Declaraciones de Francisco Franco al periodista norteamericano William Randolph Hearst, Jr. (14 de junio de 1961).
¿Qué piensa V. E. de los sucesos europeos y mundiales de los últimos años?
El vítor o víctor, además de la interjección usada para vitorear (equivalente al ¡viva!), es un símbolo derivado del crismón del Bajo Imperio romano. Fue adoptado por algunas universidades españolas desde el siglo XIV, especialmente la de Salamanca, la de Alcalá de Henares, la de de Sevilla y las de Indias, como emblema conmemorativo de quienes obtenían el título de doctor, en inscripciones murales con pintura roja o negra que se conservan hoy en día. Tras la Guerra Civil Española se eligió para ser utilizado en el Desfile de la Victoria (19 de mayo de 1939) y, a partir de entonces, durante toda la dictadura franquista, como emblema propio de Francisco Franco.
¿Qué piensa V. E. de los sucesos europeos y mundiales de los últimos años?
«Que son una consecuencia natural de la guerra pasada. Se fue a ella para destruir un poder que ponía en peligro la vida de las naciones de Europa y que ya había agredido y ocupado a dos de ellas, y, sin embargo, como fruto de la guerra se fortaleció el sistema más agresivo, violento y cruel que conocieron los tiempos.
Lo que iba a ocurrir era previsible y corregible. La superioridad del Occidente durante varios años permitió el poner coto sin peligros a las expansiones y agresiones rusas. Lo que entonces pudo hacerse, ya no es posible hoy».
¿Qué piensa V. E. de la reciente visita del Presidente Kennedy a Europa?
«Necesaria e inevitable; no sólo por el cambio de pareceres y de la solidaridad que es necesario mantener con los aliados, sino también para aclarar con el adversario las posiciones y evitar equívocos que podrían arrastrar a una catástrofe. Esta toma de contacto no debe perder de vista nunca con quien se juega la partida».
¿Qué piensa V. E. de este tipo de diplomacia personal?
«Cuando las decisiones de las personas pesan tanto en sus naciones, como ocurre con las del Presidente Kennedy y las de Kruschev, la toma de contacto y la apreciación personal se presenta como obligada. Sin embargo, es importante que no se confíe todo a ese tipo de diplomacia personal, que tiene también el riesgo de las urgencias y de la publicidad, en perjuicio de una diplomacia tradicional, que debe ser el elemento de continuidad en los contactos internacionales.»
¿Qué piensa V. E. de la reciente visita del Presidente Kennedy a Europa?
«Necesaria e inevitable; no sólo por el cambio de pareceres y de la solidaridad que es necesario mantener con los aliados, sino también para aclarar con el adversario las posiciones y evitar equívocos que podrían arrastrar a una catástrofe. Esta toma de contacto no debe perder de vista nunca con quien se juega la partida».
¿Qué piensa V. E. de este tipo de diplomacia personal?
«Cuando las decisiones de las personas pesan tanto en sus naciones, como ocurre con las del Presidente Kennedy y las de Kruschev, la toma de contacto y la apreciación personal se presenta como obligada. Sin embargo, es importante que no se confíe todo a ese tipo de diplomacia personal, que tiene también el riesgo de las urgencias y de la publicidad, en perjuicio de una diplomacia tradicional, que debe ser el elemento de continuidad en los contactos internacionales.»
Kruschev nació en la aldea rusa de Kalínovka en 1894, cerca de la frontera actual entre Rusia y Ucrania. En su juventud estuvo empleado como obrero metalúrgico, y durante la Guerra Civil rusa fue comisario político. Con la ayuda de Lázar Kaganóvich, se abrió paso en la jerarquía soviética. Durante lo que fue conocido en la Unión Soviética como la Gran Guerra Patriótica (Frente Oriental de la 2GM), Kruschev fue nuevamente comisario político y actuó como intermediario entre Estalin y sus generales. Kruschev participó en la sangrienta Batalla de Estalingrado, un hecho que lo enorgulleció para toda su vida. Después de la guerra, regresó a Ucrania antes de ser llamado a Moscú como uno de los asesores cercanos de Estalin.
¿Ve V. E. alguna diferencia entre la política extranjera de Eisenhower y la de Kennedy?
