Presentado en Occidente como la realización de una simpática utopía, «Rojava» es en realidad un Estado colonial, fruto de la voluntad de Washington que lo impone sin importarle su costo en sangre. El objetivo es, en este caso, expulsar a las poblaciones originarias del norte de Siria y remplazarlas con gente que no nació allí. Es una operación de limpieza étnica en la que el Pentágono y la CIA utilizan combatientes de la extrema izquierda europea. Thierry Meyssan revela ese proyecto sin sentido que viene aplicándose desde hace año y medio.
En febrero de 2016, el presidente Obama envió el «Zar antiterrorista» de la Casa Blanca, Brett McGurk, a supervisar la batalla de Ayn al-Arab (Kobane). McGurk (a la izquierda en la foto) recibió entonces una condecoración otorgada por las YPG, cuya matriz —el PKK turco— está catalogada por Washington como organización «terrorista».
El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) era una organización marxista-leninista que contaba con el respaldo de la Unión Soviética y luchaba contra las dictaduras de los generales turcos kemalistas, miembros de la OTAN. El PKK liberó a las mujeres y se unió a las luchas progresistas. Con ayuda del presidente sirio Hafez al-Assad, instaló un campo de formación militar en el Valle de la Becá, bajo la protección de la fuerza de paz siria desplegada entonces en Líbano. El campamento del PKK estaba al lado del campamento del FPLP palestino.
En aquellos tiempos el PKK no hallaba calificativos lo suficientemente duros contra el «imperialismo americano».
En el momento de la disolución de la URSS, el PKK contaba con más de 10.000 soldados, dedicados a la actividad militar a tiempo completo, y más de 75.000 reservistas. Aquella guerra de liberación destruyó más 3.000 localidades y dejó más de 2 millones de desplazados. Pero fracasó, a pesar de aquel enorme sacrificio.
Arrestado en Kenya, en 1999, durante una operación conjunta de los servicios de inteligencia de Turquía, Estados Unidos e Israel, el líder histórico de la rebelión kurda, Abdullah Öcalan, fue entregado al gobierno turco y encarcelado en la isla de Imrali, en el Mar de Mármara. Se produjo entonces un derrumbe del PKK, dividido entre su jefe encarcelado —favorable a una negociación de paz— y sus lugartenientes para quienes la guerra se había convertido en un modo de vida. Hubo aún algunos atentados, de los que no se sabe cuáles fueron obra de los combatientes del PKK que rechazaban el desarme o de una fracción de la gendarmería turca, el JITEM, igualmente contraria al cese de hostilidades.
Al inicio de la «primavera árabe», Abdullah Öcalan reconstruyó el PKK desde su celda, alrededor de una nueva ideología. A raíz de sus negociaciones secretas con la OTAN, en la prisión de Imrali, Öcalan abandonó el marxismo-leninismo para pasar al «municipalismo libertario». El hombre que siempre había luchado contra Turquía para crear su propio Estado, el Kurdistán, pasó a considerar que todo Estado es en sí una herramienta de opresión.
Los militantes del PKK obligados a huir de Turquía durante la guerra civil habían encontrado refugio en el norte de Siria. En nombre de su pueblo, Öcalan se había comprometido por escrito a no reclamar nunca una porción de territorio sirio. En 2011, al inicio de la guerra que Occidente desató contra Siria, los kurdos constituyeron milicias para defender el país que los había acogido y les había otorgado su nacionalidad.
Pero el 31 de octubre de 2014, Salih Muslin, uno de los dos copresidentes de las YPG, la rama siria del PKK, participó en una reunión secreta, en la sede de la presidencia de la República Francesa, con el presidente francés François Hollande y con el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, quienes le prometieron convertirlo en jefe de Estado si se comprometía a crear un Estado kurdo… en Siria.
De inmediato, la coalición internacional que Estados Unidos acababa de crear —supuestamente para combatir al Emirato Islámico (Daesh)— aportó su respaldo a las YPG, garantizándoles dinero, entrenamiento, armas y consejeros militares. Terminaron allí las grandes declaraciones contra Washington, ahora convertido en un excelente aliado. La organización kurda inició entonces la expulsión de los habitantes de las regiones que le interesaba controlar.
«La guerra es la paz/La libertad es la esclavitud/La ignorancia es fuerza». George Orwell, 1984.En los años 1980s, la sociedad kurda era extremadamente feudal y patriarcal. Se veía postergada en un profundo subdesarrollo, lo cual llevó a algunos kurdos a sublevarse contra las continuas dictaduras militares de Ankara.
El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) era una organización marxista-leninista que contaba con el respaldo de la Unión Soviética y luchaba contra las dictaduras de los generales turcos kemalistas, miembros de la OTAN. El PKK liberó a las mujeres y se unió a las luchas progresistas. Con ayuda del presidente sirio Hafez al-Assad, instaló un campo de formación militar en el Valle de la Becá, bajo la protección de la fuerza de paz siria desplegada entonces en Líbano. El campamento del PKK estaba al lado del campamento del FPLP palestino.
En aquellos tiempos el PKK no hallaba calificativos lo suficientemente duros contra el «imperialismo americano».
En el momento de la disolución de la URSS, el PKK contaba con más de 10.000 soldados, dedicados a la actividad militar a tiempo completo, y más de 75.000 reservistas. Aquella guerra de liberación destruyó más 3.000 localidades y dejó más de 2 millones de desplazados. Pero fracasó, a pesar de aquel enorme sacrificio.
Arrestado en Kenya, en 1999, durante una operación conjunta de los servicios de inteligencia de Turquía, Estados Unidos e Israel, el líder histórico de la rebelión kurda, Abdullah Öcalan, fue entregado al gobierno turco y encarcelado en la isla de Imrali, en el Mar de Mármara. Se produjo entonces un derrumbe del PKK, dividido entre su jefe encarcelado —favorable a una negociación de paz— y sus lugartenientes para quienes la guerra se había convertido en un modo de vida. Hubo aún algunos atentados, de los que no se sabe cuáles fueron obra de los combatientes del PKK que rechazaban el desarme o de una fracción de la gendarmería turca, el JITEM, igualmente contraria al cese de hostilidades.
Al inicio de la «primavera árabe», Abdullah Öcalan reconstruyó el PKK desde su celda, alrededor de una nueva ideología. A raíz de sus negociaciones secretas con la OTAN, en la prisión de Imrali, Öcalan abandonó el marxismo-leninismo para pasar al «municipalismo libertario». El hombre que siempre había luchado contra Turquía para crear su propio Estado, el Kurdistán, pasó a considerar que todo Estado es en sí una herramienta de opresión.
Los militantes del PKK obligados a huir de Turquía durante la guerra civil habían encontrado refugio en el norte de Siria. En nombre de su pueblo, Öcalan se había comprometido por escrito a no reclamar nunca una porción de territorio sirio. En 2011, al inicio de la guerra que Occidente desató contra Siria, los kurdos constituyeron milicias para defender el país que los había acogido y les había otorgado su nacionalidad.
Pero el 31 de octubre de 2014, Salih Muslin, uno de los dos copresidentes de las YPG, la rama siria del PKK, participó en una reunión secreta, en la sede de la presidencia de la República Francesa, con el presidente francés François Hollande y con el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, quienes le prometieron convertirlo en jefe de Estado si se comprometía a crear un Estado kurdo… en Siria.
De inmediato, la coalición internacional que Estados Unidos acababa de crear —supuestamente para combatir al Emirato Islámico (Daesh)— aportó su respaldo a las YPG, garantizándoles dinero, entrenamiento, armas y consejeros militares. Terminaron allí las grandes declaraciones contra Washington, ahora convertido en un excelente aliado. La organización kurda inició entonces la expulsión de los habitantes de las regiones que le interesaba controlar.
