto también fue enseñado por el Maestro Jesús: «Serás medido por la fuerza de tu fe». Y asimismo, explica la Ley de Mentalismo según la cual «Así como pienses, es tu vida».

Los hombres de naturaleza sátvica adoran a los dioses de luz; los de naturaleza rajásica adoran a los dioses del poder y la riqueza; y los tamásicos adoran a los espíritus nocturnos, fantasmas y fuerzas de la naturaleza (v.g. los mediums).

Estos tres tipos de fe son diferenciados en el Bhagavad Gita según: alimentos, sacrificios, estados de armonía y formas de hacer caridad.

Los hombres sátvicos buscan alimentos puros que dan salud y equilibrio mental, vitalidad y vigor, sabrosos, nutritivos y que dan armonía al cuerpo. Los sacrificios puros se hacen como una ofrenda de adoración y de acuerdo con la Ley Eterna, sin apego a los frutos. Buscan la mente en armonía: paz mental, silencio, autocontrol, trato amable y pureza de corazón. Sus limosnas son puras porque las dan por amor y de todo corazón a la persona adecuada en el momento correcto y en el lugar apropiado, o sea, inteligentemente, desapegándose de la recompensa.

Los hombres rajásicos prefieren alimentos agrios, picantes, salados y ardientes. Los sacrificios los realizan para obtener bendiciones materiales o cualquier tipo de recompensas. Son hipócritas que se someten a austeridades por razones egoístas. Dan limosna esperando algo a cambio o sin sentirlo de corazón. Piensan que poseen paz interior, pero no la tienen realmente.

Los hombres tamásicos sienten predilección por los alimentos rancios, desabridos y viejos. Ofrecen sacrificios que van en contra de la Ley Eterna, sin fe ni respeto por las enseñanzas sagradas. Confunden el autocontrol con la auto-tortura y utilizan sus poderes para herir a otros. Da limosnas para que otros lo vean o como arrogante auto-halago.

18ª Yoga de la Liberación mediante el Renunciamiento (o la Devoción)
La Renuncia es la abstención a la acción para evitar el apego egoísta a los frutos de las acciones. Mas la renuncia a los frutos de las acciones es lo que se llama la Rendición.

La Rendición puede ser de tres clases:

1. El servicio desinteresado, los donativos y la autodisciplina jamás se deben abandonar, pero se han de realizar con la misma predisposición que si fueran una ofrenda a Dios.

2.  No está bien dejar inacabada o abandonar la tarea que tienes encomendada.

3. Aquel que abandona su servicio por miedo al padecimiento físico comete un acto impuro, de naturaleza rajásica.

Las cinco causas primarias que intervienen en la realización de cualquier acto son: el cuerpo, el yo inferior, los poderes de percepción, los poderes de la acción y el Designio Divino.

Quien no es capaz de discriminar que es su naturaleza la que realiza todas las acciones, cae en el error de considerar que es su Espíritu Infinito el que lo hace, quedando así ligado a la acción. Mientras la acción per­manece en estado de idea, tan sólo hay un conocedor, un conocimiento y lo conocido. Mas cuando la idea se pasa a la acción y ésta se realiza, lo que hay entonces es un ejecutor, la acción y lo ejecutado.

Según la naturaleza sátvica, rajásica o tamásica del hombre, se pueden describir tres distintas naturalezas del conocimiento, la acción, la sabiduría, la concentración y el placer.

El hombre sátvico posee el conocimiento puro, que le lleva a ver que todas las cosas son mantenidas por la misma Esencia Única. Sus acciones son realizadas como un servicio desinteresado y como acto de adoración, en paz mental y sin apegos. Posee la Sabiduría pura, pues sabe lo que se debe hacer y lo que no, discierne con claridad. Su concentración también es pura: medita en el Yoga del Eterno Conocimiento, atrayendo paz interior. Por último, el placer que experimenta es puro: lo que parecía sufrimiento se convierte en inmortalidad cuando se obtiene la visión clara del Espíritu.

El hombre rajásico vive en la ignorancia, ve todas las cosas como entidades separadas, o sea, su conocimiento es impuro. En cuanto a sus acciones, trabaja solamente con fines egoístas, es ambicioso, agresivo y vicioso. Posee la sabiduría impura, no distinguiendo lo correcto de lo incorrecto. También su concentración es impura pues la produce la pasión cuando seguimos un deseo egoísta. Busca el placer impuro, producido por el apetito de las pasiones.

El hombre tamásico egoístamente considera algo como lo más importante, diferenciándolo del Todo; vive en la oscuridad, engañado por la ilusión y la ignorancia. En cuanto a su acción, carece de disciplina y tiene modales groseros; es orgulloso, hipócrita, sucio y malicioso. Su sabiduría ha sido oscurecida por el olvido y la pérdida de conocimientos, llegando a considerar lo incorrecto como correcto. Su concentración es de naturaleza tenebrosa y demoníaca, manteniéndolo en la inercia de su pereza, en su miedo, depresión, vicios... En cuanto al placer, es aquél que siendo falso desde el principio hasta el final, no sólo priva de satisfacción sino que incrementa nuestros deseos, siendo un engaño para el alma.

«Benditos sean los Sabios que leyendo esto discriminen y los ignorantes que oyendo estos versos despierten».


«Ven a mí ¡Oh Cristo! como el Buen Pastor, y Ven a mí ¡Oh Krishna! como el Vaquero Divino».

«¡Oh Divino Krishna, tú reinas para siempre en el corazón de aquél que escucha tu flauta celestial!» AUM.
Yogananda cuenta una visión de Cristo y Krishna en la que ambos caminaban juntos, tomados de la mano, el Cristo que oraba junto al río Jordán y el Krishna que tocaba la flauta junto al río Yamuna. Cuenta que ellos le bautizaron en las aguas resplandecientes y su alma se diluyó en las profundidades insondables. Entonces todo empezó a emitir llamas astrales. Su cuerpo y las formas de Cristo y Krishna, los montes, el arroyo luminoso, todo se convirtió en una danza de luces en que volaban átomos de fuego. Al fin sólo quedó una tenue luminiscencia en la que temblaba toda la creación. Eterna Luz en la que todas las formas se mezclan.

Fuente: Bhavagad Gita