ALGÚN DÍA SERÁ DEMASIADO TARDE

Dicen los que lo han comprobado que si metes a una rana en una marmita llena de agua, de la que pueda escapar pero no sin cierta dificultad y riesgo, y comienzas a calentar poco a poco el agua, la rana —como animal de sangre fría que es— tiene la capacidad de adaptar su temperatura corporal a la del agua. Este proceso de adaptación al medio, cada vez más hostil, exige un cierto consumo de energía, pero la rana prefiere permanecer en la marmita en lugar de hacer el esfuerzo y asumir los riesgos que supone rebelarse y escapar. Llega un momento en el que la temperatura del agua se hace insoportable incluso para un animal como la rana, pero entonces —aunque quiera— ya no le quedan fuerzas para escapar y muere achicharrada. Su cobardía y su pasividad la han matado.

En España hace ya tiempo que a las personas de orden, las que creemos en Dios, en la Vida (con mayúsculas), en la Verdad, en el orden natural de las cosas, en el bien y el mal, en la justicia como el derecho supremo del ciudadano, en la persona por encima del Estado, en la Patria, en la tradición, en el valor del esfuerzo, en la honestidad y la integridad, en la igualdad de todos ante la Ley, en el Estado de Derecho y en la libertad individual nos metieron en la marmita y empezaron a calentar el agua, y de todas las formas posibles.

Dado que listar todos los «calentamientos» a los que nos están sometiendo sería interminable, vayan algunos ejemplos.

Unidad de España
Primero nos dijeron que había un par de regiones que por sus características merecían una cierta autonomía, y lo aceptamos; después nos dijeron que todas las regiones de España debían ser iguales, «café para todos», y también cedimos; más adelante decidieron que algunas de estas «autonomías» eran algo más, y que no pasaba nada por llamarlas «nacionalidades», y nos lo tragamos; lo siguiente fue aceptar que no son «nacionalidades», sino verdaderas naciones, y que por tanto España es una «nación de naciones» (sic); como lo anterior es un absurdo indefendible, hemos aceptado aguantar el escuchar que España ya no es una Nación, sino un Estado «plurinacional» (sic), y pronto un estado federal. El agua, en este asunto, ya está hirviendo. Si no saltamos ya, cuando nos digan que España no existe, para lo que no falta mucho, ya no tendrá remedio.

España ¿plurinacional? ¡¡¡Ni se lo crean!!!


Feminismo radical
Empezaron recordándonos algo obvio: que hombres y mujeres debían tener los mismos derechos y las mismas oportunidades, a lo que nadie puso objeciones, pues se trata de algo justo y evidente; después nos dijeron que hombres y mujeres son exactamente iguales en todo, y nos pareció bien, a pesar de que unos tienen cromosoma «XY» y otras no; a continuación nos dijeron que como «el hombre» llevaba siglos discriminando a «la mujer» ahora, de cara a la igualdad (¿?) tocaba una cierta «discriminación positiva» hacia la mujer (i.e., discriminación negativa hacia el hombre), y nos conformamos; lo siguiente ha sido tomar la parte por el todo y hacernos creer que todos los hombres son unos maltratadores, unos acosadores y unos abusadores, enemigos de las mujeres, y que por tanto la Ley no debe ser igual para todos, y nos lo hemos tragado. ¿Qué será lo siguiente? No voy a describir escenarios «orwellianos», que hoy parecen inimaginables, pero como sigan metiendo calor a la marmita en este tema, llegaremos a ellos, salvo que saltemos antes, antes de que sea demasiado tarde.

Ideología de género
Empezaron diciéndonos algo completamente razonable y justo: hay que respetar a los homosexuales, no se les puede meter en la cárcel (como en Cuba, por ejemplo) ni colgarlos de una grúa (como en Irán, por ejemplo). Nadie objetó, evidentemente; después nos dijeron que ser homosexual no solo era respetable, sino conveniente, algo progresista y encomiable, y dado que —por el momento— no nos obligaban a todos a ser homosexuales, optamos por callarnos; no contentos con eso, decidieron que lo mejor era dejar de clasificar a los homosexuales como tales, y decir que la homosexualidad es una expresión más de un amplio abanico de «sexualidades» (no soy capaz de listarlas todas), y que por lo tanto ya no se podía decir, por ejemplo, que los niños tienen pene y las niñas vagina. Y no pasó nada; ahora, según ellos, las personas ya no tienen una identidad sexual definida. Puedes nacer con pene y con un cromosoma XY, pero ser una mujer. No un hombre homosexual, no, directamente una mujer; y es más, eso puede cambiar a lo largo del tiempo, como el camaleón cambia de color, según los deseos y las circunstancias. Y para que nadie tenga ideas retrogradas, como por ejemplo que lo natural es que a los seres humanos que tienen cromosoma XY les atraigan los seres humanos que no tienen cromosoma XY, decidieron enseñárselo a nuestros hijos desde su más tierna infancia, instruyéndoles, de paso, en las posturas del Kamasutra, en la mejor forma de masturbarse, en el amor libre y las múltiples «practicas» (aberraciones) sexuales, desde la zoofilia hasta la pedofilia, para que ellos elijan libremente. Y muchos se han tragado también este sapo, aunque la temperatura en este asunto, como en otros, ya es insoportable y está destruyendo a nuestra juventud.

