TODOS CONTRA VOX: LA CASTA SE DEFIENDE

Nunca en los cuarenta años de régimen un partido político había sido víctima de una campaña tan feroz y torticera como la que está sufriendo VOX. Desde que irrumpiera con fuerza en el escenario político, un día sí, y otro también, se suceden las agresiones verbales, e incluso físicas, contra dirigentes y afiliados de la formación verde. Estas agresiones, no solo quedan en la absoluta impunidad, sino que son jaleadas, cuando no motivadas, por los dirigentes políticos.

A nadie sorprende que la podemita andaluza María Teresa Rodríguez-Rubio Vázquez, en un ejercicio de repugnante equidistancia, trate de igualar a los pistoleros de ETA con sus víctimas, en este caso, con Santiago Abascal. Las simpatías de Podemos por los proetarras son sobradamente conocidas, así que no merecen mayor atención. Hablamos de los mismos perros con parecido collar.

Que el portavoz socialista, Ábalos, se atreva a despojar a los miembros de VOX de su dignidad de personas no solo le retrata, sino que habla con precisión de su tolerancia y talante democráticos. Aunque no debiera extrañarnos. Al fin y al cabo, ¿quién es Ábalos?, ¿no es acaso el portavoz de un gobierno ilegítimo presidido por un mentiroso?, ¿el ministro de un partido que se sostiene en el poder merced al apoyo de los proterroristas de Bildu (y PNV), los golpistas catalanes, y los comunistas de Podemos? Esta es la ralea liberticida con la que el gobierno, que dice serlo de España, comparte relaciones; los tributarios, al parecer, de su máximo respeto. Lejos de ofender, su desprecio ha de honrar a quien lo recibe.

José Luis Ábalos, el típico socialista: miserable, ávido, grosero y arrogante

Y sin embargo, los ataques no se circunscriben únicamente a la izquierda. Para sorpresa de extraños, e incluso, de propios, es Rivera, el líder de C's quien, con mayor encono, arremete contra VOX con toda la artillería pesada de la que es capaz. Él, que se precia de ser liberal, que hace continua jactancia de su fervor democrático, lidera la nada liberal y menos democrática, pretensión de excluir a VOX de la escena política. Lo llaman cordón sanitario, pero todos sabemos lo que esto significa; es el manido eufemismo del que se sirven los totalitarios para endulzar su mordaza a la libertad de expresión. ¿Quién lo iba a decir? La formación que hace unos meses parecía erigirse en adalid contra los separatistas, hoy no tiene reparos en pactar con ellos con la única pretensión de exterminar civilmente a VOX.

Incluso en el Partido Popular no faltan quienes como José María Cano, candidato a la Diputación Foral de Guipúzcoa asemejan el pactar con VOX a hacerlo con Bildu. Causa escalofríos imaginar qué pensarían  Gregorio Ordóñez y Miguel Ángel Blanco, que pagaron con su vida el precio de la libertad, si levantaran la cabeza. Es evidente que los Ternera de turno, que tanta sangre inocente han vertido con sus pistolas, se regocijarán al ver la sumisión en la que se hallan los dirigentes del partido que otrora les plantase cara de forma heroica. Nadie duda que en el PP la gran mayoría discrepa de Cano, pero siendo así, ¿por qué sigue en su puesto?

Sea como fuere, lo cierto es que, a izquierdas y a derechas, todos arremeten contra el partido de Santiago Abascal, también aquellos que en el futuro muy bien pudieran precisar de su respaldo. La pregunta es, ¿qué ha hecho VOX para merecer tal castigo?

La respuesta es sencilla: se limita a cumplir con su deber. Se sabe herramienta al servicio de España y defiende los intereses de quienes han de volver a ser sus únicos soberanos, los españoles. Solo eso. Lo cual no deja de ser novedoso. Hasta ahora, había una clase política que obraba de acuerdo con unos intereses muy concretos: los suyos. Ciertamente, éstos no guardaban relación con los intereses de sus representados, pero tampoco les importaba demasiado.

Durante cuarenta años esta clase política ha vivido por encima de todo y de todos. Lejos de entender que su deber consistía en servir a los españoles, los partidos políticos creyeron preferible vivir a su costa. Para conseguirlo, colonizaron el Estado. No solo legislaron a la medida de sus intereses de clase, inventando nuevos privilegios; a modo de botín se repartieron sus órganos estatales. En lugar de respetar la separación de poderes, los sometieron bajo su tutela. Gracias a esta labor de ingeniería política, el poder y la presencia de la casta es omnímodo.

Si la llegada de nuevos partidos pudo alumbrar esperanzas de regeneración, éstas pronto se vieron desmentidas por los hechos. Los nuevos actores prometieron mucho, pero no cumplieron. Antes al contrario, se erigieron en aventajados aprendices de las viejas maneras. De la vieja política. De las malas artes. Hoy como ayer, corrupción, nepotismo, endogamia, mediocridad y privilegios continúan configurando, tanto a quienes dirigen la nación, como a quienes les secundan.

Por todo ello, cuando los viejos y los nuevos partidos arremeten sin piedad contra VOX saben lo que hacen y por qué lo hacen. Protegen sus privilegios, su poder. Saben que Vox constituye una gran amenaza. La libertad siempre fue nociva para los poderosos. También los españoles lo saben. De ahí que cada vez sean más quienes, tras años de abandono por una clase política que los desprecia, ven en VOX  una razón para la esperanza. ¿Quién podría culparles por ello?

Fuente: https://eldebate.es/politica-de-estado/todos-contra-vox-la-casta-se-defiende-20190130

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