Es hora cero en Occidente tras la catástrofe de Afganistán. El peligro es inmenso. Pero se abre la ocasión del golpe de timón si tan brutal evidencia del carácter suicida de la subcultura de envidia y fracaso de la izquierda impulsa una reacción que ya se viene forjando. Es momento propicio para movilizar a las naciones occidentales contra sus enemigos interiores como exteriores. Son muchas las batallas a librar tras medio siglo de pasividad, de trampa relativista y de cesión del terreno siempre sin lucha a los enemigos de Occidente y la civilización.
El primer efecto de la catástrofe afgana ha de ser la muerte de la Agenda 2030. Sus adalides globalistas son causantes de la traición y devastación, unos con intención y otros por su ideología tóxica que hace creer su propia ficción. La Agenda 2030 es un plan de ingeniería social de control y domesticación de la humanidad, sobre todo de sus sociedades menos dóciles por desarrolladas.
La Unión Europea es alumno aventajado de la ONU con su Pacto Verde, monstruoso proyecto de regulación y control desde un pretexto climático. En la ONU como en la UE tienen prisa con sus programas de disciplina colectiva totalitaria porque temen los movimientos que surgen en América como en Europa de resistencia a esos planes. Con pandemia, represión y desinformación han aumentado la resistencia y el temor. Con el avance en Europa de cooperación y unidad de las fuerzas nacionales fuera del consenso socialdemócrata globalista de socialistas, liberal-bolcheviques y populares, la relación de fuerzas en el Europarlamento en 2024 puede acabar con los planes más totalitarios de la UE.
La catástrofe de Afganistán ha demostrado que solo las fuerzas nacionales occidentales contrarias al relativismo globalista tienen el realismo y los atributos para reconocer y satisfacer las necesidades de defensa de unas sociedades cada vez más amenazadas. Ahora hace falta que las sociedades que llevan 50 años escuchando que es mejor ceder ante la injusticia que sufrir una incomodidad entiendan que no hay nada más incómodo que la esclavitud. Y que la libertad solo se defiende desde la nación, con muchas otras naciones. El primer reto en la lucha por acabar con la totalitaria Agenda 2030 es impedir la inmigración masiva afgana. El ‘no’ a la expansión musulmana en Europa —con Las Navas, Lepanto y Viena en mente— debe ser detonante que alce a las naciones en defensa de la civilización occidental.
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