Memoria histórica
Empezaron diciéndonos que, en aras a la convivencia entre españoles (¿no convivíamos antes de noviembre de 1975?) no convenía llamar asesinos a los que habían asesinado (Carrillo, Pasionaria, etc, etc) ni ladrones a los que había robado (Negrín, Prieto, etc, etc) y, aunque nos costó, lo aceptamos; después nos dijeron que, para no molestar a los que intentaron aniquilar España y perdieron la Guerra, convenía hablar poco del régimen del general Franco y referirse a él como una «dictadura», y tragamos; siguió una ley (sic) que obligaba a retirar cualquier recuerdo de lo que había pasado en España entre 1939 y 1975, a la vez que se inauguraban monumentos en recuerdo de los criminales, y no nos resistimos a que se destruyeran los símbolos de una de las etapas más gloriosas de la historia de España; más adelante han decidido reescribir la historia, y obligarnos a todos a creernos y contar esa mentira, bajo pena, hasta de cárcel, para el que diga la verdad; y, de nuevo, no hemos hecho nada. Por último, y en un acto repugnante y mezquino, han empezado a profanar sepulturas y a desenterrar los cadáveres sin que, salvo a unas pocas personas decentes, a nadie parezca importarle. Aquí, también, el agua está llegando a su punto de ebullición y, si no nos plantamos, acabarán obligándonos a someternos a sesiones de electro shock para cambiar nuestros recuerdos y adaptarlos a su «verdad» oficial.

PSOE: Los Ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad son ministerios en la novela distópica y futurista de George Orwell, 1984, ambientada en Oceanía. A pesar del nombre, no se mencionan «ministros» en el libro, y toda la atención pública se centra en el testaferro idealista, el Big Brother. El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra, el Ministerio de la Verdad de las mentiras, el Ministerio de Amor de la tortura y el Ministerio de Abundancia de la inanición. Estas contradicciones no son accidentales, ni resultan de la hipocresía ordinaria: son ejercicios deliberados del doble pensamiento.

Libertad de culto
Lo primero fue decirnos que España debía ser un estado «aconfesional», a pesar de que la inmensa mayoría de los españoles somos católicos, y lo consentimos; después decidieron que había que hacer desaparecer todos los símbolos religiosos de los edificios públicos (escuelas, cuarteles, hospitales, etc), porque la Fe es algo «privado», y no nos opusimos; continuaron con ataques directos a la Iglesia y a los católicos, incluyendo asaltos sacrílegos a lugares de culto que fueron calificados por la justicia como «manifestaciones de la libertad de expresión», y no hicimos nada; ahora intentan expropiar sus bienes a la Iglesia, incluyendo la Catedral de Córdoba (antigua iglesia visigótica, luego mezquita y desde hace 900 años iglesia católica) y nos lo tomamos a broma; prohíben en los colegios públicos los belenes navideños pero obligan a no poner carne de cerdo en los menús escolares para «respetar» a los alumnos musulmanes. Todo ello a la vez que nos hacen creer que todos los sacerdotes católicos son unos pederastas y unos depredadores sexuales. Lo próximo, si no hacemos nada, será volver a quemar las iglesias y asesinar a los consagrados («Arderéis como en el treinta y seis» dijo la tal Rita Maestre).

Estos son solo algunos ejemplos, algunos de los más sangrantes. Hay otros muchos (derecho a la vida, familia, propiedad privada, libertad individual, derecho de los padres a educar a sus hijos, etc, etc). En muchos asuntos trascendentales las cosas están llegando a límites inimaginables hace 20 años, al punto de no retorno.

En los años 30 del pasado siglo, en el infame Holocausto, los pobres judíos no fueron metidos directamente en las cámaras de gas para ser asesinados. Primero decretaron que todo el mundo debía declarar su religión, la de sus padres y la de sus abuelos, para un registro a efectos «estadísticos», y lo hicieron; a continuación dijeron a los judíos que tenían que identificarse con una estrella de David en sus ropas, en sus casas y en sus comercios, y lo aceptaron para no provocar la ira de los criminales; después les convencieron de que «para su protección» era mejor que se trasladaran al gueto, y también lo hicieron sin protestar pensando que así evitaban «males mayores»; posteriormente los engañaron para que se metieran en los «trenes de la muerte» con la excusa de trasladarlos a un lugar mejor, y acabaron en Auschwitz, Mauthausen-Gusen, Buchenwald o Dachau, entre otros muchos campos de exterminio, sin apenas resistencia (salvo honrosas excepciones, como el gueto de Varsovia). Una vez en los campos, ya no había salida y seis millones de ellos acabaron asesinados de la forma más cruel y más vil. Nada se les puede reprochar, muy al contrario, solo cabe recordarles y compadecerles, son las víctimas inocentes de una salvajada cuyos únicos responsables son los nazis, pero nunca sabremos qué hubiera ocurrido si se hubieran resistido mucho antes.

PSOE: El frentepopulismo (PSOE+Podemos y los partidos secesionistas) son una amenaza real, y además son las dos caras del totalitarismo que tantas muertes ha ocasionado a lo largo de la Historia. Esta es la vista aérea de los campos Gusen I y II, y este es el futuro al que nos conducen ideologías como las que estamos sufriendo hoy en España.

Lo anterior es el ejemplo extremo de las consecuencias de la pasividad, de la inacción, del esfuerzo cobarde para adaptarse a las circunstancias sin rebelarse contra las injusticias, contra el abuso y contra la irracionalidad.

No nos van a meter en la cámara de gas (aunque, salvando las distancias, en España entre 1934 y 1939 fueron salvajemente asesinados cerca de 100.000 católicos, derechistas y conservadores, cerca de 100.000 personas «de orden», solo por el hecho de no ser marxistas); ¿¿¿sé que Sánchez no es Himmler, ni Stalin???, pero como no reaccionemos, y rápido, la sociedad que conocemos, la que han construido nuestros padres y abuelos durante generaciones, habrá dejado de existir y nuestra forma de vida habrá cambiado para siempre. Y España, no hace falta decirlo, será historia.

Fuente: Algún día será demasiado tarde, y ese día está ya peligrosamente cerca.

Declaraciones al periodista norteamericano William Randolph Hearst, Jr. (14 de junio de 1961)

Declaraciones de Francisco Franco al periodista norteamericano William Randolph Hearst, Jr. (14 de junio de 1961).


El vítor o víctor,​ además de la interjección usada para vitorear (equivalente al ¡viva!), es un símbolo derivado del crismón del Bajo Imperio romano. Fue adoptado por algunas universidades españolas desde el siglo XIV, especialmente la de Salamanca,​ la de Alcalá de Henares, la de de Sevilla​ y las de Indias,​ como emblema conmemorativo de quienes obtenían el título de doctor, en inscripciones murales con pintura roja o negra que se conservan hoy en día. Tras la Guerra Civil Española se eligió para ser utilizado en el Desfile de la Victoria (19 de mayo de 1939) y, a partir de entonces, durante toda la dictadura franquista, como emblema propio de Francisco Franco.

¿Qué piensa V. E. de los sucesos europeos y mundiales de los últimos años?
«Que son una consecuencia natural de la guerra pasada. Se fue a ella para destruir un poder que ponía en peligro la vida de las naciones de Europa y que ya había agredido y ocupado a dos de ellas, y, sin embargo, como fruto de la guerra se fortaleció el sistema más agresivo, violento y cruel que conocieron los tiempos.

Lo que iba a ocurrir era previsible y corregible. La superioridad del Occidente durante varios años permitió el poner coto sin peligros a las expansiones y agresiones rusas. Lo que entonces pudo hacerse, ya no es posible hoy».

¿Qué piensa V. E. de la reciente visita del Presidente Kennedy a Europa?
«Necesaria e inevitable; no sólo por el cambio de pareceres y de la solidaridad que es necesario mantener con los aliados, sino también para aclarar con el adversario las posiciones y evitar equívocos que podrían arrastrar a una catástrofe. Esta toma de contacto no debe perder de vista nunca con quien se juega la partida».

¿Qué piensa V. E. de este tipo de diplomacia personal?
«Cuando las decisiones de las personas pesan tanto en sus naciones, como ocurre con las del Presidente Kennedy y las de Kruschev, la toma de contacto y la apreciación personal se presenta como obligada. Sin embargo, es importante que no se confíe todo a ese tipo de diplomacia personal, que tiene también el riesgo de las urgencias y de la publicidad, en perjuicio de una diplomacia tradicional, que debe ser el elemento de continuidad en los contactos internacionales.»

Kruschev nació en la aldea rusa de Kalínovka en 1894, cerca de la frontera actual entre Rusia y Ucrania. En su juventud estuvo empleado como obrero metalúrgico, y durante la Guerra Civil rusa fue comisario político. Con la ayuda de Lázar Kaganóvich, se abrió paso en la jerarquía soviética. Durante lo que fue conocido en la Unión Soviética como la Gran Guerra Patriótica (Frente Oriental de la 2GM), Kruschev fue nuevamente comisario político y actuó como intermediario entre Estalin y sus generales. Kruschev participó en la sangrienta Batalla de Estalingrado, un hecho que lo enorgulleció para toda su vida. Después de la guerra, regresó a Ucrania antes de ser llamado a Moscú como uno de los asesores cercanos de Estalin.

¿Ve V. E. alguna diferencia entre la política extranjera de Eisenhower y la de Kennedy?
«En lo fundamental no puede haber diferencias, ya que la unidad básica que les caracteriza viene determinada por la presencia de un adversario y unas peligros que no han variado. Las líneas generales de una política exterior no son cosa momentánea que puedan sufrir cambios con el relevo de un Presidente, pues se dirigen y proyectan sobre el futuro y están conectadas con la política general del Occidente.

Es evidente que la actitud política exterior norteamericana tiene que continuar en lo esencial la línea ya establecida. Las diferencias han de ser más bien de matiz. El general Eisenhower fue como Presidente un estadista que llevó a su magistratura la madurez, la solidez y la firmeza de su larga experiencia militar y política. El Presidente Kennedy le aporta el empuje de su juventud, de su energía y de sus ideas renovadoras, que pueden ser de gran trascendencia si acierta a conjugarla con los anhelos y necesidades del mundo actual, ya, que no se puede desconocer que la batalla principal que los soviets presentan al Occidente tiene un carácter eminentemente político».

¿Qué piensa V. E. de una adhesión de España a la NATO? ¿Desea V. E. adherirse a la NATO, o piensa V. E. que su contribución actual a la defensa del Occidente es suficiente?
«España ha proclamado ya en numerosas ocasiones que sus necesidades militares están cubiertas por su propio esfuerzo y por los Acuerdos de Cooperación militar que le unen a los Estados Unidos y a Portugal. Por ello no necesita de la NATO, y nunca ha pretendido ingresar en esa Organización ni ha hecho ninguna gestión, directa o indirecta, para ser incluida en ella.

Sin embargo, consideramos que la NATO es una valiosísima Organización defensiva de Occidente. Está bien claro que España no rehuye nunca sus responsabilidades en la defensa de Europa. Si los que están hoy dentro de la NATO le prestan la contribución militar que les corresponde, España no es necesaria; si no lo hacen, no deben pretender que España vaya a sustituirles.

Nuestra Nación se encuentra en una situación periférica de gran importancia estratégica y, como tal, contribuye a la defensa general del Occidente a través de su Acuerdo con los Estados Unidos y su inteligencia con los otros principales Estados del Occidente».

El Caudillo, y el presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower, en la base estadounidense de Torrejón, en los alrededores de Madrid, durante la visita del presidente estadounidense a España en 1959.

¿Piensa V. E. que se cumplirá la jactanciosa declaración de Kruschev de que todo el mundo será comunista en un par de generaciones?
«Es muy difícil vaticinar lo que vaya a pasar dentro de dos generaciones. El mismo Kruschev no puede asegurar cómo será el comunismo de entonces. La evolución política de los pueblos es constante; precisamente nos encontramos hoy en uno de los períodos de su más activa evolución. Las guerras aceleran siempre esos procesos políticos, y la intensidad de la última contienda afecta grandemente a la marcha política del mundo. Lo que sí podemos asegurar es que los que pretenden estacionarse en viejas fórmulas políticas, sin duda, serán rebasados. La ventaja que el comunismo les lleva a la mayoría de los sistemas de Occidente es la de su modernidad.

Los fanáticos acaban siempre equivocándose, y Kruschev es un fanático. Los sistemas políticos en sí suelen tener cosas buenas y malas; las malas, con el tiempo, se purgan y los pueblos las abandonan, y las buenas se extienden y universalizan. Así, hemos visto al comunismo purgarse en los últimos años de algunos de sus errores, y para perdurar, sin duda, ha de tener que liquidar muchos otros. Lo que sí podemos afirmar es que la presencia del comunismo en una gran zona del mundo ha de tener durante mucho tiempo una gran repercusión en las fórmulas políticas futuras».

Vuestra Excelencia ha sido un destacado anticomunista durante muchos años. ¿Ve Vuestra Excelencia alguna diferencia entre Estalin y Kruschev, y qué piensa V. E. concretamente de Kruschev como hombre y como político?
«Aunque Kruschev fue uno de los íntimos colaboradores de Estalin y, por tanto, compartió sus responsabilidades, sin embargo, también ha sido el que a la muerte de Estalin levantó la bandera contra el terror policíaco que aquél mantenía y con el que había acobardado y esclavizado al partido. La muerte de Estalin fue la coyuntura para que los más amenazados por las periódicas depuraciones, militares y políticos, se uniesen contra el terror policíaco, y Kruschev fue su hombre.

Por las rectificaciones llevadas a cabo en el interior de Rusia y por haber pasado por encima de ciertos puntos doctrinales, parece más realista y humano que su antecesor, aunque tan imperialista y bolchevique como aquél».

El triunfo de Estalin sobre sus adversarios abrió una etapa marcada por el poder omnímodo y personalista del nuevo líder, quien se valió de prácticas represivas (juicios arbitrarios, deportaciones y asesinatos) para perpetuarse en el poder.

¿Causa dificultades el problema comunista en España?
«Sólo en la proyección en el exterior, por sus intensas campañas de propaganda y de difamación, que, dada la extensión de su red, llegan a impresionar a ciertos sectores en el extranjero, especialmente a los marxistas.

Por lo que respecta al interior, sufrimos desde hace veinte años por parte del partido comunista sus periódicos intentos de subversión, sin otro resultado que el arrastrar a la cárcel a alguna docena de sus agentes, que luego, con su propaganda exterior, intenta convertir en víctimas de lo que llama «el fascismo español».

¿Tiene V. E. alguna idea sobre cómo podrían los Estados Unidos mejorar sus relaciones con la Hispanoamérica? ¿Qué estamos haciendo mal desde el punto de vista español?
«Hispanoamérica es un continente de naciones plenamente maduras, herederas de una tradición cultural gloriosa y creadoras de formas propias de vida. No se trata de nuevos países en formación, ni sus problemas pueden ser abordados con simples planes de ayuda, misiones educadoras y equipos que les lleven fórmulas extrañas a su fisonomía peculiar y a su pasado secular. Es preciso una observación más profunda de su realidad y un respeto a sus características. Hay que tratar a Hispanoamérica de igual a igual. La realidad política de cada día nos dice que el fallo en comprender esto puede producir situaciones de grave tensión. Es tan grande la huella que España dejó de su paso por América, que, pese a los años transcurridos, contemplamos en ellos nuestras mismas reacciones.

No hay nada que moleste más al español, y yo creo que a nuestros hermanos americanos, que el creerse que otra nación intenta inmiscuirse en lo que es propio e interno de cada país. En este orden, las naciones rectoras suelen equivocarse, pues esa rectoría, que en la práctica les ha sido dada por un superior avance científico o por su potencia económica, no debe ser objeto de mal uso y alarde de poder.

El poderío económico de los Estados Unidos ha rebasado sus fronteras, y la amplia red de sus empresas capitalistas se ha extendido por todo el continente americano, afectando íntimamente a la economía y el bienestar de sus pueblos. Es obligado que los intereses de esas empresas se acomoden y conjuguen con los nacionales, y que las ambiciones y egoísmos no den lugar a odios y a recelos que posteriormente puedan ser explotados en el país.

Las alteraciones de los precios de los minerales o de los frutos en los mercados internacionales son también motivo de disgustos y de recelos, de los que se suelen culpar a las maniobras especulativas del gran mercado americano, pues le consideran con fuerza y poder para evitarlo.

