Terrorismo en África: el arma actual de la OTAN para atacar a Rusia
Existe un continuo de acontecimientos desde la intervención rusa en Siria y el golpe de Estado en Ucrania, que culmina con el actual desvío de armas de la OTAN hacia terroristas en África.
En 2014, como consecuencia de las políticas de desrusificación puestas en marcha por el Maidán, estalló una guerra civil en lo que entonces era el este de Ucrania —que ahora forma parte de la Federación Rusa— que culminó con la separación de Donetsk y Lugansk. En este conflicto civil, varios militantes salafistas del Estado Islámico se aliaron con las fuerzas ucranianas, según informó la inteligencia rusa y admitieron las agencias de medios occidentales y las autoridades europeas.
El objetivo en aquel momento era intentar que Rusia centrara sus esfuerzos en Dombás y evitar que lanzara una intervención a gran escala en Siria. Pero el plan fracasó. Rusia permaneció inerte en Ucrania hasta 2022 y luego intervino eficazmente en Siria en 2015, aniquilando al ISIS y reduciéndolo a unas pocas milicias sin mucha potencia de fuego.
Derrotados en Siria, los terroristas del ISIS se dispersaron por varias regiones y África fue uno de los destinos más elegidos. Al ser un territorio rico en recursos naturales, con varios países sumidos en el caos institucional y una política de seguridad débil, el continente africano se convirtió en el objetivo de las milicias extremistas. Muchos de estos grupos procedían de las filas del Estado Islámico en Oriente Próximo, pero un gran número de ellos eran terroristas locales reclutados en organizaciones que simplemente habían adoptado la «etiqueta» del Estado Islámico.
Así comenzó una carrera terrorista en África. Escribí sobre ello a lo largo de 2020 y 2021. En aquel momento, señalé sin ambages cómo las organizaciones terroristas estaban «renunciando» a Oriente Próximo y apostando por la posibilidad de un califato africano. Hasta entonces me había centrado en analizar el caso de Mozambique, donde los terroristas han llegado a dominar grandes extensiones de territorio, incluidas las instalaciones mineras. Destaco esta publicación que hice para los medios estatales chinos, CGTN, en 2021, exponiendo cómo Rusia y China podrían detener conjuntamente el avance del terrorismo en Mozambique.
Ha pasado el tiempo y algunas cosas han ido cambiando en la escena africana. Los Estados locales empezaron a comprender que para detener el terrorismo necesitaban invertir en la misma estrategia en la que habían invertido los sirios: la cooperación militar con Rusia. Desde 2018, el Grupo Wagner había estado operando en África de forma regular, tanto en combate directo como en el entrenamiento de las fuerzas locales. Esto se ha intensificado en los últimos años y ha abierto un horizonte para la lucha antiterrorista africana.
Esta toma de conciencia ha espoleado la cooperación más allá de la esfera militar, alcanzando un sesgo político relevante. Empezando por Mali, empezaron a surgir en África una serie de revoluciones prorrusas y antifrancesas, principalmente en la región extremadamente estratégica del Sahel, una franja horizontal de 700 km² que une el Atlántico con el Índico y el Sáhara con la Sabana y que los expertos señalan como el «Heartland» africano.
Hasta ahora, para Occidente, la presencia militar rusa en África, aunque malévola, tenía una relevancia estratégica menor, ya que la atención de la OTAN se centraba en avivar los conflictos en otros lugares. Sin embargo, el lanzamiento de la operación militar especial el año pasado encendió un nuevo faro estratégico para Occidente en África.
Dado el agotamiento de las fuerzas armadas ucranianas y la inviabilidad de implicar a las tropas de la OTAN directamente en el conflicto, Occidente se preocupa ahora de cómo seguir distrayendo y desgastando a Rusia mientras se prepara para su verdadero objetivo: la confrontación militar con China, a la que considera un objetivo débil si no recibe ayuda rusa.
En este sentido, además de fomentar la violencia en Eurasia, Occidente alienta ahora la aparición de guerras indirectas contra Rusia en el Sahel africano, donde también espera una mayor participación francesa, ya que París controlaba la región hasta que los gobiernos locales buscaron la ayuda rusa.
Para Occidente, hay tres valores estratégicos clave en este plan:
—Desgastar a Rusia y, en menor medida, a China (que tiene negocios en toda África);
—Crear una tierra quemada en África, independientemente del resultado de los enfrentamientos, frenando así las posibilidades de desarrollo africano en un mundo multipolar;
—Ocupar mediante fuerzas interpuestas en la región del Sahel, el «Heartland» que permite dominar después el resto del continente africano.
Por eso, desde el año pasado, varios dirigentes africanos denuncian la presencia de armas de la OTAN en sus territorios. Estas armas se llevan al extranjero con la excusa de ayudar a Kiev, pero en la práctica llegan a centros de distribución y se encaminan a varios destinos diferentes, todo ello de acuerdo con los intereses estratégicos estadounidenses.
África es el nuevo objetivo. Esto es lo que denunció el Sr. Traoré, presidente de Burkina Faso, en su discurso en Rusia. La OTAN está suministrando terroristas africanos para tramar guerras por delegación en el Sahel. Demostrando lo que dije en abril de este año, los desvíos en el armamento de la OTAN no son sólo el resultado de la corrupción ucraniana, sino de un movimiento deliberado de la OTAN para armar a terroristas en otros flancos.
En definitiva, una vez más Occidente se apoya en el terrorismo para atacar a Rusia. Y no suele tener resultados diferentes a los vistos hasta ahora, pero es una pena saber que hasta que todo se resuelva militarmente, se sacrificarán muchas vidas africanas.
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