En respuesta a la decisión de Estados Unidos de salir del P5+1, y teniendo además en cuenta que Israel ya los había bombardeado antes, los Guardianes de la Revolución iraníes dispararon hacia el Golán ocupado por Israel una salva de misiles desde sus bases en Siria. ¿Es esto el preludio de una nueva guerra regional? ¿O se trata más bien de una operación iraní que en realidad persigue fines de política interna en Irán?
Este artículo es la continuación del trabajo «Rusia se opone a una guerra entre Irán e Israel», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 8 de mayo de 2018.
El 8 de mayo de 2018, Donald Trump anunciaba, adelantándose a la fecha prevista, la salida de su país del acuerdo multilateral sobre el programa nuclear iraní, identificado inicialmente como 5+1 y más reciente como JCPOA. Por supuesto, eso implica que Estados Unidos ya no se atendrá a las cláusulas secretas bilaterales que había firmado con Teherán.
Aunque nadie conoce el contenido exacto de esas cláusulas, es evidente que tienen que ver con la repartición del Medio Oriente. Mientras estuvieron vigentes, las fuerzas de Estados Unidos coincidieron con las fuerzas iraníes en numerosos campos de batalla pero sin enfrentarse directamente. Esa etapa ha terminado.
Téhéran tenía dos opciones: atacar a los soldados estadounidenses o atacar Israel. El general Qassem Soleimani optó por el Golán sirio, ilegalmente ocupado por Israel.
En la madrugada del 10 de mayo de 2018, hacia las 00:30 horas, la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución ―la élite militar iraní― disparó hacia el Golán ocupado una salva de misiles desde sus bases en Siria. Israel es el arsenal del Pentágono en el Medio Oriente (con las instalaciones 51, 53, 55 y 56). Optando por la escalada, el Estado hebreo respondió de manera desproporcionada, disparando cerca de 70 misiles contra objetivos iraníes en Siria y tratando de destruir la defensa antiaérea siria.
Oficialmente, la operación iraní era una respuesta al ataque israelí del 29 al 30 de abril contra varias bases de los Guardianes de la Revolución iraníes. En aquella ocasión, la defensa antiaérea siria, quedó paralizada al no disponer de los datos que podían proporcionarle los radares rusos. Esta vez, por el contrario, la defensa antiaérea siria destruyó numerosos misiles israelíes.
Misiles israelíes y contramisiles sirios se enfrentaron durante varias horas. Aunque la salva iraní, neutralizada por el sistema israelí Cúpula de Hierro, no había causado ningún daño a los israelíes, el ataque israelí provocó varias bajas entre los iraníes y en el sistema de defensa sirio.
Esto sucede precisamente después del viaje de Benyamin Netanyahu a Moscú. El primer ministro israelí fue hasta Moscú para decirle a sus interlocutores rusos que Israel no se dejaría atacar simultáneamente desde Gaza, el Líbano y Siria. Como ya expliqué en un artículo anterior, Rusia estima que esa posición israelí se justifica.
Damasco y Moscú se ven así ante un problema derivado de su alianza con Teherán. Están agradecidos a los Guardianes de la Revolución por haber salvado la República Árabe Siria al principio de la guerra, pero ahora se ven arrastrados a un conflicto que no les pertenece: Siria y Rusia reconocen a Israel como Estado, mientras que la República Islámica de Irán rechaza ese reconocimiento.
Paradójicamente, la Casa Blanca había previsto esta situación. Donald Trump, quien estima que la paz en el Medio Oriente sólo puede ser posible si cada cual acepta sus propias derrotas, considera a Irán como un peligro precisamente porque la República Islámica niega su reconocimiento al Estado de Israel. Si ha decidido trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén es para empujar a todos los actores a aceptar la existencia del Estado israelí como una realidad.
