¿QUIÉN ES EL ARQUITECTO DE EUROPA?

¿El verdadero y desconocido padre de la actual Europa?

Nuevamente corremos el riesgo de que este texto sea tomado como uno más del universo editorial conspiranoico, pero asumimos el riesgo. El papel de la masonería en la construcción de la actual Europa ha sido discreto pero profundo. Pongamos varios ejemplos de la acción de la masonería como grupo de presión dentro de Unión Europea. El 26 de junio de 2009 tuvo lugar un «desayuno de trabajo» entre los presidentes de la Comisión y el Parlamento de la Unión Europea y altos representantes de la masonería continental. La agenda del día era cómo promover el laicismo en Europa.

Por parte de las instituciones europeas, asistieron los presidentes Durão Barroso y Pöttering, ambos del Partido Popular europeo, además de los comisarios de Educación y de Desarrollo, Jan Figl y Louis Michel. Por parte masónica, un representante del Gran Oriente de Francia, Pierre Lambicchi, y Patrice Billaud. Acudieron además representantes de la Gran Logia Femenina de Francia, de la Federación Francesa de Derecho Humano, del Gran Oriente de Bélgica, de la Gran Logia Femenina de Bélgica, del Gran Oriente Lusitano, de la Gran Logia de Italia, de la Gran Logia Simbólica de España, de la Federación Española de Derecho Humano y de la Orden Masónica Internacional Delphi, de Grecia.

Toda esta puesta en escena tenía como motivo desplazar la influencia de grupos religiosos y de otro cariz sobre la clase política europea. Un año antes, en una entrevista concedida a Radio Netherlands Worldwide, Lambicchi afirmaba: «El Gran Oriente se ha inscrito recientemente en el Buró de comunidades de pensamiento a nivel de la Comisión Europea. Hasta ahora, había ahí solamente lobbies religiosos o sectarios. Ahora está presente la opinión de la Masonería adogmática (…) Luchamos para que nuestra palabra sea tomada en cuenta por la Comisión Europea. Van a unirse a nosotros otras obediencias masónicas adogmáticas. Hay que redefinir la laicidad, el espacio de paz, y defenderlo».

Oficina central de RNW

Y en marzo de 2009, ante los miembros del Parlamento Europeo en Bruselas dictó un discurso titulado: «¿Y si todos los laicos de Europa se entendieran». En él marcaba la agenda que debía seguir la Unión Europea: defensa de un laicismo humanista no religioso, lucha contra la discriminación por orientación sexual, promoción y financiación de la ideología de género (esto es, imposición) y la «cuestión del Islam en las sociedades europeas» (quiere decirse, defensa del Islam en Europa como contrapeso al cristianismo).

Como cualquier otro lobby, en 2008, la masonería abría una oficina en Bruselas, dirigida por el francés Jean-Michel Quillardet, ex-gran maestre del Gran Oriente de Francia. Un año antes se había creado en Estrasburgo «La Reunión Masónica Internacional». Tenían una hoja de ruta y la han ido cumpliendo al dedillo. En una entrevista en Le Soir, el responsable del lobby masón en las instituciones europeas, Jean-Michel Quillardet afirmaba: «En 2008, por primera vez, logramos una cita con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. Allí estaba el Gran Oriente de Francia, la Gran Logia femenina de Francia, El Derecho Humano y el Gran Oriente de Portugal. Le explicamos que, además de sus raíces cristianas, Europa debe mucho a la filosofía griega y romana, al humanismo del Renacimiento y a la Ilustración. También contamos con la representación de las asociaciones masónicas y de defensa de la laicidad en la BEPA (la oficina que asesora al presidente de la Comisión). Cuando se organizó el Encuentro internacional masónico en Atenas en 2008, Barroso escribió un mensaje para indicar la importancia que concede a la contribución de la masonería para la historia y la construcción de Europa. Para nosotros fue un reconocimiento intelectual. Sin embargo, la dificultad de introducir el mensaje secular es importante, las iglesias están todavía muy presentes. Es una gran batalla aún por librarse».
La laicización plena de Europa ha de ser el culmen de un proyecto pensado ya desde hace mucho tiempo. Pero… ¿quién era el padre de estas ideas? Sobre muchos de ellos no sabemos nada, aunque podemos mostrar algunas pistas. El ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker (ex-gobernador del FMI y que fuera presidente del Eurogrupo u organismo «informal» integrado por los ministros de Finanzas de la denominada zona euro) consideraba que el «padre fundador» de la UE era el masón austriaco Richard Coudenhove, conde Kalergi (1894-1972), y no los estadistas democristianos como De Gasperi o Adenauer. Kalergi fundó el Movimiento Europeo, cuyos principios describió en su obra Pan-Europa (Raíces de Europa) (1923), en tres volúmenes. Grandes personalidades como Einstein, Thomas Mann, Freud, Rilke, Madariaga y Ortega y Gasset se sumaron entusiasmados a sus ideas. El ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker (ex-gobernador del FMI y que fuera presidente del Eurogrupo u organismo «informal» integrado por los ministros de Finanzas de la denominada zona euro) consideraba que el «padre fundador» de la UE era el masón austriaco Richard Coudenhove.

