Davos y la OMS: hacia una dictadura sanitaria global (y II)

 

En su 77ª Asamblea, que se celebrará dentro de tres meses, la OMS pretende modificar el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y aprobar un Tratado de Pandemias para crear una verdadera dictadura sanitaria que convertiría la pesadilla que nos han hecho vivir durante el covid en algo recurrente. Las negociaciones se están llevando a cabo con sigilo, para evitar que salgan a la luz pública, y con una prisa inusitada, para dejar todo bien atado antes de las elecciones norteamericanas de noviembre de 2024, no se vaya a producir un cambio de gobierno hostil al golpe de la OMS. Lo más grave es que se está hurtando del debate público algo que afectaría profundamente a nuestra vida cotidiana, a nuestra libertad, salud y economía. Naturalmente, tampoco quieren que se someta a votación: se trata de una decisión que se quiere tomar a espaldas de los afectados, sin que éstos se enteren y sin que puedan opinar. La amenaza es muy seria y está siendo ignorada, cómo no, por los medios de comunicación.

¿Qué es la OMS y qué pretende?
La OMS es una organización de financiación público-privada crecientemente controlada por intereses privados y ocultas agendas de poder que posee un historial muy cuestionable sazonado de sospechas de colusión con la industria farmacéutica. De modo revelador, las cuotas de los países miembros sólo cubren el 17% de su presupuesto mientras el 83% proviene de «donaciones voluntarias»[1], la mayor parte de las cuales son finalistas, esto es, destinadas por el donante a un fin concreto que él mismo elige. Por este orden, los cinco mayores donantes voluntarios son EEUU, Alemania, la Fundación Bill & Melinda Gates, GAVI (Alianza Global de Vacunas e Inmunización) y la Comisión Europea[2]. A su vez, GAVI, que adquiere vacunas a la industria farmacéutica para distribuirlas por todo el mundo, fue creada gracias a la Fundación Gates, su principal financiador[3].

El cambio que quiere realizar la OMS es de enorme calado. En efecto, el Reglamento Sanitario Internacional vigente se limita a sugerir recomendaciones no vinculantes. Pues bien, ahora se pretende que dichas recomendaciones se conviertan en normas vinculantes de obligado cumplimiento para los Estados miembros transfiriendo así el poder de decisión a la propia OMS (la «autoridad coordinadora») y concentrando el poder en una sola persona, el director de la OMS, que podría obligar a imponer confinamientos, la cuarentena y aislamiento de individuos, la exigencia de exámenes médicos obligatorios y vacunación obligatoria, el cierre de fronteras, la imposición de mascarillas o la vigilancia y seguimiento de individuos afectados[4].

El sistema de incentivos es perverso. Si el director de la OMS tiene la facultad de declarar arbitrariamente una pandemia y así obtener un poder enorme (y las empresas farmacéuticas un beneficio desorbitado), ¿cómo no esperar que declare pandemia tras pandemia para beneficio de sí mismo, de la propia OMS y de la industria farmacéutica?

La aprobación de las nuevas normas significaría repetir una y otra vez (pero de forma más draconiana) las dañinas medidas que fracasaron estrepitosamente durante el covid, pero que supusieron un rotundo éxito para las empresas farmacéuticas y para los yonquis del poder. En efecto, a éstos les sorprendió la facilidad con que se podía encerrar a los ciudadanos, obligarles a llevar inútiles mascarillas en lugares absurdos, inyectarles unas vacunas experimentales y que ellos mismos se las inyectaran a sus hijos y dejar que sus familiares murieran solos en los hospitales sin que nadie protestara. Descubrieron, en fin, que una población asustada abdica fácilmente de su libertad, de su dignidad y de su capacidad de razonar, y han decidido aprovechar la «oportunidad» (expresión utilizada por Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial). De aquellos polvos vienen estos lodos.

El proyecto de la OMS planea también la creación de una red de bio-vigilancia global, incentiva la aprobación rutinaria de vacunas de uso de emergencia (causa de la ineficacia y mortandad provocada por las «vacunas» covid), y prevé programas de vacunación masiva sin consentimiento informado, como durante el covid[5]. Más grave aún es que la OMS parece promover la investigación de ganancia de función, tecnología mediante la que los científicos juegan con fuego mutando virus que encuentran en animales para hacerlos contagiosos a los humanos y aumentar su patogenicidad. Éste es con toda probabilidad el origen del SARS-CoV-2.

Finalmente, la OMS propone eliminar la protección de los derechos humanos del artículo 3 del RSI. ¿Dónde quedan el derecho a la privacidad y a la libertad de movimientos, de expresión y de opinión[6] Desaparecen, no en balde la OMS insiste en que los Estados se comprometan a combatir la «desinformación», es decir, a censurar toda voz contraria al relato oficial. Dado que la censura siempre es una violencia ejercida para silenciar la verdad, parece que la OMS prevé que actuará desde la mentira, y no quiere testigos.

