PROFECÍAS TEOSÓFICAS I

Esta sección comienza una nueva serie de artículos sobre notables profecías teosóficas sobre el futuro, tomadas de los escritos de H.P. Blavatsky y W.Q. Judge.

Al comenzar, surge la pregunta legítima del libre albedrío, ya que puede inquirirse razonablemente y dada la enseñanza teosófica al respecto, ¿cómo es posible predecir el futuro?

Una explicación es que si actuamos por hábito automático y de manera predecible, estamos sembrando patrones kármicos que determinan en gran medida nuestro futuro. Ahora bien, mientras cada quien conserva su libertad individual de elección, la humanidad tomada en masa actúa de manera bastante predecible. Los creyentes en la operación del Karma no pueden ser considerados «fatalistas» porque esa Ley es simplemente la Fuerza restauradora de equilibrio que tiende a reconfigurar la armonía en el mundo y sus reacciones pueden ser predichas fácilmente por observadores bien entrenados, a quienes se les puede llamar videntes.

Con respecto a las profecías y la Doctrina Secreta, en uno de los simposios de su centenario en 1988 se preguntó:

«¿De qué trata este libro, al hacer que perdure y continúe influyendo en el pensamiento actual donde otras obras han sido olvidadas? Quizás es el hecho de que el libro es realmente una obra del siglo veinte, escrita 100 años antes de su tiempo. (...) A menos que la escritora de 'La Doctrina Secreta' haya podido anticipar futuros descubrimientos, el libro se habría fechado rápidamente a la luz de una ciencia que avanza. Sin embargo, H.P.B. hizo la profecía de que 'es sólo en el siglo veinte que partes de la presente obra serán reivindicadas, si no la totalidad' (2: 442)». (4).

(4) «La Doctrina Secreta» se imprimió hace 130 años, en octubre de 1888. Extractos de «The Extraordinary Life and Influence of Helena Blavatsky», biografía de Silvia Cranston y Carey Williams, 3ª ed. 1993. El párrafo es de la página 430, citando a Jerry Hejka-Ekins.


Sylvia Cranston, biógrafa de Blavatsky, escribió que sólo se hacen unas pocas profecías en la D.S., pero una de ellas fue particularmente sorprendente porque brindó fechas específicas para su cumplimiento:
«Es en el cierre de los grandes ciclos —en relación con el desarrollo racial— que generalmente tienen lugar tales [revelaciones]. Estamos al final del ciclo de 5.000 años del actual Kaliyuga ario, y entre este tiempo [1888] y 1897 habrá un gran desgarro en el Velo de la Naturaleza, y la ciencia materialista recibirá un golpe mortal». (D.S. 1: 611-12).
Esto predice que durante un período específico y designado de nueve años la ciencia iba a recibir una visión profunda que la llevaría a descorrer la punta del velo de la naturaleza física. Estos fueron los notables descubrimientos que ocurrieron durante esos años:
—En 1895 Wilhelm Röntgen informó sobre su descubrimiento accidental de los rayos X, incluida la impresión de las primeras fotografías con esa técnica, como la que muestra los huesos de una mano humana. Este descubrimiento hizo a Röntgen mundialmente famoso de la noche a la mañana y le valió el primer Premio Nobel de Física en 1901. Los rayos X mostraron que la materia no era sólida e impermeable, sino que tenía una forma y estructura completamente diferentes de lo que se había soñado anteriormente. 
—Un segundo descubrimiento importante, también en física atómica, se realizó pocas semanas posteriores al anuncio de Röntgen en 1896 cuando Antoine Henri Becquerel —también accidentalmente— descubrió la radioactividad mientras buscaba rayos X. La radioactividad fue una revolución en el pensamiento humano, ya que significaba que el átomo o bloque constructor de la materia no era estable como se pensaba, sino que podía transformarse espontáneamente en otros átomos. El eminente físico Robert Millikan comentó que «de todos los nuevos descubrimientos, fue el más sorprendente para el pensamiento humano y el más conmovedor para nuestra imaginación, ya que destruyó la idea sobre la inmutabilidad de los elementos y demostró que los sueños de los alquimistas aún podrían hacerse realidad». 
—El tercer hallazgo dentro de este período de 9 años fue el más importante de todos, el del electrón, llevado a cabo por Sir J.J. Thomson en 1897. Este fue el suceso más extenso y dramático de la ciencia porque transformó la física y cambió el rumbo de la evolución humana.

Es interesante notar que el descubrimiento de Thomson fue resultado directo de experimentos anteriores realizados por Sir William Crookes, quien lo llamó cuarto estado o materia radiante. Crookes era un miembro bien conocido de la Sociedad Teosófica y H.P. Blavatsky en la Doctrina Secreta había predicho que su hallazgo de materia radiante «habrá producido como resultado una mayor aclaración con respecto a la verdadera fuente de luz, y una revolución de todas las especulaciones actuales». (D.S. 1: 621).

Estos hitos científicos del siglo XIX fueron seguidos en el XX por las teorías de relatividad según Einstein con su idea radical de que la energía y la materia son convertibles, como consta en la famosa fórmula E=mc². Sin embargo, treinta años antes (1877) H.P.B. había predicho la convertibilidad de fuerza y materia en «Isis sin Velo»: «Toda manifestación objetiva (...) requiere dos condiciones: voluntad y fuerza (más materia), o lo que hace que el objeto sea tan visible a nuestros ojos; y estos tres son todas fuerzas convertibles». (Isis 1: 198).


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