A medida que la tecnología de Inteligencia Artificial (IA) avanza hacia la creación de aparatos cada vez más sofisticados para simular nuestra inteligencia y conciencia de modo más cercano, más notoriamente se produce la diferencia fundamental entre ambos aspectos. Como nunca antes, los investigadores están obligados a reevaluar su supuesto básico de que «la mente es producto de la materia» y a explorar de forma seria la posibilidad que la naturaleza de la mente sea —en términos ontológicos— una entidad independiente a la sustancia cerebral, pues se hace evidente la deficiencia en las mejores máquinas racionales creadas hasta ahora que imitan el cerebro humano para medir la potencialidad de nuestra mente.
Los programas informáticos sirven para realizar la tarea de varios profesionales como expertos legales, profesionales médicos, patólogos, etc., al entrevistar a varios especialistas en un campo particular y con objeto de generar sistemas informáticos avanzados que representan herramientas poderosas y en apariencia muestran más conocimiento que cualquier experto. El asesoramiento de estas «máquinas de pericia» llega con velocidad y precisión, pero el sistema falla si la naturaleza del consejo o la información buscada varía incluso ligeramente respecto a la cual está programado para funcionar. No tiene la espontaneidad propia de la conciencia humana para indagar en conocimiento o información por iniciativa propia fuera de los límites de los datos almacenados y las reglas establecidas para trabajar en ellos. En otras palabras, allí no existe ser ni autoconciencia.
Al emular el funcionamiento de la mente humana, los sistemas informáticos están construidos para realizar tareas específicas que consisten en muchos sistemas o agentes subsidiarios, cada uno diseñado para realizar una actividad secundaria y todos los subsistemas se coordinan para ejecutar la labor principal. Este enfoque se denomina «sociedad de la mente», donde la suposición es que la mente humana también es el agente principal que lleva a cabo funciones cognitivas y motoras de manera orquestada con muchos órganos de cognición/acción, y que si un sistema se construye imitando esto habríamos creado una «mente humana». Sin embargo, difiere de ésta en el hecho de que la mentalidad es el sentido maestro o agente principal que controla y coordina las funciones sensoriales y motoras simultáneamente —aparte de varias otras funciones— y en modo autoconsciente, mientras que dicho agente principal de mando no está presente en el sistema de «sociedad de la mente» en (IA). Es evidente que no se crea una mente humana, aunque el dispositivo la emule de alguna manera.
Los científicos han dado con la idea de construir un enjambre de procesadores conocidos como «redes neuronales» en imitación a igual sistema presente en el cerebro humano. Una persona aprende una nueva función o tarea con la que no estaba familiarizado mediante ensayo y error y la atención y práctica reiteradas. El esfuerzo consciente impulsa a las neuronas cerebrales a crear patrones sinópticos complejos que una vez establecidos hacen que el desempeño de la tarea sea habitual y fácil. De este modo, al emular al cerebro humano se fabrica una red de procesadores que también parecen aprender de la experiencia.
Por ejemplo, cuando se construye una computadora de red neuronal para leer un libro, los equívocos que comete al comienzo son corregidos por el diseñador enseñándole a pronunciar correctamente las palabras erróneas. El patrón correcto se introduce en la máquina, que se establece en ella mediante la corrección y práctica reiteradas. Luego puede leer el tipo de texto para el que está diseñado y cualquier otro escrito de tipo similar. Los sistemas de redes neuronales se han creado para diversas tareas como interpretar imágenes visuales, descifrar el habla, etc., y los científicos afirman que se parece más a un ser vivo en el sentido de que aprende.
Con todos estos avances, los especialistas se dan cuenta de que todavía están lejos de crear una mente humana, pues ésta y la (IA) tienen un marcado contraste y son fundamentalmente diferentes, tanto así que la (IA) se ha denominado «inteligencia foránea». La naturaleza del intelecto, el misterio sobre la memoria, el problema de la conciencia y la capacidad de autoorganización entre cerebro humano/mente no están claros y prevalece mucha controversia sobre estas inquietudes. Los críticos señalan que ninguna de las máquinas de (IA) más sofisticadas podría aprender del mundo que las rodea o adaptarse a él como lo hacen plantas, animales y humanos ni realizar las actividades que incluso insectos pequeños logran con notable perspicacia. Las computadoras no pueden procesar datos brutos del mundo que les rodea motu proprio, sino que deben ser introducidos en ellas como símbolos que manipulan de acuerdo con el programa integrado en el sistema. Está claro que la mejor máquina de (IA) es diferente a nuestro raciocinio, aunque el método de procesamiento de información incorporado tiene similitud con el cerebro en algunos aspectos.
