La administración estadounidense está profundamente dividida y son pocos los que obedecen al presidente Barack Obama, más preocupado por elaborar un compromiso entre las diferentes facciones que por imponer su propio punto de vista. Después de haber eliminado el clan Petraeus-Clinton, que saboteaba sus esfuerzos, el presidente descubre que Feltman y Power siguen adelante con sus intrigas. Thierry Meyssan recorre aquí la carrera de la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, y de su marido, Cass Sunstein, profesor de Derecho y teórico de la dictadura suave.
¿Cómo instaurar una dictadura con guantes de terciopelo? El presidente Obama conversa con su amigo, el «paternalista liberal» (sic) Cass Sunstein, y con la esposa de este, la «idealista maquiavélica» (también sic) Samantha Power.
Nombrada en 2013 representante permanente de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora Samantha Power es la líder de los «halcones liberales», especie de alter ego de los «neoconservadores» en la promoción del intervencionismo del «Imperio americano». Durante su audición de confirmación ante el Senado, Power proclamó: «Este país es el país más grande de la Tierra. ¡Nunca pediré excusas por América!».
La juventud de Samantha Power
Nacida en el Reino Unido en 1970 y educada en Irlanda, Samantha Power emigra a Estados Unidos a los 9 años, cuando su madre abandona a su padre pianista para volver a casarse con un médico, más adinerado. Después de cursar brillantes estudios de Derecho en Yale, Power trabaja como periodista de deportes en la CNN, televisión de información internacional cuya redacción albergaba miembros del 4º Grupo de Operaciones Sicológicas de Fort Bragg.
Samantha Power llega a la Carnegie Endowment for International Peace como asistente de Morton I. Abramowitz, quien también administraba por entonces la National Endowment for Democracy, la cara legal de la CIA.
Durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, Power trabaja como reportera para The Boston Globe, The Economist, The New Republic y U.S. News & World Report. Conoce entonces a Richard Holbrooke, quien se convierte en su mentor. Holbrooke fue el organizador de la independencia de Bosnia-Herzegovina, bajo la presidencia de Alija Izetbegović, al término de una guerra organizada por Estados Unidos para desmembrar Yugoslavia. Samantha Power no podía ignorar que Izetbegović se había rodeado de 3 consejeros: el neoconservador estadounidense Richard Perle para los temas diplomáticos, el cabildero francés Bernard-Henri Lévy para la propaganda y, para ocuparse de las cuestiones militares, el islamista saudita Osama bin Laden.
La prensa no es suficiente para Samantha Power así que retoma sus estudios en Harvard, en la Escuela Kennedy de Gobierno, donde crea, en 1998, el Carr Center for Human Rights Policy. Samantha Power entiende los «Derechos Humanos» en el sentido anglosajón de ese término: proteger a los humanos de los posibles abusos del poder estatal. Como hiperpotencia, el Imperio debe tener una política de Derechos Humanos y formar para ello a sus altos funcionarios.
Samantha Power llega a la Carnegie Endowment for International Peace como asistente de Morton I. Abramowitz, quien también administraba por entonces la National Endowment for Democracy, la cara legal de la CIA.
Durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, Power trabaja como reportera para The Boston Globe, The Economist, The New Republic y U.S. News & World Report. Conoce entonces a Richard Holbrooke, quien se convierte en su mentor. Holbrooke fue el organizador de la independencia de Bosnia-Herzegovina, bajo la presidencia de Alija Izetbegović, al término de una guerra organizada por Estados Unidos para desmembrar Yugoslavia. Samantha Power no podía ignorar que Izetbegović se había rodeado de 3 consejeros: el neoconservador estadounidense Richard Perle para los temas diplomáticos, el cabildero francés Bernard-Henri Lévy para la propaganda y, para ocuparse de las cuestiones militares, el islamista saudita Osama bin Laden.
La prensa no es suficiente para Samantha Power así que retoma sus estudios en Harvard, en la Escuela Kennedy de Gobierno, donde crea, en 1998, el Carr Center for Human Rights Policy. Samantha Power entiende los «Derechos Humanos» en el sentido anglosajón de ese término: proteger a los humanos de los posibles abusos del poder estatal. Como hiperpotencia, el Imperio debe tener una política de Derechos Humanos y formar para ello a sus altos funcionarios.
Samantha Power «idealista maquiavélica»
Esta concepción se opone culturalmente a la de los países latinos, donde se habla, por el contrario, de los «Derechos del Hombre y del Ciudadano». Para estos países la cuestión no es limitar los poderes del Estado sino cuestionar su legitimidad. Por consiguiente, no puede existir en ellos una «política de Derechos Humanos» porque los Derechos Humanos son la irrupción del Pueblo en la política.
El Carr Center es financiado por la fundación del ex-empresario Gregory C. Carr y por la fundación del libanés/saudita Rafiq Hariri.
En 2001, la profesora Power participa como consultante en la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, creada por Canadá. Es el inicio de la noción de «responsabilidad de proteger» (R2P). Los expertos ponen sobre la mesa la idea de que para prevenir masacres como las de Srebrenica o Ruanda, el Consejo de Seguridad de la ONU tendría que poder intervenir cuando ya no hay Estado.
Sin embargo, la profesora Power nunca se cuestiona la responsabilidad de Estados Unidos en las masacres contemporáneas, ya sea sobre su responsabilidad directa —como en Corea, Vietnam y Camboya (desde 1969 hasta 1975) y en Iraq (desde 1991 hasta 2003)— o sobre su responsabilidad indirecta: como en Indonesia, Papuasia, Timor Oriental, Guatemala, Israel y Sudáfrica. La «responsabilidad de proteger» aporta la justificación teórica, a posteriori, de la «guerra humanitaria» en Kosovo. Algo que el profesor Edward Harriman resume de la siguiente manera: «Para ella [Samantha Power], Estados Unidos no es el problema sino la solución».
La «responsabilidad de proteger» se ha convertido en un «deber moral» de intervenir en todo país que Washington acuse de practicar o de planificar un genocidio. Ya ni siquiera hay que esperar a que el Estado se desmorone para iniciar la intervención, basta con un pretexto.
También en 2002, Samantha Power da una entrevista a la serie de video de la Universidad de California en Berkeley: Conversations with History. Al responder a una pregunta sobre cómo debería reaccionar Estados Unidos si el conflicto israelo-palestino se agravara al extremo de hacer posible un genocidio, Power aconseja el envío de una importante fuerza militar para separar a los dos bandos. Pero se la acusa de antisemitismo por no ponerse del lado de Israel. Así que Samantha Power se ve obligada a solicitar la ayuda de varias personalidades judías estadounidenses, como Abraham Foxman de la Anti-Defamation League, para que la saquen de esa situación y redorar su imagen.
Samantha Power se ve entonces en el gobierno. En 2003, participa brevemente en el equipo de campaña del general Wesley Clark, el ex-Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Kosovo, quien compite por la investidura demócrata a la elección presidencial.
En 2005-2006, Power es invitada por un senador que acaba de salir de la nada: Barack Obama. Este joven es un protegido del ex-consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski y de su financista David Rockefeller. Se informa a Samantha Power sobre el proyecto de convertir a este joven negro en el próximo presidente de los Estados Unidos de América y ella decide renunciar a sus funciones en Harvard y unirse al equipo de Obama para convertirse en su secretaria de Estado.
En 2006, Obama emprende como parlamentario un extraño viaje por África. En realidad se trata de una misión de la CIA para sentar las bases de un cambio de régimen en Kenya, su país de origen. Samantha Power recibe la misión de preparar el viaje y principalmente la etapa de los campos de refugiados de Darfur.
También participa ampliamente en la redacción de The Audacity of Hope: Thoughts on Reclaiming the American Dream, libro con el que Barack Obama se da a conocer al público estadounidense y que le abrirá el camino hacia la Casa Blanca.
Ya convertida en todo un personaje de la intelectualidad imperialista, Samantha Power se apodera de la figura de Sergio Vieira de Mello. Este diplomático brasileño había sido Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos antes de morir asesinado en Iraq, en 2003, cuando esperaba convertirse en Secretario General de las Naciones Unidas. Power le dedica una entusiasta biografía, titulada «Mantener la llama: Sergio Vieira de Mello y la lucha por salvar el mundo» (sic). También ejerce su influencia sobre otro oportunista, el francés Bernard Kouchner, quien reemplazó a de Mello como representante especial del secretario general de la ONU en Kosovo (1999-2001) y fue posteriormente designado por Washington como ministro de Relaciones Exteriores de Nicolas Sarkozy (2007-2010).
Samantha Power milita en varias organizaciones intervencionistas, principalmente en el International Crisis Group del multimillonario húngaro-estadounidense George Soros y el Genocide Intervention Network, que ha pasado a llamarse United to End Genocide.
Durante sus contactos con Barack Obama, Samantha conoció a uno de sus amigos, el profesor Cass Sunstein, nacido, como ella, el 21 de septiembre pero 16 años mayor que ella. Sunstein había trabajado durante mucho tiempo como profesor en Chicago, donde se vinculó con el joven político Obama. Más tarde se fue a Harvard, donde su oficina estaba a sólo una calle de la oficina de Power. Extremadamente ambiciosos, estos dos personajes harían cualquier cosa por darse a conocer. En julio de 2008, la católica Power y el judío cabalista Sunstein se casan en Irlanda. Juntos formarán lo que el periodista populista Glenn Beck llamará «la pareja más peligrosa de América».
Autor prolijo —escribe varios libros al año y publica numerosos artículos de opinión en diarios importantes—, Cass Sunstein opina sobre cualquier cosa, desde los impuestos hasta los derechos de los animales. Es, ampliamente, el profesor universitario más citado en la prensa estadounidense. Lo cual no tiene absolutamente nada de sorprendente ya que se ha pronunciado sistemáticamente a favor del poder del Estado en contra de las personas sometidas a procesos judiciales, tanto respaldando las comisiones militares de George W. Bush en Guantánamo como luchando contra la Primera Enmienda (libertad de expresión).
En otras palabras, mientras Samantha Power canta loas a los «Derechos Humanos» y se convierte en la referencia intelectual en la materia, su esposo Cass Sunstein se opone a ellos con todas sus fuerzas y se convierte en referencia jurídica sobre ese tema. Entre los dos son capaces de defender cualquier cosa y lo contrario con el mismo ardor, siempre y cuando ello sea útil a sus intereses.
Junto al economista comportamentalista Richard Thaler, Sunstein publicó Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness [En español, «Contribución: Cómo mejorar las decisiones en materia de salud, riqueza y felicidad»], donde los autores estudian las influencias sociales que empujan a los consumidores a tomar malas decisiones. Al mismo tiempo, elaboran una teoría sobre cómo podrían utilizarse esas mismas influencias sociales para llevarlos a tomar «decisiones correctas». Esto es lo que llaman el «paternalismo liberal», un oxímoron que designa púdicamente un método de manipulación de las masas.
