Al igual que el presidente Reagan, el presidente Trump parece anti-iraní. Pero es posible que sólo sea una cuestión de apariencia. Reagan llegó a establecer una alianza secreta con el imán Jomeini. Trump podría actuar de la misma manera con los partidarios del ex-presidente iraní Ahmadineyad. Al menos, esa es la sorprendente hipótesis de Thierry Meyssan.
El secretario de Estado Mike Pompeo anuncia la creación del «Grupo de Acción para Irán»
Durante su campaña electoral y sus primeros días en la Casa Blanca, Donald Trump criticó constantemente el pensamiento globalista de los neoconservadores y declaró repetidamente que su administración no trataría de cambiar regímenes por la fuerza en otros países. El secretario de Estado Mike Pompeo asegura por su parte que la coincidencia de fechas es puramente fortuita.
El secretario de Estado Mike Pompeo anunció, el 16 de agosto de 2018, la creación de un «Grupo de Acción para Irán» (Iran Action Group) encargado de coordinar la política de Estados Unidos después de la salida estadounidense del acuerdo conocido como 5+1 (JCPOA) sobre la cuestión nuclear iraní.
Este anuncio tiene lugar en momentos en que, por su parte, el presidente Trump ha decidido posponer sine die la aplicación de su plan para el Medio Oriente (The Deal of the Century). Y nada puede cambiar en Palestina sin apoyo de Irán.
Hay que recordar, por otro lado, que el JCPOA de Barack Obama no está concebido únicamente para garantizar que Irán no fabrique la bomba atómica. Eso es sólo el pretexto. El verdadero objetivo del JCPOA es impedir que Irán disponga de científicos de alto nivel y que pueda llegar a concebir técnicas de vanguardia. En efecto, el JCPOA obligó Irán a cerrar varias facultades universitarias.
Según la oposición demócrata estadounidense, la administración Trump estaría volviendo a la política de cambio de régimen de los neoconservadores. Prueba de ello sería la fecha escogida para hacer el anuncio: el 65º aniversario del golpe de Estado anglo-estadounidense contra el primer ministro iraní Mohammad Mosaddeq. Sin embargo, lo cierto es que aunque el derrocamiento de Mosaddeq realmente sirvió de inspiración a los neoconservadores, ese hecho —identificado como «Operación Ajax»— no tuvo nada que ver con ellos. Además, los neoconservadores han estado tanto al servicio del Partido Republicano como de los demócratas.
Mohammad Mosaddeq fue un primer ministro elegido democráticamente en Irán y que gobernó entre 1951 y 1953. El 20 de marzo de 1951 nacionalizó el petróleo. Tras bloquear a Irán y ejercer otro tipo de presiones, Estados Unidos y Reino Unido financiaron un golpe de Estado organizado por la CIA y alentado por el MI6, en 1953, que derrocó a Mosaddeq y estableció una dictadura monárquica en cabeza del sha Mohammad Reza Pahlavi.
Durante su campaña electoral y sus primeros días en la Casa Blanca, Donald Trump criticó constantemente el pensamiento globalista de los neoconservadores y declaró repetidamente que su administración no trataría de cambiar regímenes por la fuerza en otros países. El secretario de Estado Mike Pompeo asegura por su parte que la coincidencia de fechas es puramente fortuita.
Se ha dado en llamar «neoconservadores» a un grupo de intelectuales trotskistas —o sea, contrarios al concepto de Estado-nación—, militantes del Social Democrats USA que se acercaron a la CIA y al MI6 para luchar contra la Unión Soviética. Ronald Reagan los asoció al poder estadounidense y a partir de entonces estuvieron presentes en todas las administraciones, tanto republicanas como demócratas, manteniéndose en el poder junto a Bush padre, Bill Clinton, Bush hijo y Barack Obama. Actualmente conservan el control de los llamados «Cinco Ojos» —la alianza de agencias de inteligencia de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos—, la National Endowment for Democracy (o sea la tristemente célebre NED). Estos partidarios de la «revolución mundial» popularizaron la idea de «democratizar» países mediante «revoluciones de colores» o recurriendo directamente a la guerra.
En 2006, los neoconservadores crearon en la administración de Bush hijo, el Irán Syria Policy and Operations Group, encabezado por Elizabeth Cheney, la hija del entonces vicepresidente Dick Cheney. Ese grupo, que trabajó inicialmente en la sede de la secretaría de Defensa y se trasladó después a las oficinas del vicepresidente Cheney, se componía de 5 secciones que se encargaban respectivamente de garantizar:
—el traslado de armas a Irán y Siria desde Baréin, los Emiratos Árabes Unidos y Omán;
—el apoyo a los trotskistas y aliados en Irán (los Muyahidines del Pueblo) y en Siria (Riad al-Turk, Georges Sabra y Michel Kilo);
—la vigilancia sobre las redes bancarias iraníes y sirias;
—la infiltración de agentes en grupos proiraníes y prosirios en el «Medio Oriente ampliado», también llamado «Gran Medio Oriente»;
—la penetración y control de los medios de difusión de la región para utilizarlos en la difusión de la propaganda estadounidense.
Ese Grupo fue disuelto, oficialmente, en 2007. En realidad, sólo pasó a ser parte de una estructura aún más secreta encargada de la estrategia para la «democracia global» (Global Democracy Strategy). Esa estructura, bajo la autoridad del neoconservador Elliott Abrams (el mismo personaje del escándalo Irán-Contras) y de James Jeffrey, extendió ese tipo de trabajo a otras regiones del mundo.
Fue ese Grupo el que supervisó la planificación de la guerra contra Siria.
La prensa estadounidense, violentamente anti-Trump, presentó a Elliott Abrams como posible primer secretario de Estado de la administración Trump cuando el nuevo presidente lo recibió en la Casa Blanca. El encuentro fue largo pero no pasó de ahí.
Lo que hace más creíble la acusación de que la administración Trump quiere resucitar la estrategia anteriormente descrita es el hecho que el embajador James Jeffrey, acaba de ser nombrado representante especial para Siria.
El representante especial de Estados Unidos para Siria, James Jeffrey, presta juramento ante el secretario de Estado Mike Pompeo.
James Jeffrey es un «diplomático» de carrera. Se encargó de la aplicación de los Acuerdos de Dayton en Bosnia-Herzegovina. Estaba en Kuwait en el momento de la invasión iraquí. En 2004 supervisó —bajo las órdenes de John Negroponte— la transición entre la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) (que en realidad era una empresa privada) y el gobierno iraquí instaurado después del derrocamiento de Sadam Husein. Luego entró en el equipo de Condoleezza Rice en Washington y participó en el ya mencionado Irán Syria Policy and Operations Group. Fue uno de los teóricos del redespliegue militar estadounidense en Iraq (The Surge), de cuya aplicación se encargó el general Petraeus. James Jeffrey trabajó también como adjunto del consejero de seguridad nacional en la administración de Bush hijo, Stephen Hadley, durante la guerra en Georgia y fue embajador en Turquía, también durante la administración de Bush Jr., y en Iraq, bajo la administración Obama.
Si se analiza con un poco de atención, puede verse que, desde la disolución de la URSS, toda la carrera de James Jeffrey se ha desarrollado alrededor de Irán, pero no necesariamente contra el gobierno iraní. Por ejemplo, Irán participó en la guerra de Bosnia-Herzegovina, junto a Arabia Saudita y bajo las órdenes de Estados Unidos. Sin embargo, en Iraq, Jeffrey se opuso a la influencia de Teherán. Pero cuando Georgia atacó Osetia del Sur y Abjasia, Jeffrey no defendió al presidente georgiano Saakachvili, quien había alquilado a Israel dos aeropuertos para que Tel Aviv pudiera atacar Irán desde Georgia.
Mike Pompeo nombró a Brian Hook a la cabeza del Grupo de Acción para Irán. Brian Hook es un intervencionista que fue asistente de Condoleezza Rice, a cargo de las organizaciones internacionales. Hasta ahora se ocupaba de elaborar las estrategias del Departamento de Estado.
Según Pompeo, el objetivo del nuevo Grupo de Acción para Irán no es cambiar el régimen sino obligar Irán a cambiar de política. Esa estrategia aparece en momentos en que la República Islámica atraviesa una importante crisis económica y política. Mientras la clase clerical —doblemente representada por el presidente-jeque Jasán Rojaní y el ayatolá Alí Jamenei como Guía de la Revolución— se aferra al poder, las manifestaciones populares contra esa clase sacuden el país. Al contrario de la imagen existente en Occidente, la revolución del imán Jomeini no era clerical sino antiimperialista. Las protestas pueden por tanto llevar tanto a un cambio de régimen como a la continuación de la Revolución iraní… pero sin la clase clerical. Esa es la segunda opción, representada por el ex-presidente Mahmud Ahmadineyad —actualmente bajo detención domiciliaria— y su ex-vicepresidente Hamid Baghaei condenado a 15 años de cárcel y mantenido bajo régimen de incomunicación.
El 21 de mayo pasado, Mike Pompeo presentaba ante la Heritage Foundation sus 12 objetivos para Irán. A primera vista, era una larga lista de exigencias imposibles de aceptar. Sin embargo, vistos más detenidamente, los puntos del 1 al 3, sobre el tema nuclear, van menos lejos que el JCPOA. El punto 4, sobre los misiles balísticos, es inaceptable, y los puntos del 5 al 12 apuntan a convencer a Irán de que renuncie a exportar su revolución por el camino de las armas.
El 15 de agosto, o sea la víspera del anuncio de Pompeo, el Guía de la Revolución, ayatolá Alí Jamenei, reconoció haberse equivocado cuando autorizó el equipo del jeque Rojaní a negociar el JCPOA con la administración Obama. Es importante precisar que, cuando el Guía autorizó esas negociaciones, Rojaní ni siquiera había sido electo presidente y que su elección —así como la exclusión de los partidarios de Ahmadineyad, cuyo candidato fue excluido del proceso electoral— fue parte de la negociación con los estadounidenses.
El ex-presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, quien ve una diferencia entre las políticas de la administración Obama y la del presidente Trump, escribió a este último cuando resultó electo. En su carta Ahmadineyad mostraba que compartía el análisis de Donald Trump sobre el sistema de globalización del dúo Obama-Clinton y su certeza de que tendría graves consecuencias tanto para el mundo como para el pueblo estadounidense.
Cuando comenzaron las manifestaciones en Irán, en diciembre de 2017, el gobierno de Rojaní acusó a Ahmadineyad de ser el responsable de las protestas. En marzo de 2018, Ahmadineyad consumó su ruptura con el Guía al revelar que la oficina del ayatolá Jamenei había desviado 80.000 millones de rials de instituciones caritativas y religiosas. Dos semanas antes del anuncio de Pompeo, Ahmadineyad, a pesar de hallarse bajo detención domiciliaria, llamó al presidente Rojaní a dimitir.
Todo hace pensar que, si la administración Obama apoyaba a Rojaní, la administración Trump respalda a los partidarios de Ahmadineyad. Algo parecido ya sucedió antes cuando el presidente Carter y su consejero de seguridad nacional Brzezinski emprendían la «Operación Eagle Claw» contra la Revolución iraní mientras que Ronald Reagan se asociaba al imán Jomeini en la llamada «Sorpresa de Octubre» (October surprise).
En otras palabras, la Casa Blanca pudiera conformarse con un regreso al poder de los partidarios de Ahmadineyad, a condición de que se comprometan a que la exportación de la Revolución continúe solamente a través del debate de ideas.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article202514.html
James Jeffrey es un «diplomático» de carrera. Se encargó de la aplicación de los Acuerdos de Dayton en Bosnia-Herzegovina. Estaba en Kuwait en el momento de la invasión iraquí. En 2004 supervisó —bajo las órdenes de John Negroponte— la transición entre la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) (que en realidad era una empresa privada) y el gobierno iraquí instaurado después del derrocamiento de Sadam Husein. Luego entró en el equipo de Condoleezza Rice en Washington y participó en el ya mencionado Irán Syria Policy and Operations Group. Fue uno de los teóricos del redespliegue militar estadounidense en Iraq (The Surge), de cuya aplicación se encargó el general Petraeus. James Jeffrey trabajó también como adjunto del consejero de seguridad nacional en la administración de Bush hijo, Stephen Hadley, durante la guerra en Georgia y fue embajador en Turquía, también durante la administración de Bush Jr., y en Iraq, bajo la administración Obama.