Publicidad estadounidense
Como hasta entonces no se había registrado ninguna batalla de las YPG contra Daesh, Estados Unidos orquestó un terrible enfrentamiento en Ayn al-Arab, localidad siria rebautizada para la propaganda con el nombre kurdo de Kobane. Incluso se invitó a la prensa extranjera para que cubriera el enfrentamiento sin peligro. Kobane está junto a la frontera que separa Siria de Turquía y los periodistas podían seguir los combates con prismáticos, desde el lado turco. Pero en realidad no se sabe lo que pasó en Ayn al-Arab porque la prensa nunca fue autorizada a entrar en esa localidad. Sólo hay imágenes captadas con teleobjetivos que, desde lejos, parecen confirmar los comunicados que relataban encarnizados combates. Fue así como Occidente concluyó unánimemente que los kurdos eran los aliados que necesitaba contra Daesh… y contra Siria.
«¡Ni Dios, ni Estado!», vengan a defender el Estado de Rojava «contra todas las fuerzas de la reacción»… junto al Imperio estadounidense.
La prensa occidental asegura que la mitad de los combatientes kurdos son mujeres, al igual que la mitad de los responsables de las diferentes instancias del PKK y de las YPG, según los estatutos de ambas organizaciones. Pero la presencia de mujeres en el terreno es extremadamente excepcional. Los periodistas afirman también que esas mujeres son el terror de los yijadistas porque estos creen que si mueren a manos de una mujer no podrán ir al paraíso. Curiosamente, esa misma prensa nunca menciona que el Ejército Árabe Sirio —las fuerzas regulares de la República Árabe Siria— también tiene batallones de mujeres.
A pesar de las apariencias, las YPG no tienen tantos combatientes como dicen. Muchos kurdos sirios ven a Estados Unidos como una potencia enemiga y a Siria como su nueva patria. Esos kurdos se niegan a apoyar las ambiciones de Salih Muslim. Por tanto, para «inflar» la cantidad de combatientes de «sus» kurdos, el Pentágono ha tenido que reforzarlos con mercenarios árabes y asirios, pero sobre todo con militantes de la extrema izquierda europea.
La prensa occidental asegura que la mitad de los combatientes kurdos son mujeres, al igual que la mitad de los responsables de las diferentes instancias del PKK y de las YPG, según los estatutos de ambas organizaciones. Pero la presencia de mujeres en el terreno es extremadamente excepcional. Los periodistas afirman también que esas mujeres son el terror de los yijadistas porque estos creen que si mueren a manos de una mujer no podrán ir al paraíso. Curiosamente, esa misma prensa nunca menciona que el Ejército Árabe Sirio —las fuerzas regulares de la República Árabe Siria— también tiene batallones de mujeres.
A pesar de las apariencias, las YPG no tienen tantos combatientes como dicen. Muchos kurdos sirios ven a Estados Unidos como una potencia enemiga y a Siria como su nueva patria. Esos kurdos se niegan a apoyar las ambiciones de Salih Muslim. Por tanto, para «inflar» la cantidad de combatientes de «sus» kurdos, el Pentágono ha tenido que reforzarlos con mercenarios árabes y asirios, pero sobre todo con militantes de la extrema izquierda europea.
La CIA, que antes embaucó y reclutó decenas de miles de jóvenes musulmanes occidentales para convertirlos en islamistas, ha reclutado ahora anarquistas europeos para crear la «Brigada Internacional de Liberación», explotando el recuerdo de las Brigadas Internacionales que lucharon contra los «nacionales» en la España de 1936, espero que tengan más éxito que entonces.
¡Venga a luchar contra el Capital en «Rojava», junto a las fuerzas especiales de Estados Unidos!
En momentos en que el emirato de al-Qaeda en Idlib y el califato del Emirato Islámico (Daesh) en Raqqa pierden terreno diariamente, la OTAN prosigue así su plan de destrucción contra la República Árabe Siria y trata de crear «Rojava» en Qamishli.