En la mañana del mismo día 10, en la Herzliya Conference, el ministro moldavo-israelí de Defensa, Avigdor Lieberman, se enorgullecía ―con razón― de haber defendido su país y de haber causado bajas a sus adversarios. Se dio el lujo de recordar que Israel es un país pequeño cuyos dirigentes son recibidos regularmente tanto en el Kremlin como en la Casa Blanca. Y al hacerlo se felicitaba implícitamente por el actual giro de los acontecimientos, que obligará las fuerzas de Estados Unidos a quedarse en suelo sirio y a Rusia a aceptar eso.
Israel trata de presionar a Siria para que controle a las fuerzas iraníes en suelo sirio, exactamente como ha presionado a los gobiernos libaneses para que controlen a Jezbolá.
Sin embargo, esa estrategia no ha funcionado en Líbano, donde Jezbolá es hoy la principal organización militar del país ―mucho más poderosa que el ejército nacional― y es también la principal fuerza política ―como acaba de quedar demostrado en las elecciones legislativas del 6 de mayo. Claro, Siria sigue un siendo un Estado en todo el sentido de la palabra, mientras que el Líbano sigue sin lograr serlo. Por otro lado, los iraníes no son parte de la población árabe pero Jezbolá forma parte del pueblo libanés. Así que hay que tener cuidado con la comparación entre Siria y el Líbano.
Desde el punto de vista ruso, el despliegue de los Guardianes de la Revolución junto a las poblaciones chiitas en Yemen, Arabia Saudita, Iraq, Siria y Líbano es más o menos comparable al de los soldados rusos que protegen a las poblaciones rusas que viven en Transnistria, Abjasia, Osetia y Ucrania. Pero la presencia de los Guardianes de la Revolución en Gaza ―donde asesoran y dirigen la organización conocida como Yijad Islámica, una facción de Jamás― no puede justificarse de la misma manera, por no entrar a mencionar su infiltración en África y en Latinoamérica.
Por otro lado, si Moscú solicitara a Teherán la retirada de sus fuerzas presentes en Siria, tendría que tomar su lugar o permitir que Ankara instalara más tropas en suelo sirio. Una retirada iraní no se aplicaría sólo a los Guardianes de la Revolución sino a las milicias chiitas afganas e iraquíes vinculadas a ellos… y Jezbolá se vería obligado a elegir entre Siria e Irán.
Para los sirios, la situación es incómoda. Nadie en Siria tiene intenciones de expulsar a estos valiosos aliados… pero tampoco es una opción permitirles desatar un nuevo conflicto con Israel.
Varias preguntas se imponen. ¿Por qué tomaron esta iniciativa los Guardianes de la Revolución? ¿Pusieron al tanto previamente al Guía de la Revolución, Alí Jamenei? Dicho de otra manera, ¿deben interpretarse estos hechos como una amenaza real contra Tel Aviv o como una jugada de política interna iraní?
En cuanto el presidente Trump anunció que Estados Unidos se retira del JCPOA, el presidente iraní Jasán Roujaní intervino en la televisión para declarar que el JCPOA es un acuerdo multilateral que no puede ser echado abajo por una sola de las partes firmantes. Pero sobre todo trató de tranquilizar a sus compatriotas asegurando que el país se había preparado para esta situación y que su nivel de vida no se verá afectado. El problema es que nadie le cree. En un solo día, la moneda iraní se derrumbó y perdió cerca de la tercera parte de su valor.
Luego intervino el Guía, Alí Jamenei, maldiciendo a Trump y dando así la impresión de confirmar que Irán enfrenta una catástrofe. Además, Jamenei puso en duda que los europeos sean capaces de enfrentarse a Estados Unidos y concluyó que también acabarán saliendo del acuerdo.
Por el momento, las empresas europeas están en espera de conocer la posición de sus gobiernos. Pero todas se preparan para la posible pérdida de sus inversiones en Irán, como ya sucedió en el momento de las primeras sanciones contra ese país.
En todo caso, mientras que Estados Unidos no ha sacado aún conclusiones militares de su propia retirada del JCPOA, los iraníes dan por recobrada su libertad de acción. Con el ataque contra Israel han respondido al presidente Trump. Es probable que mantengan la presión, en Siria y en otros lugares, hasta que Washington vuelva a la mesa de negociaciones.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article201115.html
El general Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds, es el combatiente más respetado en todo el Gran Medio Oriente. Ha estado en todos los teatros de operaciones de la región. Sus victorias lo han convertido en una leyenda viviente. Se dice que Washington ha dado a Tel Aviv luz verde para eliminarlo.
Este artículo es la continuación del trabajo «Rusia se opone a una guerra entre Irán e Israel», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 8 de mayo de 2018.
El 8 de mayo de 2018, Donald Trump anunciaba, adelantándose a la fecha prevista, la salida de su país del acuerdo multilateral sobre el programa nuclear iraní, identificado inicialmente como 5+1 y más reciente como JCPOA. Por supuesto, eso implica que Estados Unidos ya no se atendrá a las cláusulas secretas bilaterales que había firmado con Teherán.
Aunque nadie conoce el contenido exacto de esas cláusulas, es evidente que tienen que ver con la repartición del Medio Oriente. Mientras estuvieron vigentes, las fuerzas de Estados Unidos coincidieron con las fuerzas iraníes en numerosos campos de batalla pero sin enfrentarse directamente. Esa etapa ha terminado.
Téhéran tenía dos opciones: atacar a los soldados estadounidenses o atacar Israel. El general Qassem Soleimani optó por el Golán sirio, ilegalmente ocupado por Israel.
En la madrugada del 10 de mayo de 2018, hacia las 00:30 horas, la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución ―la élite militar iraní― disparó hacia el Golán ocupado una salva de misiles desde sus bases en Siria. Israel es el arsenal del Pentágono en el Medio Oriente (con las instalaciones 51, 53, 55 y 56). Optando por la escalada, el Estado hebreo respondió de manera desproporcionada, disparando cerca de 70 misiles contra objetivos iraníes en Siria y tratando de destruir la defensa antiaérea siria.
Oficialmente, la operación iraní era una respuesta al ataque israelí del 29 al 30 de abril contra varias bases de los Guardianes de la Revolución iraníes. En aquella ocasión, la defensa antiaérea siria, quedó paralizada al no disponer de los datos que podían proporcionarle los radares rusos. Esta vez, por el contrario, la defensa antiaérea siria destruyó numerosos misiles israelíes.
Misiles israelíes y contramisiles sirios se enfrentaron durante varias horas. Aunque la salva iraní, neutralizada por el sistema israelí Cúpula de Hierro, no había causado ningún daño a los israelíes, el ataque israelí provocó varias bajas entre los iraníes y en el sistema de defensa sirio.
Esto sucede precisamente después del viaje de Benyamin Netanyahu a Moscú. El primer ministro israelí fue hasta Moscú para decirle a sus interlocutores rusos que Israel no se dejaría atacar simultáneamente desde Gaza, el Líbano y Siria. Como ya expliqué en un artículo anterior, Rusia estima que esa posición israelí se justifica.
Damasco y Moscú se ven así ante un problema derivado de su alianza con Teherán. Están agradecidos a los Guardianes de la Revolución por haber salvado la República Árabe Siria al principio de la guerra, pero ahora se ven arrastrados a un conflicto que no les pertenece: Siria y Rusia reconocen a Israel como Estado, mientras que la República Islámica de Irán rechaza ese reconocimiento.
Paradójicamente, la Casa Blanca había previsto esta situación. Donald Trump, quien estima que la paz en el Medio Oriente sólo puede ser posible si cada cual acepta sus propias derrotas, considera a Irán como un peligro precisamente porque la República Islámica niega su reconocimiento al Estado de Israel. Si ha decidido trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén es para empujar a todos los actores a aceptar la existencia del Estado israelí como una realidad.
En la mañana del mismo día 10, en la Herzliya Conference, el ministro moldavo-israelí de Defensa, Avigdor Lieberman, se enorgullecía ―con razón― de haber defendido su país y de haber causado bajas a sus adversarios. Se dio el lujo de recordar que Israel es un país pequeño cuyos dirigentes son recibidos regularmente tanto en el Kremlin como en la Casa Blanca. Y al hacerlo se felicitaba implícitamente por el actual giro de los acontecimientos, que obligará las fuerzas de Estados Unidos a quedarse en suelo sirio y a Rusia a aceptar eso.
