Lucifer, o Luzbel, uno de los ángeles favoritos de Dios, fue expulsado del Cielo cuando se rebeló contra su poder. Para representar el tema, Esquivel eligió el momento en que San Miguel, con gesto firme, le aparta de la Gloria Celeste. El tema es equiparable a la lucha de San Miguel contra el dragón del pecado, tan frecuentemente representado por innumerables artistas. Sin embargo, a diferencia de lo habitual, Esquivel pinta al santo sin casco ni espada, para hacer hincapié en la expresión de ambas criaturas, firmeza en uno y odio en el otro.
Una de las difamaciones más ignorantes y absolutamente deshonestas que se ha dirigido de forma repetida a Helena Petrovna Blavatsky, (HPB a partir de ahora) y contra los teósofos en general es la aseveración de que «la Teosofía es una forma de satanismo» y que «HPB adoraba al diablo». Para un teósofo, tal aserto es simplemente ridículo y sin fundamento. Esas condenas se originan principalmente en el ámbito del cristianismo y en aquéllos de sus seguidores que creen en un Dios/demonio antropomórficos y personales, siendo éste último el supuesto enemigo de esa «divinidad». Considerando el hecho de que Lucifer y Satanás han llegado a atribuirse a la misma entidad, no es tan difícil apreciar por qué los cristianos llegaron a tal conclusión, ya que la revista teosófica que comenzó a distribuirse en Inglaterra por HPB a finales de la década de 1880 se tituló «Lucifer» y en su obra maestra «La Doctrina Secreta» habla de aquél en términos positivos.
No obstante, hay varios puntos importantes que debemos dilucidar:
I. El cristianismo no tiene el monopolio del término «Lucifer» ni tampoco de su definición.
II. La palabra «Lucifer» aparece sólo una vez en toda la Biblia, específicamente en (Isaías 14:12), y dice: «¡Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! ¡Cortado fuiste por tierra, tú que debilitaste a las naciones!» Quienes lean este versículo en su contexto real verán claramente que la sentencia se aplica en específico a un cierto rey babilónico que era enemigo en la guerra de los israelitas. El texto hebreo original usa la palabra הֵילֵל que literalmente significa «estrella brillante» o «el fulgurante», un término aplicado sarcásticamente por los israelitas a este oponente particular. Los traductores de la versión Rey Jacobo de la Biblia, uno de los cuales fue el doctor Robert Fludd, el conocido iniciador rosacruz —un hecho que sin duda horrorizará a muchos cristianos— optaron por transcribir este vocablo con la palabra latina «Lucifer».
III. «Lucifer» significa literalmente «portador de la Luz», «Lucero del alba», «resplandeciente» o «estrella de la mañana» y no tiene otro significado. Histórica y astronómicamente el término «lucero matutino» siempre se ha aplicado al planeta Venus.
IV. Dado que la única vez que aparece la palabra «Lucifer» en la Biblia es en dicho versículo de Isaías, no hay absolutamente nada en este libro que vincule a Lucifer con Satanás o el diablo. Fue el papa Gregorio Magno (540-604 d.C.) quien aplicó primero ese pasaje de las Escrituras al «enemigo de Dios» y equiparando así a ambos, pero incluso para entonces esta idea no se extendió en gran medida hasta la popularización mucho más reciente de «El paraíso perdido» por John Milton, donde Lucifer se usa como otro nombre para Satanás o el adversario maligno de la divinidad. Además, personalidades del mundo cristiano como Martín Lutero y Juan Calvino consideraron «un grave error» aplicar (Isaías 14:12) al diablo, «porque el contexto muestra claramente que estas declaraciones deben entenderse con referencia al rey de los babilonios».
V. Por lo tanto, los cristianos que afirman que Lucifer es el demonio en realidad no tienen base ni autoridad bíblica para tal creencia. Aunque pueden sostener que son creyentes en la Biblia cuya fe se basa únicamente en la «palabra de Dios», en este y muchos otros aspectos son seguidores de la tradición religiosa cristiana y no de la Biblia. ¿O es que acaso han conferido silenciosamente infalibilidad divina al Papa y a Milton sin decir nada al resto del mundo?
