Hasta hace 130 años y aunque sea difícil de creer, casi nadie en el mundo occidental había oído hablar sobre reencarnación, pero este no siempre fue el caso ya que la creencia en esa doctrina floreció en Occidente durante épocas pasadas e incluso fue parte del cristianismo primitivo hasta que fue declarada una creencia «herética» por la Iglesia en el siglo VI de nuestra era. Luego de este suceso, el concepto de reencarnación desapareció casi por completo de la conciencia occidental hasta que fue reintroducido por algunas doctrinas como el espiritismo científico de Alan Kardec, y el movimiento teosófico de Helena Petrovna Blavatskaya (HPB).
De esta manera, la realidad sobre la reencarnación fue percibida rápidamente por muchas personas y en poco tiempo esta idea básica formó parte de nuestra cultura cotidiana.
En las últimas décadas varias investigaciones científico-analíticas —como la del doctor Ian Stevenson— han demostrado que la reencarnación es un hecho. Los hallazgos y conclusiones ampliamente documentados de profesionales tan respetados como aquél y verificados con una gran cantidad de evidencia incuestionable no pueden ser explicados por la ciencia materialista, pero tampoco pueden descartarse.
Aunque un número cada vez mayor de personas afirma creer en la reencarnación, al parecer son relativamente pocos quienes son capaces de explicarlo de manera adecuada a otros, tal vez sin tener un conocimiento completo de lo que realmente es y cómo opera. La teosofía sostiene que el karma y la reencarnación son los dos conceptos espirituales más importantes a ser asimilados cabalmente por la humanidad, y así esperamos que las siguientes ideas ayuden a una comprensión mejor y más práctica de esta noble y antigua enseñanza.
Este es un artículo complementario de: «Para entender correctamente el karma» que se puede leer haciendo clic en el enlace.
VII. SEGÚN NUESTRAS OBRAS Y NECESIDADES
La naturaleza de cada cuerpo en que reencarna el alma se corresponde con «nuestros actos y necesidades» en palabras de los Upanishads, las escrituras fundamentales de la filosofía hindú. Nuestras acciones del pasado han determinado el cuerpo, la capa exterior que debemos construir para esta vida presente y también es la cobertura más apropiada para ayudar a que el alma cubra sus necesidades de evolución interna y aprendizaje en esta vida.
El karma no comete errores. En esta vida nuestro cuerpo puede ser débil, propenso a la mala salud o incluso presentar discapacidades, pero eso está de acuerdo con nuestros hechos y necesidades. También la forma física puede ser inherentemente fuerte y robusta, lo que nos permite lograr todo tipo de cosas en el nivel material, nuevamente según las acciones y necesidades del alma para su avance en este punto particular de evolución.
Algunas personas se sienten como mujeres atrapadas en cuerpos de hombres o viceversa. Esto tiende a sugerir que el alma ha pasado varias de sus vidas más recientes en una sucesión continua de cuerpos pertenecientes a un género particular, y por lo tanto el alma se habrá feminizado o masculinizado según corresponda. Debemos recordar que en realidad el alma es asexual.
Comprensiblemente, un alma muy feminizada odiará encontrarse en un cuerpo masculino ya que parecerá muy antinatural y extraño; pero si el alma feminizada se halla en un revestimiento masculino o viceversa esto también se corresponde con sus acciones y necesidades, y una de ellas aparentemente sería «ajustar el equilibrio», puesto que nunca podemos realizar un verdadero progreso sólo por ser mujer u hombre en todas nuestras encarnaciones físicas. Sin embargo, aquéllos que sienten que no pueden permanecer en el género de su nacimiento y deciden cambiarlo no deben ser criticados ni condenados, ya que únicamente esas personas pueden saber realmente cómo se percibe.
VIII. INDIVIDUALIDAD PERMANENTE Y PERSONALIDAD ACTUAL
Es importante recordar que existe una distinción entre personalidad presente e individualidad permanente. La personalidad terrenal nunca reencarna, ya sea conocida como Juan Pérez o María González, por ejemplo.
Sin embargo, sí reencarna el alma (individualidad espiritual) que tuvo una vida terrenal en y mediante la persona de Juan o María, en y a través de una nueva personalidad. Entonces, no debemos cometer el error de pensar que nuestra alma es «idéntica a nuestra persona física».
Algunos aspectos y cualidades de nuestra alma adquiridos en vidas anteriores —cuando encarnó en personalidades previas— ciertamente están activos y prevalecen en nuestra circunstancia actual, pero la personalidad presente no debe tomarse como algo completo o un «reflejo» particularmente preciso de la individualidad permanente.
