LA CONTEMPORANEIDAD DE JULIUS EVOLA

 

El nuevo libro publicado por Alexander Dugin sobre Julius Evola demuestra que este pensador italiano del siglo XX sigue siendo uno de los más estudiados y traducidos en el ámbito ruso, ya que su popularidad sigue creciendo con los años. Si en la década de 1990 se publicaron en Rusia apenas tres o cuatro libros, desde el 2005 hasta ahora tal cifra se ha disparado a un total de 27 libros e incontables artículos cuya cantidad no disminuye. A ello debemos agregar que las traducciones actuales son más o menos decentes y que únicamente Ernst Jünger puede competir en popularidad con este escritor italiano. Las investigaciones académicas escritas sobre Evola son menos frecuentes, pero podemos mencionar los intentos muy poco exitosos de A. Zadornov, K.A. Yudin, M.A. Bandurin, G.A. Butuzov, Y.A. Butakov, la interesante monografía de D.S. Moiseev o las obras de investigadores extranjeros traducidas al ruso como Thomas Hansen y Daniel Colon, así como varios artículos de Alain de Benoit. En italiano también se han publicado varias monografías sobre Evola en el 2021, por lo que, gracias a esto, se ha convertido en uno de los pensadores actuales más estudiados (Evola rechazaba tajantemente el título de «filósofo»), pero, lamentablemente, los estudios sobre su vida e ideas se han convertido en «minucias» irrelevantes dispersas en miles de obras. El nuevo libro publicado por Alexander Dugin, El tradicionalismo político de Julius Evola, busca corregir este problema y replantear las ideas expresadas por el barón italiano desde el punto de vista de sus categorías filosóficas.

Algunos de los capítulos de este libro ya habían sido publicados anteriormente y han sido reeditados por Dugin, tal es el caso de «Imperialismo pagano» (1990), «Julius Evola y el tradicionalismo ruso» (1995), «La intensidad del camino mágico» (1996), «La experiencia de la ruptura» (1999), «La tradición frente al mundo posmoderno» (2011), «El observador y la abstracción como arte iniciático» (2012), «El último caballero del Logos romano» (2016). Otros capítulos han sido reescritos en su totalidad, pero el libro en su conjunto forma una totalidad orgánica. Sin embargo, el título de «tradicionalismo político» no refleja para nada el contenido de la obra, pues solo los últimos capítulos del libro escrito por Dugin tratan sobre temas sociopolíticos, aproximadamente una cuarta parte del libro. Las otras tres cuartas partes se dedican a estudiar los temas más importantes abordador por el barón italiano y que constituyen su herencia más importante: sus reflexiones sobre metafísica, antropología, el Absoluto y el hombre de las cuales se desprenden sus conclusiones sociopolíticas sobre los principios de su filosofía que, igualmente, siguen siendo secundarios. Es sintomático que una gran parte de los investigadores «académicos» tengan miedo de estudiar la mayor parte de los conceptos del Barón Evola, empobreciendo con ello su imagen y condenando la mayor parte de su pensamiento a ser marginalizado como sucedió en el siglo XX. Alexander Dugin espera que «quizás algún día llegará la hora en que Hitler y Mussolini sean vistos como figuras políticas dudosas que vivieron en la misma época que Evola y Heidegger» (p. 323). Por supuesto, un dialogo franco con Evola como un clásico y un contemporáneo nuestro siempre presente, como un interlocutor genial defensor de la Tradición, no excluye que haya tenido muchos sesgos personales subjetivos o que haya cometido errores y tuviera opiniones dudosas. Es necesario llevar a cabo un estudio cuidadoso que separa el grano de la paja del pensamiento de Evola y precisamente el libro de Alexander Dugin comienza abordando este punto.

Existen varios temas «transversales» que recorren este libro. En primer lugar, la antropología de Evola que aparece tanto en sus primeros escritos «idealistas» impregnados de un espíritu hegeliano radical como en su etapa más tradicionalista donde aborda la idea del hombre aislado y «diferenciado», un Observador distante y al mismo tiempo comprometido con el mundo. Se trata de una especie de «dandi del Norte» —esa extraña figura alrededor de la cual gira el «idealismo mágico» de Evola— que es interpretada por Dugin a la luz de los cambiantes paradigmas de la Tradición, la Modernidad y la Postmodernidad como medios para revelar la inmutable figura del Sujeto Radical. Una vez formulada esta tesis quedan claras muchas de las ideas más controvertidas de la filosofía de Evola, como su participación juvenil en el dadaísmo y el arte abstracto, sus posteriores escritos sobre el individualismo mágico y sus artículos publicados por el Grupo Ur, o las obras de apogeo y decadencia, siendo Cabalgar el Tigre la más incomprendida de todas ellas. Entre el primer y último punto de este recorrido existe más de medio siglo de vida y búsqueda de Evola que terminó con la adquisición de una corona muy especial. El libro de Alexander Dugin también advierte en contra de aquellos que estudian únicamente los «últimos» escritos de Julius Evola o se concentran solo en sus ideas políticas y tesis militantes, el montañismo, la alquimia, el tantrismo, el budismo o el taoísmo. La clave para interpretar correctamente al Barón italiano subyace en su antropología, fenomenología e interpretación correcta que ocupa el hombre en el cosmos, solo a partir de aquí podemos comprender sus ideas sobre el «individuo absoluto», «el mago y el héroe», el «hombre diferenciado», el «hombre entre las ruinas» o «cabalgar el tigre», conceptos a los que llega después de darse cuenta de la «brecha inalcanzable» como experiencia dualista de la realidad a la que podemos acercarnos mediante conclusiones concretas socialmente significativas que Evola extrajo de sus experiencias fenomenológicas provocadas por el dolor y la alienación (conclusiones que no siempre resultan correctas o el único punto de vista valido). En cualquier caso, se recomienda a los investigadores que reflexionen en profundidad sobre el tema y lean encarecidamente capítulos del libro de Dugin como «El observador», «Un poema filosófico sobre el Sujeto Radical», «La experiencia de la ruptura» y «Cabalgar el Tigre» (este último es especialmente importante debido a los frecuentes errores cometidos a la hora de entender la estrategia de Evola de la Apoliteia).

Otro discusión importante tiene que ver con las ideas de Evola acerca de la historia de la humanidad y el desenvolvimiento de las civilizaciones individuales, especialmente su comprensión o errores que cometió a la hora de entender las etapas de la degradación actual (Alexander Dugin, siguiendo las tesis de Alain Soral, hace hincapié en el origen bastardo y marginal de la burguesía liberal que antagoniza desde un principio con la Tercera Casta compuesta por el campesinado y el artesanado urbano). Los escritos polémicos del Barón Evola sobre la Metafísica del Sexo o sus obras sobre el tantra, el debate entre sus partidarios de izquierda y derecha, las controversias sobre el matriarcado y la dependencia de sus ideas de las problemáticas teorías de Johann Backofen y Herman Wirth, etcétera, también son abordadas en este libro. Alexander Dugin presta mucha atención al lugar especial que ocupa el tradicionalismo de Julius Evola como una variación de la Cuarta Teoría Política y el tradicionalismo metafísico en general, junto a Guénon, las diversas versiones cristianas del tradicionalismo, etc., trabajo que el eurasianista estadounidense Matthew Heimbach ha venido realizando recientemente. Este tema se aborda en los capítulos finales del libro de Dugin, mucho más «políticos», que explican la paradoja de combinar las ideas de Evola con ideologías de extrema izquierda, incluso anarquistas, con el tradicionalismo «de derecha», la monarquía sacral, la teocracia, el sistema de castas y la vida comunal. Las páginas que el libro dedica al monarca oculto o «durmiente», la perdida y encuentro del Grial, la lanza de Longinos y la etimasia ortodoxa —«el trono preparado»— se encuentra sin duda entre los análisis más importantes del libro. Pero incluso esta doctrina del Rey de la Paz es interpretada filosóficamente a la luz de la antropología y la cosmología tradicional aristotélico-cristiana y el intelecto activo. El mito del Grial y el Retorno del Monarca, que son símbolos claves para entender la literatura tradicionalista —especialmente el tema del Grial que se ha ido desvaneciendo y «perdiendo fuerza con el tiempo»— son analizados para darles su lugar justo y sus proporciones exactas.

Uno de los capítulos más interesantes del libro de Alexander Dugin es «La alquimia como más que una ciencia exacta», donde analiza La Tradición Hermética de Evola comparándola con la física de Aristóteles, definiendo el lugar paradójico y poco evidente que la alquimia posee en el conjunto de las ciencias tradicionales sobre la naturaleza, especialmente los métodos «orgánicos» a los que recurre a la hora de trabajar con elementos como los metales y minerales «inorgánicos». Si a primera vista la alquimia parece ser una especie de «física del infierno» creada por los enanos, en realidad se trata de un medio para descubrir el Espíritu divino en los minerales muertos, buscando que vuelvan a la vida y regresen a la Fuente Única de la que procede todo: «El alquimista, sumergiéndose conscientemente en el Inframundo, práctica el nigredo (el trabajo negro) con tal de liberar el alma aprisionada en la materia, en la nada, con tal de rescatarla, ennoblecerla, nutrirla, alimentarla y guiarla en el camino de ascensión al reino celestial por medio de las sucesivas etapas del albedo (el trabajo blanco) y el rubedo (el trabajo rojo)… La Luz de lo Uno termina por derramarse del Cáliz hasta descender a la Mente y el Intelecto, de ahí que el mundo corpóreo de los elementos finalmente deja de lado la zona infernal, el Gehena. Desde este punto comienza el viaje de retorno y ascenso llevado a cabo por la alquimia» (p. 165). El pathos expresado por este capítulo va dirigido en contra de la física galileo-newtoniana triunfante en la Modernidad y remite a otro libro que Dugin publicó este año, Ontologías internas, que trata sobre este tema.

Claro, esta obra de Alexander Dugin plantea cuestiones muy interesantes sobre Julius Evola y el significado amplio o profundo de sus ideas planteadas en textos anteriores, pero no siempre ofrece respuestas definitivas e invita a los lectores a reflexionar y llegar a sus propias conclusiones. Esto es patente en el análisis de Dugin de la obstinación de Evola a no aceptar el cristianismo que lo lleva en muchas ocasiones a «distorsionarlo o convertirlo en una caricatura» (p. 318), incluso durante el momento en que mostró mayor lealtad hacia el catolicismo a finales de la década de 1930, siendo un tema que requiere un estudio más detallado sobre las cuestiones «últimas» de este problema que puede abrir nuevos horizontes en la fenomenología religiosa. Este tema ya había sido abordado por Colon en 1978, donde realiza algunas observaciones fundamentales de la actitud de Evola hacia el cristianismo y su alianza en contra de la amenaza neopagana que en múltiples ocasiones ha sido propuesta por nosotros. Tal tema está muy lejos de haberse agotado o llegado a una conclusión definitiva, aunque Dugin concluye —haciendo referencia Vladimir Karpets, uno de los primeros traductores rusos del Barón— con estas palabras: «El anticristianismo de Evola, que se explica en gran parte como resultado de su entorno y contexto cultural, debe ser descartado, mientras que su llamada a una rebelión contra el mundo moderno debe ser abrazada y convertida en nuestro destino» (p. 331). Lo mismo opinamos con respecto al rígido dualismo apolíneo que Evola sostiene y que requiere de una reevaluación crítica, especialmente porque el Barón italiano exacerba el «régimen diurno» de la consciencia hasta rechazar muchas tradiciones auténticas que hacen parte de los pueblos del mundo, considerando toda manifestación de lo femenino como peligrosa. En cualquier caso, el «dionisismo» ortodoxo, con su culto a la Sofía (Sabiduría) y la centralidad de la Madre Dios nos llevan a sostener que el tradicionalismo evoliano militante que exacerba la masculinidad no puede ser considerado como el único camino, sino como parte de un problema metafísico más amplio. En cualquier caso, una crítica de Evola desde sus propias categorías de pensamiento y desde el tradicionalismo promete ser un viaje intelectual fascinante que permitirá un renacimiento personal para quienes se atrevan a seguir tal camino.

Lo más importante de este libro de Alexander Dugin es que nos proporciona un método que puede aplicarse a una amplia variedad de futuros estudios sobre Evola. Dugin ha hecho un trabajo muy importante al comparar la filosofía de Evola con las ideas de Aristóteles, Plotino, Proclo, el sufismo, el ismaelismo, el zoroastrismo, los Viejos Creyentes, el romanticismo alemán de Novalis y la fenomenología de Brentano y Husserl. Sin duda estos caminos deben seguir siendo explorados. Mientras leíamos este libro nos dimos cuenta de que pasajes enteros de la metafísica de Evola pueden compararse directa y literalmente con algunos de los planteamientos de los metafísicos ingleses (la doctrina del velo, la mitología artúrica, etc.) o la filosofía clásica rusa expresada por el padre Pável Florenski, Aleksei Losev y Lev Karsavin con respecto a su comprensión de la Eternidad, el tiempo vertical, la metafísica de la discontinuidad, la sacralidad del reino, el descenso a las tinieblas del infierno y el retorno desde ese lugar. Tradicionalistas italianos de la década de 1980 y 1990 como Cattabiani y Zolla leyeron algunos de los escritos de Florenski en clave evoliana, pero tal lectura es apenas una aproximación al tema. Interpretar el «Poema sobre la muerte» de Karsavin en clave evoliana puede ser una tarea digna. Si queremos crear una filosofía rusa viva, activa y al mismo tiempo profundamente tradicional en el contexto del siglo XXI tendremos que seguir este camino. Los «filósofos» actuales han marginalizado conscientemente a la figura de Evola, por la cual sienten un gran desprecio, y por eso permanecerán ajenos al «gran retorno de la inmarcesible luz de la Eternidad y la Verdad, nuestra epístrofe» (p. 175) defendida por Dugin. O, en palabras de un poeta contemporáneo recientemente fallecido: «Barón Evola, tu carruaje está listo. / Esperamos el tiempo de tu regreso».

Fuente: Maxim Medovarov

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