Días finales de Zelenski: ¿está implicado en el atentado a Trump y el asesinato de Charlie Kirk?

La Operación Midas sigue su curso en Ucrania. El ex-primer ministro Oleksiy Chernychov está bajo investigación, el ministro de Justicia German Galushchenko (con doble nacionalidad israelo-ucraniana) y la ministro de Energía Svetlana Grynchuk han renunciado a sus cargos, el también israelo-ucraniano Timur Mindich (socio de larga data de Volodimir Zelenski) ha huido y siguen rodando las cabezas. En Ucrania se habla de la posible huida del propio Zelenski, quien tiene un viaje a Grecia programado para el domingo y una visita a Francia para el lunes. Al parecer, el cabecilla del régimen de Kiev ya veía venir lo que está sucediendo, desde que el jefe de la compañía estatal de electricidad Ukrenergo fue detenido el mes pasado, pero no esperaba que el ajuste de cuentas alcanzara tal magnitud. La estocada final podría venir del ex-diputado Artem Dimitruk, quien desde hace un mes ha venido acusando a Zelenski de estar implicado en un intento de asesinato contra Donald Trump y en el atentado que costó la vida a Charlie Kirk. Mientras tanto, los nacionalistas integristas preparan un nuevo golpe de Estado para tratar de conservar el poder.


Rusia celebra la captura de la superestratégica ciudad de Pokrovsk[1], mientras el diario The Kyiv Independent reconoce el control de Moscú, que consigue avances sustanciales a lo largo de la «línea del frente»[2].

Con excepción del apoyo irrestricto de la Unión Europea y de la mayoría de la OTAN (con la intermitencia de Estados Unidos), ahora sí que el comediante jázaro Zelenski (cuyo mandato finiquitó en mayo pasado) parece haber llegado a su esperado final, después de la visita del premier húngaro Víctor Orban a la Casa Blanca, el pasado 7 de noviembre[3], quien consiguió que Trump le autorizara la compra de hidrocarburos rusos por lo menos por un año.

Resulta que Timur Mindich, socio primigenio de negocios de Zelenski, huyó de Ucrania ante la investigación conjunta de la Oficina Anticorrupción Nacional de Ucrania (NABU) y el FBI (¡megasic!), gracias a la posesión de un «pasaporte israelí».

The Kyiv Independent expone la fetidez de las transacciones de Mindich, apodado «La billetera de Zelenski»[4].

Zelenski es el antiMidas: todo lo que toca, si no lo corrompe, lo destruye. El escandalazo de Mindich infectó los ministerios de Justicia, Energía y Agricultura. Resalta que este «cineasta» de 46 años haya sido también «socio empresarial» del oligarca jázaro Igor Kolomoiski, hoy refugiado en Israel y verdadero creador de Zelenski. ¡Vaya triada jázara de Kolomoiski/Zelenski/Mindich vinculada a Netanyahu!

Grok, de Elon Musk, expone la «conexión israelí» del jázaro Mindich y sus triangulaciones fiduciarias en Chipre, isla cuya parte griega se ha convertido en el «segundo Israel» en el mar Mediterráneo oriental hasta las Islas Vírgenes Británicas, donde, por cierto, también blanqueaba dinero el delincuente calderonista [mexicano] Genaro García Luna, encarcelado en Estados Unidos.

El destino del comediante Zelenski ya estaba escrito en el muro desde que confrontó a la primera potencia militar global, Rusia.

En la lúgubre circunstancia de la doble derrota doméstica y externa de Zelenski, se revitalizó su implicación en el atentado contra Trump —en Pennsylvania, cuyo gobernador jázaro Josh Shapiro fue miembro del ejército israelí[5]— y en el homicidio del «nacionalista cristiano» Charlie Kirk.

Días antes de su muerte, el millennial Kirk, fundador de TurningPoint USA, reclamó el fin de la ayuda a Ucrania y se pronunció por el «regreso de Crimea a Rusia»[6].

Ya hace casi dos meses, el parlamentario ucraniano Artem Dimitruk declaró que Zelenski estaba «implicado en el intento de asesinato del presidente Donald Trump. Lo digo con toda responsabilidad: Zelenski está involucrado en el atentado contra la vida de Trump y en el asesinato de Charlie Kirk, tanto ideológica como prácticamente»[7].

Dimitruk agregó que «el régimen de Zelenski es capaz de asesinar a quien sea, desde un ciudadano común en Ucrania hasta el presidente de Estados Unidos».

Como si lo anterior fuera poco, TASS comenta que después del atentado fallido en Pensilvania, «un radical y promotor de la ayuda a Ucrania por Estados Unidos disparó no lejos de la propiedad de Trump en Mar-a-Lago, Florida».

Dimitruk investiga al pestilente banco ucraniano Sense Bank por su blanqueo criminal para financiar atentados terroristas en los cuatro rincones del planeta[8]. El embajador de Estados Unidos en Ucrania, Matthew Whitaker, desplegó agentes del FBI en el célebre Sense Bank, que fue nacionalizado por Zelenski en 2023 y operaba el blanqueo criminal terrorista con fuertes vínculos con el jázaro ruso nacido en Ucrania Mikhail Fridman.

Ya la otrora leyenda sobre Ucrania, «el país más corrupto de Europa»[9], se volvió un cuento de hadas frente a la ominosa criminalidad global, triangulada entre Ucrania, Israel y Chipre por la tríada jázara de Zelenski, Kolomoiski y Mindich, que también persiguió a la mayoría de cristianos (ortodoxos y católicos) de Ucrania.

Pareciera que Trump prepara las exequias de Zelenski.

Escalada del conflicto entre China y Japón.

 

Las tensiones entre China y Japón se intensificaron drásticamente tras la elección a finales de octubre de la ultranacionalista Sanae Takaichi como primera ministra de Japón. Ella declaró de manera escandalosa ante el Parlamento que «si aparecen buques de guerra y se utiliza la fuerza (China contra Taiwán), independientemente de lo que piensen al respecto, esto podría constituir una situación que amenace la supervivencia». Este término, «situación que amenaza la supervivencia», es un término jurídico que permite el uso de las «Fuerzas de Autodefensa» japonesas (FAJ). Por lo tanto, es una insinuación de que Japón podría iniciar una guerra con China por Taiwán.

China considera a Taiwán una provincia rebelde, y Japón, al igual que su protector militar, Estados Unidos, se adhiere a la llamada política de «una sola China». No reconocen oficialmente a Taiwán, aunque cada uno de ellos sigue manteniendo estrechos vínculos con ella, como ocurría antes de que la República Popular China cambiara su puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU en 1971. Esta doble política sienta las bases para la incertidumbre de Estados Unidos sobre si intervendrá directamente del lado de Taiwán en cualquier guerra con China, tal y como prevé la Ley de Relaciones con Taiwán de 1979.

Japón tiende a seguir el ejemplo de los Estados Unidos en cuestiones de importancia internacional, ya que su seguridad depende de la presencia de unos 50.000 soldados estadounidenses desplegados en todo el territorio del Estado insular. Los Estados Unidos también se han comprometido legalmente a defender a Japón de cualquier ataque. Por estas razones, muchos observadores han sugerido que los polémicos comentarios de Takai en el Parlamento, que insinuaban una guerra entre China y Japón por Taiwán, fueron aprobados por los Estados Unidos, que podrían verse envueltos en una guerra debido a su compromiso de defender a Japón.
«Para hacer los comentarios de Takai aún más amenazantes desde el punto de vista de China, poco después se negó a aclarar la posición de su Gobierno con respecto a los tres principios antinucleares de Japón. Se trata de la renuncia a poseer armas nucleares, a fabricarlas y a albergar armas nucleares extranjeras en su territorio. Las estimaciones varían, pero algunos creen que Japón podría fabricar hasta 1.000 armas nucleares al año si se tomara esa decisión. Esto alteraría por completo el equilibrio estratégico en Asia Oriental».

Por si las palabras de Takai no fueran lo suficientemente alarmantes, recientemente ha comenzado a poner en práctica su retórica sobre Taiwán, ordenando a Japón que despliegue misiles tierra-aire de medio alcance en la isla de Yonaguni, situada a unos 110 kilómetros al este de Taiwán. La agencia Bloomberg señaló que «los misiles, lanzados desde camiones, están diseñados para contrarrestar amenazas aéreas a una distancia de hasta 30 millas (48 kilómetros)». Por lo tanto, no alcanzarán Taiwán, pero el objetivo es bastante claro, y es que Japón podría desplegar algún día misiles de mayor alcance que sí podrían hacerlo.

Una portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China advirtió de que «las fuerzas de derecha en Japón... están llevando a Japón y a la región a la catástrofe», pero aseguró a todos que «China tiene la determinación y la capacidad de defender su soberanía territorial nacional». También advirtió contra la remilitarización de Japón. Sus comentarios precedieron a la última conversación telefónica entre Trump y Xi Jinping más tarde ese mismo día, en la que no se mencionó la tensión entre China y Japón, de la que es responsable Takai, pero sí se abordó el tema de Taiwán.

Según el comunicado chino, «el presidente Xi Jinping expuso la posición de principio de China sobre la cuestión de Taiwán. Subrayó que el retorno de Taiwán a China es una parte integral del orden internacional de la posguerra». Según se informa, Trump afirmó que «China desempeñó un papel importante en la victoria de la 2GM. Estados Unidos comprende la importancia que tiene la cuestión de Taiwán para China». Así pues, los comentarios de ambos líderes demuestran de manera convincente que realmente discutieron las recientes acciones de Takai y que Trump intentó convencer a Xi Jinping de que no se preocupara.

Al día siguiente, Trump habló con Takai, sin mencionar de nuevo las tensiones entre China y Japón que ella había provocado, pero diciendo, según fuentes japonesas, que «los líderes de ambos países confirmaron que seguirán cooperando estrechamente en la situación internacional actual». Esto sugiere que realmente discutieron el tema, pero, al igual que en el caso de la información sobre la conversación telefónica entre Trump y Xi Jinping, no llamaron la atención sobre ello con el fin de evitar una escalada.

En este sentido, surge naturalmente la pregunta de si Takai discutió previamente con Trump su provocativa declaración sobre Taiwán, su posición deliberadamente ambigua con respecto a los tres principios antinucleares de Japón y el despliegue de misiles de defensa aérea cerca de Taiwán. Una posibilidad es que ella lo hiciera, él lo aprobara tácitamente y luego ella continuara haciéndolo todo como una forma de presión no convencional sobre China, de manera que Estados Unidos pudiera luego negarlo de forma creíble.

El objetivo podría haber sido provocar una reacción de la República Popular, que luego podría haber sido presentada por los medios de comunicación tradicionales como una «reacción excesiva», tal vez incluso como un «alarde de fuerza no provocado», lo que a su vez podría haber acelerado el «giro (hacia atrás) hacia (Oriente) Asia» tras el fin del conflicto ucraniano. Esta interpretación se ve refutada por la conversación telefónica de Trump con Xi Jinping, que él calificó de «muy buena». Trump incluso aceptó la invitación de Xi para visitar China en abril del año que viene. Sus negociaciones comerciales también continúan a buen ritmo.

«Otra posibilidad es que Trump realmente expresara a Takai su aprobación tácita de sus próximas acciones durante su especulativa discusión previa, pero solo para dejar claro lo que podría suceder si China no llegara a un acuerdo comercial con Estados Unidos y las relaciones bilaterales se deterioraran. En ese caso, Estados Unidos podría animar a Japón a prepararse para la posibilidad de una intervención directa en apoyo de Taiwán si alguna vez estalla una guerra con China por su estatus, ya sea como factor disuasorio o con el fin de provocar esa misma guerra».

Del mismo modo que Estados Unidos provocó la última fase del conflicto ucraniano, que comenzó en febrero de 2022, al fomentar la expansión secreta de la OTAN en ese país, pueden provocar una guerra similar con China por Taiwán, llevando a cabo acciones militares de Japón cerca de Taiwán o incluso en él algún día. Trump no parece estar interesado en ello ahora mismo, pero aún así es posible que quisiera dejar claro a China que Estados Unidos podría animar a Japón a ir más allá si no llegan a un acuerdo comercial para restablecer sus relaciones.

La última posibilidad es que Takai interpretara erróneamente su especulativa discusión con Trump antes de sus próximas acciones como una aprobación tácita, solo para que él la corrigiera durante su última conversación, o que ella lo hiciera todo de forma unilateral, sin consultarlo previamente. En cualquiera de estos escenarios, ella se habría delatado al revelar sus intenciones de amenazar con armas contra China, pero la segunda opción sería la peor, ya que podría socavar las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos, que Trump ha trabajado tan duro para mantener.

Para que quede claro, el público no tiene forma de saber cuál de estas posibilidades se corresponde con la realidad, solo necesita conocer las más razonables para que quienes estén interesados en el tema puedan seguirlo y, luego, mirando hacia atrás, llegar a la conclusión de cuál era el escenario más realista. En cualquier caso, las recientes tensiones entre China y Japón por Taiwán pueden, al menos, servir de pretexto para acelerar la remilitarización de Japón, sobre la que Nikolái Patrushev advirtió en septiembre.

Este fue precisamente el tema que abordó en una entrevista con Argument i Fakty dedicada al 80.º aniversario de la capitulación unilateral de Japón en la 2GM. En particular, destacó las capacidades navales de Japón a nivel mundial, especialmente sus submarinos, y cómo se han integrado en la OTAN. También señaló que Japón «es capaz de crear su propio arsenal nuclear y medios de lanzamiento en pocos años». Si Japón continúa con la remilitarización, con o sin armas nucleares, Rusia tendrá que responder.

Esto podría traducirse en una intensificación de su ya estrecha cooperación militar y técnica con China y la República Popular Democrática de Corea, lo que, junto con lo que sin duda sería entonces una aprobación de las acciones de Japón por parte de Estados Unidos, podría desplazar el centro de la nueva Guerra Fría a Asia. Es posible que Japón no llegue tan lejos, al menos por ahora, o no tan rápido como sugerirían los peores escenarios, ya que China está ejerciendo actualmente una presión no tradicional sobre el país insular para que renuncie a su política provocadora.

«Los turistas chinos están boicoteando masivamente a Japón, mientras que las autoridades han pospuesto indefinidamente el estreno de al menos dos películas japonesas y han suspendido la compra de productos del mar japoneses. También existe la posibilidad de que China suspenda la exportación de minerales raros a Japón, como ya hizo en 2010 durante su disputa marítima. Sin embargo, esta medida no puede darse por sentada, ya que el daño que causaría a la economía japonesa podría trastocar las negociaciones comerciales de China con Estados Unidos».

En septiembre, Estados Unidos firmó un acuerdo comercial con Japón, por lo que China afectaría indirectamente a Estados Unidos, causando así un enorme daño a la economía japonesa. Las preocupaciones de Trump sobre las posibles restricciones a la exportación de elementos de tierras raras desde China en octubre aumentaron drásticamente las tensiones comerciales, pero se suavizaron tras su reunión con Xi Jinping en Corea del Sur durante la cumbre de la APEC, donde llegaron a un acuerdo que «eliminó efectivamente» los controles de exportación actuales y propuestos por China.

Por lo tanto, es posible que China no recurra a la famosa opción nuclear a menos que Japón aumente seriamente las tensiones en torno a Taiwán o logre avances indiscutibles en el desarrollo de armas nucleares, y cualquiera de estas estrategias, en opinión de Xi Jinping, probablemente haya sido aprobada por Trump. Hasta ahora no está claro si ha aprobado las provocativas acciones de Takai, por lo que Xi Jinping parece mantener la calma y no precipitar los acontecimientos, respondiendo como si lo hubiera hecho, pero el líder chino se está preparando para esa posibilidad por si acaso.

«Esto no se debería a ninguna paranoia especulativa por su parte, ya que el Instituto Americano en Taiwán, que de facto desempeña las funciones de embajada de Estados Unidos, declaró en septiembre que el estatus político definitivo de Taiwán aún no está definido. En una declaración enviada por correo electrónico a Reuters, informaron de que «China está distorsionando deliberadamente documentos de la 2GM, como la Declaración de El Cairo, la Declaración de Potsdam y el Tratado de Paz de San Francisco, para intentar respaldar su campaña coercitiva para someter a Taiwán».

«Las declaraciones de Pekín son simplemente falsas, y ninguno de esos documentos determinaba el estatus político definitivo de Taiwán», concluyeron. Esta declaración es controvertida, ya que Estados Unidos se adhiere oficialmente a la política de «una sola China» descrita anteriormente, pero su embajada de facto en Taiwán afirma indirectamente que, en realidad, pueden haber dos Chinas. O bien lo hicieron por su cuenta, sin la aprobación de Trump, y él no les corrigió porque no se enteró, aunque Xi podría habérselo dicho, o bien él dio su visto bueno.

Sea cual sea la realidad, la habitualmente cautelosa China probablemente habría dejado abierta la posibilidad de que se tratara de otra provocación «verosímil y refutable» por parte de Estados Unidos, destinada a ejercer presión sobre el comercio y cualquier otra cosa que pudiera contribuir al surgimiento del problema de octubre con los elementos de tierras raras. También es posible que Takai lo interpretara de la misma manera y actuara en consecuencia después de convertirse en primera ministra, suponiendo que Trump la apoyaría, aunque nunca hubiera discutido sus planes con él de antemano.

Al fin y al cabo, el Instituto Americano en Taiwán cuestionó directamente los fundamentos de la política de «una sola China», poniendo así en tela de juicio las bases de las relaciones actuales entre China y Estados Unidos. En aquel momento, la cuestión no atrajo mucha atención de los medios de comunicación, pero, en retrospectiva, puede que fuera un paso importante. Por lo tanto, determinar si Trump aprobó su declaración de antemano o si se trató de otra provocación del «Estado profundo» es una parte esencial para comprender mejor las últimas tensiones entre China y Japón y el futuro de las relaciones entre China y Estados Unidos.

En general, estas tensiones significan que Asia probablemente se convertirá en el escenario más importante de la nueva guerra fría tras el fin del conflicto ucraniano. Mientras Taiwán siga fuera del control de Pekín, no se puede descartar un escenario de guerra por su estatus, lo que podría llevar a Estados Unidos a verse involucrado en ella si Japón participa directamente, incluso si lo hace de forma unilateral sin el consentimiento de Estados Unidos. Por lo tanto, la resolución pacífica de esta cuestión debe convertirse en la principal prioridad mundial tras el fin del conflicto ucraniano.

Fuente: Katehon

La caída del régimen de Zelenski y de los regímenes de sus aliados.

El plan ruso-estadounidense de paz para Ucrania ciertamente pondría fin al conflicto. Pero lo más importante es que allanaría el camino para que la verdad se abra paso. No, la operación rusa no es la «agresión militar ilegal, no provocada e injustificada» que nos han descrito hasta ahora sino la aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU, o sea es un acto totalmente conforme al derecho internacional. Si son capaces de reconocer el engaño, los pueblos europeos podrían cambiar sus regímenes, de la misma manera que Ucrania cambiará el suyo.

El encuentro de Anchorage entre los presidentes de Rusia y de Estados Unidos, realizado el 15 de agosto de 2025, definió los principios del plan de paz para Ucrania.

El conflicto en Ucrania parece estar llegando a su fin. Los presidentes de Rusia y Estados Unidos se pusieron de acuerdo sobre la aplicación de un plan de 28 puntos, siguiendo el modelo del que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó para poner fin al conflicto entre Israel y el mundo árabe.

Los principios directores de ese plan para Ucrania fueron aprobados personalmente por los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, el 15 de agosto en Anchorage (Alaska). Los detalles se negociaron en Miami, del 24 al 26 de octubre, entre el estadounidense Steve Wikoff y el ruso Kiril Dimitriev, pero el plan no fue revelado oficialmente hasta el principio de la semana pasada, al secretario del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania, Rustem Umerov, antes de que ese individuo huyera a Qatar. El cabecilla del régimen de Kiev, Volodimir Zelenski —cuyo mandato presidencial ya está ampliamente expirado— no tuvo conocimiento de ese plan hasta el 20 de noviembre, cuando el secretario de las fuerzas terrestres de Estados Unidos, Dan Driscoll, y los generales Randy George, jefe del estado mayor de las fuerzas terrestres estadounidenses, y Chris Donahue, jefe de las fuerzas militares de Estados Unidos en Europa y África, viajaron a Kiev para presentárselo.

Durante los 3 últimos meses, las fuerzas rusas han bombardeado a las unidades de los nacionalistas integristas (que el Kremlin designa como «banderistas» o «neonazis») que operan bajo las órdenes de Andriy Biletsky, quien se hace llamar el «fuhrer blanco» y que ya ha perdido una tras otra la batalla de Mariupol (en mayo de 2022), la de Bakmout/Artiomovsk (en diciembre de 2023) y ahora la de Pokrovsk (en noviembre de 2025).

El 11 de noviembre, el Departamento de Estado estadounidense dio la luz verde para se revelara al público la Operación Midas, una gran investigación del Buró de Lucha Anticorrupción de Ucrania (NABU), en la que colaboran 80 inspectores estadounidenses. La Operación Midas ya ha dado lugar a las dimisiones de 2 ministros —el ministro de Justicia Herman Halushchenko y la ministro de Energía Svetlana Grynchuk—, a la huida del ya mencionado Rustem Umerov, actualmente en Qatar, y parece inminente la renuncia del director de la administración presidencial Andriy Yermak. O sea, Volodimir Zelenski va quedándose solo y se ve obligado a aceptar el plan de paz que le envió Donald Trump o huir el también.

Aunque se ha tratado de hacer creer lo contrario, Zelenski no se atrevió a tratar de modificar las condiciones del plan de paz que los estadounidenses le entregaron el 20 de noviembre. Sólo ha intentado agregarle una amnistía, pero no para los crímenes de guerra sino para los casos de corrupción.

Los ucranianos que quedan en Ucrania —un tercio de la población ucraniana ha huido del país, una mitad de esos emigrados ucranianos se ha ido a Rusia y la otra mitad está en la Unión Europea— se han volteado contra Zelenski, ya que lo habían elegido porque prometía poner fin a la corrupción y ahora descubren que la ha incrementado a un nivel nunca visto. En noviembre, se registraron en toda Ucrania verdaderos motines contra los reclutadores del ejército. Hasta los nacionalistas integristas han llegado a la conclusión de que Zelenski ya no puede ayudarlos a hacer realidad el apocalíptico proyecto de acabar con los eslavos —los nacionalistas integristas ucranianos se creen descendientes de los vikingos— y están buscando la manera de derrocarlo.

Los Estados miembros de la Unión Europea, entidad empeñada en mantener la guerra contra Rusia, no pueden aceptar ahora el plan de paz que plantea Washington y que no es otra cosa que una capitulación. Esos Estados de la UE se dan cuenta súbitamente de que su sueño de debilitar a Rusia no está llamado a convertirse en realidad. Ya se hace evidente que el fin del régimen de Kiev será probablemente el preludio de la caída de los responsables europeos que lo han respaldado.

En efecto, ha llegado el momento de revisar las cuentas. La Unión Europea desembolsó inicialmente 1000 millones de euros en dinero contante y sonante. Su Comité Militar creó después una Cámara de Compensación que permitía al régimen de Kiev escoger el armamento que quería en los arsenales de los países miembros de la Unión Europea. Y finalmente la UE puso a la disposición de Ucrania sus propios medios, como sus satélites. A medida que iba pasando el tiempo, la Unión Europea desembolsaba más y más fondos, hasta llegar a los 3000 millones de euros que asignó a Kiev este verano.

Y no hay que creer que todo ese gasto es imputable sólo a los funcionarios de la Comisión Europea. El 1º de marzo de 2022, el Parlamento Europeo, cuyos miembros se eligen por sufragio universal, organizó una sesión en la que Volodimir Zelenski habló a los eurodiputados por video conferencia. Y Zelenski les recitó el punto de vista de la OTAN, que ignora los acuerdos de Minsk y cataloga la operación militar especial rusa contra los nacionalistas integristas ucranianos, iniciada en aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU, como una «agresión militar ilegal, no provocada e injustificada». Fue el Parlamento Europeo el que adoptó una resolución (P9_TA(2022)0052) que abrió el camino al apoyo total de la UE al régimen de Zelenski.

Cuando el presidente Trump y el vicepresidente Vance zarandearon a Zelenski en la Oficina Oval, el 28 de febrero de 2025, varios gobiernos europeos se concertaron sobre la cuestión de Ucrania. Se multiplicaron las idas y venidas entre París y Londres, que competían entre sí por la dirección de una «coalición de voluntarios». En definitiva, los británicos ganaron la carrera. El gobierno del Reino Unido formó una alianza militar con los países del Báltico (Dinamarca, Estonia, Finlandia, Islandia, Letonia, Lituania, Noruega, Países Bajos y Suecia) y asoció Ucrania a ese grupo de países, el 5 de noviembre. En realidad se trata de una especie de «OTAN dentro de la OTAN», bajo la dirección del Reino Unido.

Francia, aunque no participa en esa alianza alrededor del Reino Unido, se mantiene muy presente en el tema de Ucrania. Pero esa presencia francesa se limita al plano de las «posturas» sin llegar al ámbito de la acción. El 17 de noviembre, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y Volodimir Zelenski firmaron en París una «declaración de intención» según la cual Francia fabricará —cuando sea posible— y venderá a Kiev 100 aviones de combate Rafale. Al día siguiente, el 18 de noviembre, el jefe del estado mayor de los ejércitos de Francia, el general Fabien Mandon, dijo ante un congreso de alcaldes que los franceses tienen que aceptar «perder sus hijos» en una guerra contra Rusia, que él considera inminente.

El 21 de noviembre, un Volodimir Zelenski presa del pánico se comunicó por teléfono con sus «padrinos»: el presidente francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Friedrich Merz y el primer ministro británico Keir Starmer. Según la presidencia de Francia, estos dirigentes europeos subrayaron, una vez más, que «todas las decisiones con implicaciones para los intereses de Europa y de la OTAN tiene que contar con el apoyo conjunto y el consenso de los socios europeos y de los aliados de la OTAN respectivamente».

Todos se reunieron, el 22 de noviembre, en Johannesburgo (Sudáfrica), al margen de la cumbre del G20, sin la presencia de… Donald Trump y Vladimir Putin. La Declaración Final sólo evocaba la cuestión ucraniana en una frase evasiva: «Guiados por los objetivos y principios de la Carta de la ONU en su totalidad, trabajaremos por una paz justa, completa y duradera en Sudán, en la República Democrática del Congo, en los territorios palestinos ocupados, en Ucrania, al igual que por poner fin a otros conflictos y guerras a través del planeta». Esta afirmación banal no justificaba ese tipo de reunión. Al mismo tiempo, los europeos se concertaron entre bambalinas para elaborar una contrapropuesta.

La prensa europea se limita a presentar el plan ruso-estadounidense como «favorable a Moscú». Pero eso no es cierto ni es el centro de la cuestión. El plan, para quienes se han tomado el trabajo de leerlo[1], prevé que la península de Crimea y las dos Repúblicas de la región de Donbass (Donetsk y Lugansk) sean reconocidas como territorios rusos. ¡Pero ya era así ANTES de la guerra! También prevé que el resto de la Novorossiya se comparta siguiendo la línea del frente. En otras palabras, quedarán en manos de Ucrania la mayor parte de los territorios de Jerson y de Zaporiyia, así como el puerto de Odesa, cuya posesión habría permitido a Rusia establecer una continuidad territorial con Transnistria, otro territorio cuya población también ha expresado su voluntad de unirse a la Federación Rusa.

Por otra parte, el plan impone que el ejército ucraniano, que hoy cuenta 800.000 efectivos, se reduzca a 600.000 y que renuncie a la posesión de los misiles de largo alcance, capaces de llegar hasta Moscú —misiles que Ucrania supuestamente no tiene actualmente. En eso consistía el debate sobre los misiles Tomahawk estadounidenses y los misiles Taurus alemanes. Ucrania también renunciaría a ser miembro de la OTAN, pero las potencias europeas de la OTAN podrían estacionar aviones de combate en Polonia.

Desde el punto de Rusia, lo más importante es otra cosa: la desnazificación del régimen de Kiev. Ese es para Rusia un objetivo fundamental que los países de la OTAN siempre han preferido ignorar. La desnazificación supone la aplicación en cada país de un programa educativo sobre la cultura del otro país, como el que se aplicó en Francia y en Alemania después de la 2GM.

Por consiguiente, Moscú alcanza los objetivos por los cuales luchó, aunque sin lograr lo que desde hace mucho tiempo ha venido reclamando: el regreso de la OTAN a sus «fronteras» de 1991. Eso seguirá siendo una fuente de conflicto. La Unión Europea debería estar consciente de ello, y no sorprenderse si el enfrentamiento se mantiene en ese aspecto.

Por el lado estadounidense, Washington se compromete a levantar las «sanciones» contra Rusia y reintegrar esa potencia al G8, hoy convertido en «G7».

Ciertamente, el presidente Donald Trump está a punto de lograr, finalmente, sacar su país del avispero. Pero lo hace para poner a la Unión Europea ante sus propias responsabilidades.

La reconstrucción de Ucrania, evaluada en 200.000 millones de dólares, sería financiada, en un 50% por la Unión Europea, quedando el otro 50% a cargo de Rusia: cada una de esos dos partes desembolsaría 100.000 millones de dólares. La parte de Rusia saldría de los fondos rusos congelados durante el conflicto. Habría una supervisión por parte de Estados Unidos, que obtendría la mitad de los ingresos generados por esas inversiones.

Como punto final, Ucrania tendría que renovar su compromiso de no fabricar armas nucleares y la electricidad generada en la central nuclear de Zaporiyia se compatiría a la mitad entre Ucrania y Rusia.

Pero nadie ha mencionado lo más duro: la Unión Europea (y por consiguiente la OTAN) tendrá que reconocer que la intervención de Rusia en Ucrania no fue una «agresión militar ilegal, no provocada e injustificada»… sino la aplicación legítima de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU, un acto conforme a la Carta de las Naciones Unidas y al derecho internacional.

Ahora cada cual tendría que proceder a un examen de conciencia. En la Unión Europea, todos alimentaron esta guerra, cuyo número de víctimas ni siquiera se conoce con precisión. Los altos funcionarios de la UE actuaron dejándose llevar por la arrogancia, la altanería, la soberbia y la desmesura; los gobiernos de los países miembros de la UE actuaron como un rebaño de corderos y los pueblos europeos creen ser la encarnación de la paz.

Lo más importante ahora será tomar conciencia de estas verdades y, si eso sucede, esa toma de conciencia podría provocar la caída de los regímenes que quisieron «poner a Rusia de rodillas» y que se obstinaron en tratar de alcanzar ese objetivo espurio.


La guerra de Trump por el petróleo y el oro de Venezuela.

 

Quienes han controlado el poder en Estados Unidos durante los últimos dos siglos han mantenido constantemente una imagen belicista, al tiempo que insistían, con consumada hipocresía, en que eran el pueblo más civilizado de todos. Ahora, un Estados Unidos —tan belicista como siempre— amenaza, con el apoyo del equivocado Gobierno de Trinidad y Tobago (dirigido por la primera ministra Kamla Persad Bissesser), con apoderarse del petróleo y el oro de Venezuela. El objetivo es la rapiña, claro.

Se presentan a sí mismos como el pueblo elegido de Dios, con el mandato de civilizar al resto del mundo incivilizado; y para llevar a cabo su misión de civilizar el mundo, primero tuvieron que convertir a Estados Unidos, en el Estado más poderoso del mundo, eclipsando incluso a la madre patria europea de la que procedían, Gran Bretaña, que les precedió en esa «misión divina» de civilización. De hecho, la supuesta misión civilizadora fue un instrumento fundamental del imperialismo británico, y los estadounidenses simplemente adoptaron y continuaron esta misión.

No tuvieron ningún escrúpulo moral en esclavizar a millones de africanos incivilizados para que trabajaran para ellos de forma gratuita y construyeran, en un tiempo récord, una América civilizada y poderosa. Robaron a los esclavos su identidad africana, les quitaron sus nombres, su fe y su forma de vida, los criaron como ganado, los explotaron y esclavizaron, y cuando finalmente se abolió la esclavitud, se aseguraron de que sus antiguos esclavos permanecieran para siempre en la esclavitud económica en el fondo del barril de la riqueza, mientras ellos permanecían para siempre ricos en la cima.

El Dr. Eric Williams, de Trinidad y Tobago, demostró un valor intelectual excepcional, cuando aún era estudiante, al presentar una tesis doctoral en la Universidad de Oxford titulada Capitalismo y esclavitud, que revelaba los motivos económicos para poner fin al comercio de esclavos y a la esclavitud, y desmentía las afirmaciones humanitarias del Parlamento británico y del discurso público. Esta «afrenta» a su apariencia civilizada le costó su doctorado en Oxford, y tuvo que trasladarse a la Universidad Howard de Estados Unidos para obtener el título. Continuó mostrando la misma integridad como primer ministro con su valiente proclamación: «¡Massa day done!», es decir, ¡el día del amo de esclavos debe terminar ahora!
«CLR James, de Trinidad y Tobago, desentrañó aún más su discurso engañoso sobre la condición de los pueblos coloniales cuando escribió Black Jacobins para conmemorar el breve momento triunfal de la Haití negra bajo el sol de la libertad de la esclavitud».

El formidable profesor Leslie Manigat, de Haití, conservó ese noble legado cuando, como director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de las Indias Occidentales, en San Agustín, Trinidad, formó a más generaciones de académicos (incluido este escritor) con el conocimiento y la integridad académica necesarios para continuar recorriendo ese camino académico.

El pueblo elegido del Señor Dios tuvo que resolver la incómoda presencia en la recién ocupada tierra europea de América de millones de pueblos nativos incivilizados de esa tierra. Los migrantes cristianos europeos a América hicieron a los nativos americanos exactamente lo mismo que los migrantes judíos europeos a la tierra de Palestina (también conocida como Tierra Santa) están haciendo ahora a los nativos palestinos, incómodos residentes en Gaza. Se reconoce como la «limpieza étnica» de un pueblo elegido de bárbaros incivilizados.

A continuación, hicieron gala de su poderío para sustituir la Pax Britannica por una nueva Pax Americana que gobernaría el mundo, con sus aviones dominando los cielos, al igual que los mares estaban anteriormente dominados por la armada británica.

Para gobernar el mundo, no solo necesitaban tomar el control del poder en el mundo, sino también controlar la riqueza del mundo. Por lo tanto, arrasaron el mundo mientras tomaban el control del petróleo, el oro, los diamantes y otros recursos naturales similares; luego, con un dólar estadounidense sin valor intrínseco, reemplazaron a la libra esterlina británica como nueva moneda universal, y con un sistema bancario usurero que había surgido con el Banco de Inglaterra, pero que ahora estaba controlado por Wall Street, establecieron una estructura económica global y una civilización con una misión cultural que buscaría eventualmente esclavizar al resto del mundo.

La primera zona que fue vigilada por el nuevo policía mundial, eternamente rico, mientras proclamaba la Doctrina Monroe en 1823, fue América Central y del Sur. Este era su patio trasero, y no se permitiría que ninguna potencia extrahemisférica se entrometiera en él sin su permiso. La sórdida historia de las interminables e injustas intervenciones militares estadounidenses en este hemisferio como policía eternamente rico del mundo, para garantizar que todos los gobiernos sean clientes de Estados Unidos y que este tenga un acceso privilegiado a la riqueza del hemisferio, es bien conocida, incluso por los patéticos lacayos de Trinidad y Tobago que ahora apoyan la probable acción policial del policía del mundo en Venezuela. Incluso con el acuerdo militar firmado por Rowley, había margen para distanciar a Trinidad y Tobago de tal implicación y apoyo directos.

Cuando Trump declaró que quiere hacer grande de nuevo a Estados Unidos, dio a entender que no solo quiere restaurar la Pax Americana, sino que también quiere restaurar la supremacía de su extraño evangelio estadounidense que declara: «Bienaventurados los ricos, porque ellos heredarán la tierra», y garantizar el control de los supremacistas blancos en Estados Unidos. Pero Mamdani, de Nueva York, que derrotó tanto al Partido Republicano como al Demócrata en las recientes elecciones a la alcaldía, desafió ese evangelio yanqui y ganó las elecciones.

«Las personas que no han perdido el alma prefieren la paz a la guerra. Se oponen a la injusticia, las mentiras y la opresión, y luchan por liberar a las personas de la esclavitud, la pobreza persistente, la indigencia, la injusticia y la opresión. Nueva York desafió a Trump, así como a ambos partidos, y votó por Mamdani, haciéndose eco de la declaración de Eric Williams: ¡Se acabó el día del amo!»

Esto constituye una prueba más de que el viento de la historia sopla en una nueva dirección en la que la Pax Americana se enfrenta a un declive irreversible, acelerado por la política exterior de Trump. Por lo tanto, si Trump ordenara un ataque militar estadounidense contra Venezuela mientras este país busca la paz, lo que parece inevitable, se encontraría con la sorpresa de que no solo se repetiría la reciente sorpresa electoral de Nueva York en muchas partes del hemisferio que se oponen a sus políticas, sino que también las masas que le desafiaron manifestándose públicamente contra el genocidio en Gaza, galvanizarían rápidamente su oposición a una guerra injusta contra Venezuela.

De hecho, hay más pruebas de que una guerra de Estados Unidos contra Venezuela probablemente resultaría contraproducente.

A pesar de la intensa guerra psicológica que se está librando contra Venezuela con una presencia militar estadounidense masiva y desproporcionada frente a las costas de Venezuela (desproporcionada para apoyar la mentira de que estaban allí para detener el tráfico de drogas), las fuerzas armadas venezolanas se han mantenido fieles al eternamente popular Hugo Chávez y no han mostrado ni una fisura en su armadura de lealtad al Gobierno venezolano. Por lo tanto, cuando las masas venezolanas se levanten para desafiar un ataque yanqui contra Venezuela, también disfrutarán de una guerra civil que las enfrentará a la rica élite venezolana, así como de una guerra de guerrillas contra cualquier fuerza armada estadounidense condenada al fracaso que se atreva a poner un pie en Venezuela. Lucharán una guerra popular con el apoyo activo de las fuerzas armadas venezolanas.

La mayoría de los gobiernos de América Central, América del Sur y el Caribe condenarían un ataque estadounidense contra Venezuela y apoyarían a Venezuela en su resistencia a la agresión estadounidense sin disimulo.

¿Es también posible que muchos viajen a Venezuela desde otras partes de América, así como del Caribe, para unirse con entusiasmo a una guerra popular contra los belicistas gringos, con el fin de repetir la sorpresa de las elecciones a la alcaldía de Nueva York? Tal movilización de apoyo externo se produjo en la Guerra Civil Española y en la revolución latinoamericana del siglo XIX.

Si, por el contrario, Trump pospone indefinidamente una intervención militar estadounidense para provocar un cambio de régimen en Venezuela que sustituya al actual Gobierno por otro que sea cliente de Estados Unidos, como lo es el actual Gobierno de Trinidad y Tobago liderado por Kamla, y permite a Estados Unidos meter la mano en el tesoro y el petróleo inagotable de Venezuela, entonces Estados Unidos parecería muy pequeño, ¡más bien grande de nuevo!

«El ego de Trump no le permitiría arriesgarse a hacer que Estados Unidos pareciera pequeño, por lo que es probable que su ego le lleve, tanto a él como a sus clientes en su patio trasero caribeño, a un paso en falso político y militar que hará sonreír a Nueva York una vez más, mientras que la conveniencia política está llevando a muchos de los que aún permanecen a bordo de ese barco que se hunde al cementerio político».

El autor es un erudito islámico nacido en Trinidad y Tobago que heredó su perfil único de erudición islámica mientras estudiaba en Pakistán, y que ha sido pionero en la escatología islámica moderna. Su último libro, titulado «El Corán y el destino de Rusia», que pronto se presentará en Moscú, fue escrito a petición del ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, tras una cena-debate en Moscú en la que discutió el tema de Rusia y el Corán con el ministro. Sus libros pueden pedirse en www.imranhosein.com, y puede contactarse con él por correo electrónico en inhosein@imranhosein.org.

Fuente: Imran N. Hosein


¿Estamos mejor o peor?

En mi última serie de artículos he ido analizando los cinco experimentos que las sociedades occidentales están llevando a cabo como si fueran avances indiscutibles de la civilización, por lo que sus resultados no están siendo sometidos a un juicio objetivo. Estos experimentos, históricamente muy recientes, son el aumento desorbitado del tamaño del Estado; un endeudamiento gigantesco; un sistema económico-monetario que está minando la capacidad adquisitiva de la población; una democracia basada en el sufragio universal incondicionado y en el poder ilimitado de la mayoría (que paradójicamente está conduciendo a un grave retroceso de las libertades individuales); y el experimento de vivir sin Dios ni ley natural, lo que ha traído consigo profundas y destructivas transformaciones sociales.

Por su particularidad histórica, España ha sido un espejo privilegiado del efecto de estos cinco experimentos. En efecto, la dictadura franquista aisló a nuestro país de las tendencias de su entorno, por lo que los cambios provocados por estos experimentos se han mostrado aquí con mayor claridad al concentrarse en un período de tiempo más corto que en el resto de Occidente.

Comparemos dos fotos
Así, en este artículo —último de la serie— expondré un conjunto de indicadores que muestran la evolución de España en las últimas décadas como espejo de la evolución del mundo occidental. Con ellos trataré de comparar la foto de la España de hace 40 o 50 años con la de hoy. Las fechas de origen de la comparación serán variables, pues la historia de un país es una función continua y no discreta en función de quién lo gobierna. Algunas datan de mediados de los años 70; otras, de la etapa de la Transición o de la democracia con UCD y el PSOE en los años 80 y 90. Aunque ningún conjunto de indicadores puede retratar fielmente una realidad por definición compleja, ésta es una manera sencilla de comparar la España de antes con la de ahora. ¿Estamos mejor o peor?

Soy consciente de la dificultad de abordar objetivamente series largas en un país como el nuestro, inmerso en un constante proceso de revisionismo histórico por la obsesión de demonizar parte de nuestro pasado común. De hecho, la situación comienza a resultar tan grotesca que me recuerda a un dicho que se acuñó en Rusia tras la caída del comunismo, cuando las autoridades revisaron la historia económica oficial de la URSS para desmontar las falsedades de las estadísticas oficiales, en las que nadie creía. Las modificaciones que iban produciéndose llevó a los rusos, con su característico humor negro, a acuñar una frase: «El pasado es imprevisible».

Lo mismo ocurre en España, donde el contubernio político-periodístico de izquierdas lleva años haciendo algo similar, aunque con un objetivo opuesto: revisan el pasado, pero no para descubrir la verdad, sino para enterrarla. Al igual que el Ministerio de la Verdad de Orwell (1984), falsifican los acontecimientos históricos para que encajen con el relato político del presente. La consigna también es orwelliana: «La ignorancia es la fuerza». Por lo tanto, en España el pasado también es imprevisible.

Debo añadir que la crítica de la izquierda radical al franquismo no se basa en que fuera una dictadura, sino en que fuera una dictadura de derechas, que no es lo mismo, pues con las de izquierdas simpatizan e incluso cobran de ellas sin remilgos (luego quizá no se trate de una cuestión de libertades, sino de ideología).

Dicho eso, confío en que el lector sobrevuele sin problemas la enésima campaña de agitprop, que no deja de ser una cortina de humo anticorrupción. Como decía Revel, «los socialistas tienen una idea tan alta de su propia moralidad que, al oírlos, uno casi creería que, cuando se entregan a la corrupción, no es que su virtud quede empañada por haber sucumbido a la tentación, sino que, por el contrario, es la corrupción la que se transforma en algo honrado»[1].
[1] Jean-François Revel. El conocimiento inútil, cap. 9.

Indicadores económicos
Comencemos con unos cuantos indicadores económicos. He dividido los últimos 75 años de historia económica de España en tres períodos iguales de 25 años: de 1949 a 1974 (los 25 años del gran desarrollo económico hasta la crisis del petróleo); de 1974 a 1999 (período que coincidió con la Transición y la democracia bajo la peseta); y de 1999 a 2024 (el período del euro). Pues bien, estos son tres importantes indicadores económicos de cada período:

Observen los datos con atención. Como pueden ver, el PIB español per cápita creció entre 1949 y 1974 el triple que durante los primeros 25 años de democracia y el séxtuple de lo que hemos crecido bajo el euro. De hecho, durante ese período España fue el segundo país que más creció del mundo, y no sólo por ser pobre en el inicio, como suele decirse, puesto que si la condición necesaria y suficiente para crecer mucho fuera ser pobre no habría países pobres. Este espectacular crecimiento, fruto del esfuerzo y el sacrifico de la generación de nuestros padres y abuelos ―que se logró sin recurrir al endeudamiento público―, significa que en 1974 los hijos tenían una renta cuatro veces superior a la que habían tenido sus padres a su edad, lo contrario de lo que ocurre hoy. Asimismo, desde 1974 el paro se ha multiplicado por tres y la deuda pública por quince. De hecho, la España de la democracia ha tenido una tasa de desempleo medio del 16%, cuatro veces la que tenía en 1974. Por lo tanto, la consigna de que el régimen constitucional del 78 ha sido «el período de mayor paz y prosperidad de nuestra historia» es falsa. Sí ha sido, sin embargo, el período de mayor prosperidad para nuestra clase política, que nunca se ha visto en otra (quizá por ello ellos mismos inventaron la consigna).

El segundo indicador que quiero mostrarles es el de convergencia, que mide el acercamiento de la riqueza española a la media de países de nuestro entorno desde 1960 a la actualidad, esto es, el cociente entre la renta per cápita española y la renta per cápita de la OCDE[5]:


Los datos son, una vez más, contrarios a la creencia popular, que confunde crecimiento absoluto con crecimiento relativo. Como podrán observar, desde 1959 a 1974 la renta per cápita española creció mucho en términos relativos, pasando de un 65% a un 90% de la media occidental. Desde 1974 a 1998, sin embargo, la tendencia se frenó, formando una especie de catenaria. Durante los años de la burbuja (2000-2008) España mantuvo una renta per cápita de alrededor del 90% de la de los países de la OCDE, pero tras la explosión de la burbuja, cayó de nuevo y no ha vuelto a recuperarse. Esto significa que la renta per cápita de España comparada con la de los demás países desarrollados es hoy inferior a la que había en 1974, o sea, que en términos de convergencia no hemos avanzado nada en medio siglo.

Demos un tercer dato. Un indicador habitual de desarrollo económico de cualquier país es el número de vehículos matriculados. Pues bien, según la DGT, a pesar del aumento de la población adulta en España se matriculan hoy más o menos el mismo número de turismos que en 1990 (hace 35 años), mientras que el número de matriculaciones de motocicletas (vehículo típico de países subdesarrollados) se ha multiplicado por dos[6]. Aunque existan otros factores exógenos, esto suele ser un síntoma de empobrecimiento.

El último indicador económico que quiero ofrecer es el acceso a la vivienda. Según el Banco de España, en 1985 se necesitaban menos de tres años de renta bruta disponible de los hogares para pagar una vivienda. Hoy el coste medio de la vivienda equivale a casi ocho años de renta bruta disponible[7].

Indicadores sociales
Tras estos indicadores económicos, me gustaría presentar unos cuantos indicadores sociales. Siendo la familia el núcleo básico de la sociedad, el primero que quiero traer a colación es la tasa de divorcios (número de divorcios por cada 1.000 habitantes), dato relevante por el enorme sufrimiento personal y disrupción social que causan. Vean su evolución desde 1981, año en que se aprobó la ley de divorcio bajo la UCD con una votación parlamentaria bastante ajustada (162 votos a favor, 128 en contra), detalle —hoy olvidado— que muestra un apoyo al divorcio bastante tibio por parte de la clase política y de la sociedad de aquel entonces[8]:


Como verán, en los primeros años la tasa se mantuvo más o menos constante; luego comenzó una suave subida hasta 2004 (línea vertical roja), cuando se produjo un gran salto que multiplicó la tasa de divorcios por 2,5 en un solo año. La razón fue la ley de divorcio exprés Zapatero-Rajoy, que eliminó los trámites dilatorios que daban un tiempo prudencial para facilitar la reconciliación y evitar que los matrimonios tomaran decisiones irreversibles en caliente. ¿Por qué la llamo ley Zapatero-Rajoy si la aprobó Zapatero? Porque cuando Rajoy llegó al gobierno con mayoría absoluta no la modificó ni la derogó salvo para facilitar el divorcio aún más, de modo que en ciertos casos no hiciera falta ir al juzgado sino al notario. En España se producen hoy 5 rupturas por cada 10 matrimonios que se celebran.

El segundo indicador que quiero presentar es la evolución del número de abortos desde la aprobación de la primera ley del aborto en 1985. Se trata del dato más horroroso e impactante de todos, del que me cuesta hacer algún comentario[9]:


El tercer indicador es la evolución de la natalidad extramatrimonial, es decir, el número de hijos que nacen fuera del matrimonio. En 1980 menos del 4% de los hijos nacían fuera del matrimonio; hoy la cifra es del 50%[10]:


El siguiente indicador es la edad media a la que se casan hombres y mujeres. Hoy los españoles se casan casi 13 años más tarde de lo que se casaban en 1980. El aumento responde a varios motivos, entre los que está el miedo al compromiso, la generalización del concubinato y los obstáculos económicos, especialmente el acceso a la vivienda[11]:


El siguiente indicador que quiero mostrarles es la tasa de fecundidad, esto es, el número de hijos que tiene de media cada mujer en edad fértil. España es el 7º país con menor tasa de fecundidad del mundo[12]. Dicho de otro modo, el pueblo español va camino de convertirse una especie en peligro de extinción:


Esta caída de la fecundidad se ha reflejado en la pirámide demográfica. En 1975 el 27% de la población eran niños menores de 14 años; hoy suponen sólo el 13%. De igual modo, en 1975 sólo el 10% de la población era mayor de 64 años; hoy es más del 20%, proyectándose que en 2050 constituirán el 31% de la población (casi uno de cada tres ciudadanos)[13]. Esto convertirá a España en uno de los países más envejecidos del mundo y supondrá la quiebra segura del sistema público de pensiones.

Otro indicador más es la criminalidad. Aunque España siempre ha sido un país seguro y con tasas de homicidio muy bajas (salvando la etapa del terrorismo vasco de ultraizquierda de ETA), la criminalidad ha aumentado significativamente en los últimos 50 años. Como consecuencia de ello, la población reclusa ajustada a población es tres veces la que había en 1974 (año anterior a la amnistía) a pesar de existir leyes mucho más laxas. En efecto, en 1974 había 14.700 reclusos en nuestro país[14], mientras que en 2024 esta cifra había aumentado a 59.226 reclusos[15]. Este aumento de la criminalidad se ha producido a pesar del aumento en el número de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pues en esto España también es diferente: en democracia hay muchos más policías que había en la dictadura. En efecto, en 1970 había 250 policías por cada 100.000 habitantes y hoy hay 500 por cada 100.000 habitantes, es decir, el doble, y si contamos los vigilantes de seguridad privada (inexistentes en 1970), más del triple[16].

Por otro lado, la tasa de suicidios (ajustada a población) se ha multiplicado por más de dos desde 1975. En efecto, en 1975 se suicidaron en España 1.366 personas, lo que supuso una tasa de suicidios de 3,8 por 100.000, mucho menor que la media de suicidios a nivel mundial de aquella época (12 por 100.000[17]. En 2023 ―último año con datos definitivos― se suicidaron en España 4.116 personas, lo que supone una tasa de suicidios de 8,6 por 100.000, es decir, más del doble que hace cincuenta años.

El último indicador social que quiero comentar tiene que ver con esa nueva epidemia social que es la soledad. En 1990, sólo el 10% de los hogares era unipersonal. Hoy la cifra se acerca al 30%[18].

Ésta es la evolución de España en las últimas décadas, que refleja en mayor o menor medida la evolución de Occidente bajo los cinco experimentos. Ya sólo me resta preguntarles de nuevo: ¿estamos mejor o peor?

La mentira como arma de gobierno.

Las autoridades francesas acaban de conmemorar los atentados perpetrados en París el 13 de noviembre de 2015, pero el expresidente francés Francois Hollande y otros dirigentes del país siguen haciendo todo lo posible por esconder a sus conciudadanos la verdad sobre aquellos hechos. Así logran ocultar sus propias faltas. Al privar a los franceses del acceso a la verdad, también los privan de la posibilidad de sobreponerse al drama.

La ceremonia conmemorativa organizada en el parque Saint-Gervais

Francia es un país muy extraño. Para adormecer a la población aletargada, sus gobiernos adoran celebrar las desgracias nacionales. Así que, el 13 de noviembre de 2025, Francia conmemoró el 10º aniversario de la derrota que sufrió el 13 de noviembre de 2015, cuando grupos de terroristas asesinaron 131 personas e hirieron a otras 413 en 6 ataques perpetrados en diferentes lugares de París, contra el teatro Bataclan, el Estadio de Francia y varios cafés parisinos.

En su alocución conmemorativa, el presidente de Francia, Emmanuel Macron declamó «esta pregunta dolorosa: ¿Por qué? Uno quisiera encontrar un sentido a lo sucedido. (…) No, no tiene sentido, no hay algo que justifique este dolor. No lo habrá nunca».

Es una terrible mentira que impide a todos los que sufrieron en carne propia aquellos atentados hallar la paz. Sí, aquellos atentados tenían un sentido, pero nuestros dirigentes optaron por escondérnoslo para no tener que reconocer sus propias culpas.

Como siempre, para entender lo sucedido aquel día, hay que examinar primero el contexto alrededor de los hechos. En febrero de 2011, la Francia del presidente Nicolas Sarkozy quiso implicar a Turquía en la guerra de Occidente contra Libia, a pesar de que este último país era el segundo socio comercial de Turquía. París logró que Ankara movilizara contra Muammar el-Kadhafi la tribu de los misrata, que se compone de descendientes de soldados del ejército otomano. A cambio, el gobierno de Francia se comprometió a desplazar la minoría kurda de Turquía. Los ministros de Exteriores de la época, el francés Alain Juppé y el turco Ahmet Davutoglu, firmaron un acuerdo en ese sentido. Aquel acuerdo estipulaba que se crearía un Estado kurdo fuera de Turquía, en suelo sirio —Siria había acogido gran cantidad de kurdos turcos en los años 1980. La existencia de ese plan se desconoce en Francia, pero en aquella época la prensa argelina lo publicó bajo la denominación de «Plan Azul».

Después de haber implicado a Francia en la operación de Occidente contra Libia y más tarde en la guerra, también de Occidente, contra Siria, el presidente Sarkozy cambió de opinión, en febrero de 2012, al parecer cuando comprendió que estaba alimentando un horrible derramamiento de sangre. Sus «amigos estadounidenses» se ocuparon entonces de hacer fracasar su intento de lograr un segundo mandato presidencial y pusieron en la presidencia de Francia a Francois Hollande, quien reactivó inmediatamente la guerra contra Siria organizando en París, junto con la secretaria de Estado Hillary Clinton, la 3ª reunión del «Grupo de Amigos de Siria», el 6 de julio de 2012.

Los servicios de comunicación de la presidencia de Francia retiraron de su portal los videos de la 3ª reunión del «Grupo de Amigos de Siria» cuando observamos, desde «Red Voltaire», que el presidente Francois Hollande expresaba una especial amistad hacia el yihadista Abou Saleh, quien había presidido el tribunal de la shariah que condenó a muerte numerosas personas en el Emirato Islámico implantado en Baba Amor, en la ciudad siria de Homs. En esta foto oficial aparece Abou Saleh sentado (a la extrema derecha), en el lugar de honor que le asignó el servicio de protocolo de la presidencia de Francia, a pesar de que el presidente Hollande sabía que aquel personaje había ordenado un gran número de decapitaciones en Homs.

El 31 de octubre de 2014, durante la visita oficial del entonces primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en París, el presidente francés Hollande organizó en el Palacio del Elíseo un encuentro secreto con el copresidente de los kurdos de Siria, Salih Muslim. Erdogan y Muslim se pusieron entonces de acuerdo sobre la aplicación del proyecto Juppé-Davutoglu para la creación de un Estado kurdo en suelo sirio.

Pero, durante la batalla de Kobane, Estados Unidos apoyó al PKK [la organización independentista de los kurdos de Turquía que en Siria se hacía llamar YPG]. Fiel a sus «amigos estadounidenses», el presidente Hollande recibió entonces en París, el 8 de febrero de 2015, a la copresidente de los kurdos de Siria, Asya Abdullah, fiel al líder histórico de los kurdos de Turquía Abdullah Ocalan y la comandante Nesrin Abdullah, quien se presentó en el palacio presidencial de Francia en uniforme de combate. El otro copresidente de los kurdos de Siria, Salih Muslim, único dirigente kurdo favorable a la creación de un Estado kurdo en suelo sirio, no fue invitado a participar en la nueva reunión.

El 8 de febrero de 2015, el presidente francés Francois Hollande recibe en la presidencia de la República a los dirigentes del YPG (la rama siria del PKK kurdo). Obsérvese que, ignorando las normas del protocolo, la comandante Nesrin Abdullah se presentó en el Palacio del Elíseo en uniforme de combate.

El 20 de julio se produce la primera reacción de Recep Tayyip Erdogan: un ataque terrorista de Daesh[1] contra una manifestación de la minoría kurda en la ciudad turca de Suruc, en la región de Anatolia. Y el 13 de noviembre le tocará a Francia sufrir el ajuste de cuentas por haber traicionado a Erdogan.
[1] Daesh es la denominación peyorativa, en árabe, de la organización terrorista conocida en Occidente como Estado Islámico, también designada con las siglas ES, IS o ISIS. Nota de Red Voltaire.

Es importante entender que Francia había cometido el error, en primer lugar, de comprometerse a desplazar la minoría kurda de Turquía hacia Siria para crear un «Kurdistán» en el norte de este último país. Y después cometió el error de renunciar a ese compromiso. Erdogan, fiel a sí mismo, reaccionó organizando el ajuste de cuentas: primero un gran atentado terrorista contra los kurdos turcos en Suruc (34 muertos y 104 heridos) y después las acciones terroristas que ensangrentaron París (113 muertos y 413 heridos).

Pero la historia no termina ahí.

La policía francesa logró identificar y localizar algunos «terroristas», que fueron arrestados en Saint-Denis, cerca de París, y logró impedir un atentado en el barrio parisino de La Defense. Pero el «equipo» adverso se reorganizó y Erdogan ordenó una segunda ola de atentados en Bruselas, la capital de Bélgica.

Para entonces, el dirigente turco ya ni siquiera se tomaba el trabajo de disimular. El 18 de marzo de 2018, en la conmemoración de la batalla de los Dardanelos, Erdoğan amenazó directamente a la Comisión Europea, que había recibido varios representantes de los kurdos fieles a Abdullah Öcalan: «Lanzo un llamado a los Estados que abren los brazos (al PKK), que de forma directa o indirecta apoyan las organizaciones terroristas. Ustedes están alimentando una serpiente en su cama. Y esa serpiente que ustedes alimentan los puede morder a ustedes en cualquier momento».

Cuatro días después, el 22 de marzo, el mismo «equipo» que había actuado en París perpetraba los atentados que ensangrentaron el aeropuerto de Zaventem y la capital de Bélgica (35 muertos y 340 heridos).

Mohamed Abrini, «el terrorista del sombrero», participó en los atentados perpetrados en Francia y en Bélgica. Fue juzgado en París sin que nadie le preguntara por sus relaciones con el MI6 británico, el servicio de inteligencia occidental que supervisaba a los yihadistas.

Es muy probable que usted no sepa, amigo lector, que uno de los terroristas que participó tanto en los atentados de Francia como en los de Bélgica, Mohamed Abrini, «el hombre del sombrero», era… un informante del MI6 británico[2]. Antes de los atentados, Mohamed Abrini avisó a sus jefes en Reino Unido —que, por principio, apoyaba a Turquía— pero no avisó a las autoridades de Francia ni a las de Bélgica.

Y si no hubo una tercera ola de atentados fue porque Estados Unidos impuso que «Rojava» (nombre dado en Occidente a la región de Siria que los mercenarios kurdos se habían apropiado con ayuda de Francia) nunca sería un Estado independiente sino sólo una «región autónoma». De esa manera, los turcos pudieron darse por satisfechos —ya no tenían a los kurdos del PKK en Turquía— y los franceses podían afirmar que habían mantenido su promesa… más o menos.

En 2021-2022, se organizó en París un largo juicio, de 10 meses, contra los terroristas sobrevivientes. Francois Hollande participó como testigo… sin mencionar ni por un segundo su propia responsabilidad política y sin que alguno de los magistrados lo interrogara al respecto.

Nuestros dirigentes no asumen su propia responsabilidad ante la Nación.

En París se abrirá un museo sobre el terrorismo. Y será un fracaso porque, según se anuncia, su misión será «dar un sentido a los sufrimientos de las víctimas proponiendo claves para la comprensión de una historia que no ha terminado». O sea, la misión de ese museo sería ofrecernos las claves que nuestros irresponsables políticos se han empeñado en mantener ocultas.

En todo caso, el terrorismo, ya sea fruto de la acción de individuos aislados, de grupos o de Estados, no es un hecho en sí. Es un método de combate que pueden practicar todas las organizaciones militares, sin excepción, incluso los ejércitos regulares.

En 2001, después de los atentados en Nueva York y contra el Pentágono, el presidente estadounidense George W. Bush declaró la «guerra al terrorismo» y, bajo el pretexto de aniquilar el terrorismo, convirtió el mayor ejército del mundo en una banda de criminales que practicaba la tortura a gran escala.

Cada vez que se usa la palabra «terrorismo» se corre el riesgo de reaccionar sólo desde la emoción, sin entender lo que realmente está en juego.


La fórmula geoestratégica rusa de la victoria.

En el mundo actual se han perdido los puntos de referencia, se ha difuminado la memoria histórica y se ha socavado la relación entre el individuo y el Estado. El progreso ha degenerado en retroceso: las tecnologías someten a la personalidad a la lógica de las máquinas, convirtiendo al individuo en un instrumento, y la difusión de prácticas democráticas sin fundamento espiritual da lugar a un nuevo totalitarismo, precisamente aquello contra lo que advertía Dostoievski en La leyenda del Gran Inquisidor.

En la tectónica de los cataclismos, el pensamiento ruso propone una estrategia diferente: la creación de una síntesis del potencial espiritual, cultural y militar como base del Estado y del pueblo. La medida interna, la continuidad histórica y el núcleo moral se convierten en el centro de la organización de la sociedad, la personalidad y el poder. Solo la preservación del núcleo espiritual y cultural garantiza la auténtica integridad nacional, cuya pérdida amenazaría la existencia misma del Estado como civilización, su imperio inmanente del espíritu. «Y hacia la vida de los primeros salvajes volará el sueño de los descendientes…», profetizó acertadamente Velimir Jlébnikov.

El centro principal de la estrategia rusa para la victoria es la personalidad. No es un objeto de control ni un recurso, sino portadora del espíritu, la conciencia y la memoria histórica. «El hombre es la medida de todas las cosas» (Protagoras, «Apología de Platón»). La pérdida de esta conexión conduce a la desintegración interna y al caos, no al progreso. La era tecnológica crea la ilusión del control: la responsabilidad se sustituye por un algoritmo, la personalidad por un perfil. El individuo sin disciplina espiritual y conciencia histórica deja de ser sujeto de la historia y la estatalidad. La victoria rusa es imposible sin la unidad, la acción coordinada de la persona y el Estado, donde la verticalidad del poder protege el espíritu del pueblo y el pueblo fortalece el Estado a través de la responsabilidad y la comprensión de su misión. El Estado sin apoyo espiritual se convierte en un mecanismo muerto, la espiritualidad sin Estado carece de fuerza para realizarse.

La cultura, la educación y la fe forman un sistema trino de estabilidad estratégica. Establecen un horizonte a largo plazo en el que se forma el sentido, la disciplina y el equilibrio interno. En la era de las guerras híbridas, el principal objetivo del ataque no es el ejército, sino la conciencia; no es la frontera, sino la identidad. Por lo tanto, la protección de la cultura y la memoria histórica no es una tarea humanitaria, sino defensiva. La formación de un portador de sentido, una personalidad capaz de distinguir la verdad de la imitación, es un elemento clave de la defensa espiritual y civilizatoria.

El espacio informativo es el campo de batalla moderno. Requiere una gestión estratégica comparable en importancia a la militar. El control del sentido se convierte en una forma de superioridad estratégica. No gana el que habla más alto, sino el que mantiene la calma interior, la capacidad de concentrarse y la fe en la rectitud de su camino.

Rusia debe construir una defensa estratégica no solo en el perímetro de sus fronteras, sino también en la conciencia. En esta defensa, lo decisivo no es el arma, sino la voluntad; no es la cifra, sino el espíritu. La función catejónica del Estado es mantener el eje del mundo, preservar la proporcionalidad y la mesura en condiciones de caos global. Rusia no es solo un participante en el multipolarismo, es su arquitecto, que establece el equilibrio entre las civilizaciones.

El multipolarismo contemporáneo no ha adquirido una forma definitiva: Rusia desempeña en él el papel de centro de contención, que no permite que el caos destruya definitivamente el tejido histórico del mundo. El katechon es un mecanismo estratégico de contención no solo del colapso físico, sino también del colapso conceptual. Une el poder y la fe, el orden y la voluntad, la historia y el futuro.

Hoy en día se libra una guerra de destrucción contra Rusia mediante el agotamiento, un intento de anular su esencia conceptual. La respuesta a esto es la creación de un sistema autónomo de espíritu y estrategia: consolidación ideológica, movilización cultural, restablecimiento de la conexión orgánica entre el Estado, el pueblo y la Iglesia. Esta verticalidad no es represiva, sino que da sentido, capaz de integrar fuerzas heterogéneas en una voluntad única.

El significado principal de la Victoria no debe ser el petróleo, sino el espíritu. La disciplina es la forma de este espíritu en acción. Cuando se une a la memoria cultural y al orden estatal, se produce un efecto de invulnerabilidad estratégica.

La victoria rusa no es la suma de pequeñas victorias en el campo de batalla, sino la afirmación de una unidad civilizatoria. Rusia debe ser no solo una potencia, sino también un territorio de significados y una medida de equilibrio histórico. Su misión es evitar la desintegración definitiva del mundo, restablecer el equilibrio y transformar el caos en orden mediante la disciplina del espíritu.

La armonización del mundo no es una abstracción, sino una estrategia. Requiere que Rusia sea capaz de pensar en términos de integridad, de ver cada acción —diplomática, militar, económica— como parte de la defensa espiritual y civilizatoria. Esta defensa no copia modelos ajenos, sino que se basa en la propia tradición, donde la fe forma la voluntad, la voluntad forma el orden y el orden forma la victoria.

El mundo ha entrado en una fase de ruptura estratégica. El americanocentrismo está perdiendo estabilidad y el multipolarismo aún no ha tomado forma. En este intervalo, Rusia actúa como un factor de contención, un katechon capaz de restablecer el equilibrio de fuerzas y significados. Allí donde Leviatán impone el caos, el katechon establece el orden. Allí donde la voluntad ajena busca someter, Rusia conserva la capacidad de actuar desde su propio centro.

En condiciones de superioridad numérica y, en gran medida, tecnológica del enemigo, la calidad de la organización interna, la disciplina moral y la cohesión ideológica se vuelven decisivas. La compensación de la desventaja cuantitativa se logra mediante la integración del poder espiritual y material. La armadura del espíritu debe estar por delante de la armadura de acero, de lo contrario, cualquier tecnología se convierte en un blanco.

Rusia no vence por su número, sino por su estructura fusionada de voluntad, fe y orden. Cuando el pueblo, el Estado y el ejército se unen con un objetivo común, se produce un efecto sinérgico en el que incluso los recursos limitados actúan como una totalidad estratégica. Esta es la fórmula de la sostenibilidad: la victoria a través de la cohesión colectiva, y no a través de la destrucción.

Ganar en el mundo moderno significa mantener el sentido, no permitir que el caos se convierta en la norma. En esto consiste la esencia profunda de «La armonización del mundo mediante la defensa espiritual y civilizatoria de Rusia» (Donizdat, 2024), una estrategia en la que el poder espiritual se convierte en arma y el orden del espíritu, en sistema de defensa.

Rusia no busca la confrontación, sino que restaura el equilibrio quebrantado. La destrucción del enemigo no es un objetivo, sino un instrumento para restaurar el orden. La victoria de Rusia es el retorno de la mesura y la proporcionalidad. No es el final, sino el comienzo de un nuevo ciclo, donde el espíritu determina la fuerza y la fuerza consolida el espíritu. Porque está escrito: «En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar». (Isaías 27:1).

Así se cierra el círculo: del caos al orden, de la amenaza externa a la fortaleza interna. La victoria rusa no es un episodio ni una reacción, sino un estado estratégico en el que el país conserva su forma civilizatoria, su elevación espiritual y su capacidad de imponer al mundo la norma del bien obligatorio en el marco de la misión catejónica de oponerse a la legión de la diabólica, que se cierne sobre Moscú con la intervención de la guerra psicológica, como advertían los «Huevos fatales» de Bulgákov.

Imaginemos un desarrollo hipotético de los acontecimientos: Europa, agotada por el apoyo prolongado a Ucrania y bajo la presión de sus propias crisis internas, decide utilizar tácticamente armas nucleares contra la Federación Rusa. Estados Unidos decide distanciarse, destinando recursos al apoyo material de Kiev y a la recuperación financiera interna. En respuesta, Rusia utiliza de forma limitada medios nucleares tácticos: comienza un intercambio de golpes, pero cada parte se esfuerza por mantener el conflicto dentro de los límites del «uso limitado». Sin embargo, en las culturas de pensamiento estratégico de la OTAN-Europa y Rusia se ha señalado desde hace tiempo que este tipo de conflictos rara vez se mantienen dentro de unos límites. Como señalan los expertos de RAND, «el punto de partida… siete escenarios posibles… incluyen condiciones en las que Rusia podría emplear armas nucleares estratégicas no convencionales» (rand.org)(1).

Inmediatamente después de la primera acción nuclear, Europa se ve conmocionada: las ciudades e infraestructuras clave quedan devastadas, cunde el pánico entre la población y los líderes políticos pierden el control de la situación. Los mercados financieros se derrumban, las cadenas logísticas se rompen, la industria se ralentiza. Los documentos analíticos occidentales afirman: «el riesgo de percepciones erróneas y malentendidos… podría conducir a una escalada entre Estados Unidos y Rusia» (frstrategie.org)(2). Rusia, por el contrario, moviliza sus reservas profundas: los puestos de mando dispersos, la profundidad territorial, la alta moral y la voluntad histórica se convierten en factores de estabilidad estratégica. El bloque euroatlántico se encuentra atrapado entre la imposibilidad de continuar la guerra en las condiciones anteriores y la imposibilidad de retirarse sin perder legitimidad. En el informe del Institut Montaigne se indica: «la moderación de Occidente… envía un mensaje indeseado a Rusia y al resto del mundo: una potencia nuclear puede llevar a cabo operaciones militares a gran escala durante semanas a las puertas de la OTAN y disfrutar de una especie de inmunidad» (Institut Montaigne)(3).

A medio plazo, el sistema de seguridad global está entrando en una fase de crisis: se ha superado la frontera nuclear y se ha perdido la estabilidad anterior. La confianza entre los Estados está decayendo, los acuerdos bilaterales y multilaterales sobre control de armamento se están desmoronando. La defensa europea se encuentra en una situación crítica: un estudio muestra que «la desconexión abrupta de CRINK… la movilización industrial de defensa… están en gran medida descarriladas» (arXiv)(4). En este momento, Rusia se presenta como un centro de estabilidad fuera de Occidente: los aliados de Europa se están rompiendo, los recursos se están agotando y Moscú ofrece una alternativa: mantener la influencia y garantizar la seguridad a través de su propio contorno civilizatorio.

A largo plazo, se están formando las siguientes tendencias. En primer lugar, Europa está perdiendo su capacidad de defensa autónoma y se ve obligada a capitular en dependencia o a llevar a cabo una profunda reorientación hacia la conciencia estratégica. En segundo lugar, la multipolaridad comienza a tomar forma: la metodología occidental de dominación ha quedado desacreditada y los nuevos centros de poder presentan sus propios modelos. Las investigaciones científicas indican que «la desestabilización nuclear… aumenta el riesgo del primer uso de armas en conflictos regionales» (csis.org)(5). Rusia, en su función de katechon —mantener el orden—, se convierte en el pilar de la nueva arquitectura de seguridad. En el espacio europeo surge la imagen de un Estado capaz de resistir el golpe, mantener la disciplina interna y su misión histórica.

Según esta lógica, la victoria no es la destrucción del enemigo, sino la capacidad de preservar tu sistema, voluntad e identidad. Es aquí donde se manifiesta la fórmula rusa: la cohesión colectiva, la disciplina y la continuidad histórica se convierten en el equivalente del poder. Europa, que ha perdido sus puntos de referencia, comienza a desintegrarse política y socialmente; Rusia, que ha conservado su núcleo, se convierte en la medida de un nuevo equilibrio. Para el mundo, este escenario significa el fin del antiguo modelo de dominación y el comienzo de un período en el que la seguridad no solo viene determinada por el armamento, sino también por la estabilidad de los sistemas, la capacidad de resistencia y las raíces civilizatorias que perduran.

En conclusión, se puede afirmar que si Europa da un paso hacia la confrontación nuclear, el intercambio de golpes tácticos se convertirá en el catalizador de la transición de la estabilidad postguerra fría a una era secular de caos o reestructuración. En este contexto, Rusia no es solo un participante, sino el arquitecto de un nuevo ciclo. Su fuerza no reside en la destrucción externa, sino en la cohesión interna. «La estrategia actual de Occidente apunta implícitamente a crear las condiciones para una lenta no victoria rusa» (Institut Montaigne)(6); sin embargo, en nuestro escenario se da una dinámica inversa: Rusia convierte la crisis de la seguridad mundial en una oportunidad para su victoria civilizatoria.

Sin embargo, cabe esperar que, incluso en el borde mismo del embudo absorbente de la confrontación nuclear a través de Europa, Trump pueda dar «la retirada» a sus vasallos, los agresores europeos, frenando su impulso hacia un enfrentamiento directo con Rusia. En este caso, se restablece el equilibrio estratégico, la crisis pasa y el espacio internacional vuelve a trayectorias más predecibles. La estabilidad civilizatoria de Rusia, su cohesión interna y su capacidad para mantener el centro de poder vuelven a manifestarse como un factor determinante de la estabilidad global. Como escribí en un poema juvenil: «… La historia, en espiral hacia atrás, lo arrastra todo como un cangrejo, y la humanidad renacerá de nuevo con una mezcla de carne…». Esta imagen refleja con precisión la ciclicidad de las grandes crisis y la capacidad de una civilización fuerte y disciplinada para superarlas, conservando su centro y su misión histórica.