De acuerdo con la tradición teosófica o sabiduría perenne, el universo es infinito y eterno. Dentro de la inmensidad ilimitada del espacio están apareciendo y desapareciendo constantemente innumerables mundos como «chispas de eternidad» en todas las escalas concebibles, poblados y compuestos por entidades vivas en evolución a diferentes niveles de desarrollo y que experimentan ciclos de nacimiento, vida, muerte y renacimiento. Además, la materia física representa sólo una pequeña octava en un espectro infinito de conciencia-sustancia [cuyos niveles más etéricos se encuentran] fuera de nuestro rango de percepción, pero son tan [reales] para sus propios habitantes como lo es nuestro mundo para nosotros.
El universo es trabajado y guiado desde el interior hacia el exterior; los planos más etéricos ejercen una influencia formativa y organizativa en los planos inferiores, tal y como nuestros cuerpos físicos están animados por elementos más sutiles de nuestra constitución. Las fuerzas que mueven y dan forma a la materia reflejan los patrones y prototipos impresos en los planos superiores (la «mente universal») durante ciclos evolutivos anteriores, y de este modo una inteligencia instintiva estimula a la naturaleza. El término teosófico general para las fuerzas naturales es fohat, que se asocia comúnmente con la electricidad. Helena P. Blavatsky lo define como «la esencia de la electricidad cósmica», «la energía eléctrica siempre presente e incesante poder destructivo y formativo en el universo de la manifestación», «la fuerza vital propulsora universal» y que representa «la potencia activa (masculina) de shakti (poder reproductivo femenino) en la naturaleza».
Evolución e involución
Los cuerpos celestes nacen, evolucionan, mueren y se reencarnan, pudiendo llegar a ser más grandes o más pequeños, aproximarse entre sí o separarse, expulsar o absorber materia y radiación, explotar, fisionarse, colisionar y fusionarse. No obstante, el espacio en sí es ilimitado y eterno, no puede emerger a la vida en una explosión o aniquilarse a sí mismo, y tampoco se puede expandir o contraer (...).
La mitología hindú habla de la inhalación y exhalación de Brahma, la divinidad cósmica, cuando los mundos emergen, evolucionan y se retiran desde y hacia su seno. Algunas personas han trazado paralelos entre esta idea y la de un universo oscilante en que el espacio se expande y contrae de forma alterna, pero existe una interpretación más sensata. En «La Doctrina Secreta», cuando se discute el origen de los mundos, Blavatsky cita lo siguiente de las Estrofas del Libro de Dzyan: «La Madre [espacio] se abulta, expandiéndose desde dentro hacia fuera al igual que el capullo de la flor de loto» (estrofa 3:1), y añade la siguiente explicación:
«La expansión 'desde dentro hacia fuera' de la Madre, llamada en otras partes 'aguas del espacio', 'matriz universal' etc., no alude a una expansión desde un pequeño centro o foco, sino que, sin referencia al tamaño, limitación o zona, significa el desarrollo de la subjetividad ilimitada a la objetividad ilimitada. (...) Implica que esta expansión, sin ser un aumento de tamaño —ya que la extensión infinita no admite la ampliación—, era un cambio de condición».
El Libro de Dzyan es un texto ancestral que se dice contiene las Estancias de Dzyan que forman la base de La Doctrina Secreta (1888), uno de los trabajos fundamentales del movimiento Teosófico, escrito por Helena Petrovna Blavatsky.
En otras palabras, la expansión puede referirse a la emanación o despliegue de planos o esferas progresivamente más densos desde la cumbre espiritual de una jerarquía, hasta que se alcance el mundo más bajo y material. En el punto medio del ciclo evolutivo, comienza el proceso inverso, esto es, los mundos inferiores se desmaterializan o eterealizan gradualmente e ingresan o son incorporados a los reinos superiores, o como se dice en Isaías 34:4, «y se enrollarán los cielos como un libro». Por lo tanto, la expiración e inspiración pueden referirse a la expansión del Uno en los muchos, y la posterior reabsorción de los muchos en el Uno.
