Sí, una ingente cantidad de manifestantes llenaban ayer las calles de Madrid: los más numerosos — convocados por DENAES y la Sociedad Civil— en torno a la plaza de Colón, y aledaños, defendiendo la unidad de España y otros, bastantes menos, vestidos de blanco en torno a la Cibeles reclamando diálogo con los traidores secesionistas.
De la primera de las dos caben destacar muchos aspectos, entre los que yo destacaría: de una parte la inmensa afluencia de gente joven, ¡Por fin!, de otra la manifestación clara de exigir la unidad de España y finalmente el hartazgo con los mafiosos sediciosos y traidores de las instituciones catalanas.
De la segunda, la celebrada en torno a Cibeles, la constatación de cómo los lobos se visten de corderos para reclamar un diálogo con los traidores cuando lo que realmente desearían es el triunfo de la revolución en Cataluña, antesala del caos que les gustaría instalar en España camino de su anhelada República Bolivariana.
Y mientras España se vuelca en las calles —mañana más en Barcelona— el españolito de a pie, que se entusiasmó con las palabras de su Rey el otro día, continúa observando atónito como se proclama un golpe de Estado, como sus cabecillas siguen libres en la calle, y azuzando a las masas, y como estas siguen ocupando las calles ante la pasividad de la propia policía autonómica, ya claramente sediciosa.
Mucho se ha hablado de lo ocurrido el día 1 pasado en Barcelona más poco se dice que de lo ocurrido ese día aciago en el que se nos dijo que no habría referéndum, y siquiera siendo una chapuza enorme sí que lo hubo, habría que buscar la razón de lo ocurrido en el enorme error del Gobierno de no haber tenido los bemoles de aplicar la Ley de Seguridad Nacional y haber puesto a la Policía de la Generalidad bajo la dependencia directa del Ministerio del Interior. Poco se dice de que salvo lo relacionado con fronteras y algo más todas las competencias de seguridad ciudadana, tráfico y orden público siguen siendo a estas alturas responsabilidad de la policía autonómica y por tanto de la propia Generalidad. Es ciertamente asombroso que nos encontremos todavía con un Gobierno rebelde al que no se le priva de una fuerza armada considerable.
A ver, de haber estado la policía autonómica a las órdenes de una autoridad real el pasado día 1 de octubre no se hubieran producido los incidentes que se produjeron cuando fuerzas de la Guardia Civil y Policía Nacional intentaron evitar las votaciones en locales ya ocupados por una masa de gente bien controlada y manipulada. La imagen del coronel Pérez de los Cobos ninguneado por la jefatura de los Mozos ha sido lamentable y vergonzosa; claro que no cabía esperar otra cosa cuando la autoridad que se le confirió para cumplimentar las disposiciones judiciales era una autoridad de coordinación que es como decir nada. Hace falta ser ingenuo para pensar que la policía autonómica no iba a actuar como lo hizo.
Yo me figuro que en estos momentos nuestros servicios de información, tanto los del CNI como los de interior, deben de estar bastante enfadados con todo cuanto está pasando pues no me cabe en la cabeza el que no hayan advertido al Gobierno de lo que pasó y lo que pasará si no se desactiva a la Policía de la Generalidad; o esto o es que son unos perfectos inútiles algo que obviamente descarto; claro que después de ver todas las urnas en sus locales respectivos uno ya no sabe a qué atenerse.
Y mientras en la manifestación habida en la plaza de Colón se vitoreaba al Rey con mucha fuerza como valedor real del mantenimiento de la unidad nacional, y del orden constitucional, estamos ya a una semana del golpe de Estado sin que se atisben soluciones claras, más bien gran incertidumbre y temor a que de alguna manera el golpe acabe consolidándose; no parece en absoluto, de momento, que el Sr. Rajoy esté dispuesto a aplicar la Ley, esa que lleva diciéndonos años que se va a cumplir y que no se cumple por ningún lado, y ponga en marcha el artículo 155 y la LSN. Aún se mantiene una cierta confianza general en que así será en el momento oportuno —así lo ha insinuado el Sr. Rajoy— más comoquiera que yo soy de los que piensan que estamos donde estamos por una clara inacción de este Presidente durante cinco años las dudas me asaltan.
No me cabe en la cabeza que el final de esta crisis acabe en una especie de negociación pactada en la que en gran medida los traidores no acaben ante el juez y posteriormente en la cárcel y es que eso sería añadir a la lista a muchos traidores más al orden constitucional. Fue Julio César quien transmitió aquello de: «decidle a Roma que tenga cuidado con las iras de sus legiones», frase que hoy desaparecidas las legiones podría transformarse en «decidle a Roma que tenga cuidado con la ira de un pueblo español engañado».
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