En septiembre de 2015, el presidente Obama adoptará el «paternalismo liberal» como nueva política e impartirá a su administración instrucciones para multiplicar las «contribuciones».
Durante la campaña electoral de 2007-2008, Sunstein redacta con Adrian Vermeule un trabajo destinado a las universidades de Chicago y Harvard, trabajo que se impondrá como doctrina a la administración Obama para luchar contra las «teorías conspirativas» —o sea, contra el cuestionamiento de la retórica oficial— y que inspirará posteriormente al presidente francés François Hollande y la Fundación Jean-Jaures. En nombre de la «Libertad» ante el extremismo, los autores definen en ese trabajo un programa para aniquilar esta oposición:
«Podemos imaginar fácilmente una serie de posibles respuestas.
El Carr Center es financiado por la fundación del ex-empresario Gregory C. Carr y por la fundación del libanés/saudita Rafiq Hariri.
En 2001, la profesora Power participa como consultante en la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, creada por Canadá. Es el inicio de la noción de «responsabilidad de proteger» (R2P). Los expertos ponen sobre la mesa la idea de que para prevenir masacres como las de Srebrenica o Ruanda, el Consejo de Seguridad de la ONU tendría que poder intervenir cuando ya no hay Estado.
Al año siguiente, Samantha Power publica su obra maestra: A problem from Hell: America and the Age of Genocide [En español, «Un problema del infierno: América y la era del genocidio»]. Particularmente difícil de leer, este libro le valdrá la obtención del Premio Pulitzer. Aunque comienza por el genocidio armenio para terminar por el que supuestamente sufrieron los albaneses en Kosovo, el libro gira esencialmente alrededor de la cuestión del exterminio de los judíos de Europa a manos de la Alemania nazi y de la doctrina jurídica de Raphael Lemkin.
Lemkin era fiscal en Varsovia durante el periodo intermedio entre las dos Guerras Mundiales. Como experto de la Sociedad de Naciones denunció los crímenes de «barbarie» cometidos por el Imperio Otomano contra los cristianos —incluyendo a los armenios— (de 1894 a 1915) y posteriormente por Iraq contra los asirios (en 1933). Durante la 2GM, Lemkin escapó a la persecución nazi contra los judíos exilándose en Estados Unidos, donde se convirtió en consejero del Departamento de Guerra. Toda su familia, que se había quedado en Europa, fue asesinada. Poco a poco, Lemkin forjó el término «genocidio» para designar una política tendiente a liquidar un grupo étnico en particular. Finalmente, se convirtió en consejero del fiscal estadounidense en el Tribunal Militar Internacional de Núremberg que condenó a varios dirigentes nazis por «genocidio».
Para Samantha Power, Raphael Lemkin abrió una vía en la que Estados Unidos tendría que haber perseverado. Sólo el senador William Proxmire —pariente de los Rockefeller— continuó su lucha hasta que el Senado ratificó, en 1986, la Convención para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio. Como única potencial global, Estados Unidos tiene, en lo adelante, el deber de intervenir allí donde lo exijan los «Derechos Humanos».
Para Samantha Power, Raphael Lemkin abrió una vía en la que Estados Unidos tendría que haber perseverado. Sólo el senador William Proxmire —pariente de los Rockefeller— continuó su lucha hasta que el Senado ratificó, en 1986, la Convención para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio. Como única potencial global, Estados Unidos tiene, en lo adelante, el deber de intervenir allí donde lo exijan los «Derechos Humanos».
El Rockefeller Center, es un complejo de 19 edificios comerciales que ocupan una superficie de 89.000 metros cuadrados entre las calles 48 y 51 en Nueva York. Construido por la siniestra familia Rockefeller, está situado en el centro de Midtown Manhattan.
Sin embargo, la profesora Power nunca se cuestiona la responsabilidad de Estados Unidos en las masacres contemporáneas, ya sea sobre su responsabilidad directa —como en Corea, Vietnam y Camboya (desde 1969 hasta 1975) y en Iraq (desde 1991 hasta 2003)— o sobre su responsabilidad indirecta: como en Indonesia, Papuasia, Timor Oriental, Guatemala, Israel y Sudáfrica. La «responsabilidad de proteger» aporta la justificación teórica, a posteriori, de la «guerra humanitaria» en Kosovo. Algo que el profesor Edward Harriman resume de la siguiente manera: «Para ella [Samantha Power], Estados Unidos no es el problema sino la solución».
La «responsabilidad de proteger» se ha convertido en un «deber moral» de intervenir en todo país que Washington acuse de practicar o de planificar un genocidio. Ya ni siquiera hay que esperar a que el Estado se desmorone para iniciar la intervención, basta con un pretexto.
También en 2002, Samantha Power da una entrevista a la serie de video de la Universidad de California en Berkeley: Conversations with History. Al responder a una pregunta sobre cómo debería reaccionar Estados Unidos si el conflicto israelo-palestino se agravara al extremo de hacer posible un genocidio, Power aconseja el envío de una importante fuerza militar para separar a los dos bandos. Pero se la acusa de antisemitismo por no ponerse del lado de Israel. Así que Samantha Power se ve obligada a solicitar la ayuda de varias personalidades judías estadounidenses, como Abraham Foxman de la Anti-Defamation League, para que la saquen de esa situación y redorar su imagen.
