Los hermanos Cioran y el pasado de la guardia.

 

Cuando quería despertar el escepticismo de los parisinos, Emil Cioran solía decir que una de las ciudades más bellas del mundo era Sibiu/Hermannstadt. Y pensaba que París se había convertido en un «garaje apocalíptico». De Sibiu, decía a sus sorprendidos interlocutores: «Es una ciudad realmente extraordinaria». Le gustaba evocar la época en que vivía en esta ciudad de Transilvania, cerca de la frontera que separaba el imperio de los Habsburgo del reino balcánico de Rumanía: «Allí convivían en perfecta armonía tres nacionalidades (la alemana, la húngara y la rumana). Este hecho me marcó para toda la vida, ya que, desde entonces, no consigo vivir en una ciudad donde solo se habla un idioma, porque enseguida me aburro».

A los diez años, Emil Cioran llegó a Sibiu/Hermannstadt, después de llorar durante todo el trayecto porque su padre, el pope ortodoxo Emilian, lo había arrancado del paraíso de su infancia para que pudiera continuar sus estudios. Ese paraíso era el pueblo de Rasinari. Pero el escritor diría más tarde: «Después de Rasinari, Sibiu es la ciudad que más he amado».

El hermano menor del pope Emilian Cioran, Aurel, hoy octogenario, sigue viviendo en Sibiu. Es un abogado jubilado. Pero si no hubiera podido ser abogado, se habría hecho monje; fue su hermano Emil quien lo disuadió. Una noche, después de cenar, Emil lo invitó a dar un paseo por los bosques que se extendían más allá de la ciudad de Sibiu y, hasta las seis de la mañana, con argumentos de todo tipo, le demostró a Aurel que debía renunciar a la idea de hacerse monje. Varios años después, Emil se arrepintió de haber tenido esa importante conversación con Aurel; confesó que en esa circunstancia se había manifestado toda la impureza de su alma y que su obstinación no era más que fruto de su orgullo. Dijo: «Tenía la impresión de que todos los que no se sometían a mis argumentos demostraban que no habían entendido nada».

Así que, en lugar de retirarse a un monasterio, Aurel se fue a estudiar jurisprudencia a Bucarest, a la misma institución en la que Emil se había matriculado en filosofía y letras.

Los dos hermanos se reencontraron en las aulas, donde el filósofo Nae Ionescu impartía sus clases. Era una especie de Sócrates para las generaciones de 1930 y formó a intelectuales que muy pronto adquirirían fama mundial, como Mircea Eliade, Constantin Noica y Emil Cioran.

Este último, me contó su hermano Aurel, asistía regularmente a las clases de Nae Ionescu, incluso después de haber terminado sus estudios universitarios. Un día, al terminar la clase, el profesor preguntó a los alumnos: «¿Queréis que os hable de algo más?». Emil se levantó y preguntó: «Háblenos del aburrimiento». Entonces, Nae Ionescu profundizó en el tema del aburrimiento durante dos horas. En otra ocasión, el profesor Ionescu le pidió a Emil Cioran que le sugiriera un tema para desarrollar durante su clase; Cioran le invitó a hablar de los ángeles. En una facultad dominada por el racionalismo, solo Nae Ionescu podía permitirse tratar temas espirituales, porque, como definió Eliade, era «un lógico terrible».

Inmediatamente después de la guerra, Aurel Cioran fue declarado culpable de haber militado en el «Movimiento Legionario» y condenado a siete años de prisión; su hermana Gica recibió una pena similar. A diferencia de Emil, que en 1960 se desvinculó públicamente de su propio pasado como simpatizante de la Guardia de Hierro, Aurel reivindica con orgullo la opción militante de su juventud. Conoció al «Capitán» Codreanu en los campos de trabajo legionarios, donde los jóvenes realizaban trabajos de utilidad pública descuidados por el Gobierno.

Emil Cioran también quedó fascinado por la figura de Codreanu; en la Navidad de 1940, escribió un «perfil interior» del Capitán, que se leyó en la radio durante la época del gobierno nacional-legionario. En este texto, Cioran decía: «Antes de Corneliu Codreanu, Rumanía era un Sáhara poblado… Él quiso introducir lo absoluto en el aliento cotidiano de Rumanía… Un nuevo estremecimiento recorrió nuestro país… La fe de un hombre dio vida a un mundo que puede dejar muy atrás las antiguas tragedias de Shakespeare… A excepción de Jesús, ningún otro muerto sigue presente entre los vivos… Dentro de poco, este país estará guiado por un muerto, me decía un amigo a orillas del Sena. Este Muerto ha esparcido un perfume de eternidad sobre nuestra pequeña miseria humana y ha transportado el cielo justo encima de Rumanía». Por otra parte, unos años antes, Emil Cioran había escrito que «sin el fascismo, Italia sería un país en bancarrota»; o también: «en el mundo actual, no hay ningún político que me inspire más simpatía y admiración que Hitler».

Cabe pensar que las posturas de Cioran en aquellos años, a pesar de sus posteriores abjuraciones, se utilizarán tarde o temprano para demonizar su obra, para juzgarlo póstumamente, de alguna manera, de forma similar a como se hizo con Mircea Eliade. Cuando mencioné esta posibilidad, Aurel Cioran perdió por un momento su calma olímpica para manifestar una gran indignación y estigmatizar a la mafia que se dedicaba a tales profanaciones. En los últimos meses, añadió, se ha llevado a cabo en Rumanía una campaña de difamación contra la memoria de Nae Ionescu, precisamente porque fue el maestro de toda esa joven generación intelectual que simpatizaba con el Movimiento Legionario.

De hecho, nada más salir de la casa de Aurel Cioran, encontré en un puesto tres ediciones recientes de Nae Ionescu: una recopilación de conferencias impartidas por el profesor en 1938 en la prisión donde estuvo recluido junto con toda la élite del Movimiento Legionario. Entre los internos también se encontraba Mircea Eliade. Emil Cioran llevaba un año en Francia.

(Artículo publicado en el diario independiente L'umanità, 22 de febrero de 1996).

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