«En lo fundamental no puede haber diferencias, ya que la unidad básica que les caracteriza viene determinada por la presencia de un adversario y unas peligros que no han variado. Las líneas generales de una política exterior no son cosa momentánea que puedan sufrir cambios con el relevo de un Presidente, pues se dirigen y proyectan sobre el futuro y están conectadas con la política general del Occidente.
Es evidente que la actitud política exterior norteamericana tiene que continuar en lo esencial la línea ya establecida. Las diferencias han de ser más bien de matiz. El general Eisenhower fue como Presidente un estadista que llevó a su magistratura la madurez, la solidez y la firmeza de su larga experiencia militar y política. El Presidente Kennedy le aporta el empuje de su juventud, de su energía y de sus ideas renovadoras, que pueden ser de gran trascendencia si acierta a conjugarla con los anhelos y necesidades del mundo actual, ya, que no se puede desconocer que la batalla principal que los soviets presentan al Occidente tiene un carácter eminentemente político».
¿Qué piensa V. E. de una adhesión de España a la NATO? ¿Desea V. E. adherirse a la NATO, o piensa V. E. que su contribución actual a la defensa del Occidente es suficiente?
«España ha proclamado ya en numerosas ocasiones que sus necesidades militares están cubiertas por su propio esfuerzo y por los Acuerdos de Cooperación militar que le unen a los Estados Unidos y a Portugal. Por ello no necesita de la NATO, y nunca ha pretendido ingresar en esa Organización ni ha hecho ninguna gestión, directa o indirecta, para ser incluida en ella.
Sin embargo, consideramos que la NATO es una valiosísima Organización defensiva de Occidente. Está bien claro que España no rehuye nunca sus responsabilidades en la defensa de Europa. Si los que están hoy dentro de la NATO le prestan la contribución militar que les corresponde, España no es necesaria; si no lo hacen, no deben pretender que España vaya a sustituirles.
Nuestra Nación se encuentra en una situación periférica de gran importancia estratégica y, como tal, contribuye a la defensa general del Occidente a través de su Acuerdo con los Estados Unidos y su inteligencia con los otros principales Estados del Occidente».
¿Ve V. E. alguna diferencia entre la política extranjera de Eisenhower y la de Kennedy?
«En lo fundamental no puede haber diferencias, ya que la unidad básica que les caracteriza viene determinada por la presencia de un adversario y unas peligros que no han variado. Las líneas generales de una política exterior no son cosa momentánea que puedan sufrir cambios con el relevo de un Presidente, pues se dirigen y proyectan sobre el futuro y están conectadas con la política general del Occidente.
Es evidente que la actitud política exterior norteamericana tiene que continuar en lo esencial la línea ya establecida. Las diferencias han de ser más bien de matiz. El general Eisenhower fue como Presidente un estadista que llevó a su magistratura la madurez, la solidez y la firmeza de su larga experiencia militar y política. El Presidente Kennedy le aporta el empuje de su juventud, de su energía y de sus ideas renovadoras, que pueden ser de gran trascendencia si acierta a conjugarla con los anhelos y necesidades del mundo actual, ya, que no se puede desconocer que la batalla principal que los soviets presentan al Occidente tiene un carácter eminentemente político».
¿Qué piensa V. E. de una adhesión de España a la NATO? ¿Desea V. E. adherirse a la NATO, o piensa V. E. que su contribución actual a la defensa del Occidente es suficiente?
«España ha proclamado ya en numerosas ocasiones que sus necesidades militares están cubiertas por su propio esfuerzo y por los Acuerdos de Cooperación militar que le unen a los Estados Unidos y a Portugal. Por ello no necesita de la NATO, y nunca ha pretendido ingresar en esa Organización ni ha hecho ninguna gestión, directa o indirecta, para ser incluida en ella.
Sin embargo, consideramos que la NATO es una valiosísima Organización defensiva de Occidente. Está bien claro que España no rehuye nunca sus responsabilidades en la defensa de Europa. Si los que están hoy dentro de la NATO le prestan la contribución militar que les corresponde, España no es necesaria; si no lo hacen, no deben pretender que España vaya a sustituirles.
Nuestra Nación se encuentra en una situación periférica de gran importancia estratégica y, como tal, contribuye a la defensa general del Occidente a través de su Acuerdo con los Estados Unidos y su inteligencia con los otros principales Estados del Occidente».
El Caudillo, y el presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower, en la base estadounidense de Torrejón, en los alrededores de Madrid, durante la visita del presidente estadounidense a España en 1959.
¿Piensa V. E. que se cumplirá la jactanciosa declaración de Kruschev de que todo el mundo será comunista en un par de generaciones?
«Es muy difícil vaticinar lo que vaya a pasar dentro de dos generaciones. El mismo Kruschev no puede asegurar cómo será el comunismo de entonces. La evolución política de los pueblos es constante; precisamente nos encontramos hoy en uno de los períodos de su más activa evolución. Las guerras aceleran siempre esos procesos políticos, y la intensidad de la última contienda afecta grandemente a la marcha política del mundo. Lo que sí podemos asegurar es que los que pretenden estacionarse en viejas fórmulas políticas, sin duda, serán rebasados. La ventaja que el comunismo les lleva a la mayoría de los sistemas de Occidente es la de su modernidad.
Los fanáticos acaban siempre equivocándose, y Kruschev es un fanático. Los sistemas políticos en sí suelen tener cosas buenas y malas; las malas, con el tiempo, se purgan y los pueblos las abandonan, y las buenas se extienden y universalizan. Así, hemos visto al comunismo purgarse en los últimos años de algunos de sus errores, y para perdurar, sin duda, ha de tener que liquidar muchos otros. Lo que sí podemos afirmar es que la presencia del comunismo en una gran zona del mundo ha de tener durante mucho tiempo una gran repercusión en las fórmulas políticas futuras».
Vuestra Excelencia ha sido un destacado anticomunista durante muchos años. ¿Ve Vuestra Excelencia alguna diferencia entre Estalin y Kruschev, y qué piensa V. E. concretamente de Kruschev como hombre y como político?
«Aunque Kruschev fue uno de los íntimos colaboradores de Estalin y, por tanto, compartió sus responsabilidades, sin embargo, también ha sido el que a la muerte de Estalin levantó la bandera contra el terror policíaco que aquél mantenía y con el que había acobardado y esclavizado al partido. La muerte de Estalin fue la coyuntura para que los más amenazados por las periódicas depuraciones, militares y políticos, se uniesen contra el terror policíaco, y Kruschev fue su hombre.
Por las rectificaciones llevadas a cabo en el interior de Rusia y por haber pasado por encima de ciertos puntos doctrinales, parece más realista y humano que su antecesor, aunque tan imperialista y bolchevique como aquél».
¿Piensa V. E. que se cumplirá la jactanciosa declaración de Kruschev de que todo el mundo será comunista en un par de generaciones?
«Es muy difícil vaticinar lo que vaya a pasar dentro de dos generaciones. El mismo Kruschev no puede asegurar cómo será el comunismo de entonces. La evolución política de los pueblos es constante; precisamente nos encontramos hoy en uno de los períodos de su más activa evolución. Las guerras aceleran siempre esos procesos políticos, y la intensidad de la última contienda afecta grandemente a la marcha política del mundo. Lo que sí podemos asegurar es que los que pretenden estacionarse en viejas fórmulas políticas, sin duda, serán rebasados. La ventaja que el comunismo les lleva a la mayoría de los sistemas de Occidente es la de su modernidad.
Los fanáticos acaban siempre equivocándose, y Kruschev es un fanático. Los sistemas políticos en sí suelen tener cosas buenas y malas; las malas, con el tiempo, se purgan y los pueblos las abandonan, y las buenas se extienden y universalizan. Así, hemos visto al comunismo purgarse en los últimos años de algunos de sus errores, y para perdurar, sin duda, ha de tener que liquidar muchos otros. Lo que sí podemos afirmar es que la presencia del comunismo en una gran zona del mundo ha de tener durante mucho tiempo una gran repercusión en las fórmulas políticas futuras».
Vuestra Excelencia ha sido un destacado anticomunista durante muchos años. ¿Ve Vuestra Excelencia alguna diferencia entre Estalin y Kruschev, y qué piensa V. E. concretamente de Kruschev como hombre y como político?
«Aunque Kruschev fue uno de los íntimos colaboradores de Estalin y, por tanto, compartió sus responsabilidades, sin embargo, también ha sido el que a la muerte de Estalin levantó la bandera contra el terror policíaco que aquél mantenía y con el que había acobardado y esclavizado al partido. La muerte de Estalin fue la coyuntura para que los más amenazados por las periódicas depuraciones, militares y políticos, se uniesen contra el terror policíaco, y Kruschev fue su hombre.
Por las rectificaciones llevadas a cabo en el interior de Rusia y por haber pasado por encima de ciertos puntos doctrinales, parece más realista y humano que su antecesor, aunque tan imperialista y bolchevique como aquél».
El triunfo de Estalin sobre sus adversarios abrió una etapa marcada por el poder omnímodo y personalista del nuevo líder, quien se valió de prácticas represivas (juicios arbitrarios, deportaciones y asesinatos) para perpetuarse en el poder.
¿Causa dificultades el problema comunista en España?
«Sólo en la proyección en el exterior, por sus intensas campañas de propaganda y de difamación, que, dada la extensión de su red, llegan a impresionar a ciertos sectores en el extranjero, especialmente a los marxistas.
Por lo que respecta al interior, sufrimos desde hace veinte años por parte del partido comunista sus periódicos intentos de subversión, sin otro resultado que el arrastrar a la cárcel a alguna docena de sus agentes, que luego, con su propaganda exterior, intenta convertir en víctimas de lo que llama «el fascismo español».
¿Tiene V. E. alguna idea sobre cómo podrían los Estados Unidos mejorar sus relaciones con la Hispanoamérica? ¿Qué estamos haciendo mal desde el punto de vista español?
«Hispanoamérica es un continente de naciones plenamente maduras, herederas de una tradición cultural gloriosa y creadoras de formas propias de vida. No se trata de nuevos países en formación, ni sus problemas pueden ser abordados con simples planes de ayuda, misiones educadoras y equipos que les lleven fórmulas extrañas a su fisonomía peculiar y a su pasado secular. Es preciso una observación más profunda de su realidad y un respeto a sus características. Hay que tratar a Hispanoamérica de igual a igual. La realidad política de cada día nos dice que el fallo en comprender esto puede producir situaciones de grave tensión. Es tan grande la huella que España dejó de su paso por América, que, pese a los años transcurridos, contemplamos en ellos nuestras mismas reacciones.
No hay nada que moleste más al español, y yo creo que a nuestros hermanos americanos, que el creerse que otra nación intenta inmiscuirse en lo que es propio e interno de cada país. En este orden, las naciones rectoras suelen equivocarse, pues esa rectoría, que en la práctica les ha sido dada por un superior avance científico o por su potencia económica, no debe ser objeto de mal uso y alarde de poder.
El poderío económico de los Estados Unidos ha rebasado sus fronteras, y la amplia red de sus empresas capitalistas se ha extendido por todo el continente americano, afectando íntimamente a la economía y el bienestar de sus pueblos. Es obligado que los intereses de esas empresas se acomoden y conjuguen con los nacionales, y que las ambiciones y egoísmos no den lugar a odios y a recelos que posteriormente puedan ser explotados en el país.
Las alteraciones de los precios de los minerales o de los frutos en los mercados internacionales son también motivo de disgustos y de recelos, de los que se suelen culpar a las maniobras especulativas del gran mercado americano, pues le consideran con fuerza y poder para evitarlo.
En pocas palabras: ante Hispanoamérica es necesario tener respeto a su personalidad histórica y a su fisonomía política propia, máxima comprensión y generosidad».
¿Causa dificultades el problema comunista en España?
«Sólo en la proyección en el exterior, por sus intensas campañas de propaganda y de difamación, que, dada la extensión de su red, llegan a impresionar a ciertos sectores en el extranjero, especialmente a los marxistas.
Por lo que respecta al interior, sufrimos desde hace veinte años por parte del partido comunista sus periódicos intentos de subversión, sin otro resultado que el arrastrar a la cárcel a alguna docena de sus agentes, que luego, con su propaganda exterior, intenta convertir en víctimas de lo que llama «el fascismo español».
¿Tiene V. E. alguna idea sobre cómo podrían los Estados Unidos mejorar sus relaciones con la Hispanoamérica? ¿Qué estamos haciendo mal desde el punto de vista español?
«Hispanoamérica es un continente de naciones plenamente maduras, herederas de una tradición cultural gloriosa y creadoras de formas propias de vida. No se trata de nuevos países en formación, ni sus problemas pueden ser abordados con simples planes de ayuda, misiones educadoras y equipos que les lleven fórmulas extrañas a su fisonomía peculiar y a su pasado secular. Es preciso una observación más profunda de su realidad y un respeto a sus características. Hay que tratar a Hispanoamérica de igual a igual. La realidad política de cada día nos dice que el fallo en comprender esto puede producir situaciones de grave tensión. Es tan grande la huella que España dejó de su paso por América, que, pese a los años transcurridos, contemplamos en ellos nuestras mismas reacciones.
No hay nada que moleste más al español, y yo creo que a nuestros hermanos americanos, que el creerse que otra nación intenta inmiscuirse en lo que es propio e interno de cada país. En este orden, las naciones rectoras suelen equivocarse, pues esa rectoría, que en la práctica les ha sido dada por un superior avance científico o por su potencia económica, no debe ser objeto de mal uso y alarde de poder.
El poderío económico de los Estados Unidos ha rebasado sus fronteras, y la amplia red de sus empresas capitalistas se ha extendido por todo el continente americano, afectando íntimamente a la economía y el bienestar de sus pueblos. Es obligado que los intereses de esas empresas se acomoden y conjuguen con los nacionales, y que las ambiciones y egoísmos no den lugar a odios y a recelos que posteriormente puedan ser explotados en el país.
Las alteraciones de los precios de los minerales o de los frutos en los mercados internacionales son también motivo de disgustos y de recelos, de los que se suelen culpar a las maniobras especulativas del gran mercado americano, pues le consideran con fuerza y poder para evitarlo.
En pocas palabras: ante Hispanoamérica es necesario tener respeto a su personalidad histórica y a su fisonomía política propia, máxima comprensión y generosidad».
Hispanoamérica, América Hispana o América Española es una región cultural integrada por los países de América donde se habla español. Su gentilicio es «hispanoamericano».
¿Afecta a ustedes la presente ola de nacionalismo, a sus posesiones de África o en otra parte del mundo?
«El acceso a la independencia de los pueblos suele ir precedido de una ola de campañas nacionalistas, que más tarde los dirigentes políticos explotan en sus rivalidades, con las que en gran parte pretenden desviar la atención del pueblo de sus verdaderos problemas y de su incapacidad para resolverlos.
En ese período de acomodación de la independencia los imperialismos y racismos y las ambiciones que para consolidar su puesto los dirigentes políticos fomentan suelen alcanzar en sus reivindicaciones a los territorios vecinos; por ello, los que poseemos territorios en el continente africano no estamos libres de que nos rocen esas ambiciones.
Por cuanto respecta a España, los títulos son tan claros y la extensión y población de sus territorios tan pequeñas, que la adhesión de sus naturales está plenamente respaldada por la fuerza de la razón y en su caso, por la razón de la fuerza. Nosotros en esos territorios no sacamos provecho, sino que derramamos bienes».
¿Hay algún medio de que Occidente pueda lograr que la ola de nacionalismo le sea favorable?
«Formadas las olas, hay que dejar que pasen y que las aguas vuelvan a su seno, obrando siempre con deseo de entendimiento y ánimo generoso, pero sin ceder en lo que a todas luces sea injusto. Hay que ayudar a las nuevas naciones para que puedan desarrollar su propia vida y elevar su nivel; pero no armarlas más allá de lo indispensable a su seguridad interna, pues se amenaza así con sumir en guerras y ruinas a todo el continente africano».
Algunas críticas sobre España afirman que existe en ella una dictadura, con la consecuente pérdida de muchas libertades civiles y políticas, incluyendo la censura de Prensa. ¿Le importaría comentar esto?
«Esa campaña exterior constante de críticas contra una nación en pleno período de resurgimiento, que está en paz con todos y que no se mete con los demás, refleja una aviesa intención y unos poderes ocultos que la mueven.
En España no existe una dictadura. Al término de nuestra guerra se constituyó un Estado de Derecho y mis poderes como Jefe del Estado fueron limitados por las instituciones básicas creadas. Hace pocos días hemos celebrado la apertura dé la séptima legislatura de las Cortes Españolas, que llevan ya dieciocho años elaborando y pronunciándose sobre nuestras leyes, la mayoría de las cuales han sufrido en el seno de las Cortes hondas transformaciones y algunas fueron rechazadas.
