Davos y la OMS: hacia una dictadura sanitaria global (y II)

 

En su 77ª Asamblea, que se celebrará dentro de tres meses, la OMS pretende modificar el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y aprobar un Tratado de Pandemias para crear una verdadera dictadura sanitaria que convertiría la pesadilla que nos han hecho vivir durante el covid en algo recurrente. Las negociaciones se están llevando a cabo con sigilo, para evitar que salgan a la luz pública, y con una prisa inusitada, para dejar todo bien atado antes de las elecciones norteamericanas de noviembre de 2024, no se vaya a producir un cambio de gobierno hostil al golpe de la OMS. Lo más grave es que se está hurtando del debate público algo que afectaría profundamente a nuestra vida cotidiana, a nuestra libertad, salud y economía. Naturalmente, tampoco quieren que se someta a votación: se trata de una decisión que se quiere tomar a espaldas de los afectados, sin que éstos se enteren y sin que puedan opinar. La amenaza es muy seria y está siendo ignorada, cómo no, por los medios de comunicación.

¿Qué es la OMS y qué pretende?
La OMS es una organización de financiación público-privada crecientemente controlada por intereses privados y ocultas agendas de poder que posee un historial muy cuestionable sazonado de sospechas de colusión con la industria farmacéutica. De modo revelador, las cuotas de los países miembros sólo cubren el 17% de su presupuesto mientras el 83% proviene de «donaciones voluntarias»[1], la mayor parte de las cuales son finalistas, esto es, destinadas por el donante a un fin concreto que él mismo elige. Por este orden, los cinco mayores donantes voluntarios son EEUU, Alemania, la Fundación Bill & Melinda Gates, GAVI (Alianza Global de Vacunas e Inmunización) y la Comisión Europea[2]. A su vez, GAVI, que adquiere vacunas a la industria farmacéutica para distribuirlas por todo el mundo, fue creada gracias a la Fundación Gates, su principal financiador[3].

El cambio que quiere realizar la OMS es de enorme calado. En efecto, el Reglamento Sanitario Internacional vigente se limita a sugerir recomendaciones no vinculantes. Pues bien, ahora se pretende que dichas recomendaciones se conviertan en normas vinculantes de obligado cumplimiento para los Estados miembros transfiriendo así el poder de decisión a la propia OMS (la «autoridad coordinadora») y concentrando el poder en una sola persona, el director de la OMS, que podría obligar a imponer confinamientos, la cuarentena y aislamiento de individuos, la exigencia de exámenes médicos obligatorios y vacunación obligatoria, el cierre de fronteras, la imposición de mascarillas o la vigilancia y seguimiento de individuos afectados[4].

El sistema de incentivos es perverso. Si el director de la OMS tiene la facultad de declarar arbitrariamente una pandemia y así obtener un poder enorme (y las empresas farmacéuticas un beneficio desorbitado), ¿cómo no esperar que declare pandemia tras pandemia para beneficio de sí mismo, de la propia OMS y de la industria farmacéutica?

La aprobación de las nuevas normas significaría repetir una y otra vez (pero de forma más draconiana) las dañinas medidas que fracasaron estrepitosamente durante el covid, pero que supusieron un rotundo éxito para las empresas farmacéuticas y para los yonquis del poder. En efecto, a éstos les sorprendió la facilidad con que se podía encerrar a los ciudadanos, obligarles a llevar inútiles mascarillas en lugares absurdos, inyectarles unas vacunas experimentales y que ellos mismos se las inyectaran a sus hijos y dejar que sus familiares murieran solos en los hospitales sin que nadie protestara. Descubrieron, en fin, que una población asustada abdica fácilmente de su libertad, de su dignidad y de su capacidad de razonar, y han decidido aprovechar la «oportunidad» (expresión utilizada por Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial). De aquellos polvos vienen estos lodos.

El proyecto de la OMS planea también la creación de una red de bio-vigilancia global, incentiva la aprobación rutinaria de vacunas de uso de emergencia (causa de la ineficacia y mortandad provocada por las «vacunas» covid), y prevé programas de vacunación masiva sin consentimiento informado, como durante el covid[5]. Más grave aún es que la OMS parece promover la investigación de ganancia de función, tecnología mediante la que los científicos juegan con fuego mutando virus que encuentran en animales para hacerlos contagiosos a los humanos y aumentar su patogenicidad. Éste es con toda probabilidad el origen del SARS-CoV-2 (COVID-19).

Finalmente, la OMS propone eliminar la protección de los derechos humanos del artículo 3 del RSI. ¿Dónde quedan el derecho a la privacidad y a la libertad de movimientos, de expresión y de opinión[6]? Desaparecen, no en balde la OMS insiste en que los Estados se comprometan a combatir la «desinformación», es decir, a censurar toda voz contraria al relato oficial. Dado que la censura siempre es una violencia ejercida para silenciar la verdad, parece que la OMS prevé que actuará desde la mentira, y no quiere testigos.

Conviene recordar que la principal fuente de desinformación durante el covid fue precisamente el relato oficial propagado por el contubernio político-mediático-farmacéutico y la propia OMS. Por el contrario, quienes, basándonos en análisis estadísticos, en la mejor evidencia científica y en la lógica, alzamos la voz ante tanto abuso, tanta mentira y tanta manipulación, fuimos acusados de desinformar. ¿Quién defendía la verdad?

La OMS como fuente constante de desinformación
La OMS sabe mucho de desinformación. Primero se hizo eco de las mentiras del gobierno chino negando que el virus se transmitiera de persona a persona[7] y defendiendo un fantasioso origen natural zoonótico[8], premisa falsa de la que parte todo. Hoy existen pocas dudas de que el origen del covid fue un escape de laboratorio, como afirma el FBI[9] y una miríada de informes[10] y dictaba la lógica[11]. También se sabe que en los trabajos del Instituto de Virología de Wuhan estaban involucrados instituciones y científicos de EEUU, uno de los cuales fue elegido por la OMS como parte de la misión de «investigación» que envió a China como tapadera[12]. Dicho de otro modo, esto podría indicar que la OMS participó en el encubrimiento.

La OMS también contribuyó a propagar el principal bulo de la pandemia, esto es, la exageración deliberada de la mortalidad del covid para aterrorizar a la población y promover la sumisión y la posterior vacunación. Así, llegó a afirmar que la letalidad del virus (CFR) era el 3,4%[13] cuando en realidad la letalidad IFR (la verdaderamente relevante) era del 0,03% para menores de 60 años[14] (la centésima parte de lo que afirmaba la OMS) y del 0,07% para menores de 70.

Asimismo, la OMS pasó de afirmar que no existía evidencia científica que apoyara el uso de mascarillas[15] a recomendar su uso[16] sin más explicaciones, y, cómo no, publicitó las vacunas y terapias genéticas que enriquecieron a sus amigos de la industria farmacéutica tildándolas aún hoy de «seguras» a pesar de los abrumadores datos sobre su peligrosidad.  

La OMS fabrica pandemias donde no las hay
Para justificar la necesidad de estos cambios, la OMS, gran beneficiaria de la Cultura del Miedo, exagera el riesgo real de ocurrencia e impacto de las pandemias, pues contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, las pandemias graves son una rareza en la Historia[17]. De hecho, la última fue la llamada gripe española de 1918, que se cebó en los jóvenes. Aunque es cierto que la mayoría no murió de gripe sino de la neumonía bacteriana subsiguiente en una época en la que aún no existían antibióticos[18], se estima que la pandemia de 1918 provocó la muerte de entre un 1,5% y un 2,5% de la población mundial en dos años, una tasa de mortalidad bruta hasta 27 veces superior a la del covid. La diferencia fundamental entre las dos pandemias, sin embargo, es que la primera fue espontánea y natural, mientras que la segunda, recuerden, fue un escape de un laboratorio biológico gubernamental.

La OMS posee un largo historial de falsas alarmas y de colusión con los intereses de la industria farmacéutica. Por ejemplo, en el 2005 declaró una pandemia de gripe aviar que nunca llegó a transmitirse entre seres humanos y sólo causó 74 muertos en todo el mundo en dos años. Ello no fue óbice para que, animados por la OMS, los gobiernos compraran millones de medicamentos a las grandes farmacéuticas, que caducaron apilados en almacenes.

