Desde los días de Helena Blavatsky hasta hoy muchas personas han tratado de entender a los Mahatmas teosóficos, pero la mayoría ha fracasado en esa tentativa. Debemos tratar de captarles a Ellos y Su trabajo, y eso es más una cuestión de sentimiento superior que de pensamiento filosófico. ¿Quiénes son los «Mahatmas»? ¿Son «Espíritus de Luz» o «duendes malditos»? ¿Son seres o mitos sobrenaturales, o invenciones fantasiosas? ¿Es cierto que algunos de ellos tienen miles de años?
Tales fueron las preguntas con las cuales se abrumaba a los expositores de la Teosofía en los primeros días del Movimiento, y la respuesta definitiva de H.P.B. fue: Son hombres vivos, nacidos igual que nosotros y condenados a morir como cualquier otro individuo. Algunos de ellos superan la edad normal humana, pero muy pocos se preocupan por vivir mucho tiempo. Por el conocimiento de las leyes ocultas en la naturaleza es posible que tales seres avanzados vivan durante casi cuatrocientos años. El término «Mahatma» está compuesto de «maha» («grande») y «atma» («alma»), es decir, «gran alma»; y dado que todos los seres humanos son almas, el Mahatma se diferencia de otras personas en que él es un alma elevada. Son personas de gran instrucción que se han perfeccionado en períodos evolutivos anteriores y están dotados de poderes sobre el espacio, el tiempo, la mente y la materia. Pero sólo por el hecho de poseer facultades supranormales no pueden ser clasificados como entes «sobrenaturales». Cada ser humano tiene el germen de todas las capacidades que manifiestan dichos Maestros y no hemos desarrollado esa semilla que Ellos han hecho crecer a través de entrenamiento y experiencia; por lo tanto, están en posesión de aptitudes divinas y milagrosas. Así como una gran habilidad musical no es usual ni común, también estos talentos son naturales, aunque infrecuentes. A estos personajes también se les llama Maestros, Hermanos Mayores e Iniciados.
La gente argumenta que si los Maestros existen y son todopoderosos, entonces todo debe ser posible para ellos y pueden ayudar a sus discípulos (chelas) y a la Sociedad a superar sus sufrimientos y dificultades para evitar que cometan errores. «¿Por qué no usan Sus poderes ni intervienen para salvar el negocio o la vida del hermano moribundo de un discípulo?» En primer lugar, Ellos personifican la Ley del Karma, y por tanto no infringirían esa normativa, pues si el Maestro usa fuerzas ocultas entonces produce un efecto de gran alcance. Así como haríamos estallar pólvora para partir una roca, también corremos el riesgo de derribar una casa en los alrededores. En los primeros días de la Sociedad Teosófica muchos miembros solicitaban a H.P.B. que llevara a los Maestros preguntas totalmente mundanas, relacionadas con asuntos familiares o financieros, respecto a lo cual Blavatsky escribió que sus interpeladores no entendían la existencia de una ley oculta que consiste en que cada vez que un deseo intenso se concentra en Sus personalidades —es decir, cuando una apelación proviene de alguien incluso con una buena moral promedio y que «necesita» Su atención en algún asunto mundano/insignificante—. Ellos se ven perturbados por eso, y el deseo toma una forma material que los persigue. Luego se ven obligados a crear una barrera infranqueable o muro akásico entre ese deseo, pensamiento u oración para aislarse, y al hacerlo se separan de todos aquéllos que consciente o inconscientemente se encuentran dentro del círculo de ese pensamiento o anhelo («H.P.B. Series», n° 20). A pesar de que sí ayudan a individuos merecedores en sus esfuerzos espirituales e influyen benéficamente en el destino de las naciones, es sólo en la medida que lo permite el Karma del país o la persona y así escribieron: «Los ciclos deben operar en sus procesos (…) y nosotros, en la extensión de la marea poderosa, sólo podemos modificar y dirigir algunas de sus corrientes menores».