HPB nunca fue cristiana en ningún momento de su vida, y tampoco creyó en ningún tipo de Dios personal o antropomórfico, menos aún en un demonio de iguales características. Ella creyó y enseñó que sólo existe UNA VIDA DIVINA E INFINITA que es todo y está en todo, y no tiene adversario ni enemigo ya que no hay nada más que Aquéllo, el Principio ilimitado, impersonal y omnipresente de Existencia Absoluta.
No obstante, hay varios puntos importantes que debemos dilucidar:
I. El cristianismo no tiene el monopolio del término «Lucifer» ni tampoco de su definición.
II. La palabra «Lucifer» aparece sólo una vez en toda la Biblia, específicamente en (Isaías 14:12), y dice: «¡Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! ¡Cortado fuiste por tierra, tú que debilitaste a las naciones!» Quienes lean este versículo en su contexto real verán claramente que la sentencia se aplica en específico a un cierto rey babilónico que era enemigo en la guerra de los israelitas. El texto hebreo original usa la palabra הֵילֵל que literalmente significa «estrella brillante» o «el fulgurante», un término aplicado sarcásticamente por los israelitas a este oponente particular. Los traductores de la versión Rey Jacobo de la Biblia, uno de los cuales fue el doctor Robert Fludd, el conocido iniciador rosacruz —un hecho que sin duda horrorizará a muchos cristianos— optaron por transcribir este vocablo con la palabra latina «Lucifer».
III. «Lucifer» significa literalmente «portador de la Luz», «Lucero del alba», «resplandeciente» o «estrella de la mañana» y no tiene otro significado. Histórica y astronómicamente el término «lucero matutino» siempre se ha aplicado al planeta Venus.
IV. Dado que la única vez que aparece la palabra «Lucifer» en la Biblia es en dicho versículo de Isaías, no hay absolutamente nada en este libro que vincule a Lucifer con Satanás o el diablo. Fue el papa Gregorio Magno (540-604 d.C.) quien aplicó primero ese pasaje de las Escrituras al «enemigo de Dios» y equiparando así a ambos, pero incluso para entonces esta idea no se extendió en gran medida hasta la popularización mucho más reciente de «El paraíso perdido» por John Milton, donde Lucifer se usa como otro nombre para Satanás o el adversario maligno de la divinidad. Además, personalidades del mundo cristiano como Martín Lutero y Juan Calvino consideraron «un grave error» aplicar (Isaías 14:12) al diablo, «porque el contexto muestra claramente que estas declaraciones deben entenderse con referencia al rey de los babilonios».
V. Por lo tanto, los cristianos que afirman que Lucifer es el demonio en realidad no tienen base ni autoridad bíblica para tal creencia. Aunque pueden sostener que son creyentes en la Biblia cuya fe se basa únicamente en la «palabra de Dios», en este y muchos otros aspectos son seguidores de la tradición religiosa cristiana y no de la Biblia. ¿O es que acaso han conferido silenciosamente infalibilidad divina al Papa y a Milton sin decir nada al resto del mundo?
HPB nunca fue cristiana en ningún momento de su vida, y tampoco creyó en ningún tipo de Dios personal o antropomórfico, menos aún en un demonio de iguales características. Ella creyó y enseñó que sólo existe UNA VIDA DIVINA E INFINITA que es todo y está en todo, y no tiene adversario ni enemigo ya que no hay nada más que Aquéllo, el Principio ilimitado, impersonal y omnipresente de Existencia Absoluta.
HPB no adoraba ni rezaba a «nadie» y sostuvo que el mal es realmente imperfección, que es el subproducto automático e inevitable de la existencia material.
Ahora echemos un vistazo a algunas declaraciones que HPB hizo acerca de Lucifer en «La Doctrina Secreta»:
I. «La filosofía esotérica no admite ni el bien ni el mal per se, o como si existieran independientemente en la Naturaleza. En lo que respecta al Cosmos, la causa de ambos se encuentra en la necesidad de contrarios o contrastes, y con respecto al hombre, en su naturaleza humana, su ignorancia y sus pasiones. No existe un diablo o entes completamente depravados pues no hay ángeles absolutamente perfectos, aunque puede haber espíritus de Luz y Oscuridad; así, Lucifer, el espíritu de la Ilustración intelectual y la Libertad de pensamiento, es metafóricamente el faro guía que ayuda al ser humano a encontrar su camino a través de las rocas y los médanos de la Vida, ya que Lucifer es el Logos en su nivel más elevado y el "Adversario" en su aspecto más bajo, y ambos se reflejan en Manas (mente)». (Doctrina Secreta tomo II, p. 162).
