La radiestesia es una práctica adivinatoria que se emplea con objeto de localizar sustancias ocultas como agua subterránea, metales o minerales enterrados, piedras preciosas, petróleo, tesoros, restos arqueológicos e incluso cadáveres sin el uso de aparatos científicos, y existen varios instrumentos utilizados en esta modalidad.
La «varilla radiestésica» más común —también llamada «varilla divina»— es una rama bifurcada o en forma de Y de un árbol o arbusto. En ocasiones se prefieren las ramitas de especies particulares como avellanos, hamamelis, sauces o duraznos. Sosteniendo dos extremos del extremo bifurcado y uno en cada mano, con el tercero (o vástago de la «Y») apuntando hacia el frente, la persona radiestesista camina lentamente sobre lugares donde sospecha la presencia de agua, metal, petróleo o cualquier objeto que sea susceptible de ser hallado. Si busca agua bajo tierra y cuando dicha persona llega a un área de napas subterráneas, se supone que la varilla radiestésica debe sumergirse o inclinarse. Al utilizar este tipo de instrumento para buscar un objeto se señala que el especialista parece recibir transmisiones del ítem oculto que causa contracciones musculares involuntarias, que a su vez hacen que la varilla se doble o estremezca violentamente. Algunos radiestesistas afirman ser capaces de detectar sustancias enterradas simplemente al pasar una vara en un mapa del área donde aquéllas se encuentran veladas.
La radiestesia o rabdomancia es una actividad pseudocientífica que se basa en la afirmación de que los estímulos eléctricos, electromagnéticos, magnetismos y radiaciones de un cuerpo emisor pueden ser percibidos y, en ocasiones, manejados por una persona por medio de artefactos sencillos mantenidos en suspensión inestable como un péndulo, varillas «L», o una horquilla que supuestamente amplifican la capacidad de magnetorrecepción del ser humano.
También se nos dice que algunos radiestesistas usan otros equipos o ninguno en absoluto. Ciertos investigadores han llegado a la conclusión de que una vara radiestésica es sólo una ayuda a la fe del adivino en su propia facultad, la cual no es muy raro y se sabe que aumenta con la práctica. Hace muchos años se realizó una búsqueda acuífera en el distrito de
Satara (estado de Maharashtra, India) y se habían analizado científicamente media docena de sitios para detectar agua utilizando una máquina. Una niña de las inmediaciones sugirió otro sitio para la prueba que dio mejores resultados; no podía dar ninguna explicación, excepto que tenía la sensación de que allí existía el vital líquido. Por tanto, una vara de adivinación probablemente no sea necesaria y esto parece sólo despertar la confianza del ser
psíquico interno.
Un estudio de 1948 probó la capacidad de 58 radiestesistas para detectar agua. También una revisión de 1979 examinó muchos estudios controlados de radiestesia acuífera y en ambos casos se descubrió que ninguno de los experimentos mostró resultados mejores que los aleatorios. De igual forma la teosofía sugiere que el fenómeno no puede explicarse por completo sobre la base de «percepción extrasensorial», y sobre esto hubo una discusión de Shri N.G. Apte sobre «Water Finding» que apareció en el Indian Farming hacia diciembre de 1942. El autor determinó que la adivinación con el agua es «una habilidad de intuición innata para ubicar el líquido por algún sentimiento que el adivinador generalmente no puede explicar. Tales personas que pasan sobre corrientes o depósitos de agua sienten que están ahí». Sin embargo, algunos radiestesistas han reportado sensaciones físicas definidas en relación con la presencia de agua en dichos estados bajo la superficie terrestre. La experiencia de Shri Apte fue que percibió una sensación o dolor en una pantorrilla al pasar por un manantial o un río y comenta que también tuvo este síntoma en los días de lluvia, por cuanto definió sus poderes de adivinación como una «susceptibilidad de la persona a ciertas influencias».
Del mismo modo, un operador alemán cuyas predicciones sobre el uso de la «varilla divina» eran 90% precisas experimentaba una marcada aceleración del pulso cuando pasaba por depósitos de agua, explicando su éxito sobre la base del efecto en el cuerpo humano de rayos de diferente densidad que escapaban constantemente del interior de la Tierra. Estas emanaciones son absorbidas diferencialmente por varios materiales subterráneos, y en este sentido también debemos tener en cuenta la continuidad psicofisiológica del organismo humano con toda la naturaleza.
