La paz en Siria exige que se condene ‎internacionalmente la ideología de la ‎Hermandad Musulmana.

Varios proyectos de paz para Siria circulan actualmente en las cancillerías. Thierry ‎Meyssan observa que esos proyectos no corresponden al tipo de guerra que hemos visto ‎en la República Árabe Siria, estima que se basan en un análisis incompleto del ‎conflicto y precisa que quienes creen que con tales planes lograrán resolver ‎el problema no sólo se equivocan sino que además dejarán el camino abierto a una ‎nueva guerra. La prioridad del momento es lidiar con la cuestión ideológica.‎

En Siria debería producirse próximamente un fin de las hostilidades en todo el territorio nacional, ‎exceptuando sólo las zonas ocupadas por fuerzas militares de Turquía y de Estados Unidos. ‎La prensa internacional sólo habla ahora del regreso de los refugiados, de la reconstrucción de las ‎zonas devastadas y de cómo impedir el regreso de los yijadistas europeos. ‎Pero esos son problemas secundarios en relación con la importancia de otros dos que ‎no se mencionan en los medios de difusión. ‎

Inmediatamente después del 11 de septiembre de 2001, el entonces ‎secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, nombró al almirante ARTHUR K. ‎CEBROWSKI director del Buró de Transformación de la Fuerza. El almirante Cebrowski enseñó ‎de inmediato su doctrina a los generales del Pentágono y extendió su enseñanza a las ‎diferentes academias militares estadounidenses. Actualmente, la doctrina Cebrowski ‎sigue siendo la principal referencia estratégica en Estados Unidos, incluso después de la ‎elección de Donald Trump. ‎

Terminar la guerra
Desde el año 2001, el Pentágono adoptó la doctrina del almirante Arthur Cebrowski, el director del ‎Buró de Transformación de la Fuerza, nombrado por el entonces secretario de Defensa Donald ‎Rumsfeld. ‎

Según esa doctrina, el objetivo ya no es acaparar recursos naturales para Estados Unidos sino ‎controlar el acceso de los demás países a esos recursos. Y para lograrlo es conveniente ‎mantener ahora un caos que sólo las fuerzas armadas de Estados Unidos puedan enfrentar. ‎Se trata, según la fórmula utilizada por el presidente George W. Bush, de una «guerra sin fin» ‎en la que Estados Unidos no debe perder, pero que tampoco le interesa ganar. ‎

Es por eso que la guerra iniciada contra Libia se mantiene desde hace siete años, que la guerra ‎iniciada contra Iraq también se mantiene desde hace quince años y que la guerra contra Afganistán, iniciada hace diecisiete años, tampoco parece tener punto final. A pesar de los discursos, esos países ‎no han recobrado la paz desde que fueron agredidos por Estados Unidos. ‎

Lo mismo sucederá con Siria mientras Estados Unidos no abandone oficialmente la doctrina ‎Cebrowski. El presidente Donald Trump había anunciado su intención de poner fin a lo que ‎llamamos «el imperialismo estadounidense» y de volver a una forma diferente de hegemonía. ‎Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos en ese sentido, no parece lograrlo. ‎

No está claro aún si el reciente anuncio del secretario de Defensa James Mattis y del secretario ‎de Estado Mike Pompeo sobre la decisión estadounidense de restaurar la paz en Yemen en ‎un plazo de 30 días debe interpretarse como el fin de una iniciativa de Arabia Saudita o como ‎el fin de la doctrina Cebrowski.‎

El logo de la Hermandad Musulmana (los dos sables cruzados y el Corán ‎que se ven en esta imagen) se prohibió en Egipto debido a los crímenes cometidos ‎en nombre de la ideología de esa secta —exactamente como la cruz gamada, prohibida ‎en Rusia y en Europa occidental porque se asocia ese símbolo a los crímenes perpetrados ‎en nombre del nazismo. Sin embargo, en esta foto puede verse el logo de la Hermandad ‎Musulmana precisamente detrás del presidente egipcio Mohamed Morsi, sentado a la extrema ‎izquierda junto al Guía de la secta. Ese logo ha sido reemplazado últimamente por el gesto ‎de la mano que aquí realiza orgullosamente el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan.‎

Eliminar la ideología de los yijadistas
‎Lo sucedido en Siria ha sido presentado como una guerra civil. Pero se trata, ‎incuestionablemente, de un conflicto ideológico. Las dos principales consignas que se oían en las ‎manifestaciones de 2011 eran:‎ ‎—«¡Alá, Siria, libertad!» (la palabra «libertad» no se refería en este caso a la libertad política, ‎como se afirmó en Occidente, sino a «libertad» de poder aplicar la sharia) —y «¡Los cristianos a Beirut, los alauitas a la tumba!». ‎

El conflicto es de hecho mucho más profundo de lo que parece. Aquellas consignas iniciales ‎no se oponían a la República Árabe Siria ni a su presidente, Bashar al-Asad, sino a la esencia ‎misma de la civilización siria. Se trataba de echar abajo una sociedad multiconfesional ‎sin equivalente en el mundo para imponer el modo de vida que la Hermandad Musulmana exalta. ‎

Siria es una nación en la que cada cual es libre de practicar su propia religión sin interferir con ‎la práctica religiosa de los demás. Por ejemplo, la Gran Mezquita de los Omeyas —en Damasco, ‎la capital siria— es un santuario construido alrededor de la cabeza cercenada de San Juan Bautista ‎‎(o Juan el Bautista). Desde hace siglos, musulmanes, cristianos y judíos rezan juntos en ese lugar.

La Hermandad Musulmana no es un grupo religioso sino una asociación política. Está organizada ‎según el modelo de las logias masónicas europeas, a las que pertenecieron varios fundadores de ‎la Hermandad Musulmana. Sus miembros militan simultáneamente en partidos políticos y en grupos yijadistas. Absolutamente todos los jefes yijadistas —desde Osama bin Laden (el jefe de ‎al-Qaeda) hasta Abu Bakr al-Baghdadi (el Califa autoproclamado del Emirato Islámico o Daesh), ‎son o fueron miembros de la Hermandad Musulmana. ‎

La segunda parte del libro de Thierry Meyssan, «LA GRAN IMPOSTURA...», es hasta el ‎momento el único estudio sobre la historia internacional de la Hermandad Musulmana.

La ideología de la Hermandad Musulmana divide las acciones de las personas en dos categorías: ‎las acciones que —según esa secta— están autorizadas por Dios y las que están prohibidas por ‎el mismo Dios. El resultado de esa manera de ver las cosas es una ideología que divide el mundo en servidores y enemigos de Dios y que ‎empuja a los primeros a liquidar físicamente a los otros. ‎

Esa es la ideología que profesan tanto los predicadores sauditas —aunque ahora condenan la ‎Hermandad Musulmana y han optado por apoyar a la familia real— como los gobiernos de Turquía ‎y Qatar. Esa es además la ideología cuyos resultados hemos podido ver durante la guerra ‎en Siria y también en los atentados que los yijadistas han venido perpetrando en todo el mundo, ‎incluso en suelo de las potencias occidentales. ‎

Suponiendo que Estados Unidos esté verdaderamente dispuesto a permitir el restablecimiento de ‎la paz en Siria, esa paz sólo será realmente posible si la Asamblea General de la ONU —o ‎en su defecto el Consejo de Seguridad— condena explícitamente la ideología de la Hermandad ‎Musulmana. Eso tendría como consecuencia que la paz en Siria simplificaría grandemente la ‎situación en Libia, en Iraq y en Afganistán y ayudaría al debilitamiento del terrorismo ‎internacional. ‎

Es por lo tanto peligroso hablar de «amnistía general» cuando lo necesario es exponer y juzgar ‎los crímenes imputables a la ideología de la Hermandad Musulmana. Al término de la 2GM, los ideólogos y apologetas del nazismo fueron juzgados y hoy habría que juzgar a ‎quienes promovieron y divulgaron la ideología de la Hermandad Musulmana. Pero habría que ‎juzgarlos no como se hizo en Núremberg sino en el más estricto respeto del estado de derecho y ‎sin recurrir —como en Núremberg a la aplicación de textos retroactivos. Es importante entender ‎que no se trata de juzgar a individuos sino de entender una ideología y eliminarla por nociva. ‎

En 1945, la URSS —cuya heredera es la actual Rusia— se reconstruyó alrededor de una hazaña ‎común de los pueblos que la componían: la lucha contra la ideología racial del nazismo, o sea ‎la lucha por el principio de que todos los hombres son iguales y de que todos los pueblos ‎son dignos de respeto. Idénticamente, Siria sólo podrá reconstruirse alrededor de la lucha contra ‎la ideología de la Hermandad Musulmana, lucha basada en el principio de que todos los hombres ‎son iguales y de que todas las religiones merecen respeto. ‎

La Hermandad Musulmana tuvo en el pasado el respaldo del Reino Unido, apoyo que aún recibe ‎hoy en día. Ese respaldo británico ‎hará imposible juzgar a sus líderes pero lo más importante es exponer públicamente la verdadera ‎naturaleza de sus ideas y dar a conocer los crímenes que esas ideas han provocado y siguen ‎provocando directamente.

Conclusión
‎Al final de cualquier guerra siempre hay vencedores y vencidos. Esta guerra, en particular, ‎ha destruido gran cantidad de vidas, no sólo en Siria sino también en Francia y Bélgica, así ‎como en China y Rusia, y en muchos países más. La paz en Siria debe planearse no sólo ‎en función de las realidades locales sino también de los crímenes que los yijadistas perpetraron ‎en otros países. ‎

No podemos perder de vista que los 124 países que se autoproclamaron «Amigos de Siria», ‎aunque han perdido esta guerra en el plano militar, actuaron a través de mercenarios y sin sufrir ‎pérdidas militares en sus propios territorios. Por consiguiente, no están dispuestos a aceptar su ‎derrota y sólo buscan esconder sus propias responsabilidades en los crímenes cometidos. ‎

Sólo habrá paz en Siria si se condena la ideología de la Hermandad Musulmana, pero sin esa ‎condena esta guerra continuará en otros países. ‎

Fuente: http://www.voltairenet.org/article203742.html

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