En 2009 volvió a la carga y declaró una pandemia de gripe porcina. Un mes antes había modificado la definición de pandemia de modo que sólo existiera un requisito (contagiosidad) y no dos (contagiosidad y letalidad). Así, la OMS podría declarar una pandemia, aunque se tratara de una enfermedad leve y sin importancia. El mejor resumen del escándalo de la gripe porcina (o gripe A) lo hizo un conocido periodista español al hacerse eco de la denuncia ante el Consejo Europeo de un epidemiólogo que acusaba al lobby farmacéutico y a la propia OMS de crear una ola de histeria adrede. El periodista acertó al afirmar que el pánico que había recorrido el mundo «no había sido espontáneo sino planificado» (¿les suena?) y acusar a los gobiernos, «hábilmente pastoreados por los lobbies farmacéuticos», de comprar millones de inútiles vacunas por culpa «del negocio más repugnante: el negocio del miedo»[19]. Supongo que en aquel entonces los «negacionistas» eran los buenos.

Desde 2005, la OMS ha declarado seis pandemias o Public Health Emergencies of International Concern además del covid. ¿Recuerdan alguna? La última fue la viruela del mono (dos titulares y 177 muertos en todo el mundo en dos años). Esto supone una supuesta «pandemia» cada dos años y medio, y en todas ellas la OMS obtendría poderes casi absolutos.

La dictadura sanitaria y el globalismo
El mal se nutre de la incredulidad de aquellos que se resisten a creer en su existencia. De ello se aprovechan los yonquis del poder en su afán de dominación y muy particularmente el movimiento globalista, cuyo objetivo no es suplantar a las democracias occidentales sino superponerse a ellas. De este modo, las masas se contentan con una apariencia de democracia (distraídos por debates superfluos sobre asuntos secundarios) mientras lo verdaderamente relevante es decidido a puerta cerrada por una sedicente élite. Su campo experimental por antonomasia es la UE, en la que el electo Parlamento Europeo parlotea de forma inconsecuente mientras quien toma todas las decisiones es la Comisión no electa sometida a poderes fácticos que se mueven en la sombra.

Este movimiento globalista es como un golpe de Estado a cámara lenta que socava los Estados-nación y empodera organizaciones supranacionales de corte tecnocrático, más opacas y corruptibles y alejadas del foco de la atención del público. En este sentido, la OMS es sólo un instrumento más: a la desproporcionada influencia de la Fundación Bill & Melinda Gates se une el oscuro influjo de los megalómanos de Davos, que tan fervientemente apoyan el (su) Tratado de Pandemias[20].

La OMS y el globalismo van de la mano. Por ejemplo, la OMS hace hincapié en la «desinformación» y el Foro Económico Mundial designa inmediatamente la «desinformación» como el mayor riesgo global de 2024[21]  y la obediente presidenta de la obediente Comisión Europea se hace eco de ello[22]. Por cierto, en esta última reunión de Davos participó el director de la OMS con instrucciones de no mencionar el Tratado de Pandemias en su discurso[23].

La alianza entre la OMS y el globalismo es especialmente patente en el caso de la implantación de una identidad digital como herramienta de control de la población, una vieja obsesión de la Fundación Gates y del propio Foro Económico Mundial. En este sentido, en junio del 2023 la OMS se asoció con la Comisión Europea para implementar una identidad digital global a imitación del pasaporte sanitario[24] basado, no lo olviden, en la mentira de que las vacunas prevenían el contagio y la transmisión del covid (una falsedad desde un principio[25]). El Foro Económico Mundial de Davos va más allá, pues en un documento de 2022 fantasea con la idea de una identidad digital que sería utilizada para realizar compras, monitorizar la actividad online, mostrar el historial médico, abrir una cuenta bancaria, acceder a los servicios sanitarios o viajar[26], lo que facilitaría la hipotética creación de un sistema de crédito social como en China.

La OMS y el globalismo quieren implantar un poder dictatorial para sí mismos, un enriquecimiento ilícito para unos pocos y un control tiránico y claustrofóbico para el resto de nosotros. A pesar del sigilo con el que se está llevando a cabo este verdadero golpe de Estado, la alarma creciente en todo el mundo[27] y las discusiones entre ellos sobre cómo repartirse el botín están haciendo tambalear el proceso, como reconocía abiertamente ese títere, aspirante a dictador, que dirige la OMS[28]. Sin embargo, no podemos bajar la guardia. Nos encontramos ante una amenaza sin precedentes.

Davos y la OMS: ¿una dictadura sanitaria global? (I)

 

Todos sufrimos con la pandemia y todos padecimos las dictatoriales medidas impuestas por el poder político, que exacerbaron el trauma. Hubo, sin embargo, diferencias de percepción sobre lo que ocurría.

Muchos creyeron el relato oficial y acataron ciegamente (incluso justificaron) cuantas normas improvisaran las autoridades, por absurdas que fueran. Esta conducta es comprensible: llevados de una ingenua confianza en el principio de autoridad o sucumbiendo ante la obscena campaña de terror mediática, resultaba muy difícil combatir la histeria colectiva, más aún sin el apoyo de un estamento médico que, con escasas y valientes excepciones, nos falló. En efecto, olvidando el primum non nocere del juramento hipocrático y, a veces, el más elemental sentido común, la mayoría del gremio médico se limitó a obedecer con corrección política y celo funcionarial los protocolos que eran dictados por oscuros intereses políticos y prosaicos intereses económicos, provenientes de los largos tentáculos de la industria farmacéutica. Las secuelas psicológicas han sido terribles: según una reciente encuesta británica, quienes siguieron más a rajatabla las restricciones tienen hoy una peor salud mental —con mayores índices de estrés, ansiedad y depresión— que los que se lo tomaron con el escepticismo que merecía tal cúmulo de ridiculeces[1].

Otros contemplamos aquellos acontecimientos con crecientes dosis de recelo e indignación ante los atropellos sin precedentes que sufríamos. Asimismo, tras el shock inicial fuimos comprendiendo que ni una sola de las medidas tomadas respondía a criterios científicos sino políticos, y que la práctica totalidad de lo que afirmaban los medios era sencillamente falso y no soportaba el escrutinio de los datos.

No obstante, mientras los ciudadanos vivíamos la misma pesadilla de una forma u otra, había dos grupos analizando la situación con frialdad. El primero era la industria farmacéutica, concentrada en los gigantescos beneficios a obtener con la tecnología ARNm, disponible desde hacía tiempo, pero que jamás había recibido la aprobación de los reguladores ni la aceptación del público, al tratarse de terapias genéticas[2]. Para lograr vencer las resistencias cambiaron su nombre a vacuna y aprovecharon la demanda de una población que había sido previamente aterrorizada por una campaña de terror bien dirigida, y así lograron la autorización para su uso de emergencia. Esto implicaba un proceso de aprobación facilón con ensayos clínicos insuficientes de resultados cuestionables[3], aunque existía un último obstáculo: el uso de emergencia requería que no existiera ningún tratamiento eficaz del COVID-19. Quizá por ello, cualquier medicamento o tratamiento prometedor (y barato) fue torpedeado, como la vitamina D utilizada de forma preventiva[4] o en pacientes ya ingresados[5], o la hidroxicloroquina, que fue retirada el mercado a pesar de existir estudios que mostraban su eficacia y seguridad en tratamiento temprano[6], particularmente en combinación con azitromicina[7], reduciendo significativamente la mortalidad del COVID-19[8].

El otro grupo que analizaba los acontecimientos con una distancia emocional psicopática estaba formado por los yonquis del poder globalista, para quienes la pandemia se convirtió en un experimento para medir las tragaderas de la población y su capacidad de sumisión. No debe sorprender, por tanto, que el presidente del Foro Económico Mundial de Davos calificara la pandemia de «oportunidad» para imponer su megalómano Great Reset[9].