Conviene recordar que la principal fuente de desinformación durante el covid fue precisamente el relato oficial propagado por el contubernio político-mediático-farmacéutico y la propia OMS. Por el contrario, quienes, basándonos en análisis estadísticos, en la mejor evidencia científica y en la lógica, alzamos la voz ante tanto abuso, tanta mentira y tanta manipulación, fuimos acusados de desinformar. ¿Quién defendía la verdad?

La OMS como fuente constante de desinformación
La OMS sabe mucho de desinformación. Primero se hizo eco de las mentiras del gobierno chino negando que el virus se transmitiera de persona a persona[7] y defendiendo un fantasioso origen natural zoonótico[8], premisa falsa de la que parte todo. Hoy existen pocas dudas de que el origen del covid fue un escape de laboratorio, como afirma el FBI[9] y una miríada de informes[10] y dictaba la lógica[11]. También se sabe que en los trabajos del Instituto de Virología de Wuhan estaban involucrados instituciones y científicos de EEUU, uno de los cuales fue elegido por la OMS como parte de la misión de «investigación» que envió a China como tapadera[12]. Dicho de otro modo, esto podría indicar que la OMS participó en el encubrimiento.

La OMS también contribuyó a propagar el principal bulo de la pandemia, esto es, la exageración deliberada de la mortalidad del covid para aterrorizar a la población y promover la sumisión y la posterior vacunación. Así, llegó a afirmar que la letalidad del virus (CFR) era el 3,4%[13] cuando en realidad la letalidad IFR (la verdaderamente relevante) era del 0,03% para menores de 60 años[14] (la centésima parte de lo que afirmaba la OMS) y del 0,07% para menores de 70.

Asimismo, la OMS pasó de afirmar que no existía evidencia científica que apoyara el uso de mascarillas[15] a recomendar su uso[16] sin más explicaciones, y, cómo no, publicitó las vacunas y terapias genéticas que enriquecieron a sus amigos de la industria farmacéutica tildándolas aún hoy de «seguras» a pesar de los abrumadores datos sobre su peligrosidad.  

La OMS fabrica plandemias donde no las hay
Para justificar la necesidad de estos cambios, la OMS, gran beneficiaria de la Cultura del Miedo, exagera el riesgo real de ocurrencia e impacto de las plandemias, pues contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, las plandemias graves son una rareza en la Historia[17]. De hecho, la última fue la llamada gripe española de 1918, que se cebó en los jóvenes. Aunque es cierto que la mayoría no murió de gripe sino de la neumonía bacteriana subsiguiente en una época en la que aún no existían antibióticos[18], se estima que la pandemia de 1918 provocó la muerte de entre un 1,5% y un 2,5% de la población mundial en dos años, una tasa de mortalidad bruta hasta 27 veces superior a la del covid. La diferencia fundamental entre las dos plandemias, sin embargo, es que la primera fue espontánea y natural, mientras que la segunda, recuerden, fue un escape de un laboratorio biológico gubernamental.

La OMS posee un largo historial de falsas alarmas y de colusión con los intereses de la industria farmacéutica. Por ejemplo, en el 2005 declaró una pandemia de gripe aviar que nunca llegó a transmitirse entre seres humanos y sólo causó 74 muertos en todo el mundo en dos años. Ello no fue óbice para que, animados por la OMS, los gobiernos compraran millones de medicamentos a las grandes farmacéuticas, que caducaron apilados en almacenes.

En 2009 volvió a la carga y declaró una plandemia de gripe porcina. Un mes antes había modificado la definición de pandemia de modo que sólo existiera un requisito (contagiosidad) y no dos (contagiosidad y letalidad). Así, la OMS podría declarar una pandemia, aunque se tratara de una enfermedad leve y sin importancia. El mejor resumen del escándalo de la gripe porcina (o gripe A) lo hizo un conocido periodista español al hacerse eco de la denuncia ante el Consejo Europeo de un epidemiólogo que acusaba al lobby farmacéutico y a la propia OMS de crear una ola de histeria adrede. El periodista acertó al afirmar que el pánico que había recorrido el mundo «no había sido espontáneo sino planificado» (¿les suena?) y acusar a los gobiernos, «hábilmente pastoreados por los lobbies farmacéuticos», de comprar millones de inútiles vacunas por culpa «del negocio más repugnante: el negocio del miedo»[19]. Supongo que en aquel entonces los «negacionistas» eran los buenos.

Desde 2005, la OMS ha declarado seis pandemias o Public Health Emergencies of International Concern además del covid. ¿Recuerdan alguna? La última fue la viruela del mono (dos titulares y 177 muertos en todo el mundo en dos años). Esto supone una supuesta «pandemia» cada dos años y medio, y en todas ellas la OMS obtendría poderes casi absolutos.

La dictadura sanitaria y el globalismo
El mal se nutre de la incredulidad de aquellos que se resisten a creer en su existencia. De ello se aprovechan los yonquis del poder en su afán de dominación y muy particularmente el movimiento globalista, cuyo objetivo no es suplantar a las democracias occidentales sino superponerse a ellas. De este modo, las masas se contentan con una apariencia de democracia (distraídos por debates superfluos sobre asuntos secundarios) mientras lo verdaderamente relevante es decidido a puerta cerrada por una sedicente élite. Su campo experimental por antonomasia es la UE, en la que el electo Parlamento Europeo parlotea de forma inconsecuente mientras quien toma todas las decisiones es la Comisión no electa sometida a poderes fácticos que se mueven en la sombra.

Este movimiento globalista es como un golpe de Estado a cámara lenta que socava los Estados-nación y empodera organizaciones supranacionales de corte tecnocrático, más opacas y corruptibles y alejadas del foco de atención del público. En este sentido, la OMS es sólo un instrumento más: a la desproporcionada influencia de la Fundación Bill & Melinda Gates se une el oscuro influjo de los megalómanos de Davos, que tan fervientemente apoyan el (su) Tratado de Pandemias[20].

La OMS y el globalismo van de la mano. Por ejemplo, la OMS hace hincapié en la «desinformación» y el Foro Económico Mundial designa inmediatamente la «desinformación» como el mayor riesgo global de 2024[21] y la obediente presidenta de la obediente Comisión Europea se hace eco de ello[22]. Por cierto, en esta última reunión de Davos participó el director de la OMS con instrucciones de no mencionar el Tratado de Pandemias en su discurso[23].

La alianza entre la OMS y el globalismo es especialmente patente en el caso de la implantación de una identidad digital como herramienta de control de la población, una vieja obsesión de la Fundación Gates y del propio Foro Económico Mundial. En este sentido, en junio del 2023 la OMS se asoció con la Comisión Europea para implementar una identidad digital global a imitación del pasaporte sanitario[24] basado, no lo olviden, en la mentira de que las vacunas prevenían el contagio y la transmisión del covid (una falsedad desde un principio[25]). El Foro Económico Mundial de Davos va más allá, pues en un documento de 2022 fantasea con la idea de una identidad digital que sería utilizada para realizar compras, monitorizar la actividad online, mostrar el historial médico, abrir una cuenta bancaria, acceder a los servicios sanitarios o viajar[26], lo que facilitaría la hipotética creación de un sistema de crédito social como en China.

La OMS y el globalismo quieren implantar un poder dictatorial para sí mismos, un enriquecimiento ilícito para unos pocos y un control tiránico y claustrofóbico para el resto de nosotros. A pesar del sigilo con el que se está llevando a cabo este verdadero golpe de Estado, la alarma creciente en todo el mundo[27] y las discusiones entre ellos sobre cómo repartirse el botín están haciendo tambalear el proceso, como reconocía abiertamente ese títere, aspirante a dictador, que dirige la OMS[28]. Sin embargo, no podemos bajar la guardia. Nos encontramos ante una amenaza sin precedentes.

Bangladesh se sumerge en una auténtica revolución de colores.

 
Estados Unidos: la escultura del diablo que develaron en Detroit

La guerra híbrida contra Bangladesh es en realidad parte de la guerra híbrida más amplia contra la India que están librando los liberal-globalistas gobernantes de EEUU por razones ideológicas.
«Hace menos de dos semanas se afirmó que "los disturbios en Bangladesh no son una revolución de color, pero podrían convertirse fácilmente en una", que es precisamente lo que ha ocurrido desde entonces. El movimiento de protesta indígena liderado por estudiantes consiguió lo que quería en un principio después de que el Tribunal Supremo redujera drásticamente sus odiadas cuotas de empleo en el gobierno, tal y como exigían, pero los disturbios han empeorado. Evolucionó hasta convertirse en una auténtica Revolución de Colores, caracterizada por una oleada de terrorismo urbano llevado a cabo por un variopinto grupo de alborotadores».

Algunos estudiantes siguen implicados en el movimiento que crearon a principios de junio después de que los tribunales restablecieran el mencionado sistema de cuotas tras un paréntesis de varios años, que finalmente fue recortado como se ha escrito anteriormente, pero ahora también implican a miembros radicales de la oposición y a delincuentes. Su última exigencia es la dimisión de la recién reelegida primera ministra Sheikh Hasina, que cumple un histórico cuarto mandato consecutivo tras las elecciones de enero, lo que convierte a este movimiento en un cambio de régimen.

El analista indio Surya Kanegaonkar resumió la secuencia de los acontecimientos en un tuit informativo publicado aquí el domingo, que coincide con la visión mencionada en el análisis hipervinculado de la introducción, pero que la amplía añadiendo más detalles sobre el modus operandi de Estados Unidos. También remitió a la gente al artículo de Aayushi Rana del mismo día titulado «Fake Voices Fuel Real Fury: Ulterior Motives Of Foreign Entities in Bangladesh Student Protests», que merece la pena leer junto con su tuit.

