Bajo la presión de Estados Unidos, Israel suspendió la matanza contra la población de Gaza para pasar a la limpieza étnica en Palestina y extender sus colonias en los territorios palestinos. Israel aceptó además el paso de una ayuda humanitaria para los civiles que mantiene bajo asedio en Gaza.
Pero el problema de base sigue en pie, tanto por causa de los sionistas revisionistas de Benyamin Netanyahu como del Hamas de Ismail Haniyeh. Esos dos grupos, que dicen defender respectivamente a los judíos y los árabes, en realidad prolongan el proyecto colonial británico formulado por lord Spencer, en 1915, sobre una región que debería ser incapaz de defenderse por sí misma.
Desde 1948, la única solución, constantemente rechazada, es la creación de un Estado binacional, conforme a lo enunciado en la resolución 181 de las Naciones Unidas.
Aunque casi todos creen que sí, la Hermandad Musulmana nunca trató de fundar un Estado palestino independiente de un Estado judío —como propuso la comisión colonial de lord William Peel, variante popularizada como la «Solución de los Dos Estados»—, ni tampoco un Estado palestino federado con un Estado judío dentro de un Estado binacional —como se decidió en las Naciones Unidas—. La diferencia entre esos dos proyectos reside en que la «Solución de los Dos Estados» sólo asegura, por separado, la igualdad entre los árabes y la igualdad de los judíos entre sí, mientras que el plan de la ONU garantiza la igualdad entre todos los ciudadanos del Estado binacional, sin importar que sean árabes o judíos.
En carta a Mustafá el-Nahhas Pacha (1879-1965), el primer ministro egipcio de la época (probritánico), el fundador de la Hermandad Musulmana, Hasan al-Banna, solicitaba la preparación de «la restauración del Califato, en aplicación de la unidad que exige el islam».
Exactamente de la misma manera, durante su primer periodo, Hamas proclamaba en su carta su voluntad de construir un Estado para los musulmanes el Califato. Pero en 2017, cuando parte de su base popular rechazó a la Hermandad Musulmana —derrotada en Siria—, Hamas adoptó una nueva carta, donde se pronunciaba por un Estado palestino independiente en el sentido de la Comisión Peel y de la «solución de los dos Estados».
Pero el texto más reciente de Hamas —Our narrative… Operation Al-Aqsa Flood[6]— marca una regresión cuando retoma los ocho reclamos del Hamas histórico. En ese texto se afirma que Hamas rechaza la ocupación israelí, pero no se menciona la creación de un Estado palestino porque el objetivo de la Hermandad Musulmana no es lograr la independencia de los palestinos sino que se reinstaure un califato, o sea un Estado supranacional para todo el mundo musulmán.
Israel también está en un callejón sin salida y no sabe qué hacer. Su «gabinete de guerra», donde tratan de convivir los supremacistas judíos de Benyamin Netanyahu y los demócratas de Benny Gantz, pretende destruir a Hamas, aunque eso implique invadir Rafah. Pero los expertos, incluyendo exdirigentes del Shin Beit (la seguridad interna israelí) y del Mosad, estiman casi unánimemente que el problema no es una organización en particular sino el conjunto de la situación política que sirve de caldo de cultivo a la resistencia. En esas condiciones, incluso suponiendo que Hamas llegase a ser totalmente liquidado, su liquidación misma sólo estimularía la aparición de una nueva red de resistencia, que podría reeditar lo sucedido el 7 de octubre.
En todo caso, los sionistas revisionistas no han renunciado a su proyecto de expulsión de los árabes de Palestina —para concretar a posteriori la engañosa doctrina de «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». Desde el punto de vista de los sionistas revisionistas, la instalación —anunciada por el Pentágono— de una isla artificial frente a la costa de Gaza permitiría reactivar ese plan. El muelle destinado a recibir la ayuda humanitaria podría convertirse en punto de embarque hacia el exilio, posibilidad que el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) no tardó en denunciar. No podemos olvidar que desde el inicio de esta crisis, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció en El Cairo que la Unión Europea estaba dispuesta a recibir un millón de gazauitas. Por su parte, la oficina de Benyamin Netanyahu se puso en contacto con varios países africanos: la prensa mencionó específicamente Chad, Ruanda y el Congo, pero esos tres países lo desmintieron[7].
Si esa posibilidad llegara a concretarse, quedaría anulada la utilidad del paso fronterizo de Rafah, entre la franja de Gaza y Egipto. Israel aprovecharía la coyuntura para excluir a Egipto de toda decisión política —Egipto se ha negado por mucho tiempo a convertir el paso de Rafah en una vía de salida hacia el exilio y durante el mes pasado cerró una vasta extensión de terreno en suelo egipcio para instalar allí al menos un millón de gazauitas[8].
En la práctica, el cambio de actitud de Estados Unidos ha obligado Israel a suspender su proyecto de limpieza étnica para la franja de Gaza y a aceptar el paso de la ayuda humanitaria. Es un progreso enorme. Pero Washington sigue sin abrir el camino a la paz porque eso significaría no sólo la expulsión de los fascistas judíos sino también el fin del proyecto colonial británico en Palestina.
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