En pocas palabras: ante Hispanoamérica es necesario tener respeto a su personalidad histórica y a su fisonomía política propia, máxima comprensión y generosidad».

Hispanoamérica, América Hispana o América Española es una región cultural integrada por los países de América donde se habla español. Su gentilicio es «hispanoamericano».

¿Afecta a ustedes la presente ola de nacionalismo, a sus posesiones de África o en otra parte del mundo?
«El acceso a la independencia de los pueblos suele ir precedido de una ola de campañas nacionalistas, que más tarde los dirigentes políticos explotan en sus rivalidades, con las que en gran parte pretenden desviar la atención del pueblo de sus verdaderos problemas y de su incapacidad para resolverlos.

En ese período de acomodación de la independencia los imperialismos y racismos y las ambiciones que para consolidar su puesto los dirigentes políticos fomentan suelen alcanzar en sus reivindicaciones a los territorios vecinos; por ello, los que poseemos territorios en el continente africano no estamos libres de que nos rocen esas ambiciones.

Por cuanto respecta a España, los títulos son tan claros y la extensión y población de sus territorios tan pequeñas, que la adhesión de sus naturales está plenamente respaldada por la fuerza de la razón y en su caso, por la razón de la fuerza. Nosotros en esos territorios no sacamos provecho, sino que derramamos bienes».

¿Hay algún medio de que Occidente pueda lograr que la ola de nacionalismo le sea favorable?
«Formadas las olas, hay que dejar que pasen y que las aguas vuelvan a su seno, obrando siempre con deseo de entendimiento y ánimo generoso, pero sin ceder en lo que a todas luces sea injusto. Hay que ayudar a las nuevas naciones para que puedan desarrollar su propia vida y elevar su nivel; pero no armarlas más allá de lo indispensable a su seguridad interna, pues se amenaza así con sumir en guerras y ruinas a todo el continente africano».

Algunas críticas sobre España afirman que existe en ella una dictadura, con la consecuente pérdida de muchas libertades civiles y políticas, incluyendo la censura de Prensa. ¿Le importaría comentar esto?
«Esa campaña exterior constante de críticas contra una nación en pleno período de resurgimiento, que está en paz con todos y que no se mete con los demás, refleja una aviesa intención y unos poderes ocultos que la mueven.

En España no existe una dictadura. Al término de nuestra guerra se constituyó un Estado de Derecho y mis poderes como Jefe del Estado fueron limitados por las instituciones básicas creadas. Hace pocos días hemos celebrado la apertura dé la séptima legislatura de las Cortes Españolas, que llevan ya dieciocho años elaborando y pronunciándose sobre nuestras leyes, la mayoría de las cuales han sufrido en el seno de las Cortes hondas transformaciones y algunas fueron rechazadas.

El que nuestras representaciones en el Parlamento sean orgánicas y representativas de los distintos sectores del país las convierte en más naturales y sinceras.

Mis poderes como Jefe del Estado son muy inferiores a los que ejercen los Presidentes de la mayoría de los Estados americanos, y el que las leyes en vigor impidan la práctica del libertinaje no niega ni limita las verdaderas libertades.

El que nuestro sistema político, por haber vivido más de prisa, se encuentre más evolucionado y actual que los que en otras partes todavía se llevan, no autoriza a esas campañas de descrédito que se organizan contra nosotros. Y, en último términos, si hemos de elegir entre la paz, el orden y el progreso interno o el perder éstos y ser gratos fuera, nos quedamos con lo primero. En cuanto a la Prensa, los que la conocemos por dentro, como ustedes y como yo —pues en mi vida he actuado de periodista y he dirigido alguna publicación—, sabemos de sobra la censura que sobre ella ejercen dueños y directores. El que el bien común y el que la defensa de la Patria moderen esa libertad y eviten el estrago, a mi juicio hay que reconocerlo como un bien y no como un mal. Precisamente muchos de los males que la sociedad moderna padece son debidos en gran parte a esa licencia y libertinaje con que cierta Prensa se produce».

Franco, en su cuartel de Salamanca en agosto de 1936, una vez iniciado el glorioso Alzamiento Nacional


¿Nos podría decir algo sobre el progreso económico y social de su país?
«El progreso económico y social de nuestra Nación está solamente iniciado. Sólo conociendo la base de que partimos se puede apreciar la magnitud de la obra realizada. Ha habido que transformar toda la estructura de nuestra economía, sentando sus nuevas bases y creando los instrumentos para llenar en pocos años el vacío de un siglo.