La evolución e involución de los mundos no implican que el universo en sí mismo viene a la existencia a partir de la nada, o que se expande como elástico y más tarde se contrae y desvanece en la nada, sino que son los mundos dentro del espacio —planetas, estrellas, etc.— que se materializan y eterealizan. La totalidad infinita de mundos y planos no sólo rellenan el espacio, sino que son espacio.
Ciclos evolutivos
De acuerdo con la teosofía, ninguna cosa o entidad —ya sea átomo, humano, planeta, estrella, galaxia o agregado de galaxias— aparece fortuitamente desde la nada. Un ser físico nace porque una entidad interna o alma está volviendo a la recorporización, y cada nueva encarnación es el resultado kármico de la precedente. No hay principios ni fines absolutos para la evolución, sino sólo lugares de comienzo relativo y otros de detención o reposo. También los planetas reencarnan varias veces durante la vida útil de un sistema solar, y las estrellas lo hacen en múltiples ocasiones durante la existencia de una galaxia.
Los astrónomos estiman que la Vía Láctea tiene una edad de 13,2 mil millones de años, esto es, alrededor de 500 millones de años más reciente que la supuesta edad de todo el universo. La teosofía, por el contrario, indica que nuestra galaxia tiene cientos de billones de años de antigüedad y se afirma que el ciclo mayor o
mahamanvantara, del cual nuestro Sistema Solar es parte, dura 311.040.000.000.000 de años, y actualmente estamos a mitad de camino, durante el cual se han completado 18.000 reencarnaciones planetarias.
12 meses de Brahma constituyen uno de sus años y 100 de esos años, el ciclo de vida del universo. Supone que han transcurrido ya 50 años de Brahma y estamos ahora en el kalpa shvetavaraha, que es el número 51. Al final de un kalpa, el mundo desaparece.La ciencia convencional sostiene que nuestro Sistema Solar se formó hace 4,57 mil millones de años a partir del colapso parcial de una nube molecular gigante. Se especula que en unos 5 mil millones de años el Sol se convertirá en una estrella gigante roja, una vez que todo el combustible de hidrógeno en su núcleo se haya convertido en helio; la fusión de éste en el núcleo comenzará a producir carbono y oxígeno, haciendo que las capas externas se expandan para engullir a la Tierra. Eventualmente, las capas externas serán arrojadas y se convertirán en una nebulosa planetaria, mientras que el núcleo estelar devendrá una enana blanca y se enfriará y decolorará lentamente durante muchos miles de millones de años.
Una vez más, la teosofía sugiere una edad mucho más avanzada para el Sol. Las cifras exactas no han sido reveladas, pero la información disponible permite una estimación aproximada. La Tierra tiene aproximadamente 2 mil millones de años (en comparación con los 4,54 mil millones de años dados por la ciencia) y su vida útil total durará 4,32 mil millones de años, seguido de un período de descanso (
pralaya) de igual duración. En cada
manvantara solar, cada planeta se reencarna siete veces, y actualmente la Tierra está a mitad de camino hacia su quinta reincorporación.
Estas cifras implican que el Sol tiene cerca de 37 mil millones de años terrestres y existirá por lo menos otros 20 mil millones más.
Estados superiores de la materia
Dejando a un lado el exotismo de la materia y energía oscuras (ya que estas son ficciones inventadas para salvar el Big Bang), se cree que más del 99% de la materia en el Universo físico existe en el estado de plasma. Mientras que la mayoría de los científicos considera al Sol como una bola de plasma (o cuarto estado de la materia), la teosofía sostiene que el interior de dicho astro consiste principalmente de materia en sus estados quinto, sexto y séptimo, desconocidos para los científicos, y así lo que actualmente se llama «plasma» incluye los grados más finos y sutiles de la materia física. También se dice que las nebulosas están compuestas de materia en sus tres estados más altos; las nebulosas oscuras constan de materia en estado latente o restos de mundos muertos, y comienzan a condensarse y devenir cada vez más estructuradas y luminosas después de un nuevo ciclo de construcción de mundos, lo cual constituye el «amanecer» de la actividad evolutiva.