Es en este contexto en el que debemos tomar nota de una seria amenaza que está siendo ignorada, cómo no, por los medios. Efectivamente, en su 77ª Asamblea, a celebrar en mayo de este año, la OMS pretende modificar el Reglamento Sanitario Internacional y aprobar un Tratado de Pandemias que supondría el advenimiento de una dictadura sanitaria mundial en caso de una nueva pandemia, real o inventada, convirtiendo la pesadilla distópica que nos hicieron vivir durante tres años en algo recurrente. No crean las cortinas de humo falsamente tranquilizadoras de la propia OMS, de los risiblemente llamados fact-checkers o de la clase política europea: mienten como hicieron durante el covid. La amenaza es real.

Dado que el Tratado de Pandemias canoniza las tres grandes medidas tomadas durante el covid como pilares de la respuesta a futuras emergencias epidémicas, lo primero es comprender que todas ellas supusieron un fracaso colosal y sin paliativos, una completa farsa, de principio a fin. Veamos qué dice «la ciencia» sobre la eficacia del confinamiento, de las mascarillas y de las vacunas y terapias genéticas.

Confinamientos ilegales e ineficaces
Encerrar a la población copiando a la dictadura china no sólo fue un abuso de autoridad ilegal, sino una medida socialmente devastadora y epidemiológicamente estéril. Recuerden el engaño: «un par de semanas para aplanar la curva» acabaron siendo tres meses de arresto domiciliario y más de un año adicional de distintas restricciones a la libertad de movimientos dentro de nuestras propias ciudades, con toques de queda, limitación de horarios y número de comensales y un rosario de ocurrencias a cada cual más disparatada.

Los confinamientos arruinaron económica y mentalmente a millones de personas. Así, un reciente estudio basado en 600 publicaciones constata que «los daños colaterales de la respuesta a la pandemia fueron de gran alcance y dejarán tras de sí un legado de perjuicios para cientos de millones de personas en los próximos años», concluyendo que «muchas de las predicciones originales [de quienes criticamos dichas medidas] se ven ampliamente corroboradas por los datos»[10].

También fueron epidemiológicamente inútiles, pues no redujeron la mortalidad del covid. En España, por ejemplo, había 288 muertos por covid antes del confinamiento y cerca de 30.000 tras el mismo, noventa días después. Por lo tanto, cuando Sánchez afirmó que los confinamientos (o sea, él) habían salvado centenares de miles de vidas —sin que un solo medio de comunicación ni político opositor cuestionara tal dato— era todo pura invención.

De hecho, un metaanálisis del Instituto Johns Hopkins de Economía Aplicada y Salud Global basado en más de 1.000 estudios afirma que «los confinamientos no redujeron la mortalidad de modo significativo ni son, por tanto, una manera eficaz de reducir la mortalidad durante una pandemia (…)»[11], calificando sus efectos colaterales de «devastadores» y concluyendo que «deberían ser rechazados como instrumento de control de una pandemia»[12]. Esta conclusión está en línea con lo que afirmaba la propia OMS en el 2006: «La experiencia de la pandemia de gripe de 1918 (la “gripe española”) indica que las medidas de distanciamiento social no detuvieron la transmisión del virus»[13].

Mascarillas inútiles impuestas por inútiles
Del mismo modo, tres años de grotescas imposiciones de mascarillas no impidieron que el virus circulara libremente, mientras que donde no fueron obligatorias, como en Suecia, el exceso de mortalidad fue inferior a la media. La eliminación de las mascarillas tampoco provocó un aumento de casos. En marzo del 2021 —dos años antes que España— Texas (29 millones de habitantes) declaró la vuelta a la normalidad, eliminó las mascarillas y todo tipo de restricciones; abrieron negocios, colegios y universidades y se prohibió el pasaporte sanitario. Sólo el 7% de la población estaba vacunada. ¿Qué ocurrió? Nada.

Ya en octubre de 2020, el Dr. Ladapo, profesor de Medicina de la UCLA y hoy responsable de Sanidad de Florida (22 millones de habitantes), advertía en el Wall Street Journal de la farsa de las mascarillas: «Las mascarillas son una distracción: el virus se propaga inevitablemente»[14]. El tiempo le daría la razón.

La evidencia científica sobre su utilidad siempre brilló por su ausencia. Un estudio Cochrane (máxima fiabilidad estadística) había concluido a principios de 2020 que «llevar una mascarilla quirúrgica supone poca o ninguna diferencia (…) en comparación con no llevarla»[15], y una revisión de 2023 seguía sin encontrar «ninguna reducción clara de la infección vírica respiratoria con el uso de mascarillas quirúrgicas (…) o las N95/P2»[16]. Incluso la OMS afirmaba al principio de la epidemia que «no hay evidencia sobre la eficacia de las mascarillas en personas no enfermas, y las mascarillas de tela no están recomendadas en ninguna circunstancia».

Ensayos controlados aleatorios posteriores tampoco encontraron evidencia de su eficacia[17], como tampoco se encontró prueba alguna «de que la obligatoriedad de mascarillas del personal sanitario repercutiera en la tasa de infección hospitalaria»[18]. A pesar de ello, nuestra clase política ha seguido tomándonos el pelo al reinstaurar la mascarilla en hospitales para combatir la gripe estacional.

Especialmente sangrante fue el maltrato sufrido por los escolares cuando «los datos científicos no apoyaban el enmascaramiento de los niños para la protección contra el covid»[19], según un estudio reciente. Otro, realizado en Cataluña (ambos publicados en el British Medical Journal), tampoco encontró «diferencias significativas en la transmisión del SARS-CoV-2 debido al mandato de portar mascarillas en las escuelas»[20].  

Vacunas innecesarias, ineficaces y peligrosas
Se sorprendía ese gran médico y sabio español del s.XX que fue Gregorio Marañón de «la fuerza que tienen los medicamentos en la credulidad de los hombres», y añadía: «antes sabíamos cuál era el remedio sancionado por un principio científico y empírico y cuál la droga inventada por los farsantes. Ahora los procesos terapéuticos más inadmisibles aparecen envueltos en el ropaje de la ciencia con la garantía de profesores y con la firma de laboratorios concienzudos»[21]. En este sentido, el programa de vacunación universal covid con productos que probablemente hayan sido los más mortíferos en la historia de la Medicina ha constituido el mayor escándalo de salud pública de la Historia.
[21] Dr. Gregorio Marañón, de Longinos Solana, Ed. Monte Carmelo, p. 135.

Su implementación se basó en la exageración interesada de la mortalidad del covid, en la presión social, en la negación del poder de la inmunidad natural tras pasar la enfermedad y en el bombardeo de historias de terror, que hizo creer a la población que la enfermedad era mucho más peligrosa de lo que en realidad era.

Sin embargo, desde el mismo 2020 se disponía de tablas de letalidad bastante certeras que centraban la peligrosidad del virus en ancianos[22] y personas con cuatro comorbilidades muy concretas. Esto no fue óbice para que Bill Gates afirmara con enorme cinismo, en 2022, que «al principio no entendíamos que el covid tenía una letalidad bastante baja y que sobre todo afectaba a los ancianos, de modo similar a la gripe»[23]. Al engaño sobre la peligrosidad real del virus hay que añadir otro: nos dijeron que las «vacunas» evitaban el contagio y la transmisión y que detendrían la epidemia si alcanzábamos «inmunidad de rebaño» vacunal. No era cierto.

La realidad era que el covid tenía menor gravedad que la gripe en niños y era estadísticamente leve en jóvenes y adultos sanos hasta cierta edad, que la inmunidad natural otorgaba una protección muy superior a la vacunal y que las «vacunas» no impedían el contagio ni la transmisión. Respecto a su escasa efectividad (en ocasiones, negativa), en el primer trimestre del 2022 el 81% de los hospitalizados por covid en España y el 84% de los fallecidos eran personas perfectamente vacunadas, según datos oficiales del Ministerio de Sanidad[24], datos congruentes con los de otros países y con docenas de estudios publicados.

Desde el punto de vista del paciente, las experimentales vacunas y terapias genéticas contra el covid no cumplían ninguno de los requisitos exigidos para toda vacuna: no eran necesarias (para la inmensa mayoría de la población) ni eficaces ni seguras. Sin embargo, desde el punto de vista de las empresas farmacéuticas cumplían el único requisito importante: el del beneficio. Acabarían convirtiéndose en el medicamento más lucrativo de la Historia.