Los años más difíciles suelen ser siempre los primeros, que en nuestro caso han sido afectados por nuestra guerra de Liberación y la Gran Guerra Universal. Hoy, creadas las bases y alcanzada la estabilización de nuestra moneda y restablecido el crédito exterior, el avance ha de ser considerable.

Y al hablar de esto quiero expresar el agradecimiento del pueblo español hacia la nación americana por la generosa ayuda recibida en los últimos años, que ya se está traduciendo en una aceleración de nuestro proceso de resurgimiento».

¿Qué opina V. E. del papel de la China roja en el mundo y su relación con Rusia en los próximos diez años?
«Depende mucho de su proceso político interior. El dar unidad política a un país tan vasto y mantenerla constituye en sí un problema tal que puede modificar todos los propósitos y cálculos. Un país tan extenso y poblado necesita de la intensificación en gran escala de sus producciones agrícolas, y precisamente uno de los fracasos mayores del comunismo está en el campo de la agricultura. Y si del sistema colectivista implantado se pasase al familiar e individual, de incomparables rendimientos, se atacarían las esencias del propio comunismo.

Una cosa es cómo se presenta China a la propaganda exterior, por lo conseguido en sus grandes capitales en el orden cultural e industrial, y otra lo que pasa en el interior de su extensa geografía.

El comunismo en cada país acaba registrando formas propias, y el carácter chino, tan distinto del eslavo, acabará por imprimirle sus propios caracteres.

Si las cosas no se tuercen, evidentemente la expansión natural de China ha de orientarse sobre los grandes espacios del norte asiático, y ahí su enemigo natural es el que los ocupa actualmente y le retiene también sus provincias del Norte; pero pocos años son diez para poder desempeñar ese gran papel a que se alude».

Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco

5 consejos prácticos para liberarte del candado ideológico de la izquierda...

En nuestra sociedad la ideología progresista ha alcanzado un puesto hegemónico, hasta el punto de amenazar con convertirse en una forma de pensamiento único que muchos asumen sin rechistar. Entre esos muchos, por supuesto, incluyo a la mayor parte de las personas que se consideran a sí mismas como de derecha, liberales o conservadoras. Hay muchas formas de liberarse del candado ideológico que ha impuesto el pensamiento único progre. Os propongo cinco ideas:


I. Progreso y bondad no son lo mismo que progresismo
Con mucha frecuencia leo y escucho a diversas personas decir que una medida o un determinado político de izquierdas en realidad no son progresistas porque no fomentan el progreso, una idea que procede de una clara confusión entre un concepto, el progreso, con una ideología, el progresismo. Esto es tan erróneo como lo sería confundir la defensa del Bien común con el comunismo. Esto se debe a que muchos partidos y la mayoría de los medios tratan de convencernos de que ser progresista te convierte en buena persona y ser conservador te convierte en alguien odioso, intolerante y cargado de prejuicios, cuyas ideas merecen el rechazo de toda la sociedad. Es una forma descarada de impedir el libre debate de ideas, criminalizando al que discrepa de ese pensamiento único. Declararte progresista no te convierte en buena persona ni hace que tus ideas sean mejores. Lo que convierte a alguien en buena persona es la bondad de sus acciones, y no la supuesta buena intención de sus ideas. Unas ideas son mejores si se ajustan a criterios de verdad, justicia y respeto por los más débiles y por los derechos de la persona, y precisamente hay muchos conceptos del progresismo que casan mal con esos criterios o los contradicen abiertamente.

II. Justicia y solidaridad no equivalen a socialismo
Es una confusión parecida a la del punto anterior. Por ejemplo, no es infrecuente escuchar que tal político en realidad no es socialista porque es poco solidario o comete injusticias. Esta mezcla de conceptos se deriva, claro está, de la insistencia con que el socialismo se ha venido presentando a sí mismo como el movimiento político que lucha por los más débiles, los más necesitados y los que tienen sed de justicia. Sin embargo, políticos, partidos y regímenes socialistas han cometido enormes injusticias y han sembrado la miseria en diversos países, a menudo mientras la élite política socialista vivía a cuerpo de rey. Esto no significa que hayan dimitido de sus ideas socialistas, como inocentemente piensa mucha gente (incluso muchas personas de derechas). Al contrario: el socialismo es, en realidad, el férreo control de la sociedad por parte del Estado, asfixiando libertades con la excusa de la igualdad. Un fin que se cumple de mala manera —haciendo a todos igual de pobres, a lo sumo—, pero con el que se engaña a muchos incautos.