Si bien no existen dudas de que los elementos más pesados se sintetizan a partir del hidrógeno y otros materiales en estrellas y nebulosas, la teosofía afirma que el Sol es accionado principalmente por una afluencia de energía desde planos internos de su constitución, más que por fusión termonuclear. El Sol es el corazón y cerebro del Sistema Solar y almacén de energías vitales-eléctricas:
«El Sol es el corazón del Mundo Solar (Sistema) y su cerebro está oculto detrás del Sol (visible). Desde allí la sensación es irradiada hacia cada centro nervioso del gran cuerpo, y las olas de la esencia de vida fluyen hacia dentro de cada arteria y vena... Los planetas son sus miembros y pulsaciones... De esta manera, durante la vida o período solar manvantárico hay una circulación regular del fluido vital de un extremo al otro de nuestro Sistema, del cual el Sol es el corazón —como la circulación de la sangre en el cuerpo humano—, contrayéndose aquél tan rítmicamente como hace el corazón humano después de cada vuelta de ella. Sólo que en vez de realizar la ronda en un segundo, aproximadamente le toma a la sangre solar diez de sus años y un año entero para pasar a través de su aurículas y ventrículos antes de que ella bañe los pulmones y vuelva a las grandes venas y arterias del sistema. (...) El Universo (en este caso nuestro mundo) respira, como lo hace sobre la Tierra el hombre y todo ser viviente, la planta e incluso el mineral; y como nuestro globo mismo respira cada veinticuatro horas».
Basándose en observaciones combinadas con varios supuestos teóricos, los astrónomos creen que las enanas blancas, estrellas de neutrones y los agujeros negros son objetos muy densos y compactos. Sin embargo, se desconoce su verdadera naturaleza y el estado de materia que está involucrada. En la actualidad es común decir que los centros de las galaxias albergan agujeros negros, como es el caso de
Sagitario A*, una estructura nuclear no luminosa en el centro de la Vía Láctea y compleja fuente de radio oscurecida por nubes de polvo. Los astrónomos convencionales piensan que es un agujero negro superdenso de unos 4 millones de masas solares, pero el núcleo de las galaxias, como las estrellas, emite enormes cantidades de materia y radiación, mientras que los agujeros negros sólo pueden destruir materia. La emisión de rayos X y chorros polares a veces se atribuye a la energía liberada por el disco de acreción formado por materia que cae en un agujero negro, aunque esta teoría se enfrenta a graves problemas.
Imagen de Sgr A* proporcionada por el Observatorio Chandra de Rayos X
En teosofía, el término «sol central» es utilizado para referirse, entre otros, al centro galáctico, y por analogía con nuestro Sol, Sagitario A* debe consistir en estados de materia más sutiles que los cuatro conocidos por la ciencia oficial:
«El sol central (...) era para ellos [los cabalistas] (tanto como para los arios) el centro de reposo; el centro al cual en última instancia debía referirse todo el movimiento. En torno a este sol central (...) el primero de los tres soles sistémicos (...) giraba en un plano polar (...) el segundo, en un plano ecuatorial (...) y el tercero era nuestro sol visible. Estos cuatro cuerpos solares eran 'los órganos de cuya acción depende lo que el hombre llama la creación, la evolución de la vida en el planeta Tierra'. Los cabalistas sostenían que los canales por los que se trasmitía la influencia de estos cuerpos a la Tierra eran de tipo eléctrico (...). La energía radiante que fluye desde el sol central* traía la Tierra a la vida como un globo acuoso' cuya tendencia, 'como el núcleo de un cuerpo planetario, era dinamizar al sol (central) (...) dentro de cuya esfera de atracción había sido creado', pero la energía radiante que electrificaba a ambos de modo similar retuvo a uno a partir del otro y así cambió el movimiento hacia un desplazamiento en torno al centro de atracción que así el planeta orbitante (Tierra) buscaba alcanzar'».
La «creación» de materia (es decir, la condensación de materia etérica en materia física) es un proceso continuo en planetas, estrellas, nebulosas, centros galácticos, etc. y cesa sólo durante los pralayas. El proceso cíclico inverso es la desintegración de la materia en radiación, es decir, su transformación en grados más sutiles de espíritu-sustancia.