El que nuestras representaciones en el Parlamento sean orgánicas y representativas de los distintos sectores del país las convierte en más naturales y sinceras.
Mis poderes como Jefe del Estado son muy inferiores a los que ejercen los Presidentes de la mayoría de los Estados americanos, y el que las leyes en vigor impidan la práctica del libertinaje no niega ni limita las verdaderas libertades.
El que nuestro sistema político, por haber vivido más de prisa, se encuentre más evolucionado y actual que los que en otras partes todavía se llevan, no autoriza a esas campañas de descrédito que se organizan contra nosotros. Y, en último términos, si hemos de elegir entre la paz, el orden y el progreso interno o el perder éstos y ser gratos fuera, nos quedamos con lo primero. En cuanto a la Prensa, los que la conocemos por dentro, como ustedes y como yo —pues en mi vida he actuado de periodista y he dirigido alguna publicación—, sabemos de sobra la censura que sobre ella ejercen dueños y directores. El que el bien común y el que la defensa de la Patria moderen esa libertad y eviten el estrago, a mi juicio hay que reconocerlo como un bien y no como un mal. Precisamente muchos de los males que la sociedad moderna padece son debidos en gran parte a esa licencia y libertinaje con que cierta Prensa se produce».
¿Afecta a ustedes la presente ola de nacionalismo, a sus posesiones de África o en otra parte del mundo?
«El acceso a la independencia de los pueblos suele ir precedido de una ola de campañas nacionalistas, que más tarde los dirigentes políticos explotan en sus rivalidades, con las que en gran parte pretenden desviar la atención del pueblo de sus verdaderos problemas y de su incapacidad para resolverlos.
En ese período de acomodación de la independencia los imperialismos y racismos y las ambiciones que para consolidar su puesto los dirigentes políticos fomentan suelen alcanzar en sus reivindicaciones a los territorios vecinos; por ello, los que poseemos territorios en el continente africano no estamos libres de que nos rocen esas ambiciones.
Por cuanto respecta a España, los títulos son tan claros y la extensión y población de sus territorios tan pequeñas, que la adhesión de sus naturales está plenamente respaldada por la fuerza de la razón y en su caso, por la razón de la fuerza. Nosotros en esos territorios no sacamos provecho, sino que derramamos bienes».
¿Hay algún medio de que Occidente pueda lograr que la ola de nacionalismo le sea favorable?
«Formadas las olas, hay que dejar que pasen y que las aguas vuelvan a su seno, obrando siempre con deseo de entendimiento y ánimo generoso, pero sin ceder en lo que a todas luces sea injusto. Hay que ayudar a las nuevas naciones para que puedan desarrollar su propia vida y elevar su nivel; pero no armarlas más allá de lo indispensable a su seguridad interna, pues se amenaza así con sumir en guerras y ruinas a todo el continente africano».
Algunas críticas sobre España afirman que existe en ella una dictadura, con la consecuente pérdida de muchas libertades civiles y políticas, incluyendo la censura de Prensa. ¿Le importaría comentar esto?
«Esa campaña exterior constante de críticas contra una nación en pleno período de resurgimiento, que está en paz con todos y que no se mete con los demás, refleja una aviesa intención y unos poderes ocultos que la mueven.
En España no existe una dictadura. Al término de nuestra guerra se constituyó un Estado de Derecho y mis poderes como Jefe del Estado fueron limitados por las instituciones básicas creadas. Hace pocos días hemos celebrado la apertura dé la séptima legislatura de las Cortes Españolas, que llevan ya dieciocho años elaborando y pronunciándose sobre nuestras leyes, la mayoría de las cuales han sufrido en el seno de las Cortes hondas transformaciones y algunas fueron rechazadas.
El que nuestras representaciones en el Parlamento sean orgánicas y representativas de los distintos sectores del país las convierte en más naturales y sinceras.
Mis poderes como Jefe del Estado son muy inferiores a los que ejercen los Presidentes de la mayoría de los Estados americanos, y el que las leyes en vigor impidan la práctica del libertinaje no niega ni limita las verdaderas libertades.
