Relaciones internacionales. ¿Qué tempestad pudiera sobrevenir después de la calma?

Todos los problemas internacionales están en suspenso, en espera de las elecciones legislativas estadounidenses. Los partidarios del antiguo orden internacional apuestan por un cambio de mayoría en el Congreso de Estados Unidos y una rápida destitución del presidente Trump. Si el inquilino de la Casa Blanca logra mantenerse en ella, los promotores de la guerra contra Siria tendrán que admitir su derrota y buscar otros campos de batalla. Pero si Trump pierde la elección, el Reino Unido reactivará de inmediato el conflicto en Siria.

El actual periodo, que se inició con el anuncio de la respuesta rusa al derribo de su avión militar Ilyushin Il-20 y debe terminar con las elecciones legislativas estadounidenses del 6 de noviembre, está plagado de incertidumbres. Todos los protagonistas de la guerra en Siria están en espera de saber si la Casa Blanca podrá continuar su política de ruptura con el actual orden internacional o si el Congreso pasará a hallarse bajo el control de la oposición y tratará de destituir al presidente Trump.

Los orígenes de la guerra
Ya está claro que el proyecto inicial de Estados Unidos, Reino Unido, Israel, Arabia Saudita y Qatar no podrá concretarse. Como tampoco podrán concretarse los proyectos de Francia y de Turquía, dos potencias que entraron tardíamente en guerra contra Siria.

Si algo debemos recordar imperativamente no es lo que creímos ver al inicio de los acontecimientos sino lo que hemos descubierto desde entonces.

Al principio nos presentaban las protestas de Daraa como una «revuelta espontánea» ante la «represión de una dictadura». Hoy sabemos que aquellos hechos fueron preparados desde mucho antes.

Por otro lado, no podemos seguir creyendo que todos los miembros de una coalición, aunque se unan para alcanzar un mismo objetivo, comparten la misma estrategia. Sea cual sea el grado de influencia de cada uno de ellos, cada Estado sigue teniendo su propia historia, sus propios intereses y sus propios objetivos de guerra.

Estados Unidos aplicaba la estrategia del almirante Arthur Cebrowski: la destrucción de las estructuras mismas de los Estados en los países del Medio Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente. Para concretar esa estrategia, Estados Unidos se apoyaba en el Reino Unido, que a su vez aplicaba la estrategia de Tony Blair tendiente a poner la Hermandad Musulmana en el poder en esa región.

Estados Unidos se apoyaba también en Israel, que a su vez retomaba la estrategia de dominación sobre la región que habían trazado Oded Yinon y David Wurmser. Arabia Saudita se encargó de almacenar previamente las armas para la revuelta de Daraa en la mezquita Omar y Qatar inventó la historia de los niños sirios torturados por «el régimen».

En aquel momento, Arabia Saudita no trataba de imponer a Siria un cambio de política, ni siquiera trataba de derrocar el gobierno sirio. Lo único que quería Riad era impedir que una personalidad no sunita fuese presidente en Siria. En una extraña evolución histórica, los wahabitas: que hace 2 siglos consideraban herejes tanto a los sunitas como a los chiitas, hoy se erigen en defensores de los sunitas y exterminadores de chiitas.

En cuanto a Qatar, este pequeño emirato estaba simplemente vengándose por la interrupción de su proyecto de gasoducto, que debía pasar a través de Siria.

Francia, a pesar de que los acuerdos de Lancaster House estipulaban su participación en el complot contra Siria, fue mantenida al margen debido a las iniciativas imprevistas que había tomado en Libia. El entonces ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, trató de empujar a Francia a que se uniera a los conspiradores, pero el embajador francés en Damasco, Eric Chevalier, veía en el terreno la diferencia entre la realidad y la versión distorsionada de los hechos que se difundía… y se negaba de plano a colaborar con los intervencionistas.