Sus efectos adversos han sido silenciados por la omertá del contubernio político-mediático-farmacéutico, pero están bien documentados[25]. A la muerte súbita de niños, jóvenes y adultos sanos (con un inexplicado exceso de mortalidad estadísticamente significativo), hay que sumar graves efectos isquémicos y cardiovasculares, como ictus, trombosis, embolia pulmonar, miocarditis y pericarditis, fibrilación atrial, angina de pecho y arritmias[26], efectos oculares, dermatológicos, inmunitarios y neurológicos, como mielitis transversa aguda, herpes zoster, desórdenes menstruales[27] y una reducción de fertilidad masculina[28]. Algunos estudios han identificado el mecanismo que explicaría la potencial relación causal directa entre las vacunas ARNm y enfermedades neurodegenerativas, miocarditis, trombocitopenia, parálisis de Bell, enfermedad hepática, alteración de la inmunidad adaptativa, daños en el ADN y cáncer[29].

Nada funcionó salvo la dictadura, y ahora quieren perpetuarla
Durante el covid nos robaron nuestra libertad, nos mintieron constantemente[30] y tomaron medidas tan dañinas como inútiles. Pues bien, lejos de entonar un mea culpa, la OMS y sus poderes fácticos, con el apoyo del Foro Económico Mundial de Davos[31], quiere aprobar un Tratado de Pandemias que les permita repetir el experimento de forma recurrente. Las negociaciones se están llevando con sigilo manteniendo un silencio de radio para que la población se entere sólo del hecho consumado. En la segunda parte de este artículo explicaremos cómo pretenden instaurar una dictadura sanitaria global que debemos impedir a toda costa.

El ministro del Interior globalista de izquierdas de Turingia quiere cambiar la Constitución para impedir que AfD asuma funciones clave tras la victoria.

 

En Turingia, la AfD está a punto de convertirse en la fuerza política dominante. Ante esta perspectiva, el ministro del Interior del SPD, Georg Maier, aboga por introducir enmiendas constitucionales para impedir que la AfD consiga puestos clave en el parlamento estatal o incluso el papel de ministro presidente.

Las encuestas indican una ventaja significativa para la AfD en el estado central alemán el 1 de septiembre. Con el actual marco constitucional, la AfD tendría derecho a la presidencia del Parlamento estatal en caso de victoria.

Sin embargo, Maier, miembro del Gobierno de minoría rojiverde dirigido por el primer ministro Bodo Ramelow (Izquierda), está decidido a evitar este resultado. Argumenta que permitir que la AfD ocupe tal cargo les otorgaría el control del servicio científico e influiría en el proceso de elección del ministro presidente, como reporta el Süddeutsche Zeitung.

En respuesta a los resultados de la encuesta que proyectan a la AfD como el partido abrumadoramente más fuerte en Turingia, Maier insiste en cambios constitucionales que permitan la elección de políticos de otros partidos como presidentes del parlamento estatal.

Subraya la necesidad de regularlo, de forma similar a la composición de la comisión de control parlamentario para la protección de la Constitución. Con tales modificaciones, la AfD seguiría teniendo derecho a al menos dos escaños.

El sondeo indica que la AfD obtuvo en Turingia el 34% de los votos en las elecciones estatales, manteniendo una ventaja de doce puntos sobre la CDU, segunda fuerza. La Izquierda obtuvo el 20% y el SPD el 9%. Tanto el FDP como Los Verdes no alcanzaron el umbral del cuatro por ciento necesario para permanecer en el parlamento estatal.

¿AMENAZA LA VICTORIA ELECTORAL DE LA AfD? ENTONCES MODIFIQUEMOS RÁPIDAMENTE LA LEGISLACIÓN ELECTORAL, ¿NO?

 

En el estado alemán de Turingia cunde el pánico entre nuestros hermanos de izquierdas, ya que la AfD se convertiría allí en partido mayoritario. Por ello, el ministro del Interior de Turingia, Georg Maier (SPD), reclama con urgencia cambios legislativos que impidan la posible elección de políticos de AfD para todo tipo de altos cargos. Las próximas elecciones estatales en Turingia tendrán lugar el 1 de septiembre de 2024.

En el estado actual de la legislación, el cargo de presidente del parlamento estatal pertenecerá entonces de todos modos a la AfD, pero Maier, que forma parte del gobierno en minoría rojiverde de Bodo Ramelow (Die Linke), no quiere que eso ocurra. Porque, según declaró el socialdemócrata al diario alemán Süddeutsche Zeitung, «entonces este partido obtendría el control en el consejo económico y también controlaría el procedimiento para nombrar a un ministro presidente».

La izquierda siempre es mala perdedora, ¿verdad?

Maier quiere ahora cambiar la ley para que el parlamento estatal pueda elegir también a políticos de otros partidos como presidentes del parlamento estatal. «Tenemos que regular eso, así como la composición del órgano de control de la Verfassungsschutz, porque de lo contrario la AfD pronto obtendrá también allí al menos dos escaños».

Según los últimos sondeos, la AfD obtendría el 34% de los votos en Turingia, 12 puntos porcentuales más que la CDU. Die Linke aún alcanzaría el 20%, el SPD el 9%. El liberal FDP y los Verdes desaparecerían del parlamento (con sólo un 4% cada uno).

«Hay que tener en cuenta que, con un tercio de todos los votos, la AfD podría impedir que se cambiara la ley o que se eligiera a algunos jueces», dijo Maier. «En cuanto al fondo, todos los partidos están de acuerdo en que la ley debe "perfeccionarse", pero hasta ahora todos los intentos han fracasado, porque seguimos atascados en juegos políticos» afirmó, además. Hizo un llamamiento para que «todos los demócratas» actúen de una vez para aclarar la ley.

El primer ministro de Turingia, Bodo Ramelow (Die Linke), se ha pronunciado en contra de estos rápidos cambios en la ley. Y la CDU primero quiere pillar in fraganti al Verfassungsgerichtshof.

Una vez más, la izquierda demuestra ser muy mala perdedora. Si el electorado ya no quiere seguirles la corriente, entonces cambiaremos las reglas electorales, ¿no? ¿A qué esperan para abolir la democracia sin más?

Fuente: Peter Logghe

¿POR QUÉ LA ENTREVISTA DE TUCKER CARLSON SE CONSIDERA FUNDAMENTAL TANTO PARA OCCIDENTE COMO PARA RUSIA?

 

¿Por qué la entrevista de Tucker Carlson se considera fundamental tanto para Occidente como para Rusia? Empecemos por la parte más sencilla: Rusia. Aquí, Tucker Carlson se ha convertido en un punto focal para dos polos opuestos dentro de la sociedad rusa: patriotas ideológicos y occidentalistas de élite que, sin embargo, siguen siendo leales a Putin y la Operación Militar Especial. Para los patriotas, Tucker Carlson es simplemente «uno de nosotros». Es un tradicionalista, un conservador de derechas y un acérrimo opositor del liberalismo. Así es como se ven los emisarios del siglo XXI ante el zar ruso.

Putin no suele interactuar con representantes destacados del campo conservador. La atención que le presta el Kremlin enciende el corazón del patriota, inspirando la continuación de un rumbo conservador-tradicionalista en la propia Rusia. Ahora es posible y necesario: el poder ruso ha definido su ideología. Hemos emprendido este camino y no nos desviaremos de él. Sin embargo, los patriotas siempre tienen miedo de que lo hagamos. No.

Por otro lado, los occidentalistas suspiraron aliviados: miren, no todo en Occidente es malo, y hay gente buena y objetiva, ¡se los dijimos! Seamos amigos de un Occidente así, piensan los occidentalizadores, incluso si el resto del Occidente liberal-globalista no quiere ser nuestro amigo y sólo nos bombardea con sanciones, misiles y bombas de racimo, matando a nuestras mujeres, niños y ancianos. Estamos en guerra con el Occidente liberal, así que al menos haya amistad con el Occidente conservador. Así, patriotas y occidentalizadores rusos (cada vez más rusos y menos occidentales) llegan a un consenso en la figura de Tucker Carlson.

En Occidente todo es aún más fundamental. Tucker Carlson es una figura simbólica. Ahora es el principal símbolo de los Estados Unidos que odian a Biden, a los liberales y a los globalistas y se preparan para votar por Trump. Trump, Carlson y Musk, además del gobernador de Texas, Abbott, son los rostros de la inminente Revolución Estadounidense, esta vez una Revolución Conservadora. Rusia se conecta con este ya poderoso recurso. No, no se trata de que Putin apoye a Trump, algo que fácilmente podría descartarse en el contexto de la guerra con los Estados Unidos. La visita de Carlson tiene que ver con otra cosa. Biden y sus maníacos han atacado efectivamente a una gran potencia nuclear a través de las manos de los terroristas desatados de Kiev, y la humanidad está al borde de la destrucción. Nada más y nada menos.

Los medios globalistas siguen tejiendo una serie de Marvel para niños, donde Spiderman Zelensky gana mágicamente con superpoderes y cerdos mágicos contra el ‘Dr. Demonio’. Sin embargo, esta es sólo una serie barata y tonta. En realidad, todo apunta hacia el uso de armas nucleares y posiblemente hacia la destrucción de la humanidad. Tucker Carlson realiza una verificación de la realidad: ¿Occidente comprende lo que está haciendo, empujando al mundo hacia el apocalipsis? Hay un Putin real y una Rusia real, no estos personajes y escenarios escenificados de Marvel. ¡Mira lo que han hecho los globalistas y qué cerca estamos de ello!

No se trata del contenido de la entrevista con Putin. Es el hecho de que una persona como Tucker Carlson esté visitando un país como Rusia para reunirse con una figura política como Putin en un momento tan crítico. El viaje de Tucker Carlson a Moscú podría ser la última oportunidad para detener la desaparición de la humanidad. La gigantesca atención de miles de millones de personas a esta entrevista fundamental por parte de la humanidad misma, así como la ira frenética e inhumana de Biden, los globalistas y los ciudadanos del mundo intoxicados por la decadencia, dan testimonio de la conciencia de la humanidad de la gravedad de la situación.

El mundo sólo podrá salvarse si nos detenemos ahora. Para eso, Estados Unidos debe elegir a Trump. Y Tucker Carlson. Y Elon Musk. Y Abbott. Entonces tenemos la oportunidad de hacer una pausa al borde del abismo. Comparado con esto, todo lo demás es secundario. El liberalismo y su agenda han llevado a la humanidad a un callejón sin salida. Ahora la elección es ésta: o los liberales o la humanidad. Tucker Carlson elige la humanidad, por eso vino a Moscú para reunirse con Putin. El mundo entero entendió por qué vino y lo importante que es.

JOKER TAIWANÉS

 

El 13 de enero de 2024, de 8:00 a 16:00 horas, Taiwán celebró elecciones a la jefatura del ejecutivo taiwanés. A las elecciones concurrieron tres candidatos: Lai Ching-te (Partido Democrático Progresista), Hou Yu-ih (Kuomintang) y Ko Wen-je (Partido Popular de Taiwán). Ganó Lai Ching-te, cuyo partido es partidario de la independencia de Taiwán.
Algunos expertos sostienen que, como resultado, Taiwán empezará a distanciarse de China y Rusia y a acercarse a Estados Unidos y sus aliados, lo que complicará el entorno internacional.

Sin embargo, el Partido Demócrata Progresista ha ganado elecciones muchas veces antes, y actualmente es el partido gobernante en la isla, tras haber ganado las anteriores elecciones en 2020, que al final no tuvieron graves consecuencias. El propio Lai ha declarado en vísperas de las elecciones que tiene la intención de perseguir la independencia de Taiwán, es más radical que la actual líder Tsai Ing-wen.

En cuanto a los candidatos perdedores, se puede decir lo siguiente.

El candidato del Kuomintang Hou Yu-ih está en contra de la independencia de la isla y a favor de la normalización de las relaciones con Pekín, pero en los términos del Kuomintang, en realidad resulta que supuestamente está en contra de la independencia de Taiwán, pero en realidad no puede apostar por la unificación, porque se opone al Partido Comunista de China. Esta es la posición tradicional de este partido, que se considera a sí mismo el partido nacional de China con orígenes patrióticos. Hou Yu-ih siempre ha subrayado la importancia de apoyar la paz y la estabilidad a ambos lados del estrecho de Taiwán y ha abogado por promover el diálogo y la cooperación con China, pues considera que es necesario para la prosperidad y el desarrollo de Taiwán.

El candidato del Partido Popular de Taiwán, Ko Wen-je, es partidario de mantener las relaciones actuales con China en aras de preservar la paz, es decir, es esencialmente una continuación del rumbo actual de las autoridades taiwanesas: no acercarse a China, pero tampoco obligar a China a utilizar la fuerza.

Los expertos chinos consideran que los dos primeros políticos son proestadounidenses, y Ko Wen-je, projaponés, y creen que, de hecho, cualquiera de ellos que salga elegido, no producirá ninguna mejora significativa en la situación de las relaciones de la isla con China.

La elección está atrayendo la atención mundial porque no es sólo una lucha entre las fuerzas políticas internas de Taiwán, sino también un reflejo de las tensiones entre China y Estados Unidos.

Los propios taiwaneses están divididos en varios bandos, algunos creen que Taiwán debe evitar acciones radicales para preservar la paz, otros son partidarios de la independencia, contando con la protección y el apoyo de los países occidentales, y otros se inclinan, si no por la unificación con China, sí por la integración con ella.

Las autoridades chinas pretenden perseguir la reunificación aplicando el sistema de «un país, dos sistemas» ensayado cuando Hong Kong fue devuelto a China en 1997 y Macao en 1999. Se espera que Taiwán esté dentro de China, pero goce de un amplio grado de autonomía. La adhesión de Taiwán por la fuerza sería desventajosa para China, ya que las partes sufrirían graves perjuicios económicos.

Taiwán es líder en el mercado mundial de fabricación de semiconductores. Como señala Bloomberg, si estallara una guerra en el estrecho de Taiwán, podría suponer una pérdida económica de 10 billones de dólares para el mundo, equivalente al 10% del PIB mundial actual.

China está muy integrada en la economía mundial, por lo que el daño sería tremendo. Por ello, los dirigentes chinos intentan lograr la unificación a través de métodos pacíficos.

Aquí se hace hincapié en el uso del poder blando y el pragmatismo tradicional chino. Esto se expresa en el hecho de que los taiwaneses pueden visitar China, trabajar y hacer negocios allí, utilizar la política social nacional (que no pueden utilizar los extranjeros que no tienen la ciudadanía de la República Popular China), las empresas con capital taiwanés que operan en el continente pueden recibir beneficios fiscales y de otro tipo.

En el marco del Decimotercer Plan Quinquenal, el ferrocarril de alta velocidad de Pekín a Taipéi está incluido en el programa de construcción de una red nacional de ferrocarriles de alta velocidad. Se espera que entre en funcionamiento en 2035.

El 8 de enero, el Ministerio de Comercio de China, la Oficina de Asuntos de Taiwán, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma y el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información aprobaron una serie de medidas para seguir reforzando la cooperación comercial y económica entre la provincia de Fujian y Taiwán con el fin de profundizar la integración económica en el estrecho de Taiwán. Evidentemente, se trata de demostrar a los votantes taiwaneses las ventajas de establecer relaciones con la «gran madre patria».

En marzo de 2005, China aprobó la Ley contra el Separatismo, que determinaba que declarar la independencia de Taiwán era un pretexto para la guerra. Por lo tanto, una acción decisiva por parte de los nuevos dirigentes taiwaneses podría provocar un conflicto militar: si Lai declaraba que Taiwán era ahora un Estado independiente, no dejaría a Xi Jinping otra opción que utilizar la fuerza.

Por ello, las autoridades chinas hicieron preparativos no sólo entre los taiwaneses, sino también en la escena internacional.