Lo esencial es que una combinación de sanciones contra el partido gobernante, personas influyentes en las redes sociales conectadas con la oposición radical, bots, noticias falsas y activistas locales cultivados en Occidente fueron utilizados como armas para castigar a Hasina por su política exterior y avanzar en el objetivo de crear un Estado cristiano sustituto. Esto último es poco probable debido a la capacidad de resistencia de los servicios de seguridad y de su Estado, pero eso no significa que Estados Unidos no intente poner en práctica su proyecto geopolítico en la coyuntura estratégica del sur y el sudeste asiáticos.

A medida que continúe la violencia, es probable que se impongan más sanciones selectivas contra el partido gobernante, que podrían llegar a ser también sectoriales si Estados Unidos decide utilizar como arma su importación a gran escala de productos textiles bangladeshíes para provocar una crisis económica con el fin de radicalizar a más miembros de la sociedad contra el gobierno. También existe la posibilidad de que la oposición radical recurra a ataques terroristas tradicionales, como atentados con bomba, para maximizar el caos en medio de su actual oleada de terrorismo urbano en las calles contra la policía y los hindúes.

Las implicaciones de este peor escenario para India son que más personas podrían intentar huir a través de la frontera, empeorando así las tensiones entre la población local y los recién llegados, que ya es un problema en algunas partes de India desde hace tiempo. Además, el protagonismo mediático mundial de ese aspecto humanitario de la crisis bangladeshí podría servir para desprestigiar aún más la reputación de India en Occidente, complementando así los esfuerzos existentes impulsados por el escándalo del asesinato especulativo del año pasado.
Entendida de este modo, la guerra híbrida contra Bangladés forma parte en realidad de la guerra híbrida más amplia contra India que están librando los liberal-globalistas gobernantes (o sea satánicos) en Estados Unidos por razones ideológicas (sirven a Satanás), cuyos objetivos contradicen los de sus rivales conservadores-nacionalistas encargados de formular políticas que respetan a la India como socio. Las implicaciones son inmensas y es que el primer ministro Narendra Modi, podría verse obligado a endurecer su postura hacia Occidente a pesar de sus intenciones de normalizar y posteriormente ampliar las relaciones.

Es imposible en este momento predecir exactamente lo que sucederá a continuación en Bangladés, aparte de reafirmar la improbabilidad de que este complot de cambio de régimen en toda regla tenga éxito. Probablemente se derramará mucha más sangre antes de que todo termine, sea cuando sea, y es posible que el país esté entrando en una fase muy oscura que podría durar algún tiempo. No obstante, Bangladés siempre puede contar con sus estrechos socios indios y rusos, cuyo apoyo le ayudará a capear esta guerra híbrida provocada por Occidente.

¿Cuál es el mejor camino para Bangladés tras el sorprendente éxito de su cambio de régimen?

Lo que acaba de suceder en Bangladés es ominosamente similar al «EuroMaidan» de 2014 en Ucrania, donde los agravios legítimos dieron lugar a un movimiento de protesta a nivel nacional que luego fue cooptado por oportunistas políticos, radicales y fuerzas externas para llevar a cabo un cambio de régimen como Occidente quería.

La primera ministra bangladeshí, Sheikh Hasina, acaba de dimitir y huyó del país el lunes, cuando los alborotadores asaltaron su palacio, lo que llevó al jefe militar Waker-uz-Zaman a declarar un gobierno de transición y una investigación sobre las muertes que se produjeron a lo largo de los disturbios de este verano. También dijo que no se impondría la ley marcial si el país volvía a la paz, aunque eso está por ver. He aquí algunos antecedentes de esta rápida secuencia de acontecimientos:

En el último artículo mencionado se daba por sentado que los militares recurrirían a todos los medios necesarios para mantener la ley y el orden, pero finalmente no fue así después de que se negaran a utilizar la fuerza letal para impedir que un gran número de alborotadores irrumpieran en el palacio presidencial. No está claro si fueron consideraciones humanitarias/morales o el temor a las sanciones occidentales, pero en cualquier caso, ese fallo fue el responsable de que se predijera erróneamente que el cambio de régimen no tendría éxito.
«Lo que acaba de suceder en Bangladés es ominosamente similar al «EuroMaidan»" de 2014 en Ucrania, donde los agravios legítimos dieron lugar a un movimiento de protesta a nivel nacional que luego fue cooptado por oportunistas políticos, radicales y fuerzas externas para llevar a cabo un cambio de régimen como Occidente quería. A diferencia de Ucrania, sin embargo, los militares están liderando la transición política y podrían así ayudar a estabilizar el país en lugar de permitir que se convierta en un agujero negro de caos regional (ya sea de inmediato o más adelante)».