La personalidad temporal de Juan o María representa sólo un capítulo o página en todo el «libro de vidas» de esa alma. El alma o individualidad permanente se denomina Ego en las enseñanzas de teosofía y ese término se emplea en su significado real y literal de «yo, y así el alma reencarnada es el verdadero «yo» de nuestro ser.
IX. REENCARNACIÓN Y POBLACIÓN MUNDIAL
La población del mundo ha aumentado en casi 7 mil millones en los últimos 130-140 años y sigue creciendo, aunque se espera que alcance su máximo entre 2025 y 2050. Una de las principales causas de este aumento dramático es que la gente en la actualidad reencarna mucho más pronto y rápido que hace un siglo.
La duración de la permanencia entre vidas del alma en Devachan siempre está determinada en parte por lo «espiritualizada» que esté el alma: cuanto más atea, agnóstica o materialista sea una persona, más corto y menos definido será ese período intermedio.
Es innegable que ha habido un declive general en todo el mundo respecto a espiritualidad y pensamiento elevado en la última centuria. A finales del siglo XIX la mayoría de los humanos aún tenía cierto grado de inclinación o creencia espiritual; por lo tanto, sus almas estaban «espiritualizadas» al menos en cierta medida y parte de su conciencia estaba dirigida hacia asuntos superiores, aunque fuera ocasionalmente, lo cual permitió que se prolongara el tiempo post mortem del alma en Devachan.
En Occidente, la caída de la Iglesia y el surgimiento paralelo de la ciencia materialista tuvieron el efecto combinado de crear generaciones de agnósticos, ateos y sensualistas ya que no había nada que llenara el vacío en la conciencia humana entre la fe religiosa y ciega que insistía en que la Biblia es la Palabra de Dios infalible y literal, y las proclamas ateas de científicos quienes declararon (y continúan aseverando) que «no hay nada más allá de la materia» y que «no existen el alma ni el espíritu» ni cualquier propósito o significado real sobre ellos.
En las últimas décadas varias investigaciones científico-analíticas —como la del doctor Ian Stevenson— han demostrado que la reencarnación es un hecho. Los hallazgos y conclusiones ampliamente documentados de profesionales tan respetados como aquél y verificados con una gran cantidad de evidencia incuestionable no pueden ser explicados por la ciencia materialista, pero tampoco pueden descartarse.
Aunque un número cada vez mayor de personas afirma creer en la reencarnación, al parecer son relativamente pocos quienes son capaces de explicarlo de manera adecuada a otros, tal vez sin tener un conocimiento completo de lo que realmente es y cómo opera. La teosofía sostiene que el karma y la reencarnación son los dos conceptos espirituales más importantes a ser asimilados cabalmente por la humanidad, y así esperamos que las siguientes ideas ayuden a una comprensión mejor y más práctica de esta noble y antigua enseñanza.
Este es un artículo complementario de: «Para entender correctamente el karma» que se puede leer haciendo clic en el enlace.
El espiritismo y la teosofía sostienen que el karma y la reencarnación son los dos conceptos espirituales más importantes a ser asimilados cabalmente por la humanidad.
I. ¿QUÉ ES LA REENCARNACIÓN?
La palabra «reencarnación» es sinónima de «renacimiento» y/o «reincorporación». Es el proceso por el cual el alma humana regresa a la Tierra una y otra vez y se asienta cada vez en un nuevo cuerpo físico para continuar el viaje progresivo del alma para su evolución y desarrollo interior, por lo cual la muerte no es el final y el nacimiento tampoco es el comienzo.
El alma se reencarna debido a tres razones principales: (1) todavía tiene lecciones que aprender, (2) tiene «deudas kármicas» que necesita resolver para equilibrar aún más su Karma, o (3) no ha conseguido plenamente su naturaleza divina o unidad absoluta con lo divino —y por lo tanto con toda la Vida— y aún no ha devenido Aquéllo que realmente es a nivel de consciencia. La reencarnación es una Ley en la Naturaleza y no es cierto que «sólo algunas almas reencarnan» o que «reencarnarse es la excepción y no la regla» como algunos han afirmado, siendo realmente un proceso cíclico continuo y una necesidad para toda alma.
Existen tres posibilidades con respecto a lo que nos sucede cuando morimos. Primero está la opinión de los ateos y materialistas quienes aseguran que somos sólo «un fardo desalmado de materia sin propósito» y que «dejamos de ser cuando el cuerpo físico muere».
Después tenemos la opinión de «una sola vida» esgrimida por algunas religiones, que sostienen que el alma vive una vez en la tierra y posteriormente a la muerte física vamos al Cielo por toda la eternidad o ardemos a perpetuidad en el infierno. Los sistemas que enseñan este concepto generalmente insisten en que son el «único credo correcto» y que sólo las personas que pertenecen a esa religión en particular irán al «paraíso celestial».