Los días 8 y 9 de enero se celebró la 17ª reunión de trabajo entre los Departamentos de Defensa de EEUU y China, en la que la parte china subrayó que «nunca habrá el más mínimo compromiso o concesión sobre la cuestión de Taiwán». Estados Unidos debe acatar el principio de 'una sola China', cumplir efectivamente las obligaciones pertinentes, dejar de armar a Taiwán y oponerse a la 'independencia' de Taiwán».

Previamente, el 7 de enero, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino anunció sanciones contra cinco empresas del complejo militar-industrial estadounidense que suministraron armas a Taiwán. Un portavoz estadounidense declaró el 9 de enero que la parte estadounidense «insta a Pekín a que deje de ejercer presión militar, diplomática y económica sobre Taiwán».

La estrategia estadounidense consiste en mantener el statu quo en la cuestión de Taiwán y armar gradualmente a Taiwán para escalar periódicamente la situación en el estrecho de Taiwán, causando problemas a China al «contenerla» y asustar a sus vecinos de la región. Con este fin, Estados Unidos ha proporcionado recientemente 500 millones de dólares en ayuda militar a la parte taiwanesa.

Pero, por otra parte, en la actual situación internacional, cuando sus considerables fuerzas se dirigen a Israel y Ucrania, los estadounidenses no se beneficiarán de un conflicto militar entre China y Taiwán, ya que requerirá su intervención directa, enormes gastos financieros y no es seguro que EEUU salga victorioso de este conflicto. Por el contrario, podría llevar a que la cuestión de Taiwán se resolviera de una vez por todas a favor de China.

Algunos analistas políticos taiwaneses establecen asociaciones entre Lai Ching-te, Zelensky y Netanyahu, calificándolos de «amigos peligrosos de EEUU», dando a entender que su comportamiento podría crear problemas a los estadounidenses, poniendo a EEUU en una situación difícil.

Por ello, los altos funcionarios de la Casa Blanca subrayan periódicamente que Estados Unidos se opone a la «independencia de Taiwán» y apoya el principio de «una sola China», impidiendo así que los dirigentes taiwaneses confíen en el apoyo incondicional de Estados Unidos.

Al mismo tiempo, una unificación pacífica de Taiwán y China también sería desventajosa para Estados Unidos, ya que reforzaría la posición geopolítica de China, le proporcionaría ventajas tecnológicas y reduciría la posibilidad de influencia estadounidense sobre los dirigentes chinos.

En este sentido, Estados Unidos está tomando medidas para «soliviantar» a Taiwán. Así, recientemente 73 senadores y representantes del Congreso estadounidense aprobaron una «resolución pro-Taiwán», prometiendo utilizar todos los métodos eficaces para apoyar la «libertad» del ¿pueblo taiwanés? Y en vísperas de las elecciones taiwanesas, EEUU envió 148 millones de litros de gasóleo a las bases militares de Filipinas con el fin de utilizar este país como trampolín para una intervención armada en el estrecho de Taiwán en cualquier momento.

Basándonos en lo anterior, podemos concluir que EEUU y China se enfrentan a tareas geopolíticas complejas: necesitan evitar el conflicto militar para alcanzar sus objetivos, que no sólo no coinciden, sino que son opuestos.

La situación se ve agravada por cierta imprevisibilidad de Lai Ching-te. Obviamente, los estadounidenses tendrán que contenerle periódicamente para evitar que haga provocaciones demasiado graves hacia China.

El 20 de mayo, Lai Ching-te tomará posesión de su cargo, tras lo cual cabe esperar algunas acciones concretas por su parte, que determinarán el desarrollo ulterior de la situación. Si Lai no da una excusa para lanzar una acción militar, podemos esperar que la dirección china siga trabajando para ganarse la confianza del pueblo taiwanés y cambiar sus preferencias políticas. Si Lai Ching-te hace algo precipitado, existe el peligro real de un conflicto militar que afectará no sólo al sudeste asiático, sino también al mundo en su conjunto: la economía mundial se enfrentará a una serie de cambios fundamentales que afectarán a casi todas las esferas empresariales.

Fuente: Konstantin Batanov

EMMANUEL TODD Y LA DERROTA DE OCCIDENTE

 

El historiador y sociólogo francés Emmanuel Todd, que ya en 1976 predijo la próxima caída de la Unión Soviética, evalúa en su nuevo libro La Défaite de l'Occident la inminente perdición de Occidente.

Descrito como un «conservador de izquierdas», Todd cree que la OTAN ya está perdiendo el conflicto en Ucrania. A pesar de la inflamada situación actual, también concluye que la derrota culminará finalmente con la reconciliación de Rusia con Europa y su acercamiento a Alemania, en contra de los deseos de Estados Unidos. Esta afirmación parece bastante temeraria.

El historiador francés condena la actitud brusca de Occidente hacia Rusia, afirmando que «impedir el acercamiento entre Alemania y Rusia era uno de los objetivos de Estados Unidos». Este acercamiento habría significado la expulsión de Estados Unidos de la estructura de poder europea. Así, los estadounidenses «preferirían destruir Europa antes que salvar a Occidente».

En su nuevo análisis, Todd destaca el declive de «Estados Unidos, hundido en el nihilismo» como superpotencia mundial y su debilitada industria bélica. El pensador francés cita también la pérdida de influencia europea, antaño representada por la alianza francoalemana.

A raíz del conflicto en Ucrania, la Unión Europea se ha distanciado de Rusia, en detrimento de sus propios intereses comerciales y energéticos. Según Todd, ahora vivimos en un «mundo rusófobo» saturado de la narrativa occidental. No es sorprendente que sus opiniones le hayan valido ya la etiqueta de «pro-Putin».

Pero Todd es un pensador de mente abierta y defiende el pluralismo, que reconoce el valor de las diferentes perspectivas. Le gustaría que Occidente siguiera siendo pluralista, aunque en estos momentos parece que sólo se acepta una versión politizada de la realidad.

Todd no cree que las próximas elecciones presidenciales estadounidenses vayan a cambiar el curso del conflicto actual. Cree que Rusia está firmemente comprometida con su línea. El cambio de liderazgo en la Casa Blanca no tiene importancia para el Kremlin porque «Rusia está en guerra con EEUU».

El historiador considera que la situación en Francia es sombría. Para Todd, «Francia ya ni siquiera existe porque está aliada con Estados Unidos y controlada por la OTAN». De todos modos, la Francia de Macron no parece ser una potencia muy seria: la élite nepotista acaba de elevar al puesto de primer ministro a un inexperto Gabriel Attal, de 34 años y abiertamente homosexual.

Desde una perspectiva geopolítica, la degradación de Europa no se limita a Francia. Los Estados existen gracias a sus diversos intereses y a su soberanía nacional; una vez que aceptan el elemento de vasallaje involuntario, dejan de existir. Ha pasado mucho tiempo desde la Guerra Mundial, pero Europa sigue siendo un territorio ocupado por Estados Unidos.

En opinión de Todd, lo mejor que le podría pasar a Europa sería que Estados Unidos se retirara de todo el continente. Mientras que los euroatlánticos acostumbrados a la hegemonía de Washington y aquejados del síndrome de Estocolmo político podrían preguntarse «¿qué sería de nosotros entonces?», Todd ve una paz que resuena en un espacio europeo liberado del yugo estadounidense.

Por supuesto, cabe preguntarse si la salida de Estados Unidos de Europa requiere primero la guerra. La geopolítica ha vuelto al primer plano de las relaciones internacionales y la «gobernanza mundial» se encuentra en un estado de sombría transformación. ¿Quién determinará en última instancia el nuevo orden si y cuando la dominación de Occidente, según la hipótesis de Todd, llegue a su fin?

¡HACIA UNA NUEVA EDAD MEDIA!

