La posguerra, represión, cárcel, exilios, fosas, pelotones de fusilamiento, racionamiento, correajes, yugos y flechas, gasógeno, picadura, sabañones… Sí, hubo todo eso, como también lo había habido antes. Pero junto a todo lo anterior: alegría, esperanza, perdón, generosidad, alivio, caridad. Y fiestas, muchas fiestas.
En Barcelona las parrandas alcanzaron tal nivel en la primavera y el verano de 1939, el momento de la más dura venganza de los vencedores, según el relato de los académicos progresistas, que Madrid tuvo que intervenir para poner a los catalanes a trabajar.
Madrid termina con las farras
El 26 de julio, La Vanguardia Española, «diario al servicio del Generalísimo Franco», como se apellidó al día siguiente de la liberación de Barcelona, publicó un pequeño suelto en su página 3, dentro de la sección Vida de Barcelona.
El titular del suelto era el siguiente: «Se prohíben los banquetes, homenajes y fiestas». A continuación, el texto, impagable:
El gobernador civil de la provincia hace pública la siguiente nota. «El Excm. Sr. Ministro de Gobernación, don Ramón Serrano Súñer, considerando que es hora de trabajar y de consagrar todas las energías a la satisfacción de las necesidades del pueblo, ha ordenado a este Gobierno Civil la prohibición absoluta de homenajes, banquetes y fiestas, cualquiera que sea quien las proponga. Cuando por razones de política nacional sea precisa la realización de algunos de los actos indicados, el propio ministro de la Gobernación, sin necesidad de petición o requerimiento, concederá la autorización precisa. El gobernador civil se complace en hacer pública tan oportuna, razonable y justificada disposición, que viene a satisfacer deseos de austeridad y trabajo por todos sentidos».
Como justificación de la decisión del ministro de Gobernación, en la columna de la derecha se publica otra subsección llamada «Vida Sociable», en la que se contaba a los lectores que «después de las verbenas de San Juan y San Pedro, en junio, y la del Carmen, en julio, la de anteanoche, o sea la de Santiago, cierra el ciclo verbenero» y también que el Real Tenis Club del Turó, «atendiendo al deseo de los numerosos socios que se reúnen actualmente todas las tardes en el Club», había organizado dos bailes de tarde para los domingos días 30 de julio y 6 de agosto.
Al día siguiente, La Vanguardia, españolísima y franquistísima, publicó una nota aclaratoria del gobernador civil. La prohibición de «fiestas, homenajes y banquetes» no afectaba a las procesiones religiosas ni fiestas populares de carácter regional, las deportivas ni las reuniones familiares.
Así que en 1939 tuvimos una versión anticipada del célebre «Menos samba y mais traballar».
Un «té de primavera» y muchos bailes
La lectura de la hemeroteca de La Vanguardia (que conviene hacer para ver los bandazos que han dado el periódico de la familia Godó y la alta sociedad catalana) después del final de la guerra y de la entrada de las tropas de Franco en Madrid, muestra una Cataluña en la que la paz se celebró con fiestas interminables. La gente quería olvidarse del miedo y del terror pasados en los dos años y medio de la guerra. Unas 8.500 personas, la mayoría de ellas catalanes, fueron asesinados bajo el gobierno de Lluís Companys, más del doble de los muertos que causaría la represión en los diez años siguientes.
El 3 de mayo, La Vanguardia anunció «la primera manifestación de la vida de sociedad de Barcelona, después de su liberación»: un «té de primavera» a beneficio del Hospital del Generalísimo Franco.
La apoteosis se alcanzó al mes siguiente, con la celebración el 25 de junio en el estadio de Montjuic de la primera final de la Copa del Generalísimo, entre el Sevilla FC y el Racing de Ferrol. Como escribió el periódico de los Godó: «Con la victoria y la paz de las armas de Franco ha llegado el momento de que revivan las tardes triunfales del deporte barcelonés». La estrella del partido fue el general José Moscardó, el héroe del Alcázar de Toledo, al que se dedicó en Cataluña una serie de homenajes. La misma edición del diario dedicó dos columnas a la boda de la señorita África Álvarez-Arenas Pacheco con don José M. Ventura Hita.