La batalla de Ayn al-Arab, en la que supuestamente jóvenes sirios defensores del califato luchaban contra jóvenes kurdos, en realidad costó la vida sobre todo a jóvenes europeos que —en ambos bandos— creían luchar por un mundo mejor. Los países de Europa se inquietan ahora ante el posible regreso de jóvenes yijadistas, pero nadie habla del regreso de jóvenes anarquistas, igualmente peligrosos. Si esto último no se menciona es probablemente porque resulta más fácil manipular a los jóvenes anarquistas para volver a utilizarlos en las próximas aventuras imperialistas.
En junio de 2015, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), nueva rama política del PKK en Turquía, recibió abundante apoyo financiero y consejería de la CIA contra el AKP de Recep Tayyip Erdoğan. Esa formación política sobrepasó inesperadamente el mínimo del 10% de votos necesario para estar representado en la Gran Asamblea Nacional de Turquía y obtuvo 80 escaños.
El 17 de marzo de 2016, las YPG proclamaron la autonomía de «Rojava», o sea de la franja de tierra que conectaría el Kurdistán iraquí con el Mediterráneo, a lo largo de la frontera entre Siria y Turquía, pero sólo del lado sirio. «Rojava» incluiría entonces parte de la región siria de Idlib, actualmente bajo control de al-Qaeda.
Por tratarse de un nuevo Estado proclamado por gente que no nació en esa tierra y en detrimento de la población autóctona, esto no es otra cosa que un proyecto colonial, comparable al Estado de Israel proclamado en Palestina por los judíos que habían comprado las tierras de los palestinos. La denominación «Rojava» fue escogida para diferenciar ese territorio del «Kurdistán», situado… en Turquía, donde fue incluso proclamado en 1920 por el Tratado de Sèvres.
Repartición de Anatolia y Tracia de acuerdo a este tratado, derogado posteriormente por el Tratado de Lausana en 1923.
En momentos en que el emirato de al-Qaeda en Idlib y el califato del Emirato Islámico (Daesh) en Raqqa pierden terreno diariamente, la OTAN prosigue así su plan de destrucción contra la República Árabe Siria y trata de crear «Rojava» en Qamishli.
La prensa occidental observa deslumbrada este «Rojava», que parece reunir todo lo que ellos consideran virtudes y que están destruyendo al propio occidente, como la ideología de género. Las YPG son un ejército, pero eso no importa. Tampoco importa que esté desplazando por la fuerza a los habitantes históricos del norte de Siria, que son los árabes y los asirios, porque —sobre el papel— ese ejército ha constituido una alianza con elementos provenientes de esas poblaciones, con los que ha formado las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).
Anarquistas europeos luchan en Siria bajo las órdenes de Estados Unidos
Los programas de las YPG sirias y del HDP turco corresponden a la estrategia militar de Estados Unidos. Desde 2001, el Pentágono tiene previsto a medio plazo el «rediseño del Medio Oriente ampliado», o sea dividir los países grandes en pequeños Estados homogéneos, incapaces de oponer resistencia ante los designios de Washington. A más largo plazo, el Pentágono planea hacer que esos pequeños Estados luchen entre sí para hacer retroceder toda la región al caos inicial.
En «Rojava» no se ha proclamado un Estado independiente porque cualquier Estado-nación ya sería un mal en sí. Según la OTAN, es sólo un Estado autónomo que tendrá que formar una confederación con otros Estados autónomos, como los que aparecerían en lugar del actual Estado-nación sirio, si se logra el derrocamiento de la República Árabe Siria. Según el principal teórico del «municipalismo», el estadounidense Murray Bookchin, para funcionar de manera democrática, las comunidades libertarias tienen que ser homogéneas. Es por eso que las supuestamente pacifistas YPG realizan actualmente la limpieza étnica en «Rojava».
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