 

El 2024 ha sido proclamado como el Año de la Familia en Rusia, aunque hoy en día no podemos hablar de la salud de la misma. Las cifras de divorcio, abortos y descenso de la natalidad son catastróficas, por lo que si queremos tomarnos en serio el Año de la Familia tendremos que recurrir a los clásicos rusos y dejar de lado tanto a los liberales como a los comunistas que lo único que han hecho es acelerar la desintegración de la familia. Es necesario dar un paso adelante y volver a nuestras raíces, pues desde un punto de vista histórico, sociológico y antropológico la familia es un concepto que se encuentra inextricablemente ligado al campesinado. Por «familia» se entiende en la sociedad rusa, en primer lugar, a la familia campesina unida por medio del matrimonio y viviendo juntos en un hogar común con todos sus hijos bautizados. A veces se incluía en la familia al ganado menor (o mayor, dependiendo del caso), la casa, el campo, los huertos, las herramientas agrícolas y demás utensilios, así como «trabajadores» (las palabras rebenok, niño, y rab, esclavo, tienen una misma raíz y significan «trabajadores menores» porque el deber de los niños es ayudar a su padre y su madre). En los pueblos nómadas existen, por supuesto, diferencias con respecto a la organización del territorio habitado por la familia: cada tribu, clan o linaje distribuía el territorio para el pastoreo de una forma fija, de ahí las tamgas que separaban los pastos en los diferentes clanes que habitaban las estepas eurasiáticas.

Ahora bien, la estructura de la familia también variaba con respecto a las castas militares y sacerdotales. Los guerreros y los sacerdotes vivían una existencia menos apegada a la tierra, ya que los guerreros se ocupaban de la guerra, y el sacerdote, por su parte, estaba más ligado a lo trascendente. Obviamente, estas tareas afectaban la misma estructura de las familias de las castas superiores. Por ejemplo, los «niños» no trabajaban, sino que se dedicaban a aprender el arte militar o leer y escribir sobre los libros sagrados. Las «niñas» esperaban el matrimonio el cuál era definido por los códigos culturales de las clases altas, siendo estos bastante más estrictos que los que dominaban en las clases bajas (siendo estos últimos bastante estrictos en el fondo). Las familias citadinas eran un caso especial, pues los pequeños artesanos y comerciantes a menudo provenían de familias campesinas que llevaban su modelo de vida familiar campesino a la ciudad. Los «niños» eran considerados como «jornaleros» y se los formaba en el arte u oficio de la familia. En cuanto a la moral, la familia urbana tradicional de tipo artesano o comerciante seguía los códigos de las clases altas de forma estricta y rigurosa. Así era la sociedad tradicional.

Sin embargo, en la Modernidad, con el nacimiento del capitalismo y la urbanización, comenzó el proceso de desintegración de la familia. El liberalismo y el comunismo ortodoxo negaron la existencia de la familia. Para el liberalismo la familia es un simple contrato, mientras que el comunismo consideraba a la familia una reliquia del sistema burgués. Hegel sostenía que la sociedad civil, ese espacio donde cada uno existía por sí mismo, era el gran destructor de la familia y consideraba que por medio de un proceso de desarrollo dialéctico de la historia la sociedad civil debía ser superada por medio del Estado, la única entidad capaz de salvaguardar la familia y protegerla en contra del individualismo tóxico. Posteriormente, el sociólogo alemán Werner Sombart planteó que las condiciones de vida de la burguesía urbana, sumada a la industrialización, crearon las condiciones para la desintegración de la familia. Sombart creía que eran las amantes citadinas de los burgueses las que habían impulsado el nacimiento del capitalismo y el liberalismo en la Modernidad. El campesinado era incapaz de sostener dos familias al mismo tiempo, mientras que el aumento de las ganancias individuales y la imposición del estilo de vida burgués facilitaron la existencia de amantes que vivían de las ganancias de sus patrocinadores. Según Sombart este fue un factor muy importante para que el capitalismo y la modernización de la sociedad europea exigiera, de forma vampírica, cada vez más y más recursos, lo que a su vez fomentó el progreso técnico, la innovación y el espíritu empresarial, destruyendo en el proceso cualquier moral colectiva.

Todo esto nos lleva a defender un regreso de Rusia a sus raíces, por lo que es imperativo plantear un reasentamiento masivo de la población y la desarticulación de las megaciudades actuales. El Estado tendrá que organizar la migración de las personas al campo, los suburbios y los pueblos pequeños bajo el lema «¡De vuelta a nuestra tierra natal!», ya que el campesinado es la matriz histórica de toda familia fuerte y numerosa (ya que es imposible escapar dentro del campo). Resulta imposible revivir una sin la otra. Por lo tanto, debemos construir de forma horizontal y no vertical, las últimas heladas de Año Nuevo demostraron como se vive en esos panales de hormigón modernos. Rusia debe crecer a lo ancho y no hacia arriba. El número de habitantes por ciudad no puede superar el millón de personas y eso solo en las capitales. El resto de la población debe distribuirse en otras partes. Este Año de la Familia debe llevar al reforzamiento de la ideología de Estado y el regreso a la tierra. Algunos se preguntarán si seguirá existiendo la industria y la tecnología, pero hoy en día la programación y el compartir los descubrimientos con otras personas se puede hacer desde nuestra propia casa gracias a internet. Además, el aire fresco y una familia cariñosa animan en los trabajos intelectuales. Por otra parte, se puede ir a trabajar a las ciudades por turnos, como sucede en el Norte, donde un grupo de ingenieros va a trabajar cada cierto tiempo en las terribles condiciones urbanas… y luego regresa a su hogar. Todos conocen la famosa frase de Berdiaev de una «Nueva Edad Media», pero son pocos los que comprenden la belleza que se oculta tras la misma.

Fuente: Aleksandr Duguin

FIN DE LA DERECHA Y LA IZQUIERDA, TRIUNFO DEL TURBOCAPITALISMO

 

Siguiendo las «aventuras de la dialéctica», como las calificó Merleau-Ponty, la transición al turbocapitalismo (o capitalismo absoluto-totalitario) se puede interpretar como el tránsito histórico desde una forma de capitalismo caracterizada por la presencia de dos clases (la burguesa y la proletaria) a una forma sin precedentes de capitalismo «post-clases», que ya no se distingue por la existencia de clases en sentido estricto (como subjetividad in se y per se) y, al mismo tiempo, se caracteriza por generar la máxima desigualdad. Este proceso evolutivo también ha determinado la razón profunda de la obsolescencia de la dicotomía derecha-izquierda, «dos palabras ahora inútiles».

Por capitalismo «posclasista», es decir, literalmente «sin clases», no debemos entender un modo de producción desprovisto de diferencias individuales y colectivas de saber, poder, renta y consumo. De hecho, estas diferencias aumentan exponencialmente en el contexto de la cosmopolitización neoliberal (cuyo motd´ordre es precisamente el lema «Desigualdad»). Pero no formando, in se y per se, «clases» como subjetividades conscientes y portadoras de diferencias culturales e ideales. Ya que como «clases», in se y per se, no se pueden considerar ni al Siervo nacional-popular ni al Señor global-elitista. Por paradójico que pueda parecer, justo cuando —Berlín, 1989— el capital comienza a volverse más clasista que nunca y a dar lugar a desigualdades más radicales que las experimentadas anteriormente, se van a ver eclipsadas las clases entendidas como grupos dotados de «in-se-idad» y «per-se-idad». Más concretamente, los proletarios no dejan de existir e incluso crecen en número, debido a la concentración cada vez más asimétrica del capital. Pero ya no poseen la «conciencia de clase» antagonista y, en rigor, el propio proletariado se convierte en «precariado», condenado a la flexibilidad y al nomadismo, a la movilidad y a la ruptura de todo vínculo sólido, según las nuevas necesidades sistémicas del turbocapitalismo. La clase burguesa, por su parte, pierde su conciencia infeliz y, junto con ella, también su condición material de existencia. Se proletariza y, desde 1989, se precipita paulatinamente en el abismo de la precariedad.

Mientras el sistema capitalista, en su fase dialéctica, se caracterizó por la división en dos clases y dos áreas políticas opuestas era, ab intrinseco, frágil. De hecho, estaba atravesado por las contradicciones y por el conflicto, como se manifestaba en la conciencia infeliz burguesa, en las luchas proletarias por el reconocimiento del trabajo, en las utopías futuro-céntricas de reorganización del mundo y por último, pero no menos importante, en el programa «redentor» de la izquierda (ya fuera socialista-reformista, o comunista-revolucionaria). Hegelianamente, el capital se encontraba en su propio ser-otro-de-sí, en su propio auto-extrañamiento que debía «superar» dialécticamente para poder coincidir plenamente consigo mismo en la forma de superación de su propia negación.