Israel trata de presionar a Siria para que controle a las fuerzas iraníes en suelo sirio, exactamente como ha presionado a los gobiernos libaneses para que controlen a Jezbolá.
Sin embargo, esa estrategia no ha funcionado en Líbano, donde Jezbolá es hoy la principal organización militar del país ―mucho más poderosa que el ejército nacional― y es también la principal fuerza política ―como acaba de quedar demostrado en las elecciones legislativas del 6 de mayo. Claro, Siria sigue un siendo un Estado en todo el sentido de la palabra, mientras que el Líbano sigue sin lograr serlo. Por otro lado, los iraníes no son parte de la población árabe pero Jezbolá forma parte del pueblo libanés. Así que hay que tener cuidado con la comparación entre Siria y el Líbano.
Desde el punto de vista ruso, el despliegue de los Guardianes de la Revolución junto a las poblaciones chiitas en Yemen, Arabia Saudita, Iraq, Siria y Líbano es más o menos comparable al de los soldados rusos que protegen a las poblaciones rusas que viven en Transnistria, Abjasia, Osetia y Ucrania. Pero la presencia de los Guardianes de la Revolución en Gaza ―donde asesoran y dirigen la organización conocida como Yijad Islámica, una facción de Jamás― no puede justificarse de la misma manera, por no entrar a mencionar su infiltración en África y en Latinoamérica.
Por otro lado, si Moscú solicitara a Teherán la retirada de sus fuerzas presentes en Siria, tendría que tomar su lugar o permitir que Ankara instalara más tropas en suelo sirio. Una retirada iraní no se aplicaría sólo a los Guardianes de la Revolución sino a las milicias chiitas afganas e iraquíes vinculadas a ellos… y Jezbolá se vería obligado a elegir entre Siria e Irán.
Para los sirios, la situación es incómoda. Nadie en Siria tiene intenciones de expulsar a estos valiosos aliados… pero tampoco es una opción permitirles desatar un nuevo conflicto con Israel.
Varias preguntas se imponen. ¿Por qué tomaron esta iniciativa los Guardianes de la Revolución? ¿Pusieron al tanto previamente al Guía de la Revolución, Alí Jamenei? Dicho de otra manera, ¿deben interpretarse estos hechos como una amenaza real contra Tel Aviv o como una jugada de política interna iraní?
En cuanto el presidente Trump anunció que Estados Unidos se retira del JCPOA, el presidente iraní Jasán Roujaní intervino en la televisión para declarar que el JCPOA es un acuerdo multilateral que no puede ser echado abajo por una sola de las partes firmantes. Pero sobre todo trató de tranquilizar a sus compatriotas asegurando que el país se había preparado para esta situación y que su nivel de vida no se verá afectado. El problema es que nadie le cree. En un solo día, la moneda iraní se derrumbó y perdió cerca de la tercera parte de su valor.
Luego intervino el Guía, Alí Jamenei, maldiciendo a Trump y dando así la impresión de confirmar que Irán enfrenta una catástrofe. Además, Jamenei puso en duda que los europeos sean capaces de enfrentarse a Estados Unidos y concluyó que también acabarán saliendo del acuerdo.
Por el momento, las empresas europeas están en espera de conocer la posición de sus gobiernos. Pero todas se preparan para la posible pérdida de sus inversiones en Irán, como ya sucedió en el momento de las primeras sanciones contra ese país.
En todo caso, mientras que Estados Unidos no ha sacado aún conclusiones militares de su propia retirada del JCPOA, los iraníes dan por recobrada su libertad de acción. Con el ataque contra Israel han respondido al presidente Trump. Es probable que mantengan la presión, en Siria y en otros lugares, hasta que Washington vuelva a la mesa de negociaciones.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article201115.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario