Irán recurre nuevamente a China, su socio histórico. En la Antigüedad, Persépolis, la capital persa, se adornaba con estatuas chinas y el farsi, la lengua de los persas, había reemplazado el mandarín a lo largo de la Ruta de la Seda. Hoy en día, Teherán adquiere el avión de combate chino J-C10, que acaba de derrotar el F-35 estadounidense y el Rafale francés en la India.
Chengdu J-10
Después de la «guerra de los 12 días» de Israel/Estados Unidos contra Irán, se despeja la humareda del conflicto[1]. Se decantan los posicionamientos, en particular, los de China y Rusia que no son reportados, cuando no boicoteados, por «Occidente».
Después de su tersura diplomática inicial, los multimedia chinos manifiestan hoy su malestar, como es el caso de la incandescente opinión de Xin Ping en Global Times: «La crisis del Medio Oriente es una catástrofe global nutrida por la hipocresía de Estados Unidos»[2].
Rusia, que ha mejorado notablemente su relación bilateral con Trump, ha sido muy prudente en la nueva guerra de Medio Oriente, ya que está más preocupada por propinarle su golpe final al régimen del comediante jázaro Zelenski, y de no atizar el fuego de una guerra global nuclear[3]. Lo más ominoso radica en el concepto que manejan los bomberos: los «superfuegos» cuando convergen dos incendios distantes.
[3] «Forget the Middle East: This region could be next to see a major crisis», Timofey Bordachev, RT, 27 de junio de 2025.
Hoy convergen varias guerras incandescentes e indecentes en Eurasia: las dos conocidas, la de Zelenski en Ucrania con su correligionario jázaro Netanyahu —quien libra sus «siete guerras» sumadas la de los guerrilleros yemenitas Ansaralá— con otras poco publicitadas, como las peligrosas escaramuzas entre la India y Pakistán y la guerra de Azerbaiyán y Armenia[4].
[4] «Russia’s surprising role in the Israel-Iran conflict that you might not know about», Farhad Ibragimov, RT, 28 de junio de 2025.
Pareciera que lo que queda de estrategas en «Occidente» —que prácticamente han perdido la guerra en Ucrania y, en el mejor de los casos, han empatado con Irán—, han intensificado el axioma de hace 118 años (¡megasic!) del británico Halford Mackinder[5], que busca incendiar las fronteras y regiones de Rusia y China, cuando hoy los BRICS del Sur Global pluralista han dejado atrás al oligopolio en caída libre del G7, apuntalado por la anglósfera.
Tampoco hay que soslayar las guerrillas y/o guerras subrepticias que libra Israel contra Irán: amén de sus células durmientes del siniestro Mosad al interior del país persa, promovió el ataque multidimensional con drones de parte de sus aliados añejos de los mujahiedin el-Khalk (con sede en Albania, como lo había hecho Osama ben Laden), los kurdos de Irbil (en Iraq) y la oposición azerí antipersa en Azerbaiyán.
Uno de los sorprendentes «cisnes negros» de la «guerra de los 12 días» fue la parusía de Pakistán, potencia mediana nuclear, en apoyo a Irán para contrarrestar la «opción Sansón» de Netanyahu e Itamar Ben Gvir.
The National Interest, creado por Nixon, afirma que «Irán se prepara para comprar una nueva fuerza aérea a China»[6]; un «buen arreglo para ambas partes; mejora el mercado de exportación de armas de China y le procura considerablemente a Irán nuevas capacidades, ya que su fuerza aérea estaba en ruinas antes de la guerra». Se maneja, a reserva de verificar, que los aviones chinos ChengduJ-10C (Dragón Vigoroso) de Pakistán fueron superiores a los aviones franceses Rafale de la India[7], habiendo derribado 6 de esos aviones galos[8].
Según Bulgarian Military.com, «Irán apuesta por los exitosos aviones chinos J-10C —con sus avanzados radares y misiles— para contrarrestar el poderío de los F-35I de Israel»[9]. El pivoteo de Irán en favor de los aviones chinos fue reportado en el periódico iraní Khorasan y citado por el rotativo ruso Kommersant, ya que «reconfigura la estrategia militar de Irán» y «delinea el creciente rol de China como abastecedor defensivo en el Golfo Pérsico».
Los presumibles aviones J-10C chinos, en manos de Irán, según expertos en la materia, superarían a los estadounidenses F-35 de Israel, gracias a los cuales Israel mantenía una superioridad en los cielos hasta que fue contrarrestada por los furtivos misiles hipersónicos indetectables e imparables de Irán, que acabaron adueñándose de los cielos de Israel.
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