III. Comunista es un adjetivo tan peyorativo como nazi
La derrota del nazismo en la 2GM hizo que sus horrendos crímenes quedasen expuestos ante todo el mundo. «Fascista» se convirtió en uno de los peores insultos que te pueden lanzar. La paradoja es que mucha gente, a la hora de señalar a un comunista como un enemigo de la libertad, lo llama fascista o nazi. Esto se debe, en gran medida, a que hubo unos Juicios de Núremberg que sacaron a la luz los crímenes del nazismo ante todo el mundo, pero no ha habido un proceso similar con los crímenes del comunismo. La propia izquierda, incluso en sus vertientes más moderadas, sigue blanqueando el comunismo, rechazando tajantemente toda equiparación moral entre el totalitarismo rojo y el nazi. A estas alturas tenemos ya sobrada documentación histórica como para concluir que el comunismo es una ideología tan perversa, letal y enemiga de la libertad como el nazismo, y que los crímenes de los regímenes marxistas no son el fruto de desviaciones doctrinales, sino consecuencias directas de sus planteamientos ideológicos colectivistas. Llamar comunista a alguien debería ser tan negativo como llamarle nazi.

IV. Dilo sin miedo: son ultraizquierdistas
El desplazamiento constante de la derecha parlamentaria hacia posiciones de centro-izquierda ha dado lugar a un tratamiento curioso en los medios: la derecha ya no existe, y se tacha como ultraderechista, sin más, a toda opción que es meramente derechista, liberal o conservadora. Lo mismo pasa en el ámbito de la religión. La izquierda política y mediática llevan muchos años presionando a los cristianos para que ajusten sus creencias a la ideología progresista, aunque esto implique contradecir abiertamente la Palabra de Cristo. Los católicos que se mantienen fieles a la doctrina de la Iglesia son estigmatizados y tachados de ultracatólicos, con lo que se da a entender que son unos fanáticos, unos fundamentalistas y unos intolerantes. Sin embargo, es muy raro encontrar en los medios referencias a la ultraizquierda, ni siquiera para referirse a aquella parte de la izquierda que mantiene postulados totalitarios y sigue prestando apoyos a dictaduras. Para muchos ser de izquierdas te convierte automáticamente en buena persona y, por tanto, no hay sitio para referencias negativas como la ultraizquierda. Pues no es así. La ultraizquierda existe y es más abundante que la ultraderecha. Y debemos señalarla sin miedo.

V. Contradecir a la izquierda no es un «delito de odio»
La dificultad de la izquierda para encajar las opiniones distintas se está traduciendo en acusaciones políticas y mediáticas de «odio» contra los que no suscriben las distintas franquicias ideológicas del progresismo, un señalamiento que está dando lugar a una ola de insultos, amenazas e incluso agresiones contra el que discrepa. Si no estás de acuerdo con la ideología de género te llaman «transfóbico», aunque te limites a afirmar obviedades biológicas como que la especie humana tiene dos sexos y las diferencias entre ambos tienen un origen mayoritariamente biológico. Si discrepas de cualquier cosa que diga un grupo de presión LGTB te llaman «homófobo», aunque te limites a defender las libertades frente a ciertas leyes que, con la excusa de proteger a ese colectivo, están recortando nuestros derechos fundamentales. Si discrepas del multiculturalismo y criticas determinados planteamientos del Islam, te llaman «islamófobo», mientras se tolera que los fundamentalistas islámicos impongan la sharia en barrios enteros de diversas ciudades europeas. Sin embargo, los reiterados insultos, amenazas y ataques de grupos de izquierda contra el Cristianismo casi nunca se traducen en titulares hablando de «cristianofobia». Y es que la izquierda está utilizando las acusaciones de «odio» para impedir que la gente discrepe de sus dogmas. Lo más patético es ver a políticos y medios de derechas colaborando con esa burda censura ideológica. Esto implica asumir que el ejercicio del derecho a la libertad de expresión sólo ampara a las ideas de izquierda, algo inaceptable, pues nos llevaría a una dictadura del pensamiento. Debemos responder sin rodeos a quienes acusan de «odio» y buscan criminalizar a otros por expresar ideas que no coinciden con las izquierdistas: ese izquierdista te acusa de «odio» porque quiere imponerte sus ideas.

Fuente: https://borakruo.blogspot.com/2019/07/5-consejos-practicos-para-liberarte-del.html