Samantha Power se ve entonces en el gobierno. En 2003, participa brevemente en el equipo de campaña del general Wesley Clark, el ex-Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Kosovo, quien compite por la investidura demócrata a la elección presidencial.
En 2005-2006, Power es invitada por un senador que acaba de salir de la nada: Barack Obama. Este joven es un protegido del ex-consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski y de su financista David Rockefeller. Se informa a Samantha Power sobre el proyecto de convertir a este joven negro en el próximo presidente de los Estados Unidos de América y ella decide renunciar a sus funciones en Harvard y unirse al equipo de Obama para convertirse en su secretaria de Estado.
En 2006, Obama emprende como parlamentario un extraño viaje por África. En realidad se trata de una misión de la CIA para sentar las bases de un cambio de régimen en Kenya, su país de origen. Samantha Power recibe la misión de preparar el viaje y principalmente la etapa de los campos de refugiados de Darfur.
También participa ampliamente en la redacción de The Audacity of Hope: Thoughts on Reclaiming the American Dream, libro con el que Barack Obama se da a conocer al público estadounidense y que le abrirá el camino hacia la Casa Blanca.
Ya convertida en todo un personaje de la intelectualidad imperialista, Samantha Power se apodera de la figura de Sergio Vieira de Mello. Este diplomático brasileño había sido Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos antes de morir asesinado en Iraq, en 2003, cuando esperaba convertirse en Secretario General de las Naciones Unidas. Power le dedica una entusiasta biografía, titulada «Mantener la llama: Sergio Vieira de Mello y la lucha por salvar el mundo» (sic). También ejerce su influencia sobre otro oportunista, el francés Bernard Kouchner, quien reemplazó a de Mello como representante especial del secretario general de la ONU en Kosovo (1999-2001) y fue posteriormente designado por Washington como ministro de Relaciones Exteriores de Nicolas Sarkozy (2007-2010).
Samantha Power milita en varias organizaciones intervencionistas, principalmente en el International Crisis Group del multimillonario húngaro-estadounidense George Soros y el Genocide Intervention Network, que ha pasado a llamarse United to End Genocide.
Samantha Power & Cass Sunstein
Autor prolijo —escribe varios libros al año y publica numerosos artículos de opinión en diarios importantes—, Cass Sunstein opina sobre cualquier cosa, desde los impuestos hasta los derechos de los animales. Es, ampliamente, el profesor universitario más citado en la prensa estadounidense. Lo cual no tiene absolutamente nada de sorprendente ya que se ha pronunciado sistemáticamente a favor del poder del Estado en contra de las personas sometidas a procesos judiciales, tanto respaldando las comisiones militares de George W. Bush en Guantánamo como luchando contra la Primera Enmienda (libertad de expresión).
Localización de Guantánamo
En otras palabras, mientras Samantha Power canta loas a los «Derechos Humanos» y se convierte en la referencia intelectual en la materia, su esposo Cass Sunstein se opone a ellos con todas sus fuerzas y se convierte en referencia jurídica sobre ese tema. Entre los dos son capaces de defender cualquier cosa y lo contrario con el mismo ardor, siempre y cuando ello sea útil a sus intereses.
En septiembre de 2015, el presidente Obama adoptará el «paternalismo liberal» como nueva política e impartirá a su administración instrucciones para multiplicar las «contribuciones».
Durante la campaña electoral de 2007-2008, Sunstein redacta con Adrian Vermeule un trabajo destinado a las universidades de Chicago y Harvard, trabajo que se impondrá como doctrina a la administración Obama para luchar contra las «teorías conspirativas» —o sea, contra el cuestionamiento de la retórica oficial— y que inspirará posteriormente al presidente francés François Hollande y la Fundación Jean-Jaures. En nombre de la «Libertad» ante el extremismo, los autores definen en ese trabajo un programa para aniquilar esta oposición:
«Podemos imaginar fácilmente una serie de posibles respuestas.
4. El gobierno podría contratar partes privadas creíbles para que se impliquen en un contradiscurso.
5. El gobierno podría implicarse en la comunicación informal con las terceras partes y estimularlas».
La dictadura con guantes de terciopelo inicia su marcha.
El presidente Obama nombrará a Cass Sunstein a la cabeza del OIRA, una oficina de la Casa Blanca encargada de simplificar los trámites administrativos.
Pero Sunstein pasará el primer año haciendo otra cosa: busca argumentos económicos para justificar la necesidad de luchar contra las emisiones de carbono que pueden provocar un calentamiento climático. Buena noticia para el presidente Obama, quien redactó —cuando trabajaba para el ex-vicepresidente Al Gore y su socio financiero David Blood— los estatutos de la Climate Exchange Ltd y los del Mercado Climático de Chicago (CCX). El presidente francés François Hollande y su ministro de Relaciones Exteriores Laurent Fabius utilizarán esos argumentos para preparar la 2015 United Nations Climate Change Conference y enriquecer a sus amigos.
David Blood & Al Gore, dos sujetos poco recomendables. Si los ven por la calle, no pierdan de vista sus carteras.
2015 United Nations Climate Change Conference, una monumental estafa para construir/expandir el NWO. Quieren poner un impuesto al carbono para que tengamos que pagar por respirar. Es la madre de todas las esclavitudes.
Samantha Power:
de la posición de universitaria de moda,
a la de mujer del poder
Volvamos a la campaña electoral. En una entrevista, Samantha Power describe a Hillary Clinton, la entonces rival de Obama en la carrera por la investidura demócrata, como «un monstruo» capaz de ensuciar a cualquiera con mentiras con tal de ganarse un puesto (alusión a la polémica electoral sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN), incidente que la obliga a dimitir. Su mentor Richard Holbrooke —quien encubrió el genocidio en Timor Oriental— servirá posteriormente de intermediario entre Clinton y Power para resolver el diferendo entre ambas.
Durante la transición presidencial, Samantha Power trabaja con el futuro consejero de seguridad nacional Thomas E. Donilon y con Wendy Sherman en la preparación de la sucesión en el Departamento de Estado. Pero al final no será la joven señora Power-Sunstein sino Hillary Clinton —de 64 años, ex-first lady y ex-senadora— quien se convertirá en Secretaria de Estado del presidente Obama.
Samantha Power pasa entonces a ser asistente especial del presidente y directora del Buró de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Casa Blanca. Desde esas posiciones obtiene para David Pressman, un ex-asistente de Madeleine Albright, el puesto de director de Crímenes de Guerra y Atrocidades en el Consejo de Seguridad Nacional. Pressman había creado, con John Prendergast, NOT ON OUR WATCH, una organización para difundir la idea de que existía un genocidio en Darfur, y había enredado en esa tarea a una serie de figuras de Hollywood, como George Clooney y Matt Damon.
Power también logra convencer a Obama de crear un Consejo para la Prevención de Atrocidades que reúne en su seno varias agencias estadounidenses. Extrañamente ese organismo no ha publicado absolutamente ningún informe y se ha limitado a un solo encuentro en el Congreso. Lo único que se sabe de ese Consejo es que se felicitó por el éxito de la operación en Kenya, lo cual remite al viaje a África que la CIA y Samantha Power organizaron para el senador Obama. Pero la mencionada operación fue un cambio de régimen que, lejos de evitar un genocidio, se concretó al precio de masacres tribales cuidadosamente provocadas. Finalmente, ese Consejo parece haberse desvanecido cuando el Emirato Islámico inició la limpieza étnica en el Sunistán iraquí.
En octubre de 2009, Samantha Power escribe la parte esencial del discurso de Obama para la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz. Power desarrolla en ese texto la idea de una ética de geometría variable: un presidente tiene que utilizar la fuerza y por desgracia no puede actuar como un Mahatma Gandhi o un Martin Luther King.
En el Consejo de Seguridad Nacional, Power conoce al asistente de Hillary Clinton enfrascado en la preparación de la «primavera árabe», el «ex-procónsul estadounidense» en Líbano, Jeffrey Feltman. El objetivo es derrocar los regímenes laicos árabes (Túnez, Egipto, Libia, Siria y Argelia), sean o no aliados de Estados Unidos, para empoderar a la Hermandad Musulmana.
Cuando Muamar el Gadafi declara que su país está siendo víctima de un ataque de al-Qaeda, envía su ejército a Bengasi con órdenes de recuperar las bases militares que los terroristas habían tomado y anuncia enfáticamente que si no se rinden hará «correr ríos de sangre», Samantha Power ya tiene listo un discurso. Las agencias de prensa occidentales hacen creer que una revolución popular está teniendo lugar en Libia y que Gadafi se dispone a masacrar a su propio pueblo. Así que Estados Unidos tiene que evitar el genocidio que se prepara. Rápidamente se pone en marcha la guerra contra Libia, planificada desde el año 2001. La operación costará las vidas de 160.000 personas y dejará además 4 millones de desplazados.
Durante la transición presidencial, Samantha Power trabaja con el futuro consejero de seguridad nacional Thomas E. Donilon y con Wendy Sherman en la preparación de la sucesión en el Departamento de Estado. Pero al final no será la joven señora Power-Sunstein sino Hillary Clinton —de 64 años, ex-first lady y ex-senadora— quien se convertirá en Secretaria de Estado del presidente Obama.
Wendy Sherman y Thomas E. Donilon
Samantha Power pasa entonces a ser asistente especial del presidente y directora del Buró de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Casa Blanca. Desde esas posiciones obtiene para David Pressman, un ex-asistente de Madeleine Albright, el puesto de director de Crímenes de Guerra y Atrocidades en el Consejo de Seguridad Nacional. Pressman había creado, con John Prendergast, NOT ON OUR WATCH, una organización para difundir la idea de que existía un genocidio en Darfur, y había enredado en esa tarea a una serie de figuras de Hollywood, como George Clooney y Matt Damon.
Dice Madeleine, que el mundo es un desastres... Al que han contribuido los Estados Unidos con sus políticas criminales, más que nadie.
Power también logra convencer a Obama de crear un Consejo para la Prevención de Atrocidades que reúne en su seno varias agencias estadounidenses. Extrañamente ese organismo no ha publicado absolutamente ningún informe y se ha limitado a un solo encuentro en el Congreso. Lo único que se sabe de ese Consejo es que se felicitó por el éxito de la operación en Kenya, lo cual remite al viaje a África que la CIA y Samantha Power organizaron para el senador Obama. Pero la mencionada operación fue un cambio de régimen que, lejos de evitar un genocidio, se concretó al precio de masacres tribales cuidadosamente provocadas. Finalmente, ese Consejo parece haberse desvanecido cuando el Emirato Islámico inició la limpieza étnica en el Sunistán iraquí.
En octubre de 2009, Samantha Power escribe la parte esencial del discurso de Obama para la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz. Power desarrolla en ese texto la idea de una ética de geometría variable: un presidente tiene que utilizar la fuerza y por desgracia no puede actuar como un Mahatma Gandhi o un Martin Luther King.
En el Consejo de Seguridad Nacional, Power conoce al asistente de Hillary Clinton enfrascado en la preparación de la «primavera árabe», el «ex-procónsul estadounidense» en Líbano, Jeffrey Feltman. El objetivo es derrocar los regímenes laicos árabes (Túnez, Egipto, Libia, Siria y Argelia), sean o no aliados de Estados Unidos, para empoderar a la Hermandad Musulmana.
Cuando Muamar el Gadafi declara que su país está siendo víctima de un ataque de al-Qaeda, envía su ejército a Bengasi con órdenes de recuperar las bases militares que los terroristas habían tomado y anuncia enfáticamente que si no se rinden hará «correr ríos de sangre», Samantha Power ya tiene listo un discurso. Las agencias de prensa occidentales hacen creer que una revolución popular está teniendo lugar en Libia y que Gadafi se dispone a masacrar a su propio pueblo. Así que Estados Unidos tiene que evitar el genocidio que se prepara. Rápidamente se pone en marcha la guerra contra Libia, planificada desde el año 2001. La operación costará las vidas de 160.000 personas y dejará además 4 millones de desplazados.
Muamar el Gadafi, masacrado impunemente por Occidente
La representante permanente de Estados Unidos, Samantha Power, en el Consejo de Seguridad de la ONU junto al subsecretario general y director de Asuntos Políticos de Naciones Unidas, el también estadounidense Jeffrey Feltman.
Embajadora en la ONU y
líder de los halcones liberales
Durante su segundo mandato presidencial, Barack Obama trata de deshacerse de los belicistas que conspiran a sus espaldas. Arregla el arresto, con esposas y todo, del general David Petraeus, director de la CIA, y saca a Hillary Clinton del Departamento de Estado. La soñada dirección del Departamento de Estado está nuevamente disponible, pero el presidente Obama nombra a John Kerry —de 70 años, con 28 años como senador, y ex candidato a la presidencia de Estados Unidos. Con 43 años y sin haber ocupado nunca un cargo sometido a la voluntad de los electores, Samantha Power logra obtener el puesto de embajadora en la ONU.
Hasta aquí, Power se había mostrado obediente, respaldando la «primavera árabe» pero aceptando el acuerdo con Rusia durante la Conferencia de Ginebra. En la ONU, vuelve a encontrarse con el ex-asistente de Hillary Clinton, Jeffrey Feltman, ahora convertido en director de Asuntos Políticos de la organización, o sea en el verdadero mandamás de las Naciones Unidas. A partir de su nominación, en junio de 2012, Feltman organiza por debajo de la mesa el sabotaje contra el Comunicado de Ginebra por parte de la secretaria de Estado. Feltman es un tipo hábil y no tardará en reclutar a la ambiciosa embajadora Power, sumándola a su bando a espaldas del nuevo secretario de Estado, John Kerry.
El plan es simple: Power tendrá que ganar tiempo frente a los rusos y los iraníes, mientras que Feltman tentará a Arabia Saudita y Turquía con un proyecto de rendición total e incondicional de la República Árabe Siria y los generales Petraeus y Allen organizan la guerra secreta para derrocar a Bashar al-Asad. Si todo funciona bien, Estados Unidos obtendrá la victoria, Rusia será expulsada del Medio Oriente, se mantendrá el embargo contra Irán y el presidente Obama se verá ante los hechos consumados.
Efectivamente, Samantha Power hará fracasar todos los intentos de alcanzar una solución política en Siria.
Sobre el tema sirio, Samantha Power comienza rápidamente a trabajar con la Syrian Emergency Task Force, que se presenta como un grupo de sirios revolucionarios que tratan de sensibilizar a los dirigentes estadounidenses. Pero ese grupo está en realidad bajo la dirección de Mouaz Moustafa, un palestino miembro de la Hermandad Musulmana, ex-asistente parlamentario de John McCain y ex-periodista de Al-Jazeera, que trabaja para el Washington Institute for Near East Policy (el tanque pensante del AIPAC) y está implicado en los diversos países que han sido blanco de la «primavera árabe». Este personaje dirigió la televisión Sawatel, creada en Egipto para poner a Mohamed Morsi en el poder y dirigió después el Libyan Council of North America. Fue precisamente Mouaz Moustafa quien organizó el viaje de John McCain a Siria, en mayo de 2013, y el encuentro de ese senador estadounidense con el futuro califa del Emirato Islámico.
El plan es simple: Power tendrá que ganar tiempo frente a los rusos y los iraníes, mientras que Feltman tentará a Arabia Saudita y Turquía con un proyecto de rendición total e incondicional de la República Árabe Siria y los generales Petraeus y Allen organizan la guerra secreta para derrocar a Bashar al-Asad. Si todo funciona bien, Estados Unidos obtendrá la victoria, Rusia será expulsada del Medio Oriente, se mantendrá el embargo contra Irán y el presidente Obama se verá ante los hechos consumados.
Efectivamente, Samantha Power hará fracasar todos los intentos de alcanzar una solución política en Siria.
Sobre el tema sirio, Samantha Power comienza rápidamente a trabajar con la Syrian Emergency Task Force, que se presenta como un grupo de sirios revolucionarios que tratan de sensibilizar a los dirigentes estadounidenses. Pero ese grupo está en realidad bajo la dirección de Mouaz Moustafa, un palestino miembro de la Hermandad Musulmana, ex-asistente parlamentario de John McCain y ex-periodista de Al-Jazeera, que trabaja para el Washington Institute for Near East Policy (el tanque pensante del AIPAC) y está implicado en los diversos países que han sido blanco de la «primavera árabe». Este personaje dirigió la televisión Sawatel, creada en Egipto para poner a Mohamed Morsi en el poder y dirigió después el Libyan Council of North America. Fue precisamente Mouaz Moustafa quien organizó el viaje de John McCain a Siria, en mayo de 2013, y el encuentro de ese senador estadounidense con el futuro califa del Emirato Islámico.
Mouaz Moustafa a la derecha de la imagen, organizó el viaje de McCain (a su izquierda) a Siria
Cuando la prensa occidental se entera del ataque químico en las cercanías de Damasco y lo presenta como una acción del «régimen de Bashar» contra su «oposición democrática», Samantha Power encuentra al fin la oportunidad de defender poblaciones vulnerables. En una conferencia en el Center for American Progress, se pronuncia a favor de «bombardeos limitados para prevenir e impedir el uso futuro de armas químicas». Pero, ya informada de que todo es una operación bajo bandera falsa de los servicios secretos turcos tendiente a implicar a la OTAN en la guerra, la Casa Blanca le ordena no hacer nada. Atrapada entre su retórica humanitaria, sus compromisos con Feltman y su deber de lealtad al presidente, Power se va con su esposo a un festival de cine en Irlanda mientras que el Consejo de Seguridad de la ONU debate el tema.
La bella retórica de Samantha Power sobre los derechos humanos resulta en un triunfo cuando el Emirato Islámico ataca Iraq. Con ella, Estados Unidos logra forzar el primer ministro iraquí recién electo, Nuri al-Maliki, a dimitir sin tener que mencionar su violación del embargo estadounidense sobre el armamento iraní ni sus ventas de petróleo a China sin uso del dólar. También permite justificar la creación de la coalición internacional contra el Emirato Islámico que, por supuesto, siguiendo instrucciones impartidas por Feltman a la ONU y del general Petraeus, en vez de bombardear el grupo yijadista, le lanza en paracaídas cargamentos de armas y municiones a lo largo de un año.
Pero Samantha Power acaba viéndose obligada a mostrar sus cartas durante la intervención militar rusa en Siria. En una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, la señora Power reclama una intervención estadounidense y entra en conflicto con Robert Malley, responsable del Medio Oriente en el seno del Consejo.
Robert Malley es el hijo del periodista francófono y fundador de la revista Afrique Asie, Simon Malley, y de Barbara Malley, ex-colaboradora del FLN argelino. Robert Malley milita en contra del imperialismo de Estados Unidos pero es favorable a un liderazgo estadounidense con los Estados en vías de desarrollo y desempeñó un papel importante en las negociaciones con Irán. Y conoce bien al presidente sirio Bashar al-Asad, con quien se ha entrevistado en numerosas ocasiones. Resulta por consiguiente imposible hacerle tragar el cuento del tirano-que-asesina-a-su-propio-pueblo. Malley subraya que la República Árabe Siria, con el respaldo de Rusia, ha ganado y que ya es hora de pactar la paz. Power finge aceptar, pero la CIA ya ha iniciado una nueva guerra, ahora destinada a crear un Kurdistán en el norte de Siria, en un territorio que incluye un 70% de tierras no habitadas por kurdos.
Al igual que su esposo, el «paternalista liberal» Cass Sunstein, Samantha Power se define recurriendo a un oxímoron cuando se proclama, con toda la seriedad del mundo, «idealista maquiavélica».
Fuente: http://www.voltairenet.org/article189206.html#nh15
La bella retórica de Samantha Power sobre los derechos humanos resulta en un triunfo cuando el Emirato Islámico ataca Iraq. Con ella, Estados Unidos logra forzar el primer ministro iraquí recién electo, Nuri al-Maliki, a dimitir sin tener que mencionar su violación del embargo estadounidense sobre el armamento iraní ni sus ventas de petróleo a China sin uso del dólar. También permite justificar la creación de la coalición internacional contra el Emirato Islámico que, por supuesto, siguiendo instrucciones impartidas por Feltman a la ONU y del general Petraeus, en vez de bombardear el grupo yijadista, le lanza en paracaídas cargamentos de armas y municiones a lo largo de un año.
Pero Samantha Power acaba viéndose obligada a mostrar sus cartas durante la intervención militar rusa en Siria. En una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, la señora Power reclama una intervención estadounidense y entra en conflicto con Robert Malley, responsable del Medio Oriente en el seno del Consejo.
Robert Malley es el hijo del periodista francófono y fundador de la revista Afrique Asie, Simon Malley, y de Barbara Malley, ex-colaboradora del FLN argelino. Robert Malley milita en contra del imperialismo de Estados Unidos pero es favorable a un liderazgo estadounidense con los Estados en vías de desarrollo y desempeñó un papel importante en las negociaciones con Irán. Y conoce bien al presidente sirio Bashar al-Asad, con quien se ha entrevistado en numerosas ocasiones. Resulta por consiguiente imposible hacerle tragar el cuento del tirano-que-asesina-a-su-propio-pueblo. Malley subraya que la República Árabe Siria, con el respaldo de Rusia, ha ganado y que ya es hora de pactar la paz. Power finge aceptar, pero la CIA ya ha iniciado una nueva guerra, ahora destinada a crear un Kurdistán en el norte de Siria, en un territorio que incluye un 70% de tierras no habitadas por kurdos.
Al igual que su esposo, el «paternalista liberal» Cass Sunstein, Samantha Power se define recurriendo a un oxímoron cuando se proclama, con toda la seriedad del mundo, «idealista maquiavélica».
Fuente: http://www.voltairenet.org/article189206.html#nh15
Miguel Ángel, veo en un comentario de una noticia de Actuall que apoyas a VOX, vaya sorpresa. No sé si sabes que VOX es un partido de valores (no de principios o virtudes) que los que se me ocurren son los de la bolsa, individualista-liberal (como fue siempre el PP, de hecho Abascal dice que el PP de antes del 2008 era "el bueno")... y en la cuestión del aborto como reflejo de ello son contradictorios: unos hablan de aborto cero, otros de "supuestos" (pffffsss)... y ninguno de ningún tipo de penalización. Y en lo demás son lo típico: OTANistas, UEvones, anglo-gringo-sionistas internacionales... con lo prorruso que eres tú. Que no te la peguen, hombre. Si acaso están bien en lo de acabar con las CCAA.
ResponderEliminarDe hecho, los que podrían valer algo como Fernando Paz o el nieto de Piñar (éste menos) se piraron (aunque este último sigue pidiendo el voto para ese partido)... es el mismo partido que despreció a Impulso Social porque eran pequeños mientras se abrían a C's o UPyD porque tenían posibilidades... menudos "valores". Y el mismo Abascal ha abierto sus puertas a Aguirre o Aznar, según publicaron en la Gaceta, que no es precisamente un medio hostil a VOX (de hecho, yo la noticia la saqué del twitter oficial de VOX).
¿Te fías de esos de Hazte Oir, Actuall... que eran los mismos que pedían siempre el voto para el PP y ahora te ponen a VOX? Si son todos una terminal del anglosionismo, la CIAcracia. Ellos mismos dicen que no son "antisistema". Abascal es otro que lleva su vida viviendo de la política (aunque reconozco que se jugó la vida en Vascongadas y por eso es mejor que Carromero, pero por lo demás es humo, que dice lo que quieres oír según dice en el enlace que dejo más abajo su amigo Piñar).
En fin... coño apoya a los carlistas, AES, Falange de las JONS que ésos sí son de fiar en lo que defienden... pero, ¿éstos?
Te dejo unos enlaces:
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/politica/667172-santiago-abascal-lider-de-vox-abre-puertas-de-partido-a-aznar.html
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/politica/703758-vox-e-israel.html
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/politica/690078-ivan-espinosa-cabeza-de-vox-inmigracion-y-otras-cosas.html
http://elalcaldedezalamea.blogspot.com.es/2015/07/por-que-ya-no-puedo-militar-en-vox.html
¿Y qué remedio? De todas formas no tengo decidido el voto aún, pero sí que votaré. Y lo voy a hacer a alguien que tenga cierta relevancia, porque sino seguiría en mi abstencionismo de siempre, y a otra cosa. Pero empiezo a sentir que la abstención es contraproducente, tal como están las cosas. Así que, votaré. Pero aún no sé a quien. VOX es de lo mejorcito, dentro de los que pueden alcanzar unos cuantos miles de votos. Pero si no es suficiente, votaré a otros...
ResponderEliminarBueno, Miguel Ángel, es que los que tienen cierta relevancia suelen ser los sistémicos... si no se apoya a los que están contra el Sistema y que dicen la verdad, entonces seguro que jamás sacaran la cabeza, pero bueno, yo te lo decía para que al menos lo vieses y te dé que pensar (mira los enlaces que te he dejado), porque veo en los comentarios de varias páginas de contenido católico que se dejan engañar de nuevo con lo mismo de siempre pero más duro.
ResponderEliminarUn saludo.
No, no te preocupes. Estoy al tanto del carácter sistémico de todos esos partidos políticos. El problema es que empiezo a creer, que fuera del sistema aún es peor. Precisamente porque lo peorcito de la política española quieren vulnerar el sistema y convertirlo en algo aún más siniestro. Por tanto...
ResponderEliminarSi tú crees que la CT, la CTC, AES, Falanges, que son de lo que yo hablo, son peores que el Sistema, pues entonces lo dejo, y a "disfrutar" de la OTAN, usura...
ResponderEliminarPero esas formaciones no forman parte del sistema, aunque hayan aceptado el estatus quo... Y por cierto, no tienen ninguna posibilidad de prosperar. La prueba es que estando en la propia Falange te dan libertad para que votes a quien quieras, por lo mismo...
ResponderEliminarPues entonces no sé por qué dices que lo de fuera del Sistema es peor. Aquí está claro que las cosas no van a cambiar porque la gente, por unas cosas o por otras, siempre tiene alguna excusa para justificar a la caca... al final tanta tontería y crítica para acabar apoyando a los Aznaristas/Aguirristas. Es como vivir en el 36 y justificar el voto a la CEDA cuando se sabe que eran parte del Sistema... cuando los buenos fueron otros, como se demostró después (y esos otros tampoco tenían grandes posibilidades en las elecciones) en fin, lo dejo. Cada cual que se suicide como quiera.
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