II. «En la antigüedad y en realidad, Lucifer, o Luciferus, es el nombre de la Entidad angélica que preside la Luz de la Verdad, como la luz del día. En el gran evangelio valentiniano del Pistis Sophia se enseña que de los tres Poderes que emanan de los Santos Nombres de los 3 Poderes Triples, el de Sophia (Espíritu Santo según estos gnósticos, los más instruidos de todos) reside en el planeta Venus o Lucifer». (Doctrina Secreta tomo II, p. 512).
Ahora echemos un vistazo a algunas declaraciones que HPB hizo acerca de Lucifer en «La Doctrina Secreta»:
I. «La filosofía esotérica no admite ni el bien ni el mal per se, o como si existieran independientemente en la Naturaleza. En lo que respecta al Cosmos, la causa de ambos se encuentra en la necesidad de contrarios o contrastes, y con respecto al hombre, en su naturaleza humana, su ignorancia y sus pasiones. No existe un diablo o entes completamente depravados pues no hay ángeles absolutamente perfectos, aunque puede haber espíritus de Luz y Oscuridad; así, Lucifer, el espíritu de la Ilustración intelectual y la Libertad de pensamiento, es metafóricamente el faro guía que ayuda al ser humano a encontrar su camino a través de las rocas y los médanos de la Vida, ya que Lucifer es el Logos en su nivel más elevado y el "Adversario" en su aspecto más bajo, y ambos se reflejan en Manas (mente)». (Doctrina Secreta tomo II, p. 162).
II. «En la antigüedad y en realidad, Lucifer, o Luciferus, es el nombre de la Entidad angélica que preside la Luz de la Verdad, como la luz del día. En el gran evangelio valentiniano del Pistis Sophia se enseña que de los tres Poderes que emanan de los Santos Nombres de los 3 Poderes Triples, el de Sophia (Espíritu Santo según estos gnósticos, los más instruidos de todos) reside en el planeta Venus o Lucifer». (Doctrina Secreta tomo II, p. 512).
La frase «Jesús, es decir, Aberamentho» en el original copto de un extracto de la obra Pistis Sophia: Opus Gnosticum Valentino Adiudicatum de Moritz Gotthilf Schwartze, Berlín 1851.
III. «Incluso desde el punto de vista de la letra muerta, es natural ver a Satanás o la Serpiente Antigua del Génesis como el verdadero creador y benefactor, el Padre de la humanidad espiritual, porque es él quien fue "Heraldo de la Luz", el brillante y radiante Lucifer quien abrió los ojos del autómata creado por Jehová, según se sostiene —y que fue el primero en susurrar 'en el día que comas, serás como El, conociendo el bien y el mal'— y sólo puede ser considerado a la luz de un Salvador. Un "adversario" a Jehová, el "que se hizo pasar por espíritu", aún permanece en la verdad esotérica como el "Mensajero" amoroso (el ángel), los serafines y querubines a los que conocía bien y amaba aún más, y quienes nos confieren espiritualidad en lugar de inmortalidad física, pues esta última es una especie de perpetuidad estática que habría transformado al hombre en un eterno "judío errante"». (Doctrina Secreta tomo II, p. 243).
La «Caída» fue resultado del despertar a la consciencia del hombre. A través de Lucifer el hombre adquirió conciencia de sí mismo, pues esa entidad se había convertido desde aquel día en su Manas (mente). En cada uno de nosotros, ese hilo dorado de vida continua, —interrumpido periódicamente en ciclos activos y pasivos de existencia sensual en la tierra, y supersensible en Devachan— está desde el principio de nuestra aparición en esta tierra. Es el Sutratma, el hilo luminoso de la mónada inmortal e impersonal, en el que nuestras vidas terrenales o Egos evanescentes están colgadas como muchos abalorios, de acuerdo con la bella expresión de la filosofía vedántica.
