La política exterior del presidente de Francia Emmanuel Macron.

Según el presidente francés Emmanuel Macron, «France is back!». Lo proclama exactamente así… en inglés. Dice que Francia pretende desempeñar nuevamente un papel a escala internacional, luego de 10 años de confusión. Pero este presidente nunca ha explicado qué política pretende aplicar. Retomando elementos que ya ha mencionado desde Voltairenet, y situándolos de nuevo tanto en el contexto europeo como en la Historia de Francia, Thierry Meyssan analiza el viraje que acaba de iniciarse.

Brigitte, Emmanuel Macron, Donald, Melania Trump

Cuando Emmanuel Macron se presentó como candidato a la presidencia de la República Francesa, no sabía absolutamente nada en materia de relaciones internacionales. Su mentor, Jean-Pierre Jouyet, jefe de la Inspección General de Finanzas —un órgano de 300 altos funcionarios—, hizo que le impartieran una formación acelerada en la materia.

El prestigio de Francia se había debilitado considerablemente a causa de sus dos presidentes anteriores, Nicolas Sarkozy y François Hollande. Debido a su falta de prioridades y sus innumerables bandazos, la posición de Francia se veía «inconsistente». Así que Emmanuel Macron inició su mandato presidencial reuniéndose con la mayor cantidad posible de jefes de Estado y/o de gobierno, para mostrar que Francia estaba reposicionándose como potencia mediadora, capaz de conversar con todos.

Después de estrechar muchas manos y de asistir a numerosas cenas, Emmanuel Macron tenía que dar algún contenido a su política. Jean-Pierre Jouyet propuso mantenerse del lado de los atlantistas, apostando por los demócratas estadounidenses que —según Jouyet— deberían acabar por retornar a la Casa Blanca, quizás incluso antes de las elecciones de 2020. O sea, mientras que los británicos salen de la Unión Europea, Francia fortalece estrechamente su alianza con Londres y conserva a la vez sus vínculos con Berlín. Habría que reenfocar la Unión Europea hacia la gobernanza del euro, poner fin al libre intercambio con los socios que no lo respeten y crear grandes empresas de internet capaces de rivalizar con las llamadas GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon). Habría que dotarse también de une defensa común contra el terrorismo y, junto a sus aliados, implicarse en la lucha contra la influencia rusa. Francia proseguiría además su acción militar en el Sajel y el Levante.

En septiembre de 2017, Jean-Pierre Jouyet fue nombrado embajador de Francia en Londres. En enero de 2018, Francia y el Reino Unido reactivaban su cooperación diplomática y militar. También en enero, el Reino Unido y Francia formaban una instancia secreta, el «Pequeño Grupo», para reactivar la colonización franco-británica del Levante.

Esta política, que nunca se ha debatido públicamente, pasa por alto tanto la Historia de Francia como el reclamo alemán de desempeñar un papel político internacional más importante. La cuarta economía del mundo sigue viéndose relegada —70 años después de su derrota militar— a un papel secundario.

En cuanto al mundo árabe, el presidente Emmanuel Macron —graduado de la Escuela Nacional de Administración (ENA) y ex-asalariado de Rothschild & Cie— adoptó el enfoque de sus dos consultantes en la materia: el franco-tunecino Hakim El Karoui —otro ex-asalariado de Rothschild & Cie— sobre lo concerniente al Magreb y el ex-embajador de Francia en Damasco Michel Duclos —otro graduado de la ENA— en lo tocante al Levante. El Karoui no es un producto de la integración republicana sino de la alta burguesía transnacional. Es un hombre que exhibe un discurso republicano en el plano internacional mientras que plantea un discurso diferente —comunitario— en el plano interno. Duclos es un auténtico neoconservador, formado en Estados Unidos —en tiempos de la administración de Bush Jr.— por Jean-David Levitte.

Pero El Karoui todavía no ha entendido que la Hermandad Musulmana es un instrumento del MI6 británico y Duclos aún no comprende que Londres sigue sin digerir los acuerdos Sykes-Picot-Sazonov, que le costaron la mitad de su imperio en el Medio Oriente. Al ignorar esos factores, El Karoui y Duclos no ven problema alguno en la nueva «Entente Cordiale» de Macron con Theresa May.

Sergei Sazonov

Ya se perciben ciertas incoherencias en esta política. En aplicación de las decisiones del «Pequeño Grupo», Francia ha vuelto a la costumbre que tenía el equipo del hoy ex-presidente Hollande y que consiste en prestar su voz en la ONU a las posiciones de sus empleados de la oposición siria (los que se identifican con la bandera del mandato francés sobre Siria).

Pero la situación ha cambiado mucho. La carta del actual presidente de la «comisión siria de negociación», Naser al-Hariri, carta que Francia presentó en su propio nombre en el Consejo de Seguridad de la ONU, injuria no sólo a Siria sino también a Rusia. O sea, al hacerse portadora de esa carta, Francia acusa a una de las dos principales potencias del mundo de cometer crímenes contra la humanidad, contradiciendo con ello la posición «mediadora» que supuestamente Francia tendría que mantener como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Si bien Moscú optó por ignorar esa torpeza diplomática de París, la respuesta de Damasco, en cambio, fue tajante.

En definitiva, la política de Emmanuel Macron no difiere de las que aplicaron Nicolas Sarkozy y François Hollande, aunque, debido a la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca, esta política de Macron se apoya más en el Reino Unido que en Estados Unidos. El nuevo presidente de Francia da continuación a la idea de proporcionar a sus transnacionales una reactivación económica, pero no en Francia sino en su antiguo imperio colonial. Es la misma opción que adoptó en otros tiempos el socialista Guy Mollet, uno de los fundadores del Grupo de Bilderberg.

Guy Mollet

En 1956, como primer ministro de Francia, Guy Mollet se alió con Londres y Tel Aviv para conservar el control sobre el Canal de Suez, nacionalizado por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Guy Mollet llegó a proponer a su homólogo británico, Anthony Eden, que Francia se convirtiera en miembro del Commonwealth, jurando fidelidad a la Corona británica, y que los franceses adoptaran el mismo tipo de ciudadanía que los irlandeses del norte. Ese proyecto de renuncia a la República e integración de Francia al Reino Unido, bajo la autoridad de la reina Isabel II, nunca se discutió públicamente.

Anthony Eden en 1957

¿Qué importa el ideal de igualdad de derechos que la Revolución Francesa proclamara en 1789? ¿Qué importa la condena del colonialismo expresada por el Pueblo francés ante el golpe de Estado abortado en 1961? Para el Poder, la política exterior no es una cuestión de democracia.

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