«La opinión pública mundial sigue dividida sobre quién es el culpable de todo lo ocurrido el año pasado, pero todos coinciden en que representa el peor conflicto de Europa desde la 2GM. La última fase del conflicto ucraniano también se considera cada vez menos como un conflicto puramente ruso-ucraniano y más como una guerra de poder entre Rusia y la OTAN que se está librando en Ucrania. Esto se debe a que ese bloque ha apoyado a Kiev con más de 120.000 millones de dólares en armas y otras ayudas».
La óptica de la OTAN luchando indirectamente contra Rusia en Ucrania mediante su apoyo de espectro completo sin precedentes a esta última, ha llevado a muchos a declarar que existe una nueva Guerra Fría. Las autoridades rusas, incluido el presidente Vladimir Putin, han presentado la campaña de su país como parte de una lucha global más amplia contra la hegemonía unipolar de Estados Unidos en las relaciones internacionales, mientras que sus homólogos occidentales han afirmado que apoyan a Kiev como parte de su obligación de defender la «democracia» en todo el mundo.
Ninguno de los dos bandos, ya sea Rusia-Ucrania o Rusia-OTAN, parece haber esperado que el conflicto se prolongara tanto. Los funcionarios estadounidenses advirtieron antes de que se desencadenasen los acontecimientos del 24 de febrero de 2022 que Kiev corría el riesgo de ser invadida por Rusia en tres días, pero también creían que las sanciones máximas impuestas a Rusia como respuesta provocarían una rápida retirada. Sin embargo, ninguno de los dos resultados se materializó, e incluso The New York Times reconoció recientemente que las sanciones han fracasado.
Por parte de Rusia, su autodenominada moderación en cuanto a la forma en que sigue describiendo el desarrollo de la campaña en curso sugiere que estaba dando prioridad a los cálculos políticos posteriores al conflicto, encaminados a reconciliar a su población, frente a la mera persecución de objetivos militares, lo que implica que también ella esperaba una victoria rápida. Además, sus reveses en las regiones de Járkov y Jersón fueron desventajosos para sus objetivos, y su movilización parcial el pasado septiembre comenzó posiblemente debido a la creciente presión militar sobre ella.
En la situación actual, la última fase del conflicto se encuentra en punto muerto desde mediados de noviembre, y desde entonces Rusia sólo ha logrado avances mínimos sobre el terreno. El referéndum celebrado por Moscú en las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia el pasado mes de septiembre dio lugar a su adhesión a Rusia, aunque Kiev y sus socios consideran que se trata de una anexión ilegal. El Kremlin, sin embargo, afirma que esta realidad debe constituir el punto de partida para reactivar el proceso de paz.
Por el contrario, sus oponentes exigen que Rusia se retire de todo el territorio que Ucrania reclama como propio para reanudar las conversaciones que pongan fin al conflicto. En medio de este dilema, cada una de las partes se está preparando para otra ofensiva a gran escala contra la otra, reduciendo así las posibilidades de una resolución política hasta algún tiempo después de que terminen las próximas batallas. A este respecto, sigue sin estar claro qué bando tendrá éxito en la próxima ofensiva, si es que lo tiene.
El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró la semana pasada que su bloque se encuentra en una supuesta carrera logística y guerra de desgaste con Rusia, advirtiendo de que el fracaso en mantener el ritmo, la escala y el alcance del apoyo armado a Kiev podría llevarle a perder. Este comentario añadió credibilidad a las preocupaciones previas compartidas por The New York Times el pasado mes de noviembre y por el Secretario Naval de Estados Unidos en enero de que Occidente está experimentando una crisis militar-industrial causada por su falta de preparación para un conflicto prolongado.
También debe mencionarse, en relación con la observación anterior, que el apoyo de la OTAN a Ucrania, por valor de 120.000 millones de dólares, ha sido insuficiente para derrotar a Rusia hasta ahora, lo que plantea interrogantes sobre la cantidad exacta que se necesitará en última instancia para seguir avanzando en ese objetivo, por no hablar de alcanzarlo plenamente. Sin embargo, a pesar de la impresionante resistencia militar de Rusia ante una oposición sin precedentes a su campaña en curso, sus fuerzas no han recuperado el impulso que perdieron en abril.
La dinámica estratégico-militar al cabo de un año de la última fase del conflicto ucraniano sugiere, por tanto, que no hay un claro vencedor en este momento en el peor conflicto de Europa desde la 2GM. Si bien este hecho, de por sí, haría albergar esperanzas de que negociaran un alto el fuego para evitar un mayor agotamiento de sus fuerzas (y, en el caso de Kiev, también de las de sus socios), esto aún no ha sucedido debido a las condiciones que cada parte ha puesto para reanudar dichas conversaciones, que la otra considera inaceptables.
Así las cosas, se puede predecir que las próximas ofensivas planeadas por cada bando podrían ser decisivas para obligar al otro a aceptar las condiciones mencionadas, en caso de que consigan algunos éxitos importantes sobre el terreno. Si el estancamiento se mantiene en gran medida después de que se disipe el humo, y la próxima ronda de combates podría tardar en terminar hasta el próximo invierno, entonces ambas partes podrían moderar sus posturas respecto a las conversaciones de paz.
Teniendo esto en cuenta, el papel de los Estados verdaderamente neutrales podría llegar a ser mucho más importante en ese escenario, ya que funcionarían como los mediadores más creíbles para facilitar la reactivación de ese proceso. Publicado el 24 de febrero, la Posición de China sobre la solución política de la crisis ucraniana, que es un documento de posición de 12 puntos sobre una solución política de la crisis ucraniana, podría impulsar las respectivas credenciales de China y posicionarla así para desempeñar un papel pacífico si todas las partes están de acuerdo.
Es prematuro pronosticar cómo se desarrollará todo, ya que hay demasiadas variables que influyen en la situación, incluidas las que el público no conoce. Dicho esto, pocos dudan de que ambas partes están preparando ofensivas y que su resultado será decisivo para determinar lo que viene después. Tanto si una de las partes coacciona a la otra para que acepte sus condiciones para las conversaciones de paz como si una tercera parte realmente neutral convence a ambas para que lo hagan sin condiciones previas, el conflicto terminará inevitablemente por la vía diplomática.
No hay comentarios:
Publicar un comentario