¿Cómo asisten a las personas? ¿Son ayudadas a esquivar las consecuencias kármicas? ¿Cómo es que a muchos chelas e incluso a los fundadores se les permitió sufrir sin interferencia de los Maestros? Cuando el mundo llamó a H.P.B. como la mayor impostora y una «médium», ¿por qué los Maestros no intervinieron para defenderla y salvar su reputación? La respuesta en palabras de uno de los Maestros fue:
«Es cierto y al pie de la letra que 'el chela llega a ser como tal, no se hace'. Dado que cada uno de nosotros es creador y productor de causas que nos llevan a tal o cual resultado, tenemos que cosechar lo que hemos sembrado. Nuestros chelas son ayudados sólo cuando son inocentes de las causas que los llevan a problemas, y cuando tales orígenes son producidos por influencias externas o ajenas. La vida y la lucha por el adeptado serían demasiado fáciles si todos tuviéramos rebuscadores detrás nuestro para eliminar los efectos que hemos generado a través de nuestra propia imprudencia y presunción. (…) Paso a paso y tras una serie de castigos, se enseña al chela por amarga experiencia a reprimir y guiar sus impulsos; pierde su imprudencia y autosuficiencia y nunca cae en los mismos errores».
Entonces el Maestro continúa explicando que se debió a un celo sublime, abnegado, noble y meritorio por parte de H.P.B. lo que le hizo decir que los fenómenos que realizó no fueron hechos por ella personalmente, sino por sus Maestros. Noble como era su humildad, esto fue confundido por el mundo exterior y la llamaron «mentirosa», «impostora» y «médium». Los Maestros sólo podían advertirle, pero siempre permitían a Sus chelas «plena y completa libertad de acción, la voluntad de crear causas».
Se llaman «Hermanos del Himalaya» y muchos creen que si viajaran al Tíbet o esas montañas podrían encontrarse con uno de ellos. Pero ¿es tan fácil toparse con un Mahatma de carne y hueso? Es el caso de S. Ramaswamier, miembro de la Sociedad Teosófica que fue a dicha cordillera asiática en busca de los Maestros, y realmente se encontró con uno en persona, pero se le pidió que regresara y esperase pacientemente si deseaba convertirse en un chela aceptado. Sin embargo, para aquéllos de nosotros que no estamos preparados, no sería propicio encontrarnos con un Maestro en la vida real ya que a su alrededor se despliegan grandes y poderosas fuerzas. Se nos dice que debemos merecer antes de desear intimidad con los Maestros. ¿De qué servirían un Clerk Maxwell o Einstein al enseñarles su tabla de multiplicar a niños de corta edad? Además, si una persona concurriera a presencia de dichos instructores y sin estar preparada, estaría expuesta a un poderoso magnetismo o corrientes pertenecientes al Mahatma y podría desmayarse, quedarse dormida o caer en coma. Toda su naturaleza se vería agitada; podría descubrir que su Karma ha comenzado a precipitar más rápido, que las tendencias malignas han salido a la superficie y tampoco tiene el poder suficiente para lidiar con ellas, pudiendo volverse dubitativa y supersticiosa. No hay nada sorprendente en las consecuencias ya descritas, pues en la vida cotidiana observamos que si un barco pequeño se acerca demasiado a uno grande sin hacer ciertos ajustes, es probable que se vuelque debido a las grandes corrientes creadas en el agua alrededor de la embarcación mayor mientras se está moviendo. Entonces, cuando un Maestro visita a cualquier persona, deliberadamente vela su magnetismo o protege a aquélla de las consecuencias que se derivan de dicha reunión.
La única forma en que podemos atraer Su ayuda y atención es tratando de constituirnos en servidores de la humanidad. [William Judge dice en «Letters That Have Helped Me»]: «Como Ellos son Atman y por tanto la misma ley del Karma, están en todo en la vida y en cada fase de nuestros días y años cambiantes. Si estimuláis vuestra fe en esta línea, os acercaréis más a la ayuda de Ellos de lo que reconoceréis». Si están en todo proceso vital, depende de nosotros sentir Su presencia mientras realizamos tareas mundanas, ya sea escribir cartas, cocinar o elaborar pruebas de lectura. Ellos ajustan la mente de un discípulo y, sin interferir con su Karma, intentan ayudarlo a cumplir con su deber, enfrentar su deuda kármica y aprender de ella. Si el discípulo se equivoca en sus conclusiones, entonces el Maestro puede arrojar una pista para ajustar su mente. Un verdadero Mahatma nunca vierte grandes masas de conocimiento en la mente de un alumno, porque entonces dejaría de ser mejor que un libro bien escrito.
En las etapas tempranas del esfuerzo espiritual del individuo hay una expectativa e incluso la falsa creencia de que los Maestros deben guiarlo respecto a qué hacer y qué evitar. De acuerdo con «Book of Confidences», en el diálogo entre Maestro y discípulo, éste dice a su tutor que si sólo le diera instrucciones de «ir allá», «quedarse allí», etc., entonces estaría feliz de seguir su consejo y tal vez podría avanzar sin cometer errores. Muchos de nosotros deseamos una guía así de infalible, pero vale la pena prestar atención a la respuesta del instructor. Señala que si pidiera al alumno que «haga esto» o lo otro, entonces su protegido nunca podrá fortalecer los músculos de su «voluntad». Quizás bajo la orientación del gurú nunca incurrirá en errores, pero jamás aprenderá cómo no cometerlos, y al hacerlo así —dice el Maestro— robaría al estudiante el poder soberano de elección que puede hacer de él un dios. Hasta que se logre un dominio completo sobre las emociones humanas simples, ningún Mahatma puede aceptar al aspirante como chela, y de esta forma tiene que lograrse mucho por los esfuerzos no asistidos del discípulo.
Estos Grandes Seres irradian continuamente pensamientos nobles, pero sólo los individuos de naturaleza consustancial pueden recoger estas ideas y beneficiarse de ellas. Se sabe que hacen esfuerzos especiales para incidir en ciertas personas prominentes y, a través de tales sujetos, influyen y dan forma al destino de las naciones. Algunos de esos personajes son salvadores de países como Washington, Lincoln y Grant, como también grandes escritores y poetas de la talla de Shakespeare y Esquilo. Hay momentos en que dictan pasajes textuales, pero la mayoría de las veces sólo inspiran ideas y dejan la forma literaria a los autores.
Es natural que deseemos contacto con Ellos en el plano físico, pero es mucho más importante sentirlos internamente. Uno no debe buscar al Maestro porque éste aparece cuando el discípulo está listo. ¿Y cómo puede uno prepararse? Debemos contactar al Maestro en el plano espiritual elevándonos a Su nivel y no arrastrándolo al nuestro. El Mahatma puede ser encontrado en el «Salón de la Sabiduría» o el estado de sueño sin sueños (Sushupti) cuando nuestra conciencia está libre del cuerpo y los sentidos como también de la naturaleza kámica (pasiones y deseos). De aquí la importancia de prepararse para dormir y llevar una vida moralmente pura y realizar cada tarea con total concentración durante el estado de vigilia. El estudio de la naturaleza y los poderes de los Maestros nos ayuda a crear un canal apropiado que a su vez nos permite recuperar el recuerdo sobre las actividades de nuestra naturaleza superior en el grado de Sushupti.
Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro
Uno de los Mahatmas dijo «si quieres conocernos, entonces conoce nuestra filosofía; si quieres servirnos, entonces sirve a nuestra humanidad». No debemos tratar de llegar a Ellos con nuestras mentes, sino que a través del servicio amable, la búsqueda indoblegable y la humildad en el estudio y el trabajo finalmente obtendremos esa sabiduría que nos permitirá conocerlos.
(De la revista «The Theosophical Movement», septiembre de 2008).
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