La tercera posibilidad es la de un proceso continuo de reencarnación. Hoy el 25-30% de los occidentales dice creer en ella y ha sido un concepto estándar en gran parte de Oriente durante miles de años, teniendo su origen en el hinduismo, la religión más antigua del mundo. También es una característica central del budismo y otras religiones indias, y así tenemos la libertad de decidir cuál de estas tres posibilidades nos parece más razonable.
II. LA REENCARNACIÓN NO ES INMEDIATA
La reencarnación no ocurre inmediatamente después de la muerte. No se trata de que «el alma abandone un cuerpo y luego ingrese de forma instantánea al de un bebé que está por nacer», porque siempre hay un intervalo durante el cual el alma experimenta su propio estado de «cielo», creado involuntariamente a partir de su propia conciencia y que coincide a exactitud con la vida futura en que la persona había creído y esperado durante la existencia física que acaba de terminar.
Las enseñanzas de la teosofía se refieren a este nivel con el nombre tibetano de «devachan» y esto se da en exacto acorde con la cantidad y fuerza del karma bueno o positivo que el alma creó durante la vida terrenal que dejó. Entonces, se lleva a cabo el proceso de reencarnación cuando el alma ha cosechado el fruto completo de este buen karma en su gozosa experiencia devachánica. El ritmo en que esto sucede varía para toda alma y depende de varios factores, principalmente la cantidad de Karma positivo traído de la última encarnación y de cuán espiritual y pura haya sido la persona. Algunos pueden no reencarnarse hasta que hayan pasado cientos o incluso miles de años, mientras que otros pueden reencarnar en el transcurso de unos pocos años, por cuanto no existe una regla rígida en este sentido.
III. LOS HUMANOS SIEMPRE REENCARNAN COMO TALES
Existen diversos reinos o departamentos en la Naturaleza que representan etapas distintas y definidas de evolución interna. Después de progresar al salir de uno de dichos reinos para luego ingresar al siguiente, el alma no retorna a un ciclo que ya ha completado. Aunque la evolución es un desarrollo muy lento y gradual, procede de una manera definida y ordenada.
Habiendo pasado del reino mineral al vegetal, no volvemos a ser miembros del ámbito mineral. Luego, al transmigrar de vegetal a animal no podemos ser otra vez una planta. De manera similar, una vez que hemos pasado esa marca definitiva e importante de ingresar a una larga serie de vidas como individualidad autoconsciente en el reino humano, no se puede volver a un nivel inferior de evolución que ya fue superado y lo cual ya no tiene más efecto o utilidad para nosotros.
El alma humana nunca reencarna como animal, árbol, planta, piedra o cualquier otra entidad que no sea otro ser humano.
IV. KARMA Y REENCARNACIÓN ESTÁN ESTRECHAMENTE VINCULADOS
El karma y la reencarnación están inextricablemente vinculados, pues uno no puede explicarse sin el otro. Es obvio que una sola vida no es lo suficientemente larga para cosechar todos los efectos de cada causa que producimos durante esa vida. También es evidente que algunos aspectos y circunstancias de nuestra existencia actual no tienen su origen en el presente, sino en un pasado distante. La encarnación física en sí misma es un efecto kármico ya que una de las razones principales para volver a nacer es tratar con nuestro karma pasado. Para tener una comprensión cabal del karma y del renacimiento, entonces debemos asimilar ambas doctrinas.
V. NO ELEGIMOS CONSCIENTEMENTE NUESTROS PADRES
En algunos círculos existe la creencia popular de que, mientras se encuentra en los reinos espirituales y previo a la reencarnación, el alma selecciona conscientemente a sus padres para su próxima vida junto con otros aspectos como ubicación, entorno y circunstancias del nacimiento. Pero el hecho es que el alma no elige ni decide conscientemente quiénes serán sus padres ni tampoco otros detalles, pero en un cierto sentido (aunque no conscientemente) sí lo hace porque sus padres y otros detalles de su inminente renacimiento están determinados por el propio karma del individuo, es decir, por las causas que el alma generó previamente cuando estaba en la tierra y cuyos efectos ahora deben ser resueltos.
VI. RECUERDO DE VIDAS PASADAS
A menudo escuchamos la pregunta: «Si la reencarnación es verdadera, ¿por qué entonces no recordamos nuestras vidas anteriores o al menos algunos detalles de ellas?»
Podríamos responder con esta otra cuestión: «¿Por qué no recuerdas los detalles de lo que hacías un día como hoy, pero hace diez años?» Obviamente, en cada nueva vida tenemos un cerebro nuevo porque el cuerpo físico también se renueva. Si el cerebro de una persona no la ayuda a recordar muchas de sus propias acciones, pensamientos y experiencias de la vida presente, entonces difícilmente puede rememorar aspectos de vivencias pasadas en cada una de las cuales también tenía un cerebro completamente distinto.