El conde Kalergi, aunque desconocido para la mayoría del público, no deja de ser todo un personaje interesante. En Estados Unidos, donde había huido para resguardarse de la 2GM, publicó su obra Cruzada por Paneuropa. De regreso a Francia, fundó la Unión Parlamentaria Europea. Defendió la idea de que la creación de un mercado amplio, con una moneda estable, era el vehículo para que Europa recobrara su importancia mundial. En 1950, este masón fue la primera persona que recibió el premio Carlomagno, otorgado por la ciudad alemana de Aquisgrán a la persona que contribuye a la idea de una Europa unida y en paz. Sin embargo, al recibir la condecoración, nadie sacó a relucir sus ideas sobre el diseño de Europa que realizó en el periodo de entreguerras (casi una profecía de lo que hoy vivimos): promovía una propuesta de emigración masiva, forzosa y permanente sobre Europa, que sería justificada por control de natalidad que debía ejercer el poder. El conde masón y racista pensaba que «los mestizos serán faltos de carácter pero más fáciles de dirigir».

Bandera del «Movimiento Paneuropa»

Otro de los poderes fácticos en Europa, del que ya hemos hablado y hemos vinculado con la familia de Don Juan de Borbón, fue Bernhard von Lippe Biesterfeld, más conocido como el príncipe Bernardo de Holanda (1913-2004). Estuvo afiliado al NSDAP, el partido de Hitler, hasta su matrimonio con la princesa y luego reina Juliana de Holanda (1909-2004), la heredera de la Casa de Orange. El príncipe Bernardo se interesó por los nazis cuando cursaba su último año en la Universidad de Berlín y fue reclutado por un miembro de los servicios de inteligencia nazis; aunque trabajó primero, abiertamente, en las unidades motorizadas de las Schutzstaffel (las temidas SS) y más tarde dirigió fábricas con trabajadores forzosos y otras denigrantes labores. Su pasado nacionalsocialista es fácil de indagar y ha corrido mucha tinta impresa sobre ello. «Incomprensiblemente» nunca pasó por los juicios de Núremberg.

Alguien encubrió un pasado político tan tormentoso. No es de extrañar, pues se convirtió en el impulsor del masónico Club Bilderberg y diversas asociaciones ecologistas que en el fondo escondían sus propósitos eugenistas que ya había mamado del nazismo. En 1961, se crea el WWF (World Wildife Fund), reconocible por su famoso logotipo con el panda y, en nombre de la ecología, inicia políticas no para salvar desguarnecidos pandas sino para esterilizar a media humanidad (especialmente la tercermundista). Bernardo de Holanda consiguió una red «ecológica», ligada al Club Bilderberg que él había promovido y al mismo tiempo fundaba, con su primo Felipe, el «Club 1.001». Era una asociación que contaba con mil un personajes de la nobleza y magnates de todo el mundo, entre los que se encontraban aristócratas ecologistas, mafiosos neoyorkinos, traficantes de armas y magnates de todo tipo.

El programa del príncipe Bernardo respecto a Europa queda plasmado en su aserto de que «es difícil educar a las personas que han crecido en el nacionalismo y pedirles que renuncien a parte de su soberanía a favor de un cuerpo supranacional». El embrión de ese cuerpo supranacional (eufemismo de Gobierno mundial) era la futura Unión Europea. Este hecho lo manifestó, abiertamente, George Crew McGhee, un destacado miembro del Bildelberg, ex-embajador de Estados Unidos en Turquía y Alemania, y presidente de la gigantesca multinacional petrolífera Mobil Oil. Ya nadie duda de que el Tratado de Roma fue orquestado en el Bildelberg.

Otra de las «patas de banco» que sustentan los altos poderes que nada tienen que ver con los procesos electorales europeos, es la también mencionada Comisión Trilateral. Entre sus muchos miembros destaca Zbigniew Brzezinski, catedrático norteamericano de origen polaco, y uno de los miembros más influyentes de la política internacional durante los últimos treinta años. Ocupó el cargo de consejero de Seguridad Nacional con Jimmy Carter en la segunda mitad de la década de los setenta del pasado siglo.

Zbigniew Brzezinski, junto con Kissinger y Soros, los tres demonios encarnados

Durante la administración Clinton se mostró omnipresente, pues Madeleine Albright, su discípula predilecta, fue la secretaria de Estado. Brzezinski fue el principal asesor de Barak Obama en cuestiones relacionadas con la política exterior. Este intelectual es considerado uno de los ideólogos más significativos del mundialismo (a través del Council on Foreign Relations), y está al servicio directo de David Rockefeller. En 1971 escribía un libro, International Politics in the Technetronic Era, que anunciaba el futuro que ya está aquí: «la soberanía nacional ya no es un concepto viable».

La construcción de unos Estados Unidos de Europa había de ser el paso decisivo para crear un Nuevo Orden Mundial/NWO (por sus siglas en inglés), donde el mundo quedara regulado por expertos, tecnócratas y bajo la égida de una sola moneda (o poder económico). En el libro también se profetizaba la «legalización progresiva de los inmigrantes ilegales hasta desembocar en una inmigración ilimitada desde el Tercer Mundo, y un Nuevo Orden Económico Mundial». La neoproletarización (o sea, el cambio del proletariado autóctono debido al control de natalidad, siendo sustituido por uno foráneo) de las sociedades europeas era un paso estratégico decisivo para evitar sociedades arraigadas a sus tradiciones y sentimientos de nacionalidad. En este contexto, cabe preguntarse si no se estarán cumpliendo aquellas palabras que dejó escritas en 1852 el británico Benjamín Disraeli: «el pueblo de Dios coopera con los ateos, los acumuladores más diestros de propiedad se alían con los comunistas; la peculiar y escogida raza toca la mano de toda la escoria y las castas bajas de Europa, y todo esto porque se quiere destruir la Cristiandad tan ingrata que le debe su nombre, y cuya tiranía ya nadie puede soportar más».

Fuente: Javier Barraycoa

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