Cualquier modelo del universo requiere tomar en cuenta la física del plasma. Este último, también llamado cuarto estado de la materia, es un gas ionizado y eléctricamente conductor que posee una alta densidad de electrones e iones (átomos que han ganado o perdido electrones). Se cree que más del 99% de la materia física común en el universo existe en estado de plasma, incluyendo estrellas, atmósferas planetarias exteriores y medios interplanetario, interestelar e intergaláctico. Una característica significativa del plasma es su comportamiento escalable, es decir, que los plasmas cósmicos gigantes parecen comportarse de la misma manera que los pequeños creados en laboratorio, lo que ayuda a explicar los patrones fractales en el universo.
El plasma puede funcionar en tres modos diferentes dependiendo de la densidad de corriente y la densidad de aquél, esto es, mientras más fuerte es la corriente eléctrica, más brillante es el plasma:
—Modo de corriente oscura: por ejemplo, la ionosfera de la Tierra (que sólo emite luz visible durante las auroras cuando son excitadas por el influjo de partículas solares), el viento solar (corriente de partículas cargadas); en este caso, el plasma genera ondas de radio.
—Modo de brillo normal: por ejemplo, luces fluorescentes y de neón, auroras, nebulosas de emisión, colas de cometas, la corona del Sol; el plasma irradia en la porción visible del espectro.
—Modo de arco: por ejemplo, arcos eléctricos de soldadura, relámpagos, fotosfera del Sol (superficie visible), bucles solares, filamentos en penumbras de manchas solares, erupciones solares; el plasma emite intensamente en un amplio rango de frecuencias que se extiende hasta los rayos X y gamma en estrellas, supernovas, cuásares y núcleos galácticos activos.
El plasma se identificó por primera vez como cuarto estado de la materia en 1879 por William Crookes, distinguido físico y químico, miembro de la Sociedad Teosófica y prominente investigador psíquico. Crookes llamó al plasma «materia radiante» y en sus experimentos empleaba un tubo de descarga eléctrica consistente en un cilindro de vidrio parcialmente evacuado que contiene un electrodo positivo (ánodo) y un electrodo negativo (cátodo), también conocido como «tubo de Crookes». En 1897 J.J. Thomson identificó los «rayos catódicos» en tubos de Crookes como corrientes de partículas subatómicas cargadas negativamente (ahora llamados electrones).
Un tubo de Crookes, a la luz ordinaria (arriba) e iluminado por su propia fluorescencia cuando está en funcionamiento (debajo). Los electrones emitidos por el cátodo de la izquierda producen un brillo verdoso cuando golpean las paredes de cristal, y la sombra proyectada por la cruz de metal demuestra que viajan en línea recta. El ánodo está en la parte del fondo (en.wikipedia.org).
En 1928 Irving Langmuir fue el primero en utilizar la palabra «plasma» para describir un gas ionizado a causa de su comportamiento vívido, autorganizado y autosostenible. Así como la sangre es capaz de aislar un cuerpo extraño, el plasma responde a los objetos cargados rodeándolos con una funda de protección o pared celular, a menudo llamado «doble capa» (de cargas opuestas). Si existe diferencia de voltaje significativa entre dos ubicaciones en un plasma se forma una doble capa entre ellas y la mayor parte de dicha diferencia estará contenida en ella. Las capas dobles pueden acelerar partículas a velocidades muy altas y dar cuenta de fenómenos de pulsación rápida, a la vez que su desintegración se acompaña de una liberación explosiva de energía.
Las corrientes eléctricas de alta intensidad que pasan por el plasma tienden a seguir un camino en forma de «sacacorchos» o en espiral y se las conoce como corrientes de Birkeland en honor a su descubridor Kristian Birkeland (1867-1917). Estos filamentos a menudo se producen en pares y se retuercen en estructuras similares a una cuerda que comprimen entre ellos cualquier material en el plasma, lo cual se conoce como
«efecto Z-pinch». Estos filamentos arremolinados han sido percibidos en laboratorio, el Sol, las nebulosas y el centro de nuestra galaxia. Los fenómenos relacionados incluyen «duendes atmosféricos» rojos, «elfos», chorros azules y otros eventos luminosos transitorios vistos en la atmósfera superior de la Tierra y asociados con tormentas eléctricas. La filamentación y estructuras celulares ubicuas del plasma espacial apuntan claramente a la operación de la electricidad cósmica, y así las corrientes de Birkeland pueden explicar mucho más fácilmente estructuras tales como los chorros polares
(que emergen en direcciones opuestas desde núcleos galácticos) y la radiación de sincrotrones asociada con la idea de «agujeros negros supermasivos», los cuales supuestamente aceleran partículas a velocidades cercanas a la de la luz sólo por medio de la fuerza gravitatoria.