La memoria completa y precisa de todas nuestras vidas anteriores se almacena en el alma y es obvio que no se registra en nuestro encéfalo actual. La receptividad que tenga ese órgano hacia el alma está determinada en gran medida por el grado de conciencia espiritual y la que hemos desarrollado en vidas anteriores, pero incluso en nuestra circunstancia presente y a medida que nos volvemos cada vez más bienintencionados, espirituales y puros, tenemos más probabilidades de mejorar la receptividad cerebral hacia nuestra alma y memoria.
Existen ciertos individuos que sí recuerdan haber vivido antes y se ha determinado que miles de estos casos son totalmente precisos en las descripciones de detalles, nombres, fechas y eventos pasados. No es raro que los niños pequeños recién encarnados mencionen pormenores de una vida pasada, y por lo general la que precede directamente a la actual. Por desgracia, en el Occidente escéptico y ultramaterialista muchos padres y profesores ignoran tales aspectos y los catalogan como simple «imaginación infantil».
También se sabe que, cuando se ahonda en ellos, en general los recuerdos de vidas anteriores que surgen espontáneamente son mucho más precisos y confiables que las «reminiscencias» instigadas por métodos como la terapia de regresión. Varios investigadores han concluido que las reminiscencias aparentes y producidas por esas técnicas a menudo son sólo imaginación del paciente, contenidos de la mente subconsciente o detalles e imágenes recogidos del inconsciente colectivo. También deberíamos estar agradecidos de que se nos oculten las precisiones de nuestras vidas anteriores, ¡porque una vez que las hayamos conocido muy bien podríamos desear no haberlo hecho!
I. ¿QUÉ ES LA REENCARNACIÓN?
La palabra «reencarnación» es sinónima de «renacimiento» y/o «reincorporación». Es el proceso por el cual el alma humana regresa a la Tierra una y otra vez y se asienta cada vez en un nuevo cuerpo físico para continuar el viaje progresivo del alma para su evolución y desarrollo interior, por lo cual la muerte no es el final y el nacimiento tampoco es el comienzo.
El alma se reencarna debido a tres razones principales: (1) todavía tiene lecciones que aprender, (2) tiene «deudas kármicas» que necesita resolver para equilibrar aún más su Karma, o (3) no ha conseguido plenamente su naturaleza divina o unidad absoluta con lo divino —y por lo tanto con toda la Vida— y aún no ha devenido Aquéllo que realmente es a nivel de consciencia. La reencarnación es una Ley en la Naturaleza y no es cierto que «sólo algunas almas reencarnan» o que «reencarnarse es la excepción y no la regla» como algunos han afirmado, siendo realmente un proceso cíclico continuo y una necesidad para toda alma.
Existen tres posibilidades con respecto a lo que nos sucede cuando morimos. Primero está la opinión de los ateos y materialistas quienes aseguran que somos sólo «un fardo desalmado de materia sin propósito» y que «dejamos de ser cuando el cuerpo físico muere».
Después tenemos la opinión de «una sola vida» esgrimida por algunas religiones, que sostienen que el alma vive una vez en la tierra y posteriormente a la muerte física vamos al Cielo por toda la eternidad o ardemos a perpetuidad en el infierno. Los sistemas que enseñan este concepto generalmente insisten en que son el «único credo correcto» y que sólo las personas que pertenecen a esa religión en particular irán al «paraíso celestial».
La tercera posibilidad es la de un proceso continuo de reencarnación. Hoy el 25-30% de los occidentales dice creer en ella y ha sido un concepto estándar en gran parte de Oriente durante miles de años, teniendo su origen en el hinduismo, la religión más antigua del mundo. También es una característica central del budismo y otras religiones indias, y así tenemos la libertad de decidir cuál de estas tres posibilidades nos parece más razonable.
II. LA REENCARNACIÓN NO ES INMEDIATA
La reencarnación no ocurre inmediatamente después de la muerte. No se trata de que «el alma abandone un cuerpo y luego ingrese de forma instantánea al de un bebé que está por nacer», porque siempre hay un intervalo durante el cual el alma experimenta su propio estado de «cielo», creado involuntariamente a partir de su propia conciencia y que coincide a exactitud con la vida futura en que la persona había creído y esperado durante la existencia física que acaba de terminar.
Las enseñanzas de la teosofía se refieren a este nivel con el nombre tibetano de «devachan» y esto se da en exacto acorde con la cantidad y fuerza del karma bueno o positivo que el alma creó durante la vida terrenal que dejó. Entonces, se lleva a cabo el proceso de reencarnación cuando el alma ha cosechado el fruto completo de este buen karma en su gozosa experiencia devachánica. El ritmo en que esto sucede varía para toda alma y depende de varios factores, principalmente la cantidad de Karma positivo traído de la última encarnación y de cuán espiritual y pura haya sido la persona. Algunos pueden no reencarnarse hasta que hayan pasado cientos o incluso miles de años, mientras que otros pueden reencarnar en el transcurso de unos pocos años, por cuanto no existe una regla rígida en este sentido.
III. LOS HUMANOS SIEMPRE REENCARNAN COMO TALES
Existen diversos reinos o departamentos en la Naturaleza que representan etapas distintas y definidas de evolución interna. Después de progresar al salir de uno de dichos reinos para luego ingresar al siguiente, el alma no retorna a un ciclo que ya ha completado. Aunque la evolución es un desarrollo muy lento y gradual, procede de una manera definida y ordenada.
Habiendo pasado del reino mineral al vegetal, no volvemos a ser miembros del ámbito mineral. Luego, al transmigrar de vegetal a animal no podemos ser otra vez una planta. De manera similar, una vez que hemos pasado esa marca definitiva e importante de ingresar a una larga serie de vidas como individualidad autoconsciente en el reino humano, no se puede volver a un nivel inferior de evolución que ya fue superado y lo cual ya no tiene más efecto o utilidad para nosotros.
El alma humana nunca reencarna como animal, árbol, planta, piedra o cualquier otra entidad que no sea otro ser humano.
IV. KARMA Y REENCARNACIÓN ESTÁN ESTRECHAMENTE VINCULADOS
El karma y la reencarnación están inextricablemente vinculados, pues uno no puede explicarse sin el otro. Es obvio que una sola vida no es lo suficientemente larga para cosechar todos los efectos de cada causa que producimos durante esa vida. También es evidente que algunos aspectos y circunstancias de nuestra existencia actual no tienen su origen en el presente, sino en un pasado distante. La encarnación física en sí misma es un efecto kármico ya que una de las razones principales para volver a nacer es tratar con nuestro karma pasado. Para tener una comprensión cabal del karma y del renacimiento, entonces debemos asimilar ambas doctrinas.
V. NO ELEGIMOS CONSCIENTEMENTE NUESTROS PADRES
En algunos círculos existe la creencia popular de que, mientras se encuentra en los reinos espirituales y previo a la reencarnación, el alma selecciona conscientemente a sus padres para su próxima vida junto con otros aspectos como ubicación, entorno y circunstancias del nacimiento. Pero el hecho es que el alma no elige ni decide conscientemente quiénes serán sus padres ni tampoco otros detalles, pero en un cierto sentido (aunque no conscientemente) sí lo hace porque sus padres y otros detalles de su inminente renacimiento están determinados por el propio karma del individuo, es decir, por las causas que el alma generó previamente cuando estaba en la tierra y cuyos efectos ahora deben ser resueltos.
VI. RECUERDO DE VIDAS PASADAS
El concepto de reencarnación ha existido durante miles de años. La creencia de que cuando morimos, renacemos como personas completamente nuevas, ha mantenido al hombre en vilo desde tiempos remotos. En este top, Incognitados te mostrará a diez niños misteriosos que tienen recuerdos de sus vidas pasadas, y que seguramente te dejen pensando sobre cómo fue tu vida anterior...
A menudo escuchamos la pregunta: «Si la reencarnación es verdadera, ¿por qué entonces no recordamos nuestras vidas anteriores o al menos algunos detalles de ellas?»
Podríamos responder con esta otra cuestión: «¿Por qué no recuerdas los detalles de lo que hacías un día como hoy, pero hace diez años?» Obviamente, en cada nueva vida tenemos un cerebro nuevo porque el cuerpo físico también se renueva. Si el cerebro de una persona no la ayuda a recordar muchas de sus propias acciones, pensamientos y experiencias de la vida presente, entonces difícilmente puede rememorar aspectos de vivencias pasadas en cada una de las cuales también tenía un cerebro completamente distinto.
La memoria completa y precisa de todas nuestras vidas anteriores se almacena en el alma y es obvio que no se registra en nuestro encéfalo actual. La receptividad que tenga ese órgano hacia el alma está determinada en gran medida por el grado de conciencia espiritual y la que hemos desarrollado en vidas anteriores, pero incluso en nuestra circunstancia presente y a medida que nos volvemos cada vez más bienintencionados, espirituales y puros, tenemos más probabilidades de mejorar la receptividad cerebral hacia nuestra alma y memoria.
Existen ciertos individuos que sí recuerdan haber vivido antes y se ha determinado que miles de estos casos son totalmente precisos en las descripciones de detalles, nombres, fechas y eventos pasados. No es raro que los niños pequeños recién encarnados mencionen pormenores de una vida pasada, y por lo general la que precede directamente a la actual. Por desgracia, en el Occidente escéptico y ultramaterialista muchos padres y profesores ignoran tales aspectos y los catalogan como simple «imaginación infantil».
También se sabe que, cuando se ahonda en ellos, en general los recuerdos de vidas anteriores que surgen espontáneamente son mucho más precisos y confiables que las «reminiscencias» instigadas por métodos como la terapia de regresión. Varios investigadores han concluido que las reminiscencias aparentes y producidas por esas técnicas a menudo son sólo imaginación del paciente, contenidos de la mente subconsciente o detalles e imágenes recogidos del inconsciente colectivo. También deberíamos estar agradecidos de que se nos oculten las precisiones de nuestras vidas anteriores, ¡porque una vez que las hayamos conocido muy bien podríamos desear no haberlo hecho!
VII. SEGÚN NUESTRAS OBRAS Y NECESIDADES
La naturaleza de cada cuerpo en que reencarna el alma se corresponde con «nuestros actos y necesidades» en palabras de los Upanishads, las escrituras fundamentales de la filosofía hindú. Nuestras acciones del pasado han determinado el cuerpo, la capa exterior que debemos construir para esta vida presente y también es la cobertura más apropiada para ayudar a que el alma cubra sus necesidades de evolución interna y aprendizaje en esta vida.
El karma no comete errores. En esta vida nuestro cuerpo puede ser débil, propenso a la mala salud o incluso presentar discapacidades, pero eso está de acuerdo con nuestros hechos y necesidades. También la forma física puede ser inherentemente fuerte y robusta, lo que nos permite lograr todo tipo de cosas en el nivel material, nuevamente según las acciones y necesidades del alma para su avance en este punto particular de evolución.
Algunas personas se sienten como mujeres atrapadas en cuerpos de hombres o viceversa. Esto tiende a sugerir que el alma ha pasado varias de sus vidas más recientes en una sucesión continua de cuerpos pertenecientes a un género particular, y por lo tanto el alma se habrá feminizado o masculinizado según corresponda. Debemos recordar que en realidad el alma es asexual.
Comprensiblemente, un alma muy feminizada odiará encontrarse en un cuerpo masculino ya que parecerá muy antinatural y extraño; pero si el alma feminizada se halla en un revestimiento masculino o viceversa esto también se corresponde con sus acciones y necesidades, y una de ellas aparentemente sería «ajustar el equilibrio», puesto que nunca podemos realizar un verdadero progreso sólo por ser mujer u hombre en todas nuestras encarnaciones físicas. Sin embargo, aquéllos que sienten que no pueden permanecer en el género de su nacimiento y deciden cambiarlo no deben ser criticados ni condenados, ya que únicamente esas personas pueden saber realmente cómo se percibe.
VIII. INDIVIDUALIDAD PERMANENTE Y PERSONALIDAD ACTUAL
Es importante recordar que existe una distinción entre personalidad presente e individualidad permanente. La personalidad terrenal nunca reencarna, ya sea conocida como Juan Pérez o María González, por ejemplo.
Sin embargo, sí reencarna el alma (individualidad espiritual) que tuvo una vida terrenal en y mediante la persona de Juan o María, en y a través de una nueva personalidad. Entonces, no debemos cometer el error de pensar que nuestra alma es «idéntica a nuestra persona física».
Algunos aspectos y cualidades de nuestra alma adquiridos en vidas anteriores —cuando encarnó en personalidades previas— ciertamente están activos y prevalecen en nuestra circunstancia actual, pero la personalidad presente no debe tomarse como algo completo o un «reflejo» particularmente preciso de la individualidad permanente.
La personalidad temporal de Juan o María representa sólo un capítulo o página en todo el «libro de vidas» de esa alma. El alma o individualidad permanente se denomina Ego en las enseñanzas de teosofía y ese término se emplea en su significado real y literal de «yo, y así el alma reencarnada es el verdadero «yo» de nuestro ser.
IX. REENCARNACIÓN Y POBLACIÓN MUNDIAL
La población del mundo ha aumentado en casi 7 mil millones en los últimos 130-140 años y sigue creciendo, aunque se espera que alcance su máximo entre 2025 y 2050. Una de las principales causas de este aumento dramático es que la gente en la actualidad reencarna mucho más pronto y rápido que hace un siglo.