En la reseña de «The Divining Rod» por Charles Latimer y que apareció en The Theosophist
(abril de 1885) se ha observado que según la teoría aria el ser humano está formado por cinco elementos o
Pancha Maha-Bhoota, es decir, tierra, aire, fuego, agua y akasha, por cuanto la combinación de los diversos elementos en diferentes proporciones determina el carácter del individuo. El fenómeno de la «vara divina» puede explicarse sobre la hipótesis de que la preponderancia del elemento acuoso en constituciones individuales particulares puede llevar a un efecto más perceptible en el objeto que se manipula y esto explicaría el hecho de que las varillas sólo se muevan en manos de ciertas personas.
En
«Vernal Blooms» (p. 167-68) William Judge trata de explicar ciertos fenómenos sobre la base preponderante de un tipo de elementales en la constitución o aura de una persona. Por ejemplo, hay individuos que parecen tener la capacidad de encontrar metales con facilidad (tesoros que contienen oro y plata), es decir, tienen «suerte» en esa dirección. La tendencia natural de los elementales conectados con el reino mineral y los metales es ocultar tesoros; sin embargo, la persona que es afortunada con materiales metalíferos como oro o plata tiene sobre sí más elementales relacionados con esos objetos que otros individuos. Por lo tanto, hay menos conflicto entre estos elementales y aquéllos que guardan y esconden el tesoro, ambos de la misma clase y reino. «La preponderancia de los espíritus metálicos hace que el individuo sea más homogéneo con sus reinos y existe una atracción natural entre el oro y la plata perdidos o enterrados y esa persona». Además, Judge explica que la preeminencia de cualquier clase de elementales en la constitución personal o el aura está determinada por muchos factores, pues dependería de las peculiaridades de suelo, clima, nación, familia y raza.
En el año 1951 y al reseñar el libro
«Henry Gross and his Dowsing Rod», el poeta estadounidense
Robert P. T. Coffin observó que los humanos pueden compararse con instrumentos científicos y a menudo tener ese comportamiento: «Tanto venados sedientos como indígenas han encontrado agua por instinto durante cientos de miles de años
donde los científicos se acurrucarían para morir de sed, pero esa misma ciencia continúa gritando 'brujería' y 'disparate'». Cuando Henry Gross radiestesiaba Bermudas desde una distancia de 1.280 kms. afirmaba haber localizado tres importantes manantiales de agua, lo que de ser cierto sería un caso de percepción extrasensorial o clarividencia, a la que no parece aplicarse la explicación ordinaria de radiestesia.
La verdadera facultad clarividente no tiene relación con la distancia, pues como escribió H.P.B.: «Para las percepciones y temores del Ego no existen espacio ni tiempo».
Coffin comentó que sus amigos pescadores eran barómetros, termómetros y anemómetros vivos y realizaban pronósticos meteorológicos más confiables que los laboratorios. Un Maestro de Sabiduría agrega lo siguiente:
«Incluso la simple contracción muscular siempre está acompañada por fenómenos eléctricos y magnéticos, y existe una conexión más fuerte entre el magnetismo de la Tierra, los cambios del clima y el ser humano que es el mejor barómetro viviente si tan sólo supiera descifrarlo correctamente».
En 1952 un radiestesista alemán llamado Herr Peinecke experimentó con «radiaciones terrestres» ya que otros adivinos habían atribuido las actividades de la vara radiestésica a la influencia de esas energías. Peinecke afirma que donde dichas corrientes se superponen o cruzan las personas sensibles reaccionan ante ellos con insomnio, incomodidad o incluso enfermándose, y hasta los animales de muchas especies evitan instintivamente tales lugares. En esos sectores se encontró que su vara de radiestesia se tornaba móvil de forma descontrolada; sin embargo, cuando ató un cordón de cobre alrededor de su cintura el movimiento de la varilla se detuvo porque el cable metálico había interceptado los rayos o las radiaciones terrestres. Tales observaciones llevaron a Peinecke a diseñar un aparato que cuando se colocaba en el suelo y en un lugar donde se reportaban grandes perturbaciones magnéticas, ayudaba a superar las dificultades causadas por estos fenómenos. Por su parte la teosofía establece que para comprender y explicar los sucesos por magnetismo terrestre y animal la ciencia debe admitir la existencia de un material y fluido magnético sustancial, y estudiar los efectos de la electricidad y el magnetismo en el ser humano y los animales.
Existe una especie de magnetismo universal. El padre Kircher observó que el sol, la luna, las estrellas y los planetas se vuelven altamente magnéticos al permanecer en el fluido homólogo que es ubicuo o luz espiritual; por lo tanto, existe una misteriosa simpatía entre los cuerpos de plantas, animales y humanos, pues hay vegetales que son especialmente atraídos por el sol y otros por la luna.