III. «Incluso desde el punto de vista de la letra muerta, es natural ver a Satanás o la Serpiente Antigua del Génesis como el verdadero creador y benefactor, el Padre de la humanidad espiritual, porque es él quien fue "Heraldo de la Luz", el brillante y radiante Lucifer quien abrió los ojos del autómata creado por Jehová, según se sostiene —y que fue el primero en susurrar 'en el día que comas, serás como El, conociendo el bien y el mal'— y sólo puede ser considerado a la luz de un Salvador. Un "adversario" a Jehová, el "que se hizo pasar por espíritu", aún permanece en la verdad esotérica como el "Mensajero" amoroso (el ángel), los serafines y querubines a los que conocía bien y amaba aún más, y quienes nos confieren espiritualidad en lugar de inmortalidad física, pues esta última es una especie de perpetuidad estática que habría transformado al hombre en un eterno "judío errante"». (Doctrina Secreta tomo II, p. 243).
La «Caída» fue resultado del despertar a la consciencia del hombre. A través de Lucifer el hombre adquirió conciencia de sí mismo, pues esa entidad se había convertido desde aquel día en su Manas (mente). En cada uno de nosotros, ese hilo dorado de vida continua, —interrumpido periódicamente en ciclos activos y pasivos de existencia sensual en la tierra, y supersensible en Devachan— está desde el principio de nuestra aparición en esta tierra. Es el Sutratma, el hilo luminoso de la mónada inmortal e impersonal, en el que nuestras vidas terrenales o Egos evanescentes están colgadas como muchos abalorios, de acuerdo con la bella expresión de la filosofía vedántica.
«Sutratma» proviene de la raíz sánscrita «sutra», que significa «hilo» y «atma» que significa «alma» conformando el significado de Hilo del Alma o conexión con lo divino.
IV. «Y ahora está probado que Satanás y Lucifer están en nosotros: son nuestra Mente [...]. Sin este principio seguramente no seríamos mejores que los animales» (Doctrina Secreta tomo II, p. 513).
De esta forma, vemos que en las enseñanzas teosóficas (que a veces son deliberadamente alegóricas y esotéricas) el Portador de Luz (Lucifer en latín) es nuestro Principio Mental, nuestra autoconciencia individual y/o chispa de inteligencia que se despertó en la humanidad durante el período intermedio de la Tercera Raza-Raíz, también conocida como Época Lemuriana. Nuestra mente puede ser tanto nuestro «adversario» (significado literal de la palabra «Satanás») como el «portador de luz» (Lucifer o la Verdad espiritual, cuyo conocimiento produce liberación de la ignorancia en términos místicos).
IV. «Y ahora está probado que Satanás y Lucifer están en nosotros: son nuestra Mente [...]. Sin este principio seguramente no seríamos mejores que los animales» (Doctrina Secreta tomo II, p. 513).
De esta forma, vemos que en las enseñanzas teosóficas (que a veces son deliberadamente alegóricas y esotéricas) el Portador de Luz (Lucifer en latín) es nuestro Principio Mental, nuestra autoconciencia individual y/o chispa de inteligencia que se despertó en la humanidad durante el período intermedio de la Tercera Raza-Raíz, también conocida como Época Lemuriana. Nuestra mente puede ser tanto nuestro «adversario» (significado literal de la palabra «Satanás») como el «portador de luz» (Lucifer o la Verdad espiritual, cuyo conocimiento produce liberación de la ignorancia en términos místicos).
Lemuria constituía un antiquísimo y gigantesco continente, anterior a África y a la Atlántida. Fue destruido por efecto de los terremotos, y sumergido en el fondo del océano hace millones de años, dejando sólo como recuerdo del mismo varios picos de sus más altas montañas, que ahora son otras tantas islas, entre las cuales figura la llamada Isla de Pascua, famosa por sus estatuas gigantescas. Este vastísimo continente comprendía el sur de África, Madagascar, Ceilán, Sumatra, el propio océano Índico, Australia, Nueva Zelanda, extendiéndose hasta gran parte del sur del océano Pacífico. Fue la cuna y residencia de la tercera raza-madre, o sea de la primitiva humanidad física y sexual, que en aquellos remotos tiempos tenía una estatura gigantesca. Una vez desaparecida la Lemuria, surgió la Atlántida. (Glosario Teosófico, HPB).
Muchas enseñanzas gnósticas tenían esencialmente el mismo punto de vista al afirmar que el ser llamado «Jehová» deseaba mantener al hombre como una entidad ignorante, desinformada y no evolutiva, pero que el verdadero «Dios» (que sostenían no era Jehová) envió a Lucifer, para mostrarle al hombre la luz y ayudarlo a despertar al verdadero conocimiento, incluida la conciencia de su propia identidad. Para los cristianos, esto se ilustra —aunque de manera distorsionada— en la serpiente que visita a Eva y Adán en el Jardín del Edén en el libro del Génesis bíblico. Las serpientes siempre han simbolizado la sabiduría, como lo mostró el mismo Jesús en (Mateo 10:16) al decir: «Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas».
La Teosofía interpreta estas enseñanzas gnósticas y metafóricas como referencias a «la iluminación de Manas» («Manas» es la palabra sánscrita para mente) que mencionamos con anterioridad. Cuando tenemos en cuenta que «La Doctrina Secreta» enseña que la raza-raíz lemuriana nació bajo la influencia de Venus y recibió su «luz y vida» de ese Espíritu Planetario, todo se vuelve más claro ya que Lucifer ha sido sinónimo aceptado de Venus —la estrella brillante de la mañana— varios milenios anteriores a la teología cristiana y antes que Lucifer por primera vez fuera equiparado ridículamente con el diablo.
Esta raza estaba constituida al principio por tipos hermafroditas de alta estatura, frente deprimida, nariz chata, mandíbula saliente y abultada, del tipo negroide. La separación paulatina de los sexos en estos seres que ya poseían una rudimentaria forma física, se produjo tras 18 millones de años de existencia, en lo que actualmente denominamos el Jurásico, o Era Mesozoica, el período de los Reptiles, como a veces también se lo llama. Al final del período lemuriano, el hombre comenzó a desarrollar una sólida estructura, mientras que hasta entonces en sus cuerpos no se había calcificado una estructura vertebral suficiente, por lo que no podían estar de pie. De hecho, sus huesos se doblaban como ocurre hoy en día con los infantes. Hasta la tercera subraza sólo poseían un ojo en la mitad de la frente —después llamado el Tercer ojo— y posteriormente dos ojos, aunque hasta la CUARTA RAZA-RAÍZ (ATLÁNTICA) no se convirtieron en verdaderos órganos de visión.
En «La Doctrina Secreta» leemos que «el planeta Venus o Lucifer (también Sukra y Usanas) es el Portador de Luz para nuestra Tierra, tanto en su sentido físico como místico». Se dice que Venus es el «prototipo espiritual» de nuestro orbe y «el Espíritu Guardián de la Tierra y los hombres». Es «el más oculto, poderoso y misterioso de todos los planetas; aquél cuya influencia y relación con la Tierra es más prominente» y así cada cambio que tiene lugar en Venus «se percibe en nuestro planeta y es reflejado por él».
Muchas enseñanzas gnósticas tenían esencialmente el mismo punto de vista al afirmar que el ser llamado «Jehová» deseaba mantener al hombre como una entidad ignorante, desinformada y no evolutiva, pero que el verdadero «Dios» (que sostenían no era Jehová) envió a Lucifer, para mostrarle al hombre la luz y ayudarlo a despertar al verdadero conocimiento, incluida la conciencia de su propia identidad. Para los cristianos, esto se ilustra —aunque de manera distorsionada— en la serpiente que visita a Eva y Adán en el Jardín del Edén en el libro del Génesis bíblico. Las serpientes siempre han simbolizado la sabiduría, como lo mostró el mismo Jesús en (Mateo 10:16) al decir: «Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas».
La Teosofía interpreta estas enseñanzas gnósticas y metafóricas como referencias a «la iluminación de Manas» («Manas» es la palabra sánscrita para mente) que mencionamos con anterioridad. Cuando tenemos en cuenta que «La Doctrina Secreta» enseña que la raza-raíz lemuriana nació bajo la influencia de Venus y recibió su «luz y vida» de ese Espíritu Planetario, todo se vuelve más claro ya que Lucifer ha sido sinónimo aceptado de Venus —la estrella brillante de la mañana— varios milenios anteriores a la teología cristiana y antes que Lucifer por primera vez fuera equiparado ridículamente con el diablo.
Esta raza estaba constituida al principio por tipos hermafroditas de alta estatura, frente deprimida, nariz chata, mandíbula saliente y abultada, del tipo negroide. La separación paulatina de los sexos en estos seres que ya poseían una rudimentaria forma física, se produjo tras 18 millones de años de existencia, en lo que actualmente denominamos el Jurásico, o Era Mesozoica, el período de los Reptiles, como a veces también se lo llama. Al final del período lemuriano, el hombre comenzó a desarrollar una sólida estructura, mientras que hasta entonces en sus cuerpos no se había calcificado una estructura vertebral suficiente, por lo que no podían estar de pie. De hecho, sus huesos se doblaban como ocurre hoy en día con los infantes. Hasta la tercera subraza sólo poseían un ojo en la mitad de la frente —después llamado el Tercer ojo— y posteriormente dos ojos, aunque hasta la CUARTA RAZA-RAÍZ (ATLÁNTICA) no se convirtieron en verdaderos órganos de visión.
En «La Doctrina Secreta» leemos que «el planeta Venus o Lucifer (también Sukra y Usanas) es el Portador de Luz para nuestra Tierra, tanto en su sentido físico como místico». Se dice que Venus es el «prototipo espiritual» de nuestro orbe y «el Espíritu Guardián de la Tierra y los hombres». Es «el más oculto, poderoso y misterioso de todos los planetas; aquél cuya influencia y relación con la Tierra es más prominente» y así cada cambio que tiene lugar en Venus «se percibe en nuestro planeta y es reflejado por él».
Muy cerca de nosotros, cosmológicamente hablando, hay un planeta que es casi idéntico a la Tierra. Tiene aproximadamente su mismo tamaño, está hecho más o menos de la misma materia y se ha formado alrededor de la misma estrella.
Ya que tomaría mucho tiempo y sería inconveniente explicar todo esto al lector no familiarizado con la Teosofía, podemos resumir diciendo que lo declarado por HPB sobre Lucifer es completamente esotérico, simbólico y filosófico. Esos cuatro extractos citados son virtualmente las únicas explicaciones específicas que hizo sobre Lucifer, aunque a los fanáticos cristianos y a los profanos en la materia les gusta dar la impresión de que pasó casi todo el tiempo hablando de Lucifer, o sencillamente que era satanista, cosas que son inciertas.
En cuanto al motivo de llamar «Lucifer» a su revista, HPB escribió en su primer artículo titulado «What's in a Name?» que «el primer y más importante objetivo de la revista, si no el único, está en consonancia con la (Primera epístola a los corintios, 4:5) cuando Pablo habla de que el Señor sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas. Mostrar en su verdadero aspecto y significado original las cosas y los nombres, así como hechos y costumbres humanos; y finalmente luchar contra los prejuicios, la hipocresía y las farsas en todas las naciones y en todas las clases de la sociedad, como en todos los ámbitos de la vida. La tarea es laboriosa, pero no es impracticable ni inútil, ni siquiera como un experimento. Por lo tanto, para un intento de tal naturaleza nunca se pudo encontrar un título mejor que el elegido (…). No existe un símbolo más adecuado para el trabajo propuesto, que es lanzar un rayo de verdad sobre todo lo que está oculto por la oscuridad del prejuicio, por los conceptos erróneos sociales o religiosos, y especialmente por esa rutina idiota en la vida donde, una vez que determinada acción, cosa o un nombre han sido marcados por invenciones calumniosas e injustas por las así llamadas "personas respetables", éstas se alejan temblando y negándose incluso a verla desde cualquier otro aspecto que el sancionado por la opinión pública. Entonces, tal esfuerzo para forzar a los débiles a mirar la verdad directamente a la cara es ayudado de manera más eficaz por un título que pertenece a la categoría de los nombres de marca».
