El liberalismo global, se muere. Ahora somos testigos de su agonía. Lo que Francis Fukuyama creyó recientemente que era el fin de la historia, lo que se presentó a los pueblos del mundo no sólo como el fin de la historia, sino como su cima, como la llegada al destino final, una sociedad absolutamente ideal de democracia liberal occidental, ha resultado ser una mentira. Ha resultado que el mundo de la democracia liberal es un mundo de caos, violencia, segregación, racismo y odio universal. Es un mundo gobernado por minorías. Para empezar, la propia minoría occidental iba a gobernar a la mayoría del mundo. Mil millones iban a dictar su voluntad a siete mil millones. Así ha sido durante los últimos 200 años. Durante 200 años, las potencias coloniales europeas han segregado, explotado y abusado, exportando recursos naturales, así como esclavos, de África, Asia y América Latina.
Pero ese tiempo ha pasado. El tiempo de la dominación de este hegemón globalista, que geográficamente estaba situado en Occidente, pero que tampoco podía unir a todas las naciones occidentales. Ese tiempo ha pasado. Vemos cómo este sistema se desmorona ante nuestros ojos. La vida del hegemón estadounidense está llegando a su fin. Y se aferra a este mundo. Intenta librar una guerra mundial para preservar el orden existente. Pero el imperio colonial británico, predecesor del seudoimperio estadounidense, ¿lo consiguió? La respuesta es no. Tanto la 1ª como la 2GM, que deberían haber servido para glorificar aún más al Imperio Británico, terminaron con el crecimiento del poder de Estados Unidos después de la 1GM. Después de la 2GM, durante los años 50 y 60, el Imperio Británico simplemente desapareció. Y las antiguas colonias británicas se convirtieron en Estados independientes.
Ahora Estados Unidos, cuyo imperio colonial está compuesto por todo el mundo, está dictando sus reglas a los diferentes pueblos, haciéndoles pagar con sus dólares americanos, y al mismo tiempo imponiendo sus muy cuestionables, y casi siempre anticristianos, valores liberales, pretendiendo gobernar el mundo. Incluso lo llamaron Pax Americana.
Pero al mismo tiempo que Fukuyama, que dijo que este es el fin de la historia, que la historia se acerca a su cúspide, la misma América fue el hogar de Samuel P. Huntington, que escribió que hay un mundo hecho de civilizaciones. Y esto le convirtió en sucesor no sólo de Arnold Toynbee, un pensador inglés, sino también de Nikolai Yakovlevich Danilevski, un pionero, que descubrió un enfoque civilizacional de la historia humana, un pensador ruso, filósofo, que habría cumplido 200 años el año pasado.
El enfoque civilizacional implica que las distintas civilizaciones son iguales. Y gozan de respeto mutuo. Procede del hecho de que el Creador del universo, el Señor Dios, creó nuestro mundo para que la humanidad, que una vez surgió de un mismo progenitor Adán, pero tomó caminos diferentes, pudiera alcanzar su misión histórica y descubrir su talento civilizatorio, que se manifiesta de forma diferente, en pueblos diferentes, en continentes diferentes. El mundo actual llama multipolaridad a este enfoque civilizatorio. Cada civilización es distinta. Tiene sus propios valores, sus propios sueños, sus propios ideales. Y ahora los bloques fundacionales de la regla liberal globalista, impuesta al mundo por la hegemonía estadounidense, se están aflojando para dar paso a hermosas flores —flores del futuro siglo XXI, que darán prioridad por igual a todas las civilizaciones.
Cada una de estas civilizaciones, cada uno de estos polos tendrá su propio destino. Cada uno de estos polos tendrá su propio futuro. Pero debe basarse en el respeto mutuo. Esta es la esencia de un mundo multipolar, por el que Rusia está luchando ahora en los campos de Ucrania. No lucha con el pueblo ucraniano, ni siquiera con Ucrania, sino con toda la minoría occidental... Con todo el bloque de la OTAN. Para que todos ustedes, los pueblos de los diferentes continentes puedan recuperar su libertad, y olvidar, pasar la página de este colonialismo occidental.
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