Me escribe mi amigo catalán. De Barcelona, burgués: lo principal es la estabilidad económica y social. Es una cultura de grupo; que dirige al resto. Han mandado mucho y siguen haciéndolo a pesar de que a alguno últimamente se le ha visto el plumero, aunque sería más exacto decir que se le ha caído el plumero. El de 1812, liberal; ahora es burgo podrido. Se ven las intenciones. Ver cantar puño en alto «Els Segadors» era una victoria aldeana que daba miedo. Se reflejaba en sus caras. ¿Era un acto patriótico?
Mi amigo de Barcelona me dice que él, burgués de plumero, es español, no independentista, pero que muchos españoles no entienden a Cataluña y cuando esta incomprensión aparece generalmente se recibe vía ofensa. ¡Ojo!, me dice: Sepamos defender la unidad de España sin ofender a todos los catalanes. Intento comprenderle. No sé muy bien dónde está la ofensa. El carácter militar se ha forjado en que nadie espere ser preferido por la nobleza que hereda sino por la que él adquiere. Porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace y sin mirar cómo nace, se mira cómo procede.
—General, no creo que sea muy acertado defender la unidad preferentemente vía patriotismo, porque en demasía está por conseguir… Está claro amigo. El patriotismo está en peligro porque la unidad nunca se podrá construir a base de las diferencias, insolidaridad y mezquinas soberbias. ¿En qué somos diferentes? ¿Mejores o peores? ¿Quiénes? ¡Espejito, espejito…! No es bueno preguntarle cada mañana al espejito mágico. Tratan de hacernos creer que España surgió anteayer; con las Cortes de Cádiz. La nación es previa a cualquier Constitución. Introdujeron la trampa: nacionalidades. Luego repasaron la historia: memoria histórica. También la nación de naciones. Por último cerramos el ciclo recurriendo a los sentimientos: el patriotismo es el sentimiento que se traduce en el interés de una clase que utiliza sensibilidades ajenas.
Un día se gestó allí el golpe de timón. ¡Tranquilo Jordi, tranquilo! Pero Jordi sabía los pasos que había que dar. Lo primero era la maniobra logística. Tener las espaldas cubiertas. Los garbanzos, que se decía antes. El dinero lo puede todo. Hasta comprarte una patria. Detrás de cualquier revolución hay un interés económico. De grupo. Los autores intelectuales están al descubierto. Por eso aceleran sus planes. Ven la cárcel cerca. El siguiente paso es peligroso. Les queda la violencia. Las milicias están preparadas. Las reservas esperan su momento, con agresividad. La orden correrá de boca en boca. Aparentarán ser muchos. Los responsables intelectuales son especialistas en ríos revueltos. Ellos, desde el burgo, lo verán en la tele. Esperan los resultados y en cualquier momento pueden cambiar su apuesta. Su estabilidad económica y social prima. Siempre desde su cómoda postura les quedará el cobarde recurso de recordar a los intelectuales: ‹‹No era eso, no era eso››. La demostración de fuerza está preparada. Deseo que lleguemos a tiempo antes de que haya que gritar: ¡Españoles la Patria está en peligro! Llegamos tarde porque las heridas sangran odio por doquier. No supimos o no quisimos. Ya no hay tiempo. Mi amigo insiste. La patria… La Patria está en peligro y no puedo decirle: Tranquilo Jordi, tranquilo.
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