¡Viva el Señor!
Queridos sacerdotes, hermanos y hermanas aquí presentes,
En estos momentos estamos librando una guerra que no sólo se libra en el plano militar, es decir, humano, sino, principalmente, en el plano espiritual. Es muy importante que comprendamos esto último, ya que existe un plano horizontal de la guerra donde nuestros soldados luchan contra la OTAN (no contra Ucrania, algo que es muy importante tener en cuenta) y un plano vertical donde chocan el Cielo y el Infierno. Ahora mismo dos ejércitos angélicos luchan entre sí: las legiones de San Miguel Arcángel enfrentan a los seguidores del demonio. Esta dimensión vertical de la guerra puede ser considerada como el reino de las ideas y la ideología, siendo este ámbito del espíritu el principal escenario de nuestra lucha. De hecho, en su discurso del 30 de septiembre de este año, el presidente Putin habló abiertamente de la naturaleza satánica de la actual civilización occidental, lo cual no podemos entender como una simple metáfora.
Además, el Santo Patriarca de todas las Rusias ha señalado indirectamente en su maravilloso discurso de hoy quién es el que inspira, ayuda y alienta a nuestros enemigos: tal figura es muy conocida. Nosotros los mortales desconocemos cuando llegará el momento exacto del Fin de los Tiempos, ni siquiera el Hijo del Hombre sabe cuando será. No obstante, podemos reconocer las señales que preparan la llegada de este Fin de los Tiempos. Es aquí donde resulta importante que opongamos a nuestros enemigos una idea propia. Occidente es una ideología que promueve el liberalismo, el globalismo, el laicismo y el posthumanismo. Esta ideología opera principalmente en el reino de las ideas y no en el de la materia, los cuerpos o la tecnología. Además, esta ideología se basa en la mentira, promoviendo la inversión total de las mentalidades, las ideas y los fundamentos religiosos.
Ahora bien, hoy se enfrentan dos ideas, dos ejércitos de ángeles y demonios (los ángeles son antes que nada espíritus e ideas). El campo de batalla de esta guerra es Ucrania, donde por un lado tenemos a la Santa Rusia –como la llama nuestro Santo Patriarca– y, por el otro, a las fuerzas del Maligno. Es por esa razón que hablamos del Armagedón, el Fin de los Tiempos y el Apocalipsis. Estos acontecimientos precisamente están ocurriendo frente a nuestros ojos y ahora participamos de la última (o quizás la penúltima, nadie lo sabe) gran batalla del mundo. Jamás podremos obtener la victoria si primero no ganamos a nivel espiritual, ideológico e intelectual.
Quisiera, por tanto, hablar sobre todo del laicismo tal y como fue definido por nuestro Santo Patriarca: el Maligno vino a nosotros –muchísimo antes de que la civilización antihumana y abiertamente satánica de Occidente hablará de los derechos LGTBI y el transhumanismo– presentándose como alguien neutral. Lo primero que nos dijo fue «dejemos de lado al Cielo y a Dios y solo pensemos en los hombres y la realidad material». En ese entonces muchos creyeron en esas promesas.
Esta ideología se construyó sobre las tesis de Averroes de que existían dos verdades: por un lado, estaba la verdad teológica y, por el otro, la verdad mundana que solo afectaba a la sociedad, al hombre y a la tierra. Fue de ese modo que surgió el laicismo y el humanismo: «la eternidad se encuentra muy lejos de nosotros y solo importa vivir el tiempo presente». Poco a poco fuimos concentrándonos en la realidad material y las preocupaciones humanas, intentando resolver nuestros problemas recurriendo al liberalismo, el comunismo y el nacionalismo. Sin embargo, nos fuimos alejando cada vez más y más de Dios hasta que nos hundimos por completo en la nada, adentrándonos poco a poco en los abismos del Infierno. Si ya no estamos con Dios entonces no podemos sino estar con el diablo. El Evangelio dice que los hombres debemos decidir entre el «sí» rotundo y el «no» rotundo. La iglesia de calcedonia fue reprendida por el Señor precisamente por ser tibia y no fría o caliente. Fue de esta forma que nuestro mundo fue engullido por los males del humanismo, la secularización, la globalización, el progreso económico, el confort y el capitalismo después de que los seres humanos dijeran no a Dios y sí a los bienes materiales. Pero resultó que una vez dejamos a Dios de lado terminamos por caer en el Infierno.
No podemos seguir viviendo en este plano horizontal de la existencia. Por otro lado, es imposible ganar esta guerra sin la ayuda divina. Debemos afirmar la dimensión vertical del espíritu, el mundo celestial, la realidad y el ser angélico y cristiano dentro de nosotros si es que queremos ganar la guerra. No solo debemos oponer la naturaleza a lo patológico, sino, antes que nada, la Verdad y las enseñanzas cristianas y de otras confesiones tradicionales al mundo moderno. Solo defendiendo esta realidad vertical y divina podremos pelear. Es muy importante que tengamos esto último en cuenta. Además, tanto la ciencia como la política, las leyes y las ideologías deben basarse en este plano vertical de la existencia: una ciencia que no parta de Cristo, la Verdad y la moral es simplemente diabólica. Es imposible ser neutral en esta lucha entre el Cielo y el Infierno. Nosotros somos la Santa Rusia y nuestro Santo Patriarca ha hablado mucho de esto en su bellísimo discurso. Oramos y rezamos por eso. Somos la Santa Rusia, ¿pero realmente somos tan santos? Es necesario primero vernos a nosotros mismos y darnos cuenta si estamos realmente siguiendo el camino de la Santa Rusia, pues si no seguimos el camino de la santidad jamás podremos prevalecer.
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