Cuando se haga la crónica, quizá dentro de unos años, de esa farsa llamada «proceso de negociación con ETA», el Caso Faisán ocupará un lugar destacado dentro de la panoplia de manipulaciones de la opinión pública que compusieron dicho «proceso».
En realidad, nunca hubo un proceso de negociación con ETA. O, para ser más exactos, ese proceso fue muy breve y completamente artificial. ETA estaba muerta antes de la llegada de Zapatero al poder. Hubo, por tanto, que revivirla para poder «negociar» con ella. Para ser concretos: hubo que revivirla para poner en marcha ante la opinión pública un supuesto «proceso de negociación», con el que justificar las reformas de carácter territorial que nuestra clase política quería poner en marcha. Para ser más concretos aún: las reformas de carácter territorial que quería poner en marcha nuestra clase política al completo, con la excepción de un sector del PP, que tardaría una legislatura en ser neutralizado.
Debido a la resistencia de ese sector del PP, la primera legislatura de Zapatero vivió un enfrentamiento a cara de perro en torno a dos cuestiones íntimamente ligadas: los «estatutos de autonomía de nueva generación» y la supuesta negociación con ETA. Fue la legislatura del «cordón sanitario» contra el PP, con el que se intentó laminar al sector irreductible de ese partido y a los movimientos de la sociedad civil ligados a él.
Pero llegaron las elecciones de 2008 y, con ellas, la «distensión». Controlado el partido, reducido el sector irreductible a la inoperancia, Mariano Rajoy emprende la no tan larga marcha hacia la casa común del sistema, y el cordón sanitario contra el PP se vio sustituido por un apoyo nada encubierto de Rajoy hacia la política «antiterrorista» de Zapatero, «negociación» con ETA incluida.
Pero una cosa es controlar el partido, asegurarse de neutralizar cualquier resto de aznarismo dentro del PP, y otra cosa muy distinta es que la opinión pública, y en especial los votantes del PP, acepte un viraje de 180º como el que Rajoy protagonizó en 2008.
Aquí es donde entra en juego el Caso Faisán, un caso que dormía en los cajones de la Audiencia Nacional desde 2006 (uno de tantos casos que se dejan «durmientes» por si pueden ser útiles en el futuro) y que es rescatado en 2009, cuando el PP anuncia su personación como acusación popular.
A eso me refería, exactamente, al decir que el Caso Faisán ocupa un lugar destacado dentro de la estrategia de manipulación de la opinión pública en que consistió la «negociación» con ETA: el Caso Faisán permitió al PP apoyar sin fisuras cada movimiento del gobierno en materia «antiterrorista» durante la segunda legislatura de Zapatero, mientras de cara a la opinión pública se usaba el Caso Faisán para simular que «se hacía algo» en contra de esa misma política «antiterrorista». Simple teatro.
Lo de menos es si los protagonistas principales del teatro por parte del PP (los diputados Gil Lázaro y Cosidó) eran conscientes de la farsa o si, por el contrario, fueron utilizados por un Mariano Rajoy que sabía que todo aquello no iba a ninguna parte.
Debido a la resistencia de ese sector del PP, la primera legislatura de Zapatero vivió un enfrentamiento a cara de perro en torno a dos cuestiones íntimamente ligadas: los «estatutos de autonomía de nueva generación» y la supuesta negociación con ETA. Fue la legislatura del «cordón sanitario» contra el PP, con el que se intentó laminar al sector irreductible de ese partido y a los movimientos de la sociedad civil ligados a él.
Pero llegaron las elecciones de 2008 y, con ellas, la «distensión». Controlado el partido, reducido el sector irreductible a la inoperancia, Mariano Rajoy emprende la no tan larga marcha hacia la casa común del sistema, y el cordón sanitario contra el PP se vio sustituido por un apoyo nada encubierto de Rajoy hacia la política «antiterrorista» de Zapatero, «negociación» con ETA incluida.
Pero una cosa es controlar el partido, asegurarse de neutralizar cualquier resto de aznarismo dentro del PP, y otra cosa muy distinta es que la opinión pública, y en especial los votantes del PP, acepte un viraje de 180º como el que Rajoy protagonizó en 2008.
Aquí es donde entra en juego el Caso Faisán, un caso que dormía en los cajones de la Audiencia Nacional desde 2006 (uno de tantos casos que se dejan «durmientes» por si pueden ser útiles en el futuro) y que es rescatado en 2009, cuando el PP anuncia su personación como acusación popular.
A eso me refería, exactamente, al decir que el Caso Faisán ocupa un lugar destacado dentro de la estrategia de manipulación de la opinión pública en que consistió la «negociación» con ETA: el Caso Faisán permitió al PP apoyar sin fisuras cada movimiento del gobierno en materia «antiterrorista» durante la segunda legislatura de Zapatero, mientras de cara a la opinión pública se usaba el Caso Faisán para simular que «se hacía algo» en contra de esa misma política «antiterrorista». Simple teatro.
Lo de menos es si los protagonistas principales del teatro por parte del PP (los diputados Gil Lázaro y Cosidó) eran conscientes de la farsa o si, por el contrario, fueron utilizados por un Mariano Rajoy que sabía que todo aquello no iba a ninguna parte.
Ignacio Cosidó, director de la Policía
¡La de portadas que ocupó el Caso Faisán! ¡Qué titulares inspiró! Y mientras se ponía el capote del Faisán para que la opinión pública fijara en él su atención, el proceso de «negociación» con ETA seguía adelante entre bambalinas, sin demasiadas alharacas y sin que jamás el PP lo obstaculizara realmente a lo largo de esa segunda legislatura de Zapatero. Se trataba de solventar los detalles jurídicos de implementación: qué estrategia jurídica seguir, y en qué plazos, para proceder a la liberación de los terroristas presos; cómo desbloquear la presencia del entorno proetarra en las instituciones… El Partido Popular dejaba hacer, sin poner ningún inconveniente, mientras Gil Lázaro entretenía al personal desde la tribuna del Congreso: «¿Señor Rubalcaba, es Vd. la X del Caso Faisán?»
Por supuesto, todo quedó en nada. Los responsables policiales del chivatazo a ETA fueron condenados a penas mínimas y los responsables políticos no fueron ni enjuiciados. Y el Partido Popular no movió un dedo para seguir indagando el Caso Faisán después de su victoria en 2011. No podía ser de otra manera, tratándose de una simple jugada de manipulación.
Por eso no me interesó demasiado en su día el Caso Faisán: el teatro era perceptible. Repasando mis mensajes en Twitter, me encuentro este de hace tres años:
Por supuesto, todo quedó en nada. Los responsables policiales del chivatazo a ETA fueron condenados a penas mínimas y los responsables políticos no fueron ni enjuiciados. Y el Partido Popular no movió un dedo para seguir indagando el Caso Faisán después de su victoria en 2011. No podía ser de otra manera, tratándose de una simple jugada de manipulación.
Por eso no me interesó demasiado en su día el Caso Faisán: el teatro era perceptible. Repasando mis mensajes en Twitter, me encuentro este de hace tres años:
Siempre me han interesado mucho más las perdices (por ejemplo las que diseñan este tipo de jugadas de manipulación) que el Faisán.
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