Aun así, cabe mencionar otra comparación, y es que el bando vencedor en Bangladés culpa a la India de apuntalar al que ellos consideran su «dictador» ahora derrocado, al igual que el bando vencedor en Ucrania dijo lo mismo sobre el apoyo previo de Rusia a Viktor Yanukovich. Independientemente de cuál sea la política exterior prevista del ejército durante el ínterin, es probable que capitule ante la presión pública para, al menos, distanciarse un poco de la India en aras de restaurar la estabilidad en las calles.

En consecuencia, la investigación prometida también podría implicar convenientemente a Hasina y a sus allegados en las muertes de este verano para encubrir el papel del bando vencedor en todo esto, al igual que la investigación posterior al «Maidan» de Ucrania culpó a Yanukóvich y los suyos (aunque más tarde se supo más de la verdad). Dependiendo de cómo se desarrolle todo y de su ritmo, Bangladés podría volver a su anterior papel de espina clavada en el costado de India, que podría adoptar la forma de acoger a grupos que Delhi designara como terroristas.

El noreste de la India se vio afectado por una breve pero muy intensa ronda de disturbios el verano pasado en Manipur, sobre la que los lectores pueden obtener más información aquí y aquí, y esto recordó a los responsables políticos lo vulnerable que es esa diversa parte de su país a la inestabilidad causada por la afluencia de diferentes grupos demográficos. Los kukis cristianos de Myanmar se enfrentaron a los indígenas hindúes meiteis en Manipur, mientras que los bangladeshíes musulmanes ya se habían enfrentado anteriormente a grupos indígenas en los estados limítrofes del noreste de la India.

La segunda línea de fractura mencionada es excepcionalmente peligrosa debido a que Bangladés es un Estado independiente, a diferencia de la llamada «Kukilandia» que los grupos separatistas quieren esculpir en la región con el apoyo de Occidente. En consecuencia, cualquier violación percibida de los derechos de su población —incluidos los de los inmigrantes ilegales— podría agravar las tensiones bilaterales, con el consiguiente riesgo de una guerra regional. Para ser claros, éste es sólo el peor escenario posible, y la gente no debería temerlo en este momento.

No obstante, cualquier movimiento en esa dirección podría provocar una grave crisis de seguridad para India, que Estados Unidos y China podrían aprovechar de distintas formas: el primero, mediante el apoyo a las fuerzas armadas y a grupos no estatales potencialmente afiliados activos en India, y el segundo, mediante una posible base. Después de todo, si Bangladés llega a temer a India o, al menos, fabrica artificialmente tal percepción, se deduce naturalmente que podría intentar «equilibrar» a India ampliando ampliamente los lazos militares con China.

«La mejor manera de avanzar sería que la situación interna se estabilizara y que Bangladés mantuviera las políticas favorables a India de su gobierno anterior, aunque es poco probable que eso se materialice por las razones que se han explicado. La segunda mejor posibilidad es que se enfríen los lazos con India, pero que no se produzca una desconfianza mutua de Estado a Estado. Y, por último, el peor escenario posible es que las relaciones se deterioren, tras lo cual Estados Unidos y China lo aprovechen a su manera para ejercer presión sobre India (coordinada o no)».

La violencia política tras el golpe de Estado en Bangladés es un mal presagio para su futura dirección.

Aparte de la violencia política retributiva y de los ataques contra la minoría hindú, los alborotadores también atacaron símbolos y lugares asociados al Padre de la Nación que llevó a Bangladés a la independencia, lo que envía un mensaje escalofriante sobre lo que tienen en mente para el futuro de su país.

La dimisión el lunes de la primera ministra bangladeshí, Sheikh Hasina, y la sustitución de su gobierno por una administración provisional dirigida por militares fue seguida de una oleada de violencia política. Se tomó el Parlamento, se asaltó el palacio de Hasina, se saquearon algunas oficinas del antiguo partido gobernante y las casas de sus miembros, y se atacó a la minoría hindú. A pesar de ser lamentable, la violencia política retributiva y el ataque a las minorías son previsibles en situaciones «revolucionarias».

Lo que pocos podían prever, sin embargo, es que también se atacaran símbolos del Sheikh Mujibur Rahman, conocido como «Bangabandhu» y venerado como Padre de la Nación. Esto incluyó actos vandálicos contra sus estatuas y murales, así como la quema de su museo conmemorativo en la capital, que solía ser su hogar y desde donde declaró la independencia de Bangladés. Aunque era el padre de Hasina, no es culpable de los crímenes de los que la acusan los llamados «manifestantes pacíficos prodemocracia».