Nacimiento y muerte de estrellas y planetas
Todas las estrellas, los planetas y las lunas visibles son parte de una «cadena» de 7 globos que se hallan en siete planos (...). En nuestro Sistema Solar, todos los globos que vemos son los más bajos de una cadena jerárquica, pero este no es el caso en cada sistema solar que podamos apreciar. Esto ayuda a explicar por qué la mayoría de las estrellas de nuestra galaxia son miembros de sistemas binarios o de estrellas múltiples, donde dos o más luceros orbitan uno alrededor del otro.
Durante cada reencarnación planetaria o manvantara las oleadas de vida, reinos de mónadas o centros de consciencia (esto es, reinos elementales, los reinos mineral, vegetal, animal y humano, y los niveles espirituales o Dhyani-Chohánicos) realizan siete rondas a través de todos los globos, permaneciendo cientos de millones de años en cada uno. Durante un manvantara solar se producen siete manvantaras planetarios, donde los globos de una cadena planetaria encarnan sucesivamente en un subplano inferior en cada una de las cuatro primeras reencarnaciones y luego en un subplano superior en cada una de las tres últimas reincorporaciones. Después de siete encarnaciones planetarias, todo el sistema solar se sumerge en un pralaya solar, en el que entonces su estrella principal se extingue, de repente como un «relámpago de luz» y este evento corresponde a los estallidos de supernovas y algunos de novas. Los científicos creen que sólo las estrellas muy masivas experimentan explosiones de supernovas, porque en nuestra galaxia una supernova sólo ocurre una vez cada 30 ó 50 años. Supuestamente, las estrellas más masivas sólo duran unos pocos millones de años, debido a que queman hidrógeno muy rápidamente, pero como ya se indicó es probable que la vida activa de la mayoría de las estrellas sea mucho más larga de lo que comúnmente se cree.
La Nebulosa del Cangrejo, de 6 años luz de ancho, es descrita como el remanente expansivo de una explosión de supernova. La estrella se sitúa a 6.500 años luz de distancia, y su violento estallido en 1054 fue registrado por astrónomos chinos y japoneses, además de los nativos americanos. Los filamentos anaranjados son desechos de la estrella y consisten principalmente de hidrógeno. El azul de los filamentos en la parte externa de la nebulosa representa oxígeno, el verde es azufre y el rojo es oxígeno. El centro de la nebulosa contiene un pulsar (que se cree es el núcleo colapsado y ultradenso de la estrella siniestrada) que alimenta el resplandor azulado interior de la nebulosa (en.wikipedia.org).
La Nebulosa del Anillo en la constelación de Lyra es una nebulosa planetaria situada a unos 2.000 años luz de la Tierra. Los científicos creen que esta capa de plasma fue expulsada hace miles de años por una estrella gigante roja que estaba pasando por la última etapa de su evolución antes de convertirse en una enana blanca. Los colores son aproximadamente verdaderos, en donde el azul representa helio, que se sitúa principalmente cerca de la estrella central; el verde representa oxígeno, y el rojo, nitrógeno (en.wikipedia.org). (...) Cuando los humanos mueren, sus vehículos inferiores —cuerpo físico, cuerpo astral modelo y kama-rupa (cobertura astral)— decaen lentamente en sus respectivos subplanos, mientras que el alma humana entra en un estado de descanso similar al sueño (Devachán), y los componentes espiritual y divino pasan a un estado nirvánico. Algo similar ocurre en el caso de planetas y estrellas, pues los globos físico y astral tarde o temprano se desintegran y sus materiales se dispersan y reutilizan por la naturaleza en la formación de nuevos mundos. Los principios superiores o fuerzas de vida de un globo se transfieren a un laya central o «centro de descanso» de materia primordial relativamente homogénea que se encuentra fuera de nuestro Sistema Solar.
«La Doctrina Oculta rechaza la hipótesis nacida de la teoría nebular de que los (siete) grandes planetas han evolucionado desde la masa central del Sol, no del astro-rey visible para nosotros de todos modos. La primera condensación de Materia Cósmica tuvo lugar en torno a un núcleo central, su Sol parental; pero se nos enseña que nuestro Sol simplemente se desprendió más temprano que todos los otros a medida que se contraía la masa rotatoria y así es considerado el hermano mayor y más grande de esos astros, y no su padre. Los ocho Aditiás, 'los dioses', se formaron todos de la sustancia eterna
(Materia Cometaria*|la Madre) o la 'Sustancia del Mundo' que es el Principio Cósmico quinto y sexto, el upadhi o base del alma universal como en el hombre (microcosmo) Manas [mente superior] es el upadhi de Buddhi [alma divina]».
[Nota a pie de página: (...) «cuya esencia es totalmente distinta a cualquier característica química o física conocida por la ciencia moderna; es homogénea en su forma primitiva más allá de los sistemas solares y se diferencia completamente una vez cruza los límites de la región terrestre»].
«A. Keightley: ¿Fueron cometas todos los planetas en nuestro sistema solar y luego soles?
Blavatsky: Ciertamente no fueron cometas ni planetas en nuestro sistema, sino cometas en el espacio desde el comienzo. Comenzaron su vida como vagabundos recorriendo la cara del cosmos infinito y se desprendieron del reservorio común de material ya preparado para su utilización, el cual es la Vía Láctea, pues ésta no es ni más ni menos que la 'Sustancia del Mundo' y todo el resto en el espacio es material crudo hasta el momento (...) Mientras que todo el otro [material] que no vemos y consistente en esas nubes de partículas cuyos átomos nunca podemos ver, ése es el material en bruto que aún no está preparado (...)».
«(...) cuando su Pralaya llegó, cada sol se descompuso en muchos millones de fragmentos. Cada uno de éstos vagaron de un lado para otro en el espacio recolectando material fresco a medida que avanzaban como una avalancha hasta que se detuvieron por obra de las leyes de atracción y repulsión y por su propio peso (...) y se convirtieron en un planeta. Luego de haberse descompuesto, cada fragmento se convirtió en un planeta en nuestro sistema u otro que por supuesto está más allá de nuestros telescopios. Los fragmentos de nuestro sol serán justamente tales planetas después de nuestro Pralaya solar. Esa estrella era antaño un cometa, al comienzo de la Edad de Brahma (...). Cuando muera se romperá en pedazos y sus átomos se arremolinarán en el espacio, eones tras eones, como cometas y meteoros hasta que cada uno sea capturado en el vórtice de dos fuerzas y colocados en algún sistema mejor y más elevado».
Se cree que la Nebulosa de Orión es el sector de formación de estrellas masivas más cercano a la Tierra. Se encuentra a unos 1.344 años luz de distancia y mide 24 años luz de diámetro (en.wikipedia.org). En los primeros momentos de un nuevo manvantara solar, los planetas se condensan dentro de la nebulosa de la que también surge su sol. (...) Al morir una cadena planetaria los globos envían sus principios superiores (o energías vitales-mentales-espirituales) a sus propios layas centrales (contenidos dentro del laya central en la cadena) que permanecen en estado latente durante muchas eras al exterior del sistema solar, mientras otros planetas experimentan sus propios ciclos evolutivos. Cuando llega el tiempo de una nueva encarnación, los impulsos de vida de los planos superiores reactivan el laya central y se convierte así en una nebulosa etérea, que luego comienza a vagar por el espacio como un cometa, volviéndose más y más denso, creciendo tanto a partir de las energías-sustancias que emanan de la mónada interior como desde los átomos de vida (de lo físico a lo divino) que formaron previamente sus variados vehículos, los que son atraídos magnéticamente a esas mónadas. Eventualmente es llevado de nuevo al mismo sistema solar y se instala en una órbita alrededor del sol, donde continúa acumulando polvo cósmico y cuerpos más grandes; en este sentido, algunos cometas de período corto están en proceso de reconvertirse como planetas en nuestro Sistema Solar.
Una vez que un cometa en los estados más altos de materia física se ha asentado en una órbita alrededor del nuevo sol, los reinos elementales guiados por injerencias espirituales comienzan sus actividades y construyen gradualmente un globo luminoso muy etérico y cuando termina esta etapa, comienza la primera ronda. El proceso de solidificación o materialización continúa hasta mediados de la cuarta ronda, después de lo cual los globos y las diversas familias de mónadas se vuelven más etéreos y espiritualizados (...).
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