El que nuestro sistema político, por haber vivido más de prisa, se encuentre más evolucionado y actual que los que en otras partes todavía se llevan, no autoriza a esas campañas de descrédito que se organizan contra nosotros. Y, en último términos, si hemos de elegir entre la paz, el orden y el progreso interno o el perder éstos y ser gratos fuera, nos quedamos con lo primero. En cuanto a la Prensa, los que la conocemos por dentro, como ustedes y como yo —pues en mi vida he actuado de periodista y he dirigido alguna publicación—, sabemos de sobra la censura que sobre ella ejercen dueños y directores. El que el bien común y el que la defensa de la Patria moderen esa libertad y eviten el estrago, a mi juicio hay que reconocerlo como un bien y no como un mal. Precisamente muchos de los males que la sociedad moderna padece son debidos en gran parte a esa licencia y libertinaje con que cierta Prensa se produce».
Franco, en su cuartel de Salamanca en agosto de 1936, una vez iniciado el glorioso Alzamiento Nacional
¿Nos podría decir algo sobre el progreso económico y social de su país?
«El progreso económico y social de nuestra Nación está solamente iniciado. Sólo conociendo la base de que partimos se puede apreciar la magnitud de la obra realizada. Ha habido que transformar toda la estructura de nuestra economía, sentando sus nuevas bases y creando los instrumentos para llenar en pocos años el vacío de un siglo.
Los años más difíciles suelen ser siempre los primeros, que en nuestro caso han sido afectados por nuestra guerra de Liberación y la Gran Guerra Universal. Hoy, creadas las bases y alcanzada la estabilización de nuestra moneda y restablecido el crédito exterior, el avance ha de ser considerable.
Y al hablar de esto quiero expresar el agradecimiento del pueblo español hacia la nación americana por la generosa ayuda recibida en los últimos años, que ya se está traduciendo en una aceleración de nuestro proceso de resurgimiento».
¿Qué opina V. E. del papel de la China roja en el mundo y su relación con Rusia en los próximos diez años?
«Depende mucho de su proceso político interior. El dar unidad política a un país tan vasto y mantenerla constituye en sí un problema tal que puede modificar todos los propósitos y cálculos. Un país tan extenso y poblado necesita de la intensificación en gran escala de sus producciones agrícolas, y precisamente uno de los fracasos mayores del comunismo está en el campo de la agricultura. Y si del sistema colectivista implantado se pasase al familiar e individual, de incomparables rendimientos, se atacarían las esencias del propio comunismo.
Una cosa es cómo se presenta China a la propaganda exterior, por lo conseguido en sus grandes capitales en el orden cultural e industrial, y otra lo que pasa en el interior de su extensa geografía.
El comunismo en cada país acaba registrando formas propias, y el carácter chino, tan distinto del eslavo, acabará por imprimirle sus propios caracteres.
Si las cosas no se tuercen, evidentemente la expansión natural de China ha de orientarse sobre los grandes espacios del norte asiático, y ahí su enemigo natural es el que los ocupa actualmente y le retiene también sus provincias del Norte; pero pocos años son diez para poder desempeñar ese gran papel a que se alude».
Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco
¿Qué opina V. E. del papel de la China roja en el mundo y su relación con Rusia en los próximos diez años?
«Depende mucho de su proceso político interior. El dar unidad política a un país tan vasto y mantenerla constituye en sí un problema tal que puede modificar todos los propósitos y cálculos. Un país tan extenso y poblado necesita de la intensificación en gran escala de sus producciones agrícolas, y precisamente uno de los fracasos mayores del comunismo está en el campo de la agricultura. Y si del sistema colectivista implantado se pasase al familiar e individual, de incomparables rendimientos, se atacarían las esencias del propio comunismo.
Una cosa es cómo se presenta China a la propaganda exterior, por lo conseguido en sus grandes capitales en el orden cultural e industrial, y otra lo que pasa en el interior de su extensa geografía.
El comunismo en cada país acaba registrando formas propias, y el carácter chino, tan distinto del eslavo, acabará por imprimirle sus propios caracteres.
Si las cosas no se tuercen, evidentemente la expansión natural de China ha de orientarse sobre los grandes espacios del norte asiático, y ahí su enemigo natural es el que los ocupa actualmente y le retiene también sus provincias del Norte; pero pocos años son diez para poder desempeñar ese gran papel a que se alude».
Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco
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