Algunos le odiaban por su laicismo y su alineación no occidental, lo que explica su asesinato en 1975 y el golpe militar que le siguió, pero gran parte de esa ira ha pasado ya que la mayoría de la población ni siquiera había nacido entonces y, por tanto, no tiene ningún recuerdo personal de él. Independientemente de la opinión que cualquier bangladeshí pueda tener sobre su política, Bangabandhu sigue siendo el Padre de la Nación, y atacar sus símbolos durante los últimos disturbios es un mal presagio para el futuro de Bangladés.

Sólo los extremistas religiosos y políticos atacarían sus símbolos, lo que desacredita las afirmaciones de los participantes de que son «manifestantes pacíficos en favor de la democracia» y da crédito a las de Hasina de que en realidad son fuerzas radicales contrarias al Estado. Lo ocurrido tiene todas las características del Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) y sus aliados. Se les ha acusado de retozar con extremistas religiosos y de ser radicales políticos, afirmaciones que no carecen de fundamento.

El fundador del partido, Ziaur Rahman, aplicó políticas islamistas al llegar al poder dos años después del asesinato de Bangabandhu y luego pivotó hacia Occidente (incluidos sus entonces socios árabes y chinos). La rivalidad entre el BNP y la Liga Awami (AL) de Bangabandhu se ha mantenido constante desde entonces, al igual que la amenaza que supone el movimiento Jamaat-e-Islami (JEI), polémico desde el punto de vista legal y formado por leales a Pakistán que más tarde se aliaron con el BNP debido a sus políticas islamistas.

Sin embargo, atacar los símbolos de Bangabandhu de una forma tan notoria en este momento crucial de la historia nacional envía el mensaje de que la violencia política continuará, sin que ninguno de los partidarios del AL esté a salvo. A menos que los militares puedan restablecer el orden, y es demasiado pronto para saberlo aunque todo parece ir en esa dirección, el BNP-JEI podría emprender una matanza contra la AL. Podría producirse entonces un éxodo masivo a India, con el riesgo de desestabilizar unas regiones fronterizas ya de por sí tensas demográficamente.

Incluso si ese oscuro escenario no se materializa, está claro que los soldados de a pie del BNP-JEI no estarán contentos hasta que su país borre el legado de laicismo y alineamiento con India de la AL. Al fin y al cabo, eso es precisamente lo que representa Bangabandhu, por lo que atacar sus símbolos transmite su odio hacia esas políticas e implica que cierto nivel de malestar podría continuar mientras sigan en vigor. Bangladesh tiene el derecho soberano de promulgar las políticas que quiera, pero no debe hacerlo bajo presión. 

«Es demasiado pronto para predecir si el BNP-JEI conseguirá todo lo que quiere, pero el parlamento en el que el BNP no participó por boicotear las elecciones de enero acaba de ser disuelto y su líder encarcelado fue liberado justo después, por lo que es probable que esté preparado para desempeñar un papel en la administración provisional antes de las nuevas elecciones. En ese caso, el BNP y sus soldados de a pie del JEI tendrían muchas más posibilidades de presionar a las autoridades para que distanciaran de algún modo a Bangladés de la India, lo que podría agravar las tensiones regionales».

Análisis de la secuencia del cambio de régimen que derrocó al Primer Ministro de Bangladés, que llevaba mucho tiempo en el cargo

He aquí cómo se desarrolló todo desde el comienzo de las protestas estudiantiles de este verano, inicialmente pacíficas, contra la reimposición por el poder judicial de un polémico sistema de cuotas de empleo en el gobierno, hasta la oleada de terrorismo urbano que finalmente obligó a la dirigente del país, que llevaba mucho tiempo en el cargo, a huir a la India para salvar su vida.

Los consumidores ocasionales de noticias no saben mucho de Bangladés, aparte de que es un país del sur de Asia que acaba de experimentar un cambio de régimen, pero también es el octavo país más poblado, con una de las mayores industrias textiles del mundo y una posición geoestratégica de primer orden. Bangladés limita con los estados del noreste de la India, unidos al «continente» por el «cuello de pollo», que sólo tiene entre 12 y 14 millas de ancho en su parte más estrecha, y algunos de estos mismos estados llevan años sufriendo disturbios etnoseparatistas.

El Corredor de Siliguri («cuello de pollo»), es una pequeña extensión de tierra que conecta los estados del noreste de la India con el resto del territorio
«Sheikh Hasina, ex primera ministra de Bangladés durante muchos años, fue una aliada de facto de la India a pesar de cultivar estrechos lazos con China y Estados Unidos. Compartía la visión del primer ministro indio, Narendra Modi, sobre el desarrollo regional y, por tanto, permitió a su país derechos de tránsito a través del suyo para facilitar el comercio con sus Estados del noreste. Además, Hasina impidió que su país fuera utilizado por grupos militantes afines calificados de terroristas por Delhi, y también tomó medidas enérgicas contra los radicales religiosos».