Cuando Francia fue admitida nuevamente entre los conspiradores contra Siria, lo que hizo fue perseguir su propio objetivo de 1915 —colonizar ese país— en concordancia con los acuerdos Sykes-Picot-Sazonov. El mandato francés sobre Siria había sido considerado transitorio, en relación con la colonización de Argelia. De la misma manera, en el siglo XXI es considerado secundario en relación con el control del Sajel. Al mismo tiempo, en un intento por concretar su viejo compromiso, París empuja además a la creación de un «hogar nacional» kurdo, siguiendo el esquema de lo que los británicos hicieron con los judíos en Palestina en 1917. Para eso, París se alió con Turquía, —mediante un Acuerdo franco-turco, firmado en 2011 por Alain Juppé y Ahmet Davutoğlu, que nunca se ha publicado— país que, invocando el «Juramento Nacional» de Atatürk, invade el norte de Siria para crear allí un Estado hacia donde poder expulsar después a los kurdos de Turquía.

Si bien los objetivos de guerra de los 4 primeros agresores son compatibles entre sí, los objetivos de los 2 últimos no son compatibles con los demás.

Por otra parte, Francia, el Reino Unido y Turquía son 3 antiguas potencias coloniales. Estos tres países tratan de imponer cada uno su poder sobre un mismo trono. Por consiguiente, la guerra contra Siria reaviva sus rivalidades pasadas.

El episodio «Daesh» en medio de la guerra contra Siria e Iraq
A finales de 2013, el Pentágono revisó sus planes en el marco de la estrategia de Cebrowski. Y modificó sus planes iniciales —los que habían sido revelados por Ralph Peters—, reemplazándolos por el plan, revelado por la investigadora estadounidense Robin Wright, de creación de un «Sunistán» que debía abarcar territorios pertenecientes a Siria e Iraq.

Sin embargo, en septiembre de 2015, el despliegue militar ruso en Siria, destinado a contrarrestar la creación de un «Sunistán» por parte del Emirato Islámico (Daesh) arruinó los proyectos de los 6 principales promotores de la guerra.

Los 3 años de guerra que siguieron después respondían a otro objetivo: por un lado, crear un nuevo Estado en territorios pertenecientes a Iraq y Siria, en el marco de la estrategia de Cebrowski, y, por otro lado, utilizar a Daesh para cortar la «ruta de la seda» que la China de Xi Jinping quería reactivar y mantener así la dominación «occidental» sobre la región.

La victoria de Siria y Rusia y el cambio de posición de Estados Unidos
El derribo de un avión militar ruso Ilyushin Il-20, el 17 de septiembre de 2018, dio a Rusia la posibilidad de poner fin a esta prolongada guerra y de ponerse de acuerdo con la Casa Blanca en contra de los demás agresores. Se trata de una repetición, a menor escala, de la reacción común de la Unión Soviética y Estados Unidos durante la crisis de Suez, en 1956.

No sólo Moscú acaba de entregar al Ejército Árabe Sirio varias baterías de misiles antiaéreos S-300 sino que además ha desplegado todo un sistema de vigilancia integral automatizada del espacio aéreo. Cuando este dispositivo entre en operaciones y los oficiales sirios hayan recibido la formación necesaria para utilizarlo, en 3 meses como máximo, las fuerzas aéreas de las potencias occidentales ya no podrán seguir sobrevolando Siria sin autorización del gobierno de Damasco.

El presidente Trump había anunciado de antemano que pensaba retirar las tropas estadounidenses presentes en Siria. Pero la presión del Pentágono lo hizo cambiar de posición. Acordó entonces con sus generales mantener la presión sobre Damasco mientras Estados Unidos esté excluido de las negociaciones de paz de Sochi. El despliegue del nuevo armamento ruso —probablemente con el previo acuerdo de la Casa Blanca— dio al presidente Trump la posibilidad de obligar el Pentágono a retroceder. El Pentágono retiraría entonces las fuerzas estadounidenses pero mantendría a sus mercenarios locales: los kurdos y árabes de las llamadas «Fuerzas Democráticas Sirias» (FDS).

El ministro de Exteriores de la República Árabe Siria, Walid Mualem, exigió desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU la retirada inmediata e incondicional de las fuerzas extranjeras que Estados Unidos, Francia y Turquía mantienen ilegalmente en suelo sirio.

Si Estados Unidos se retira, Francia y Turquía no podrán mantenerse en suelo sirio. La aviación de Israel tampoco podrá seguir sobrevolando y bombardeando el territorio de la República Árabe Siria. Y el Reino Unido ya se replegó.

Pero Tel Aviv, París y Ankara aún abrigan la esperanza de que el presidente Trump pierda las elecciones legislativas del 6 de noviembre y que un Congreso con mayoría demócrata lo destituya. Así que están esperando el resultado de ese fatídico escrutinio antes de decidir qué hacer.

Si Donald Trump gana las elecciones legislativas y se mantiene la mayoría republicana en el Congreso estadounidense, aparecerá otra interrogante. Si las potencias occidentales se ven obligadas a renunciar a la guerra en Siria, ¿dónde van continuar a su guerra sin fin?

Si hay una realidad en la que concuerdan todos los expertos es que la clase dirigente occidental se ha vuelto tan engreída y revanchista que no puede aceptar verse relegada a un papel de segundo nivel por las nuevas potencias asiáticas.

Lo sabio sería que, al ver que han perdido la guerra, los agresores se retiren. Pero la predisposición intelectual de los occidentales les impide hacerlo. La guerra no terminará en esta parte del mundo hasta que hayan encontrado un motivo de conflicto en otra parte.

Sólo el Reino Unido ha previsto su respuesta. Ya es evidente que aunque Londres mantiene su presión diplomática sobre Siria a través del «Pequeño Grupo» (Small Group), su atención ya está centrada en la reactivación del «Gran Juego», que enfrentó la Corona británica con el imperio del Zar a lo largo de todo el siglo XIX. Después de haber inventado el «Caso Skripal», siguiendo el modelo de la «Carta de Zinoviev» —conocida también como el «Telegrama de Zinoviev»—, Londres acaba de sorprender in fraganti a la inteligencia exterior rusa cuando esta trataba de descubrir lo que se tramaba contra su país tras las paredes de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).

El «Gran Juego» es una doctrina geopolítica que no depende de los acontecimientos que utiliza como pretexto. Fue la estrategia del Imperio británico y el Reino Unido vuelve a ella como consecuencia del Brexit y de la política de «Global Britain». Como en el siglo XIX, esta configuración anti-rusa se verá acompañada en definitiva por una rivalidad exacerbada entre Londres y París. Por el contrario, un fracaso de Theresa May, un retroceso del Brexit y el mantenimiento del Reino Unido en la Unión Europea anularían todas esas variantes.

Si bien Francia se plantea ahora abandonar el Medio Oriente para concentrarse en el Sajel, la posición de Estados Unidos es mucho más problemática. A partir del 11 de septiembre de 2001, el Pentágono ha venido gozando de cierta autonomía. Los comandantes de los 10 Mandos Unificados de Combate de las fuerzas armadas estadounidenses no pueden recibir órdenes del jefe del Estado Mayor Conjunto sino sólo del secretario de Defensa. Con el tiempo, esos diez comandantes se han convertido en verdaderos «virreyes» del Imperio estadounidense, con prerrogativas que no están dispuestos a dejarse quitar por el presidente Trump. Algunos, como el comandante del US SouthCom, designado en Latinoamérica como el «Comando Sur», pretenden seguir adelante con la estrategia del almirante Cebrowski, a pesar de las órdenes de la Casa Blanca.

Subsisten, por consiguiente, muchas fuentes de incertidumbre. Lo único seguro es lo sucedido con Daesh. Durante 3 años, las potencias occidentales dijeron luchar contra ese grupo terrorista… mientras le enviaban armas. Hoy en día, Trump ha ordenado poner fin al experimento tendiente a crear el Estado abiertamente terrorista que fue el Califato de Daesh, y las fuerzas armadas de Siria, con la importante contribución de Rusia, han logrado rechazar a los yijadistas. Las potencias occidentales no quieren que sus otrora entrañables «rebeldes moderados», a los que ahora califican de «terroristas», se replieguen hacia Occidente. O sea, aunque no lo digan, quieren verlos morir en Siria.

Las próximas elecciones legislativas estadounidenses dirán si la guerra se mantiene en Siria o si se desplaza hacia otro campo de batalla.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article203362.html#nb1

No hay comentarios:

Publicar un comentario