Desde la perspectiva teosófica, el fracaso de la ciencia en crear artificialmente una mente humana radica en su suposición fundamental de que «el cerebro es la mente» —o que no existe un aspecto como tal aparte de ese órgano— y también que no hay un principio vital e independiente a la materia corpórea. Con esta idea básica se busca que la fuente y causa de las muchas funciones atañentes a las facultades mentales sean rastreadas por ellas a actividades de áreas cerebrales específicas del cerebro, pero es evidente que mientras se mantenga esta noción errónea nunca se logrará un verdadero progreso en la comprensión sobre el misterio de la vida y el intelecto.
«La ciencia física es bienvenida a especular sobre el mecanismo fisiológico de los seres vivos y continuar sus esfuerzos infructuosos para tratar de resolver nuestros sentimientos y sensaciones mentales y espirituales en las funciones de sus vehículos inorgánicos. Sin embargo, todo lo que se logrará en esta dirección ya se ha hecho y la Ciencia no irá más lejos». (D.S., I, 133).
Al suponer que mente y conciencia son el producto de actividades en las células del cerebro y aferrándose tenazmente a ello, los científicos prefieren ignorar toda evidencia de lo contrario. Ningún investigador —excepto algunos intuitivos— ha preguntado alguna vez qué es esa Entidad, conciencia autorreflexiva o Mente-Alma que preside tan juiciosamente los cambios mentales, reconoce y regula el flujo de diferentes estados de su propio ser, percibe ideas, forma concepciones, ejerce libre albedrío, toma decisiones morales, evalúa el significado de las experiencias y una serie de otras funciones. ¿Cuál es entonces el origen de la mente?
La teosofía establece que la Autoconciencia o Mente procede de su contraparte superior, la Mente Superior o Manas, que a su vez es reflejo y parte inseparable de la Mente Universal, denominada Mahat. Por lo tanto, toda persona es un Ser-Mente, un Pensador que tiene su fuente y raíz en la conciencia fundamental —Manas Superior—, un hijo de la Mente Universal. El complejo sensorial cerebro-cuerpo es un instrumento fisiológico altamente evolucionado para que el Pensador, Ego o Alma humana trabaje en el plano físico y obtenga experiencias a partir de él.
La mente es dual durante la condición encarnada: el principio psíquico inferior o mente-cerebro, y la Conciencia Manásica superior independiente del complejo mente-cerebro-cuerpo. En otras palabras, la mente en su relación con la estructura fisiológica es una cosa, y su conciencia espiritual superior independiente a lo tangible es otra muy distinta. Sin embargo, ambos son esencialmente uno y por lo tanto se vuelven duales durante la encarnación.
La conciencia cerebral común, extrínseca o «yo fenomenal» está vinculada a todos los fines prácticos con la integridad de la materia gris. Este aspecto o personalidad cerebral desaparece con la muerte, pero no es más que un reflejo distorsionado a través de una base física del ser manásico. Es un instrumento para cosechar la experiencia de Buddhi-Manas o mónada y saturarlo con el aroma de la experiencia adquirida conscientemente. No obstante y a pesar de todo, el «cerebro» es real mientras dura y teje su karma como una entidad responsable. Explicado en términos esotéricos, es la conciencia inherente en esa porción inferior del Manas que está correlacionada con el cerebro físico («H.P.B. Series», n° 31, p. 8).
En esta verdad psicológica —la ciencia sobre la naturaleza dual de Manas— es la solución al misterio de la memoria, sobre el cual las escuelas modernas admiten que saben muy poco y aclara una gran cantidad de otros enigmas psicológicos y espirituales que de otro modo serían inexplicables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario