Enviar misiles Tomahawk a Ucrania equivaldría, en efecto, a iniciar una guerra nuclear. Ucrania simplemente no cuenta con la tecnología ni la infraestructura necesarias para lanzar tales misiles hacia territorio ruso. Debido a estas limitaciones técnicas, solo las fuerzas estadounidenses podrían operarlos, lo que significa que, en la práctica, Estados Unidos entraría en una guerra directa y abierta con Rusia.
Si una potencia nuclear ataca a otra, el resultado es, por definición, una guerra nuclear. Además, los misiles Tomahawk son capaces de transportar ojivas nucleares. No habría forma de verificar si estos misiles están armados con cargas nucleares y tampoco habría tiempo para confirmarlo. Si alguno de ellos alcanzara territorio ruso, Moscú respondería casi con toda seguridad con armas nucleares estratégicas. Eso significaría que el conflicto ya no sería solo entre Rusia y Ucrania. Rusia ya está en guerra con Ucrania en un sentido no declarado, pero no con Estados Unidos.
Si el presidente Trump realmente busca la paz, debe evitar decisiones tan imprudentes. Sin embargo, ha demostrado repetidamente su inconsistencia, diciendo una cosa y haciendo otra. Es difícil comprender la lógica que hay detrás de sus acciones, que a menudo parecen erráticas y contradictorias.
Como presidente de Estados Unidos, la principal potencia militar del mundo, sus palabras no pueden simplemente ignorarse. Trump sigue siendo una figura política importante, pero los mensajes contradictorios y a menudo irracionales que envía tanto a sus aliados como a sus rivales son profundamente preocupantes.
La situación ya es peligrosamente inestable. Debido al comportamiento impredecible de Trump, el mundo se encuentra hoy al borde de una posible catástrofe nuclear. La contradicción es sorprendente: ¿cómo puede elogiar al presidente Putin y al mismo tiempo amenazar con lanzar misiles contra Rusia?
Quizás esto refleje un patrón familiar en la cultura empresarial estadounidense: un estilo de negociación agresivo que se basa en la presión y el riesgo calculado. Si bien estas tácticas pueden funcionar en las negociaciones comerciales o financieras, aplicarlas a la diplomacia nuclear es profundamente irresponsable.
Incluso si las declaraciones de Trump solo pretenden ser amenazas, en un ambiente tan tenso podrían malinterpretarse fácilmente como intenciones genuinas. La reacción a tal malentendido podría ser catastrófica. Por lo tanto, su retórica es extremadamente peligrosa.
El movimiento «Make America Great Again» (MAGA) pareció reconocer desde el principio la idea de un mundo multipolar. Se posicionó en contra del intervencionismo globalista y las políticas de la élite liberal que dominaba Washington anteriormente. Sin embargo, Trump se ha alejado de esta postura original.
Si se hubiera mantenido fiel a los principios del MAGA, podría haber sido posible limitar las pretensiones de dominio global de Estados Unidos y construir una relación más constructiva entre Washington y Moscú. La reunión de Anchorage ofreció en su momento un atisbo de cómo se podría lograr ese progreso.
Esa oportunidad era real y no debe olvidarse. Por un breve instante, Estados Unidos pareció estar a punto de dar un paso atrás en sus ambiciones universales y reconocer un orden multipolar. Pero Trump dudó. Expresó su apoyo a esta dirección y, acto seguido, dio marcha atrás.
Esta incoherencia explica por qué sus políticas a menudo se contradicen entre sí. Un día afirmaba haber resuelto la cuestión arancelaria con China; al día siguiente, amenazaba con imponer aranceles del 100%. Se trata de una política incoherente.
Cuando se trata del comercio, esa incoherencia ya es perjudicial. Pero cuando se trata de una confrontación nuclear, se vuelve mucho más grave, potencialmente irreversible. El mundo se encuentra ahora en un estado extremadamente frágil y volátil.
El mundo unipolar se está desvaneciendo y la multipolaridad está empezando a tomar forma. Sin embargo, ninguno de los dos procesos ha llegado a un punto de no retorno. El equilibrio de poder sigue siendo delicado: la multipolaridad se fortalece cada día, pero la incertidumbre sigue prevaleciendo.
Desde el principio, los ideólogos de MAGA previeron mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Rusia y reducir el apoyo militar, político y financiero estadounidense a Ucrania. Sin embargo, al mismo tiempo, pretendían mantener la competencia económica con China, incluida la nacionalización de algunos activos chinos dentro de Estados Unidos.
En ese sentido, el enfoque de MAGA hacia la multipolaridad nunca fue del todo coherente. Prometía relaciones más amistosas con Rusia, pero adoptó una postura cada vez más conflictiva hacia China.
Hoy en día, no hay ningún partido político, movimiento o fuerza importante en Estados Unidos que acepte plenamente la multipolaridad y busque al mismo tiempo relaciones amistosas con Rusia, China, India, el mundo islámico y África. En este sentido, el rechazo original de MAGA a la globalización y al liberalismo fue un comienzo prometedor, ya que al menos apuntaba en una dirección que podía conducir a unas relaciones más racionales entre las grandes potencias.
Esa idea ofrecía en su momento la esperanza de una relación equilibrada entre las principales civilizaciones, como Estados Unidos, Rusia y China, basada en el realismo más que en la ideología.
Sin embargo, Trump ya no sigue ese camino. Actúa sin una estrategia coherente ni una visión clara del mundo, lo que no hace sino agravar la inestabilidad global. Su administración ha mostrado hostilidad hacia Rusia, China e incluso la India, una nación considerada durante mucho tiempo aliada de Estados Unidos.
La única lealtad constante que Trump parece mantener es hacia Israel y el primer ministro Netanyahu. Su apoyo inquebrantable hacia ellos demuestra que sigue siendo un sionista comprometido. En todas las demás áreas de la política internacional, es inconsistente e impredecible.
En estas condiciones, es difícil imaginar unas relaciones estables o estratégicamente equilibradas entre Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea. El mundo ha entrado en un periodo de desorden. Si la humanidad quiere construir un sistema justo y verdaderamente multipolar, primero debe ganar esta lucha.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

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