Parte de la Nebulosa del Velo, un plasma cósmico en torsión situado en Cygnus, que se describe como un remanente de supernova (apod.nasa.gov). En el modelo cosmológico de plasma, galaxias, cúmulos y supercúmulos se forman a partir de filamentos de vórtice de plasma confinados magnéticamente. Los experimentos de laboratorio y las simulaciones por ordenador indican que las corrientes de Birkeland interactuantes pueden «pellizcarse» y retorcerse en forma de galaxias espirales.
Simulación de la formación de galaxias con dos corrientes de Birkeland
Imágenes de radio de una supernova (SN1987) y una estrella (Betelgeuse) incrustadas en una red de filamentos de plasma, que recuerdan a una red de arterias (fractaluniverse.org). Las fuerzas electromagnéticas pueden ser de hasta 1.039 veces más fuertes que la gravedad. Sin embargo, muchos astrofísicos creen todavía que las fuerzas eléctricas son de poca importancia para explicar la formación y evolución de galaxias y estructuras multigalácticas. Debido a su conocimiento muy limitado del plasma, piensan que la separación de carga y los campos eléctricos no pueden existir en el espacio porque las cargas positivas y negativas serían atraídas, provocando inmediatamente un cortocircuito en cualquier desequilibrio de carga, pero se midieron cargas eléctricas separadas hasta donde han podido llegar las sondas espaciales, es decir, plasma eléctrico, lo cual se debe a que los plasmas son buenos conductores de la corriente eléctrica, aunque no constituyen conductores perfectos como asumen los científicos ortodoxos.
Región central de la nebulosa Ojo de Gato, una nebulosa planetaria. Las estructuras vistas aquí y que son características del comportamiento del plasma incluyen esferas concéntricas, rayos, espirales entrelazadas, burbujas formadas de filamentos y redes de filamentos (apod.nasa.gov; thunderbolts.info).
Nebulosa Ojo de Gato extendida en color falso «que muestra los complejos rasgos filamentosos, helicoidales, celulares y bipolares del plasma que no tienen explicación convencional». (apod.nasa.gov). La falsa creencia en plasmas neutrales y «superconductores» ha llevado a los astrofísicos a asumir que los campos magnéticos están «congelados» o «atrapados» en ellos y por lo tanto persisten de manera indefinida, una suposición que los hace más fáciles de modelar matemáticamente. Esta idea fue originalmente presentada por Hannes Alfvén, pero más tarde renegó de ella y urgió a los científicos hacer caso omiso de su trabajo anterior sobre
«magnetohidrodinámica» (en que el comportamiento del plasma se describe por medio de magnetismo y ecuaciones aplicables sólo para el flujo de fluidos). Su petición fue ignorada y en consecuencia los astrofísicos tienden a descartar las corrientes eléctricas cósmicas que producen y sostienen los campos magnéticos, no están preparados para hacer frente a la descarga eléctrica en el plasma que no sigue las reglas ordenadas de la magnetohidrodinámica, y tampoco se percatan de que todo el plasma en movimiento produce separación de cargas y corrientes eléctricas.
Wallace Thornhill y
David Talbott escriben:
«Como resultado, el idioma mecanicista del viento y del agua impregna la discusión popular de la astronomía actual. En lugar de los efectos de descarga plásmica, los astrofísicos ven una expansión de gas sobrecalentado, gas que circula como ríos, lluvias de partículas cargadas, frentes de choque, corrientes de Foucault, conos de viento y 'boquillas' que crean los flujos de 'gas caliente' de años luz de longitud y el chorro de la galaxia M87».
Otra falacia que los astrofísicos comúnmente invocan para explicar fenómenos energéticos inesperados es que las líneas de campo magnético (líneas imaginarias que indican la dirección de dicha injerencia) pueden de alguna manera «romperse», «combinarse», «abrirse», «apilarse», «enredarse» y «reconectarse», acompañadas por liberación de energía.
