A veces nos resulta incomprensible la razón por la cual inició la operación militar especial el 24 de febrero del 2022. No obstante, todo iba encaminado a que tal operación sucediera tarde o temprano debido a la llegada al poder de Vladimir Vladimirovich Putin en 1999. Ahora hemos llegado a la guerra y muchos se niegan todavía a creer lo que sucede ante sus ojos: Rusia por fin ha decidido dejar de lado sus ilusiones de integrarse al sistema mundial, es decir, a Occidente, en favor de defender su soberanía. Como ambas opciones son mutuamente excluyentes, tarde o temprano esto tenía que pasar.
Mientras Donald Trump fue el presidente de los Estados Unidos su administración se dedicó sobre todo a poner en orden los asuntos internos de su país y luchar contra las élites globalistas. Trump parecía dar a entender que Occidente aceptaría de forma pacífica la instauración de un mundo multipolar, especialmente porque no se dedicó a atacar a Rusia de forma directa y aceptó razonablemente bien la defensa que hacíamos de nuestra soberanía. Sin embargo, la llegada de Biden y la vuelta de los globalistas al poder cambiaron todo esto, pues el viejo y demente Joe hizo saltar por los aires cualquier acuerdo de paz. Es por eso que Occidente nos ha impuesto el camino de la guerra como muy bien ha dicho el presidente Putin en su discurso ante la Duma Estatal hace poco. Eso significa que cualquier posibilidad de cooperación entre Rusia y Occidente se ha desvanecido de ahora en adelante, aunque quizás en un futuro lejano esto pueda cambiar. Pero la confrontación entre nuestros países es tan alta que ni siquiera el regreso de Donald Trump al poder cambiaría algo, especialmente si tenemos en cuenta que durante su primer mandato ya los globalistas lo acusaban de no luchar abiertamente contra Rusia. Trump volvería a tener las manos atadas caso de volver al poder, posibilidad cada vez más real si tenemos en cuenta que tanto Biden como el Partido Demócrata están cada vez más y más en crisis, porque son incapaces de hacer nada bien.
Por otro lado, Boris Johnson, uno de los líderes occidentales más antirrusos, se ha visto obligado a abandonar su puesto hace poco, aunque la causa de su renuncia no tiene nada que ver con su rusofobia, sino con su ineptitud e idiotez que ha terminado por hartar a los británicos. Por eso surge la pregunta: ¿por qué el pueblo británico ha elegido a este loco? Podríamos preguntarnos lo mismo con respecto a Ucrania, gobernada por un comediante, o Estados Unidos, gobernado por un viejo degenerado, Francia, gobernada por un narcisista, e Italia, gobernada por un estafador y mafioso. El hecho de que estos líderes sean depuestos no significa que sus sustitutos sean mejores, ya que ahora se perfilan como gobernantes mujeres incompetentes que han hecho sus carreras gracias a las becas Erasmus y que son defensoras de un paradigma feminista y de género que quieren imponer sobre el resto del mundo. Todo esto deja claro que tanto las élites políticas occidentales actuales como las que los sustituirán serán enemigas de Rusia tanto al corto como al mediano y largo plazo. Puede que en algún momento la intensidad de este enfrentamiento disminuya, pero sin duda no cambiará en lo más mínimo, ya que las causas seguirán siendo las mismas.
- Integración de nuestra economía en el sistema económico mundial, lo cual implicaba la aceptación de las instituciones globales controladas por Occidente;
- Y el fortalecimiento de nuestra soberanía, especialmente política y militar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario