Los Agnishvattas... son los «fuegos transformadores» del sistema, y son esos agentes que pasan la vida de Dios a través de sus cuerpos de llamas a medida que descienden de lo más alto a lo más bajo.
La lectura de una escritura no es lo mismo que leer una novela; es como ver sin ojos, como oír sin orejas. Un pensador intuitivo entiende los temas e ideas mejor que una persona superficial. Los libros de las enseñanzas se revelan según el grado de comprensión del lector. La mayoría lee las enseñanzas demasiado rápido; pasan por alto elementos esenciales y por tanto pierden el tesoro que está contenido en las declaraciones de los grandes iniciados. Cuando desplegamos nuestra conciencia a través de una disciplina espiritual, las Escrituras se revelan poco a poco en su significado más pleno. Para hacer comprensibles las enseñanzas de la sabiduría a una inteligencia promedio, se utilizan símbolos y alegorías. Sirven para despertar la intuición; no deben ser tomados literalmente.
La evolución del hombre tuvo lugar sobre enormes períodos de tiempo. Las enseñanzas de la sabiduría explican que el hombre es un descenso del cielo, no un ascenso de la materia. El cuerpo es el vehículo del ser humano; ha ascendido a través de la evolución y no es diferente de un animal en su naturaleza. El cuerpo contiene conciencia si el alma está presente en él. La calidad del cuerpo es mucho menor que la calidad del alma.
Hace unos 18 millones de años, seres sublimes de fuego descendieron de planos superiores para proveer al hombre de un alma, el principio mental. Estos seres ya habían ganado la perfección en ciclos anteriores. Los conocemos por muchos nombres incluyendo Devas Solares, Pitris Solares, Devas Manasa, Dhyanis, Kumaras y Agnishvattas. Los Ángeles Solares o Agnishvattas descendieron hasta el tercer subplano del plano mental para permanecer cerca de los mundos densos físicos y estimular la mente en el hombre.
La evolución del hombre tuvo lugar sobre enormes períodos de tiempo. Las enseñanzas de la sabiduría explican que el hombre es un descenso del cielo, no un ascenso de la materia. El cuerpo es el vehículo del ser humano; ha ascendido a través de la evolución y no es diferente de un animal en su naturaleza. El cuerpo contiene conciencia si el alma está presente en él. La calidad del cuerpo es mucho menor que la calidad del alma.
Hace unos 18 millones de años, seres sublimes de fuego descendieron de planos superiores para proveer al hombre de un alma, el principio mental. Estos seres ya habían ganado la perfección en ciclos anteriores. Los conocemos por muchos nombres incluyendo Devas Solares, Pitris Solares, Devas Manasa, Dhyanis, Kumaras y Agnishvattas. Los Ángeles Solares o Agnishvattas descendieron hasta el tercer subplano del plano mental para permanecer cerca de los mundos densos físicos y estimular la mente en el hombre.
Agnishvattas significa que han apagado el fuego de la procreación en sí mismos. Su energía se mueve siempre hacia arriba y por tanto se les llama también los Jóvenes Eternos. No participaron activamente en la creación sino que entraron en contemplación. Son ellos los que forman la Jerarquía.
LOS DEVAS REBELDES
Los Agnishvattas surgieron de Brahma, el Creador, a través de la voluntad de la Persona Cósmica. Brahma pensó: «Son mis hijos y por tanto deben participar en mi trabajo». Sin embargo, sabían que era su misión estar presentes en la creación, pero no crear. El Creador no se dio cuenta, y por tanto, alegóricamente hablando, los maldijo a descender en la creación. Pero esto era exactamente lo que pensaban hacer. No estaban obligados a descender pero crearon una razón para el descenso por la «maldición» y el karma relacionado. Por tanto, tuvieron que descender de acuerdo con la Ley. En Occidente esto también se llama la caída de los ángeles.
Sin embargo, el descenso de estos egos de fuego era un acto de compasión; porque ellos descendieron para permitir ascender a sus hermanos, que viven en los planos inferiores. Esto no es sólo una representación alegórica, su acto fue y es una gran ayuda. Pero en el esquema de las cosas, este grupo de devas son vistos como rebeldes. Los rebeldes son nuestros salvadores que decidieron por amor, darnos el libre albedrío y por tanto acelerar nuestra evolución. Otros devas consideraron esto como un peligro, y de hecho la libertad tiene sus propios peligros. Para la otra especie, la evolución se realizó de manera inconsciente y lenta. Mientras que anteriormente éramos como ovejas y nos movíamos como en un sueño, ahora podemos decidir por nosotros mismos. Podemos usar el don tanto para el bien como para el mal.
Otros grupos de devas cooperaron con el Creador. Así, los Barhishads, también llamados los Señores de la Luna o los Pitris Lunares, no sofocaron el fuego de la procreación y permitieron a los seres venir a través de ellos. Y así, trajeron la forma del cuerpo humano. Los Barhishads también son llamados los Siete Videntes. A través de ellos vienen las siete razas que también se relacionan con los siete centros en nuestro cuerpo.
Los Agnishvattas corresponden al Prometeo de la mitología Griega, así como a la serpiente del Génesis bíblico. Prometeo trajo a la humanidad la auto-conciencia así como el fuego de los dioses. Él fue castigado por ello a estar encadenado a la roca de la materia. En el Génesis, la serpiente sedujo a Adán y a Eva a comer del fruto del Árbol del Conocimiento del bien y el mal, «para llegar a ser como los dioses». Se les expulsó del paraíso y tomaron «abrigos de piel», los cuerpos densos.
Estas alegorías son muy ciertas. Hay grandes diferencias en el tejido de estos abrigos, al igual que hay ropas duras y blandas. Y así hay diferencias y gradaciones de la conciencia, a pesar de que toda la humanidad es igual en el plano monádico. Dependiendo de la forma en que esté la mónada, la chispa divina, las diferencias pueden ser grandes, sobre todo con referencia a los otros reinos de la naturaleza. Somos almas; tenemos un cuerpo de materia que existe en diferentes gradaciones. Es importante entender que somos un doble. Sólo podemos realizar y disfrutar de la belleza del ser humano cuando aprendemos a experimentar las energías dobles que están en nosotros.
Sin embargo, el descenso de estos egos de fuego era un acto de compasión; porque ellos descendieron para permitir ascender a sus hermanos, que viven en los planos inferiores. Esto no es sólo una representación alegórica, su acto fue y es una gran ayuda. Pero en el esquema de las cosas, este grupo de devas son vistos como rebeldes. Los rebeldes son nuestros salvadores que decidieron por amor, darnos el libre albedrío y por tanto acelerar nuestra evolución. Otros devas consideraron esto como un peligro, y de hecho la libertad tiene sus propios peligros. Para la otra especie, la evolución se realizó de manera inconsciente y lenta. Mientras que anteriormente éramos como ovejas y nos movíamos como en un sueño, ahora podemos decidir por nosotros mismos. Podemos usar el don tanto para el bien como para el mal.
Otros grupos de devas cooperaron con el Creador. Así, los Barhishads, también llamados los Señores de la Luna o los Pitris Lunares, no sofocaron el fuego de la procreación y permitieron a los seres venir a través de ellos. Y así, trajeron la forma del cuerpo humano. Los Barhishads también son llamados los Siete Videntes. A través de ellos vienen las siete razas que también se relacionan con los siete centros en nuestro cuerpo.
Los Agnishvattas corresponden al Prometeo de la mitología Griega, así como a la serpiente del Génesis bíblico. Prometeo trajo a la humanidad la auto-conciencia así como el fuego de los dioses. Él fue castigado por ello a estar encadenado a la roca de la materia. En el Génesis, la serpiente sedujo a Adán y a Eva a comer del fruto del Árbol del Conocimiento del bien y el mal, «para llegar a ser como los dioses». Se les expulsó del paraíso y tomaron «abrigos de piel», los cuerpos densos.
Estas alegorías son muy ciertas. Hay grandes diferencias en el tejido de estos abrigos, al igual que hay ropas duras y blandas. Y así hay diferencias y gradaciones de la conciencia, a pesar de que toda la humanidad es igual en el plano monádico. Dependiendo de la forma en que esté la mónada, la chispa divina, las diferencias pueden ser grandes, sobre todo con referencia a los otros reinos de la naturaleza. Somos almas; tenemos un cuerpo de materia que existe en diferentes gradaciones. Es importante entender que somos un doble. Sólo podemos realizar y disfrutar de la belleza del ser humano cuando aprendemos a experimentar las energías dobles que están en nosotros.
La mayoría de las personas de Occidente encuentran difícil comprender esta doble naturaleza, y de que hemos recibido nuestra autoconciencia como un regalo a través del descenso de seres sublimes, los sagrados Devas Manasa o Agnishvattas. La teoría de Darwin aceptada por la ciencia dice que el mono es el antecesor del hombre que se ha desarrollado del reino animal. Sin embargo si usted compara el cerebro de un mono, se dará cuenta que el cerebro humano está mucho más desarrollado que éste. Entre ellos, existe una brecha que hasta ahora no había podido ser explicada.
En la naturaleza, toda la evolución es muy gradual. Sin embargo, entre la conciencia de un animal y la conciencia del hombre hay una brecha insalvable. Incluso el más evolucionado de los animales no tiene comparación con un ser humano. Tenemos un alma, autoconciencia, y esto a través de los Agnishvattas. Ellos han descendido de sus esferas sublimes y se han sacrificado para estar con nosotros y para acelerar el despliegue de la mente.
Existe una ley eterna en la que cada ser humano tiene que trabajar por su propio desenvolvimiento. La Gran Existencia, también llamada el Hombre Celestial o la Súper Alma, sólo hace un acto de apoyo, pero no la acción directa para desarrollarnos. La Súper Alma también existe en nosotros, y su luz es llamada «la luz de los Agnishvattas». Somos espíritu envuelto por la luz. El alma es espíritu envuelto. Esta envoltura es luz, y esta luz se llama Buddhi. Hasta que el alma ha recibido su cuerpo, es un ser doble, de Atma-Buddhi. Cuando se añade la mente, Manas, se convierte en un ser triple.
A través del principio Manas nos dimos cuenta de los mundos objetivos. Anteriormente vivíamos sólo en subjetividad en un estado de ensueño. Experimentamos esto diariamente durante el sueño donde no tenemos relación con las cosas en nuestro entorno. En el sueño profundo no sabemos nada acerca de nosotros, ni nuestros nombres, ni dónde estamos durmiendo. Tan pronto como despertamos, podemos sentir que existimos. Tan pronto como somos conscientes, los Agnishvattas comienzan a funcionar como pensamiento. Son tan activos que no tenemos tiempo para sentir el segundo paso, la conciencia de la existencia. Después de despertar, por tanto, tenemos que hacernos algunas preguntas: «¿Quién soy yo?» La respuesta es: «Tú eres el amanecer». Estas son declaraciones muy sagradas de las Escrituras. Entonces, «¿Dónde estoy?» «Usted está en el Este». El Este es la fuente de luz, en el Ajna. Y, «¿por qué nombre me llaman?» Si no recogemos el nombre que se nos ha dado, entonces se realiza el Nombre, o «YO SOY». Y, por último, «¿Qué voy a hacer?»
En la naturaleza, toda la evolución es muy gradual. Sin embargo, entre la conciencia de un animal y la conciencia del hombre hay una brecha insalvable. Incluso el más evolucionado de los animales no tiene comparación con un ser humano. Tenemos un alma, autoconciencia, y esto a través de los Agnishvattas. Ellos han descendido de sus esferas sublimes y se han sacrificado para estar con nosotros y para acelerar el despliegue de la mente.
Existe una ley eterna en la que cada ser humano tiene que trabajar por su propio desenvolvimiento. La Gran Existencia, también llamada el Hombre Celestial o la Súper Alma, sólo hace un acto de apoyo, pero no la acción directa para desarrollarnos. La Súper Alma también existe en nosotros, y su luz es llamada «la luz de los Agnishvattas». Somos espíritu envuelto por la luz. El alma es espíritu envuelto. Esta envoltura es luz, y esta luz se llama Buddhi. Hasta que el alma ha recibido su cuerpo, es un ser doble, de Atma-Buddhi. Cuando se añade la mente, Manas, se convierte en un ser triple.
A través del principio Manas nos dimos cuenta de los mundos objetivos. Anteriormente vivíamos sólo en subjetividad en un estado de ensueño. Experimentamos esto diariamente durante el sueño donde no tenemos relación con las cosas en nuestro entorno. En el sueño profundo no sabemos nada acerca de nosotros, ni nuestros nombres, ni dónde estamos durmiendo. Tan pronto como despertamos, podemos sentir que existimos. Tan pronto como somos conscientes, los Agnishvattas comienzan a funcionar como pensamiento. Son tan activos que no tenemos tiempo para sentir el segundo paso, la conciencia de la existencia. Después de despertar, por tanto, tenemos que hacernos algunas preguntas: «¿Quién soy yo?» La respuesta es: «Tú eres el amanecer». Estas son declaraciones muy sagradas de las Escrituras. Entonces, «¿Dónde estoy?» «Usted está en el Este». El Este es la fuente de luz, en el Ajna. Y, «¿por qué nombre me llaman?» Si no recogemos el nombre que se nos ha dado, entonces se realiza el Nombre, o «YO SOY». Y, por último, «¿Qué voy a hacer?»
El chakra Ajña se representa con una flor de loto blanca con dos pétalos. Las letras blancas en sánscrito en los pétalos son: a la izquierda hang (हं) representando al nadi femenino pingalá (Shakti), y a la derecha kshang (क्षं) representando al nadi masculino Ida (Shiva).
Cada mañana durante el crepúsculo recibimos la visita de los Agnishvattas, los devas del quinto plano, el plano mental. Ellos transportan las energías espirituales tanto como las materiales. Una vez al mes nos visitan en mayor medida, durante las 24 horas después del punto de la Luna Nueva. Entonces, anualmente, hay también una visita más importante en el mes de Capricornio, el amanecer del año. Con cada amanecer, cuando la oscuridad se está convirtiendo en luz, nos visitan los Agnishvattas, y esto sucede todos los días. Siempre que pensamos en ellos, hay un amanecer. Y así, la luz amanece lentamente en nosotros.
EL LOTO EGÓICO
En un estado sin desarrollar, nuestra mente es como un capullo cerrado que no se puede abrir desde el exterior sin destruirlo. Cuando la flor se orienta cada vez más a la luz del sol, se abrirá poco a poco. La presencia de los Agnishvattas es luz, y por tanto el capullo se transforma con el tiempo en un loto egóico florecido. Se compone de cuatro capas de tres pétalos cada uno, y en el centro hay una joya radiante de luz color azul eléctrico, nuestra chispa divina.
Debemos utilizar las energías del amanecer para el trabajo espiritual, para que nuestro loto pueda recibir la luz de la pureza y que florezca. La mayoría de nosotros nos sentimos con sueño durante las horas del amanecer porque la materia en nosotros es tan fuerte que se resiste a la luz. El desarrollo toma mucho tiempo. Los Agnishvattas no nos obligan, simplemente continúan dándonos la luz de su Presencia desde hace millones de años.
Fuente: World Teacher Trust
Cada mañana durante el crepúsculo recibimos la visita de los Agnishvattas, los devas del quinto plano, el plano mental. Ellos transportan las energías espirituales tanto como las materiales. Una vez al mes nos visitan en mayor medida, durante las 24 horas después del punto de la Luna Nueva. Entonces, anualmente, hay también una visita más importante en el mes de Capricornio, el amanecer del año. Con cada amanecer, cuando la oscuridad se está convirtiendo en luz, nos visitan los Agnishvattas, y esto sucede todos los días. Siempre que pensamos en ellos, hay un amanecer. Y así, la luz amanece lentamente en nosotros.
EL LOTO EGÓICO
En un estado sin desarrollar, nuestra mente es como un capullo cerrado que no se puede abrir desde el exterior sin destruirlo. Cuando la flor se orienta cada vez más a la luz del sol, se abrirá poco a poco. La presencia de los Agnishvattas es luz, y por tanto el capullo se transforma con el tiempo en un loto egóico florecido. Se compone de cuatro capas de tres pétalos cada uno, y en el centro hay una joya radiante de luz color azul eléctrico, nuestra chispa divina.
Debemos utilizar las energías del amanecer para el trabajo espiritual, para que nuestro loto pueda recibir la luz de la pureza y que florezca. La mayoría de nosotros nos sentimos con sueño durante las horas del amanecer porque la materia en nosotros es tan fuerte que se resiste a la luz. El desarrollo toma mucho tiempo. Los Agnishvattas no nos obligan, simplemente continúan dándonos la luz de su Presencia desde hace millones de años.
Fuente: World Teacher Trust
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