La brecha entre la idea que nos hacemos nosotros los rusos sobre la guerra y lo que el Occidente colectivo cree que es resulta cada vez mayor. Los rusos nos rebelamos en contra de Occidente como un niño que hace una rabieta en contra de sus padres. Al fin y al cabo, hasta hace muy poco la mayoría de los funcionarios en todos los niveles de nuestro gobierno decían abiertamente que Rusia era un país occidental o europeo. Si partimos de esta premisa, entonces podemos decir que Rusia es un hijo de Occidente, siendo esta última una civilización mucho más antigua, importante y equilibrada. Es debido a su antigüedad que Occidente (como se deduce de la fórmula Rusia = país europeo) siempre le ha enseñado a Rusia como debía comportarse o que no debía hacer. Claro, este hijo de Occidente sin duda es enorme y fuerte, pero actúa como un salvaje, un estúpido o un loco. Rusia decidió rebelarse en contra de Occidente y, a pesar de la radicalidad de tal rebelión, Moscú siempre termina lanzando miradas suplicantes y asustadas en dirección a su padre.
No importa que las élites siempre repitan el estribillo de «se acabó, me habéis engañado, abandono vuestro hogar», actúan como un niño rebelde que intenta escapar de casa, pero esperando a que sus padres corran tras él para reconciliarse nuevamente. De ahí la ingenuidad de las líneas rojas, los acuerdos sobre el trigo y el amoniaco, las suplicas para que Ucrania no ingrese en la OTAN o el deseo de que Occidente empiece a negociar. Incluso después de haber lanzado la Operación Militar Especial, el pensamiento de nuestra sociedad sigue ubicado en Occidente pues los centros de decisión tecnológicos, ideológicos, económicos y sociales se encuentran allí. Tales centros nos oprimen, pero, al fin y al cabo ¿qué podemos esperar de nuestra infantil y rebelde élite liberal que deposita su confianza en Occidente, y no en sí misma, como si fuera un niño abandonado? Por el contrario, Occidente contempla con desdén el salvaje comportamiento de su hijo y ya no sabe que hacer con él. Desde hace mucho tiempo la civilización occidental ha construido un entramado de reglas e ideas las cuales han forjado el actual orden internacional: Rusia ahora se levanta en contra de estas reglas pidiendo que se la tome en cuenta a la hora de tomar decisiones. Occidente ve tal actitud de forma preocupante y ha decidido «castigar» en Ucrania el mal comportamiento de su hijo.
Ahora bien, ha llegado la hora de convertirnos en los padres de la Nueva Rusia. Es hora de decirle adiós a los niños que crecieron bajo la Federación de Rusia en 1991 y darles paso a los adultos de la Tercera Roma, los forjadores del imperio ruso y la civilización soviética. Tales adultos jamás vieron a Rusia como una parte de la civilización occidental, sino como una civilización distinta ya fuera en su versión ortodoxa o comunista, comportándose de forma independiente y autónoma. Por supuesto, tal toma de conciencia implica un cambio radical en nuestra visión del mundo y la sustitución de las actuales élites. Estamos en guerra contra un enemigo bastante capaz, aunque este lance contra nosotros un ejército de zombis. Por supuesto, tales no muertos son controlados a distancia por gente bastante sensata y sobria. La Operación Militar Especial no es un juego, es una guerra y la guerra es algo que hacen los adultos. Hasta ahora solo los niños han ido al frente y su única alternativa es crecer rápidamente para convertirse en adultos. Algunos ya lo han conseguido, pero mucho siguen atrapados en el estado de infantilismo prooccidental de su juventud. Ese es el verdadero origen de nuestros fracasos y motines. La autoconciencia de las actuales élites rusas simplemente no está a la altura de nuestra misión histórica. Después de todo, la corrupción y la podredumbre florecen no solo como consecuencia de la codicia, sino también de la irresponsabilidad ilimitada y arbitraria de un infante maleducado que come con las manos. La única salida es convertirse en un adulto. El hecho de que nos hayamos proclamado una civilización autónoma implica que empecemos a convertirnos en una o seremos lanzados al basurero de la historia.
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