El Capital, como la sustancia sobre la que escribe Hegel, coincide con el movimiento de autoposición y con el proceso de convertirse en otro-de-sí–con-sí. Se trata, por tanto, de la igualdad autoconstitutiva después de la división. Para decirlo nuevamente con Hegel, es el volverse igual a sí a partir del propio ser-otro. Su esencia no es la abstracta Selbständigkeit, inmóvil igualdad consigo, sino «el hacerse igual a sí»: la identidad «con sí» no es dada, sino que se logra como resultado del proceso. Por este motivo, como el Espíritu que teoriza Hegel, el Capital también puede entenderse como das Aufheben des seines Andersseyn, «superación del propio ser otro». Al desarrollarse según el ritmo de su propio Begriff, es decir —siguiendo la Ciencia de la Lógica—, como realidad ontológica en desarrollo dialéctico, el capitalismo produce una superación tanto de las clases antagonistas, como de la dicotomía derecha-izquierda y, en perspectiva, de cualquier otro elemento dialéctico capaz de amenazar su reproducción.

En particular, este proceso, a lo largo de la pendiente que discurre de 1968 a 1989 y de ahí hasta nuestro presente, se desarrolla —como ha evidenciado Preve— subsumiendo bajo el capital toda la esfera de los antagonismos y de las contestaciones, tanto de la derecha (primero el tradicionalismo cultural y las protestas de la pequeña burguesía contra la proletarización), como —sobre todo— de la izquierda, ya sea democrática, socialista o comunista (reformismo keynesiano, prácticas redistributivas, welfarismo, praxis revolucionaria, utopía de reorganización igualitaria de la sociedad). Derecha e izquierda son dialécticamente «superadas» (aufgehoben), en sentido hegeliano. Y se transforman en partes abstractamente opuestas y concretamente intercambiables de la reproducción capitalista. Figuran como polos que, alternándose en la gestión del status quo, niegan la alternativa. Y engañan a las masas sobre la existencia de una pluralidad que, en realidad, ya ha sido resuelta para siempre en el triunfo predeterminado del partido único articulado del turbocapitalismo.

Por esta razón, la superación de la pareja adversaria derecha-izquierda no debe entenderse ni como el simple resultado de una «traición» de los dirigentes de la izquierda, ni como un sutil intento contemporáneo de la derecha radical de infiltrarse en el «mundo de los buenos«. Es, por el contrario, un proceso en realidad coesencial a la lógica dialéctica de desarrollo del capital. Y en síntesis, la incapacidad para interpretar correctamente el contexto real constituye el error de las aún generosas e ingenuas tentativas hermenéuticas del viejo-marxismo superviviente, guiado todavía de la ilusoria pretensión de superponer al turbocapitalismo los esquemas del anterior marco dialéctico ahora disuelto, cayendo así en el teatro del absurdo; un teatro del absurdo en cuyo escenario se seguiría representando el conflicto entre la burguesía y el proletariado, y en consecuencia, la izquierda podría ser «refundada» mediante un retorno al pasado injustamente olvidado (cuando la cruda verdad es que el conflicto realmente existente, a día de hoy, es el que tiene lugar entre «arriba» y «abajo», entre «el alto» de la oligarquía financiera y «el bajo» de las clases medias y los trabajadores, cada vez más reducidos a la miseria).

La izquierda no puede refundarse principalmente por dos razones: a) ha mutado el marco histórico (lo que, por tanto, requiere nuevos paradigmas filosófico-políticos que comprendan y contesten operativamente la globalización capitalista y el neoliberalismo progresista); b) alberga desde su origen en una parte de sí —como ha mostrado Michéa— un doble vulnus fundamental: 1) la concepción del progreso como necesaria ruptura con las tradiciones y con los vínculos precedentes, es decir, el elemento decisivo que la llevará indefectiblemente a adherirse al ritmo del progreso neoliberal; y 2) el individualismo iluminista heredado de la Ilustración, que desemboca necesariamente en la monadología competitiva neoliberal. La defensa del valor individual contra la sociedad del Antiguo Régimen se invierte en el individualismo capitalista y en su antropología monadológica, del mismo modo que el derrocamiento en bloque de las tradiciones genera la integración del individuo no ya en la comunidad igualitaria, sino en el mercado global de los bienes de consumo.

El fundamento del capitalismo absoluto-totalitario, en el contexto socioeconómico, ya no es la división entre la burguesía a la derecha y el proletariado a la izquierda. Y ni tan siquiera es, políticamente, la antítesis entre derecha e izquierda. El nuevo fundamentum del global-capitalismo es la generalización no clasista y onnihomologante de la forma mercancía en todas las esferas de lo simbólico y de lo real. Precisamente porque es absoluto y totalitario, el capitalismo supera y resuelve —en sentido capitalista, se entiende— las divisiones que amenazan de diversas maneras su reproducción. Por esta causa, el turbocapitalismo no es ni burgués ni proletario. Y tampoco es de derechas o de izquierdas. De hecho, ha superado y resuelto estas antítesis, válidas y operativas en su previa fase dialéctica .

Con el advenimiento del turbocapitalismo el proletariado y la burguesía son «superados» y «disueltos» —no «in se» y «per se», se diría con Hegel— en una nueva plebe posmoderna de consumidores individualizados y resilientes, que consumen mercancías con estúpida euforia y soportan con resignación desencantada el mundo subsumido bajo el capital, esto es, un mundo cada vez más ecológicamente inhabitable y antropológicamente deshumanizado. De ahí deriva la sociedad de Narciso, el posmoderno dios de los selfies, de los «autorretratos» de gente triste que se inmortaliza sonriendo.

De manera similar, derecha e izquierda son «superadas» y «disueltas» en una homogeneidad bipolar, articulada según la ahora traicionera alternancia sin alternativa de una derecha neoliberal teñida de azulina y una izquierda neoliberal teñida de fucsia. No luchan por una diferente y quizás opuesta idea de realidad, basada en órdenes de valores distintos y en sus cosmovisiones entre sí irreconciliables. Muy al contrario, compiten para realizar la misma idea de realidad, aquella decidida soberanamente por el mercado y el bloque oligárquico neoliberal, respecto a los cuales desempeñan ahora el papel de simples mayordomos, aunque con librea de diferente color. En lo alto, sobre el puente de mando, hay una nueva clase posburguesa y posproletaria, que no es de derecha ni de izquierda, ni burguesa ni proletaria. Es la clase del patriciado financiero cosmopolita que, más precisamente, es de derecha en la economía (competitivismo sin límites y mercantilización integral del mundo), de centro en la política (alternancia sin alternativa del centroderecha y del centroizquierda igualmente neoliberales), y de izquierda en la cultura (franqueza, desregulación antropológica y progresismo como filosofía del nunca más).

En resumen, el tránsito hacia la nueva figura del capitalismo absoluto-totalitario se desarrolla a lo largo de una trayectoria que nos acompaña desde 1968 hasta el nuevo milenio, atravesando la fecha crucial de 1989. De hecho, desde 1968 hasta hoy, el capitalismo ha «superado» (levantado) dialécticamente la contradicción que él mismo había provocado en la fase antitético-dialéctica, representada por el doble nexo de oposición entre burguesía y proletariado, y entre derecha e izquierda. Así, el hodierno capitalismo absoluto-totalitario se caracteriza: por un lado, por el eclipse del vínculo simbiótico entre las dos instancias de la «conciencia infeliz» burguesa y las «luchas por el reconocimiento del trabajo servil» proletarias; y por el otro, por la eliminación de la polaridad entre derecha e izquierda, ahora convertidas en las dos alas del águila neoliberal. El turbocapital ha «superado» aquellas antítesis, propias del momento del «inmenso poder de lo negativo» (o sea, del ser-otro-de-sí), y las ha «subsumido» bajo sí mismo, reconquistando la propia identidad con-sí en un nivel superior respecto al de la fase tética, en cuanto fruto del tránsito por el propio autoextrañamiento.