La duración de la permanencia entre vidas del alma en Devachan siempre está determinada en parte por lo «espiritualizada» que esté el alma: cuanto más atea, agnóstica o materialista sea una persona, más corto y menos definido será ese período intermedio.
Es innegable que ha habido un declive general en todo el mundo respecto a espiritualidad y pensamiento elevado en la última centuria. A finales del siglo XIX la mayoría de los humanos aún tenía cierto grado de inclinación o creencia espiritual; por lo tanto, sus almas estaban «espiritualizadas» al menos en cierta medida y parte de su conciencia estaba dirigida hacia asuntos superiores, aunque fuera ocasionalmente, lo cual permitió que se prolongara el tiempo post mortem del alma en Devachan.
En Occidente, la caída de la Iglesia y el surgimiento paralelo de la ciencia materialista tuvieron el efecto combinado de crear generaciones de agnósticos, ateos y sensualistas ya que no había nada que llenara el vacío en la conciencia humana entre la fe religiosa y ciega que insistía en que la Biblia es la Palabra de Dios infalible y literal, y las proclamas ateas de científicos quienes declararon (y continúan aseverando) que «no hay nada más allá de la materia» y que «no existen el alma ni el espíritu» ni cualquier propósito o significado real sobre ellos.
En filosofía, el materialismo es una corriente de pensamiento según la cual el mundo puede explicarse en función de la idea de materia, pues todas las cosas son causa de la acción de la materia y no del espíritu. La materia es así la primera realidad de las cosas, independientemente de que pueda o no ser percibida por los seres vivos.
Uno de los propósitos para la fundación del movimiento teosófico era ayudar a cerrar esta brecha y presentar a la humanidad una espiritualidad inteligente y razonada con base en la Filosofía Esotérica de Oriente. Por desgracia, tras la muerte de Helena Petrovna Blavatskaya (HPB, a partir de ahora) ciertas enseñanzas y enfoques de la teosofía fueron deliberadamente distorsionados y alterados por ciertos líderes dentro de la Sociedad Teosófica y en gran medida se perdió el grado de respeto y efectividad que aquélla había alcanzado en Occidente.
Uno de los propósitos para la fundación del movimiento teosófico era ayudar a cerrar esta brecha y presentar a la humanidad una espiritualidad inteligente y razonada con base en la Filosofía Esotérica de Oriente. Por desgracia, tras la muerte de Helena Petrovna Blavatskaya (HPB, a partir de ahora) ciertas enseñanzas y enfoques de la teosofía fueron deliberadamente distorsionados y alterados por ciertos líderes dentro de la Sociedad Teosófica y en gran medida se perdió el grado de respeto y efectividad que aquélla había alcanzado en Occidente.
La Sociedad Teosófica es una organización o fraternidad internacional fundada en 1875 y relacionada con la teosofía. Según la cofundadora y figura de referencia del movimiento, HPB, se trataría de «una sociedad para la búsqueda de la sabiduría divina, sabiduría oculta o espiritual, o simplemente, la Verdad».
En nuestros días el occidental promedio es agnóstico, si no ateo, y acepta incondicionalmente los puntos de vista y pronunciamientos de la ciencia de manera tan incuestionable y ciega como sus antepasados creyeron en las proclamas del sacerdote. Gran parte de la población en Oriente también se encamina en ese sentido, aunque no en la misma medida.
Una cosmovisión atea o materialista conduce naturalmente a una disminución de la espiritualidad y la ética y un aumento de sensualidad y superficialidad. Por lo tanto, no es sorprendente que una gran proporción de almas que no ha desarrollado inclinaciones o cualidades místicas en sus encarnaciones más recientes no tenga nada (o muy poco) para contribuir en el presente de camino desde su interludio devachánico, y así regresan a la vida terrestre con una rapidez desconcertante.
Mientras mayor sea la frecuencia con que retornan esas almas, la gente tiene más tiempo y oportunidad para procrear y así ayudan a que otras seres de este tipo vuelvan a encarnarse. Como la ciencia y el sexo son los dioses del siglo XXI, este fenómeno no muestra signos de disminuir. Todos los problemas principales que afectan al mundo contemporáneo son de tipo espiritual en su naturaleza subyacente, y hasta que las personas con inclinaciones religiosas no tengan la inteligencia o iniciativa para abordarlos de forma sana, desinteresada e inteligente, las angustias de la humanidad seguirán aumentando porque el sólo hecho de repetir como loros «amor y luz» y «todos somos uno» no hará ninguna diferencia.
X. EL FIN DE LA REENCARNACIÓN
Cuando el alma se ha perfeccionado, purificado y reunido conscientemente con su Ser Superior (Espíritu puro y Eterno) al resolver todas sus cuentas kármicas, entonces y sólo entonces se puede decir que el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento han llegado a su fin. Es seguro decir que muy pocos de nosotros estamos cerca de llegar a esa etapa.
