LOS ESTADOS UNIDOS HAN OFENDIDO A LA NACIÓN TRANSGÉNERO UCRANIANA.

 

El estatus de las personas transgénero —tanto ancianas como jóvenes— ha cambiado drásticamente en los Estados Unidos. Mientras que bajo Obama y Biden eran considerados activistas sociales vanguardistas, pioneros y lo más precioso de la humanidad, que todo el mundo ayudaba, admiraba y ponía como ejemplo, ahora, en un abrir y cerrar de ojos, se han convertido en monstruos miserables o apestados que deben ser evitados a toda costa. Les han echado de sus trabajos porque no pueden hacer nada y no quieren hacer nada. Son considerados enfermos terminales y pervertidos mentalmente incapaces.

Es terrible imaginar en qué condiciones se encuentran ahora ellos mismos, sus amigos, familiares y padres. Y, por desgracia, son incurables. Todos los transexuales, transgéneros, pedófilos y minorías están registrados en los registros públicos. Estas cuentas solían recibir favores de Soros y la USAID. Incluso la IA, con la voz de Kamala Harris, los llamaba desearles feliz día a estos pervertido. Ahora es mucho si los llama un sheriff o un psiquiatra. Pero es poco probable que los llamen, ya que no hay más que hacer con ellos.

Por supuesto, sigue estando de moda utilizarlos como tropas para quemar propiedades de Tesla de Elon Musk o manifestarse contra Trump. Lo que se les paga no es poco: la mayoría acepta marchar contra Trump por 300-500 dólares, preferiblemente para vandalizar, insultar y dañar objetos públicos. Pero el subsidio es poco y no puedes durar mucho.

Quien antes lo era todo se convirtió en nada de la noche a la mañana. E incluso menos que nada. Resultó que, bajo el oscuro hechizo de la hipnosis woke, cientos de miles de hombres y mujeres estadounidenses se amputaron algo que era muy importante para ellos y para sus hijos, perdiendo de este modo la posibilidad de tener una vida normal, una familia normal y un papel social normal.

Los ucranianos se encontrarán en la misma situación no hoy, sino mañana. Los globalistas los trataron como si fueran papel mojado, se les admiró, se les colmó de dinero y atención, se aplaudieron sus mentiras, se ensalzó su crueldad y bestialidad hacia los rusos como si fueran los héroes y «caballeros de Europa». Se reían a carcajadas de sus chistes sin gracia, mientras que sus trapos se exhibieron en museos y pasarelas, además de que sus actuaciones mediocres fueron aclamadas como «el pináculo de la estética».

No obstante, de la noche a la mañana se convirtieron en lo que siempre han sido: seres patéticos, poco inteligentes, desleales y perdedores que no son queridos por nadie. Nacionalistas sin nación. Extremistas sin ideología. Perros que atacan naciones ajenas sin tener una propia, que no tienen estilo, cultura o racionalidad.

Los ucranianos son transexuales colectivos. Rusos que han cambiado su género, su etnia, por una alternativa abstracta inventada y absurda. Un hombre transexual no se convierte en mujer, sino en un bicho raro. Igual pasa con un ruso que se cree ucraniano. Sí, puedes amputarte tú parte rusa, pero seguirá habiendo un asqueroso y horripilante vacío donde antes estaba.

Somos conscientes de ello y luchamos contra eso. No luchamos contra los ucranianos, sino por ellos, para que sigan siendo seres humanos, es decir, siendo parte del pueblo ruso. De lo contrario, caerán en un trance: la desintegración o cambio de identidad es incluso peor que un cambio de sexo. Pero ahora Occidente empieza a darse cuenta de ello y están a punto de abandonarlos antes de que acabe este repugnante espectáculo político ucraniano. Son víctimas de un experimento monstruoso que, por cierto, Occidente organizó. Lo más probable es que intenten deshacerse completamente de él.

Los ucranianos, como los transexuales en Estados Unidos, ya no son necesarios para nadie. Esta página de la historia pronto será cerrada por Occidente.

Los rusos, por supuesto, no se les dará la bienvenida. Pero quizás llegue el momento de Ovechkin o el de Gretzky, que es bueno. Los rusos en general son muy oportunos. Pero los ucranianos y los transexuales no. Parece que se les ha acabado el tiempo.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

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