Si se analiza con un poco de atención, puede verse que, desde la disolución de la URSS, toda la carrera de James Jeffrey se ha desarrollado alrededor de Irán, pero no necesariamente contra el gobierno iraní. Por ejemplo, Irán participó en la guerra de Bosnia-Herzegovina, junto a Arabia Saudita y bajo las órdenes de Estados Unidos. Sin embargo, en Iraq, Jeffrey se opuso a la influencia de Teherán. Pero cuando Georgia atacó Osetia del Sur y Abjasia, Jeffrey no defendió al presidente georgiano Saakachvili, quien había alquilado a Israel dos aeropuertos para que Tel Aviv pudiera atacar Irán desde Georgia.
Mike Pompeo nombró a Brian Hook a la cabeza del Grupo de Acción para Irán. Brian Hook es un intervencionista que fue asistente de Condoleezza Rice, a cargo de las organizaciones internacionales. Hasta ahora se ocupaba de elaborar las estrategias del Departamento de Estado.
Según Pompeo, el objetivo del nuevo Grupo de Acción para Irán no es cambiar el régimen sino obligar Irán a cambiar de política. Esa estrategia aparece en momentos en que la República Islámica atraviesa una importante crisis económica y política. Mientras la clase clerical —doblemente representada por el presidente-jeque Jasán Rojaní y el ayatolá Alí Jamenei como Guía de la Revolución— se aferra al poder, las manifestaciones populares contra esa clase sacuden el país. Al contrario de la imagen existente en Occidente, la revolución del imán Jomeini no era clerical sino antiimperialista. Las protestas pueden por tanto llevar tanto a un cambio de régimen como a la continuación de la Revolución iraní… pero sin la clase clerical. Esa es la segunda opción, representada por el ex-presidente Mahmud Ahmadineyad —actualmente bajo detención domiciliaria— y su ex-vicepresidente Hamid Baghaei condenado a 15 años de cárcel y mantenido bajo régimen de incomunicación.
El 21 de mayo pasado, Mike Pompeo presentaba ante la Heritage Foundation sus 12 objetivos para Irán. A primera vista, era una larga lista de exigencias imposibles de aceptar. Sin embargo, vistos más detenidamente, los puntos del 1 al 3, sobre el tema nuclear, van menos lejos que el JCPOA. El punto 4, sobre los misiles balísticos, es inaceptable, y los puntos del 5 al 12 apuntan a convencer a Irán de que renuncie a exportar su revolución por el camino de las armas.
El 15 de agosto, o sea la víspera del anuncio de Pompeo, el Guía de la Revolución, ayatolá Alí Jamenei, reconoció haberse equivocado cuando autorizó el equipo del jeque Rojaní a negociar el JCPOA con la administración Obama. Es importante precisar que, cuando el Guía autorizó esas negociaciones, Rojaní ni siquiera había sido electo presidente y que su elección —así como la exclusión de los partidarios de Ahmadineyad, cuyo candidato fue excluido del proceso electoral— fue parte de la negociación con los estadounidenses.
El ex-presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, quien ve una diferencia entre las políticas de la administración Obama y la del presidente Trump, escribió a este último cuando resultó electo. En su carta Ahmadineyad mostraba que compartía el análisis de Donald Trump sobre el sistema de globalización del dúo Obama-Clinton y su certeza de que tendría graves consecuencias tanto para el mundo como para el pueblo estadounidense.
Cuando comenzaron las manifestaciones en Irán, en diciembre de 2017, el gobierno de Rojaní acusó a Ahmadineyad de ser el responsable de las protestas. En marzo de 2018, Ahmadineyad consumó su ruptura con el Guía al revelar que la oficina del ayatolá Jamenei había desviado 80.000 millones de rials de instituciones caritativas y religiosas. Dos semanas antes del anuncio de Pompeo, Ahmadineyad, a pesar de hallarse bajo detención domiciliaria, llamó al presidente Rojaní a dimitir.
Todo hace pensar que, si la administración Obama apoyaba a Rojaní, la administración Trump respalda a los partidarios de Ahmadineyad. Algo parecido ya sucedió antes cuando el presidente Carter y su consejero de seguridad nacional Brzezinski emprendían la «Operación Eagle Claw» contra la Revolución iraní mientras que Ronald Reagan se asociaba al imán Jomeini en la llamada «Sorpresa de Octubre» (October surprise).
En otras palabras, la Casa Blanca pudiera conformarse con un regreso al poder de los partidarios de Ahmadineyad, a condición de que se comprometan a que la exportación de la Revolución continúe solamente a través del debate de ideas.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article202514.html
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