Aunque la economía bangladeshí creció rápidamente bajo su liderazgo, recurrió a la mano dura para mantener la estabilidad interna, lo que disgustó a un número cada vez mayor de jóvenes de inclinación islamista que consideraban las causas judiciales de su gobierno contra la oposición como «lawfare antidemocrático». Las controvertidas tácticas de los servicios de seguridad agravaron inadvertidamente la disidencia interna y, en última instancia, provocaron sanciones selectivas por parte de Estados Unidos, que ya empezaba a estar descontento con su equilibrio multipolar.

En los últimos catorce meses han empeorado sus lazos con Estados Unidos, después de que en abril de 2023 acusara a este país de fomentar un cambio de régimen en su contra, y de que en noviembre Rusia expresara su preocupación por la posibilidad de que orquestara una Revolución de Colores durante las elecciones de enero de 2024, que la oposición boicoteó. Hace menos de tres meses, Hasina insinuó con rotundidad que Estados Unidos era el país occidental al que acusaba de conspirar para crear un Estado cristiano proxy en la región, después de que ella rechazara su petición de una base naval.

Poco después, el Tribunal Superior restableció a finales de junio el polémico sistema de cuotas de empleo del Gobierno que había sido declarado ilegal en 2018, lo que sirvió de detonante para que un amplio sector de la población se movilizara en las calles contra esa decisión. Este movimiento fue impulsado inicialmente por los estudiantes, pero rápidamente fue cooptado por miembros oportunistas de la oposición, elementos de la sociedad civil cultivados en Occidente y radicales religiosos, lo que culminó con su dimisión y huida esta semana:

Los análisis precedentes documentan la secuencia del cambio de régimen que tuvo lugar, que continuó después de que se redujera el sistema de cuotas y tuvo éxito debido a que los alborotadores apostaban a que las fuerzas armadas no recurrirían a la fuerza letal para impedir que un gran número de ellos asaltara el parlamento y su palacio. También participaron en ellos bangladeshíes de a pie sin relación con la oposición, radicales religiosos y fuerzas extranjeras, enfurecidos por las imágenes descontextualizadas de la violencia del Estado contra los «manifestantes».
Esta táctica es característica de las revoluciones de colores y fue empleada por los violentos alborotadores, que muchos sospechan que son los aliados prohibidos del opositor Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP), Jamaat-e-Islami, provocando a los servicios de seguridad para que utilizaran la fuerza letal como último recurso para restablecer la seguridad en las calles. Las personas que se sumaron a los disturbios tras ver estas imágenes se convirtieron en «escudos humanos» involuntarios para disuadir a los servicios de seguridad de repetir los medios antes mencionados por miedo a matar a manifestantes pacíficos.

Aunque se prohibieron las redes sociales y se impuso el toque de queda, muchos siguieron viendo esas imágenes y un número incontrolable de ciudadanos enfurecidos se echó a la calle, lo que obligó a los servicios de seguridad a enfrentarse al dilema que acabamos de describir y les obligó a retirarse. Hasina huyó cuando quedó claro que no podía contar con los servicios de seguridad para protegerla y mantener el gobierno que dirigía. Siguieron entonces la violencia política vengativa y los ataques contra la minoría hindú.

A la India le preocupa la posibilidad de que Bangladés vuelva a ser el país hostil que solía ser bajo el BNP, lo que podría suponer que volviera a acoger a grupos terroristas designados por Delhi como parte de una gran guerra proxy contra esta emergente Gran Potencia. El odio de Pakistán hacia India es bien conocido, China está inmersa en una amarga disputa fronteriza con India y Estados Unidos está furioso porque India no se somete a ser un vasallo dejando de lado a Rusia y luchando contra China en su nombre, así que los tres tienen razones para castigarla de esta manera.

«Por tanto, sus intereses podrían converger en Bangladés para plantear serias amenazas a la seguridad interna y la integridad territorial de India. En el peor de los casos, el efecto combinado de sus políticas —coordinadas o promulgadas de forma independiente— sería sabotear el ascenso de la India como Gran Potencia, lo que representaría un importante juego de poder en la Nueva Guerra Fría. Es demasiado pronto para saber si eso ocurrirá, pero tampoco puede descartarlo India, que sigue de cerca esta crisis vecinal».

Fuente: Andrew Korybko



Netanyahu ante el Congreso de Estados Unidos, momento decisivo para la sucesión en ese país y una eventual invasión contra Líbano.

Que el Congreso estadounidense reciba en sesión plenaria al primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, es una muestra de apoyo a la mayoría parlamentaria israelí en la continuación de la masacre contra la población de Gaza. Además, en vista de los esfuerzos de Netanyahu por iniciar una guerra contra el Hezbolá libanés, por implicar a Irán y por lograr que Estados Unidos se implique en el conflicto, ese será un nuevo paso en la estrategia tendiente a desatar un ataque nuclear contra Irán.

Ya en 2015, el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu logró imponer su presencia en el Capitolio de Washington en contra del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Durante aquella visita, la embajada de Israel en Washington había emplazado en el hemiciclo miembros de su personal encargados de anotar qué congresistas no aplaudían a Netanyahu para negarles el financiamiento cuando trataran de obtener fondos para sus campañas electorales.

Después de la debacle de Joe Biden en su desastroso debate frente a Donald Trump, y en espera de la segunda vuelta de la elección presidencial en Irán, la controvertida presencia del primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, el próximo 24 de julio en la sede del Congreso de Estados Unidos ha desatado una ola de intensos comentarios, los cuales —sobre todo de los grupos de sus connacionales dentro y fuera de Israel— señalan la proclividad del primer ministro israelí en favor de Trump, mientras que los grupos que apoyan al presidente Biden y al Partido Demócrata critican su indeseable presencia en el Capitolio.

¿Está la elección presidencial estadounidense en manos de Netanyahu y del poderoso grupo cabildero israelo-estadounidense denominado Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (American Israel Public Affairs Committee, AIPAC)?

Creado en 1951, el Comité Sionista Estadounidense para Asuntos Públicos (American Zionist Committee for Public Affaires) se convirtió en 1963 en el AIPAC que hoy conocemos y que influye notablemente en los poderes ejecutivo y legislativo estadounidenses. El AIPAC está considerado como el más poderoso grupo cabildero de la plétora de organizaciones proisraelíes que pululan en Estados Unidos. La publicidad del AIPAC alardea de que este representa a «más de 3 millones de estadounidenses proisraelíes en cada distrito del Congreso para fortalecer el apoyo bipartidista en la relación de Estados Unidos con Israel». El AIPAC se autocalifica como el «más numeroso lobby proisraelí» que «contribuye con más recursos directamente a los candidatos» y sostiene que «98% de los candidatos que apoya ganaron las elecciones generales en 2022».

Sus descomunales ingresos –—sin contar los pantagruélicos «donativos» deducibles de impuestos de los financieros jázaros de Wall Street— ascendieron a 473.500 millones de dólares en 2022. El portal israelí Forward afirma que «a partir del 7 de octubre» —fecha del ataque de Hamas a Israel— «el AIPAC recaudó 90 millones de dólares» cuya «gran parte ha sido destinada desde ahora a las elecciones del 2024»[1].

El rotativo anti-Netanyahu Haaretz explica el poder del AIPAC en Estados Unidos, cuyo «grupo recaudador tendrá un rol decisivo en las elecciones de 2024»[2]. No hay que subestimar la omnipotencia decisiva del AIPAC que, amén de lubricar a una pléyade de legisladores estadounidenses, acaba de propinarle una dolorosa derrota en el feudo neoyorquino al representante Jamaal Bowman —miembro del grupo progresista y propalestino Squad, que encabeza la milenial Alexandria Ocasio-Cortez[3]—, gracias a los masivos donativos sionistas, que ahora buscan otras cabezas electorales a decapitar[4].

El portal Jacobin asevera que la derrota que el AIPAC propinó a Bowman «encubre» paradójicamente «su debilidad»[5]. Hasta el Financial Times comenta el despliegue de planes bélicos del premier Netanyahu —en su entrevista autista al canal 14, cercano a los zelotes[6] del gabinete: Ben-Gvir y Smotrich— para un «verano de conflictos». El portal galo Red Voltaire[7] reporta que los «estadounidenses con doble nacionalidad condenan la próxima visita de Netanyahu a Washington». El grupo UnXeptable de California inició una campaña contra la presencia de Netanyahu en el Congreso el próximo 24 de julio —que, a mi juicio, será determinante para su planeada invasión al Líbano.
[7] «1582 Estadounidenses con doble nacionalidad condenan la próxima visita de Netanyahu a Washington»: Voltaire, Actualidad Internacional, N° 93, 28 de junio de 2024.

Según Red Voltaire, una pléyade de «personalidades israelíes condenan en el New York Times»[8] la visita: David Harel, presidente de la Academia de Ciencias de Israel; Tamir Pardo, ex jefe del Mosad israelí; Ehud Barak, ex primer ministro de Israel; Aaron Ciechanoveret, premio Nobel de Química; y el novelista y ensayista David Grossman, etc.
[8] «1583 Personalidades israelíes condenan a Netanyahu en el New York Times»: Voltaire, Actualidad Internacional, N° 93, 28 de junio de 2024.

Antes de la debacle de Biden, la Casa Blanca no ocultaba su «temor» sobre la presencia de Netanyahu en el Congreso: «nadie sabe lo que va a decir»[9]». El profesor de la Universidad de Chicago John Mearsheimer ha abundado sobre el inconcebible poder del lobby israelí en Estados Unidos [10] que se ha convertido, a mi juicio, en un «Estado dentro del Estado».
[10] El lobby israelí, John Mearsheimer, Taurus, 2007.