Ya que tomaría mucho tiempo y sería inconveniente explicar todo esto al lector no familiarizado con la Teosofía, podemos resumir diciendo que lo declarado por HPB sobre Lucifer es completamente esotérico, simbólico y filosófico. Esos cuatro extractos citados son virtualmente las únicas explicaciones específicas que hizo sobre Lucifer, aunque a los fanáticos cristianos y a los profanos en la materia les gusta dar la impresión de que pasó casi todo el tiempo hablando de Lucifer, o sencillamente que era satanista, cosas que son inciertas.
En cuanto al motivo de llamar «Lucifer» a su revista, HPB escribió en su primer artículo titulado «What's in a Name?» que «el primer y más importante objetivo de la revista, si no el único, está en consonancia con la (Primera epístola a los corintios, 4:5) cuando Pablo habla de que el Señor sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas. Mostrar en su verdadero aspecto y significado original las cosas y los nombres, así como hechos y costumbres humanos; y finalmente luchar contra los prejuicios, la hipocresía y las farsas en todas las naciones y en todas las clases de la sociedad, como en todos los ámbitos de la vida. La tarea es laboriosa, pero no es impracticable ni inútil, ni siquiera como un experimento. Por lo tanto, para un intento de tal naturaleza nunca se pudo encontrar un título mejor que el elegido (…). No existe un símbolo más adecuado para el trabajo propuesto, que es lanzar un rayo de verdad sobre todo lo que está oculto por la oscuridad del prejuicio, por los conceptos erróneos sociales o religiosos, y especialmente por esa rutina idiota en la vida donde, una vez que determinada acción, cosa o un nombre han sido marcados por invenciones calumniosas e injustas por las así llamadas "personas respetables", éstas se alejan temblando y negándose incluso a verla desde cualquier otro aspecto que el sancionado por la opinión pública. Entonces, tal esfuerzo para forzar a los débiles a mirar la verdad directamente a la cara es ayudado de manera más eficaz por un título que pertenece a la categoría de los nombres de marca».
De esta forma, vemos que en las enseñanzas teosóficas (que a veces son deliberadamente alegóricas y esotéricas) el Portador de Luz (Lucifer en latín) es nuestro Principio Mental, nuestra autoconciencia individual y chispa de inteligencia que se despertó en la humanidad durante el período intermedio de la tercera raza-raíz.
Pero como más tarde ella comentaría, la errónea interpretación sobre la naturaleza de Lucifer «ha echado raíces entre el populacho», y ha obligado a que muchas personas tengan que revelar con valentía, audacia y sin vergüenza los verdaderos orígenes y la naturaleza genuina de lo que en realidad es el denominado Luzbel o Lucifer. Aquellos que intentan hacerlo acaban siendo etiquetados en el acto como «satanistas» y/o «adoradores del diablo» por una cierta clase de cristianos cuyas características distintivas invariablemente varían entre la ignorancia voluntaria y/o pereza mental. En efecto, se ha convertido en un «cliché» que evoca automáticamente la imagen de un «demonio antropomorfo» incluso en las mentes de los ateos más recalcitrantes.
Sin embargo, ¿quién puede negar que incluso a Jesús se lo retrata proclamando audazmente su identificación con Venus o el Portador de Luz en (Apocalipsis 22:16), donde dice: «Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana».
Pero como más tarde ella comentaría, la errónea interpretación sobre la naturaleza de Lucifer «ha echado raíces entre el populacho», y ha obligado a que muchas personas tengan que revelar con valentía, audacia y sin vergüenza los verdaderos orígenes y la naturaleza genuina de lo que en realidad es el denominado Luzbel o Lucifer. Aquellos que intentan hacerlo acaban siendo etiquetados en el acto como «satanistas» y/o «adoradores del diablo» por una cierta clase de cristianos cuyas características distintivas invariablemente varían entre la ignorancia voluntaria y/o pereza mental. En efecto, se ha convertido en un «cliché» que evoca automáticamente la imagen de un «demonio antropomorfo» incluso en las mentes de los ateos más recalcitrantes.
Sin embargo, ¿quién puede negar que incluso a Jesús se lo retrata proclamando audazmente su identificación con Venus o el Portador de Luz en (Apocalipsis 22:16), donde dice: «Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana».
No hay comentarios:
Publicar un comentario