EL DARWINISMO EN TELA DE JUICIO

La teoría darwinista de la evolución establece que todas las criaturas vivas están relacionadas por descendencia de ancestros comunes, y en última instancia de las bacterias. Todos los miembros de cualquier especie particular muestran ligeras variaciones físicas, consideradas principalmente como resultado de mutaciones genéticas al azar. Muchas de esas mutaciones son perjudiciales y eliminadas por selección natural, mientras que los vástagos que heredan características que los adapta mejor a sus medios circundantes tienen más posibilidades de sobrevivir y reproducirse. Supuestamente y en el transcurso del tiempo, estos cambios en generaciones sucesivas de la misma especie han dado inicio a otras nuevas y finalmente a la asombrosa diversidad de vida que vemos hoy.

Muchos científicos han desafiado la importancia que el neodarwinismo (o la teoría sintética moderna de la evolución) asigna a las mutaciones genéticas accidentales, que implican esencialmente errores en la replicación del ADN. Robert Wesson afirma que «la idea de que el progreso sea simplemente una cuestión de selección de los mejores errores siempre ha incomodado a muchos evolucionistas», y que «los organismos han respondido a sus condiciones y necesidades más decididamente de lo que puede permitir la estricta teoría darwinista». La misma objeción es respaldada por Lyall Watson: «Según el registro fósil, queda suficientemente claro que cuando los organismos cambian, las modificaciones que ocurren mejoran la aptitud mucho más a menudo que lo esperado respecto de los cambios que tienen lugar sobre una base puramente azarosa».

Lyall Watson fue un botánico, zoólogo, biólogo, antropólogo, etólogo sudafricano, autor de muchos libros. Lyall Watson trató de dar sentido natural y sobrenatural a los fenómenos biológicos.

No existe evidencia empírica de que el proceso de ensayo y error no guiado produzca únicamente los resultados más triviales, pues la probabilidad de que una célula se desarrolle sólo por «accidente» es asombrosamente remota. Lo mismo se aplica a estructuras complejas tales como las alas y las plumas, o el ojo y el cerebro humanos, los cuales requerirían de una larga serie de mutaciones útiles en el mismo orden preciso. Además, todos las etapas intermedias y no finalizadas debieran ofrecer alguna ventaja competitiva, pues de otro modo serían descartadas por la selección natural.

Los darwinistas otorgan una importancia cada vez mayor a los genes reguladores, los cuales pueden «encender» o «apagar» otros, por lo que los nuevos órganos, supuestamente ya codificados en dichas unidades, pueden aparecer muy rápidamente y «por espontaneidad». Sin embargo, no hay una explicación satisfactoria de cómo surgen tales sistemas intrincados, o cómo los genes reguladores saben qué otros activar o desactivar; aquí también los darwinistas simplemente recurren a su fe ciega en los «accidentes felices». Más aún, el ADN solamente contiene el código para la secuencia de aminoácidos en proteínas, y no se sabe que contenga instrucciones para la construcción proteica en células, tejidos, órganos y formas corporales completas; en otras palabras, los genes no contienen el anteproyecto para la formación de los organismos durante la embriogénesis. Muchos biólogos piensan ahora que los factores «epigenéticos» al interior de la célula explican el origen de la forma, pero esto no pasa de ser una hipótesis especulativa, y en este sentido algunos científicos echan mano de la «auto-organización», aunque dando otro nombre al problema cuando se lo explica.

Embriogénesis humana

Muchos evolucionistas aún concuerdan con Darwin en que las nuevas especies emergen «únicamente al acumular variaciones leves, sucesivas y favorables», pero los científicos disidentes sostienen que, aunque el cambio genético y la selección natural expliquen parcialmente las variaciones dentro de las especies (o microevolución) son completamente inadecuados para comprender la macroevolución o aparición de tipos superiores. Rupert Sheldrake dice:

«El principal problema que Darwin y sus seguidores siempre han enfrentado es dar cuenta del origen de las especies en sí mismas, o de los géneros, familias y órdenes superiores de la organización viviente. Una y otra vez se ha cuestionado la idea de que todos esos procesos evolutivos a gran escala tuvieron lugar gradualmente durante periodos muy largos... ¿Por qué las plantas y los animales encajan en tipos distintos tales como helechos, coníferas, insectos y aves, en lugar de permanecer como un espectro continuo de formas vivas?»

Una dificultad crucial que enfrentan los modelos evolutivos gradualísticos es la ausencia conspicua de una secuencia continua de fósiles transicionales entre los mayores grupos de especies, a saber, desde invertebrados a peces, anfibios, luego a reptiles, aves y por último mamíferos. Los fósiles existentes no dan una indicación clara de cómo las aletas de los peces se convirtieron en las patas o extremidades de los anfibios, cómo las branquias llegaron a ser pulmones, las escamas devinieron plumas, y las patas fueron alas, por lo que se hace cada vez más implausible atribuir este problema a la imperfección del registro fósil.

Contrario a las expectativas neodarwinistas, muchas especies aparecen repentinamente en escena, viven por millones de años sin mayores cambios y luego mueren. Reconociendo esto, algunos darwinistas argumentan que, en lugar de emerger gradualmente, las nuevas especies se originan en estallidos súbitos y rápidos de creatividad evolutiva y sin dejar rastros de fósiles transicionales, pero esta teoría aún acepta el dogma de que las especies nuevas son el resultado de «mutaciones azarosas» y no dirigidas.

La ciencia ha demostrado claramente que la nueva información requerida para transformar una especie en otra no puede emerger sólo por suerte y se necesitaría alguna forma de inteligencia. Comúnmente, las mutaciones causan corrupción o pérdida de información genética existente, y los cambios génicos inducidos experimentalmente en especies de reproducción rápida, como las moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) han resultado sólo en la producción de insectos deformados o menos viables, con pares extras de patas o alas. Después de miles de generaciones, las moscas de la fruta permanecen como tal y no muestran signos de metamorfosis en moscas dragón, mariposas o algún otro tipo.