Los radiestesistas también han utilizado péndulos para encontrar llaves, gafas, joyas y casi cualquier cosa desaparecida. Un péndulo metálico, de cristal o cualquier otra materia está suspendido por un hilo de nilón, seda e incluso una cadena, y se emplea igualmente para adivinación y radiestesia. En una primera aproximación se determina qué dirección o movimiento del péndulo (izquierda/derecha, arriba/abajo o en sentido horario/antihorario) indicará «sí» y cuál «no», antes de proceder a realizar preguntas específicas al péndulo. En ocasiones éste se mueve sobre un papel con «sí» y «no» escritos en él y la persona que sostiene la herramienta pretende hacerlo lo más firmemente posible sobre el centro y sus movimientos indicarían respuestas a las inquietudes.
La radiestesia pendular también se ha llamado «adivinación» por su capacidad para proporcionar datos y predecir el futuro, y el primer término se aplica cuando ese instrumento es empleado para encontrar un objeto específico. El término «adivinación pendular» refiere a la búsqueda de datos precisos, entendiéndose por «adivinación» el intento de comprender el pasado, presente o futuro mediante la interpretación de signos, símbolos y presagios. Por ejemplo, los antiguos romanos y aztecas creían que los dioses controlaban el vuelo de las aves, lo que indicaba sus deseos. Hubo también adivinos que anticipaban el porvenir al explicar el vuelo y canto de estos animales. La rabdomancia es un tipo de adivinación por medio de cualquier vara, ramita, bastón, palo, flecha o similar, y un método era poner una serie de bastones o palos de punta y observar dónde caían con objeto de determinar la dirección en la que se debía viajar o encontrar respuestas a ciertas preguntas.
Existen tres tipos de adivinación que son inductiva, interpretativa e intuitiva. La interpretativa requiere una combinación del procedimiento correcto con el don especial de percepción que distingue a un adivino. El vaticinador maya contemporáneo de Guatemala que busca diagnosticar una enfermedad pasará cuidadosamente varios huevos sobre el cuerpo del paciente para atraer hacia ellos la esencia de la aflicción. Luego los contenidos intactos se recogen en agua, y el adivino se retira a una esquina oscura para inclinarse sobre el recipiente y leer los signos de los huevos, y así su recitación interpreta el origen y la naturaleza de la enfermedad (Encyclopedia Britannica). También existe la alectomancia o adivinación por medio de un gallo u otra ave, con cuyo procedimiento se trazaba un círculo y dividía en espacios, cada uno asignado a una letra, y luego se esparcía maíz en esos sectores para tomar nota de las sucesivas divisiones desde las que el ave comía los granos.
La alectomancia, es la cualidad de predecir el futuro a través del gallo; además, es un método muy antiguo de adivinación utilizado a lo largo de la historia, empleado de distintas maneras, con el propósito de adquirir augurios.Los accesorios e instrumentos de adivinación ayudan a concentrar la voluntad del vaticinador y de la persona que lo consulta, en la misma dirección y sobre el mismo signo u objeto. A veces se nos hace posible ver formas que tienen su existencia en la imaginación translúcida o visionaria en una taza de café, las nubes o la blancura de un huevo. La visión en el agua se produce por la fatiga del nervio óptico encandilado que termina por ceder sus funciones a la translucidez (imaginación del vidente) y provoca ilusión cerebral, de modo que los simples reflejos de la luz astral parecen ser imágenes reales. De esta manera y como señaló Blavatsky, la persona más apta para este tipo de adivinación es la del temperamento nervioso cuya vista es débil y su imaginación vívida.
La radiestesia se ha utilizado no sólo para localizar agua, oro, petróleo y otros minerales, sino para muchos otros fines. Por ejemplo, en Francia los médicos han empleado el péndulo para ayudarles a hacer diagnósticos. En circunstancias extremas durante la guerra de Vietnam se dijo que algunos infantes de marina estadounidenses fueron instruidos en el uso del péndulo para localizar minas y túneles subterráneos. Esta práctica se ha llevado a cabo en muchos lugares para aumentar los cultivos alimentarios con objeto de ayudar en el crecimiento de los vegetales, mantener alejados a los insectos e incluso situar un campo protector en torno a ellos para prevenir enfermedades.
(De la revista «The Theosophical Movement», enero de 2012).
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