EL DÍA DEL SOBRECONSUMO Y LAS MENTIRAS DE UNA ÉLITE HOSTIL.

 

Hoy es supuestamente el «Día Mundial del Sobreconsumo». El consumo excesivo es, según la narrativa verde-venenosa actual, culpa de nosotros, la gente corriente, y ha dado lugar a la «crisis climática», la «cubierta natural», la falta de recursos renovables, etc.

En un tema relacionado, me topé con una actualización en la red social X (antes conocida como Twitter), sobre cuyo meollo pensé en escribir brevemente. Me recordó a un bestseller medioambiental de los años 70, la época de la corona y la codicia (psico)patológica de los círculos financieros transnacionales. Pero dejemos que un italiano nos cuente más.

«Nací en Roma el mismo año en que se publicó «Los límites del crecimiento: informe al Club de Roma sobre el predicamento de la Humanidad». Hablaba con alguien que había estado indirectamente expuesto a algunas de las discusiones del Club de Roma, incluido David Rockefeller», dice el cineasta y activista Robin Monotti.

Las discusiones de la élite «versaban en realidad sobre cuestiones de gusto». «A la élite le repugnaba la demografía: no les gustaba que hubiera tantos pobres en las calles, o al menos más pobres que ellos».

«No les gustaba tener que compartir las visitas a lugares turísticos, museos y restaurantes con la gente corriente», dice Monotti, explicando el pensamiento de la élite basándose en lo que había oído.

Para el activista políticamente incorrecto, esto demuestra que el uno por ciento y sus lacayos académicos «estaban/están estancados en un nivel estético de comprensión del mundo».

Monotti sostiene que esta percepción debe combatirse aportando un «nivel ético, moral», pero paradójicamente este nivel también es «manipulado para controlar a las masas diciéndoles que son buenos ciudadanos reduciendo sus emisiones de carbono, vacunándose y permaneciendo en ciudades de 15 minutos».

La visión de Monotti sobre el estado de las cosas es sombría. «Las masas están siendo conducidas en manada a una matanza que ya está en marcha». En la era Corona, «las inyecciones de ARNm fueron el primer paso» de un proyecto para reducir radicalmente la fertilidad humana, y la población en su conjunto.

Las inyecciones de la COVID «tienen un efecto altamente tóxico en los órganos reproductores, provocando un gran número de embarazos perdidos, muertes infantiles y produciendo infertilidad temporal, o incluso permanente, en un gran número de sujetos inyectados».

Esto suena lo suficientemente mal como para que Monotti y los de su calaña se encuentren entre los disidentes a los que no se invita a los programas de actualidad de la televisión para comentar los temas. La verdad es dura de oír, y uno no quiere despertarse de un sueño a una pesadilla de la realidad.

«Llegados a este punto, los que querían entender han entendido, y los que no quieren entender son cómplices a sabiendas —o más bien sin saberlo— de al menos el mayor crimen contra la humanidad del siglo XXI», afirma Monotti sin rodeos.

«Los que entendemos debemos planificar cuidadosamente nuestras redes comunitarias de resistencia, porque ellos [la élite] no abandonarán sus planes una vez que los hayan llevado tan lejos», concluye.

Fuente: Markku Siira

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