Drosophila melanogaster, macho

De manera similar, los criadores de animales y plantas han logrado crear muchos nuevos ejemplares y variedades de animales domésticos y plantas cultivadas, pero fracasan en producir algún cambio significativo para generar una especie completamente diferente. Los animales y plantas que muestran variaciones extremas son usualmente estériles o débiles, y tienden a revertirse al tipo ancestral o finalmente mueren.

A menudo, los darwinistas asumen que cualquier rasgo determinado de una especie debe poseer algún valor adaptativo, y entonces especulan sobre las «presiones selectivas» que la han originado. Darwin admitió exagerar el rol de la selección natural y que fue un error pensar que cada detalle de estructura tenía algún valor especial de supervivencia. «Si la adaptación por sí sola fuera el núcleo de la evolución», escribe Fritjof Capra, «sería difícil explicar por qué las formas vivas evolucionaron siempre más allá de las algas verdeazuladas, perfectamente adaptadas a su medio ambiente e inigualadas en sus capacidades reproductivas, y que han demostrado aptitud para la supervivencia durante millones de años». Capra dice que el cambio genotípico es sólo un aspecto de la evolución, y el otro es la creatividad, o «el despliegue creativo de la vida hacia formas de complejidad en continuo aumento». Pero, ¿cuál es la fuente de esta creatividad? Y, ¿es realmente cierto que los nuevos tipos de organismos siempre descienden de criaturas ancestrales mediante una serie de modificaciones físicas, ya sean graduales o rápidas?

Un artículo en «Trends in Ecology and Evolution» de 2008 reconocía que existe un «saludable debate que concierne a la suficiencia de la teoría neodarwinista para explicar la macroevolución». El biólogo Scott Gilbert ha señalado: «La síntesis moderna es notablemente buena para modelar la supervivencia de los más aptos, pero no consigue explicar su aparición». De acuerdo a los paleontólogos James Valentine y Douglas Erwin, el neodarwinismo falla en dar cuenta del origen de nuevos planes de cuerpos y en consecuencia «la biología necesita una nueva teoría para explicar 'la evolución de la novedad'». En 2009, Eugene Koonin declaró que los colapsos en el corazón de los postulados neodarwinistas tales como «el concepto tradicional del árbol de la vida» o la creencia de que «la selección natural es la principal fuerza directriz de la evolución» indican que «la síntesis moderna se ha derrumbado, aparentemente, sin posibilidad de resarcirse», y sobre este punto, cerca de 850 científicos han firmado la siguiente declaración: «Somos escépticos de los postulados sobre la capacidad de la mutación y la selección natural azarosas para explicar la complejidad de la vida. Se debiera estimular una cuidadosa revisión de la evidencia de la teoría darwinista».

Recreación de la cabeza de un dinosaurio basada en sus restos fósiles

La teoría evolutiva convencional muestra a la vida como un proceso puramente físico y mecánico, carente de propósito e inteligencia, pero es incapaz de explicar de dónde vinieron nuestros cuerpos, menos aún nuestras mentes. Wesson escribe:
«Hay algo de odio autodirigido en la aproximación materialista, al despreciar la vida de la mente, de las funciones de la imaginación y el carácter, rebajando la riqueza y maravilla de la naturaleza. Parece elaborar un pensamiento innecesario sobre los misterios de la existencia, de la vida y el Universo»
El darwinismo continúa imperando porque muchos científicos materialistas no pueden imaginar una alternativa menos implausible. Muchos temen criticar sus deficiencias abiertamente por miedo a darles municiones a sus «enemigos», los creacionistas bíblicos, pues ¡parece haber una creencia extendida de que la única alternativa al azar ciego es el Jehová bíblico! El movimiento del diseño inteligente presenta evidencia que apunta a alguna clase de diseñador, sin vincular este concepto a una fe religiosa específica, al tiempo que varios especialistas descartan cualquier diálogo sobre agentes inteligentes y no físicos, tachándolo de «no científico» o como «religión disfrazada de ciencia». El genetista Richard Lewontin declaró:
«Nos ponemos del lado de la ciencia (...) porque tenemos un compromiso mayor (...) con el materialismo. (...) Estamos obligados por nuestra adherencia a priori a las causas materiales para concebir un aparataje de investigación y un conjunto de conceptos que producen explicaciones materiales, no importa cuán contrarias a la intuición o cuán engañosas puedan resultar a los no iniciados. Más aún, ese materialismo es absoluto, ya que no podemos permitir que algún 'pie divino' cruce la puerta»
Otro biólogo lo explicaba de esta forma: «Incluso si todos los datos apuntan a un diseñador inteligente, tal hipótesis es excluida de la ciencia porque no es naturalista». En otras palabras, un concepto que contradiga al materialismo mecanicista «no es científico», sin importar cuán respaldado esté por datos empíricos.

Reloj de bolsillo del siglo XVI. Los relojes fueron las máquinas modelo de las concepciones mecanicistas

En las secciones siguientes se consideran los defectos del darwinismo estándar en mayor detalle y se examina una variedad de ideas alternativas. La Teosofía, por ejemplo, rechaza las aserciones materialistas sobre las que se basa el darwinismo y la idea de una transformación continua de formas físicas conduciendo de los microbios al ser humano; considera la evolución esencialmente como un desarrollo de la consciencia que anima las formas físicas sucesivas, y explica las innovaciones evolutivas en el ámbito físico como un reflejo de los procesos que tienen lugar en niveles de realidad más profundos, sutiles y similares a la mente.

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