El general Curtis Scaparrotti ha sido designado Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN. Hasta ahora estuvo a cargo de la lucha contra los comunistas en Corea y se convierte en sucesor del general Philip M. Breedlove, quien veía invasiones rusas por todos lados. Como siempre, Estados Unidos sigue imponiendo sus propios temores a sus aliados.
El general Curtis Michael «Mike» Scaparrotti
Tenemos un nuevo Comandante Supremo aliado en Europa: el general Curtis Scaparrotti, de las fuerzas terrestres de Estados Unidos. Ha sido seleccionado siguiendo el democrático procedimiento de la OTAN. El presidente Obama —simultáneamente jefe de Estado, jefe de gobierno y comandante en jefe de las fuerzas armadas— ha nombrado al general Scaparrotti comandante del mando de Estados Unidos en Europa, cargo que da a ese general estadounidense el derecho de asumir al mismo tiempo el puesto de Comandante Supremo Aliado en Europa. El Consejo del Atlántico Norte, que se compone de los representantes de los 28 países miembros de la OTAN, aprobó de inmediato la nominación.
Se mantiene así la «tradición» en virtud de la cual el Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa siempre es un general o un almirante estadounidense, lo que permite a Estados Unidos controlar la OTAN a través de su propia cadena de mando. De esa manera Estados Unidos tiene en sus manos los demás mandos fundamentales. En Afganistán, el general estadounidense Nicholson asumió el mando de la misión de la OTAN «Apoyo decidido», reemplazando al general estadounidense Campbell.
Al mismo tiempo, la OTAN firmó con Kuwait el «Acuerdo de tránsito» que permite crear el primer «hub» (escala aeroportuaria de tránsito) de la alianza atlántica en el Golfo. Esto servirá no sólo para incrementar el envío de fuerzas y de material de guerra a Afganistán sino también para reforzar la «cooperación práctica de la OTAN con Kuwait y con otros socios de la ICI (Iniciativa de Cooperación de Estambul, siglas en inglés), como Arabia Saudita», socios que Estados Unidos respalda secretamente en la guerra que está masacrando a los civiles en Yemen.
En base a un plan del Pentágono aprobado por el presidente Obama, según reporta el New York Times, se creó un grupo de planificación que se compone de 45 oficiales estadounidenses, bajo las órdenes del general Mundy, del United States Marine Corps, que entrega a Arabia Saudita y sus aliados los datos, recogidos por drones espías, sobre los objetivos a eliminar en Yemen y entrena, con fuerzas especiales, unidades anfibias de los Emiratos Árabes Unidos con vista a un desembarco en Yemen.
En ese marco adquiere particular importancia la decisión del presidente Obama de poner al general Joseph Votel, jefe del Mando de Operaciones Especiales, a la cabeza del Mando Central de los Estados Unidos (en inglés: United States Central Comande, USCENTCOM), cuya «área de responsabilidad» abarca el Medio Oriente, Asia Central y Egipto. Esto confirma, como subrayaba en 2012 el Washington Post, «la predilección de la administración Obama por el espionaje y la acción encubierta más que por el uso de la fuerza convencional».
Es el presidente de Estados Unidos, según reportaba en 2012 el New York Times en una investigación posteriormente confirmada por otra realizada en 2015, quien aprueba personalmente la «kill list», constantemente actualizada, en la que aparecen personas del mundo entero, consideradas peligrosas para Estados Unidos y sus intereses, y por ello condenadas secretamente a muerte bajo la acusación de terrorismo.
Aunque con su reciente entrevista a la publicación The Atlantic Obama se sacó del zapato algunos escrúpulos, todavía quedan verdaderas rocas que siguen pesando sobre su administración, al igual que sobre las anteriores. Entre estas se halla, como puede verse en los correos electrónicos de Hillary Clinton, la autorización secreta de Obama a la operación secreta en Libia, coordinada con el ataque de la OTAN desde el exterior. El verdadero objetivo de toda la operación era impedir el plan de Gadafi de crear una moneda africana, como alternativa al dólar y al franco CFA, iniciativa que resultaba perjudicial para las transnacionales y los grupos financieros occidentales.
La orden de destruir el Estado libio vino, incluso antes que del presidente de Estados Unidos y la jerarquía de sus aliados, de la cúpula del poder económico y financiero, del famoso 1% cuyas posesiones superan las del 99% de la población mundial.
Se mantiene así la «tradición» en virtud de la cual el Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa siempre es un general o un almirante estadounidense, lo que permite a Estados Unidos controlar la OTAN a través de su propia cadena de mando. De esa manera Estados Unidos tiene en sus manos los demás mandos fundamentales. En Afganistán, el general estadounidense Nicholson asumió el mando de la misión de la OTAN «Apoyo decidido», reemplazando al general estadounidense Campbell.
Al mismo tiempo, la OTAN firmó con Kuwait el «Acuerdo de tránsito» que permite crear el primer «hub» (escala aeroportuaria de tránsito) de la alianza atlántica en el Golfo. Esto servirá no sólo para incrementar el envío de fuerzas y de material de guerra a Afganistán sino también para reforzar la «cooperación práctica de la OTAN con Kuwait y con otros socios de la ICI (Iniciativa de Cooperación de Estambul, siglas en inglés), como Arabia Saudita», socios que Estados Unidos respalda secretamente en la guerra que está masacrando a los civiles en Yemen.
En base a un plan del Pentágono aprobado por el presidente Obama, según reporta el New York Times, se creó un grupo de planificación que se compone de 45 oficiales estadounidenses, bajo las órdenes del general Mundy, del United States Marine Corps, que entrega a Arabia Saudita y sus aliados los datos, recogidos por drones espías, sobre los objetivos a eliminar en Yemen y entrena, con fuerzas especiales, unidades anfibias de los Emiratos Árabes Unidos con vista a un desembarco en Yemen.
En ese marco adquiere particular importancia la decisión del presidente Obama de poner al general Joseph Votel, jefe del Mando de Operaciones Especiales, a la cabeza del Mando Central de los Estados Unidos (en inglés: United States Central Comande, USCENTCOM), cuya «área de responsabilidad» abarca el Medio Oriente, Asia Central y Egipto. Esto confirma, como subrayaba en 2012 el Washington Post, «la predilección de la administración Obama por el espionaje y la acción encubierta más que por el uso de la fuerza convencional».
Es el presidente de Estados Unidos, según reportaba en 2012 el New York Times en una investigación posteriormente confirmada por otra realizada en 2015, quien aprueba personalmente la «kill list», constantemente actualizada, en la que aparecen personas del mundo entero, consideradas peligrosas para Estados Unidos y sus intereses, y por ello condenadas secretamente a muerte bajo la acusación de terrorismo.
Aunque con su reciente entrevista a la publicación The Atlantic Obama se sacó del zapato algunos escrúpulos, todavía quedan verdaderas rocas que siguen pesando sobre su administración, al igual que sobre las anteriores. Entre estas se halla, como puede verse en los correos electrónicos de Hillary Clinton, la autorización secreta de Obama a la operación secreta en Libia, coordinada con el ataque de la OTAN desde el exterior. El verdadero objetivo de toda la operación era impedir el plan de Gadafi de crear una moneda africana, como alternativa al dólar y al franco CFA, iniciativa que resultaba perjudicial para las transnacionales y los grupos financieros occidentales.
La orden de destruir el Estado libio vino, incluso antes que del presidente de Estados Unidos y la jerarquía de sus aliados, de la cúpula del poder económico y financiero, del famoso 1% cuyas posesiones superan las del 99% de la población mundial.
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