Alexander Orlov, general de la NKVD, enviado de Stalin, dirigió la operación
Fue un siniestro personaje soviético que fue responsable de la detención ilegal, la tortura y el posterior asesinato del líder poumista Andreu Nin. Ese verdugo al servicio del estalinismo también tuvo una actuación destacadísima en otro episodio de nuestra guerra civil: el robo de las reservas de oro del Banco de España. La historia del llamado «oro de Moscú» ha llegado hasta nosotros envuelta en un halo mítico, desdibujada por casi siete décadas de la tergiversaciones partidistas. Pero una cosa es cierta: nuestro oro fue entregado a una potencia extranjera y nunca más volvió.
Alexander Orlov, general de la NKVD, siglas en ruso de «comisariado del pueblo para asuntos internos», llegó a Madrid el 16 de septiembre de 1936, apenas dos meses después del alzamiento militar, para asesorar al gobierno republicano en materia de espionaje, contraespionaje y guerra de guerrillas. Y también para «ocuparse debidamente» de los traidores trotskistas. Al poco de su llegada recibió un mensaje en clave desde Moscú, con una nota introductoria de un superior de la NKVD, Nikolái Yezhov. Se le ordenaba preparar, en colaboración con el gobierno español, el traslado del tesoro del Banco de España a la URSS. Deberían utilizarse barcos rusos y mantener el más absoluto secreto sobre el asunto. Asimismo, se le indicaba que debía negarse a entregar a los españoles cualquier tipo de recibo, asegurándoles que tal documento se extendería cuando el oro estuviera «a salvo» en Rusia. Firmaba Iván Vasilyevich, seudónimo empleado por el mismísimo Stalin, y se le advertía que él «sería personalmente responsable del éxito de la misión».
EL GOBIERNO ACTUÓ DE MANERA ILEGALPor aquel entonces, las tropas franquistas apretaban el cerco en torno a Madrid.
Muchos temían una pronta caída de la capital. Los mismos que gritaban «¡No pasarán!» estaban convencidos de que la ciudad no resistiría. El 13 de septiembre, Manuel Azaña, presidente de la República, firmó una disposición secreta, inducido por Largo Caballero, facultando al ministro de Hacienda, doctor Juan Negrín, para trasladar los metales preciosos al lugar que, a su juicio, fuera más seguro. Se hacía constar que, a su debido tiempo, se normalizaría la «transferencia» con su discusión y aprobación por las Cortes. Puede decirse que el Gobierno frentepopulista actuó de forma claramente ilegal, pues conforme al artículo octavo de la Constitución republicana, era imprescindible el voto de las cortes para exportar oro destinado a compras, o empréstitos en el extranjero, y el voto debería establecer, al mismo tiempo, los procedimiento y modalidades de dicha «operación». Tal decreto era, por tanto, ilegal, algo que no podían ignorar los firmantes del mismo, Azaña y Negrín.
EL MÁXIMO SIGILO PARA EL TRASLADO A CARTAGENA
A pesar de ello se siguió adelante con el plan. Se trasladó el oro hasta Cartagena con el mayor sigilo, y fue depositado en unas cuevas situadas al norte de la ciudad portuaria..., grutas éstas que eran empleadas como polvorines por la Armada. Había unas 10.000 cajas de madera de 30,5 x 48,2 x 17,7 centímetros, conteniendo cada una de ellas 65 kilogramos de oro en lingotes, aunque había también alguna partida de monedas de oro y plata, reliquias de nuestro glorioso pasado imperial. En total, 650 toneladas del preciado metal. Un alto funcionario del Tesoro, siguiendo órdenes de Negrín, informó de esto a Orlov, poniéndose a su entera disposición. En Cartagena estaba el agregado naval ruso, y viejo amigo de Orlov.
Nikolái Kuznetsov, que sería ministro de Marina de la URSS durante la 2GM. Este puso a disposición de Orlov dos buques rusos que estaban en el puerto, y el comandante español de la base le cedió sesenta marineros. No confiando en ellos, el soviético los usó como mozos de cuerda. Poco antes había desembarcado una brigada de tanques rusos, cuyo jefe le suministró veinte camiones con sus respectivos chóferes, a los que Orlov ordenó vestirse con uniformes españoles. El jueves, 22 de octubre del 36, el hombre de Stalin inició su misión. Para facilitar el recuento de la «mercancía» limitó la carga a 50 cajas por camión. Envió los vehículos hacia el puerto en grupos de diez, precedidos por un coche en el que iban el propio Orlov y el alto funcionario de la Hacienda española. Tres noches trabajando desde las siete de la tarde hasta las diez de la mañana, se tardó en transportar el oro hasta los buques que esperaban en los muelles. A las cuatro de la madrugada de la última noche, la aviación nacional bombardeó la ciudad, dañando algunos barcos. Orlov aceleró la operación.
El funcionario republicano certificó que un total de 7.800 cajas estaban ya en las bodegas de los navíos, es decir, 507 toneladas de oro, las tres cuartas partes de la reserva del Banco de España, cuyo valor aproximado era de unos 600 millones de dólares USA de la época: el mayor latrocinio de nuestra historia estaba a punto de consumarse.
EL ORO LLEGA A MOSCU EN TREN ESPECIAL
Al funcionario del Tesoro se le negó el recibo, y ante su insistencia, se le permitió que enviara en cada buque a uno o dos representantes de la Hacienda republicana, en calidad de vigilantes oficiales del oro. Los barcos zarparon de inmediato rumbo a Odesa, en el mar Negro, escoltados por los buques de guerra de la Armada gubernamental, que proporcionó el ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto. A llegar a Rusia, el oro fue trasladado a un tren especial, erizado de armas y custodiado por tropas de élite, emprendiendo viaje inmediatamente hacia Moscú. Se extendió un recibo a las autoridades de la República, certificando la llegada a Moscú del cargamento, con fecha de 5 de febrero de 1937. Los firmantes del documento, redactado en francés, era
G. F. Grinko, comisario del pueblo para las finanzas de la URSS,
Nikolái Krestinski, comisario del pueblo para asuntos extranjeros, y Marcelino Pascua, embajador en la República española en la URSS.
EL ORO, DICE «PRAVDA», PERTENECIA YA A RUSIA COMO PAGO DE LA AYUDA PRESTADA
El gobierno franquista evito hablar del asunto durante dieciocho años, pues la peseta, tremendamente debilitada, podría haberse hundido del todo si se sabía que las arcas públicas estaban vacías. Al morir Negrín, en 1956, dispuso que los documentos relativos al oro se entregaran a Franco. al conocerse el asunto, el diario ruso «Pravda» publicó un editorial afirmando que el oro pertenecía a Rusia como pago de la ayuda prestada a la República, añadiendo, además, que el Gobierno rojo debía aún al pueblo ruso 50 millones de dólares.
Los responsables políticos fueron Azaña, presidente de la República; Francisco Largo Caballero, jefe del Gobierno; Juan Negrín, ministro de Hacienda, e Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire.
¿Actuaron de buena fe? ¿Creían realmente que si ganaban la guerra, Stalin devolvería el oro a España? Desde luego, eso de que se gastó todo en pagar la ayuda soviética no se lo cree nadie, como nadie con un mínimo sentido común puede creerse que estos cuatro prestigiosos políticos republicanos, tres de ellos miembros del PSOE, fueran tontos. como dato curioso, hay que señalar que a los funcionarios españoles que acompañaban al oro no se les dejó salir de Rusia hasta el final de nuestra guerra civil. Estos son los hechos. Que cada lector saque sus propia conclusiones.
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