El ciclo o «rueda» de nacimiento, muerte y renacimiento se llama «samsara» en los sistemas hinduista y budista, cuyo nombre significa «mar de sufrimiento» y/u «océano de existencia condicionada". Cuando el alma individual ha terminado de atravesar ese océano de vida e ingresa en el ámbito infinito de no-existencia incondicionada llamado Nirvana.
Esto no significa que el alma deje de existir y sea aniquilada o «se apague», sino que se fusiona y reabsorbe en el Absoluto, convirtiéndose literalmente en UNO con Aquéllo. En realidad siempre ha estado unido con esa fuente, pero tuvo que olvidarlo para recordar nuevamente.
Pero más grande que aquél que entra alegremente y sin vacilar en la eterna e indescriptible dicha de Nirvana es el individuo que, habiendo alcanzado su umbral, renuncia a esa bendición para reencarnarse conscientemente en esta tierra una y otra vez y mientras la vida continúe con objeto de ayudar y servir a la humanidad sufriente. El que con gusto entra en Nirvana y abandona para siempre todo lo demás es descrito en el budismo como «Pratyekabuda», pero quien realiza la Gran Renuncia y se convierte en uno de los salvadores de la humanidad se denomina «Bodhisattva» o "Buda de Compasión".
En nuestros días el occidental promedio es agnóstico, si no ateo, y acepta incondicionalmente los puntos de vista y pronunciamientos de la ciencia de manera tan incuestionable y ciega como sus antepasados creyeron en las proclamas del sacerdote. Gran parte de la población en Oriente también se encamina en ese sentido, aunque no en la misma medida.
Una cosmovisión atea o materialista conduce naturalmente a una disminución de la espiritualidad y la ética y un aumento de sensualidad y superficialidad. Por lo tanto, no es sorprendente que una gran proporción de almas que no ha desarrollado inclinaciones o cualidades místicas en sus encarnaciones más recientes no tenga nada (o muy poco) para contribuir en el presente de camino desde su interludio devachánico, y así regresan a la vida terrestre con una rapidez desconcertante.
Mientras mayor sea la frecuencia con que retornan esas almas, la gente tiene más tiempo y oportunidad para procrear y así ayudan a que otras seres de este tipo vuelvan a encarnarse. Como la ciencia y el sexo son los dioses del siglo XXI, este fenómeno no muestra signos de disminuir. Todos los problemas principales que afectan al mundo contemporáneo son de tipo espiritual en su naturaleza subyacente, y hasta que las personas con inclinaciones religiosas no tengan la inteligencia o iniciativa para abordarlos de forma sana, desinteresada e inteligente, las angustias de la humanidad seguirán aumentando porque el sólo hecho de repetir como loros «amor y luz» y «todos somos uno» no hará ninguna diferencia.
X. EL FIN DE LA REENCARNACIÓN
Cuando el alma se ha perfeccionado, purificado y reunido conscientemente con su Ser Superior (Espíritu puro y Eterno) al resolver todas sus cuentas kármicas, entonces y sólo entonces se puede decir que el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento han llegado a su fin. Es seguro decir que muy pocos de nosotros estamos cerca de llegar a esa etapa.
El ciclo o «rueda» de nacimiento, muerte y renacimiento se llama «samsara» en los sistemas hinduista y budista, cuyo nombre significa «mar de sufrimiento» y/u «océano de existencia condicionada". Cuando el alma individual ha terminado de atravesar ese océano de vida e ingresa en el ámbito infinito de no-existencia incondicionada llamado Nirvana.
Esto no significa que el alma deje de existir y sea aniquilada o «se apague», sino que se fusiona y reabsorbe en el Absoluto, convirtiéndose literalmente en UNO con Aquéllo. En realidad siempre ha estado unido con esa fuente, pero tuvo que olvidarlo para recordar nuevamente.
Pero más grande que aquél que entra alegremente y sin vacilar en la eterna e indescriptible dicha de Nirvana es el individuo que, habiendo alcanzado su umbral, renuncia a esa bendición para reencarnarse conscientemente en esta tierra una y otra vez y mientras la vida continúe con objeto de ayudar y servir a la humanidad sufriente. El que con gusto entra en Nirvana y abandona para siempre todo lo demás es descrito en el budismo como «Pratyekabuda», pero quien realiza la Gran Renuncia y se convierte en uno de los salvadores de la humanidad se denomina «Bodhisattva» o "Buda de Compasión".
Esta estatua de un bodhisattva, hecha en caliza, fue probablemente esculpida en Henan alrededor de 570, durante la dinastía Qi Septentrional.
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