Un chorro en espiral de electrones de alta energía que abarca 5.000 años luz, emitido por la galaxia M87 (apod.nasa.gov). Su descubrimiento en 1956 confirmó las predicciones de los científicos del plasma. Estrellas eléctricasLos proponentes del modelo de
universo eléctrico, tales como Thornhill, Talbott y Don Scott, señalan diversas características de las estrellas que son difíciles de explicar para la teoría científica convencional, pero más fácilmente comprensibles en términos de plasma eléctrico y descarga luminiscente.
Se afirma que la masa de nuestro Sol consiste en 75% de hidrógeno y la mayoría del resto constituye helio; menos del 1,6% se compone de elementos más pesados (p. ej., oxígeno, carbono, neón, hierro). Como muchas otras estrellas, se cree que el Sol es alimentado por la fusión de hidrógeno en helio en su núcleo, donde la temperatura tendría que ser de casi 16 millones K. La explosión de una bomba de hidrógeno es un ejemplo de reacción incontrolada de fusión nuclear, aunque se desconoce exactamente cómo este proceso puede ser controlado en el centro del Sol. Hasta ahora han fracasado todos los esfuerzos para lograr una reacción de fusión nuclear controlada y sostenida en la Tierra, a pesar de ser financiados por una suma de mil millones de dólares en los últimos 50 años.
La teoría convencional dicta que la fusión termonuclear debiera generar
neutrinos, esto es, partículas hipotéticas sin carga que apenas interactúan con la materia y sólo pueden ser medidas indirectamente. Durante mucho tiempo, las mediciones indicaban que la cantidad de neutrinos electrónicos que llegan a la Tierra desde el Sol era sólo un tercio de lo previsto y este problema fue finalmente «solucionado» al asumir que los neutrinos electrónicos se transforman en
muones o neutrinos tan indetectables en camino desde el astro rey. La teoría del
Sol eléctrico propone que la fusión y producción de neutrinos tienen lugar sólo cerca de la superficie solar, por ejemplo, en las manchas solares de penumbras y en la capa doble sobre la fotosfera. Esto es consistente con el hecho de que la emisión de neutrinos varía con el ciclo de manchas solares superficiales y las variaciones en el viento solar.
La fotosfera está cubierta de «gránulos» que supuestamente son la parte superior de columnas de
convección con un largo de hasta 240.000 km formadas por aumento de materia que transporta calor desde el núcleo solar. Se cree que este proceso lleva cientos de miles de años; no obstante, los gránulos pueden cambiar de forma e incluso desaparecer en cuestión de horas. En la teoría del Sol eléctrico, esta estrella actúa como el ánodo (polo positivo) en una descarga plásmica de laboratorio, y los gránulos se asemejan a los «penachos» brillantes que a veces se aprecian por encima del ánodo sostenidos por los electrones entrantes, y que son las cimas de las descargas huracanadas de miles de kilómetros en longitud y que duran sólo minutos. Por encima de la fotosfera se encuentra la delgada cromosfera, que normalmente es invisible, pero revela un brillo rojizo durante un eclipse solar total. Por sobre la cromosfera está la corona, que se extiende por millones de kilómetros en el espacio y es más fácil de ver durante un eclipse total.
Eclipse solar de 1999 que muestra la corona y la delgada cromosfera (rojo) (en.wikipedia.org)
Mancha solar mostrando umbra, penumbra y los gránulos circundantes (mechones) (apod.nasa.gov)
Las oscuras manchas solares son ligeramente más frías y menos luminosas que el resto de la fotosfera, y al respecto la especulación estándar es que «extrañas ondas magnéticas» y campos magnéticos «enredados» obstruyen el aumento de los gases calientes; sin embargo, el comportamiento ordenado y la estructura detallada de los gránulos y filamentos no se ajustan al modelo de convección turbulenta. En el modelo de Sol eléctrico el potente campo magnético de las manchas solares es causado por las corrientes que perforan un agujero a través del brillante plasma fotosférico, y así la umbra oscura en el centro de las manchas solares nos permite mirar más profundamente en el interior más fresco del Sol. La penumbra circundante está compuesta por filamentos semejantes a cuerdas que se parecen a vórtices de descarga eléctrica.
Bucles de plasma coronal que abarcan 30 o más veces el diámetro de la Tierra. Imagen registrada en radiación ultravioleta extrema por el satélite TRACE (apod.nasa.gov).
Los fenómenos solares dinámicos como bengalas, prominencias y eyecciones de masa coronal (EMC) son resultado de las intensas corrientes que causan la descomposición de la doble capa, acompañada por liberación de energía, pero el modelo estándar ignora las corrientes eléctricas e invoca la idea no científica de
«reconexión magnética».
Sobre la base de la radiación emitida por la fotosfera solar, se calcula su temperatura alrededor de 5.780 K* y sobre la superficie la temperatura desciende hasta 2.000 K, antes de subir incluso hasta 2 millones de K en la corona inferior, lo cual es inesperado si el núcleo central del Sol contiene un reactor de fusión nuclear. Contrariamente, en el modelo de Sol eléctrico hay una capa doble en la cromosfera entre el plasma de alta tensión en la fotosfera y el de baja tensión en la corona inferior. Los iones positivos que se mueven más lejos de la fotosfera se aceleran y forman parte del viento solar (corriente de iones y electrones que se desplaza entre 400 y 750 km/s); al mismo tiempo, pierden movimiento aleatorio de lado a lado y se destermalizan, por lo que su temperatura aparente se reduce a un mínimo. Cuando las partículas de alta velocidad colisionan con el medio de plasma circundante, su movimiento es distribuido al azar (y por tanto retermalizado) dando lugar a la muy alta temperatura de la corona, poniendo así de manifiesto las limitaciones de la noción científica de temperatura.
*La temperatura no debe confundirse con el calor. La temperatura es una medida del movimiento browniano de partículas de materia. El calor es energía térmica, y depende no sólo de la velocidad promedio (energía cinética) de las partículas, sino también de cuántas partículas hay en un volumen determinado de espacio.
Esta imagen ultravioleta muestra un toroide de plasma alrededor del ecuador solar. El mismo fenómeno se produce en el plasma de laboratorio que se descarga en una esfera magnetizada y cargada positivamente. El toroide puede ayudar a explicar por qué el Sol gira más rápido en el ecuador que hacia los polos. En el modelo de universo eléctrico todos los cuerpos celestes están cargados. El Sol es el cuerpo más cargado positivamente en el Sistema Solar y constituye el foco de una descarga luminiscente. Su campo eléctrico de influencia o plasmasfera se extiende un centenar de veces más lejos del Sol que de la Tierra, y también cada planeta está rodeado por su propia plasmasfera (a menudo llamada magnetosfera). Si un cuerpo como un gran meteoro, asteroide o cometa penetrara en la cobertura de plasma de la Tierra (de doble capa), ocurrirían descargas eléctricas violentas entre los dos cuerpos que podrían desviar el objeto intruso o desintegrarlo.
La envoltura de plasma celular del Sol en el límite de su plasmasfera protege al Sistema Solar en su conjunto del plasma galáctico circundante (medio interestelar). Thornhill y Talbott escriben:
«Casi toda la diferencia de tensión entre la propia cobertura de plasma solar y su entorno galáctico se produce a través de la envoltura de la heliosfera, cuya naturaleza eléctrica los astrónomos todavía tienen que vislumbrar. Pensando en términos mecánicos se imaginan un arco de choque donde el plasma del viento solar se encuentra con el medio interestelar».
Un diagrama mostrando la extensión exterior de la heliosfera, la nube de Oort, y afuera de Alfa Centauri en una escala logarítmica de un millón de UA (NASA, 1999)
Arco de choque en torno a la estrella R Hydrae
Los astrónomos ortodoxos creen que al final de la vida activa de las estrellas (es decir, cuando cesan los procesos de fusión termonuclear que se supone las hacen funcionar) colapsan bajo su propio peso, y después de mudar sus capas externas las estrellas de hasta 1,38 masas solares (más del 97% de las estrellas en nuestra galaxia) hipotéticamente terminarán como enanas blancas, que se cree son aproximadamente del tamaño de la Tierra y alrededor de un millón de veces más densas que el Sol. En el caso de estrellas más masivas el colapso tiende a ir acompañado por una explosión de supernova. Se piensa que las estrellas de aproximadamente 1,38 a 2 masas solares culminan como estrellas de neutrones, que en teoría consisten casi en su totalidad de neutrones y tienen un diámetro de 20 a 40 km, con una densidad 300 mil millones de veces mayor que la del Sol. Algunos especialistas afirman que las estrellas por sobre 2 a 3 masas solares podrían terminar como «estrellas de quarks», en las que los neutrones se descomponen en sus constituyentes, los hipotéticos quarks superiores e inferiores, de los cuales algunos se convierten en quarks extraños y forman «materia extraña».
Se presume que las estrellas más masivas se convertirán en agujeros negros, objetos extremadamente densos en los que la gravedad aumenta hasta el infinito aplastando la materia a un punto infinitesimal de absoluta «curvatura espacio-tiempo». Aparte de los juegos matemáticos sin sentido que a los teóricos les agrada practicar con ayuda del «infinito» (¡ya que nada finito puede llegar a ser infinitamente grande o pequeño!), los defensores del universo eléctrico argumentan que la materia comprimida gravitacionalmente deviene líquida o sólida y se evita una mayor compresión por fuerzas eléctricas, resultando en que las estrellas no pueden colapsar en objetos superdensos, aunque algunos piensan que podrían existir objetos tan pesados como una estrella de neutrones.
Los astrofísicos creen que las estrellas deben tener una masa de al menos 75 veces la de Júpiter o el 7% de la masa del Sol para que el núcleo sea lo suficientemente caliente (al menos 3 millones K) y se produzca la fusión nuclear. Muchas estrellas enanas no cumplen estos requisitos, pero todavía emiten luz tenue. Las estrellas frías, como las enanas marrones y rojas, no debieran ser capaces de emitir llamaradas de rayos X; no obstante, las observaciones demuestran que sí lo hacen. En el modelo del Sol eléctrico, la luminosidad y temperatura de las estrellas dependen no sólo de su tamaño, sino también de la densidad de corriente en la superficie radiante. Un ligero aumento en la densidad de corriente que incida sobre una enana operativa cerca del límite superior del modo de corriente oscura podría desplazar el plasma al modo de brillo y también producir rayos X, y por otro lado, las estrellas bajo tensión eléctrica intensa pueden experimentar cambios repentinos en la luminosidad que son difíciles de explicar por la teoría de fusión. Es importante recordar que la luminosidad de las estrellas varía en diferentes bandas del espectro electromagnético; por ejemplo, Sirio A (dos veces más masiva que el Sol) es la estrella más brillante en el firmamento, mientras que su compañera Sirio B, una enana blanca, es 10.000 veces más débil, pero las imágenes de rayos X muestran que Sirio B es más luminosa que Sirio A.
Arriba: esta imagen óptica de Sirio A se ha sobreexpuesto por lo que Sirius B puede apreciarse como un débil punto de luz en la parte inferior izquierda (en.wikipedia.org). Debajo: en esta imagen de rayos X Sirius B es mucho más brillante que Sirius A (chandra.harvard.edu). Los astrónomos ortodoxos creen que hacia el final de su vida, ciertas estrellas (incluyendo nuestro Sol) que han agotado su combustible nuclear se convierten en gigantes rojas, que tienden a expulsar sus capas exteriores y éstas a su vez son ionizadas por el núcleo caliente y luminoso. El manto brillante de gas ionizado en expansión se conoce como nebulosa planetaria (término acuñado en el siglo XVIII por su parecido a los planetas gigantes cuando se ven a través de pequeños telescopios). Algunas de estas nebulosas son más o menos esféricas, pero la mayoría tiene una amplia variedad de otras formas (por ejemplo, la Nebulosa Ojo de Gato ya descrita).
En el modelo del universo eléctrico, una nebulosa planetaria puede ser resultado de reacciones nucleares causadas por una estrella cuando está bajo tensión eléctrica anormal. Dado que estas nebulosas están compuestas de plasma en lugar de simplemente gases calientes, su desarrollo y estructuras filamentosas y celulares implican descarga eléctrica en vez de sólo una explosión y ondas de choque.
De acuerdo con la hipótesis estándar, una nova es una explosión nuclear catastrófica provocada por acreción de hidrógeno sobre la superficie de una enana blanca desde una estrella compañera. La explosión proyecta los gases a distancia y genera un estallido de luz extremadamente brillante, y el aumento de resplandor máximo puede ser muy rápido o graduado, después de lo cual la luminosidad disminuye de forma constante. Por su parte, en el modelo del universo eléctrico una nova puede ocurrir si la tensión eléctrica en la superficie de una estrella es muy alta, pudiendo así fisionarse en dos estrellas o simplemente expulsar sus capas exteriores.
Una explosión de supernova es un estallido de radiación que eclipsa a menudo y brevemente a una galaxia entera, antes de desaparecer de vista durante varias semanas o meses. De acuerdo con el modelo ortodoxo, se produce cuando el núcleo de una estrella masiva vieja detiene la generación de energía por fusión nuclear, y experimenta un súbito colapso gravitacional en una estrella de neutrones o un agujero negro. Las capas en implosión «rebotan» cuando golpean el núcleo, lo que resulta en una explosión que proyecta gran parte del material de una estrella en hasta 10% de la velocidad de la luz, barriendo una cubierta expansiva de gas y polvo llamada remanente de supernova. En la teoría del universo eléctrico, las supernovas involucran descargas eléctricas catastróficas focalizadas en una estrella, como se desprende de sus frecuentes formas no esféricas y otras características.
Como ya fue mencionado, se piensa generalmente que las estrellas que han experimentado una supernova colapsan en estrellas de neutrones o agujeros negros. Las estrellas de neutrones que giran rápidamente son conocidas como púlsares; se afirma que estas pequeñas estrellas lo hacen hasta miles de veces por segundo sin separarse, emitiendo un haz rotatorio de rayos X. Los físicos del plasma han demostrado que las complejas señales de púlsares pueden ser explicadas por descargas de plasma, quizás entre miembros de sistemas de estrellas binarias.
Estrella Sanduleak -69° 202a que explotó el 24 de febrero de 1987, convirtiéndose en la supernova 1987A (nasa.gov). Se encuentra en la Gran Nube de Magallanes, una galaxia compañera de la Vía Láctea. La explosión estelar está calentando plasma en los alrededores y la hace brillar. El anillo luminoso de «cuentas» alrededor de la estrella siniestrada tiene alrededor de un año luz de diámetro y se cree que fue creado unos 20.000 años antes que la estrella explotara, pero esto deja a los puntos refulgentes sin explicación, al tiempo que los dos anillos más débiles situados sobre y bajo la estrella están en el mismo eje y muestran puntos brillantes similares. El destello ultravioleta de la explosión «encendió» los anillos varios meses después del evento, y luego la supernova en expansión chocó con el anillo interior hacia el año 2001, haciendo que emitiera rayos X. Según el modelo de estrella eléctrica, las manchas constituyen corrientes de Birkeland cilíndricas alrededor de la estrella muerta y que son características distintivas de descarga eléctrica en laboratorio. La explosión de supernova parece haber hecho visible la forma clásica de «reloj de arena» o configuración «Z-pinch» de plasma alrededor de la estrella, y los astrónomos no han podido detectar la estrella de neutrones que creen debe quedar atrás en el centro del remanente de supernova. Una debilidad de la teoría del universo eléctrico es que se presume que las estrellas, centros galácticos, etc., son alimentados exclusivamente por corrientes eléctricas de alta tensión que viajan a través del espacio, y que son de origen desconocido. Se dice que las fluctuaciones en estas corrientes explican el ciclo de las manchas solares; dado que no hay fusión que ocurra en los núcleos de estrellas, se sostiene que probablemente no suceda mucho dentro de ellos y que las estrellas no evolucionan con la edad, sino que simplemente responden a los cambios en su entorno inmediato. Puesto que los más prominentes defensores del Universo eléctrico tienden a ignorar la existencia de un éter energético, no vislumbran ninguna otra fuente posible de energía interna.
Cometas eléctricos
Los núcleos de cometas aparecen como rocas sólidas, de forma irregular y con cráteres de entre unos 100 metros a más de 40 km de diámetro, diferenciándose de los asteroides por sus órbitas muy excéntricas y apariciones a veces espectaculares en el cielo. Se conocen más de 4.000 cometas que pasan a través del Sistema Solar, con períodos orbitales que van desde unos pocos cientos a miles de años, pero sólo alrededor de uno por año es visible a simple vista y muchos de ellos son débiles y comunes. Algunos cometas con el tiempo se vuelven inactivos, otros se precipitan hacia el Sol o colisionan contra un planeta u otros astros, mientras que los cometas pequeños pueden evaporarse por completo al pasar muy cerca del Sol y también se han observado otros cometas que se rompen en fragmentos.
Se cree que los cometas de período largo (con tiempos orbitales de más de 200 años) se originan en la Nube de Oort, un conglomerado hipotético de varios miles de millones de objetos helados que se sitúan entre aproximadamente 50 y 1250 veces más lejos del Sol que Plutón. Si esto es real, un porcentaje significativo de los cometas debiera estar en órbitas hiperbólicas y serían lanzados fuera del Sistema Solar por la gravedad del Sol, pero las observaciones contradicen esto. Entretanto, se piensa que los cometas de período corto se originan en el
Cinturón de Kuiper, localizado más allá de la órbita de Neptuno.
Objetos conocidos del cinturón de Kuiper, derivados de los datos del Centro de Planetas Menores. Los objetos en el cinturón de Kuiper son de color azul, mientras que los objetos dispersos son de color naranja. Los cuatro planetas exteriores son de color rojo. Algunos troyanos conocidos de Neptuno son de color morado, mientras que los de Júpiter son de color gris. Los objetos dispersos entre la órbita de Júpiter y el cinturón de Kuiper, en verde, son conocidos como centauros. La escala está en unidades astronómicas. La diferencia marcada en la parte inferior se debe a las dificultades de la detección en el contexto del plano de la Vía Láctea.
Los núcleos de cometas se describen popularmente como «bolas de nieve sucia», ya que se cree que están compuestos de roca, polvo, hielo de agua y gases congelados. Cuando un cometa se acerca al interior del Sistema Solar, se piensa que la radiación del astro rey vaporiza los hielos en el núcleo, al tiempo que los gases y el polvo se expanden alrededor del núcleo para generar la coma radiante (cabellera) y que con frecuencia son barridos hacia atrás por la presión de la radiación y el viento solares, formando así enormes colas cometarias de iones y polvo. En ocasiones, el coma es más grande que el Sol mientras que la cola puede extenderse por 150 millones de km o más.
Los núcleos de los cometas Tempel 1 y Hartley 2 como fueron captados por la sonda Deep Impact de la NASA. Tempel 1 tiene 7,6 km en la parte más larga, mientras que Hartley 2 tiene 2,2 km de largo y está emitiendo chorros visibles (en.wikipedia.org).
Existen varios problemas con el modelo cometario estándar, pues se ha encontrado muy poca evidencia de hielo. Las observaciones recientes demostraron que los cometas tienen superficies secas, polvorientas y rocosas, y muchos astrónomos creen que el hielo debe estar oculto bajo la corteza. Además, varios cometas han sido vistos precipitándose más allá de la órbita de Júpiter, demasiado lejos del Sol para que se derrita una «bola de nieve». Los astrónomos han expresado su asombro por el número de chorros de gas y polvo que un cometa puede emitir, y por el hecho de que esas eyecciones pueden emanar desde el lado oscuro y no calentado de núcleos cometarios, así como de la región iluminada; por ejemplo, los violentos chorros expelidos del cometa Halley en 1985 fueron mucho más energéticos que atribuibles a la sublimación del hielo al calor del Sol. Otro descubrimiento sorprendente es que los cometas pueden emitir rayos X, asociados generalmente con cuerpos de muy alta temperatura.
Núcleo rocoso del cometa Wild 2 (5 km de diámetro) superpuesto en su descarga de plasma. La superficie intensamente activa propulsa corrientes de polvo y gas en el espacio, dejando un rastro de millones de kilómetros de largo (nssdc.gsfc.nasa.gov).La teoría del universo eléctrico tiene una opinión diferente de los cometas. Todos los cuerpos del Sistema Solar están cargados negativamente con respecto al Sol, y a medida que un cometa se acelera hacia el astro rey la fuerza del campo eléctrico dentro de la cobertura plásmica del cometa aumenta de manera constante hasta que la descarga de plasma cambia repentinamente de modo oscuro a modo de resplandor, produciendo el coma. El aumento de la tensión eléctrica hace que la descarga cambie al modo de arco, y los arcos catódicos comienzan a «bailar» sobre el núcleo, dándole un aspecto similar a una estrella y produciendo cráteres, terrazas y mesas en la superficie. Los arcos catódicos errantes, vistos como puntos blancos en imágenes de primer plano, también queman la superficie oscura, siendo ésta la razón de por qué los núcleos cometarios son más negros que el tóner de fotocopiadora. La roca se pulveriza eléctricamente de la superficie y se acelera en el espacio para formar chorros bien colimados. El material ionizado que se expulsa es conducido electromagnéticamente en la cola filamentaria de plasma, y las descargas eléctricas de una superficie cometaria pueden inducir grandes campos eléctricos dentro de la roca del subsuelo, lo que lleva a la descomposición y fragmentación explosiva del núcleo del cometa.
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