A finales de mes, atracó en el puerto de Barcelona una escuadra de la Real Armada italiana. La Vanguardia del día 29 dio cuenta a sus lectores del programa de actos. El sábado 1 de julio, después de visitar las chekas «creadas por el Gobierno rojo», banquete en Miramar, ofrecido por el alcalde de la ciudad y a las cinco, té danzante, a bordo. El domingo 2, corrida de toros, con presencia de las tripulaciones y a las diez de la noche, verbena en los jardines del Polo. El lunes 3, excursión a Tarragona, organizada por las autoridades de aquella población.
En la misma edición, aparecía una crónica sobre la visita del general italiano Sandro Piazzoni, que, en compañía del general Francisco García-Escámez y del séquito «marcharon en auto a Sitges, que visitaron, almorzando más tarde en el restaurante de la Piscina, que se encontraba muy animado».
La Vanguardia del 15 de julio daba cuenta de los preparativos para la Fiesta del Carmen en Gerona y la Fiesta de la Marinería en Tarragona. En las cercanías de esta última ciudad, además se encontraron los cadáveres de tres hombres identificados, "vilmente asesinados en agosto de 1936".
El 18 de julio, el diario publicó crónicas sobre la celebración de la Fiesta de Exaltación del Trabajo, que transcurrió en el domingo 16. Los empleados de La Canadiense la habían celebrado el lunes, por lo que la empresa eléctrica cerró todas sus dependencias.
Además, alcalde de Barcelona, Miguel Mateu y Pla, envió «un expresivo telegrama de felicitación en nombre de la ciudad y de la Corporación municipal, a la Excma. señora doña Carmen Polo de Franco, con motivo de la celebración de su fiesta patronímica».
Sí, la Barcelona franquista era una fiesta. ¡Y luego algunos catalanes dicen de los sevillanos, que enlazan la Semana Santa, la Feria de Abril, el Corpus, las vacaciones de verano, y ya no dan golpe hasta septiembre!
Pedro Fernández Barbadillo
Madrid termina con las farras
El 26 de julio, La Vanguardia Española, «diario al servicio del Generalísimo Franco», como se apellidó al día siguiente de la liberación de Barcelona, publicó un pequeño suelto en su página 3, dentro de la sección Vida de Barcelona.
El titular del suelto era el siguiente: «Se prohíben los banquetes, homenajes y fiestas». A continuación, el texto, impagable:
El gobernador civil de la provincia hace pública la siguiente nota. «El Excm. Sr. Ministro de Gobernación, don Ramón Serrano Súñer, considerando que es hora de trabajar y de consagrar todas las energías a la satisfacción de las necesidades del pueblo, ha ordenado a este Gobierno Civil la prohibición absoluta de homenajes, banquetes y fiestas, cualquiera que sea quien las proponga. Cuando por razones de política nacional sea precisa la realización de algunos de los actos indicados, el propio ministro de la Gobernación, sin necesidad de petición o requerimiento, concederá la autorización precisa. El gobernador civil se complace en hacer pública tan oportuna, razonable y justificada disposición, que viene a satisfacer deseos de austeridad y trabajo por todos sentidos».
Como justificación de la decisión del ministro de Gobernación, en la columna de la derecha se publica otra subsección llamada «Vida Sociable», en la que se contaba a los lectores que «después de las verbenas de San Juan y San Pedro, en junio, y la del Carmen, en julio, la de anteanoche, o sea la de Santiago, cierra el ciclo verbenero» y también que el Real Tenis Club del Turó, «atendiendo al deseo de los numerosos socios que se reúnen actualmente todas las tardes en el Club», había organizado dos bailes de tarde para los domingos días 30 de julio y 6 de agosto.
Al día siguiente, La Vanguardia, españolísima y franquistísima, publicó una nota aclaratoria del gobernador civil. La prohibición de «fiestas, homenajes y banquetes» no afectaba a las procesiones religiosas ni fiestas populares de carácter regional, las deportivas ni las reuniones familiares.
La prohibición versa concretamente sobre fiestas de carácter político, como «aplecs», mítines, desfiles, concentraciones, etc, etc, cuya organización no proceda directamente del Ministerio de la Gobernación. Del mismo modo, queda prohibido absolutamente toda moción u organización de homenajes, banquetes o fiestas en honor de cualquier persona o Entidad determinada.En resumen, menos banquetes (¡en un país con racionamiento!) y más tajos.
Así que en 1939 tuvimos una versión anticipada del célebre «Menos samba y mais traballar».
Un «té de primavera» y muchos bailes
La lectura de la hemeroteca de La Vanguardia (que conviene hacer para ver los bandazos que han dado el periódico de la familia Godó y la alta sociedad catalana) después del final de la guerra y de la entrada de las tropas de Franco en Madrid, muestra una Cataluña en la que la paz se celebró con fiestas interminables. La gente quería olvidarse del miedo y del terror pasados en los dos años y medio de la guerra. Unas 8.500 personas, la mayoría de ellas catalanes, fueron asesinados bajo el gobierno de Lluís Companys, más del doble de los muertos que causaría la represión en los diez años siguientes.
El 3 de mayo, La Vanguardia anunció «la primera manifestación de la vida de sociedad de Barcelona, después de su liberación»: un «té de primavera» a beneficio del Hospital del Generalísimo Franco.
La apoteosis se alcanzó al mes siguiente, con la celebración el 25 de junio en el estadio de Montjuic de la primera final de la Copa del Generalísimo, entre el Sevilla FC y el Racing de Ferrol. Como escribió el periódico de los Godó: «Con la victoria y la paz de las armas de Franco ha llegado el momento de que revivan las tardes triunfales del deporte barcelonés». La estrella del partido fue el general José Moscardó, el héroe del Alcázar de Toledo, al que se dedicó en Cataluña una serie de homenajes. La misma edición del diario dedicó dos columnas a la boda de la señorita África Álvarez-Arenas Pacheco con don José M. Ventura Hita.
A finales de mes, atracó en el puerto de Barcelona una escuadra de la Real Armada italiana. La Vanguardia del día 29 dio cuenta a sus lectores del programa de actos. El sábado 1 de julio, después de visitar las chekas «creadas por el Gobierno rojo», banquete en Miramar, ofrecido por el alcalde de la ciudad y a las cinco, té danzante, a bordo. El domingo 2, corrida de toros, con presencia de las tripulaciones y a las diez de la noche, verbena en los jardines del Polo. El lunes 3, excursión a Tarragona, organizada por las autoridades de aquella población.
En la misma edición, aparecía una crónica sobre la visita del general italiano Sandro Piazzoni, que, en compañía del general Francisco García-Escámez y del séquito «marcharon en auto a Sitges, que visitaron, almorzando más tarde en el restaurante de la Piscina, que se encontraba muy animado».
La Vanguardia del 15 de julio daba cuenta de los preparativos para la Fiesta del Carmen en Gerona y la Fiesta de la Marinería en Tarragona. En las cercanías de esta última ciudad, además se encontraron los cadáveres de tres hombres identificados, "vilmente asesinados en agosto de 1936".
El 18 de julio, el diario publicó crónicas sobre la celebración de la Fiesta de Exaltación del Trabajo, que transcurrió en el domingo 16. Los empleados de La Canadiense la habían celebrado el lunes, por lo que la empresa eléctrica cerró todas sus dependencias.
Además, alcalde de Barcelona, Miguel Mateu y Pla, envió «un expresivo telegrama de felicitación en nombre de la ciudad y de la Corporación municipal, a la Excma. señora doña Carmen Polo de Franco, con motivo de la celebración de su fiesta patronímica».
Sí, la Barcelona franquista era una fiesta. ¡Y luego algunos catalanes dicen de los sevillanos, que enlazan la Semana Santa, la Feria de Abril, el Corpus, las vacaciones de verano, y ya no dan golpe hasta septiembre!
Pedro Fernández Barbadillo
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